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35. Un nuevo ser

Aquel lago lucía demasiado pacífico para representar un peligro para el muchacho y, a pesar de ello, el guerrero realmente se sentía intimidado por él.

La prueba de Tólbik parecía muy diferente a la de Kimiosea desde el primer segundo. Comenzaba a sentirse algo frustrado cuando una tenue luz empezó a parecer frente a él. Era una luz que inmediatamente reconoció como familiar. Un sentimiento particular empezó a crecer en su pecho, como la sensación que tienes cuando ves a tu madre caminando a lo lejos o te encuentras con algún detalle o aroma que te recuerda tu infancia.

Su corazón le indicaba que algo importante estaba apunto de suceder, sin embargo, la parte valiente de él, la parte más fría y calculadora, sabía que debía mantenerse a la altura de la situación y no podía olvidar que aquello se trataba de una misión. Un hecho que determinaría su avance o estancamiento.

Suspiró con la intención de sacar aquel sentimiento y volver a su templanza. Pronto, la luz se hizo tan grande que comenzó a tomar la forma de una persona, alguien que Tólbik reconoció al instante: La reina Ildímoni.

Pasaron unos minutos antes de que la luz bajara su intensidad y dejara solos al guerrero y su Señora.

—Tólbik – dijo la aparición al muchacho inexpresivo.

—Hola, mi Reina – respondió el muchacho desconfiado. Dudaba que realmente fuera ella, sin embargo, decidió continuar como si aquella conversación fuera real, con la simple intención de pasar la prueba.

—Tólbik, el más fiel de mis estudiantes, el mejor de mis aprendices. Sabes que venido aquí por una razón, por una respuesta que me has pedido, pero no sé si estés listo para escuchar.

—Por supuesto, mi Señora —respondió el muchacho fingiendo disposición.

—¿Aún no crees en mi palabra?

Tólbik respondió que sí, pero su simple expresión contradijo lo verbalizado.

—Nunca he sido una aparición, siempre me presentaré ante ti de manera honesta, cierta. Tólbik, he venido aquí porque necesito revelarte algo. Una verdad que hasta hoy decidí ocultarte.

El joven se sintió intimidado. Hasta ese punto comenzó a dudar si lo que estaba a punto de presenciar o escuchar sería completamente real y las consecuencias de lo que decidiera no solamente se extendería a su misión si no también a la realidad.

—Estoy listo para escuchar lo que sea —declaró verdaderamente decidido.

—Tólbik, esto va mucho más allá de una simple conveniencia o de asuntos que tú creías más importantes.Yo sé tu destino porque soy tu monarca, y necesito que confíes en que la verdadera senda será la mejor. Eso que ha destinado el Creador, es lo que requiere el reino de los mortales y el reino espiritual.

>>Tú acompañas a una pieza importante de la historia, una pieza mucho más importante de lo que ustedes pueden sospechar. Y tú, mi querido Tólbik, no eres un simple acompañante. Yo sé que estarás furioso conmigo por decirte que regresarías a mi reino y asumirías grandes cargos, quedo hecha pedazos ante la verdad. Tu destino está más allá de donde puedes imaginar, en tus sueños encontrarás un lugar muy limitado, un jardín que no te permitirá florecer hacia lo que necesitarán en el futuro todos los mortales.

—¿A qué se refiere con exactitud? —preguntó asustado el muchacho. En aquellos segundos, la verdad de las palabras de Ildímoni eran irrefutables.

—Rétimen no te mentía. Hoy tendrás que decidir si renuncias totalmente a tu inmortalidad. Esto puede ser algo temporal, cuando completen la misión regresaré y podré regresártela. Sin embargo, corres el peligro de perderla para siempre. No todas las variables que determinan tu destino están en tus manos.

>>Cuando vuelva, tu corazón debe estar limpio de mortalidades o no podrás regresar a tu antiguo ser.

—No entiendo, majestad... ¿Qué tipo de impurezas podrían negarme mi destino?

—Eso no lo puedo revelar, pero algo puedo decirte, Tólbik. El camino que tú señalas, ese no es el destino del que hablo. No es la razón por la que te elegí a ti. Si tu corazón se llenara de mortalidad, así lo hará el mío de alegría. Eres vida, Tólbik.

La cabeza del guerrero daba vueltas. No comprendía totalmente las instrucciones de la reina Ildímoni.

Poco tiempo tuvo para resolverlo, ya que la luz de la Reina volvió a apagarse hasta que ésta desapareció, dejando, como siempre, las dudas del joven libres y peligrosamente encendidas.

