¡Explícame qué fue lo que hice mal!
Ocho meses habían transcurrido desde que Haeran comenzó a abusar de mí sexual y psicológicamente. Su vida parecía no haber cambiado en absoluto, en cambio, la mía, estaba de patas arriba, se transformó en un caos total.
La mayoría del tiempo me encontraba agotada, soñolienta y ojerosa. Tenía un enorme desorden alimenticio, apenas pude estudiar para los exámenes finales. Me parecía incierto que ya estuviera por graduarme y aunque siempre supe que me alegraría en demasía si ganaba la beca de artes, ni siquiera disfruté de dichosa noticia. No me quedaban fuerzas ni para sonreír.
— Me mandó a...
Callé abruptamente al encontrarme a mí hermano en la oficina del director del colegio, con una expresión iracunda.
— ¿Qué es ésto? — demandó con severidad, empujando su teléfono móvil contra mi pecho.
Y lo que ví me hizo desfallecer, era un vídeo. Se podía ver perfectamente cómo Haeran estaba follándome con rudeza. Las lágrimas escosieron en mis ojos haciéndome temblar culpa de la angustia y un montón de sentimientos se arremolinaron en mi estómago haciéndome querer vomitar. Si se me hacía asqueroso que ese tipo me tocara, también lo era observarlo.
No quería que ésto sucediera, odiaba todo lo que estaba sucediendo, me quería morir y no solo de vergüenza.
Lloré aún más cuando sentí el ardor en una de mis mejillas, mi hermano me había pegado y aunque no lo merecía ni siquiera me defendí. Era partidaria de eso de que a las chicas no se les pegaba, pero lo dejé pasar porque en el fondo me seguía sintiendo culpable de que me tuvieran literalmente de esclava sexual. Yo sola me lo había buscado por estarme insinuando tan descaradamente, merecía mi castigo y si era que Seokjin me moliera a golpes, callaría y lo aceptaría.
— ¿Qué hiciste Lixue? — con voz gangosa me atrajo a él asfixiándome en un abrazo fuerte — ¡Explícame qué fue lo que hice mal!
Temblé con mis brazos lánguidos e inertes a los costados de mi cuerpo, me repugnaba que también él me tocase. Presa del miedo me alejé de su anatomía con la vista fija en sus ojos rojos que querían llorar.
— Ya lo has visto todo — verbalicé, sintiéndome la peor persona del planeta por mentirle a él, que me lo ha dado todo.
— ¿Lili tú...
— Sí, Jin — le interrumpí, en un intento de no derrumbarme ante su presencia, si tuviera que sacrificar cada parte de mí por mi hermano, lo haría sin pensarlo — Mantengo una relación con.. el profesor Haeran — murmuré con hastío su nombre, se me hacía hediondo, todo él.
— ¿Desde cuándo?
Su mandíbula se tensó y sus manos echas puños contenían los nudillos ya blancos por la fuerza que estaba ejerciendo.
— Ocho meses — levanté la barbilla empleando un poco de mi rebeldía en el acto.
Masajeó el tabique de su nariz recta maldiciendo en voz baja, parecía tener una fiera enjaulada en su cuerpo, que estaba ansiosa por escapar. Caminó en círculos soltando obsenidades que nunca antes le había escuchado decir. Él era perfecto y le estaba haciendo padecer por todo éste torbellino de problemas.
— Dejarás de verle — decretó — Y es una orden, Lixue.
Su bonito rostro no dejaba de estar tenso y sus facciones que ya estaban un poco maduras a cómo las recordaba le hacían ver más atractivo de lo que ya era. Mi hermano era hermoso y yo a su lado me veía como la peor alimaña del planeta Tierra.
Una vez soñé que Jin era mi padre y me había prometido que cuidaría de mí siempre.
La historia había sido intercambiada, ahora era mi deber de protegerle, así fuese desgarrando su corazón puro y disfrazándome de puta, lo lograría, porque nada me hacía más feliz que él estuviese seguro e irradiando esa luz propia que le hace tan especial.
— No puedes decidir por mí — discrepé metiéndome más en el personaje de mujerzuela.
— Lo harás — me señaló — Y no saldrás de casa hasta que comience la universidad y te vayas a Seúl.
Me moría de ganas porque fuera así de fácil.
— No me encerrarás y tampoco me iré a la capital.
— ¡Claro que sí! ¿O prefieres irte de paseo con mamá y papá? — chantajeó cruzándose de brazos, se veía amenazante y jodidamente hermoso así de serio.
— Me vale tres hectáreas de mierda todo lo que digas, no lo haré — me giré, abrí la puerta y salí.
— ¡Lixue!
Desde el pasillo podía escuchar sus gritos frustrados y pude respirar un momento en paz.
El corredor estaba lleno y los estudiantes me observaron todos a la vez, en sus facciones reinaban la repugnancia, antipatía y tirria; a la vez que cuchicheaban. Odiaba eso.
Crucé mirada con Yeonjun y Khaleesi que estaban juntos, parecían apenados y hasta dolidos. El pelinegro bajó su cabeza negando al igual que su chica que apretaba sus labios evitando mirarme otra vez.
¿Qué estaba pasando?
— Este fin de semana podrías pasarte por mí casa, para que gimas así de bonito para mí — un chico que ni siquiera conocía se acercó tomándome de la cintura.
¿Qué cojones? Al parecer mi hermano no era el único que se había enterado de todo.
— ¿Siempre fuiste así de zorra, preciosa?
— ¡Suéltala! — demandó la voz de mi mejor amigo empujando a ese chico por el pecho.
