40. Una bella noche de lluvia
Kimiosea miró de reojo a Diesta y ella le sonrió antes de que se acomodara el libro para leer con atención:
"La guarida de las sirenas
El reino imperiano alberga a una enorme cantidad de criaturas. Creer que los humanos son los únicos seres dominantes sería un error, como se mencionó en el capítulo anterior. En estas páginas relataremos el establecimiento del tratado de paz entre humanos y sirenas en Imperia, representado por la región de Kánoa.
Comenzaremos estableciendo el significado de esta conflicto mágico. Es de conocimiento general que el círculo místico representa uno de los portales más poderosos del reino. Viajar a través de él a diferentes dimensiones es esencial para que los dirigentes y magos elegidos procuren la paz y el equilibrio; de igual manera, los líderes de tribus, en este caso, diversas a los humanos, necesitarán accesos, contraseñas y amuletos que no creen choques de energía con las que hemos generado por nuestra cuenta hasta hoy en día, con el objetivo de alcanzar la misma misión que nosotros.
La madre de todas las sirenas creó una alianza con Keya Kánoa, una amistad que llevó a la primera a crear el primer objeto mágico que conectaba la energía de los humanos y las sirenas. El líquido que Keya recibió en regalo de paz ha sido conservado ajo la mayor discreción.
Las cualidades que obtuvo son de muy alto poder y deben mantenerse con cautela para prevenir el abuso o manipulación de tales energías. Entre otras muchas cosas, el agua posee la propiedad de activar poderes especiales, amuletos y completar profecías. Entrar en contacto con el agua transfiere o asigna energías que han quedado suspendidas, es decir, alimenta en espíritu a un elegido, el siguiente en línea podrá sumergirse y asumir su destino al instante..."
— Claro —dijo Kimiosea para sí sonriente—. Por eso nos han mandado con Esmeralda, ella es sucesora de alguien muy importante para Imperia.
—¿Hay algo en lo que pudiera ayudar? —preguntó Diesta emocionada.
Kimiosea cerró el libro y se giró hacia la pequeña.
—Lo siento, no lo hay, pero estoy muy agradecida por tu guía para encontrar este texto —expresó con suma dulzura.
—Cómo me gustaría ser parte de una misión importante —dijo Diesta volviendo a suspirar.
—A todos nos llega a su momento —anunció la rubia sonriente.
Kimiosea regresó el libro a la estantería y caminó de regreso a la entrada de las habitación. Sus ojos se detuvieron en una pequeña mesita que tenía una vela, pergaminos, tintas y un libro.
—Ahí tenemos que estudiar todas tardes —dijo explicó Diesta al notar a Kimiosea inmersa en su mente—. ¿A ti le gusta escribir?
La rubia abrió sus ojos y los fijó en la niña confundida. ¿Qué se supone que debería responder ante eso?
—Algo parecido —dijo finalmente.
—¿Qué es lo que escribes?
—Poemas.
—¡Me encanta! ¿Podrías leer alguno? —Diesta admiraba escuchar ese tipo de creaciones, la apasionaba.
Sintió la mirada acusadora de cada una de las joyas que decoraban los candelabros y del oro que decoraba la pared. Kimiosea desvió la mirada nuevamente y después se acomodó un poco el cabello por nerviosismo.
Cuando regresó la mirada a su compañía, notó que Diesta tenía un gesto de vergüenza por haber hablado de más.
—No es nada contra ti, pequeña —expresó la rubia forzando una sonrisa.
Seguido de sus palabras, terminó de salir de la biblioteca para saludar a las mucamas que custodiaban la puerta y colocarse en el pasillo a la espera de que Esmeralda terminara.
La sesión con la Lirastra se extendió sólo un poco más de lo que Kimiosea tenía contemplando, así que tuvo tiempo suficiente para poder reflexionar sobre lo que acababa de suceder. Hacía tanto que no escribía que dudaba si podría recordar cómo hacerlo.
La institutriz de Diesta había llegado poco después de que salieran de la biblioteca para llevar a la niña a practicar sus clases de danza tradicional, así que sus ideas eran únicamente acompañadas por los tranquilizadores rayos del sol que parecían ser los únicos se negaban a perder su naturalidad en ese ambiente. Autoritarios como siempre acariciaban a Kimisoea brindándole un poco de calor en ese frío palacio.
