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82. El plan maestro


La mañana y el sutil aroma a canela y manzana que desprendía Seo la despertaron, todavía tenía los ojos hinchados y mantenía la mirada perdida. Las mucamas le mostraron un programa especial que incluía varias actividades para los invitados, una hora de té para las damas y distintas reuniones para los caballeros.

La Lirastra Fidanchena y la Lirastra Bisnia fueron a visitarla más tarde. Después de un largo interrogatorio la Lirastra Fidanchena decidió que sería mejor que se quedara a reposar para asistir completa al segundo baile, ya que le horrorizaría quedar avergonzada por una dama que tenía aspecto paliducho y desaliñado. Seo jamás se separó de su lado, la chica se hundió en la cama junto al amigable perro, no quería descansar hasta hallar algo que pudiera salvar a Ezra para no perderlo de nuevo. De pronto el perro ladró y como por arte de magia la chica recordó las palabras de su amigo: «Hay tres guardias que se encargan de los prisioneros, ellos están planeando un gran robo a Ciro.» Era la oportunidad perfecta, ahora tenía un punto de inicio y no le fue difícil tratar de intuir lo que podría hacer gracias a ello.

Esperó ansiosa la noche, arregló a la Lirastra Bisnia y al final se preparó de la manera más sencilla que pudo, y que le fuese permitido por la Lirastra Fidanchena, para después partir hacia el segundo baile.

Fue menos rígido que el primero, después de varias horas de convivencia ya todos tenían a los predilectos para charlar, comer o bailar.

Seo bajó con la chica, ahora era el acompañante de la muchacha a donde quiera que fuese. El rey Ciro, apuesto como siempre, saludó a todos con esa mirada que derretía a Esmeralda, pero no dejó que aquello la distrajera del objetivo; así que como lo planeo, esa misma tarde, tomó su pañuelo y trató de colocarle el mayor número de bocadillos finos que pudo tomar con discreción, después amarró las puntas del pañuelo y se escabulló, junto con el perro, al pasillo en donde estaba la puerta de los calabozos. Para su buena suerte la puerta estaba abierta, de nuevo, así que bajó con Seo a buscar a su amigo.

—¡Ezra! —gritó al verlo y corrió para darle un complicado abrazo—. Te traje algo para que comieras —explicó dándole el pañuelo.

—Huele delicioso, muchas gracias —dijo el chico sonriéndole mientras deshacía el nudo del pañuelo—. No sabes qué alegría me da poder tener a mi mejor amiga junto a mí.

—Pensé en algo para sacarte de aquí —soltó la chica ansiosa causando sorpresa en su oyente.

—¡Dime! ¡Estoy dispuesto a lo que sea! —expresó el muchacho que anhelaba poder salir de ese horrible lugar que destruyó su vida para siempre.

—Los guardias que mencionaste el otro día, los que planean robarle al Rey —explicó Esmeralda sonriendo.

—¿Qué hay con ellos? —preguntó el chico llevándose un humeante bocado a su hambriento estómago.

—Cuéntame detalladamente ese plan que escuchaste —pidió la muchacha al tiempo que Seo se acurrucaba junto a ella.

—Bueno, son tres guardias. Escuché que uno de ellos es bastante tonto y los otros dos planean dejarlo "vigilando" pues si los persiguen será el único al que atraparán, lo incluyeron en el plan pues escuchó mientras planeaban todo esto los dos primeros —comenzó a decir Ezra—. Según tengo entendido actuarán mañana, uno de ellos se disfrazará de invitado, un supuesto ilusionista de alguna región; el otro fingirá que intenta detenerlo, pues seguirá vestido como guardia, y al final fingirá ser secuestrado por "el ladrón". Quieren convencer a Ciro de que se preste para un truco de ilusionismo, como al tipo ese le encanta llamar la atención seguramente aceptará, escuché que le lanzarán un dardo con sedante y cuando menos lo espere ya lo tendrán acorralado con espadas filosas. ¿Qué te parece?

—Es perfecto —pronunció la muchacha deteniéndose un momento para pensar y después sonriendo—. ¿En dónde estará el tercer guardia?

—Aquí, ¿por qué? ¿Quieres que nos aliemos con ellos? —preguntó Ezra confundido.

—¡Claro que no! Quiero que los delatemos —dijo Esmeralda feliz de poder haber encontrado una solución.

—¿Delatarlos? Yo no quiero salvar a un mocoso malcriado que acabó con mi familia y mi vida —reprochó su amigo de inmediato.

—Yo lo sé, Ezra, pero tienes que confiar en mí, es la manera correcta. ¿Quieres escuchar mi plan? —propuso la chica mandando una mirada que contenía un poco de obligatoriedad causando que el chico asintiera resignado.

