24. Los cristales sagrados.
—¿Reina espiritual? —preguntó la rubia sintiendo un escalofrío.
—Mi pequeña y valiente Kimiosea —dijo el anciano comenzando a caminar con la chica alrededor del recinto—, tienes un destino brillante y un tanto oscuro. Sabía que vendrías el día de hoy.
—¿Cómo lo sabía?
—Los cristales me revelan sus secretos. El futuro no es incierto para mí. —El hombre le dirigió una sonrisa tranquilizadora a la rubia—. No temas más.
—Lo siento, es que todo esto ha llegado de sorpresa en mi vida. Siento que fue ayer que estaba estudiando en el Coralli... Fue una pérdida de tiempo, ¿no es así? —expresó la rubia desanimada. El hombre colocó su mano sobre el hombro de la muchacha y soltó una risa suave.
—Nada es una pérdida de tiempo, querida. En ese colegio se empezó a entretejer el nuevo futuro de este reino y, más importante, de este universo.
—¿Volveré a ver a mis amigas?
—Grandes peligros acechan Imperia, se necesitará más de un equipo combatiéndolos —dijo señalando una de las esquinas del techo. Ésta se encontraba repleta de cristales de todos los colores, flotaban con gracia y parecían observar con cuidado aquella conversación—. Has venido aquí para encontrar el equilibrio de todos los mundos.
—Los cristales, son la fuente de energía de los demás elementos —expresó Kimiosea perdiéndose entre los hermosos colores.
—No sólo de ellos, sino de cada uno de los elementos que integran el universo. Y eso nos incluye a todos nosotros —añadió el Rey—. Mira esos dos...
El hombre señaló dos cristales que resaltaban de entre los demás. Brillaban de una manera curiosa, como si la misma oscuridad fuera la que despertara aquellas luces. Kimiosea se quedó observándolos un instante, parecía que guardaban un millón de secretos en su milimétrico cuerpo.
—En este lugar están los cristales más importantes de todo el universo —explicó el Rey tocando los dos cristales brillantes con su bastón—. Estos son los de las reinas Asturia y Kinema.
—¿Quiénes son ellas? —preguntó la rubia recibiendo una risa del Rey.
—Para ganar una guerra, es necesario que sepas el nombre de tus oponentes. La reina Kinema es la soberana de la oscuridad. Es una de las que ha planeado el rapto a la princesa de las estrellas.
—La princesa —repitió Kimiosea en voz baja—. Majestad...
—Sé que tienes miedo de cuidar de ella —dijo el Rey mostrando una sonrisa—. Te diré una cosa, mi querida Kimiosea. Ella traerá una paz inigualable a todos los mundos. Ha llegado para cuidar de nosotros y para fundar un nuevo inicio.
—Majestad, ¿entonces podré cumplir esta misión?
—No te adelantes, Kimiosea —expresó sonriendo—. El cumplir esta misión no es el fin de los problemas. De quien deberás cuidarte siempre es de la reina Asturia. Su hermana, Kinema, no siente convicción por su lucha, pero Asturia... —El hombre separó los cristales brillantes entre sí, provocado que uno de ellos comenzara a soltar un extraño fuego color negro que podría aterrar hasta al más valiente—. Ella tiene hambre de poder, el más peligroso de los deseos.
—La princesa estará segura en el palacio de Imperia —declaró la rubia con seguridad.
—Puede ser —dijo con tranquilidad el Rey—. Como te dije, los problemas son grandes. Entre muchos podrán obtener la victoria, sólo si logran unirse, claro.
—¿Unirnos a quién, majestad? —preguntó la muchacha notando cómo la mirada del sabio se perdía brevemente en un pequeño cristal aguamarina que flotaba al fondo.
—No es importante para esta batalla —expresó regresando en sí para aclarar su garganta—. Eso corresponderá a otra persona. Por el momento, es importante que sepas que en este espacio está tu cristal. Él guarda tu historia, desde el principio hasta el final.
Kimiosea paseó su mirada por cada uno de los cristales pensando cuál sería aquel que le pertenecía.
—¿Por qué me habla sobre esto? —cuestionó la rubia confundida.
—Saber el futuro no te exenta de estar en él. Tengo que cumplir lo que me corresponde para que la historia deba ser como está marcada —explicó el hombre volviendo a estirar su bastón para acercarse a un hermoso cristal color ámbar—. Soy yo quien debe mostrarte esto.
El hombre tocó el cristal con su bastón y en ese preciso instante un intenso brillo llenó la habitación y provocó que Kimiosea se cubriera los ojos con sus manos. Cuando la luz cedió, retiró sus manos para admirar al hermoso cristal soltando hermosas chispas brillantes.
—Qué hermoso —comentó la chica abrumada por aquella indescriptible belleza.
—Ese es tu cristal, Kimiosea —dijo el Rey tocando el cristal nuevamente para detener su intenso brillo—. ¿Puedes darte cuenta del gran poder que alberga?
—¿El mío? No puede ser —expresó ella para sí misma—. Que... no es posible.
—¿Por qué no?
—Porque, yo jamás he sido demasiado especial. He conocido personas maravillosas, como Esmeralda o Nereida pero... Yo jamás he tenido algo particular.
—Las leyendas no inician con grandes proezas, sino con retos y renacimiento. —El Rey comenzó a caminar nuevamente por el lugar y tomó asiento en un pequeño banquito que pertenecía a los artesanos—. Con tu historia pasa lo mismo.
—La reina Ildímoni dijo que...
—La reina Ildímoni omitió un dato importante —interrumpió el hombre—. Tú fuiste elegida en más de una forma. Una hija de Imperia, la tierra sagrada de todos los mundos; un alma equilibrada, pero más importante, eres un símbolo para todos nosotros. Lo que el Gran Creador quería.
Kimiosea admiró nuevamente los cristales y después sacó el amuleto que le había entregado la reina del bosque. Lo admiró un momento en su mano y después lo giró para encontrar una antigua inscripción grabada. Los símbolos eran extraños, no era ni Talán, ni Bitzú, así que la chica suspiró antes de colocar su mirada en el Rey y preguntarle: "¿Usted sabe qué dice?".
—"Un equilibrio por encima, debajo y sobre la tierra" —tradujo el hombre mirando fijamente a Kimiosea—. La reina suprema se alzará. Los mundos vivirán en paz. El objetivo se habrá completado.
Terminadas sus palabras, el hombre movió la mano con gracia. Aquel bastón con el que había controlado todo se convirtió en un pequeño cristal negro que despedía chispas doradas.
—En cuanto a lo de hoy... Este es Asteron. El cristal más antiguo, en donde vive el equilibrio de todos los mundos —dijo acercando el cristal a la rubia—. Él ya ha comprobado que eres tú, Kimiosea. Ahora se entrega a ti y puedes continuar tu misión.
El cristal comenzó a moverse por sí mismo y, como si aquello fuera totalmente lógico, se introdujo al collar hasta fusionarse con él. Una luz envolvió al amuleto y la rubia pudo admirar por fin el primer símbolo iluminado.
—Gracias —dijo Kimiosea reverenciando.
—Por cierto, ella es Síndermun —expresó el Rey confundiendo a la muchacha.
—¿Qué?
—La princesa, deberás llamarla Síndermun.
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