Cuando menos lo esperaba, los sonidos de pasos despertaron su mente y la obligaron a voltear hacia el final del pasillo de mármol, en el que ya se encontraban las Lirastras y Esmeralda caminando con suave solemnidad.
Su amiga le esbozó una pequeña sonrisa y Kimiosea le correspondió un poco antes de que llegara hasta donde estaba.
—Fue todo un honor poder charlar con usted, majestad —dijo la Lirastra Fidanchena haciendo otra de sus largas reverencias.
—Lirastra —respondió Esmeralda seriamente —, de igual forma le agradezco que nos haya prestado su biblioteca.
—Nuevamente, es un honor.
Otra larguísima reverencia procedió aquel comentario y Esmeralda no pudo más que aguantar las ganas de soltar un largo suspiro por estar ahí.
Afortunadamente, todos los protocolos de visita habían sido cumplidos y la Lirastra no apreciaba a Esmeralda lo suficiente como para invitarla a tomar el té, así que muy pronto el paje cerró la puerta del precioso carruaje y la visita terminó.
—Odio venir aquí —soltó por fin Esmeralda.
—Lo sé, es difícil —expresó Kimiosea comprensiva—, debe ser difícil ser reina.
Esmeralda miró un segundo el paisaje que las rodeaba y recordó con nostalgia cuando se encontraba viajando rumbo al Coralli por primera vez en aquel cidro. Quién diría que ahora lo hacían en el carruaje real de Nitris.
Un sentimiento general de tristeza volvió a llenarla, uno que también implicaba angustia y que le provocaba ganas de llorar, ¿qué era lo que estaba pasando con ella? En otros momentos habría disfrutado de aquel paisaje, de aquella brisa que entraba por la ventana.
—Dime, ¿qué encontraste? —preguntó Esmeralda cambiando rápidamente la conversación.
—Me parece que yo sé por qué el siguiente acertijo parece imposible de resolver —dijo la rubia mirando emocionada a su amiga—. Estaba leyendo junto a Diesta sobre las antiguas construcciones del castillo y encontró que la pileta en realidad tiene la capacidad de otorgar poderes a los herederos de algún elegido o a los elegidos mismos, entre otras muchas cosas.
La rubia no pudo evitar sonreír y Esmeralda le devolvió el gesto, a pesar de que su mente estaba en cualquier otro lado. Nadando en preocupaciones y dando saltos en la intriga.
Cuando ambas llegaron al castillo ya comenzaba a anochecer. Se admiraban a los soldados prendiendo las faroles con antorchas, a pesar de que la luz del día todavía alcanzaba a verse muy tenuemente.
La temperatura, como siempre en esa región, comenzaba a descender y cuando las ruedas del carruaje se detuvieron, ya se podía sentir una corriente de viento helado.
Esmeralda apenas se disponía a disfrutar del hecho de que estaba en su hogar, cuando Kivia llegó con una carta y se la entregó.
—Majestad, la baronesa Asir y su esposo el barón De Mer han llegado para visitarle —anunció rápidamente.
—Muchas gracias, Kivia —respondió de la reina y miró a su amiga con desánimo antes de acomodar un poco su elegante vestido.
—Anuncia que me reuniré con ellos pronto, llévalos a mi oficina —indicó la monarca y Kivia corrió de vuelta al palacio.
—¿Qué es lo que sucede? —preguntó Kimiosea señalando la carta.
Esmeralda la abrió con elegancia y comenzó a leer en voz alta :
"Majestad, me alegra mucho informar que la la mayoría de sus invitados han confirmado su asistencia la cena de mañana
Atte: El secretario de relaciones imperianas."
—¿Quién es? —preguntó Kimiosea sorprendida porque nunca había escuchado tal cargo.
—La verdad es que todo esto de ser reina requiere de muchas reuniones, eventos, cenas y no tengo cabeza jamás para organizarlo todo, escribir las cartas y confirmar la asistencia como solían hacerlo antes aquí es casi imposible. Decidí entonces que emplearía a alguien que sí tuviera esas habilidades —explicó Esmeralda mientras entraban al castillo
Como se dirigieron inmediatamente hacia la pileta, no les costó demasiado trabajo encontrarse con Tólbik y con Ezra. Cada célula de su cuerpo estaba interesada en lo que sucedería.
La acción parecía clara: Esmeralda iba a entrar en la pileta obtendría poderes especiales heredados de sus padres biológicos, o algún ancestro importante, posteriormente, ya con la fuerza obtenida, encendería el último símbolo del amuleto de Kimiosea.
Podría parecer un plan infalible, un plan infalible y sencillo, sin embargo, nadie puede asegurar que un plan sencillo o complicado vaya a triunfar definitivamente.
Ezra, Tólbik y Kimiosea se colocaron a los costados de la pileta y sonrieron esperanzados de que aquella fuera la respuesta.
Esmeralda comenzó a caminar hacia dentro del agua, cualquiera se hubiera cambiado aquel exquisito vestido, pero Esmeralda tenía la imperiosa necesidad de jugar con su perfección y los demás estaban demasiado ocupados como para recriminárselo.
El agua comenzó a llenarse de un peculiar brillo, como lo hizo con Tólbik y el pequeño espacio expidió la misma luz cegadora de antes, como la experiencia estaba resultando demasiado familiar, el destino pareció decidir que se repitiera la misma desilusión y la luz desanimada bajó su intensidad hasta que Esmeralda quedó igual que Tólbik, de pie en el agua con nada más que dudas en la mente.
—¿Qué es lo que está fallando? —cuestionó Tólbik tratando de pensar en una solución.
—Probablemente nos falta algo, algo que active el agua o que permita que sepan que Esmeralda es la elegida —expresó Ezra mientras se adentraba al interior del agua para ayudar a Esmeralda a salir.
El agua volvió a iluminarse y a apagarse con rapidez, ¿qué era lo que estaba provocando que sus esperanzas se apagaran junto con esa luz?
—No tengo idea, pero será mejor que me apresure, tengo invitados en mi oficina —anunció Esmeralda agachándose para exprimir el final de su vestido.
—¿Qué tipo de cosas podrían activar el agua? —preguntó de nuevo Tólbik.
—Amuletos, conjuros... —comenzó a decir Kimiosea y Tólbik la miró confiado.
—Un amuleto. Seguramente tienes alguno —aseguró y Esmeralda soltó una suave risa.
—Tengo demasiados —respondió—, permítanme atender a las visitas y después hablaremos de los amuletos. Alguno de ellos tendrá que ser.
Todos estuvieron de acuerdo con aquel plan.
Esmeralda y Kimiosea se cambiaron el vestido por uno un poco más cómodo y después se separaron para dejar que Esmeralda recibiera a los invitados.
Kimiosea no sabía exactamente hacía donde caminar. En ese momento seguramente había un centenar de personas en ese castillo, aún así, Kimiosea no tenía ni una sola persona con la cual ir.
Comenzaba a sentirse una poco sola, cuando de la nada alguien giró por el pasillo en el que estaba transitando provocando que chocaran de una sola vez, sin darse tiempo siquiera de reaccionar.
—Lo lamento —expresó Kimisoea levantándose para sonreír amablemente a la joven mujer que se sobaba la nariz.
Aquella persona se veía sumamente imponente y Kimiosea temió por su integridad, sin embargo, para su sorpresa, ésta simplemente le observó atentamente, como escudriñando sus intenciones, y cuando encontró sincera bondad, le emitió una suave risa que siguió de un tono aparentemente más agresivo.
—¿Qué haces rondando por aquí? —preguntó Celta quitándose finalmente la mano de la nariz.
—Esmeralda tuvo que reunirse con unas personas y no encuentro a Tólbik ni a Ezra —respondió la rubia amigable.
—Podemos buscar a esos tontos juntos —dijo Celta comenzando a caminar—, necesito preguntarle algo a Ezra. Seguramente estará en los jardines, ese cabeza chorlito se cree un poeta empedernido.
Kimiosea quedó en silencio un momento, nuevamente se sentía avergonzada, sentía sus mejillas sonrojarse y la fuerte necesidad de preguntar qué tipo de poemas escribía o si lo hacía demasiado frecuente, sin embargo, en ese momento simplemente se redujo a encoger los hombros y tratar de cambiar el tema.
—Realmente estoy muy contenta de reencontrarme con Esmeralda, ella ha sido mi mejor amiga desde siempre —expresó en parte porque era verdad y en parte por querer estar lejos de sus pensamientos originales
—La he notado un poco extraña —expresó Celta hablando con seriedad—. ¿Te ha comentado algo que le moleste?
Kimiosea salió de su ensimismamiento para poner atención a lo que acababa de decir la pelirroja, realmente nunca lo había pensado. La vergüenza la volvía a invadir al recordar las palabras que acababa de decir y que desmentía la falta de atención a las charlas de Esmeralda.
—No lo sé —admitió Kimiosea y Celta frunció el ceño en señal de reflexión.
—Puede llegar a ser muy preocupante. Ella no está acostumbrada, pero sobre sus hombros y su bienestar recae el futuro del reino —dijo Celta con seriedad.
—¿Tanto así?
La pelirroja soltó una risa antes de voltear finalmente hacia la muchacha para observarla divertida por su ignorancia.
—La reina es mucho más que lucir joyas o atender reuniones. Se mantiene en balance, ayuda a los débiles, la fuerza que transmite a su reino es la que llena a los habitantes de vitalidad y esperanza —expresó la general entrecerrando los ojos—. He ahí la importancia de saber qué le sucede.
Kimiosea afirmó tomándose muy en serio la advertencia de Celta. La rubia entendía que su visita en ese castillo no era por simple decisión o nostalgia, algo que había aprendido en todo ese tiempo era que nada sucedía por coincidencia, su presencia parecía ser seria y predestinada.
Ezra y Tólbik ciertamente se encontraban en uno de los jardines del castillo. El mismo lugar que presenciaba los festines organizados por la reina, ahora estaba siendo el anfitrión de lo que parecía el inicio de una amistad.
Ambos chicos estaban preocupados por situaciones similares, por eso decidieron caminar hacia ese lugar hablando poco a poco de las asuntos que perturbaban su cabeza. El centro de la conversación para ese punto era la pileta.
Ni a Kimiosea ni a Esmeralda parecía importarles tanto como a ellos, algo los llamaba a querer completar esa misión, como si aquello fuera un paso esencial en su destino.
—Pienso que seguramente había algo importante en esa biblioteca —dijo Tólbik mirando el cielo con decisión—, esa incoherente etiqueta me impidió averiguar por mi cuenta.
Ezra estaba de acuerdo, pero no sabía si sería correcto contradecir una orden que había dicho la misma Esmeralda , por lo tanto se acercó un poco a Tólbik que se encontraba sentado en el pasto para hablar en un tono más bajo.
—¿Qué te parece si vamos nosotros? —susurró dándole a entender a su compañero la naturaleza de la expedición.
El muchacho estaba a punto de acceder cuando Celta y Kimiosea empezaron a mostrarse a la lejanía. Tólbik asintió al joven antes de que las chicas estuvieran lo suficientemente cerca como para que pudieran escuchar.
—Ezra —dijo Celta tranquila para firme—. Tú eres el nuevo encargado del registro de gastos menores, ¿verdad?
—Sí —respondió Ezra colocando sus brazos detrás de la espalda .
—Necesito que me des 15, 000 niros para mantenimiento de las armas menores.
—Primer necesito que escribas un pergamino —anunció Ezra muy serio.
—¡No seas tonto! —dijo la chica fingiendo que elevaba su pierna para darle una patada.
Ezra se movió a un lado para esquivarla, pero lo hizo con tanto impulso que de su bolsillo cayó la pequeña caja que le había mostrado a Iniesto y Dimitri con contrariedad.
Todos se quedaron un momento en silencio hasta que Celta se abalanzó lo más rápido posible sobre la caja para abrirla.
El bonito y sencillo anillo deslumbró a todas los presentes.
—¿Qué es esto? —preguntó la pelirroja con un tono travieso, y confundido.
—Es para Esmeralda —dijo Ezra finalmente al tiempo que le quitaba el anillo a la pelirroja para proceder a guardarlo—. Quiero proponerle que sea mi esposa —finalizó hablando un poco más hacia Celta, que era la que estaba empapada de asuntos relativos a la familia real.
—Ezra —comenzó a decir la muchacha como una hermana mayor a su apreciado hermanito—, ¿tienes idea de lo que representaría casarte con Esmeralda?
—Dimitri e Iniesto ya me lo han dicho.
—Dimitri e Iniesto no tienen ni idea de lo que representa ser de la familia real de Nitris —dijo la pelirroja adoptando una pose más seria.
Kimiosea miró con incomodidad a Ezra. Realmente había pasado muy poco tiempo de conocer al muchacho y sus primeros acercamientos habían resultado muy desastrosos; sin embargo realmente podía sentir la tristeza en la mirada de Ezra y sentía su mismo corazón lamentarse por ello.
—Sé que puede parecer muy apresurado —dijo Ezra guardando nuevamente el anillo.
—Es muy apresurado —repitió Celta con énfasis.
—Sin embargo, siento en mi corazón que es el momento correcto. Puede parecer algo tonto, pero hemos estado tanto tiempo separados, que lo único que quiero es mantenerme cerca para todo la vida —explicó el delgado y elegante muchacho.
—¿Cuándo se lo quieres decir? —preguntó Celta abrumada por la declaración de Ezra.
—Pronto —dijo improvisando—, cuando crea que es adecuado.
La pelirroja miró fijamente a Ezra, para ver si con aquella intimidación podía hacerlo retractarse de lo antes dicho, sin embargo, el muchacho no cedió y sostuvo la la mirada aunque su corazón estuviera latiendo muy rápido.
—Procura pensar en esto con más calma —dijo la chica sin dejar duda sobre la seriedad de sus palabras.
—Lo he hecho, realmente lo he hecho por un tiempo importante —dijo Ezra dejando a la pelirroja nuevamente con una montón de palabras atrapadas
Kimiosea y Tólbik vieron la oportunidad perfecta para dar unos pasos adelante como recordatorio de que seguían presentes. Celta decidió cerrar el tema con un suspiro y los cuatro caminaron de regreso al castillo para comer algo, después de tantas emociones enfrentadas y evadidas.
Le encantaba estar inspirado. El olor a tinta fresca abrazandolo a él y a su futuro.
Cuando escribía salía inmediatamente de este mundo, como un ave planeando, y se transformaba en lo que quisiera. Solamente notaba su mano moviéndose de vez en cuando y el resto del tiempo parecía que su cuerpo de movía sólo porque su alma ya había decidido vacacionar.
Probablemente, el hecho de que el ambiente que creaba era tan satisfactorio, causaba que cualquier pequeña interrupción resultara inmediatamente insoportable para el muchacho.
Repentinamente lanzó su pluma con molestia, manchando algunas hojas que estaban cerca, otra vez esa extraña molestia que llegaba sin aviso. El corazón comenzaba a acelerarse sin razón, un miedo en el estómago se formaba, como si su cuerpo le gritara algo pero él no quería escuchar.
El joven levantó la mirada desesperado y después suspiró tratando de inhalar la mayor cantidad de aire posible, como si aquel fuera su antídoto para volver a sentirse bien.
Llevaba varias semanas sintiéndose de una manera, ya no podía soportarlo. No entendía lo que le pasaba y tampoco quería detenerse demasiado en intentar entenderlo.
Se movía el cabello, como si aquello pudiera ayudarlo a sacudir cada partícula de negativos que se hubieran atrevido a posarse, aunque fuera un instante sobre su cabeza.
Miró la pila de cartas que tenía a un lado, con la simple intención de distraerse y levantó la cejas sorprendido al notar que aquella que tenía el sello de la familia real de Nitris.
Sus ojos pasaron lentamente por la letra perfectamente caligrafiada. Su orgullo no le permitió emocionarse demasiado, así que simplemente concluyó que aquella invitación era la distracción perfecta para las sensaciones y preocupaciones que estaba experimentado.
Tomó una nueva hoja y la puso enfrente para comenzar a escribir la respuesta.
La noche era preciosa, las estrellas se miraban perfectas por encima del bosque y observaban muy atentas a Esmeralda que se asomaba por su balcón respirando el frío del ambiente, recargándose en los brazos que recargaba sobre el barandal de piedra.
Acababa de terminar la reunión con los nobles que fueron a visitarla. A decir verdaderamente le resultaban poco agradables, un poco egocéntricos y frívolos, como la mayoría de personas con título de nobleza en Imperia. Sin sentirlo demasiado, había tenido que invitarlos a la cena del siguiente día, era algo que odiaba de los protocolos, aceptar o decir lo contrario a ella misma.
Una lágrima amenazaba con salirse de su ojos cuando la puerta se abrió repentinamente.
—Hola, pequeño —dijo Esmeralda mientras se levantaba para acariciar a Seo.
El peludo perro entró contento y corrió a la grande y cómoda cama de Esmeralda. La joven lo siguió y se dejó caer para quedar a un lado de su amigo que se encontraba con la pancita viendo al techo.
—¿Sabes, Seo? En ocasiones puede ser un poco complicado llegar a cumplir un sueño —expresó acariciándole la oreja al tierno perro —. El hecho de tener todas estas responsabilidades, jamás fue parte de lo que yo pensaba o imaginaba. Querido, me alegra mucho que tú no tengas que pasar por esto, aunque imagino que tendrás tus propios asuntos, ¿no es así?
Seo se giró sobre sí mismo pero ahora recargar su peludo rostro sobre el vientre de Esmeralda. En su mirada y la tibieza que desprendía parecía comunicar lo mucho que lamentaba la situación de Esmeralda.
—Gracias por escucharme —expresó la joven enternecida.
Qué hermosas las fuertes conexiones en las que no es necesario hablar para comprender el apoyo de aguien.
La puerta volvió a abrirse suavemente pero ahora, una brillante bandeja plateada que traía dos bonitas tazas de porcelana entró con cautela.
—¿Cómo estás hoy? —preguntó la tema señora regordeta que sonreía ampliamente.
—Señora Fibi, leyó mi mente —dijo la joven moviéndose suavemente para poder quedar sentada sin apartar a Seo.
—No precisamente, pequeña —expresó cálidamente la mujer que extendió un poco de té hacia Esmeralda antes de sentarse en el borde de la cama—. De hecho, una pequeña comitiva entró a mi cocina.
—¿En serio? —preguntó Esmeralda dando un sobro a su té
—Todos parecían un poco alterados allá abajo, así que hice este té y pensé que tal vez tú lo necesitarías. Pocos saben lo difícil que es estar en tu lugar.
Esmeralda le mostró una sonrisa conocida y agradecida mientras se envolvió un momento en el sabor del té.
—¿Ha respondido mi madre? —cuestionó Esmeralda mirando firme pero suplicante.
En realidad la Señora Fibi no había conocido a Esmeralda desde niña, sin embargo, en aquel momento la miró derrotada y un poco asustada, como una pequeña después de una ruidosa tormenta.
—Aún no ha llegado nada del mensajero —respondió tomando un poco de su té—. Esmeralda, ¿acaso te paso algo?
Esmeralda se quedó un momento callada, dejando que sólo fuera audible el sonido de la lluvia que comenzaba a caer y los suaves sorbos a su té.
—Sólo estoy algo cansada — respondió finalmente la chica mostrando una claramente falsa sonrisa.
La señora Fibi asintió sin creerle y al poco tiempo otro llamado a la puerta volvió a interrumpir.
La regordeta mujer dejó a un lado su taza de té para abrir y encontrar a Kivia con una bonita invitación en las manos.
—Buenas noches —saludó haciendo una reverencia antes de entregarle la tarjeta con delicadeza y marcharse.
—¿Es la respuesta de mi madre? —preguntó Esmeralda tomando más té.
—Me temo que no, sólo es una invitación a un espectáculo que quieren realizar en tu honor —explicó la señora Fibi leyendo todo rápidamente.
—Tenía planeado pasar el día con mis amigos —explicó la joven acercándose a su balcón.— Por lo que veo, creo que será imposible ¿Cuánto será el espectáculo?
—Mañana —respondió observando a Esmeralda en el borde del balcón.
—Será imposible —repitió suspirando—. Los invitaré a todos, así al menos podré estar con ellos durante todo el día... ¿Has visto a Kimiosea?
—Pequeña, será mejor que tan sólo por ahora intentes dejar a un lado de corona y descansar —dijo la mujer respirando con tranquilidad—. Tu amiga conoce el camino a la habitación y regresar cuando se prudente.
Esmeralda agradeció aquellas palabras y abrazó a la señora Fibi un buen rato, hasta que sintió como si le hubiera contado todos sus problemas sin pronunciar ni una sola palabra.
Después de un instante, la muchacha despidió al ama de llaves y se acurrucó en su suave cama sin sentir ni si quiera un poco de comodidad en su ser.
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