Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11. Con la esperanza en el corazón


Tanto Armania como Kimiosea se sentían tan confundidas que no hicieron más que dar vueltas por todo el centro de Lizonia. Ya comenzaba a oscurecer un poco y el estómago de la chica soltó una alarma anunciando que ya había pasado demasiado tiempo entre una comida y otra.

Ya eran muy pocos los niros que traía y necesitaba pagar estancias y comida. Mientras su cabeza daba vueltas, Armania y ella comenzaron a avanzar dejando el centro de Lizonia atrás. La rubia iba cabizbaja, ¿un trabajo? Esa era la respuesta a la problemática anterior, pero quién iba a querer a una chica inútil, insegura, tímida y torpe que no sabía hacer nada. Suspiró angustiada por la horrible situación en la que se encontraba, cuando de pronto, un débil sonido de agua trajo a su mente antiguos recuerdos. Levantó lentamente la cabeza y admiró una pequeña casita junto a un riachuelo, la morada de su mejor amiga. Se quedó pasmada, incrédula, no había notado en qué momento habían avanzado en aquella dirección. Detuvo inmediatamente a Armania y se quedó con la mirada fija en la casita.

Su profunda mirada sólo fue interrumpida por los pasos que se fueron aproximando cansados hasta la pequeña casa Daar. No pudo dar crédito a sus ojos al notar que era la mamá de Esmeralda. La mujer venía cabizbaja debido al cansancio de un largo día de trabajo. La muchacha aprovechó ésta situación para jalar las riendas de Armania y esconderse tras unos árboles. No podía con la vergüenza de sí misma, así que decidió no dejarse ver por la que consideraba su segunda madre. Incluso se sentía aterrorizada al imaginar que su amiga estuviera ahí con ella, simplemente no podía soportar el hecho de que era una basura.

Hasta que la mujer se hubiera metido a su casa y cerrado la puerta, la rubia volvió a sentir un retortijón en el estómago, ¿había sido el impacto del momento, o era que realmente tenía hambre? Esmeralda... ¡Cómo extrañaba a su amiga! Y justo en ese momento llegó a la mente Kimiosea una, sino grandiosa, al menos, buena idea. Había ocupado cuatro años de su vida en eso y no lo recordaba. La rubia suspiró y galopó rápidamente sobre Armania para pasar la frontera entre Lizonia y Kánoa... buscaría empleo como dama de compañía.

El viaje desde lo que quedaba de Lizonia hasta Kánoa fue muy monótono. El sonar del paso de Armania le recordaba la lucha de protagonismo que había ente el frío que tenía, el hambre y la sed.

Las regiones que rodeaban a Lizonia eran Gueza, Beroa, Alúan y Kánoa, pero los malos recuerdos de las primeras dos regiones, y la falta de un palacio en la tercera, obligaron a Kimiosea a elegir Kánoa como el primer destino en el que probaría suerte. Era un viaje muy largo. Un día entero acompañaría a Kimiosea en su intento de sobrevivir sola en el reino.

La ligera corriente de viento provocaba que la rubia lamentara no tener un grueso abrigo para cubrirse, pero cuando el sol regresó a su posición diurna, una increíble oleada de calidez la inundó. Había llegado al centro de Kánoa.

Kimiosea ahora dirigió su pensamiento a un nuevo problema: tenía que encontrar un lugar para descansar y prepararse. Sí, recordaba muy bien que Kánoa era la región más exigente, en cuanto a modales y propiedad refiere. Ella parecía, a esas alturas, una aventurera que se había introducido en lo más profundo de la selva, obviamente una Lirastra jamás querría a alguien así como dama de compañía. Fue así como la chica comenzó a buscar un lugar apropiado. Ya no venía sola, ahora estaba con Armania y ella también tenía necesidades.

Era increíble, la región destellaba en cada esquina, brindado a la vista un sentimiento de irreal perfección. No había establecimiento, persona, espacio o respiro que no estuviera envuelto en una ensayada sincronía bastante inquietante. La chica trató de no colocarle demasiada atención a éste aspecto. Dado que Kánoa no era una región con grandes establos ni abundantes granjas, le fue muy difícil encontrar un hospedaje que tuviera un espacio disponible para Armania, pero, al fin, lo logró.

El dueño era habitante de otra región, así que no se encontraba inmerso en los prejuicios del lugar. Le dio a Kimiosea una pequeña habitación por sólo 60 niros, también, por ese mismo precio, cuidaría a Armania el tiempo que la chica le indicara. Ella aceptó gustosa y, después de despedirse de su amiga, salió disparada hacia la habitación asignada.

Jamás se había sentido tan cansada en toda su vida, estaba destruida por dentro y por fuera. Mientras dejaba que el agua tibia reparara lo que la dura tierra había hecho con ella, su mente comenzó a volar hacia los recuerdos de su madre. Todo era su culpa, de nuevo se repetía. Si tan sólo hubiera obedecido, como siempre, y se hubiera quedado en casa a ayudar a su madre en las labores, probablemente ahora estaría casada, muy feliz, sin tener que luchar por conservar esos únicos niros que le sobraban.

Como si un hechizo la hubiera acorralado, la noche provocó que la rubia se durmiera sorprendentemente rápido. No soñó aquella noche.

El sol en Kánoa era mucho más dorado y precioso que en cualquiera de las otras regiones de Imperia, incluso parecía que quería lucir tan ataviado como todos los habitantes. Kimiosea se levantó desganada, realmente no quería continuar con aquel plan, pero no le quedaba otra opción, su única familia la había abandonado, ella había abandonado al único amor de su vida, y aquellos dos abandonos la avergonzaban de presentarse ante la última opción: Esmeralda, su madre, Shinzo o Nereida.

