73. El último día del terror
Y así como relató el sabio profesor se dio todo, poco a poco las cosas fueron tomando su forma y aquellos últimos tres meses que les sobraba juntas se escaparon volando como hojas en otoño.
Aquel era el último día que Esmeralda pasaría en el Shésimu, realmente el último. Después de aquello seguirían los exámenes, posteriormente un día libre, después la entrega de boletas y al final el gran baile de graduación. Finalizando empacarían todas sus cosas para partir al viaje de selección e iniciar una nueva etapa de sus vidas.
Así pues, Esmeralda partió con aire nostálgico a la cafetería, notaba todo lleno de un olor distinto, algo que la inundaba y le hacía recordar aquel momento en el que entró por primera vez al establecimiento. Al finalizar aquella jornada pasaría con Amalia para tramitar su renuncia y dejar su puesto vacante. En cuanto atravesó la puerta, Cindél se acercó a ella sonriente.
—¡Esmeralda! —gritó la muchacha animada—. ¡Wolt me pidió ser su novia!
—¡No puedo creerlo! —contestó Esmeralda abrazándola—. ¡Qué alegría me da por ustedes! Cindél... Tengo una mala noticia.
—¿Qué sucede? —preguntó aún con una sonrisa en la boca.
—Me voy a ir, hoy es mi último día —confesó la muchacha bajando la mirada.
—¿Qué?, ¿por qué no nos lo habías dicho antes? —preguntó Cindél eliminando su alegría.
—No encontraba palabras para decir adiós, pero tú sabes que el curso termina en unos días y yo ya estoy en cuarto grado —explicó Esmeralda. Cindél recordó que aquello era cierto y expresó un gesto de tristeza—. Iré al viaje de selección, si una dama me elige me quedaré a vivir allá, pero si no, entonces regresaré a Lizonia a ayudar a mi madre y te podré visitar.
—Esmeralda, no sé qué haré sin ti, todo será muy triste —expresó Cindél mirando a su amiga.
—No te preocupes, todo estará bien —tranquilizó la chica a su compañera—. Estoy segura de que encontrarás a otra persona con la cual compartir todo esto, así como yo lo hice cuando te conocí.
—Te quiero, Esmeralda —dijo Cindél y le dio un abrazo.
—Yo igual, Cindél, fuiste una gran amiga para mí
Esmeralda soltó una lágrima y después se dirigió a las mesas para comenzar a realizar la última rutina en el Shésimu.
Fue una tarde tranquila, ya fuese coincidencia o una obra del destino, pero casi no hubo gente aquella tarde. Así que con toda la calma del mundo, Esmeralda disfrutó atender sus mesas, platicar de a ratos con Cindél e incluso unos pocos minutos junto a Wolt y a Kuri.
La tarde tenía una esencia muy dulce, el sol entraba en las ventanas de una manera mágica, todo parecía parte de un paisaje perfecto, un paisaje de despedida lleno de paz.
Aunque las horas se pasaron lento, la jornada terminó. Esmeralda pasó con Amalia, la cual lamentó mucho que ella ya tuviese que continuar, aunque le deseó la mejor de las suertes. Al terminar, se dirigió a la cocina para despedirse por última vez de sus dos amigos Uvruam.
—Es hora de irme —dijo la muchacha mientras entraba a la cocina.
—Cuídate, Esmeralda, nos veremos la próxima semana —respondió Kuri guardando unos trastos.
—No, Kuri, yo ya voy en cuarto grado, recuerda. El curso de las damas de compañía solamente dura cuatro años.
—Es cierto —recordó Wolt mirando a su amiga.
—¡Esmeralda! —dijeron ambos y abrazaron a la muchacha.
—Lo siento, muchachos, pero estoy segura de que los podré seguir viendo en el futuro. Ustedes son Uvruam tan talentosos que estoy segura de que los palacios los tendrán ahí en sus cocinas.
—¡Muchas gracias! Sabes que te deseamos la mejor de las suertes —expresó Kuri sonriéndole.
—No hay de qué, chicos, y mucha suerte con Cindél, Wolt —concluyó la chica y le dio un abrazo a este último.
—Adiós, chica nueva —se despidieron sus amigos con un aire de tristeza.
La muchacha les sonrió y salió por la puerta de atrás, aquella por la que entró hace unos años con la esperanza de encontrar algo con lo cual mantenerse durante su estancia en la escuela.
Esmeralda caminó por las calles de Cristaló, una paz increíble envolvía todo. Regresó a los dormitorios, ahí se encontraba Nereida con Ushán, esperándola pues estudiarían para el día del terror.
Sacaron un montón de libros y cuadernos con los cuales repasarían los temas vistos en clase. Era muy importante que sacaran una buena nota, pues al final del año, dependiendo de las calificaciones que obtuviese la alumna, se les otorgarían los siguientes títulos: si obtenía A1 en cinco materias era una dama de compañía «dragón», si obtenía tres o cuatro A1 sería dama de compañía «sirena», si alcanzaba solamente dos o un A1 sería una dama de compañía «hada» y si no lograba obtener ninguno terminaría el Coralli siendo solamente una dama de compañía; todo esto sobre la condición de que las únicas calificaciones que podían ser válidas serían A1 y A2. Por lo tanto ambas estaban muy atentas a poder obtener calificaciones tan altas como las que requerían para graduarse.
