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14. Primer día de clases


A la mañana siguiente despertó más fresca que nunca. Se puso el bello uniforme azul y arregló un poco sus rizos negros. Nereida al parecer ya se había marchado, su cama estaba hecha.

 Esmeralda preparó el desayuno, tomó los cuadernos y libros del día y fue a la habitación de Kimiosea y Shinzo para caminar juntas hacia la escuela.

—¿Qué clase tomaremos primero? —preguntó Esmeralda.

—Una llamada «Cuidado personal» —respondió Kimiosea mirando su horario—. En el salón cuarenta y dos.

—No podré acompañarlas, yo soy del grupo «Dragón», mi horario es distinto. —Shinzo se despidió de sus amigas y caminó en busca de su salón.

Esmeralda y Kimiosea recorrieron todo el primer piso y después subieron para encontrar el lugar en cuestión. Al entrar, observaron la misma estructura que tenía el primer salón que conocieron, sólo que este tenía maniquíes guardados en una especie de bodega al fondo. Kimiosea y Esmeralda se sentaron una al lado de la otra. Cuando el salón se vio lleno, una señora de pelo cano y recogido en una perfecta cola de caballo, cuya piel lucía tan tersa como el terciopelo y poseía un porte elegante a cada paso que daba, entró al salón.

—Buenos días, señoritas —dijo con una voz dulce y suave—. Mi nombre es Erubí O'Kris y seré su profesora de «Cuidado personal». —La mujer comenzó a caminar entre las alumnas—. Seguramente se estarán preguntando el contenido de la clase...

—No necesito saber cómo cuidarme. ¿Nos enseñará cómo bañarnos? Porque yo sé hacerlo desde pequeña. —Las miradas se giraron hacia Nereida que desde una esquina había expresado esas palabras.

—Señorita...

—Nereida Ditón —respondió confiada la muchacha.

—Señorita Ditón, no le permito a nadie interrumpirme, mucho menos a mis alumnas. —La profesora le dirigió un gesto severo a Nereida que se limitó a mirar a otro lado—. Esta clase se trata de cuidado, sí, nuestra apariencia, como entenderán las damas de compañía deben estar perfectamente aliñadas y esta clase les enseñará cómo lograrlo; la primera lección será el arreglo del cabello. Ustedes dos colóquense de pie —dijo la profesora O'Kris señalando a Esmeralda y Kimiosea—. Su cabello está completamente desarreglado, les enseñaré como peinarlo y no les permitiré la entrada a esta clase sin que estén bien presentadas.

El rojo inundó el rostro de las amigas, la profesora las pasó enfrente, tomó un par de botellas, un peine y un recipiente de la bodega en donde estaban los maniquíes.

—En sus libros de texto, página cinco, encontrarán el procedimiento que les voy a explicar ahora. —La profesora tomó las botellas y las mezcló en el recipiente, después tomó el peine y comenzó a cepillar el largo cabello rubio de Kimiosea—. Esta mezcla hará que el peinado que estén realizándose a ustedes mismas, o a las princesas o reinas que asistirán, quede duradero y natural. —La profesora O'Kris le hizo una larga trenza en su cabello—. La mezcla se seca inmediatamente, noten como su peinado no revela la aplicación de nada pero esta trenza durará hasta que su compañera se cepille el cabello de noche y se asee en la mañana. —Después se dirigió hacia Esmeralda y comenzó a aplicarle la mezcla, sacó de la bodega una diadema blanca con detalles dorados y se la colocó a la muchacha, peinó con sus dedos los rizos y la miró satisfecha—. Sus rizos se ven ahora definidos, pero naturales y manejables, los rizos enmarañados los portan las plebeyas, siéntense por favor. —Las jóvenes regresaron a sus asientos—. Todas deberán peinarse con esta mezcla a diario, aunque no sea día de clase conmigo, las damas de compañía deben estar presentables en todo momento y su estadía en esta respetable escuela no será la excepción.

