27. Un encuentro en Nitris
Kimiosea miró hacia abajo con duda, ¿debería confiarle a aquel extraño su verdadera identidad? Ese joven lucía valiente y bondadoso, pero a la vez tenía una apariencia dudosa. Parecía como si acabara de regresar de la más larga guerra o de estar desterrado mil años.
La muchacha bajó de su yegua con delicadeza antes de fingir una sonrisa amable.
—Soy Dinia, Dinia Sare —mintió ella extendiendo la mano—. Me he perdido en el bosque.
Ezra la observó con detenimiento. Kimiosea tampoco parecía el tipo de chica que se hubiera perdido en un bosque. No podía darse el lujo de confiar en cualquier persona después de haber derrocado al reinado más despiadado que había tenido Imperia.
—¿De qué región vienes?
—Estoy en un viaje desde Figgó —expresó ella tratando de lucir relajada.
Los guardias se disponían a bajar las espadas por completo cuando el muchacho levantó la mano en el aire para llamar a uno de ellos.
—Necesito el cristal, por favor —pidió el muchacho sin quitarle los ojos de encima a la extraña joven.
El hombre que recibió tal indicación guardó su espada rápidamente para sacar de un pequeño saco algo que maravilló a la rubia. Era un cristal parecido a los que había observado en el reino bajo la tierra. Brillaba hipnotizante frente a sus ojos al tiempo que Ezra tomaba el cordón que lo rodeaba para colocarlo más cerca de la chica.
—¿Es cierto todo lo que me dices, extraña? —preguntó Ezra sosteniendo firmemente el cristal.
—Sí —dijo Kimiosea provocando que aquella piedra cambiara su hermoso color aguamarina por un rojo intenso que iluminó los rostros de todos.
—Hay que llevarla al castillo.
Bastó una mirada de Ezra para que los guardias tomaran a Kimiosea como prisionera. También guiaron a Armania en esa caravana rumbo a la edificación más grande y majestuosa de toda Imperia: el castillo de Nitris.
El corazón de la muchacha palpitaba rápidamente mientras los soldados dorados la sostenían con fuerza. ¿Cómo pasó de graduada a fugitiva, después a elegida y ahora a prisionera? Vaya que había tenido demasiado desde que el Coralli quedó lejos de su vista.
El muchacho que la había aprendido mantenía una mirada firme y seria durante el camino, le parecía que quería impresionar con su buen desempeño. Se preguntó entonces si finalmente conocería a la reina de la que tanto se hablaba, esa monarca que había salvado a las regiones más pobres de morir por hambre.
La rubia miró hacia su derecha cuando estaban a punto de entrar al castillo, finalmente encontró a Tólbik. Había perdido su ubicación cuando Ezra los capturó y se preguntaba cómo es que encontraría a alguien como él una vez que lo perdiera. Desde lejos, parecía que quería decir algo. Kimiosea trató de enfocar la vista lo mejor que pudo y lo único que pudo recibir fue una sensación de extrema calma.
La misión estaba desviándose por completo.
—Sabandija —dijo una mujer que se acercaba a Ezra con el ceño fruncido y su rojo cabello moviéndose con ímpetu—. ¿Por qué te llevas a mis soldados?
El muchacho iba a responder con la misma fuerza, pero se contuvo al recordar la presencia de Kimiosea.
—Quedamos en que yo cuidaría el bosque prohibido junto a los soldados dorados, Celta —expresó él provocando una risa en la que parecía ser la líder del ejército.
—No, yo doy las órdenes a los soldados rojos y dorados. Ella sólo te dijo que le preocupaba que el bosque prohibido no tuviera vigilancia. No que salieras a hacer tu día de campo allá —regañó la chica haciendo una seña a los guardias para que se fueran—. Ah, tú no —dijo deteniendo al que traía el cristal consigo.
—Creí que sería útil —expresó Ezra dejando de lado poco a poco su apariencia de extrema seriedad.
—Este cristal tiene que estar con tu pimpollo todo el tiempo, ¿me entiendes? —preguntó la pelirroja tomando esa bolsa que portaba el cristal—. Por eso es que se le fue ofrendado el día de su coronación, tonto.
—Bueno, hoy me sirvió para saber quién decía una verdad o mentira —expresó Ezra señalando discretamente a Kimiosea que se había quedado custodiada por un solo soldado.
—¿Y ella quién es? —preguntó Celta escudriñándola severamente.
—Dijo que era Dinia Sare, de Figgó —respondió el muchacho sonriendo—. El cristal no está de acuerdo.
—¿Quién eres y qué buscas en este lugar? —cuestionó la fuerte muchacha.
