15. La princesa de las estrellas.
Una hermosa puerta cuyo arco desprendía una cascada de luces fue la que marcó el inicio del viaje hacia el salón de los guardianes del palacio.
Kimiosea avanzaba detrás de Tólbik admirando los brillantes pasillos. Las personas que pasaban junto a ellos los miraban con admiración. Todos tenían una apariencia majestuosa y diferente al resto de los humanos, justo como la reina Ildímoni o Tólbik. Sus ojos delataban el conocimiento que poseían sobre el motivo de la presencia de Kimiosea, lo confirmaban, además, con susurros que acompañaban sus delicados pasos.
Tólbik se detuvo en seco mirando a Kimiosea con recelo. Algo era cierto, todos parecían emocionados por la visita de la rubia, excepto su guía.
—Este es el hogar de los guardianes, aquí la hermana Akdínam y el hermano Sóbten te ayudarán —explicó el hombre disponiéndose a retirarse.
—Hermano Tólbik —dijo una voz abriendo la puerta de los guardianes—. ¿No acaba usted de regresar de un viaje al reino de Imperia? También tiene que quedarse a restablecer su energía —concluyó una anciana de cabellos blancos y largos, trenzados hasta envolver su redonda cadera para terminar cayendo con elegancia sobre el suelo
—No, hermana Akdínam. La Reina tendrá una sesión privada para restablecer...
—Oh, mi querido hermano. Ella ya la comenzó sola —aclaró la mujer sintiendo compasión por su compañero—. Debes quedarte aquí.
Tólbik giró los ojos con fastidio y colocó su lanza frente a él para dar un paso y entrar al recinto. Kimiosea aún se sentía confundida e intimidada, pero la mirada de aquella mujer le causó paz inmediata en cuanto le dedicó una sonrisa.
La rubia se decidió a entrar y lo que admiró la dejó aún más impresionada. El cuarto en el que se encontraban la anciana mujer y su esposo, Sóbten, era mucho más grande que la sala en que fue recibida Kimiosea. Las paredes, mesas y artefactos estaban hechos de madera. Lo más extraño era que no estaban tallados con la misma, es decir, parecía que la misma naturaleza había decidido que aquel árbol formara mesas, sillas, estantes y extraños muebles que la rubia no alcanzaba a distinguir.
El esposo de Akdínam se acercó a la entrada con alegría. Las arrugas de su piel lucían suaves y brillantes. Ellos tampoco parecían humanos.
—Bienvenida, Kimiosea, la brillante elegida. Permítanos presentarnos —dijo el hombre haciendo una reverencia en compañía de Akdínam—. Somos los humildes guardianes de este reino y se nos ha concedido el honor de restablecer las energías que ha utilizado para viajar a nuestro hogar.
—Akdínam y Sóbten son nuestros nombres, honorable Kimiosea —complementó la mujer levantándose para colocar sus violetas pupilas sobre ella—. Venga por aquí.
Los ancianos condujeron a Kimiosea y a Tólbik a un par de sillas de madera que se encontraban inclinadas. Sobre de ellas corría lo que parecía agua, sin embargo, ésta no mojaba las sillas, sino que se desintegraba cuando estaba a punto de llegar a ellas.
—¿Qué es lo que harán conmigo? —preguntó Kimiosea por primera vez. Aquel lugar la tenía verdaderamente hechizada y le parecía contradictorio oponerse a cualquier idea propuesta por sus nuevos conocidos.
—Le explicaremos todo, pero necesitamos que se siente —dijo Akdínam sonriendo con dulzura al tiempo que Tólbik tomaba asiento con su lanza en mano.
—No la necesitará, hermano Tólbik —expresó Sóbten soltando una suave risa mientras señalaba la lanza del joven.
—Soy el real aprendiz de la Reina y a ella debo proteger en todo momento. Los guardianes no practican adivinación, por lo tanto, estoy seguro que no sabrán en qué momento nuestra líder puede ser atacada —justificó el joven antes de inclinar su cabeza sobre la silla.
Sóbten sólo dirigió una mirada divertida a su esposa y después tomó un pequeño cántaro para llenarlo de la sustancia que corría sobre las sillas.
—Esto, mi honorable invitada, es la esencia del bosque —comenzó a explicar Akdínam sosteniendo su propio cántaro de barro al notar que Kimiosea ya se había sentado—. Cuando se hacen viajes entre reinos, la constitución del alma y el cuerpo se desestabiliza. Es necesario hacer estos rituales para recuperar tu energía... Es algo así como alimentar tu alma, está hambrienta por el viaje.
—Se inicia por los cabellos —siguió su esposo derramando un poco de esencia sobre el cabello blanco de Tólbik—. Ellos conectan nuestros pensamientos con el mundo. El puente entre el mundo interno y externo.
