37. La primera noche en Nitris
AVISO: ¡Hola! Antes de leer este capítulo quiero aclarar algo importante :P. En próximas ediciones de este libro en físico quisiera agregar una línea del tiempo que me permita dejar en claro el orden de los sucesos, por lo mientras, intentaré hacerlo por acá con una breve explicación. Este libro inicia temporalmente justo cuando las chicas se gradúan del Coralli. Todo lo que acaban de leer sucede mientras Esmeralda vive las aventuras del primer libro. Ahora, que se vuelven a cruzar los caminos, estamos ubicados unos meses después de que el reino se ha restaurado en el penúltimo capítulo del primer libro. Es decir, este encuentro entre Kimiosea y Esmeralda ocurre entre la victoria del primer libro y el relato que indica "un año después" en el penúltimo capítulo. Esto es lo que sucedió durante ese año antes de la boda de Esmeralda.
Bueno jeje, aclarando esto, los dejo con el capítulo. Repetiré esta explicación en el próximo capítulo porque voy a actualizar pronto, así que si ya leyeron esto sólo ignórenlo jajaja. Cualquier duda pueden dejármela en los comentarios :3.
—Esmeralda —pronunció la chica utilizando el poco aire que quedaba en sus pulmones.
Son contados los momentos en que el mundo parece desaparecer a tu alrededor. Bien podría pensarse que esto es algo negativo, ¿quién querría que se escatimara en los minutos placenteros de su vida? Sin embargo, el hecho de que fueran escasos los hacía verdaderamente especiales.
Aquel instante parecía suceder en cámara lenta. Una amiga, una amiga con la que se había vivido tanto, era justo lo que los ojos de Kimiosea necesitaban presenciar. Un espíritu que realmente la entendiera, con la que pudiera hablar y reír... también llorar.
—Esmeralda —repitió al tiempo que la chica llegaba corriendo hasta ella para darle un gran abrazo.
—Kimiosea, no sabes cuánto te he extrañado —dijo la reina soltando una lágrima de emoción.
La rubia limpió su rostro, igualmente empapado por la euforia, y le dedicó una alegre sonrisa a Esmeralda.
—Cielos, creí que no te volvería a ver jamás —expresó sollozando—. Te ves estupenda.
Kimiosea admiró el hermoso vestido plateado con verde que usaba su amiga. Lucía precioso y elegante, así como sencillo y poco costoso. Tenía una caída verdaderamente hermosa, creyó reconocer de inmediato quién pudo estar involucrada en el diseño de aquel vestido.
En ese momento, su mirada reposó sobre una hermosa corona que portaba sobre su cabeza, aquella que alguna vez portó la reina Mickó.
La rubia se detuvo a pensar un momento antes de decir algo inapropiado, hasta que su razonamiento le indicó que era momento de comentar lo que, en ese punto, parecía bastante obvio.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó la chica recibiendo una sonrisa por parte de la chica—. ¿Te casaste con un Rey? —preguntó observando de reojo a Ezra, que miraba la escena sorprendido y algo dudoso.
—No, amiga —respondió la mujer orgullosa—. Yo soy la reina de Imperia.
Aquella frase parecía simple de comprender, si se le escuchaba sin contexto, pero es que el saber toda la historia que había compartido con Esmeralda, los sueños de ambas y los delirios que expresaban en aquellas reuniones nocturnas junto a un frasco de cerezas, realmente le impidieron comprender al cien por ciento el por qué su amiga se encontraba de pie frente a ella con una hermosa corona y un porte innegablemente imponente.
—Pero... cómo...
—Es una historia tan larga como la noche. ¡Tienes que quedarte en el castillo! Te atenderemos a ti y a tu amigo —dijo Esmeralda sonriéndole al desanimado Tólbik—. Te contaré todo lo que pasó conmigo y tú me contarás todo sobre ti. ¡Haremos un festín en tu honor mañana mismo!
La emoción de encontrar a su amiga se vio opacada por la enorme sorpresa de saber que ahora era una monarca.
