83. El kiosco de piedra
A la mañana siguiente Esmeralda se levantó muy temprano con una enorme sonrisa. Se dispuso a asearse, se puso uno de los vestidos que la Lirastra Fidanchena no dejaba que usara; su piedra del destino, el collar que le dio aquel desconocido en el Shésimu y comenzó a cepillarse el cabello tranquilamente, cuando de pronto llamaron a la puerta, eran Nana y Diesta.
—Esmeralda, ¿es en serio lo que te dijo el Rey anoche? —preguntó Diesta con aire de tristeza.
—Pues creo que sí, a menos que haya sido un extraño sueño —rió la chica y notó que a la niña se le resbalaba una lágrima—. No estés triste, Diesta.
—Es que eras de las pocas personas que me comprendía en el palacio —confesó tristemente la pequeña Diesta.
—No quiero que te pongas así, te escribiré seguido, seguiremos en contacto —tranquilizó la muchacha al recordar que la vida en Kánoa era horrible—. Tengo un regalo para ti.
—¿De verdad? —preguntó la niña sonriente.
—Sí. —Esmeralda se movió a uno de los cajones y de ahí sacó el libro que recibió varios años atrás: «Datka no encuentra a Datka»—. Es un libro precioso, creo que te identificarás muy bien con la historia.
—Muchas gracias, Esmeralda —dijo ella recibiendo el libro contenta.
—Pero prométeme algo, ¿sí?
—¿Qué cosa? —preguntó la niña limpiando sus lágrimas.
—No dejes que jamás acaben con tu espíritu. Ríete fuerte, escápate, corre en el jardín, haz lo que una niña tiene que hacer. Sé muy fuerte o mejor dicho, continúa siéndolo —dijo Esmeralda causando una sonrisa en la pequeña.
—Te lo prometo. —Ambas se dieron un abrazo. Nana las miró con ternura y también se despidió de Esmeralda, fueron interrumpidas por una mucama que llamó a la puerta.
—Señorita Esmeralda, el Rey la solicita —anunció la joven haciendo una ligera reverencia.
—Voy en seguida, ¿ustedes ya se van? —preguntó Esmeralda a sus amigas.
—Me temo que sí, apenas terminamos de empacar y no debe tardar nuestro carruaje... ¡Mucha suerte, Esmeralda! —deseó Nana y abrazó a la chica, igualmente sucedió con Diesta.
Esmeralda cerró la puerta y siguió a la sirvienta. Las mucamas del castillo de Nitris poseían un uniforme parecido al del palacio de Kánoa, sólo se diferenciaban porque los zapatos eran bajos y los vestidos no eran ampones.
La criada la condujo hasta el pasillo en donde el Rey le había dado un vaso de agua en el primer baile, ahí se encontraban la señora regordeta y el mismísimo rey Ciro.
—¿Se le ofrece algo más, su majestad? —dijo la mucama reverenciando.
—No, gracias, puedes retirarte —contestó amablemente causando una sonrisa en Esmeralda—. Buenos días, mi bella consejera.
—Buenos días, rey Ciro —respondió sonrojada la chica.
—No, Esmeralda, llámame Ciro, por favor —pidió el joven galantemente—. Seguramente ya conoces a la señora Fibi, es el ama de llaves del castillo. Ella coordina casi todo aquí, comida, aseo, no me sorprendería que acabara dirigiendo al ejército —bromeó el muchacho y Esmeralda se rió—. Bueno, dado su cargo, ella conoce a todo el mundo aquí y también cada rincón de este enorme castillo, por esa razón, ella te guiará hoy para que los conozcas a todos. Nos tomamos la libertad de asignarte ya una habitación, ella te la mostrará; después de tu recorrido te reunirás conmigo para que te ponga al tanto de las situaciones actuales y el deber de tu cargo... Señora Fibi, la dejo en sus manos —concluyó el joven Rey despidiéndose con una reverencia.
—Es bueno verla de nuevo —dijo la señora Fibi sonriente—. Seo la ha extrañado mucho, al parecer se encariñó con usted.