La chica relató el plan al muchacho paso por paso, parecía que realmente iba a funcionar y, al ganarse la confianza del Rey, podrían apelar por la libertad de Ezra. Esperando que los ladrones no fuesen demasiado agresivos y pidiendo que todo fuese a salir bien, se tuvieron que despedir de nueva cuenta, algo que ambos odiaban, pero entendían a la perfección que era necesario para, al menos hacer el intento, de que su plan no fuera revelado, ni sus pequeños encuentros de diez o quince minutos.

El siguiente día fue tan corriente que Esmeralda inventó que no estaba bien dispuesta para poder asistir a las actividades, así que, como en el día anterior, solamente esperó ansiosamente la llegada de la noche; la hora de poner las manos en el fuego para ver si con eso podía ayudar a su mejor amigo, Ezra.

El tercer baile parecía mucho más animado que los dos anteriores. Nadie quería que todo eso se terminara, así que había más personas bailando de lo normal, además de que ya había un grupo de damas cotilleando a los costados. Como siempre Esmeralda estaba sola, traía con ella un bolso con lo necesario para cumplir con el plan, no quería perder mucho tiempo así que actuó de inmediato, se escabulló, una vez más, a los calabozos, sólo que ésta vez no se encontraba abierta la puerta, así que llamó a ella con calma, respiró profundamente y trató de poner su mejor cara para cuando abrieran. Un guardia, el tonto seguramente, abrió lentamente preguntando la razón de Esmeralda. La muchacha le sonrió tiernamente y le dijo que el Rey detectó un olor desagradable en el salón y que le había ordenado que revisara si los calabozos eran el foco de aquella desagradable fragancia que se colaba en el castillo. El hombre le creyó fácilmente sin hacer muchas preguntas.

—¿Tardará mucho, señorita? —preguntó el guardia tranquilamente.

—Para nada... ¿huele eso? Creo que el olor viene de aquel lugar —mintió la chica señalando el lugar donde estaba Ezra—. Necesito revisar todo esto pero requiero estar completamente a solas.

—Por supuesto, aquí tiene la llave. No se preocupe ese prisionero casi no se mueve y dudo mucho que le haga algo, estaré rondando por allá si me necesita —dijo extendiéndole una llave y caminando por un pasillo oscuro. La chica no perdió ni un segundo y abrió a toda velocidad la celda de su amigo—. ¡Ezra! ¿Estás listo?

—¿Trajiste la capa? —preguntó el muchacho mientras su amiga asentía y sacaba de su bolso una capa muy bien doblada—. Aún estamos a tiempo para recapacitar, es decir, ¿ya estoy libre, no? Podemos huir.

—Pero creerán que te has escapado, te mandarán buscar y te encontrarán tarde o temprano. Te quiero libre pero para siempre —explicó la chica y el muchacho suspiró.

—Entonces, estoy más que listo —pronunció él armándose de valor.

Los chicos caminaron hacia la puerta de salida, no había señales del guardia, así que Ezra se detuvo para colocarse una larga capa azul que lo cubría desde la cabeza hasta los pies. Esmeralda caminó y encontró un adorno que contenía un par de espadas, arrancó con dificultad las armas y se las dio a su amigo. Ambos entraron al salón de baile, la música era elegante y tranquila. Ezra se mantenía en las sombras ocultando las espadas. Todo parecía tranquilo, hasta que apareció ese personaje extraño, un hombre con una capa negra y antifaz de colores.

—Su majestad —dijo el hombre reverenciando al Rey que se encontraba al centro del salón.

—¿Cómo le va, caballero? —respondió amablemente el rey Ciro.

—Muy bien, excelencia, no sabe el tiempo que he esperado para conocerlo —expresó sonriendo maliciosamente.

—Bueno, me halaga. ¿De qué región nos visita? —preguntó el Rey sonriente.

—Soy de Figgó, su majestad, ahí soy un destacado ilusionista —explicó el hombre haciendo otra reverencia.

—¿Ilusionista? Me encantaría ver una demostración —pronunció el rey Ciro al tiempo que el hombre esbozaba una gran sonrisa.

—Será un enorme placer —El susodicho pidió espacio y los invitados se apartaron.

—Su majestad —dijo el guardia que también estaba involucrado—, no confíe en este extraño.

—No te angusties, yo sé cuidarme solo —rió el joven Rey preparándose.

El hombre se quedó inmóvil unos segundos. Ezra lo miró de lejos y comenzó a caminar hacia aquella escena. Esmeralda tomó una de las bandejas de plata y siguió a su amigo, el misterioso hombre sacó de su manga el dardo y tomó impulso para lanzarlo, el dardo voló en dirección al Rey, cuando se encontraba a mitad de camino fue detenido por una de las espadas de Ezra.

El Rey se quedó sorprendido, el hombre sacó una espada y trató de atacar al chico pero Ezra se la arrebató en un segundo con sus dos espadas, el otro guardia trató de atacarlo por la espalda pero fue noqueado por la bandeja de plata que Esmeralda lanzó a lo lejos. Los invitados estaban aterrorizados, de pronto llegó el tercer guardia y al notar aquella escena en la que sus compañeros se encontraban en el suelo y desarmados no hizo más que soltar su espada. Un montón de guardias llegaron de inmediato.