Kimiosea se encogió un poco y admiró a todos los que caminaban por el patio del castillo observando aquella escena. Sitió escalofríos recorriéndole y la duda que le hacía oscilar entre decir la verdad o proteger todo lo que le fue encargado.
—No les mentiré más —dijo ella finalmente mientras levantaba la vista—, pero tampoco responderé a sus preguntas.
—Pero, ¿quién te crees? —preguntó Celta desenvainando su espada.
—Creo que es mejor hablarlo en el calabozo —indicó Ezra admirando a todo el público de aquel espectáculo.
Celta estuvo de acuerdo y ambos comenzaron a avanzar por los enormes pasillos del castillo. Kimiosea imaginaba aquel sitio como el lugar más lujoso del reino. Cada uno de los palacios y castillos que se encontraban en Imperia poseían una decoración impresionante, detalles difíciles de repetir o de obtener para cualquier habitante promedio; este lugar era todo lo contrario.
Aquellos adornos costosos o emblemas hechos en oro puro que aún se admiraban en las paredes de piedra, eran retirados poco a poco por todas las personas que se encontraban ahí. Kimiosea o imaginaba cómo habían logrado quitar a Ciro del trono, pero parecía que no fue una batalla sencilla.
Grandes cantidades de habitantes trabajaban juntos para reparar los daños que fueron hechos durante la batalla. Tallaban puertas con rostros sonrientes y ayudaban en la reconstrucción de las casas que se encontraban en la entrada del castillo.
La rubia miraba curiosa que inclusive dentro del castillo había personas ayudando y, claro, siendo ayudadas, porque cada tanto llegaba alguien con comida recién hecha o monedas de oro que eran repartidas entre todos. Parecía como si estuvieran quitando cada gramo de lujo para repartirlo entre todos.
Finalmente llegaron a los calabozos del castillo, a la rubia le maravilló encontrar que no había ni un solo prisionero en aquel sitio, exceptuando por alguien que se notaba al fondo del pasillo. ¿Sería el rey Ciro?
—Aquí ya podremos hablar —dijo Ezra cerrando la puerta del calabozo.
El soldado finalmente se retiró y la pelirroja junto al muchacho eran los únicos que acompañaban a la misteriosa muchacha.
—Niña, tienes que decirnos quién eres y qué buscas o no podremos ayudarte —expresó Celta un poco más relajada.
—Es que no pueden ayudarme —respondió Kimiosea suspirando—. Debo mantener en secreto esta misión.
—¿Por qué? —cuestionó Ezra recibiendo una mirada reprobatoria de Celta.
—Si no nos puede decir es obvio que tampoco podría responder a tu pregunta —dijo la pelirroja rodando los ojos—. Puedo ver en ti que no hay maldad, pero no podemos ser tan confiados en este momento. Sé que lo entenderás.
—¿Entonces me quedaré aquí? —preguntó Kimiosea sosprendida.
—Iremos por la reina. Ella determinará lo que deberá hacerse —dijo Celta firmemente—. Tal vez en ella encuentres la confianza de confesar tu misión.
Kimiosea se quedó mirando a la fuerte muchacha. Ezra desconfiaba de Kimiosea, pero no tenía prueba alguna, así que decidió seguir el plan de Celta y acompañarla escaleras arriba para pedir que su ahora novia se reuniera con la extraña.
La rubia apenas escuchó el sonido de la puerta cerrándose cuando la luz de Tólbik apareció por una rendija. De inmediato volvió a su forma humana y tomó la mano de Kimiosea con ímpetu.
—Salgamos de aquí —dijo Tólbik apurado.
—Pero me reuniré con la reina —expresó la rubia confundida.
—No seas tonta, no hay tiempo de audiencias reales ni nada por el estilo. Esta misión debe continuar. Toma mi mano y escaparemos —concluyó Tólbik concentrándose para la transformación.
—¡Aún hay más! ¡Los cuatro siniestros no han desaparecido! —gritó una gastada voz desde la única celda ocupada.
Aquello fue lo último que la rubia escuchó antes de transformarse en luz. Y esas palabras la acompañaron hasta que se encontraban de regreso con Armania en el bosque.
—Fui a rescatarla —justificó Tólbik regresando a su forma humana—. Nitris es peligroso, hay que adentrarnos más en el bosque.
El muchacho comenzó a caminar para perderse entre los árboles, mientras Kimiosea admiraba el ya lejano castillo de Nitris. ¿Los cuatro siniestros?
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¡Hola, chicos! Ya está disponible el calendario de actualizaciones de esta semana en Amino. La semana pasada no lo pude cumplir bien por el cumpleaños de mi hermana y el hecho de que me enfermara el lunes :(, pero ya está todo estabilizado y nos estaremos leyendo los días que toque actualizar :D ¡Un abrazo!
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