— ¿Te quieres unir? A Lixue debe gustarle las orgías...
— ¡Cierra la puta boca!
Ví un puño de Yeonjun volar hasta aterrizar en la nariz del desconocido, un hilo de sangre salía de ella.
— Puta es tu amiga — se burló con una mueca de dolor.
— ¡Te vas a arrepentir!
— ¡Yeonjun! — chillé escandalizada al verle repetir golpes en el rostro del contrario que apenas podía defenderse — ¡Déjalo, él tiene razón! — le grité haciéndolo paralizar su puño, me miró con incredulidad buscando en mi expresión algo que le dijera que todo era incierto — Todo es cierto — susurré.
Se acercó a mí tratando de tocarme, parecía confundido. Retrocedí abrazándome a mí misma, rehuí mi mirada de la suya, no quería verle ni tener que darle explicaciones. Él también corría peligro.
— Lili..
— Olvídate de que existo.
No se imaginan lo que me costó decirle aquello, soy la peor persona que existe en éste infierno de vida.
— ¿Qué?
— No quiero que te me acerques nunca más.
— ¿Qué demonios te pasa? — caminó a mí de manera amenazante — ¿Es por él, verdad? — inquirió más molesto aún — Lo voy a matar...
— ¡Calla, cállate de una vez, maldita sea! — grité hirviendo en rabia, dolor, qué se yo, eran un sin fin de sentimientos aglomerados en mi interior.
🎵🎵🎵
Tienes las palabras para cambiar una nación, pero estás mordiéndote la lengua. Te has pasado toda una vida atrapado en el silencio, con miedo a decir algo malo. Si nadie lo oye, ¿cómo vamos a aprender tú canción?
Así que vamos, vamos.
Tienes un corazón tan fuerte como los leones, entonces, por qué dejas que tu voz sea domada.
Tal vez somos un poco diferentes, no hay de qué avergonzarse, tienes la luz para luchar contra las sombras; así que deja de ocultarlo.
Vamos, vamos.
Quiero cantar, quiero gritar.
Quiero gritar hasta que las palabras se sequen, así que ponlo en todos los papeles, no tengo miedo; pueden leer todo al respecto.
Sí, somos personas maravillosas. Así que, cuándo nos volvimos tan temerosos y ahora finalmente estamos encontrando nuestras voces. Así que toma la oportunidad,ven ayúdame a cantar ésto.
Quiero cantar, quiero gritar.
Quiero gritar hasta que las palabras se sequen, así que ponlo en todos los papeles, no tengo miedo; pueden leer todo al respecto.
Callé y dejé de tocar el piano abruptamente al escuchar resonar el sonido de aplausos a mi espalda. ¿Venian a burlarse de mí nuevamente?
— Ni siquiera eres tan buena en música.
¡Maldición!
Cerré los ojos rezando por que me dejara en paz de una vez, no le quería ni ver. Asco, me daba asco.
— Ven, bonita, te he extrañado.
Me quedé quieta en mi lugar sin mover un músculo. ¿Acaso no se daba cuenta? ¿Qué tipo de estúpido era él?
— Lili — reprendió con voz firme, el agarre de su mano en mi cabello m hizo gemir de dolor, me hacía daño — ¿Por qué no me tocas a mí como mismo tocas ese mugroso piano?
Ni una sola vez en su maldita existencia haría tal cosa.
— ¿Sabes la diferencia entre éste instrumento y tú? — me atreví a encararlo, él levantó una ceja — En que el piano me gusta y tú no.
— ¿Entonces por qué gimes cada vez que te follo? — rió escandalosamente, parecía desquiciado — Aprende a mentir mejor, mi amor — con sus manos apretando mi rostro acercó su boca a mis labios y me mordió.
¡Qué puto infierno!
— Hoy gritarás — iba dejando besos húmedos a lo largo de mi cuello a la vez que sus manos apretujaban mi cintura guiándome a su anatomía para que sintiera lo necesitado que ya se encontraba su miembro por dañarme.
— Me das repulsión — admití tragando mi propio llanto.
El rió de costado golpeando fuerte mi trasero, con una mueca en mi rostro lo empujé con todas mis fuerzas para separarlo de mí. Quería que todo terminara.
— Esas medias te hacen ver ardiente — jadeó en mi oído estirando el elástico de dicha prenda para que golpeara mi muslo.
Y lo recordé, lo había olvidado por completo. En la mañana me había llenado de valor y escondí una pequeña navaja en ella. Si me volvía a tocar se iba a arrepentir.
En un impulso inhumano saqué la hoja de metal haciendo un corte en su rostro y me arrepentí.
Un grito de dolor había salido de sus labios tomando su rostro entre sus manos. El rojo escarlata de la sangre manchaba sus dedos y también el blanco de su camisa.
— ¿Qué has hecho, niña?
A paso apresurado se acercó a mí, yo como la idiota que era corrí en reversa cayendo sobre mi trasero. Retrocedí resavalando hacia atrás al verlo asecharme. Tomó mis tobillos tirando de ellos hasta tenerme a su merced. Estaba acabada, o eso creí, hasta que se tiró encima de mí y no tuve de otra que perforarle el abdomen con la navaja.
Vi su rostro una última vez mientras se retorcía de dolor y hacia presión en su estómago tratando de parar el sangrado y morí literalmente cuando sus ojos fueron cerrándose de apoco.
Tiré el metal filoso observando la sangre que contenían mis manos temblorosas. Todo habia acabado, pero la había jodido.
Le maté.
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