—¿Pero qué es esto? ¡Que alguien me explique qué es lo que sucede! —exigió el rey Ciro confundido.

—Su majestad —dijo Esmeralda haciendo una reverencia—. Estos tres guardias suyos planeaban robarle, mire.... Aquí está el dardo que le lanzarían —explicó la muchacha señalando el dardo roto en el suelo.

—Pero si usted es la bella Esmeralda —recordó el Rey sonriendo—. ¡Guardias! Llévense a estos revoltosos —ordenó señalando a los inconscientes.

—Escuchamos el plan de estos bribones y vinimos a salvarlo, su majestad —dijo la muchacha satisfecha por lo que había sucedido.

—¿Escucharon? —repitió tratando de entender a la chica.

—Sí, su majestad... Él es Ezra —comenzó a explicar Esmeralda tomando a su amigo por el brazo y quitándole la capucha—. Ha sido prisionero muchos años, pero fue debido a un error, ahora se encuentra arrepentido y lo ha demostrado muy bien hoy, creo yo. Él fue el que apeló para salvar su vida, excelencia.

—Ya veo —expresó el Rey sonriente mientras los guardias se llevaban a sus tres ex compañeros a los calabozos—, pues, es un verdadero placer sentirme protegido por tan bellas manos —afirmó el rey Ciro besando la mano de Esmeralda—, y por tan valiente caballero. —continuó diciendo el hombre mirando a Ezra que le sonrió forzadamente—. Pero, algo así merece una recompensa.

—Solamente pedimos su libertad —dijo Esmeralda reverenciando al hombre.

—No, esto merece mucho más... ¿De qué región viene usted, señorita? ¿Es acaso princesa, duquesa o algo parecido? —preguntó el rey Ciro sonriendo.

—No, su majestad, soy dama de compañía en Kánoa. Vengo acompañando a la Lirastra Bisnia —explicó la muchacha confundida por las preguntas del Rey.

—¿En dónde está la Lirastra Bisnia? —preguntó en voz alta el hombre.

—Aquí estamos, su majestad, yo soy su madre la Lirastra....

—Fidanchena, lo sé —terminó el Rey la frase de la mujer que salía de entre los invitados acompañada por la Lirastra Bisnia—. He buscado por mucho tiempo a alguien que sea de absoluta confianza, que no me traicionara jamás... Creo que la he encontrado. Lirastra Bisnia, ¿me permitiría quedarme con su dama de compañía para convertirla en mi consejera? —preguntó causando impresión en todos los presentes pero, principalmente, en Esmeralda.

—Su majestad, por supuesto, sus deseos son órdenes para nosotras —dijo con tono adulador la Lirastra Fidanchena contestando por su hija, la cual, al encontrarse con la mirada del Rey asintió suavemente.

—¿Y usted aceptaría? —preguntó el rey Ciro mirando a Esmeralda, la cual aceptó sonriendo—. En cuanto a usted, valiente joven, no puedo darle un puesto tan alto como el de esta hermosa señorita; pero puedo contratarlo para que trabaje aquí en el castillo como un sirviente, obviamente concediéndole su libertad. ¿Aceptaría este puesto o quisiera que le facilitara su transporte a alguna región? —cuestionó amablemente el Rey.

—Yo... —comenzó a decir Ezra, el muchacho quería irse de aquel lugar, pero su amiga lo miró como implorándole que se quedara—. Acepto el puesto.

—Pues entonces, ¡qué continúe el baile, que este reino ya tiene una consejera real! —indicó el rey Ciro sonriente causando que la gente que asistió a aquel baile sintiera más que él era el mejor gobernante que pudieron haber tenido.

—¡Que viva el rey Ciro! —gritó uno de los invitados que vitoreaba acompañado del resto de los invitados que llenaban con aplausos a todos.

—Llamen a la señora Fibi, que lleve a este valiente caballero a que se acomode. Colóquenle agua caliente en la bañera, llévenle algo de comer y asígnenle una habitación —ordenó el Rey a una de las mucamas que reverenció y partió para después regresar con la regordeta señora que se llevó a Ezra.

Esmeralda no podía creerlo, ahora estaría con su mejor amigo cumpliendo su sueño, ese sueño que había guardado por tantos años ahora era realidad, viviría en el castillo de Nitris. No podía evitar sonreír todo el tiempo y reírse de vez en cuando, era como si la alegría la recorriese por doquier, y, como si cumplir su sueño no fuese suficiente. Se la pasó bailando toda la noche con el rey Ciro, aquel amor platónico que había visto por primera vez muchos años atrás.

La noche duró milenios para Esmeralda, pues descansaba toda su alma en los ojos del Rey. Cuando fue hora de despedirse, la chica suspiró fuertemente y se fue flotando entre nubes hacia su habitación.

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-Sweethazelnut.

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