—Es un gran amigo —contestó la muchacha—. ¿Cómo es que no se pierde en este castillo?
—Te vas acostumbrando, pero no debe ser nuevo para usted, según tengo entendido usted es egresada del Coralli —dijo la señora comenzando a caminar por el pasillo.
—¿Cómo es que lo sabe? —preguntó la muchacha sorprendida.
—La Lirastra Fidanchena se reunió con el Rey en la mañana, le informó los detalles sobre usted y dijo que enviaría todas sus cosas mañana, pero ahora concentrémonos en el recorrido —expresó la señora Fibi que avanzó hasta llegar a unas escaleras, por ahí comenzó a bajar, al final se encontraba una enorme cocina que era muy oscura—. Esta es la cocina secundaria, aquí se preparan los alimentos para todos los trabajadores, casi siempre son muy sencillos. —Continuaron avanzando por un túnel que las sacó a una zona mucho más luminosa, al subir unas escaleras se encontraron en un jardín que tenía un montón de mariposas amarillas revoloteando por ahí—. Éste es el único jardín dentro del castillo, aquí puede venir a descansar o a meditar alguna vez. —Siguieron avanzando por otro enorme pasillo que conducía a diferentes habitaciones y pasadizos hasta que llegaron a otra enorme cocina—. Esta es la cocina en la que yo preparo el desayuno, aquí se cocinan los alimentos para todos los nobles, estuvo a estallar estos últimos tres días —comentó sonriente la mujer—. El Rey me dijo que usted y el jovencito que la ayudó desayunarán aquí. Él casi siempre desayuna en su estudio y no quería que ustedes tomaran sus alimentos con el resto de los empleados.
—¿Qué ha pasado con Ezra? —preguntó recordando de golpe a su amigo.
—Es un muchacho muy agradable, ayer le asignamos habitación y hoy empezó sus labores —respondió la señora Fibi mientras avanzaba.
—¿Cuál es su trabajo?
—Es como un sirviente personal para el Rey, se verán mucho ya que tú también pasarás mucho tiempo con él —aclaró la señora mientras pasaba por un puente que conectaba con una torre y que dejaba admirar las enormes montañas verdes cubiertas por la niebla de la región; llegando a la torre subieron por más escaleras y entraron por un oscuro pasillo. De repente, llegó un señor extraño gritando desesperadamente.
—¿En dónde está mi sortija? —decía el hombre que lucía bastante siniestro, portaba una capa negra que cubría todo menos su horrible rostro y sus huesudas manos.
—Fue llevado a su mantenimiento anual —anunció el ama de llaves—. Le presento a Esmeralda Daar, la nueva consejera de su majestad.
—¿Esmeralda? —preguntó extrañado el hombre.
—Sí, señor, es una egresada del Coralli, muy recomendada por la directora Donur —explicó la señora Fibi.
—¿El Coralli? Escuela de nobles, muy bien —contestó el sujeto.
—Esmeralda, él es Othel, el hechicero real.
—Un gusto —dijo Esmeralda inclinándose un poco, el hombre correspondió su acción y después se fue.
—Él tiene mucho poder aquí —comentó la señora Fibi—, pero mejor no te relaciones mucho con ese hombre, dicen que controla fuerzas muy oscuras.
Continuaron subiendo escaleras y casi para llegar a la cúspide, la señora Fibi abrió una puerta que las llevó a una gran habitación; tenía una suave cama en el medio, al lado una pequeña ventana que dejaba entrar un delicioso aire y permitía admirar el hermoso paisaje. Poseía su baño personal, una mesita con espejo y algunas cosillas, también un armario; las paredes eran de piedra, como todo el castillo, y el frío, delicioso, inundaba cada rincón del cuarto.
—Esta será su habitación —dijo la señora Fibi dándole la llave del cuarto.
—Muchas gracias, es hermosa —respondió asombrada la chica—. Qué bello cepillo —dijo tomando un cepillo de plata que yacía sobre una mesita, tenía grabada una «S» y el escudo de la familia Constela.