Cuando terminó la clase se dirigieron al salón treinta para la clase de «Estrategia Económica I». Llegando al salón vieron a un hombre de cabello rizo, ligeramente largo, y negro, al igual que sus lentes, que se encontraba en el escritorio leyendo un enorme libro. Las muchachas entraron y se sentaron juntas de nuevo sintiéndose más elegantes con su cabello arreglado, de pronto, el hombre miró de reojo los asientos, revisando que no faltase nadie, y se levantó para cerrar la puerta y colocarse en el medio.

—Mi nombre es Raidus Blodin, soy su profesor de Estrategia Económica, las damas de compañía no sólo deben ser unas caras bonitas, —dijo el profesor quitándose los lentes para limpiarlos—, también deben poseer la capacidad de escuchar, analizar y comprender perfectamente los problemas de la realeza y aunque ese es meramente el trabajo de los consejeros, ustedes deben saber qué es lo que sucede en el reino. —El profesor volvía a colocarse los lentes—. La señorita del fondo, ¿algún problema?

—No. —Nereida tenía los ojos un poco cristalinos, así que sólo desvió la mirada, como siempre.

—Bien. Aquí aprenderemos a resolver problemas usando la lógica y es un placer anunciarles que esta divertida clase durará los cuatro años que estudien en el Coralli. —El profesor Blodin tenía una pizca de ironía en su hablar—. Me parece que ustedes no se librarán de la tarea en ninguna de mis clases. Les recuerdo que los reyes eligen a una persona inteligente y de confianza para ser su consejero, si corren con suerte, deberán estar listas, y les vuelvo a recordar que esta clase no es para nada fácil.

Esmeralda miró de reojo a Nereida que observaba la ventana con un aire de tristeza.

El profesor Blodin no mentía, la clase se fue lentamente. La primera tarea no se hizo esperar, un pequeño reporte de «La teoría económica de Clarius», según el profesor, fácil de encontrar en las bibliotecas personales de las habitaciones o en la biblioteca común en el último piso de la escuela.

Y llegó la clase de «Lengua» en el salón cuarenta y ocho, apenas la tercera hora y Esmeralda estaba exhausta. El profesor Vicktous Dahen llegó muy puntual. Después de que el anciano profesor se presentase, éste repartió una serie de libros a las alumnas, algunos muy gruesos y otros muy delgados. Cuando por fin llegó el turno de Esmeralda, el profesor Dahen colocó un libro cuya portada era color aguamarina con una sirena, el título que se mostraba imponente era «Luna de agua». El escrito parecía muy extenso, así que la muchacha se limitó a mirarlo con desaire.

Cuando el profesor Dahen terminó de repartir los libros, dio la indicación de comenzar a leerlos, al final de la clase debían entregar un pequeño reporte del contenido que albergaba el tramo avanzado durante la hora; sólo un día a la semana se impartía teoría en esta materia, así que Esmeralda se relajó y abrió su libro.

En la primera página venía un pequeño dibujo de un colibrí con una rosa en su pico y después de una extensa dedicatoria, comenzó la historia.

La hora se fue y el profesor Dahen anunció el fin de la clase. Las alumnas dejaron sobre el escritorio su hoja con el reporte mientras salían del salón. Kimiosea miró a su amiga que seguía hundida en su libro, así que tomó sus cosas y la esperó junto a la puerta. Cuando se hizo más tarde la muchacha entró a despedirse de su amiga para partir a la siguiente clase.

El profesor cerró el libro de pasta café que leía y dio un pequeño saltito.

—¡Muchacha! —exclamó el profesor—, pero, ¿qué haces aquí? —Esmeralda despegó sobresaltada sus verdes ojos del libro.

—Lo siento, profesor, no me di cuenta de la hora —dijo la chica desde su asiento.

—Déjame ver qué libro tienes. —El profesor se levantó con dificultad y se sentó junto a Esmeralda— ¡Oh! Es «Luna de agua», uno de mis preferidos, es de mi autor favorito: El cazador de ideas.

—¿El cazador de ideas? —preguntó Esmeralda curiosa.

—Es su seudónimo, creo que su verdadero nombre nadie lo sabe. —El anciano fue al escritorio y de un cajón sacó alrededor de diez libros y los colocó en el lugar de Esmeralda—. Aquí la colección a la que pertenece ese libro. —La muchacha tomó uno de ellos, cuando lo abrió admiró que también tenía el colibrí y la rosa—. Soy un gran admirador de su trabajo.

—¿Los demás libros son igual a este?

—Niña, ningún libro es igual a otro, cada uno es particular sin importar que sean del mismo autor.

—Profesor... no realicé el reporte —dijo Esmeralda apenada—. Me perdí en el libro y no he escrito nada.

—Pues más vale que te apresures —contestó el profesor Dahen y regresó de nuevo a su sitio.

Esmeralda terminó el reporte, salió corriendo del salón y se dirigió al veinticuatro en donde tomaría «Historia I». Cuando llegó la puerta ya se encontraba cerrada, la chica llamó a ella y se asomó un poco.

—Buenos días, profesora, ¿me permite pasar? —dijo Esmeralda desde la puerta a una mujer de cabello largo color miel y aspecto severo.

—Pero claro que no —contestó indignada—. ¿Crees que puedes llegar a la hora que te plazca?

—No, claro que no, es sólo que...

—Nos veremos la próxima clase. —La mujer cerró la puerta y Esmeralda se quedó atónita.

Sin saber qué hacer, fue a los jardines. Caminó y caminó hasta que distanció un enorme lago a lo lejos, recordó haberlo visto antes en el mapa. Sobre el lago yacían dos puentes que se juntaban a manera de «x», la muchacha se adentró a ver qué había incluso más allá del lago. A lo lejos se admiraba un espacio con señales marcadas en el pasto que Esmeralda no lograba entender. Al terminar el lago apreció un enorme edificio, era el dormitorio de otra especialidad en la escuela. Y al pasar aún más allá vio algo maravilloso: un hermoso sauce llorón.

Mientras se acercaba notó que aquel enorme árbol aportaba una fresca sombra a su alrededor, una sensación de libertad al inhalar el oxígeno que despedía y algo más, como una especie de paz. La chica se sentó bajo la sombra de aquel frondoso árbol, al sentir el aire entre sus rizos soltó un suspiro y miró de reojo «Luna de agua» que se asomaba del bolso café en que llevaba sus libros, lo abrió y retomó su lectura.

Entre nubes y hojas Esmeralda se dejó llevar.

Le pareció que había pasado un minuto cuando se percató de que tenía que regresar. Apresuró el paso de vuelta a la escuela; sentada junto a la fuente se encontraba Kimiosea con una expresión de preocupación que hizo que Esmeralda se estremeciera.

—Hola —dijo la muchacha acercándose con cautela.

—¡Esmeralda, te he estado buscando por todos lados! No sabes lo angustiada que estaba —expresó Kimiosea sacudiendo a su amiga ligeramente.

—Lo siento, fui a explorar.

—Tendrás muchos problemas con la profesora Clovery.

—Lo sé, pero sólo llegué un poco tarde a clase. El profesor Dahen me mostró toda la colección de El cazador de ideas y tuve que entregarle el reporte al final, por eso me retrasé un poco.

—Tenemos dos horas libres, vamos a mi habitación por Shinzo y comemos juntas en el kiosco, ¿de acuerdo? —propuso Kimiosea más tranquila.

Esmeralda asintió y ambas caminaron hacia la habitación trescientos uno. Cuando llegaron, Kimiosea abrió la puerta y encontraron a Shinzo.

—¡Hola Kimiosea!

—¡Hola Shinzo!, ¿ya comiste? —preguntó la rubia entrando al cuarto con Esmeralda detrás.

—Hola Esmeralda, no te había visto —dijo Shinzo y Esmeralda sonrió amablemente—. No he comido y la verdad me muero por un bocado.

—Le dije a Esmeralda que preparáramos algo rápido y comiéramos juntas en el kiosco, ¿te parece?

Shinzo aceptó gustosa y entre las tres prepararon un guiso sencillo que llevarían en un recipiente. Cuando llegaron se acomodaron en el kiosco y sacaron los refrigerios.

