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26. El viaje ha cambiado


El brío con el que Kimiosea caminaba realmente estaba impresionando a Tólbik. Avanzaba a grandes zancadas por los jardines del Coralli como si se acabara de graduar unas pocas horas atrás.

El aprendiz no tendía a dejarse hacer menos, pero en esta ocasión, algo le provocaba abstenerse a preguntarle a la rubia hacia dónde se dirigían.

—Gracias por recibirnos —dijo Kimiosea al encontrarse con la mujer que les abrió la puerta en primer lugar—. Le agradecería mucho que le dijera a la señora Nerzo que hemos encontrado lo que necesitábamos.

Aquella confundida mujer asintió y los acompañó a la salida con amabilidad. Apenas la puerta se hubo cerrado, Tólbik decidió finalmente hacer sonar su voz.

—¿Qué es lo que estamos haciendo? —preguntó el muchacho siguiendo la marcha de la chica quien caminaba hacia la obediente Armania. La yegua esperaba su regreso pastando tranquilamente.

—El árbol de Kerín me ha revelado el segundo misterio.

—¿Qué? —preguntó cambiando su gesto a molestia—. ¿Te permitieron hablar con él?

—Fue genial —respondió la chica dirigiéndole una fresca y orgullosa sonrisa al tiempo que acariciaba a su amiga antes de montarla.

—No puedo creerlo...

—¿Tú de qué hablaste con el Rey? —cuestionó inocentemente Kimiosea provocando que el joven se pusiera nervioso.

—Nada en particular. —Tólbik giró la cabeza hacia otro lado antes de regresar hacia la rubia—. ¿Cuál es el segundo misterio?

— Debemos encontrar el secreto de la sabiduría en donde la libertad ha tomado su camino. —Ella lucía realmente hermosa y poderosa sobre Armania, quien parecía percibir el empoderamiento de su amiga.

—Entonces, ¿a dónde iremos? —preguntó Tólbik sin comprender.

—A Nitris —dijo sonriendo pidiéndole a su yegua que avanzara.

Ahora que el aprendiz podía transformarse, el camino se hizo más llevadero. Armania avanzaba a toda velocidad con Kimiosea en el lomo y Tólbik a un costado en forma de luz.

Ella lo había pensado desde el instante en que el árbol de Kerín lo mencionó. Nitris era la verdadera tierra de la libertad. Aun recordaba las palabras de Nereida rumbo a Lizonia aquella vez, llegado hasta sus oídos e inspirando su corazón. No tenía ninguna duda de que ahí encontraría la respuesta.

Kimiosea sabía que tendría que pasar por Farblán para llegar a Nitris. Tenía muy fresco el hecho de que Farblán estaba en ruinas y que las personas que ahí habitaban estaban en pésimas condiciones, enojados y esperando a que alguien les socorriera.

Fue entonces una sorpresa para ella cuando Armania traspasó la frontera entre ambas regiones y la rubia alcanzó a escuchar, mientras su camino al centro se acortaba, los festejos de cada habitante en la región.

La muchacha detuvo su caballo de repente y admiró lo que parecía una fiesta enorme en el centro de Farblán.

Los rostros de cada habitante denotaban una profunda alegría, sonrisas que, honestamente, Kimiosea había olvidado que existían.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó ella observando a la gente con cautela.

Tólbik avanzó en forma de luz hacia un lugar poco visible, fue ahí que se transformó e indicó a su compañera que lo encontrara.

—¿Recuerdas que no pueden vernos? —cuestionó el aprendiz furioso.

—Es que algo raro pasa aquí —justificó la rubia notando que dos aldeanos caminaban cerca de su escondite.

—¡Finalmente he podido darle de comer a mi hija! —decía el primer aldeano con alegría.

—La nueva reina nos traerá un futuro maravilloso. Si fue capaz de usar los robos del rey Ciro para comprar comida a las regiones más pobres el día en que fue coronada, ¿qué más hará por nosotros? —exclamó el segundo aldeano mientras ambos seguían de largo su camino.

—¿Quién es la nueva reina? —se preguntó la rubia mirando a los aldeanos alejarse.

—Kimiosea —reprendió Tólbik señalando a Armania—. El bien del universo depende de nosotros. No hay tiempo de distracciones o la misma reina de la que todos hablan también caerá.

La muchacha asintió decidida y volvió a montar a su yegua para volver al camino. La alegría que recorría Farblán le parecía de lo más llamativa. Quería saber de qué se trataba el nuevo reinado que parecía haber cambiado tantas cosas.

El bosque de Nitris los recibió misterioso y mágico como siempre. Kimiosea tomó una gran bocanada de aire antes de indicar a Tólbik el camino a tomar.

Quería entrar profundamente en los bosques de aquella región, tenía la impresión de que aquello que buscaba se encontraría en un lugar de difícil acceso para los imperianos, así como el reino bajo la tierra.

Los árboles lucían un verde diferente a aquellas alturas. Kimiosea y Tólbik habían estado avanzando por un buen rato y sólo se detuvieron cuando escucharon pasos que parecían seguir su camino.

—¿Quién anda ahí? —cuestionó la rubia en voz alta—. ¡Muestra tu rostro!

—La que debería darnos explicaciones, es usted —respondió una voz que venía acompañada de un montón de soldados reales.

—Soldados dorados —dijo la muchacha al reconocer los escudos y armaduras—. ¿Qué está pasando?

—Yo soy Ezra Oku —expresó el apuesto muchacho desenvainando su espada—. La pregunta sigue siendo, ¿quién eres tú y por qué deambulas por el bosque prohibido?

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