—Era de la princesa Sofía —explicó la señora Fibi sonriente.
—¿La princesa Sofía?
—Fue la segunda hija de los Reyes pero falleció en un río cercano, fue una lástima, casi nadie habla de ello —contestó la mujer—. Pero mire, también aquí le colocamos algunos vestidos que eran de la Reina, yo creo que a usted le quedarán muy bien. —Caminó hacia el armario de caoba y lo abrió, allí se encontraban muy bien acomodados los finos vestidos, la señora Fibi tomó uno que Esmeralda reconoció de inmediato—. Este era su favorito.
—¡Pero si ese vestido yo lo hice! —gritó tomando el vestido azul turquesa que había diseñado muchos años atrás en el taller de Lizonia—. ¡No puedo creer que en verdad le haya gustado!
—Lo usaba muy frecuentemente, decía que poseía algo que la hacía sentir muy bien... ella misma decoró esta habitación años atrás, muchas cosas de ella fueron pasadas para acá. Ya no hay ninguna dama en este castillo, ahora usted es la única —explicó sonriente la señora Fibi, de pronto, llegó el peludo Seo haciendo un alboroto y dirigiéndose hacia Esmeralda.
—¡Seo! —saludó alegre la muchacha—. Eres un peludo travieso, eres un buen amigo, un gran amigo.
—Señorita Esmeralda —llamó la señora Fibi—, tenemos que acudir con el Rey.
—Vamos, quédate aquí, travieso —dijo la muchacha acariciando al perro que se quedó tendido en el piso.
La señora Fibi la llevó hacia otra de las torres que tenía un enorme salón, éste poseía una gran ventana que también daba a las espléndidas y lejanas montañas, a los bosques y a los hermosos cielos nublados que cubrían a toda la región de Nitris; lucía una biblioteca y unos elegantes sillones alrededor. Al fondo estaba el rey Ciro y, a su lado sosteniendo una charola, se encontraba Ezra vestido con un elegante uniforme negro con botones dorados brillantes y mangas y cuello sobresalientes.
—Esmeralda, me alegra tenerte con nosotros, ven toma asiento —indicó amablemente el Rey ofreciendo asiento en uno de los elegantes sillones, tomando al mismo tiempo el que estaba justo en frente—. Ezra, ¿serías tan gentil de traernos unos Ífuos? —solicitó Ciro sonriendo al muchacho que se quedó inmóvil unos segundos, después respiró hondo y correspondió la sonrisa.
—En seguida, majestad —contestó forzadamente y salió del cuarto.
—Espero que le haya agradado el castillo, la señora Fibi le mostró solamente algunos lugares, los demás tendrá que aprenderlos por usted misma —explicó tranquilamente—. Verá, la he traído aquí para explicarle un par de situaciones sobre el reino. Imperia no es un lugar con muchas dificultades. Mis padres y sus antecesores se encargaron de dejar un reino sólido y próspero para todos nosotros; aunque, todo reino tiene sus problemas, ¿no es así?... Gracias, Ezra —dijo el Rey mientras tomaba la taza de la charola del muchacho que acababa de regresar.
—Gracias —expresó Esmeralda tomando la taza con una sonrisa causando que el muchacho le hiciera una mueca y regresara a su inmóvil posición.
—Todo esto me lleva a explicarle los dos problemas más grandes con los que está lidiando nuestro reino, uno es interno y el otro es externo. El primero es con nuestras regiones, se escucharon por ahí rumores de que Farblán y Alúan planean un levantamiento en contra del mandato mío y me gustaría que sientan que los escucho antes de cualquier otra cosa. El segundo es también basado en rumores y es un poco más grande y grave, resulta que el reino de Nauqueliter planea invadirnos —explicó el rey Ciro causando asombro en la chica.
—Eso es terrible, majestad.