Las muchachas se encontraban totalmente despeinadas y desesperadas. Media noche y aún no terminaban de estudiar para obtener la perfección en sus exámenes. Daban cabezadas de sueño cuando Ushán comenzó a llorar, sus manitas las apretaba a manera de puño; Nereida se levantó y fue a sacarlo de la cuna.
—¿Por qué llora? —preguntó Esmeralda frotándose los ojos.
—Creo que tiene sueño y no lo dejamos dormir —respondió su amiga arrullando al bebé que comenzaba a tranquilizarse.
—Esto es imposible, Nereida, mañana serán los exámenes y yo estoy exhausta —comentó la chica colocando su cabeza sobre el escritorio—. ¿Me dejas cargar a mi sobrinito?
—Claro —afirmó la muchacha dándole al pequeño bebé a su amiga.
—¿Quién fuera como Ushán? Libre, sin preocupaciones, mira cómo se queda dormido en paz y despertará mañana de igual manera, en paz —declaró Esmeralda admirando al niño que se estaba quedando dormido.
—Es parte de la vida, si fuéramos como él todo el tiempo nos perderíamos de las experiencias más gloriosas —dijo Nereida tomando a su niño y acomodándolo en la cuna.
—Creo que tienes mucha razón. Ahora me iré a dormir, prefiero levantarme más temprano, ya no puedo leer otra palabra —se rindió Esmeralda y cerró su libro.
—Muy cierto, yo te sigo —secundó la chica y guardó sus cuadernos.
Las chicas no pudieron descansar del todo bien, era el momento de enfrentarse a sus exámenes finales, los cuales presentarían en cinco horas respectivamente. Cinco horas seguidas en las que las muchachas se jugaban la probabilidad de que alguna fuese elegida por una dama de categoría.
Pronto acabaría esa gran aventura que iniciaron todas juntas, pero también había un sentimiento de victoria en todo eso, después de todo, habían superado ya cuatro años de reto tras reto, de logros inigualables y de experiencias totalmente irremplazables.
Al encontrarse en la entrada de los dormitorios, como siempre, admiraron en sus rostros la inmensa nostalgia que a todas inundaba sin dudar. Esos milisegundos en los que se quedaron sin decir nada, comprendieron que aquella fue una especie de despedida silenciosa para las inseparables amigas.
Casi no hablaron de camino a la escuela, la cual, parecía mucho más vacía que de costumbre, aquel fue el día del terror más tranquilo de los tres que ya habían cursado.
Llegaron a su primer examen; la profesora Acárada procedió de la misma manera que años pasados. El examen fue una experiencia muy rara, de a ratos se sentía el estrés buscando la perfección, pero por otro se sentía la calma que inundó toda esa semana.
En el horario normal seguiría la clase de Historia, pero por ajustes de horario fue cambiado a la última hora, en su lugar tendrían el examen de Estrategia Económica. El profesor Blodin, tan serio como siempre, aplicó un no muy difícil examen, aunque resultó también muy extenso. Después, prosiguió la prueba del profesor Piuick, en el cual, Kimiosea resultó deslizarse entre las preguntas con tanta facilidad como en ninguna otra materia, eso hizo que la hora no fuese para nada estresante.
Inició después el examen del profesor Dahen, Esmeralda disfrutó mucho hacerlo. Siempre consideró aquella materia como una de sus favoritas, cosa que nunca pensó acerca de la materia de Historia, la misma que concluía aquel día de exámenes.
La muchacha realizó su prueba fácilmente, ya que por su experiencia anterior, ahora prestaba mucha más atención a las clases de la profesora Clovery. Al terminar el examen las alumnas comenzaron a salir, exceptuando a Esmeralda, la cual se quedó hasta que no había ni una alumna y se encontraba sola con la profesora.
—Esmeralda, ¿qué haces aquí? —preguntó la profesora Clovery sin quitarle los ojos a sus documentos—. Ya es hora de que te vayas.
—Sólo quiero preguntarle una cosa —dijo la muchacha caminando hacia el escritorio.
—Dime. —La profesora levantó la vista y colocó su atención en la chica.
—¿Por qué siempre me ha odiado? —preguntó la muchacha mirándola a los ojos, la mujer solamente soltó una risa.
—Nunca te he odiado, Esmeralda —respondió la educadora con una sonrisa en su boca.
—Pero...
—Si alguna vez hice algo que te hiciera pensar eso, fue porque noté que no estabas comprometida con la materia. Quería hacerte ver las consecuencias de colocar el orgullo antes del profesionalismo. Usted señorita debió enfocarse en el objetivo, no lo hizo, entonces sufrió las consecuencias de no entender esta lección y no aprobó satisfactoriamente los primeros años —explicó la profesora con calma—. Ahora que lo entiendes, los resultados son otros, ¿no es así?
—No lo había visto de esa manera —dijo Esmeralda impresionada.
—Ahora lo sabe, señorita, es mejor que se vaya a descansar —concluyó la educadora, la muchacha asintió y salió del salón.
Jamás se imaginó lo que la profesora Clovery buscaba en verdad, siempre pensó que la mujer simplemente la detestaba, por esa razón jamás ponía atención hasta que recibió esa gran lección que le dio el tiempo. Ahora veía las cosas de manera diferente, sonrió y subió hasta su dormitorio, ahí, se quedó profundamente dormida con su alma en paz.
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-Sweethazelnut.
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