—¿Cómo les ha ido?

—A decir verdad a mí me ha ido bastante bien, a excepción de la clase de la profesora O'Kris. ¡Qué vergonzoso fue cuando nos pasó al frente! —dijo Kimiosea llevándose las manos a la cara.

—A mí no me dejaron entrar a la clase de Historia —comentó Esmeralda—. Pero encontré un maravilloso lugar, lleno de paz y de armonía. Kimiosea, ¿recuerdas la cascada de Imsuro?

—Cómo olvidarla. ¡Claro que me acuerdo!

—Es una sensación parecida —continuó Esmeralda mientras llevaba un bocado del delicioso guiso a su boca.

—¿Desde cuándo se conocen? Kimiosea me contó que son grandes amigas —dijo Shinzo.

—Hemos sido amigas por casi cinco años —relató Esmeralda mientras recordaba aquel día en el que se conocieron—. Yo estaba pasando por un momento muy difícil cuando la conocí, es por eso que ahora es mi mejor amiga.

—Nos conocimos en un bosque de cerezos, ambas trabajábamos como recolectoras —explicó Kimiosea.

—¿En dónde se encuentra eso?

—En Lizonia, ambas crecimos ahí, aunque yo visitaba muy frecuentemente Alúan y considero que ese es mi segundo hogar —dijo Esmeralda.

—Shinzo, ¿y tú de dónde vienes? —interrogó curiosa Kimiosea a su nueva amiga.

—Yo nací en una región de Imperia llamada Lífinis, pero mis padres no son de aquí.

—¿A qué te refieres? —Kimiosea se acercó un poco más a ella.

—Mis padres y el resto de mi familia no son de Imperia, son de Yosai, es otro reino que se encuentra justo al lado de este.

—¿Es lindo por ahí? —preguntó Esmeralda.

—Jamás he ido, mis padres no quieren regresar nunca. —Shinzo miró hacia abajo con aire de tristeza—. No me gusta mucho hablar de eso.

Esmeralda y Kimiosea le sonrieron con amabilidad a Shinzo. Después de un rato comenzó a lloviznar, era una fresca lluvia que caía aún con el sol sobre ella. Salieron del kiosco y caminaron a los dormitorios con el objeto de dejar los recipientes en su lugar para después poder ir al siguiente periodo de clases.

Llegando a la escuela, Kimiosea y Esmeralda se despidieron de Shinzo y partieron al salón dieciocho para tomar la clase de «Geografía I». Se quedaron charlando un rato hasta que el profesor de melena color miel hasta la barbilla, nariz respingada y ojos del mismo color que su cabello, entró al salón.

—Sean bienvenidas, mis queridas alumnas —saludó el profesor que aparentaba ser mucho más joven que el resto del personal—. Mi nombre es Liam Tausum y seré su profesor de Geografía... veo que no hay caras muy felices, ¿cierto? —comentó el profesor al mirar las muecas de disgusto en las alumnas—. Pero no se alarmen, no quiero hacer de esta una clase tediosa, me gustaría que vieran la Geografía como yo la veo, como un mapa para explorar Imperia y el resto de los reinos que existen en este mundo. Cada uno es muy hermoso y extenso, ¿no les gustaría conocerlos? —El profesor miró como una alumna levantaba su mano y le cedió la palabra—. Dime tu nombre y tu pregunta.

—Mi nombre es Esmeralda Daar. Hace poco escuché acerca de un reino llamado Yosai. —Kimiosea volteó a ver a su amiga extrañada—. ¿Qué me podría decir de ese lugar?

—Gracias, Esmeralda. Bueno, Yosai es un reino muy extenso, es más grande que Imperia. Se constituye por catorce regiones. Deben saber que cada reino le otorga nombres a sus regiones por diferentes razones, aquí en Imperia se les llama así en honor a sus respectivos fundadores y allá en Yosai fueron las catorce cualidades que se creía que debía tener el reino perfecto, las que le dieron nombre a sus regiones.

—¿Y cuáles son, profesor Tausum? —insistió Esmeralda.

—Las catorce regiones se llaman: Hamoni, Kyoryokuna, Pawa, Yunitto, Heiwa, Jiyu, Ridashippu, Meiyo, Chie, Interijensu, Sonkei, Eiko, Rekishi y Kenkyo, y las cualidades que éstas representan son: armonía, que el reino fuera poderoso, que no sólo lo fuese si no que mereciera el poder, unidad, paz, libertad, liderazgo, honor, sabiduría, inteligencia, respeto, gloria, historia y humildad —contestó el profesor.

—¿Cómo es la forma de vida allá? —continuó preguntando Esmeralda.

—Es muy diferente a como es aquí, viajé hacia allá un par de años atrás y debo decirles que en aquel reino existe mucho más misticismo. Hay miles de brujos, diferente a este reino. Casi todo allá es regulado por fuerzas místicas, la misma familia real tiene la capacidad de hacer magia. —El profesor le sonrió a Esmeralda y ésta se quedó pensando en Shinzo.

La hora se fue como agua, el profesor Tausum resultó ser muy agradable e inteligente. Mientras caminaban al salón treinta y seis para asistir a «Etiqueta I» Esmeralda y Kimiosea charlaban.

—¿Porqué le preguntaste acerca del reino de Shinzo al profesor Tausum?

—Es que es raro que siendo un lugar tan bello sus padres no quieran regresar jamás, ¿no crees?

—Esmeralda, no puedes estarte metiendo en la vida de los demás. Si Shinzo no nos dijo, tal vez es porque nos conocemos desde hace dos días. Más adelante nos lo dirá, probablemente, pero mientras tanto nada de entrometerse, ¿entendido? —dijo Kimiosea.

—Está bien. —respondió Esmeralda sonriendo cálidamente.

—¿Y qué hay de tu compañera de habitación?

—¿Nereida? Es una chica extraña. Siempre trato de ser amable, pero ella simplemente no me deja, es como si estuviera enojada todo el tiempo —dijo Esmeralda lanzando un suspiro—. Pero ya verás que pronto nos haremos amigas.

Kimiosea se tomó del brazo de su amiga y ambas entraron al salón que era muy distinto a los demás, éste tenía mesas redondas con varias sillas alrededor, como en un restaurante. Las paredes y el techo tenían decoraciones finas. Cada asiento poseía frente a él platos apilados, un montón de cubiertos, copas de diferentes tamaños y servilletas. Las amigas se sentaron juntas y Esmeralda intentó hacer que Nereida se sentara con ellas, pero sólo fue ignorada. De repente el bullicio se detuvo por la entrada de una mujer alta que llevaba el cabello perfectamente liso.

—Buenos días, mi nombre es Minea Varush y tendré el honor de ser su profesora de «Etiqueta». —La mujer se mantenía perfectamente erguida—. En estas clases les mostraré el arte de ser una persona refinada, cuyos modales se muestran impecables.

Esmeralda jamás había visto a alguien comportarse así, ni hablar con tal compostura. A lo largo de la clase admiró la elegancia de la profesora y trató de imitarle lo mejor que pudo en los ejercicios.

Al término de la hora, Kimiosea y Esmeralda se dirigieron a la última clase del día que se impartiría en el salón doce. Dicho lugar era como el resto, salvo que las mesas eran para dos alumnas; así que las amigas tomaron una de ellas rápidamente. Una mujer de cabello corto y castaño entró apresuradamente al salón.

—Buenos días, alumnas, yo soy la profesora Delta Acárada y les impartiré la materia de «Contabilidad I». Este año trabajarán en equipos de dos personas, se ayudarán mutuamente a hacer los análisis financieros que les entregue. Pero no crean que se quedarán así, yo ya les he asignado equipos, así que todas colóquense de pie y pasen al frente —indicó la profesora con voz fuerte y jovial, las alumnas siguieron sus indicaciones y la profesora se colocó frente a ellas con una lista en las manos—. Mencionaré su nombre y el de su compañera, podrán tomar la mesa que deseen.

