Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. Miedo en el corazón.


Hacía mucho tiempo que Kimiosea despertaba como aquella mañana, muy triste, muy muy triste. La pesadez del cuerpo aplastaba el poco ánimo que le quedaba. Hubiera dado lo que fuera, lo que fuera por pasar un día llorando sobre su cama, pero ya no podía darse ese lujo... y eso la ponía aún más triste.

Se miró al espejo y se notó más demacrada, ¿cómo no? Si había pasado demasiado desde el último día en el que comió bien. Se enjuagó la cara. ¡Otra vez ese cabello! Nuevamente lo tenía hasta los hombros, ¡No quería que creciera otra vez! Definitivamente un corte de cabello sería su prioridad, claro, después de encontrar un empleo. Ser dama de compañía ahora parecía un sueño muy pero muy lejano Abrió su maleta que estaba hecha un asco y sacó prenda tras prenda para encontrar algo que no estuviera mojado, sucio o roto. Al final encontró un vestido amarillo, muy inapropiado para el triste y grisáceo día. Aunque tenía unas machitas de lodo, consecuencia del tortuoso viaje, Kimiosea se lo puso, tomó su capa de invierno del Coralli y salió en busca de un empleo.

Mientras caminaba por aquellas artesanales calles empedradas, Kimiosea comenzó a pensar en lo sucedido el día anterior. La recorrieron unos terribles escalofríos al recordar la cara de impotencia de la princesa... pero, pensándolo bien aquella era la misma cara con la que andaba ahora. Suspiró ante esa idea y continúo con su caminata.

Una, seis, diez... jamás la habían rechazado de tantos empleos en un día, aunque tal vez ella no había buscado un trabajo en las condiciones en las que se encontraba ahora. Arrastró los pies hasta un restaurante que parecía bastante desgastado.

Ni los enormes ventanales podían contra lo sombrío de aquel lugar. No sabía qué era lo peor, si haber encontrado aquel sitio o que le hubieran dado el empleo.

No pudo evitar recordar a Esmeralda cuando trabajaba en el Shésimu, aunque aquel restaurante estaba a kilómetros de ser como el Shésimu, y ni se diga de la clientela. Desde aquel momento no pasó ni un día sin que Kimiosea escuchara algún insulto o desfachatez y, al parecer, casi todos iban dirigidos hacia ella.

Todas las noches iba a alimentar a Armania, lo que llevaba un rato, y posteriormente se quedaba dormida. Por si fuera poco, cada noche tenía sueños extraños. Era una lucecilla que veía en el palacio del rey Hibresto; usualmente solo la miraba y a veces le decía cosas en una lengua extraña.

Por supuesto que su nuevo salario no alcanzaba para cubrir todas las necesidades de Kimiosea. Sus vestidos comenzaban a mostrar los estragos del viaje y los agujeros que es mostraban eran tan grandes como las deudas que comenzaba a acumular en las tiendas. Era muy difícil mantener a una persona en Figgó con el sueldo de mesera.

A todos los problemas anteriores Kimiosea tenía que sumar el hecho de que no estaba sola. Armania necesitaba que le pagaran el alquiler del establo y su agua y comida, además de que cada tarde la rubia cansada, como solo ella podía estar, tenía que ir con su yegua a alimentarla, cepillarla y, de vez en cuando, sacarla a dar un paseo por los alrededores. Y así se pasó un día, y otro, y una semana, y otra, segundo tras segundo de una rutina infernal.

Kimiosea detestaba trabajar en el restaurante. Ella, al parecer, era la encargada de todo por ser la nueva. Era la que llegaba más temprano y la que se encargaba de limpiar los desastres al final. A la chica le zumbaban los oídos de tantos gritos, carcajadas, llantos desconsolados sonidos de vidrios resquebrajándose y la puerta de la entrada rechinando cada día. Y por si fuera poco, cualquier objeto que rompieran los clientes era responsabilidad de la rubia. Pero una vez más, ella no podía decir mucho. Eso era lo único que tenía, ella y Armania no se podían dar el lujo de abandonarlo.

Ella no podía darse el lujo de comprarse ropa nueva, por esa misma razón, aquella tarde salió de trabajar y se dirigió a una tienda en donde compró lo único que necesitaba para remendar sus ropas: aguja e hijo. Posteriormente se dirigió al departamento para alimentar a Armania y limpiar un poco el lugar.

Conforme los pasos...

Y su mente cayó de nuevo en un profundo silencio, porque ya no pensaba como un "ser humano" si es que se le podía decir así, hacía todo solo por hacerlo

Conforme los pasos de la luna...

Acarició a Armania más tiempo de lo habitual y después subió las escaleras arrastrando los pies al departamento. Y fue justo en ese momento que se dejó caer en el suelo y comenzó a llorar y llorar.

Hacía muchos meses que creía haber quedado completamente seca, pero aquella era la prueba fehaciente de que no era así, y volvía a sentirse humana.

Ya habían pasado muchas horas cuando, al levantar la vista, vio su cuaderno de poemas en una de las mesitas del cuarto. Gateó hasta allí y, como pudo, encontró una pluma, y comenzó:

Conforme los pasos de la luna avanzan,

la oruga carecía en armonía.

Y a pesar de que el rocío balaba,

ni rostros, ni camino conocía.

Nuevamente se quedó dormida escribiendo.

Los siguientes días los dedicó a remendar su ropa y mientras más avanzaba el tiempo más acostumbrada se volvió a la rutina. Pasaron varias noches y Kimiosea escribió en cada una de ellas como si su tonta carrera dependiera de las estrellas.

Todo parecía indicar que las cosas mejorarían para Kimiosea, o al menos que se estabilizarían.

—¡Eres una estúpida! —la voz de aquel cliente logró resonar por todo el lugar e impregnarse en la mente de la chica—. ¡Esto no es lo que pedí!

—Lo lamento, señor... No era mí...

—¡Quisiera hablar con el dueño!

Un simple error a la hora de tomar la orden se transformó en un horrible zumbido que se produjo en su cabeza, resultado del griterío de su jefe y después de unos minutos de exigencias por parte del cliente, Kimiosea estaba despedida.

Aquellas horas fueron realmente patéticas, lloró por mucho, mucho tiempo y cuando menos quería logró llegar a su apartamento.

¿Ahora qué haría? Apenas comenzaba a pagar las deudas que tenía con medio Figgó y ahora ya no tenía trabajo.

Arrastró sus pies de regreso al departamento. En cuanto estuviera recostada en su cama, estaba muy segura de que lograría pensar en algo para resolver la situación. Sólo necesitaba descansar. Sentir un cómodo refugio y descansar.

No todo es perfecto, en especial para Kimiosea en este último tiempo. Así que sí, aunque pareciera imposible... Todo empeoró.

—Hola —dijo con suavidad la rubia al encargado de los departamentos—. Disculpe, tengo un problema con mi departamento.

—¿Sí? —pregunté el hombre con poco interés.

—Es que, mi llave o funciona, creo que hay un problema con la cerradura —explicó ella con todo el cansancio sobre sus hombros.

—Oh, tú eres... ¿Kimiosea? —cuestionó recibiendo una afirmación—. Hubo un problema con tu departamento.

—¿Qué?

—Nos llegó una notificación —comenzó a decir el encargado—. El edificio se está deteriorando, hay una posibilidad de derrumbe si no se repara de inmediato. Tu departamento era el origen de un hongo muy fuerte. Así que lo hemos clausurado.

—Pero... ¿y mis cosas? —preguntó Kimiosea con la voz quebrada.

—Están por ese lado, en la bodega. Puedes tomarlas. También tienes que regresar la llave del box de tu caballo —dijo volteando para seguir en sus asuntos.

—¿De qué habla? Yo... ¿cuándo podré entrar de nuevo? —inquirió la chica limpiando una lágrima.

—Creo que no has entendido, chica. El departamento está clausurado. Reabrirá en meses. Tienes que tomar tus cosas e irte de aquí —aclaró el hombre sin alterarse—. Puedes tomar tus cosas de la bodega y después necesitas regresar la llave del box.

Kimiosea sintió un escalofrío en su nuca. Acababa de ser despedida ese día y ahora, tampoco tendría un hogar.

Tomó su fea maleta y metió dentro todas sus pertenencias, después caminó hacia el box de Armania y faltó una mirada para que entendiera que de nuevo, estaban perdidas.

Antes de marcharse, dejó la llave y echó un último vistazo sobre Armania.

Un nuevo comienzo... de nuevo.

La rubia parecía haberse quedado sin ideas, ni una sola, hasta que esto sucedió: La extraña luz de sus sueños volvió a aparecer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro