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31. Como las mariposas

La rubia podría mostrar finalmente una sonrisa semejante a la que el guardián le había regalado al inicio.

Se sentía tan ligera y tranquila, como si el estruendoso río que vivía dentro de ella se hubiera vuelto el más tranquilo de los lagos.

Todo parecía ser como debía, hasta que se percató de la ausencia de Tólbik.

—Cada quien tiene su tiempo —respondió el hombrecillo antes de que se lo preguntara—. Esperaremos juntos a que regrese.

Kimiosea asintió con calma al tiempo que su anfitrión le hacía una seña para que lo siguiera.

Nuevamente se encontraban entre hermosos y laberínticos pasillos. A la muchacha le agradaba la sensación que le daba ese recinto.

Las brillantes luces que se colaban de repente entre los improvisados ladrillos, el delicioso aire que superaba por mucho a la ligereza que se sentía en un bosque. Ahora percibía su interior tan ligero como el aire mismo y no hay nada mejor en la vida que sentir que el peso sobre tus hombros se convierte en una suave nube que te acompañará hasta el fin de tus días.

Kimiosea volvió a sonreír, aunque aquello no fuera para nadie y después miró a su peculiar anfitrión mientras seguían avanzando.

—¿Cómo es que se han elegido las pruebas para encender los símbolos? —cuestionó la rubia.

El guardián del templo asintió, comprendiendo la curiosidad de su acompañante.

—Todo gran guerrero necesita entrenamiento. Toda gran persona, también lo necesita —dijo mientras giraba en el siguiente pasillo—. El entrenamiento tiene una mala fama. Muchos huyen de él, por ser molesto e incómodo, pero la verdad es que nadie puede aspirar a mucho sin pasar por un entrenamiento.

—Pero, el entrenamiento es una serie de pruebas, ¿cierto?

—Es algo mucho más complejo que eso —afirmó el hombre abriendo una bonita y delgada cortina de tela que se hallaba al final del pasillo, en el que parecía el destino de aquel pequeño recorrido.

Sin razón lógica, hermosas cascadas caían del cielo, dejando que su fuerza cayera en un enorme vacío que se extendía a pocos metros de sus pies.

El hombre guío a Kimiosea hacia un pequeño banco de piedra rodeado por un barandal repleto de enredaderas.

—Entrenar significa repetir el mismo proceso con ligeras variaciones con el objetivo de alcanzar la perfección —continuó el guardián cuando se vio cómodamente sentado en el banco—. No es una prueba que cambia y avanza. Puedes volverte un maestro en determinado aspecto al final de tu entrenamiento.

Kimiosea echó un vistazo al cielo. Lucía blanco sobre su cabeza y azul y nuboso bajo sus pies.

Comenzaba a comprender entonces que los lugares que había visitado le provocaron lo mismo. Le destruyeron por completo para después devolverla mejor armada. Como si retiraran las piezas de un rompecabezas para barnizarlas en pegamento.

Eso sí, percibió que en esta última ocasión todo había resultado mejor. Estaba aún más convencida de todo lo que sucedía en su vida y del hermoso destino del que le habían hablado.

La muchacha sintió la necesidad de hacer todavía más preguntas, pero concluyó que aquello no era muy prudente.

Su acompañante parecía tener todas las ideas del universo almacenadas en su mente, y aún así, poseer el espíritu y la cabeza ligeros como una pluma.

Los pensamientos de Kimiosea comenzaba a tomar forma, la sensación que tenía en el cuerpo, como la de una mariposa volando, se extendía hasta su mente y le permitió dar un vistazo a la verdadera sabiduría.

Estuvieron un buen rato sentados en aquel banco. Como el guardián dejó de pronunciar palabra alguna, Kimiosea decidió seguir su ejemplo y permitir que el sonido de la naturaleza fuera el protagonista de aquel momento.

El hermoso sonido del agua cayendo era incomparable, Kimiosea siempre le había encontrado semejanza a una orquesta, una perfecta sinfonía. Un sonido tan armónico que podía calmar hasta al alma más angustiada.

La rubia trató de inhalar todo el aire posible. Cuando maravillas de tal índole se permite admirar de aquella manera, parece una tontería ignorarlas por cosas tan banales como los pensamientos propios.

Kimiosea dejó su mente en blanco, cerró los ojos para deleitarse más profundamente en sus alrededores.

Recordó todos los momentos en los que pensó que la vida y su existencia eran insignificantes, todo eso ahora se miraba tan pequeño ante aquel increíble momento que afirmaba el valor mismo de la vida.

Kimiosea hubiera querido que aquellos minutos duraran para siempre, sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida por la misma luz que había traído a la muchacha de vuelta.

Tólbik lucía distinto, y no sólo porque su arrogancia había desaparecido, sino porque su mirada mostraba algo curioso, como si acabara de comprender una parte muy importante de sí mismo.

El muchacho les dirigió una mirada rápida antes de acercarse al banco en el que se encontraban.

El guardián le regaló otra de sus amable sonrisas y se puso de pie.

—Ahora que por fin están aquí ambos, tengo que hablar con ustedes —informó el hombrecillo colocándose frente a los dos—. Tal vez se pregunten en estos momentos cuál será el siguiente misterio a descifrar. —Su mirada recorrió a los muchachos, sin embargo, éstos estaban tan impactados por su autodescubrimiento, que resultaba difícil pensar aunque fuera un momento en la misión que se les había encomendado—. Tengo que decirles que las cosas cambiarán a partir de ahora. Esta misión, esta serie de destinos fue pensada para probar a un guerrero digno y valiente. Por el momento han demostrado grandes habilidades, sin embargo, las pruebas más difíciles son las que se avecinan.

Hacía algunos segundos que la naturaleza parecía pacífica. Ahora daba la impresión de acompañar el discurso del guardián con imponente fuerza.

—Es mi responsabilidad enviarlos a su próxima misión.

—Estamos listos —enunció Tólbik con un entusiasmo que no se le había escuchado antes.

—Sin duda —confirmó Kimiosea sonriendo llena de confianza.

El hombrecillo volvió a sonreír, pero no para demostrar amabilidad y alegría, sino compasión ante la ingenuidad de sus invitados.

—Para que el siguiente símbolo se encienda deberán buscar a Rétimen —dijo acomodando sus pequeños lentes—. Y no sólo deben encontrarlo sino enfrentarlo.

—¿Quién es Rétimen? —preguntó Kimiosea.

—Ciertamente no puedo revelarlo, sin embargo, puedo decirte que no vive en esta dimensión... Para encontrarlo, los enviaré al mundo de Rétimen. Él les indicará el camino a seguir.

—¿Qué pasará con Armania? Lleva esperándonos mucho tiempo —preguntó Kimiosea inquieta por su amiga.

—Ella está en una misión en estos instantes. Se le requiere en un lugar que está peleando el futuro de este reino.

Kimiosea miró a Tólbik dudosa y éste sólo le alzó los hombros.

—Como les dije antes. Muchos guerreros han intentado el mismo camino que ustedes. Unos han sido rechazados en el reino bajo la tierra, otros han muerto intentando llegar aquí, o han enloquecido frente a su propio reflejo; pero deben saber que la travesía de la mayoría de ellos terminó aquí. Tengan esto muy claro: Si no encuentran a Rétimen, no podrán volver jamás al mundo que los vio nacer.

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¡Espero que les haya gustado el capítulo! Gracias a los que me han dejado comentarios hermosos en mi perfil y en esta historia :3. ¡Los quiero un montón!

Desde mañana las actualizaciones de Imperia II serán todos los días a las 4:00 p.m. hora de México. ¡Nos leemos mañana!

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