—Por ahora, acompáñame al gran comedor. La comida está lista para acompañar tus palabras —indicó Esmeralda sonriendo—. Ahí me contarás todo sobre tu misión.
Sus pasos por el castillo procuraba que fueran tranquilos y pausados, para no dejar pasar ningún detalle sobre el sitio en el que se encontraba. Nuevamente, las sonrisas de todos los que la rodeaban parecía ser un faro brillante que llamaba la atención de cualquiera que entrara al imponente castillo.
El delicioso olor a pan recién hecho atacó la nariz de la rubia, en cuanto traspasó la gigantesca puerta de madera, perfectamente lijada y barnizada.
Esmeralda y ella iban al frente de aquel pequeño grupo, unos pasos atrás caminaban Ezra y Tólbik, quienes venían acompañados de dos guardias.
Su amiga parecía caminar por esos pasillos laberínticos, como si hubiera nacido en ese castillo. Hacía dudar a Kimiosea si todos los recuerdos de su infancia habían sido sólo un sueño, y la reina de Imperia hubiera sido Esmeralda todo el tiempo.
El gran comedor tampoco se parecía a nada que Kimiosea hubiera visto antes. Los comedores reales usualmente estaban repletos de escudos, banderas, adornos de oro y tapices finos. Este, lucía un enorme comedor de madera con un florero repleto de preciosas flores de colores tierra, aquellas podían observarse cerca de la ventana enorme que daba a los jardines y en casi cada rincón del salón. Las sillas lucían cómodas y portaban cubiertas de tela tejidas a mano. El piso era de piedra, estaba muy limpio y desprendía un delicioso aroma a tierra mojada, al igual que las flores.
Se observaba una discreta chimenea, que aportaba el clima perfecto para estar toda una vida disfrutando de una deliciosa merienda en aquel salón.
La luz era muy tenue, porque la noche estaba cayendo sobre Imperia, pero el suave brillo de la luna y el cálido fuego, aportaban la iluminación ideal.
Esmeralda tomó la silla principal y a su izquierda se sentó Ezra con gesto serio. Kimiosea fue invitada a tomar asiento del lado derecho de la Reina y Tólbik se sentó junto a Ezra.
Una joven llegó tranquilamente y se colocó a un lado de Esmeralda.
—Kivia, ¿puedes anunciar la cena, por favor? —preguntó recibiendo una afirmación de la muchacha, quién, posteriormente, salió del salón con paso calmado—. Ella acaba de llegar al castillo, hace unos meses —comenzó a relatar Esmeralda cuando la chica desapareció de la vista—. Es una buena persona. ¿Sabes cuál es su sueño? Asistir al Coralli.
—Maravilloso —respondió Kimiosea soltando una tierna risa.
—Cuando Ezra me dijo que una chica había venido a Nitris por una misión secreta, jamás pensé que fueras tú —dijo Esmeralda recargando su rostro sobre las manos—. Pero, parece que mi emoción me arrebató los modales... No nos hemos presentado, ni los he presentado —recordó la Reina avergonzada.
—Es cierto —dijo Kimiosea recordando, de igual manera a sus dos acompañantes—. Él es Tólbik, mi compañero en la misión.
El muchacho apenas levantó la vista, estaba perdido en su asiento, con un gesto de molestia y hartazgo, casi igual al de Ezra.
—Es un placer, Tólbik, yo soy Esmeralda y él es mi novio, Ezra —indicó Esmeralda provocando que Kimiosea se llevara una mano a la frente.
—¡Ezra! ¡Claro! Sabía que conocía ese nombre. ¡Lo encontraste, Esmeralda! —gritó emocionada la rubia mirando al muchacho.
Aún con todo lo que estaba pasando, tenía un poco de desconfianza en la rubia. No porque su corazón fuera amargo, sino por las condiciones en las que se presentó Kimiosea y lo mucho que se había propuesto cuidar de Esmeralda y del reino.
—Yo también había escuchado sobre ti —dijo él adoptando una pose ceremonial—. Esmeralda me habló de sus días en Lizonia y en la escuela.
