¿Has visto su trasero?
«Dos años atrás, antes del terrible suceso»
Era la noche domingo del día trece de septiembre había comenzado a llover con fuerza, no me gustaban los días así, yo era de esas chicas que disfrutaban al máximo los días soleados y el cielo despejado. Recuerdo que en las noticias no se había comunicado nada acerca de un temporal.
Mala suerte, pues faltaban solo horas para el nuevo y último curso escolar en la preparatoria y no quería que mis zapatos se ensuciaran con barro en la mañana, aunque podía decirle a mi amigo peli azul que me llevara a caballito, así de fácil.
Me concentré en el libro que leía, una novela erótica, no sabía cómo diantres había acabado aquello en mi pequeña biblioteca personal, tampoco era que me desagradabs tenerlo, que conste, solo se me hacía raro. Tal vez y mi hermano lo haya puesto, pero es que Jin era más de unicornios y ponis rosas.
Iba leyendo la parte en dónde la prota se sabroseaba a un musculoso y guapo chico pelinegro, enseguida mis neuronas se animaron y proyectaron imágenes de Jeon Jungkook el amigo de mi hermano mayor en mí mente.
¡Ah, el hermoso y encantador doctor Jeon Jungkook!
Era mi crush, mi amor platónico. Tristemente él no me prestaba ni tan siquiera atención, por Dios, a mí, Kim Lixue. La hermana de Kim Seokjin, el worldwide handsome boy. Creo que tanto a él como a Jin, le iban más las chicas desgraciadas, por supuesto esa no era yo, osea, excuse me.
Bueno, en lo que estaba, la protagonista le quitó la camisa a ese chico — Jeon Jungkook en mi mente — los botones salieron disparados por la fuerza de su desgarro, bajó sus pantalones y cuando iba a incarse de rodillas enfrente de su...cosa, sonó el timbre de la puerta principal de mi casa y seguido de eso un puñetazo bien fuerte en la madera de ésta, que me hizo tirar el libro a un lado y ponerme las pantuflas.
Salí chiflada hasta la entrada soltando maldiciones por la tan inoportuna interrupción de mi lectura, estaba en la mejor parte.
– Lili – balbuceó mi mejor amigo parado en frente de mí, estaba empapado de pies a cabeza, el color azul de su cabellera brillante se había esfumado, dejando ver un hermoso tono negro como la noche, al igual que su esmoquin y su ser totalmente embriagado me impactaron un poco.
– ¿Pulga?
Inquirí algo ida, en primera, qué hacía Yeonjun tan tarde en mi casa. Segundo, por qué estaba ebrio y tercero y también importante, por qué tenía las manos y rodillas vendadas.
– ¡Ash, te vas a resfriar, entra ya!
Al menos había acatado mi orden y subió diligentemente hasta mi habitación que se encontraba en la segunda planta.
Casi moja mi cama, pero el impacto de mi pantufla en su espalda lo detuvo y se giró observándome con cara de perrito regañado. Le hice esperar a que regresara con una muda de ropa de mi hermano para que se cambiara, lo menos que quería era que enfermera, Yeonjun enfermito era un jodido grano en el trasero.
Lo ví salir del cuarto de baño ya cambiado, se veía lindo con su naricita y mejillas sonrosadas producto al alcohol.
– Hazte para allá que voy a dormir contigo – me hizo saber con su voz rasposa. ¿Acaso había estado llorando?
Fueron solo cinco segundos los que tardó en proclamarse sumo inquisidor de mi cama – para nada pequeña – nos tapó a ambos con las mantas, puso su cabeza sobre mi pecho y se abrazó a mí cintura, como si yo fuese su madre y él no quisiera que le dejara nunca. Suspiré, peiné su cabello azabache húmedo con mis dedos y sentí su respiración volverse más pesada, se había quedado dormido.
– ¿Feliz cumpleaños Yeonjunnie? – le dejé un beso en la frente y estiré mi brazo como pude para apagar la lámpara de mi mesita de noche para poder entregarme también a los brazos de Morfeo.
🎵🎵🎵
Agradecida a las deidades por haber amanecido con un cielo azul despejado y con un sol reluciente en la ciudad de Busan, tomé una manzana como mi desayuno antes de partir al colegio.
La pulga, osea Yeonjun, el pelinegro – tendría que adaptarme a su nuevo estilo – se marchó un poco temprano luego de cambiarle las vendas de sus heridas – que todavía no me había contado qué era lo que había pasado para que estuviera así – debía pasar por su casa antes para poder colocarse el uniforme.
Como la mejor amiga que existía en el mundo era yo, me dediqué a esperar al señorito Choi, que me había comunicado que ya estaba por llegar. La cabeza me daba vueltas como un ventilador, miraba de aquí para allá. El estudiantado transitaba los pasillos que prácticamente se habían convertido en un rodeo, había que ver en lo que convirtieron la escuela, el director Choi se esforzó con eso de querer repararlo completamente.
Para mí seguía siendo el mismo aburrido y mugroso colegio, solo quería terminar de una buena vez los estudios para ir a la universidad y cursar la carrera de Música Elemental. Sí, los instrumentos y partituras era lo mío, solo esperaba que todo saliera bien y los santos escucharan mis plegarias y cumplieran mis deseos.
Un extraño sonido de flatulencia soplaron en mi oído, seguido de eso palmearon mi trasero descaradamente. Me giré dispuesta a partirle la cara al graciosillo que se había atrevido a tocarme sin mi consentimiento.
Pero me encontré con Yeonjun adoptando una pose de Jiu-jitsu al verme alzarle la mano dispuesta a reventarle el lagrimal – iba a llorar por un solo ojo – la carcajada que salió de la boca de Chanbing – su amigo – me hizo mirarle con descontento, ese chico no era que me agradara mucho, era mi ex, ya tenía yo mis razones.
– ¡Quieta, burra!
El ahora pelinegro me agarró de las muñecas y las llevó a mi espalda, abrazándome en el proceso, olfateó mi cabello oscuro y luego sentí sus labios besándome la frente, parecíamos novios por Dios.
– Mmmm, hueles a manzana, me gusta – habló a la vez que dejaba besitos en mi cabeza.
Adoraba a mí amigo, era mi otro hermano pero de otra madre.
– Claro que te gusta, es tu fruta favorita – reí – Ahora suéltame – demandé con un puchero.
Obedeció a mí mandato pasando un brazo por mis hombros, nos dirigimos entre risas hasta el tercer piso dónde se encontraba nuestro salón de clases, de antemano sabíamos que estaríamos juntos otra vez, como siempre, éramos uña y mugre.
Desde lejos observamos la figura imponente del director Choi – nada más y nada menos que el padre de Yeonjun – iba junto a otro hombre – más bien un bombón andante, estaba buenísimo.
– Sonríe bonito – le murmuré, podía sentir la tensión en su abrazo, él bufó con molestia, sabía que las cosas no estaban bien entre ellos.
– Buenos días – el señor nos saludó con una sonrisa de dientes relucientes, viejo hipócrita – Alumnos – dijo luego de darle una mirada severa a su hijo.
– Buenos días director Choi – hice una reverencia, que conste que solo por educación, pellisqué la espalda del pelinegro que ni se inmutó, solo hizo un gesto con la cabeza.
– El será su nuevo profesor de Matemáticas, Min Haeran – nos presentó a la preciosura que estaba a su lado, no me importó mirarle descaradamente de pies a cabeza.
¿Ya dije que estaba bueno?
– ¿Y el profesor Lee? – preguntó con desagrado el pelinegro.
– Lamentablemente ha sufrido un infarto, su salud es delicada – comunicó con seriedad, pobrecito – Ahora si nos disculpan.
– Oh, sí, claro – yo solo hablaba mientras miraba al nuevo profesor, qué lindo era, él me sonrió ladino, juro que ví como sus ojos se enfocaron en el escote de mi camisa de uniforme que llevaba con los dos primeros botones sueltos.
Ellos siguieron su camino pasando por nuestro lado – yo como toda la curiosa que era – me giré para verlos como caminaban uno del lado del otro, hasta parecía modelo, con ese cuerpo de Dios griego, le calculé unos veinte y nueve o treinta años.
– ¿Haz visto su trasero? – suspiré toda enamorada.
– No, pero sécate que tienes baba ahí – señaló la comisura de mis labios.
– ¿Quién no babearía por ese monumento? Es hermoso.
Él rió por lo bajo llevándome a rastas a nuestro salón de clases.
– ¿De qué te ríes?
– Acabo de recordar una canción latina, creo que la hicieron para ti – habló burlón, la risa de idiota no salía de su rostro.
– ¿Cuál? – me atreví a preguntar.
– ¡A mí me gustan los mayores!
El chillido que dió me espantó haciéndome saltar del susto, estaba cantando a todo pulmón y nuestros compañeros nos miraban raro. La que lo miró con rareza fuí yo cuando le gritó a una chica apuntándole con su dedo acusador.
– ¡Tú!
La niña bonita se convirtió en un camaleón cuando lo vió acercarse a ella muy despampanante.
– ¿Ella? – inquirimos el chico peli azul que estaba sentado al lado de ella y yo a la vez.
– ¿Te conozco? – mi amigo le habló una vez más.
La chica comenzó a tartamudear con nerviosismo respondiéndole que no, qué tierna, su cara se me hacía un poco familiar.
– ¿Estás segura que no? – sonrió descaradamente, ya había comenzado con sus intentos de ligues.
– Se-segura.
– Pues tienes cara de ser mi futura novia – le guiñó.
¡Santo cielo! El seguía incordiándola, en cualquier momento se le caería la cara a la chica por la vergüenza. Decidí rezar por ella para que no sufriera un infarto igual que el señor Lee.
Ya me veía yo con un velo igual a las monjas y mis manos juntas en forma de ruego frente al póster del actor Lee Minho que había en el cuarto de mi hermano Jin.
Antes de que el anormal de mi amigo siguiera jodiendo decidí intervenir para salvarle el pellejo a la pobre chica.
– ¡Yeonjun no seas baboso y ven para acá! – grité, él no dudó en guiñarle una vez más antes de alejarse.
– Hola mi amor, no estés celosita – puchereó con falsa inocencia.
– Celoso mi pie – gruñí y me dirigí a la segunda fila tomando asiento al lado de una ventana.
Solo esperaba para que la hora de Matemáticas llegara y poder comerme con los ojos al profe Haeran. Hasta su nombre sonaba hermoso.
– Burra, quita la cara de idiota que tienes.
Se llevó un golpe en su hombro cuando susurró juguetonamente "apuesto a que pensabas en el trasero del profe".
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