Pasó el peine por sus cortos y rubios cabellos, ahora no le parecía que mereciese arreglarse, pero necesitaba impresionar a quien fuera que la recibiese aquel día. Bajó las escaleras portando un vestido amarillo. Trató de recordar, lo mejor que pudo, la forma en la que una dama de compañía debía arreglarse durante su servicio a una Lirastra. No pudo comer, no porque no quisiera, sino porque quería ahorrar para sobrevivir durante su búsqueda de empleo.

Kimiosea se sentía inestable en aquellas pulcras y perfectas calles que recorría de camino al palacio de Kánoa. Repasaba en su mente un elegante discurso que intentaba formular para impresionar a las damas. Las pequeñas y delicadas avecillas blancas que habitaban Kánoa planeaban con altivez aquel día por el majestuoso cielo azul. Incluso parecía que sus pequeños ojos avellana miraban con desdén a los transeúntes cuando alguien se atrevía a interrumpir su camino.

Sabía que aquel era en cuanto lo vio, ese increíble palacio con una enorme verja de herrería y dos columnas de mármol a los costados.

—Buen día —saludó la chica a uno de los soldados dorados que custodiaban la entrada. Se quedó un momento paralizada al notar que el hombre no daba respuesta—. Solicito una pequeña audiencia con las damas del palacio.

—La Lirastra Fidanchena y la Lirastra Bisnia están muy ocupadas —respondió inexpresivamente el guardia.

—Sólo será un momento... verá, yo soy egresada del Coralli y vengo a ofrecer mis servicios a la Lirastra, como dama de compañía.

Después de un pequeño y agobiante silencio, el hombre sacó una enorme llave de oro y abrió con cautela la entrada. La rubia, escoltada estrictamente por el guardia, se estremeció a medida que avanzaban por el enorme sendero que conducía al palacio. Al igual que la región, los jardines del palacio desbordaban perfección inhumana. Cada pétalo, cada arbusto, todo estaba en monótona quietud.

Un horrible sentimiento recorrió a Kimiosea cuando entró a una pulcra habitación en la que esperó y esperó, hasta que las puertas se abrieron y un hombre anunció a la Lirastra Fidanchena.

—... Ha llegado como caída del cielo —pronunció una voz que se aproximaba suave y fuerte a la vez. Ni siquiera hubo tiempo para que algún pensamiento asaltara a Kimiosea, cuando una mujer regordeta e imponente entró a la habitación rodeada por mucamas—. ¿Es ella? —Sus fríos ojos recorrieron a la rubia que reverenció temblorosa.

—Sí, Lirastra.

—¿Quién la escolta? —preguntó nuevamente al guardia que la había acompañado.

—Nadie, Lirastra, he venido sola —respondió Kimiosea amablemente.

—Sin escolta.... —La mirada de la Lirastra Fidanchena se quedó un segundo, helada y penetrante, antes de continuar hablando—. Disculpe, tal vez comprendí mal... ¿Dónde está su apoderada?

—Lirastra, soy egresada del Coralli, dama dragón. Me gradué hace un año.

—¿No te acompaña tu directora o tu coordinadora?

—No, Lirastra. —La dura mirada de la mujer retomó el protagonismo en la escena.

—Quiero que me escuches con suma atención... No hay posibilidad de que te contrate si no vienes con tu escuela.

—Pero...

—¡Mancharía nuestra reputación! Además, nada me puede asegurar que vas a cumplir con tus deberes. La última dama de compañía que tuvo mi hija era egresada del Coralli. ¡Y mira como nos abandonó! Justo cuando mi hija está comenzando su vida en sociedad.

—Lirastra yo le aseguro que... —La oración de Kimiosea fue interrumpida por el vocero que anunciaba a una joven majestuosa y ataviada de aproximadamente quince años.

—Madre, ¿ella es mi nueva dama de compañía? —preguntó de manera solemne.

—No, mi querida Bisnia, es sólo una muchacha sin recomendación. —Kimiosea sintió el rojo inundando su rostro.

—Si conoce el protocolo, ¿por qué nos hace perder el tiempo? —La joven se dio media vuelta y salió con su ejército de mucamas detrás.

—Señorita, le voy a pedir que me acompañe a la salida —comentó el guardia que la había traído. Aún no lo podía creer. La primera oportunidad se acabó con los ojos de la Lirastra Fidanchena como anfitriones y la puerta como telón.

Vio la enorme verja cerrándose ante sus tristes y abrumados ojos. ¿Ahora qué haría? Creyó realmente que el protocolo del Coralli (el cual decía que sólo se puede ir a un "viaje de selección" una vez) no tenía importancia, pero ahora, sufría las consecuencias de lo contrario.

Caminó desdichada hasta el hospedaje en dónde se encontraba Armania. En cuanto sus delicados y blancos pies cruzaron el umbral establos del lugar, Kimiosea cayó en pedazos.

—¿Por qué? —articuló la rubia apoyando suavemente la cabeza sobre Armania, sintió sus lágrimas resbalando de nuevo, últimamente las sentía demasiado—. No puedo entender por qué me pasa esto a mí.

La oscuridad cayó como los niros de Kimiosea al pagar por el hospedaje. Cada uno de los agudos sonidos que producían las monedas al chocar una contra otra, creaban un vacío particular en los adentros de la chica, tan vacío como el camino que Armania y Kimiosea tomaron con rumbo a Noif. Al fin y al cabo, el rey Hibresto, de aquella región, era un hombre sumamente amable y puramente atento. Sí, a lo mejor allí tendría suerte al fin.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro