14. Los Vallestra
Los ojos de Celta se abrieron al tiempo que notaba que la lluvia había cesado. Se estiró con desenfado, permitiendo que la sensación de recién despertar fuera la única de sus preocupaciones. Disfrutó así, los pocos minutos en los que la culpa no le asaltó con un cuchillo.
Después de un rato, todo volvió, y la idea de que tendría que salir a buscar al bô estaba clavada en su mente.
Tomó sus cosas y salió de la casa con supremo cuidado.
♚
El pueblo lucía mucho más sereno ahora que estaba cubierto por la capa de la noche. Era curioso cómo podía escabullirse con tanta facilidad en una tierra repleta. En un sitio tan tranquilo como Figgó, cualquier roce de su ser contra el aire, parecía revelar su ubicación
Celta empezó a pasar por la pequeña plaza, escondiéndose en las paredes que rodeaban a la misma y procurando ocultarse detrás barriles o costales que estuvieran por ahí.
Su plan era regresar al bosque, ahí tendría más posibilidades de encontrar al bô, señales del mismo o pistas que le permitieran descubrir hacia dónde se dirigía cada día al anochecer.
Cuando comenzó aquello, las calles le resultaban desconocidas y poco versátiles para su tarea principal, pero mientras más iba avanzando, todos los pasadizos y callejones empezaban a ser cada vez tan obvios como convenientes.
La región principal de Figgó, Éfenes, en la que estaba Celta, era muy diferente al resto de regiones. Usualmente el poblado central era mucho más complejo en cuanto a la estructura y arquitectura que le rodeaba. Éfenes no era así, parecía ser el sitio más tranquilo y sencillo del reino. La familia real, por otro lado, tenía su castillo en una zona boscosa que apenas colindaba con el siguiente poblado.
Celta quería tener una leve noción de qué le esperaba al estar deambulando por esa región de manera secreta. Había una gran diferencia entre ser aprendido por la familia real de Kánoa a la de Gueza y, mucho peor, a la de Nitris; que aunque estuviera bajo el reinado de Esmeralda, siempre el prisionero era consignado directo a órdenes militares.
Para empeorar el estatus de su misión, tampoco tenía claro cómo era que podría llamar la atención del bô una vez en el bosque. Quizá alguna seña secreta, un símbolo o la marca de algo podría llamarlo, pero a simple vista parecía un plano imposible.
Decidió que sería mucho mejor intentar buscar más información sobre las investigaciones previas que se habían hecho sobre la especie y el mejor lugar para obtener esa información era, justamente, el castillo de Figgó. Llegar hasta ese lugar sin ayuda sería complicado. La biblioteca de todo castillo imperiano estaba cuidadosamente resguardada. No era una habitación cualquiera, entrar a la biblioteca de cada región era como acceder a su bóveda más secreta a importante. Tenía que tener extremo cuidado si no quería volver a ser capturada en un calabozo.
♚
Celta estuvo otro buen rato espiando el castillo. Desde que llegó a la ubicación del mismo, otro frondoso árbol le había ayudado a realizar su primera inspección de una manera cómoda. La morada de la familia real de Figgó, de apellido Vallestra, se encontraba muy escondida. Distaba demasiado de otras regiones en las que se procuraba accesible al pueblo, como la de Noif, o al menos lo suficientemente llamativa para deslumbrarlos, como el palacio de la Lirastra Fidanchena. Este sitio daba la impresión de querer estar aislado del mundo entero.
En temas de alianzas y estrategias, Celta sabía que Figgó solía aliarse con pequeños territorios extranjeros que se asentaban en Imperia. La política interior estaba un poco alejada de la familia real de Nitris. No estaba segura de por qué, pero era una pequeña aberración a los Constela y cualquier norma que viniera de parte de alguien con dicho apellido.
La neblina empezaba a hacerse presente cuando Celta decidió acercarse. El único sendero que daba al castillo era demasiado obvio, así que faltaba de una mente brillante para encontrar otra manera de entrar. En sus alrededores, como en casi toda Imperia, había naturaleza. Muy poca para poder refugiarse, pero la suficiente para tomar como punto de referencia para poder esconderse.
Celta, en sus minutos de observación, había notado que pocos carruajes hacían movimientos dentro y fuera del castillo. Lo que más entraba y salía eran viejas carretas que no parecían demasiado lujosas, pero que portaban insumos del pueblo. Nuevamente, era como si la familia real se negara a aceptar el hecho de estar dentro del reino de Imperia.
No había opción más clara que encontrar de dónde provenían las carretas e intentar distraer al conductor para subirse en alguna de ellas. Y así lo hizo la pelirroja. Le pareció tan sencillo colocar un par de piedras en el camino para que el conductor tuviera que maniobrar para retirarlas, que resultó cómica la seguridad de Figgó.
¿Sería entonces que no buscaban alejar a la gente sino a ellos mismos del reino, como teorizaba?
✧⋄⋆⋅⋆⋄✧⋄⋆⋅⋆⋄✧
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro