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29. Regresando a casa


El sol comenzó a salir. Se escuchaban los pajarillos y el sonido de la naturaleza que apenas despertaba. Nereida les relató que en su camino al Coralli las cortinas del carruaje siempre estuvieron cerradas, así que nunca admiró realmente la belleza de aquel lugar.

Los animalillos se despabilaban poco a poco, las hojas de los árboles parecían despertar también con el movimiento del viento fresco, que a su vez, despertaba de igual manera a las muchachas. Cristaló era tan hermoso, no lo habían admirado totalmente la primera vez por la emoción de llegar a la escuela, pero eran paisajes tan mágicos y exquisitos que el corazón se agitaba con sólo echar un vistazo.

—Es hermoso —comentó Kimiosea a sus amigas.

—Es aún más hermoso Nitris —dijo Nereida mirando hacia arriba recordando.

—Sólo lo visitamos cuando falleció la Reina, pero no vimos nada más que oscuridad y tristeza —explicó Esmeralda volteando hacia el paisaje por el cual pasaban.

—Para mí es la región más hermosa y no creo ser la única que piensa eso, por algo es el centro de Imperia —continuó Nereida—. Hay montañas tan lejanas, pero que se sienten parte de ti. Siempre hay neblina, la más deliciosa neblina del mundo; se admiran paisajes verdes e imponentes, el viento sopla tan fuerte como puede todo el tiempo; el agua corre por doquier, cayendo desde altos acueductos hasta pequeños riachuelos que andan por el suelo. La naturaleza y el pueblo se unen de una manera espléndida y no quiero ni hablar del castillo de Nitris, un lugar inmenso, la corona sobre aquel paisaje; se escucha el galopar de los caballos, el sonido del águila. Se siente tanta libertan en esa tierra, jamás experimentarán nada igual.

—Mi sueño siempre ha sido conocer ese lugar, en especial el castillo —confesó Esmeralda.

—Haces muy bien en soñar, soñar te impulsa a volver ese mundo tu realidad —le dijo Nereida a sus amigas.

El carruaje salió de Cristaló y se comenzó a escuchar música extraña, admiraron cómo se acercaban hombres con zancos y resortes portando colores estruendosos en sus vestuarios y sonrientes mujeres que parecían flotar mientras daban volteretas y hacían saltos increíbles.

—¡Vengan! ¡Vengan al espectáculo de «La compañía Encinel de las Estrellas de fuego»! —decía un hombre con aspecto alegre—. ¡Esta noche, aquí en Farblán!

—Encineles —comentó Nereida—. La profesión más maravillosa.

—¿Encinel? —preguntó Esmeralda.

—Es una de las especialidades del Coralli, son del espectáculo, ¿cierto Nereida? —dijo Kimiosea.

—Míralos —indicó Nereida admirando cómo comenzaban a bailar alegremente al compás de tambores y cascabeles—. Siempre tan alegres, brindando felicidad a los demás.

—Qué hermoso —comentó Esmeralda mirando a una de las mujeres bailarinas mientras le daba una flor a una niña.

—Más que hermoso, es mágico. —Nereida estaba como embrujada por aquellos personajes, tan pintorescos, tan fuera de lugar en una región tan gris como Farblán.

—¡Señoritas! ¡Vengan a nuestro espectáculo, es hoy! —les gritó el hombre alegre a las muchachas

—Nuestras madres nos esperan, excúsenos, señor —le contestó Esmeralda y el hombre hizo una reverencia.

—Me encantaría ir —dijo Kimiosea desganada.

—Algún día los verás, es la compañía Encinel más popular de toda Imperia, van a regiones extremadamente pobres y dan un precio razonable y, si es un lugar muy humilde, las entradas son gratis, pero para las personas de clase alta el boleto suele costar 4,000 niros —explicó Nereida causando sorpresa en las demás.

Farblán como siempre fue muy aburrido, se quedaron dormidas y cuando despertaron casi era de noche. Pasaron la frontera entre Farblán y Beroa, el carruaje se detuvo un momento para que las muchachas pudieran tener algo de cenar, con suerte llegarían hasta la siguiente mañana.

Bajaron y caminaron hacia un lugar que parecía bastante acogedor, cuando entraron las abrigó un calor como de hogar. Les dieron una mesa y pidieron chocolate caliente con una merienda fuerte para aguantar todo el viaje, terminando pagaron y subieron de nuevo al transporte de la escuela. 

Cuando amaneció, admiraron una hermosa vista de Beroa. Ese olor a chocolate les abría de nuevo el apetito, así que acabaron con los frascos de cereza de Esmeralda tan pronto como ella se los ofreció.

El resto del viaje fue muy tranquilo, pasó la tarde sin contratiempos y la noche volvió a caer. Para cuando las chicas habían despertado el cochero les comenzó a pedir indicaciones para dejarlas frente a su casa, Esmeralda se recorrió a los asientos del frente para indicarle.

