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33. Una amistad restaurada

El túnel comenzó a disminuir su tamaño drásticamente. El bô, sin que fuera muy notorio, comenzó a quedarse atrás. 

La pelirroja y el pequeño dragón seguían avanzando, en cierto punto, la guerrera tenía que hacerlo casi pecho tierra. Fue ahí cuando notó que el bô ya no los acompañaba, pero estaba segura de que aquella era la ruta que él había marcado para los dos.

Celta sentía que la espalda estaba a punto de desprenderse de su cuerpo. Para ese punto, había estado demasiado tiempo agachada, siguiendo a su pequeño amigo dragón. Estaba exhausta porque, no solamente tenía que soportar el dolor físico, sino la gran persistencia que sentía su espíritu por lograr todo su plan a tiempo.

El túnel finalmente empezó a cambiar, la característica que se transformaba ya no era la de la estrechez,  sino la de la iluminación.

Notaba detalles que hacía muchos kilómetros atrás no hubiera percibido. Ahora sabía que se estaban acercando al lugar que había solicitado a su nuevo amigo. Empezó a pensar si se trataría de otro nido de dragón o una entrada secreta al mundo de los bô, mucho más subterránea y profunda. Pero lo que empezó a escuchar y a percibir fue totalmente diferente.

Se abrió paso poco a poco, pero al final lo vio. Las luces que provenían de las profundidades lucían como reflejos en cristales difíciles de ignorar. Era como si todo el sistema solar estuviera atrapado bajo sus pies. Esperaba, por supuesto, a que los viajeros avanzaran para maravillarlos aún más.

El vuelo de un hermoso animal distrajo su atención y la fijó en lo que tenía enfrente. Todo un mundo subterráneo frente a sus ojos. Estaba ahí, tan certero, tan real que le provocó soltar una bocanada de aire. Celta depositaba su mirada entre las hermosas plantas que se encontraban por ahí, creciendo entre nuevos animales que no rebasaban el tamaño de un zapato. Estaban, de igual manera, deslizándose por creaturas de hermosos pelajes, por divinas plumas y le invitaban a los oídos a deleitarse con cantos maravillosos.

Nuevamente, el corazón de Celta fue conmovido. Los recuerdos de su madre volvieron a asaltarla repentinamente. Ella amaría mirar ese lugar. Observar cada una de las creaturas disfrutando de un espacio seguro, pero sobre todo, hubiera amado saber que todas las creaturas de las que se lee en los cuentos de hadas imperianos, en realidad estuvieron ahí, debajo del reino todo el tiempo.

La pelirroja limpió una de sus lágrimas antes de bajar a la altura del pequeño dragón.

—No sabes lo mucho que te agradezco todo lo que haces por mí —dijo la guerrera acariciándolo nuevamente.

No podía creer que tuviera todo un reino animal escondido frente a ella. Ahora, la batalla sería mucho más sencilla, aunque, al mismo tiempo, supremamente peligrosa. Era hora de saber qué sucedería en verdad.

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Ya estaba entrada la noche. Iniesto, Dimitri y Ezra se habían retirado a dormir. El último había pedido le acomodaron una habitación extra, para permitir que su esposa descansara junto a sus amigas. La madrugada aún no apagaba su conversación, así que se encontraban alrededor de la mesita de té con las palabras rebosantes, como los bocadillos.

—¿Entonces lleva mucho aquí? —cuestionó Nereida dando un sorbo a su taza.

—Lo suficiente, está desesperada por obtener respuestas sobre su reino. La hechicera nos dijo a amabas que Yosai no corre peligro. El que lo hace es este —aclaró Esmeralda con la voz un poco quebrada.

—Es una tontería...

—En Yosai las cosas son un poco diferentes —agregó Kimiosea levantando las cejas—. No la estoy justificando, creo que Shinzo podría tomar todo con otra perspectiva, pero algo es cierto y es que los reinos que nos rodean no se parecen en nada a Imperia.

—Cuéntanos sobre eso, Kimiosea. Tú ya conoces otros reinos, ¿cierto? —cuestionó Nereida mirándola con supremo interés.

La rubia soltó una risita y después dejó su ífuo a un lado para acomodarse mejor en el asiento que tenía ocupando.

—Bueno, es otro mundo totalmente. Como viajar a otra dimensión. Imperia es muy diverso, lo saben. Tiene las regiones, diferentes climas, cultura, música, de todo, sin embargo, siempre se siente como uno solo. En otros lugares, el color se desvanece. La vida corre peligro a cada segundo. Hay supervivencia, no vida.

—¿Es tan diferente?

—En realidad lo es tanto que nunca lo creerían —explicó la rubia con una mirada complicada.

La verdad, era que tenía toda la razón. Los reinos que colindaban con Imperia eran tan diversos y tan profundos que los que habitaban de esos lugares jamás podrían imaginar la paz de vivir en Imperia.

En definitiva, aquello era algo en lo que pocos habitantes pensaban con frecuencia, por lo que tampoco era un tema recurrente para poder discutir.

Todo eso incrementaba los nervios por el baile que se realizaría en Kánoa. Cómo recibir a líderes que gobernaban áreas insólitas.

—Lo harás bien —añadió Kimiosea notando que había perturbado a su amiga—. Nereida, cuéntanos cómo te has sentido con la pequeña Brana. Es realmente hermosa.

—Lo es —respondió la chica tomando un bocadillo—. Es muy dulce, como Amad. Estoy contenta, amo mi vida, aunque claro que Ushán me tiene un poco loca.

—Tiene la energía de su padre —añadió Kimiosea sonriendo—. Y el ímpetu de su madre.

—Esperemos sea más amable con sus amigos cuando los conozca —señaló la Reina recordando su primer encuentro.

Nereida soltó una risa fresca. Después, un breve silencio reinó.

—Prométanme que ninguna hará lo que hizo Shinzo —soltó Nereida de la nada.

Kimiosea se levantó de su asiento y fue hacia Nereida para abrazarla.

—Con el corazón —expresó extendiendo su pulgar como promesa.

—Siempre serán mis amigas, no importa lo que suceda, eso nunca lo cambiaré —añadió Esmeralda uniéndose a ellas.

Las lágrimas volvieron a caer y cuando todo estaba en tranquilidad, Nereida aclaró su garganta después de limpiarse el rostro.

—Bien... ¿y cómo va todo con Naudur?

Kimiosea se sonrojó levemente y las tres soltaron risas suaves que encadenaron su conversación se alargaba hasta el amanecer.

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