Kimiosea se sintió un poco intimidada por Ezra, así que simplemente asintió sonriendo, afortunadamente interrumpida por Kivia que llegaba al salón.
Detrás de ella, entraron dos hombres. Uno con su cara regordeta y chapeada, portaba un gorro de Uvruam y un mandil que pronto se retiró para entregárselos con amabilidad a Kivia. El otro era un hombre delgado con bigote que caminó elegantemente hacia el comedor.
—Majestad —dijeron ambos haciendo una leve reverencia antes de acercarse a sus asientos.
Hasta ese momento, Kimiosea no había pensando en que todavía quedaban asientos vacíos en el comedor.
—Bienvenidos —dijo Esmeralda con una sonrisa—. Kimiosea, ellos son Dario y Benutto. Dario es panadero en el pueblo, está tomando algunas clases con los Uvruam del castillo.
—Quiero que mi panadería sea digna de esta región —complementó el hombrecillo con una sonrisa humilde.
—Benutto trabaja en el correo de Nitris —añadió Esmeralda recibiendo una afirmación por parte del hombre—. Ella es Kimiosea, es mi mejor amiga y es la invitada de honor de este castillo.
—Es un placer —dijeron ambos hombres, sinceramente emocionados.
La puerta no tardó en abrirse nuevamente. Los invitados a aquella cena eran variados, llegaron otros dos hombres, que Esmeralda presentó como un profesor en la escuela regional de Nitris y un pintor, cuya carrera iba en ascenso. Después arribaron cuatro mujeres, una niña que era estudiante, su madre (una artesana), una anciana que cumplía ese día cien años y una joven que se dedicaba a vender fruta en el centro.
También llegaron un hombre y una mujer que portaban un arpa y un violín. Ambos se acomodaron al fondo del salón y comenzaron a ambientar con hermosas melodías que aportaban aún más majestuosidad al ambiente.
Todos fueron recibidos con alegría y ceremoniosidad. Esmeralda decidió reasignar los lugares del comedor, ya que deseaba que su invitada de honor conociera a sus invitados; así que Esmeralda y Ezra tomaron las sillas que encabezaban el comedor en cada extremo, Kimiosea y Tólbik estaban en medio de cada lado largo de la mesa, quedando a sólo un lugar de Esmeralda, pero muy cerca del resto de la conversación.
Kivia salió un momento y regresó con un grupo de sirvientes. El término parecía ser solamente algo técnico, ya que no lucían como su título indicaba. Parecían realmente familiares y felices, como si estuvieran en su propia casa sirviendo comida a sus hijos y amigos.
Trajeron con ellos una deliciosa sopa de quesos con pan recién hecho, crocante y espolvoreado de harina. Esmeralda comentó que aquel era un regalo del panadero Dario y éste enrojeció y sonrió orgulloso en cuanto ella lo mencionó.
Trajeron también un plato con verduras cocinadas con especias locales papas horneadas, rollos de quesocrema, así como jarras con jugo de frutas, pasteles de chocolate, de zanahoria y de fresas, teteras llenas de ífuos calientitos, púos recién horneados, y unas bandejas con paté de garbanzos y galletas.
La mesa se encontraba repleta, las conversaciones comenzaban a fluir y Kimiosea se empezó a sentir un poco nerviosa. Llevaba mucho tiempo sin hablar con otro imperiano en un modo tan informal, así que se sintió verdaderamente agradecida cuando el hombre que era profesor volteó hacia ella con una sonrisa.
—¿Un poco de paté? —dijo el hombre extendiendo la bandeja hacia Kimiosea.
—Gracias —respondió tomando la bandeja para servirse un poco en el bello plato de porcelana que yacía frente a ella.
—Me honra mucho estar sentado junto a la invitada de honor —expresó el hombre tomando su tenedor con alegría—. Siempre me alegra venir a cenar al castillo. ¿Usted es una viajera?
—Sí, algo parecido —dijo la rubia apenada.
—Debió haber extrañado una deliciosa cena en familia —comentó dirigiéndole una mirada cálida.
Kimiosea se quedó pensando un segundo antes de tomar la bandeja de púos. Sí, realmente había extrañado todo eso y lo comprobó cuando recibió una sonrisa de su amiga que platicaba a unas sillas con la pequeña niña.
—¿Es su primera vez en el castillo? —cuestionó interesado en su compañía.
—Sí, así es. ¿Usted viene muy frecuentemente?
—¡Siempre que puedo! La Reina invita todas las noches a su mesa a ocho personas del reino para tomar la cena con ella. También invita a unas treinta personas más a que tomen la cena en los jardines con los cocineros y el personal del castillo —explicó el hombre tomando una jarra de jugo de fruta—. Yo amo los días en que vengo hacia acá. Salgo de mi rutina diaria y la Reina siempre está dispuesta a escuchar mis propuestas para mejorar la educación imperiana.
Kimiosea coincidió en que cenar en aquel castillo se sentía justo como el hombre lo había descrito: una cena familiar.
Los minutos pasaban y las bandejas y platos se iban vaciando. Los comensales entablaban interesantes conversaciones y todos, a excepción de Tólbik, que sólo jugueteaba con la comida y evadía cualquier interacción, parecían disfrutar el banquete.
La rubia podía notar que el novio de su amiga no confiaba en ella. Lo lamentaba profundamente, ya que creció notando cuán importante fue en la vida de Esmeralda.
Al igual que su amiga, él había crecido entre Alúan y Lizonia. Aún así, su comportamiento parecía el de un príncipe, un miembro de la realeza. El de ambos lo era. Esmeralda asentía con gracia a la conversación de la niña y su madre, al tiempo que servía la comida a quien notara con el plato vacío. Su risa seguía siendo fresca y libre, pero ahora parecía también elegante. De vez en cuando ésta le enviaba miradas coquetas al muchacho que estaba del otro lado de la mesa.
Ezra lucía tan limpio y aliñado que el blanco de su piel resaltaba al punto de parecer una artesanía de cerámica. No era tan expresivo como su novia, pero parecía verdaderamente interesado en cada palabra que pronunciaban sus invitados. Movía su elegante vestimenta en terciopelo color negro con dorado, al más estilo principesco y de vez en cuando dejaba mostrar su inmaculada sonrisa.
Cuando no quedaba ni una sola migaja, la Reina anunció que todos podían pasar al jardín para unirse al festín que sostenían el resto de habitantes.
Una hermosa extensión de pasto, flores y árboles fue lo primero que recibió a Kimiosea en la entrada del segundo festín diario del castillo. Unas enormes mesas se observaban, aún había algunas personas comiendo, sin embargo, la mayoría ya se encontraba bailando alegremente al ritmo de los panderos, violines y flautas.
En uno de los árboles se observaban miles de lucecillas iluminando cada hoja de un dorado misterioso.
—¿Esas son...?
—¡Hadas! —respondió Esmeralda a su amiga—. Llegaron hace una semana, creo que les ha gustado el castillo. Aparecen particularmente en los festines y es sorprendente, ¿no?
—Era casi imposible toparse con ellas —comentó Kimiosea alegremente.
—Tal vez predijeron tu regreso —sugirió la Reina tomando la mano de su amiga hacia donde todos estaban bailando.
Bailar es de esas cosas que no sabes que extrañabas hasta que vuelves a hacerlo. El cuerpo y el alma de Kimiosea le agradecieron especialmente que se dejara llevar. La alegría empezó a recorrer cada centímetro de su piel, avanzaba un poco más cuando soltaba una carcajada o daba saltos por todo el pasto junto a su amiga.
De vez en cuando bailaba con el grupo de niños que corría por todo el jardín tomados de la mano como si formaran un dragón.
Sintió que aquella noche vivió todo lo que se había perdido en sus años de ausencia en sociedad, porque hasta ese día se percató de todos los días en que estuvo en el bosque, todo el llanto que superó. Y se sintió verdaderamente orgullosa de ella misma.