—Te repito que, por el momento, son puros rumores, aunque para ello también tengo una solución planeada. Quisiera hablar primero con los mandatarios de Yosai para ver si podríamos negociar algún tipo de acuerdo que beneficie también a Nauqueliter —concluyó el apuesto hombre.
—Yo no entiendo qué es lo que tengo que hacer —confesó la chica confundida.
—Bueno, en primer lugar, como el nombre de su cargo indica, deberá darme consejo; en segundo, sería de gran utilidad si pudiera servirme como conexión con el pueblo, especialmente con las regiones de Farblán y Alúan. Pronto la enviaré a un viaje en el que los visitará —relató Ciro sonriente mientras entregaba la taza vacía a Ezra—. Pero... Por ahora quisiera que hablaras con mi Ejército Rojo, específicamente con su líder. Necesito saber si contamos con suficientes soldados como para defendernos de una invasión; también quisiera que averiguaras su estructura y estrategia y me des tu opinión sobre ella, ¿entendido? —terminó de explicar tranquilamente el rey Ciro.
—Disculpe, su majestad...
—Ciro —corrigió el Rey sonriente.
—Ciro, pero, ¿por qué confía tanto en mi? Apenas me conoció hace unos días y ahora soy consejera y me encarga todo esto —preguntó la chica algo extrañada.
—Es un instinto, una intuición. Así elegía mamá a sus sirvientes más allegados —explicó Ciro recordando—. Así eligió a la señora Fibi... Ezra, acompaña a Esmeralda al campo de entrenamiento principal del ejército, por si necesita algo.
—En seguida, alteza —accedió Ezra haciendo una ligera mueca al tener que reverenciarlo.
Los muchachos salieron de la habitación bajando las escaleras y siguiendo las instrucciones que el Rey les había dado para poder llegar al lugar señalado. A mitad del camino se les unió Seo que se puso muy feliz de verlos a los dos, los chicos lo acariciaron, ya que a él le debían su reencuentro, y continuaron su camino.
Todo el castillo tenía un aire de frescura. Entraron por un túnel que parecía oscuro, pero que poseía una ligera luz que anunciaba el campo de entrenamiento del ejército del Rey.
—¿Puedes creer que estemos aquí? —dijo emocionada Esmeralda.
—Lo que no puedo creer es que me hayas metido en esto —reprochó Ezra mirándola con sus grises ojos.
—Sé que no terminas de tragar a Ciro, pero velo de esta manera: ¡Vivimos en el castillo de Nitris! Justo como lo soñamos cuando niños —rió emocionada la chica.
—Es fácil para ti decirlo, tú eres consejera y yo, apenas un sirviente —declaró su amigo disgustado.
—No te quiero ver triste, Ezra —dijo la muchacha colocándose frente a él—. Quisiera que seamos ese par de mejores amigos que éramos antes, divirtiéndose mientras ven su sueño convertido en realidad, ¿sí? —Él chico la miró un instante y tomó una bocanada de aire.
—De acuerdo —accedió el muchacho sonriente—. Hemos llegado. ¿Quién será el superior aquí?
—No lo sé, tendremos que buscarlo —respondió Esmeralda admirando a un montón de hombres rudos con armaduras brillantes que se enfrentaban a manera de práctica una y otra vez. Seo se asustaba de repente con el sonido de las espadas, pero las caricias de la chica lo tranquilizaron.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó una voz que Esmeralda reconoció de inmediato.
—¡Iniesto! —gritó la muchacha al girarse y encontrar a su amigo montado en Trinity.
—¿Esmeralda? —preguntó sorprendido—. ¿Qué haces aquí?
—Aquí trabajo —contestó la muchacha—. ¡Cuánto tiempo sin verte!
—Espera a que Dimitri te vea.... ¡Dimitri, ven aquí, holgazán! —gritó y se escuchó el trotar de un caballo.
—¿Qué pasa?... ¿Esmeralda? ¡No puedo creerlo! ¡Eres tú! —expresó sorprendido el muchacho al tiempo que bajaba de Ánimus para abrazarla—. ¿Y quién es él?