La profesora comenzó y Esmeralda veía tristemente como a Kimiosea la asignaban con otra compañera

—¡Esmeralda Daar y Nereida Ditón! —Las muchachas tomaron la primera mesa pegada a la ventana.

La docente comenzó a escribir conceptos en el pizarrón y cuando terminó procedió a explicarlos. Mientras la clase transcurría Esmeralda miraba de reojo a Nereida, la cual sólo realizaba apuntes. La clase de Contabilidad de ese día duraba dos horas, en la primera, la profesora Acárada explicó la temática de la clase y la manera en la que se resolverían los ejercicios y, en la segunda hora, escribió un ejercicio en el pizarrón e indicó que se realizara en equipo.

—De alguna manera me alegro de que nos hayan puesto como compañeras —dijo Esmeralda comenzando a escribir las instrucciones en su cuaderno.

—Yo hago la mitad del ejercicio y tú la otra mitad, cuando terminemos las juntamos y se lo entregamos a la profesora —respondió cortante Nereida para después no volver a decir una palabra hasta que la clase terminó.

Al salir, Esmeralda partió junto con Kimiosea a los dormitorios. Llegando a la habitación de su rubia amiga Shinzo las esperaba recostada sobre la cama.

—Hola Shinzo —saludó Kimiosea mientras entraba a la habitación.

—¡Qué día más pesado!

—¡Y que lo digas! Jamás había estado tan cansada —dijo Shinzo.

—¡Esmeralda! Tenemos que hacer la tarea de Estrategia Económica —recordó Kimiosea—. Shinzo, ¿no te ha tocado clase con el profesor Blodin?

—¿Blodin? No.

Kimiosea caminó hacia la pequeña biblioteca de la habitación, revisó los ejemplares pero ninguno era el que el profesor solicitó.

—No lo tenemos aquí, que raro, el profesor dijo que sería fácil de encontrar —comentó Kimiosea.

—Yo le acabo de prestar un libro llamado «La teoría económica de Clarius» a una chica del grupo «Quimera». Lo siento no pensé que lo fuesen a necesitar —se disculpó Shinzo.

—No te preocupes, pero ahora Esmeralda y yo tenemos que ir a la biblioteca en el último piso de la escuela —dijo Kimiosea.

—¡Acabamos de regresar!

—Las acompañaré, amigas, lo siento. —Shinzo les sonrió. Kimiosea y Esmeralda tomaron sus cuadernos y algo para escribir, las tres partieron de nuevo a la escuela.

Al llegar subieron una infinidad de escaleras, cuando por fin se vieron en el último piso se quedaron maravilladas. Aquello parecía un palacio, con pisos de caoba, estantes con detalles en oro y plata, y libros perfectamente alineados y clasificados. La entrada daba de frente a una mesa en donde se encontraba una señora de cabello recogido y aspecto serio que tenía una enorme pila de libros al lado suyo, al sentir su presencia la señora levantó la vista.

—¿Puedo ayudarlas en algo, señoritas? —preguntó la mujer.

—Sí, nuestros nombres son Esmeralda, Kimiosea y Shinzo. Buscamos un libro llamado: «La teoría económica de Clarius» —dijo Esmeralda.

—Yo soy la señorita Mudra. El libro que buscan probablemente esté en la sección de finanzas, se encuentra a su derecha subiendo las escaleras laterales. ¿Son de primer año?

—Sí, es nuestro primer día —contestó Kimiosea. La señorita Mudra les sonrió amablemente y las muchachas partieron en la búsqueda del libro.

La biblioteca tenía enormes ventanas. Sobre de cada sección colgaba un letrero con el nombre de la misma; al fondo había una área en donde se ubicaban mesas de trabajo, largos y cómodos sillones en los que los alumnos podían sentarse tranquilamente a realizar alguna tarea. A los costados de la biblioteca habían dos escaleras que dirigían al segundo piso, las amigas subieron por la escalera de la derecha, como dijo la señorita Mudra. 

El segundo piso era aún más bello, tenía un enorme balcón por el cual se alcanzaban a admirar los alrededores de la escuela; como comenzaba a atardecer, una luz naranja se colaba por el lugar dándole un toque totalmente mágico. Comenzaron a caminar y vieron el letrero que decía: «Finanzas». Las tres comenzaron a buscar en el lomo de los libros.

Cuando por fin Shinzo dio con el ejemplar en cuestión, caminaron hacia una de las mesas que se encontraba en el balcón y abrieron el libro. Esmeralda y Kimiosea colocaron sus cuadernos en la mesa y comenzaron a escribir sus datos, mientras lo hacían, Shinzo empezó a hojear el libro, de pronto, cayó un sobre sellado. Las tres amigas se miraron y tomaron la carta entre sus manos. El sello tenía una «C» marcada, intentaron abrir la carta, pero era imposible.

—¿Quién habrá olvidado esto aquí? —preguntó Esmeralda.

—No lo sé, pero es mejor devolverla a la señorita Nerzo. ¿No creen? —dijo Kimiosea.

—Me parece que si alguien dejó esto aquí, lo debió haber hecho a propósito —comentó Shinzo—. La carta estaba entre las hojas del libro, alguien seguro quería deshacerse de ella y la colocó ahí.

—Sí, debió ser alguien de nuestro mismo grado y, para ser más exacta, la persona que tomó este libro antes que nosotras —dijo Esmeralda.

—¿Por qué no vamos a preguntarle a la bibliotecaria? —propuso Kimiosea.

—Bien, pero primero deberían hacer su reporte ¿no creen? —recordó Shinzo a sus amigas.

Las muchachas asintieron sonrientes y, con ayuda de Shinzo, lograron terminar la tarea del profesor Blodin que ocupó casi diez hojas de sus cuadernos. Posteriormente bajaron las escaleras para ir a hablar con la señorita Mudra, la bibliotecaria.

—Hola.

—¿En qué puedo ayudarla, señorita Esmeralda?

—Queríamos saber quién fue la última persona que tomó el libro de «Las teorías económicas de Clarius» —dijo Esmeralda.

—Verán jóvenes, yo no llevo un control de los alumnos que entran o salen y mucho menos de los determinados libros que toman. Eso sólo lo hago en caso de que quieran llevarse un libro de la biblioteca. ¿Por qué lo preguntan?

—Encontramos esto en el libro —intervino Shinzo estirando la carta hacia la bibliotecaria.

La mujer la examinó con cuidado y después le echó un vistazo a la biblioteca. Era ya muy tarde y no había más estudiantes; entonces miró a las chicas y las invitó a sentarse en una de las mesas del fondo.

—Es el sello de la familia real. —La bibliotecaria esbozó una sonrisa y recorrió los detalles del sello con su dedo.

—¿La familia real? ¿Qué haría una carta de ellos por aquí? —preguntó Shinzo.

—No lo sé, pero sería muy bueno averiguarlo —contestó la mujer.

—Deberíamos devolver la carta —dijo Kimiosea—. ¿Qué tal si es urgente? Alguien la debe estar esperando en alguna parte.

—¿No sientes acaso el llamado, Kimiosea? —Shinzo tomó sus hombros y la zarandeó un poco.

—¿Cuál llamado? —respondió la chica abriendo más sus ojos.

—¡El de la aventura! Un sobre misterioso que nos fue concedido por el destino a nadie más que a nosotras. ¿Quién quiere entrar? —preguntó enérgicamente Shinzo colocando su mano en frente.

—¡Yo! —respondió emocionada la señorita Mudra colocando su mano sobre la de Shinzo.

—Yo creo que también, a nadie hace mal un poco de misterio —expresó Esmeralda repitiendo la misma acción sobre la mano de la señorita Mudra.

—Sólo faltas tú. —Shinzo sonrió a su rubia amiga y Kimiosea puso su mano a regañadientes sobre la de Esmeralda—. Nos veremos después de clases, aquí mismo, para discutir qué hemos hallado, ¿de acuerdo?

Las muchachas regresaron a sus habitaciones ya muy tarde, solamente comieron algo rápido y se fueron a dormir. Un muy largo primer día de clases, pero sobre todo, el mejor.

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-Sweethazelnut.

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