La rubia sintió una delicada sustancia correr por sus cortos cabellos. Akdínam cepillaba a la vez la cabellera de Kimiosea. Cualquier rastro de pensamiento negativo corría con el cepillo de la guardiana y terminaba en los enormes recipientes de barro que yacían bajo las sillas. Pronto la rubia sentía que estaba en su hogar y que las preocupaciones eran de otro mundo.
En cuanto terminaron, Kimiosea y Tólbik fueron conducidos a una especie de cama y trajeron un par de sábanas con empapadas de esencia para envolverla en el cuerpo de cada uno.
—El corazón debe abrirse —dijo Akdínam colocando su dedo índice sobre el corazón de Kimiosea. Una enorme luz azul comenzó a inundar su cuerpo, pero ella ya no estaba asustada—. El corazón conduce la acción. Es lo que nos permite conocer y conectarnos, por eso es necesario regresarlo a la estabilidad, así será capaz de discernir y aceptar.
Kimiosea sonrió levemente al sentir su cuerpo flotando. Comenzó a sentir como si tuviera cinco años nuevamente y, fuera de dudas o miedo, estuviera de lo más emocionada por estar en ese palacio.
La sesión continuó, lavando sus manos (la conexión con el trabajo), sus labios (conexión con la palabra) y sus ojos (conexión con la perspectiva). Conforme avanzaba todo, Kimiosea se sentía cada vez mejor. Ahora, no sólo su cuerpo estaba tranquilo, sino que su mundo interior estaba alineado y en paz.
Kimiosea agradeció a Akdínam y Sóbten como si los conociera de toda la vida y ellos correspondieron su agradecimiento con grandes deseos de éxito en su misteriosa misión y con la audiencia que tendría con la reina Ildímoni en unos minutos.
Tólbik ya no parecía tan malhumorado tampoco, sin embargo, sí que evitaba las miradas o las charlas de Kimiosea mientras la conducían hacia la sala del trono.
Los colores de todos los pasillos de repente cambiaron de tonalidades azules y violetas a rosa. No sabía por qué, pero ella sabía que aquello significaba que la noche se acercaba.
Cuando toparon con la enorme puerta de la reina, Tólbik suspiró antes de empujarla. ¿Por qué odiaba a Kimiosea?
—Bienvenida sea, nuevamente, Kimiosea —dijo la imponente reina que se encontraba hermosa sobre su trono de madera—. ¿Qué te ha parecido la visita a los guardianes?
—Estupenda —respondió sonriendo mientras reverenciaba.
—Kimiosea, siéntate, tengo mucho que explicarte. —La mujer movió su mano de manera horizontal y una silla apareció detrás de la joven. Kimiosea se sentó y miró a la reina implorante por respuestas—. Tólbik, ¿quisieras explicarle el origen de las almas? —Pidió la reina y el joven asintió y se colocó frente a Kimiosea.
—Al inicio de los tiempos —comenzó el aprendiz seriamente— se crearon los cinco espíritus esenciales: el espíritu del bosque, el espíritu del fuego, el espíritu de las estrellas, el espíritu de las sombras y el espíritu de los océanos. Cada que nacía un ser viviente, todos los espíritus daba un poco de sí, y la combinación de las partes equitativas que aquellos aportaban conformaban el alma pura que esa persona tendría. —Kimiosea abrió los ojos tratando de comprender lo que el extraño hombre le decía—. Con el paso de los años, los espíritus fueron chocando unos contra otros, tan grande fue la riña que todo se dividió en reinos; el reino del bosque, sobre la tierra; el reino de las estrella, en los cielos; el reino del fuego, en la vida; el reino de los océanos, que rodea desafiante al reino del bosque; y el Reino de las sombras, escondido en la tierra.
—Emmm... —dijo Kimiosea confundida—. Creo que comprendo lo importante que es esto, pero ¿qué tiene que ver conmigo?
—Mi querida invitada —contestó la reina—, cuando los espíritus se separaron, las almas se moldearon diferente. Los reinos ahora luchan por poseer más almas; así que cada que nace alguien, surge una pequeña batalla para determinar qué espíritu prevalecerá en él. Aquellos intrépidos, con sed de libertad y vida, habrán sido gobernados por el reino del bosque; los que son ambiciosos, de mal carácter y precipitados, el reino del fuego los había dominado; cuando alguien es demasiado pacífico y soñador, el reino de las estrellas recayó sobre él; las personas reflexivas y sabias, pertenecen al reino de los océanos, y los malvados del reino de las sombras serán —concluyó la mujer sonriente—. Kimiosea... eres el alma elegida para esta misión, porque en tu espíritu habitan los cinco reinos en armonía.
La joven colocó una mano sobre su corazón. No podía creer que con su vida hecha un desastre hubiera un equilibrio tan importante habitando en su interior.
—¿Cuál es la misión, majestad? —preguntó ella colocándose de pie lentamente.
— Los reinos del fuego y de las sombras, han estado tratado de gobernar más almas mortales. Poco a poco han intentado profanar también a los otros reinos. Ellos buscan el control total. Hay un alma, Kimiosea, que no pueden robar, que no deben robar —explicó la mujer—. La más antigua de las profecías dice que la quinta estrella de luz totalmente pura gobernará el reino de las estrellas por mil años, y en esos años, la luz que irradiasen las estrellas cubrirá de paz a los siete reinos este mundo. —Kimiosea se estremeció con sólo la idea de que ella tendría que entrometerse en algo tan importante—. La reina Keidi, soberana de los cielos, lo sabe. Ellos planean robar a la quinta estrella. Si lo hacen, el caos, el desastre y la oscuridad reinarán por esos mil años. El control de la vida de todos los reinos y de los habitantes mortales de este mundo estará en riesgo. El alma de una estrella es más susceptible los primeros tres meses de vida, Kimiosea. La bebé está a punto de nacer y es de suma importancia que la lleves al castillo de Imperia —indicó con seriedad la reina Ildímoni.
—¿Por qué al castillo de Imperia? —preguntó ella confundida.
—La reina Mickó también tenía los cinco reinos en armonía. En poco tiempo su hija, un espíritu del bosque, ascenderá al trono de Imperia y contraerá matrimonio con el futuro rey, un espíritu del océano. Los nuevos reyes traerán un nuevo orden a su reino y al mundo entero, ayudándote a cuidar a la princesa de las estrellas por tres meses para después encontrarle un hogar —explicó la monarca.
—¿Usted conocía a la reina? —preguntó la rubia provocando que Tólbik chocara su lanza con suavidad sobre el suelo para tomar la palabra.
—Todos los mortales vuelven a su reino —dijo con seguridad—. Los espíritus equilibrados... bueno, ellos tienen un lugar en el cosmos más lejano, en donde yacen las energías más puras y antiguas. Es ahí donde está tu reina.
—Aquí es donde recibiremos, algún día a su hija, Sofía —aseguró la Reina mirando a la Kimiosea con esperanza.
—¿Cuándo vendrá la princesa? —cuestionó Kimiosea.
—Ella no vendrá, Kimiosea. Es por eso que has sido elegida. Sólo un alma con los cinco reinos en ella puede viajar entre reinos. Yo no puedo ir a otros lugares más que al mundo de los mortales. —La reina Ildímoni se levantó de su trono y bajó por las pequeñas escaleras que le seguían—. Tienes que ir por ella, cuidarla y buscarle un hogar en tu reino, en Imperia.
—¿Un hogar? ¿No regresará a su reino?
—Mi bella elegida, la princesa no puede regresar porque en el mundo espiritual se es más propenso en el alma, ella no podrá regresar hasta que tenga, exactamente, diecinueve años —explicó la reina Ildímoni.
—¿Cómo puedo llegar a ese reino? —cuestionó Kimiosea admirando a la Reina que caminaba con gracia hacia una mesita color plata.
—Tólbik te acompañará, Kimiosea. Tienes que llegar al círculo místico para poder ir a ese reino, sin embargo, requieres activar los cinco símbolos de este collar para poder obtener tu entrada —respondió la reina tomando un hermoso collar de la mesa para extenderlo hacia la rubia. Poseía cinco extraños símbolos tallados en el dije—. Tólbik te irá guiando para descifrar los cinco misterios. Kimiosea, el mundo entero te necesita, ¿aceptas esta misión?
La muchacha se quedó pensando un instante, la cabeza le dolía y prefirió cerrar los ojos un momento, como lo hacía cuando pequeña, esperando a que todo desapareciera. Pero, nuevamente, todo estaba ahí, permanente, la mirada suplicante de la reina Ildímoni, y la seria presencia de Tólbik. Su espíritu pareció volver a alinearse en ese instante, así que la valentía pudo correr libre por sus venas hasta llegar a su corazón y dejar que su boca expresara:
—Sí, acepto.
Kimiosea jamás en su vida pensó que algo así le pudiera pasar. ¿Ella? ¿Una elegida? Según ella, hacía no mucho que estaba estudiando en el Coralli, tenía amigas, un novio, y mucho más importante, un propósito, pero no faltó mucho para que todo eso se viniera abajo y su vida no tuviera un objetivo.
Kimiosea fue llevada a una confortable habitación, después de un extraño día, mañana partiría a la misión que le había encargado la reina Ildímoni; se recostó en una cama flotante y, de inmediato, quedó profundamente dormida.
Esa noche soñó con su familia, estaban reunidos en la cascada de Imsuro, sonrientes y conformes con su vida, desgraciadamente, y esto Kimiosea lo sabía, esa no era la realidad. Ella estaba sola, sin nadie que se interesara en lo que hacía, y eso era, tal vez, lo que la había motivado a aceptar la misión. Si nadie la esperaba en algún lugar, entonces a nadie le molestaría si se iba por un tiempo.
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