Tólbik sentía que aquella decisión era demasiado fácil. En su cabeza sabía que renunciaba sin duda a la inmortalidad para poder avanzar en la misión, siempre con el cuidado de no dejar a su corazón corromperse con los gustos y deseos de los mortales, sin embargo sabía que era demasiado sencillo y no daba a la reina Ildímoni como alguien que colocar las cosas en bandeja de plata.

Entendió pronto que tal vez tal confusión formaba parte de la prueba . Rétimen quería saber, seguramente, de qué manera decidiría su siguiente paso, cómo asumiría los riesgos y los caminos para poder alcanzar su destino.

¿Qué era eso que le había dicho la Reina sobre el destino incorrecto? No era posible que todo ese tiempo hubiera estado errado, que todo ese tiempo su destino no fuera ser el fiel sirviente de la Reina, aquel que tendría el segundo poder después de su monarca. Poco a poco empezó a sentir la ansiedad correr por sus venas, una ansiedad que no estaba acostumbrado a sentir.

¿Sería aquello parte de las sensaciones mortales a evadir? Pero es que no podía evitar sentirse mal, sentirse perturbado por el simple pensamiento de que todo lo que creyó por tantos años desde su creación estaba mal, no podía creer que tantos sacrificios fueran para quedarse de la misma manera. Además, la Reina nunca mencionó qué otro destino podía ser más brillante que el ya pensado.

Se encontraba dentro del vacío, sin embargo sentía la superficie bajo sus pies plana y segura, por eso decidió sentarse a reflexionar con las piernas cruzadas a manera de loto y los ojos cerrados con extrema delicadeza

Definitivamente ya no era una decisión sencilla. Régimen trataba de probar no solamente su juicio sino también su verdadero ser y su entendimiento.

De pronto pensó en Kimiosea, ¿qué es lo que estaría haciendo ella?

¿Acaso había cumplido su misión? Porque si así lo era, la presión que sentía en ese momento se incrementaría de maneras insoportables, decidió pensar que no, que como él, aún no lo había logrado. Realmente odiaba que le hubieran asignado a aquella compañera, lo odiaba especialmente m porque Kimiosea siempre era la protagonista. Siempre era la que se llevaba el reconocimiento, a la que le revelaban los secretos mejor guardados, las misiones más especiales, las charlas más profundas.

Él siempre era considerado un simple acompañante, la persona que llevaba las espadas La persona que tenían todos que entretener en para que la luz de Kimiosea brillara.

La ansiedad que recorría su corazón, comenzó a volverse ira, una ira desmedida contra la rubia, contra su monarca, contra cualquiera que hubiera estado involucrado en su destino.

¿Qué sucedería entonces si no lograban cumplir la misión? Si la misma reina le había mentido sobre su destino, ¿qué le aseguraba que podría lograr cumplir con cada objetivo puesto? ¿qué sucedería si no lograba llegar a los estándares y terminaba fallando. Perdiendo todo, no sólo el destino que anhelaba, sino cada detalle de su existencia que algún día conoció.

Su corazón se sintió encogido y temeroso.

En ese momento lo comprendió.

Si renunciaba en aquel instante a su inmortalidad, estaba seguro de que no la recuperaría. Apenas era un semi mortal y las emociones que envolverían a cualquier persona ya lo habían corrompido a tal punto que su alma y sus emociones se sentían como el agua a punto de ebullición.

Una lágrima tibia cayó por la mejilla de Tólbik confirmando sus sospechas.

—He aquí toda mi inmortalidad. Ya no es mía. —proclamó el muchacho al aire rompiendo en su primer llanto—. En su lugar, queda este mortal. Me han despojado de todo. Y aún no entiendo mi camino.

Se levantó enfurecido agitando las manos.

—¡No lo entiendo! Pero aquí estoy... Aquí está ese triste hombre, aquí desaparece todo lo demás.

Y con todo el pesar del mundo se adentró en el lago que le quitaría aquello que amó toda la vida.

El tranquilo ambiente en el que se encontraban Kimiosea y Rétimen se rompió con la ruidosa aparición de Tólbik.

Su estruendoso llanto llenó el lugar de tristeza de inmediato.

La rubia intentó levantarse para consolarlo, pero Rétimen la detuvo.

Su propia prueba la había dejado llena de paz y satisfacción. No entendía por qué su compañero estaba en el suelo derramando grandes lágrimas y sonrojado como jamás lo había visto

Sintió de inmediato que la respuesta podía observarse a simple vista, cuando detectó que ese aire peculiar en él ya no estaba. Esa brillo, esa esencia, ahora era diferente.

Ante ella estaba un nuevo ser.

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