—Oh, claro, por poco lo olvido... Chicos, él es Ezra, es mi mejor amigo y Ezra, ellos son Dimitri e Iniesto, unos de los grandes amigos que tuve en el Coralli.
—Un placer, chico —saludó Dimitri mientras estrechaba la mano del confundido Ezra—. ¿Qué hacen aquí?
—Vinimos a hablar con su General. ¿Quién de estos caballeros es? ¿No me digan que son ustedes? —preguntó emocionada la chica causando que Dimitri e Iniesto se voltearan a ver.
—Bueno... No realmente, tenemos un rango alto, no te lo puedo negar, pero... Nuestro superior es... Algo...
—¿Quién les dijo que podían venir a mi campo, pedazo de sabandijas, a distraer a mis soldados? —Llegó sobre un caballo gris que parecía muy bravo, una mujer de cabello corto y color de fuego, con piel blanca como porcelana, ojos verdes y severos, y orejas ligeramente puntiagudas—. ¡Respóndame de inmediato!
—General Celta, los ha enviado el Rey para hablar con usted —respondieron Dimitri e Iniesto arrodillándose precipitadamente.
—¿Ella es la General? —preguntó Esmeralda sorprendida.
—¡Sí, muñequita de porcelana! Si tienes algún problema con eso mejor lárgate porque las cosas seguirán así —dijo agresivamente la chica.
—Solamente quiero que me diga con cuántos soldados contamos y...
—¡Mejor cállate y asegurame que te ha enviado el Rey! Seguramente ni siquiera lo conoces en persona. ¡Fuera de mi campo! Deja de interrumpirnos en la practica o de lo contrario te arrancaré la cabeza con mis propias manos —contestó la chica bruscamente para después irse en su enorme caballo.
—¿Qué le pasa? —preguntó Esmeralda ofendida.
—Es algo.... Especial. —explicó Iniesto sonriendo.
—Celta es una pesadilla —declaró Dimitri pasándose la mano por la cabeza—. Deberías ir con el Rey para que hable con ella.
—Lo haré. Lo siento, chicos, pronto regresaré con ustedes —afirmó sonriendo.
—De acuerdo, adiós Esmeralda. Nos veremos luego, amigo —sonrió Dimitri subiendo a Ánimus al igual que su amigo a Trinity.
—¡Adiós! —se despidió ella emocionada, después le dio una suave palmadita a Seo para que los siguiera de regreso—. No puedo creer que los haya encontrado aquí.
—¿Ahora qué haremos? —preguntó Ezra mirando a su amiga.
—Pues regresar con el Rey... Supongo... Mira eso de allá —dijo señalando una parte del bosque.
—¿Qué cosa? —cuestionó el muchacho tratando de ver algo.
—Sígueme —pidió Esmeralda caminando por entre los soldados y armas hasta llegar al final del campo en donde había una enorme roca que iniciaba un largo puente de piedra. La chica corrió a través del puente seguida por su amigo y Seo, se detuvo a la mitad y admiró todo el paisaje. Justo como lo describió Nereida: Montañas tan lejanas, pero que se sentían como parte de ti, la más deliciosa neblina del mundo; paisajes verdes e imponentes, el viento que soplaba tan fuerte como podía todo el tiempo; el agua corriendo por doquier, cayendo desde altos acueductos hasta pequeños riachuelos que andan por el suelo. La naturaleza y el pueblo uniéndose de una manera espléndida, el galopar de los caballos, el sonido del águila y la libertad de esa tierra. El viento comenzó a soplar muy fuerte, tanto que hacía que volara el cabello de ella y de su amigo, al mismo tiempo, sus ropas se movían como suaves olas en el mar. Esmeralda abrió los brazos como a punto de darle un abrazo al paisaje y los mantuvo ahí.
—¿Qué sientes? —preguntó su amigo notando que la chica sonreía al tiempo que el aire acariciaba sus sentidos.
—Libertad —expresó la chica mirándolo—. ¡Libertad!
—¿Sabes qué hay más allá?
—Llevo tanto tiempo como tú aquí —rió la chica siguiéndolo.
El puente unía al castillo con un enorme bosque, había un kiosco de piedra cubierto por enredaderas, tenía flores secas en el piso. Los muchachos y su fiel compañero entraron curiosos y tomaron algunos pétalos.
—¿Por qué estará abandonado? —dijo Ezra recargándose en un barandal.
—No tengo idea, pero es una lástima... Ya es tarde —recordó la muchacha mirando desde el kiosco el hermoso paisaje.
—Lo mismo me dijiste cuando me contaste por primera vez lo del Coralli y tuvimos que volver con tu madre... Por cierto, ¿cómo está ella? —inquirió él entusiasmado.
—Casi no le he escrito desde que me gradué —confesó ella tristemente—. Pero... Si es cierto que el Rey me enviará a Alúan, quiero darle una agradable sorpresa con tu presencia.
—Yo no fui invitado —recordó Ezra mirando el paisaje junto a ella.
—Ese no es un problema, tengo una idea, pero necesito que esa tal Celta ponga de su parte y si hago un buen papel, entonces todo estará arreglado —explicó vagamente Esmeralda.
—Confiaré en ti, y, ahora que no tenemos prisa...
—Tenemos que regresar al castillo —interrumpió Esmeralda.
—Bueno, de camino al castillo, podrás contarme lo que pasó con tu vida —terminó de decir Ezra sonriendo—. Usted primero, señorita consejera —expresó burlonamente el muchacho dándole el paso para salir del kiosco y regresar al castillo.
—Gracias, barón von tonto —rió la chica—. Pues... Después de que te llevaron, mi madre me ayudó a superarme, me recomendó para un trabajo como recolectora de cerezas.
—¿Y no acabaste con el bosque? —preguntó sonriente el muchacho recordando que a su amiga le fascinaban esas pequeñas frutillas.
—Allí conocí a mi mejor amiga, Kimiosea —continuó diciendo la chica mientras atravesaban el puente—. Juntas reunimos niros para solicitar la beca completa del Coralli. Estuvimos a punto de no entrar, pero tu oportuna bolsita de niros apareció en el momento indicado salvando nuestra oportunidad.
—No he escuchado ese «gracias» —dijo Ezra colocándose una mano sobre la oreja.
—Gracias —expresó la chica sonriendo—. Cuando entramos conocimos a otras amigas: Shinzo y Nereida. Nosotras cuatro nos acompañamos incondicionalmente durante todo el Coralli, también conocimos a los chicos que acabas de ver: Dimitri e Iniesto. Iniesto se casó con Nereida y tienen un hijo llamado Ushán; cuando nos graduamos ellos se quedaron en su casa en Noif. Kimiosea no tengo idea de dónde esté, al igual que Shinzo, acabo de encontrar a Dimitri y yo, pues a mí me contrató la Lirastra Fidanchena.
—Suena fino —comentó el chico pasando cautelosamente por el campo de práctica para llegar al túnel.
—Pues es horrible, todo es tan rígido y con tantas reglas, pero ahí conocí a la niña Diesta, una persona muy especial. Y ahora estoy aquí. ¿Qué me dices tú? —concluyó la chica.
—Vaya, pues la verdad no sé qué pasó, compartía celda con mis padres. En una ocasión se los llevaron y jamás volvieron —comenzó a relatar con tristeza—. La reina Mickó me decía que no podía liberarme, pero que estaba en contra de mi encierro. Me llevaba comida y era mi única compañía. Un día ya no regresó, jamás pensé que...
—Nadie lo hubiera imaginado —interrumpió Esmeralda ahorrándole las tristes palabras.
—Cierto... De ahí en fuera sólo era charlar con ratas y contar historias... A las ratas —comentó en tono cómico el muchacho tratando de recobrar el buen humor.
—¡Lo bueno es que ya nadie nunca nos separará de nuevo! —rió Esmeralda subiendo junto con Seo y su amigo las escaleras.
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-Sweethazelnut.
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