Las piernas de la rubia no daban para más cuando la Reina anunció que se retiraría a sus aposentos. Se despidió de los demás como si de sus hermanos se tratara y los despidió desde la esquina, haciendo sentir que los extrañaría sinceramente.
Kimiosea, Esmeralda, Ezra y Tólbik (quien para este punto tenía la expresión de quien ha sido obligado a asistir a una fiesta en el peor de sus días) comenzaron a subir para acudir a sus habitaciones.
Ezra dormía en el ala opuesta del castillo, pero siempre despedía a Esmeralda en el marco de su puerta. Tólbik había sido asignado a la habitación contigua a la de Ezra y Esmeralda solicitó que prepararan su propia habitación para que Kimiosea durmiera con ella.
Kivia llegó para acompañar a Tólbik a su habitación, por solicitud de Ezra, y Esmeralda le pidió a Kimiosea que entrara antes que ella para irse preparando para dormir.
Cuando se es invitado es una falta de educación espiar a sus anfitriones, pero cuando aquellos se encuentran justo en el pequeño espacio que había dejado la puerta por quedar entreabierta, Kimiosea no pudo evitar enterarse de todo mientras comenzaba a desenredar su cabello.
—Si no confías en ella, al menos confía en mí —alcanzó a escuchar que decía Esmeralda en susurros—. Ella es, sin dudar, mi mejor amiga.
Ezra le besó la frente y procedió a abrazarla con dulzura para susurrar algo en su oído. Acto seguido ambos se miraron sonrientes para después despedirse con un suave beso.
La rubia alcanzó a observar la enamorada mirada que Ezra le dirigía a la Reina. Confirmó que toda la suspicacia del mismo era un simple estado de alerta. Él no quería que nadie lastimara a Esmeralda.
Kimiosea bajó rápidamente la mirada cuando su amiga entró a la habitación.
—Lo siento —dijo Esmeralda cerrando la puerta tras ella.
—No hay problema —respondió la rubia luchando contra su cabello—. Siento que hace milenios que no he vivido como solía hacerlo. Ni siquiera puedo desenredarme el cabello como se debe.
—Oh, no, no, así lo lastimarás —expresó su amiga acercándose a ella—. Nada como escuchar todas tus aventuras mientras te cepillo el cabello, ¿qué dices?
—A este punto no sé quién tiene más cosas que explicar —comentó Kimiosea provocando risas—. Esmeralda, realmente estoy muy feliz de que tengas a Ezra en tu vida.
—Cuando en el Coralli, Nereida, Shinzo y tú se paseaban por ahí con sus amores, realmente no me importaba demasiado, pero, ahora comprendo todo lo que el amor puede traer a tu vida —dijo la Reina comenzando a desenredar el cabello de su amiga—. Por cierto, ¿dónde has dejado a Naudur?
La sonrisa de Kimiosea desapareció por unos instantes antes de responder.
—Bueno... No he tomado las mejores decisiones en estos años —respondió avergonzada—. Ya no estamos juntos y ni siquiera sé en dónde está.
Esmeralda se quedó unos segundos callada, lamentando haber preguntado algo inapropiado.
—Lamento demasiado escuchar eso —expresó sinceramente—. Mañana mismo verás a un par de personas que seguro te harán sentir muy feliz.
—¿Sigues en contacto con las chicas?
—Nereida y yo nos visitamos cada semana, la invitaré mañana mismo, junto a Iniesto y, por supuesto, a Dimitri.
—No puedo creer que los volveré a ver —dijo con alegría—. ¿Cómo ha crecido el pequeño Ushán?
—Ushán ya es un niño grande saludable y muy travieso, pero a quien no has conocido es a su hermanito, Amad.
Kimiosea se quedó boquiabierta con la noticia.
La noche entera pasó entre anécdotas graciosas, otras muy tristes y la explicación del cómo y para qué estaba la rubia ahí.
Sin duda, aquella misión comenzaba a tomar un rumbo interesante. Con su mejor amiga a su lado, Kimiosea ya no temía nada.
¿Qué gran reto sería aquel al que hizo referencia Rétimen?
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