Mientras pasaban, los habitantes de Lizonia se quedaban totalmente maravillados por el carruaje que traía grabado el nombre de la escuela tan refinadamente. Pasaron por el riachuelo y Esmeralda vio su casa de nuevo, después de un año entero de no verla.

—En la tarde vendré a visitarlas y tal vez mi madre me deje quedarme, debo indicarle al cochero cómo llegar a mi casa —explicó Kimiosea desde el carruaje mientras Esmeralda y Nereida descendían.

—No hay problema, te esperaremos —contestó Esmeralda despidiéndose con la mano, acción que contestó su amiga.

—Así que ésta es tu adorada casa —comentó Nereida admirándola—. Es muy hermosa.

—¡Espera a que mi madre nos vea! —dijo emocionadísima la muchacha corriendo entre el pasto para llamar a la puerta. Tardó un segundo, pero abrió la hermosa mujer que Esmeralda recordaba—. ¡Mamá! —La muchacha soltó sus maletas y se abalanzó sobre su madre para darle un abrazo.

—¡Mi pequeña Esmeralda!.. Pero mírate, estás hermosa. —Sonrió Mim mientras le salían lágrimas, como a su hija—. Has de pensar que soy una ridícula —dijo la mujer a Nereida.

—Para nada, señora —contestó muy amable la muchacha—. Mi nombre es Nereida Ditón, es un gusto.

—Muy amable, jovencita. El mío es Mim Daar. ¡Pasen! Deben estar exhaustas —invitó la mujer y cerró la puerta tras ella—. Llegaron a tiempo para desayunar.

—A tiempo para no desmayarnos de hambre —le dijo Nereida a su amiga en el oído y Esmeralda se rió.

—Dejen las maletas aquí en la puerta que después yo las acomodo —dijo Mim invitándolas a sentarse en la mesa—. Preparé unos panqués tostados con salsa de cereza y te compré unos Púos en el mercado.

—Mamá siéntate, yo te ayudo con todo, no me trates como si ya fuera una dama de compañía. Sólo soy Esmeralda de vacaciones. —Sonrió la muchacha y la mujer le dio un abrazo.

—Te extrañé, Esmeralda.

—Y yo a ti mamá. —La muchacha le sonrió de nuevo y ayudó a poner la mesa.

Disfrutaron de un desayuno muy rico, tan hogareño como hace mucho que no habían probado. Se quedaron platicando un buen rato y pronto se comenzó a hacer tarde, cuando menos lo sintieron Kimiosea ya estaba llamando a la puerta. 

Mim se emocionó mucho al verla. Entre todas acomodaron las habitaciones, Esmeralda dormiría en su cuarto de siempre y Kimiosea y Nereida dormirían en la habitación que otorgaban a los huéspedes.

Se divirtieron enseñándole a Mim todo lo que habían aprendido. Le mostraron su Ópaka, su uniforme, su bolso, su capa, todo. La mujer se encontraba maravillada pues su hija demostraba un gran conocimiento y se mostraba tan refinada y diferente que parecía parte de la realeza.

La noche cayó tan rápido que no la sintieron. Kimiosea y Nereida se fueron a dormir temprano después de un largo viaje, pero Esmeralda se levantó cuando escuchó que sus amigas ya estaban dormidas.

—Madre, ¿estás despierta? —susurró Esmeralda asomando la cabeza.

—No, mi amor.

—Tengo tanto que contarte, el Coralli es maravilloso —dijo la muchacha sentándose junto a su madre.

—Lo imagino, mi vida, tú te ganaste esa experiencia —comentó la mujer acariciando sus rizos.

—Fue una desgracia lo de la reina Mickó. ¿Te enteraste?

—Sí, sí lo supe, fue muy triste. Toda Lizonia y Alúan suspendieron actividades para asistir a su funeral.

—Fui con mi escuela a su funeral, vi al rey Sáfano y al príncipe Ciro —relató la muchacha sonriendo al final.

—Si no te conociera bien diría que ese príncipe no es nada feo —dijo sonriendo la madre de Esmeralda.

—Es un sueño, mamá, pero siendo realistas, nunca lo conoceré.

—Oye, nada es imposible. Estás estudiando para ser dama de compañía de la nobleza, es más que probable que lo llegues a ver en algún baile o reunión o qué se yo —animó la mujer a su hija.

—Pues ojalá, madre, ojalá. —La muchacha sonrió y se acurrucó junto a Mim.

Las tres amigas pasaron una noche tan serena, como hace mucho no la tenían. Entre una luna inmensa sobre ellas, el sonido de la naturaleza y el pequeño riachuelo arrullándolas, no había nada más que pedir para tener una noche perfecta.

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-Sweethazelnut.

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