23. Ankirem
La mañana en el castillo se sintió mucho más calmada. El sol desprendía tonos color durazno sobre el fresco piso del castillo y el olor a pan recién horneado generaba un ambiente tan hogareño como el corazón del ser amado.
Esmeralda y Mim finalmente tuvieron un momento para estar juntas. Habían salido muy temprano para el bosque. Seo las había acompañado, puesto que la riqueza de la calma parecía ser preciada por cada corazón imperiano.
Mientras aquella deliciosa melodía entre madre e hija transcurría, Ezra bajó a la cocina portando una hermosa sonrisa sobre su rostro. A pesar de la terrible noticia que le había traído Kimiosea, tenía la total esperanza de avanzar en la misión que su esposa le había encomendado. El pacto que habían formado en el bosque prohibido, los insitaba a poner más de sí en la difícil tarea de comprender al reino que ahora gobernaban.
La señora Fibi lo notó diferente en cuanto se sentó en el desayunador. Parecía verdaderamente tranquilo, una luz se reflejaba en la piel lechosa del joven y en los ojos que emanaban curiosidad y ganas conquistar el mundo.
—Buenos días, majestad —expresó la señora Fibi extendiendo una bandeja de pan hacia Ezra.
El muchacho sonrió con ese toque aperlado de alegría antes de responderle.
—Buenos días, aunque el "majestad" queda sobrando.
—Con esa sonrisa podría decir que eres el emperador de todo este universo. —La señora Fibi estrujó con delicadeza la mejilla del rey.
Aquel volvió a mostrar la felicidad colarse por los rasgos del rostro, para después dar un sorbo al ífuo que la señora Fibi acababa de servirle.
—Buenos días, majestad —saludó un hombre que pasaba a su lado.
—¡Buenos días! ¡Y buenos días a todos! —expresó el joven levantando su ífuo.
—Bueno, bueno. ¿Me podrías contar qué es lo que te tiene así? —preguntó la señora Fibi limpiando las gotas que había derramado sobre la mesa al moverse con tal efusión.
—Esmeralda y yo nos hemos arreglado.
—¿Estaban peleados?
—No tanto así —aclaró el chico recibiendo su desayuno—, pero sí estábamos muy distanciados.
—Pues, me alegro bastante por ello, muchacho. Sabes que los quiero como a mis propios hijos.
La señora Fibi sabía que el reinado no era una cosa fácil y combinarlo con un matrimonio nuevo, se convertía en algo que rebasaba la complejidad de una persona normal.
—Hoy daré un recorrido por el castillo —explicó el muchacho dando una mordida a su púo recién hecho—. Haré un informe para Esmeralda. Vamos a hacer mejoras en el castillo. En el reino... Todo irá increíble.
Aquella era una excelente noticia para cualquiera que viviera en Imperia. Ciro había dejado un legado de corrupción y robos. Todo el mundo, en su interior, esperaba el momento perfecto para recuperar cada cosa que se les arrebató.
Cuando la joven mujer asumió el trono, en realidad no había tenido demasiado tiempo para tener una audiencia con cada uno de los miembros importantes del palacio. Se le iba el día en atender reuniones, firmar documentos y tratar de descifrarlos sin un entrenamiento propio para una monarca. Tan solo recuría a sus antiguos conocimientos como dama de compañía para poder dar fe de que algo contribuía de manera correcta al reino.
En cuanto terminó su desayuno, Ezra se dirigió hacia su primer objetivo: El tesorero del reino. Aquel era uno de los puestos más importantes dentro del castillo. Con la delicada tarea de encargarse de todo aspecto financiero que se requiriera en Imperia.
Para la tesosería se destinaron dos espacios dentro del castillo. Uno de ellos se encontraba muy cerca de la bóveda (de acceso permitido solamente por el tesorero), y el otro se localizó más alejado, en la zona alta de una de las torres; para permitir privacidad al tesorero al momento de asignar presupuestos o autorizar proyectos. Al tesorero se le miraba poco por ahí, pero se sabía que siempre estaba en alguno de esos dos lugares.
El rey se dirigió primero hacia la bóveda, pero se encontró con el escritorio vacío y los soldados realizando la guardia que correspondía cuando el tesorero estaba ausente. Después de recibir las reverencias correspondientes, partió hacia el estudio privado y llamó a la puerta con emoción.
—Buenos días —saludó Ezra en cuanto el hombre abrió .
—Buenos días, majestad —respondió realizando una profunda reverencia.
—Por órdenes de la Reina, he venido a hacer una observación de los proceso que se llevan a cabo por aquí.
El tesorero realizó un breve gesto afectado, para después asentir y permitirle la entrada.
Parecía que examinaba a Ezra de pies a cabeza. No quería ser demasiado grosero, así que lo hacía con disimulo, sin embargo, no podía evitar formar parte del gran grupo de expertos imperianos que estaban en desacuerdo con el reinado de Esmeralda. Nuevamente se encontraban ante jovenes inexpertos que tenían a la mano demasiado poder.
—Bueno, majestad, todos los informes se los he entregado directamente a la reina Esmeralda.
—Lo sabemos. Pero nos encantaría que pudiera explicarnos a mayor profundidad las actividades que realiza.
El hombre aclaró su profunda voz y después suspiró para calmarse antes de responder al joven rey.
—Majestad, no quiero faltar a mi juramento de lealtad, pero hay mucho trabajo aquí y yo...
—Aprenderé observando —expresó el muchacho sentándose con tranquilidad en un banco cercano.
La mañana comenzó a avanzar con el Rey en silencio. Sus ojos grises seguían al tesorero como una nube de neblina. El hombre se detenía de vez en cuando para explicar alguna operación o el por qué de cierto proceso, aunque intentaba no hacerlo demasiado para no detener el ritmo de trabajo.
—¿Qué son esas columnas? —preguntó Ezra en un momento, señalando el pergamino que el hombre comenzaba a marcar.
—Son los aportes de cada región, así como el presupuesto que solicitan y el que se les otorga de manera trimestral.
Ezra tomó con cuidado el pergamino en cuanto el tesorero terminó de llenarlo. Los ojos empezaron a empañarse, sentía que la respiración se le agitaba al paso que las letras pasaban por sus ojos.
—¿Se encuentra bien, alteza? —preguntó el hombre verdaderamente consternado.
Después de un momento, el chico tembloroso empezó a elevar su mirada hacia el tesorero.
—Lo siento —dijo el Rey intentando recuperarse—. Solo me sentí un poco sentimental. Noté que Kánoa a es la región menos productora, pero al mismo tiempo es la que más recursos solicita al reino. Lo de Alúan, por el contrario, es una cantidad demasiado pequeña. Producen muchos bienes pero piden poco.
El tesorero miró a Ezra con empatía. Él mismo había pensado en ese asunto, pero los procesos habían sido estipulados y el tesorero no tenía demasiada voz sobre ellos.
—Es que crecí en Alúan —añadió Ezra.
Por un momento hubo tenso silencio y el joven rey se sintió avergonzado por su inmadurez, sin embargo, el serio tesorero repentinamente colocó su mano sobre la espalda del monarca.
—Yo también me críe en Alúan, majestad -dijo tomando un pañuelo que tenía guardado para extenderlo hacia su gobernante.
—¿Usted?
Su mano estaba temblorosa, mientras procesaba lo que el tesorero acababa de decirle.
—Así es. Mi abuelo murió hace tiempo, se dedicaba a la tesorería de la región de Alúan. Me heredó el puesto y en un visita, el rey Sáfano me reclutó para Nitris.
Ezra lo miró de nuevo y notó en su mente a ese pequeño que deambulaba por las calles de Alúan, asomándose entre recuerdos.
—¿No les parece injusto lo de Kánoa?
—No es tan simple, majestad —empezó a explicar el hombre con suavidad—. La tesorería no se limita a los aspectos numéricos. Muchas veces se procura, con las estrategias presentadas, mantener las relaciones pacíficas entre regiones y reinos.
—¿A qué se refiere?
El hombre tomó un pergamino limpio e invitó al rey a acercarse para mostrar sus trazos.
—La región de Kánoa es un sitio muy valioso y estratégico para Imperia —explicó esbozando la forma de aquella región—. Las Lirastras, por lo tanto, se han vuelto muy poderosas. Son aliadas que es importante mantener cerca de la corona imperiana.
—No quiero sonar engreído, pero, por qué no responden a la corona imperiana sin condiciones —cuestionó el hombre con duda.
—Imperia es uno de los reinos más poderosos en los alrededores. Kánoa, es el equivalente a lo que es el reino para otros. No solamente están colmados de abundancia en esa tierra, sino que su centro es un área protegida. Aquello ha provocado que sea el hogar de vínculos entre dirigentes de otros reinos. —Ankirem subió la mirada para asentir y luego volver al pergamino—. El enorme presupuesto solicitado tiene que ver con la inversión en tradiciones y recepción de invitados.
—¿Qué hay del resto de las regiones?
—Como le decía, Kánoa es poderoso por las Lirastras y las relaciones exteriores que poseen. Si bien no generan gran cantidad de ingresos o productos, como la mayoría de las regiones , sí que permiten una buena relación con otros reinos. La corona imperiana es fuerte, pero no lo suficiente como apara mantener todas sus alianzas sin ayuda.
Ezra miró con cuidado lo que iba dibujando el tesorero. Había tratado de plasmar la forma de Imperia con los mismos reinos colindantes: Allabrant, Yosai y Arkira.
—Imperia es fuerte, no hay duda, pero cada reino tiene algo de lo que cuidarse. Yosai, con su perfección bélica; Arkira, con los dragones de su lado; y Allabrant es un desastre, pero tiene una línea real repleta de bárbaros que no dudarán un segundo en invadir tierra débil.
—Alúan solo tiene beneficios internos para el reino —afirmó Ezra suspirando.
—En realidad, Alúan también es un punto estratégico. No por sus alianzas, pero es la primera región productora para el resto del pueblo imperiano. Además, Alúan tiene una característica muy particular, es la región más habitada. Ignorar a los habitantes es un error fatal que el antiguo rey Ciro ignoró.
Ezra y el tesorero se devolvieron una sonrisa cómplice, parecían compartir su desdén por Ciro; así que, después de aquello, pareció que la tensión entre ambos logró romperse.
—Su nombre no me lo ha dicho.
—Soy Teo Ankirem, pero todos en el castillo me llaman solo Ankirem.
Ezra extendió su mano y después volvió a poner atención sobre el pergamino.
El tesorero continuó con el resto de las regiones. Habló de su relevancia particular y de los bienes que se les habían proporcionado y el propósito de aquellos.
Terminaron ya muy tarde. Las manos del hombre estaban manchadas de tinta, al igual que las del monarca. Ezra también había manchado sus mejillas, por su tendencia a recargase sobre el puño después de haberse apoyado en los pergaminos.
Cuando todo quedó dicho, el Rey se levantó con determinación y extendió una mirada suave al tesorero.
—Sabemos que hubo un gran daño en el reino. Mi esposa ha observado que no se están llevando a cabo las cosas como deberían ser. Parece que un gran hueco ha sido dejado tras los robos de Ciro. —El chico recorrió con la mirada nuevamente los pergaminos—. Pienso también que las decisiones tampoco han sido acertadas.
—Ciertamente hay muchos proyectos y desarrollos que ayudarían bastante al reino, pero han sido pausados o ignorados por la corona. Una verdadera lástima.
Ezra esbozó una sonrisa y después extendió la mano con tranquilidad hacia su interlocutor. Aquel gesto mostraba una intención distinta. Ahora parecía un verdadero rey.
—Gracias por todo, Ankirem —dijo, confundiendo al tesorero.
—Pero... majestad. No entiendo, honestamente pensé que esto era una especie de inspección con resultados y....
—No lo es. Pronto sabrá lo que prosigue.
Y así, Ezra se fue. Tenía un semblante especial después de haber vivido uno de los momentos más maravillosos dentro de su nueva vida como rey. Era la primera vez que sentía el claro valor de su presencia.
⌎⊱⊶⊷⊶⊷⊶⊷⊶⊷⊰⌏
Celta se detuvo un buen rato a reflexionar si valía la pena entrar en dicho territorio. ¿A dónde la había mandado Kimiosea?
Las huellas la habían conducido a una parte del bosque que lucía diferente. Los árboles enmarcaban algo parecido a una entrada. En su experiencia, podría no haber vuelta atrás después de decidir por completo aventurarse. Sin embargo, no había otra opción, así que se dispuso a entrar con cautela al sitio.
Pronto, el camino la dirigió a una enorme cueva. Era ese el destino, estaba segura.
Al inicio, no veía absolutamente nada, pero más adelante, la luz que se había perdido al tocar profundidad regresaba tenue y esperanzadora para dejar mostrar en las paredes de la cueva un montón de inscripciones extrañas.
La mujer se quedó un momento vigilando cada uno de los símbolos y llegó a la conclusión de que eran extrañamente similares a los del cuaderno de Dulce.
Todo empezaba a clarear cada vez más y más, haciéndole confirmar con mayor firmeza que aquello se trataba de un perfecto túnel.
Cuando la luz fue lo suficientemente buena, notó que aquel lugar estaba lleno de detalles. No solamente por aquellas inscripciones, sino por el musgo que brotaba de los lados, como dirigido para parecer cascadas y decoraciones. Las flores, depositadas a los lados, como dejando un camino para el viajero y el excelente olor a campo que invadía cada centímetro.
La luz que empezó a pronunciarse al fondo no fue ninguna sorpresa, sino más bien una profecía que se levantaba en la lejanía.
Cuando el sol alcanzaba a rozar ya su pelirrojo cabello, ella sabía lo que le deparaba. Cerró un poco los ojos para evitar lastimarse con el brusco cambio de luz, pero los abrió tan pronto lo sintió prudente, para revelar el misterioso panorama.
Ahí, frente a todo, estaba el valle más hermoso que la pelirroja pudo haber visto. El pastizal tan verde como una esmeralda y las aguas calmas se notaban incluso a la lejanía. Pero la impresión verdaderamente brotó, cuando vio que aquel hermoso valle era sobrevolado por gigantes y fuertes dragones.
✧⋄⋆⋅⋆⋄✧⋄⋆⋅⋆⋄✧
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro