Al que madruga Dios lo ayuda.
Desperté temprano, era domingo y la alarma indicaba que debía levantarme para asistir a las dichosas clases extras de Matemáticas a las que me había citado el profesor Min.
Con pereza tomé una ducha tibia tomándome un tiempo para relajarme, al fin y al cabo los repasos comenzaban a las diez de la mañana y eran las siete con treinta. Lavé mi largo cabello azabache, tal vez podía cortarlo un poco, me llegaba al trasero y aveces se me hacía incómodo peinarlo.
Salí envuelta en una toalla, peiné y sequé mi cabello poniéndolo en ondas que caían en cascada por mí espalda. Me hice un maquillaje natural, colocándome mi gloss favorito de durazno. Me decidí por un vestido simple negro pegado al cuerpo con un solo tirante que cruzaba mi hombro derecho, mis converses blancos de talle alto, mi mochila y una camisa por si al clima le daba por refrescarse, en Busan todo era posible.
Bajé las escaleras trotando hacia la cocina, dónde las chicas que trabajaban en la mansión preparaban mi desayuno, creo que Jin aún no llegaba, teníamos una larga conversación pendiente todavía.
— Buenos días señorita Kim — me saludó una de ellas haciendo una reverencia, aveces era incómodo tanta cordialidad.
— Buenos días.
— ¿Va a esperar para desayunar junto a su hermano?
— ¿Ya llegó?
La señora asintió sonriente observando algo a mis espaldas.
— ¿Qué estrella se va a caer? — inquirió la voz de Seokjin detrás de mí depositando un beso en mi coronilla.
— Al que madruga Dios lo ayuda — respondí con una sonrisa de dientes blancos.
— Es domingo, Lixue — rodé los ojos al percibir su burla.
— Lo sé, debo ir a estudiar — le saqué la lengua.
— ¿Con Yeonjun?
¿Debía decirle que solo me reuniría con mi profesor? No, se iba a poner de los nervios y yo quería ahorrarme tal suplicio incómodo.
— Ajá..
Alzó una ceja, me miró analíticamente. ¿Por qué tenía que ser así de curioso?
— Vale, no iré a estudiar con la pulga — me crucé de brazos.
— ¿Entonces?
— Saldré con un chico — balbuceé tomando un sorbo de agua.
— ¿Quién?
— ¡Ay qué más da!
— Claro que importa — se exasperó gesticulando raramente con sus manos, sus esponjosos labios estaban abultados, se veía realmente gracioso.
— Chanbing — murmuré bajito.
¡Ay Dios, perdón Chanbing!
— Ok, te llevo...
¡Ah no, eso nunca!
— Oppaaaa.. — hice aegyo, sabía que podía manipularlo de esa manera, nunca se me resistía.
El bufó comiendo los arándanos que estaban en su plato de porcelana blanca.
— Aquí temprano — demandó gruñón — Necesitamos hablar.
— Sí — salté de mi asiento antes de que se arrepintiera, besé su mejilla y frente y corrí a cepillar mis dientes antes de marcharme.
🎵🎵🎵
La biblioteca se encontraba prácticamente vacía y reinaba un silencio ridículamente ensordecedor. Min Haeran se había retrasado y yo ya quería marcharme, lo mío no eran los números. Lo único que podía contar perfectamente eran los tiempos de un compás musical, pero no me hallaba en una clase de música y mucho menos mi libreta de notas era una partitura.
Bufé apoyando mi cabeza sobre la mesa del establecimiento, podía haberme quedado dormida en cualquier momento, al no ser por el estridente ruido de unos libros golpeando la madera del escritorio a mi lado, que me hizo erguir en mi lugar para mirar a la escandalosa persona que había sido tan inoportuno.
— ¿Tienes sueño?
— Profesor...
¡Diablos! Se veía malditamente bien, que digo bien, él estaba perfecto y esas gafas de armazón negra le quedaban genial, parecía un nerd ardiente. El mejor sueño de cualquier adolescente hormonal — entre esas, yo — Debía dejar de comérmelo con la mirada o se daría cuenta.
Aparté la vista mordiéndome los labios decidiendo sacar mis apuntes de la mochila de una vez, tenía que salir de aquí temprano si no quería violar al profe Haeran.
— ¿Por dónde comenzamos? — inquirí atreviéndome a mirarle, sus ojos estaban fijos en mi rostro y una sonrisita de lado en sus labios me hacía pensar que no podría concentrarme en todo el rato.
— Estás muy apurada — rió apoyando su antebrazo a la mesa y giró su escultural cuerpo quedando frente a mí.
— Usted fue el que me citó.
Si las clases extras hubiesen sido por voluntad propia, yo ahora mismo estaría en mi cama teniendo un sueño húmedo con él o Jungkook.
— Hagamos algo, Lili — se atrevió a colocar un mechón de cabello detrás de mí oreja, se me hizo raro que supiera mi apodo — Tú dejas de llamarme por usted y yo te ayudo a aprobar ese exámen — me guiñó.
A éstas alturas ya era pariente de los tomates de lo colorada que me encontraba, mi cara hervía como lava ardiente.
— ¿Así de fácil? — asintió con una sonrisa — Bien, Haeran, espero obtener un cien en ese exámen — rió escandalosamente, en cualquier momento lo echarían del local si seguía perturbando a las demás personas con su bullicio.
— Chica astuta.
En todo el rato — como había predicho — no me pude concentrar en nada más que no fueran los labios y ojos del hermoso chico a mi lado. Él sabía lo mucho que me gustaba, lo presentí desde el momento en que lo ví observarme con lo que creo era coquetería.
Se aprovechaba de mí estupidez y falta de interés hacia la materia para avergonzarme con preguntas extremadamente difíciles. Segura estaba que Khaleesi era la única que podía resolver tales problemas, yo ni muriendo y resucitando en otra vida dominaría algo así, tal vez tenía que haber prestado más atención en clases, ahora no estaría pasando por éste martirio.
— ¿Qué quieres estudiar Lili?
Y otra vez mi apodo. ¿Por qué tanta confianza?
— Música Elemental — lo que quería estudiar era lo único seguro y claro que tenía en mi vida.
— ¿Música? — se burló con un bufido.
— Estoy segura que no seré profesora de mates — repuse con sarcasmo.
Ya estaba guardando todos mis apuntes, quería irme ya y no por él. En serio que no soportaría un ejercicio más, la cabeza me estallaría con tanta información, que a mí disco duro mental se le hacía innecesaria.
— Ven un momento, quiero enseñarte algo.
No esperó a que le respondiera, se levantó y a paso seguro comenzó a adentrarse entre los enormes estantes de libros. No pude resistirme a observar ese lindo trasero de modelo de lencería masculina.
— ¿Vienes?
— ¿Eh?... Ah, sí.
Con el mismo nerviosismo de mis palabras le seguí, me perdí un momento, parecía un laberinto y ya no le veía por ningún lugar.
— ¿Profesor? — le llamé con desasosiego.
— Habíamos quedado en que me llamarías por mí nombre — sus manos en mi cintura me hicieron girar quedando frente a frente a él.
Estaba invadiendo mi espacio personal poco a poco. Su rostro se enterró en mi cuello acariciándome con su nariz. En cualquier momento me derritiría y ni hablar de mis piernas que parecían gelatinas, no dejaban de temblar.
— Deja de hacer eso — retrocedí con bastantes nervios separándome de él, sonrió de lado.
— ¿Por qué? — terminó por pegarme a la pared de libros que había a mi espalda.
— Porque.. — ¿y ahora qué coño le decía? — ¿Por qué hueles a caramelo de café?
¿Por qué le había preguntado eso? Pero era cierto, siempre olía así en clases y me encantaba.
Pegó su nariz a mi cuello y cerré los ojos fuertemente intentando contener lo que me estaba provocando.
— ¿A qué hueles tú? — suspiró detrás de mí oreja y toda mi piel se erizó.
— Hae..Haeran — solté un suspiro, me miró burlón.
— ¿Y eso qué ha sido?
— Na..nada — giré mi rostro intentando separarme un poco, cosa que no conseguí en lo absoluto.
Sus labios se posaron en la piel sensible de mi cuello haciéndome jadear. ¡Dios, iba a morir!
— ¿Quieres dejar de hacer eso? — me quejé removiéndome en su agarre.
— ¿Qué cosa? — lo que me faltaba, ahora se hacía el inocente.
— No me beses — gruñí.
— No te estoy besando — volvió a dejar un beso en mi cuello y ésta vez sentí que tocaba mi piel con sus dientes.
— ¡Haeran! — chillé con mi cara echa un tomate.
— ¡Lixue! — dijo en el mismo tono.
— ¡Deja de molestarme! — lloriqueé.
— Ni en tus sueños lo dejaré de hacer — y estaba segura que así sería, soñaría más tarde con éste acontecimiento.
— Lo que me faltaba..
Me besó interrumpiendo lo que iba a decir, estaba siendo posesivo pero a la vez extrañamente dulce. Tomó mis mejillas con sus grandes manos y dejó su frente apoyada a la mía, éste chico me volvería loca tarde o temprano.
— Te quiero para mí — fue un susurro sobre mis labios.
— Pero el colegio... — me calló con uno de sus dedos apoyado en mis labios.
— A la mierda el colegio — me dió un pico — No voy a parar hasta que seas mía, Lili.
— ¡Qué posesivo! — nos reímos ambos.
— No tienes ni idea — fui yo ésta vez la que pegó mis labios a los suyos, ya estaba hundida hasta el cuello, no había marcha atrás aunque sabía que en algún momento me arrepentiría.
Al parecer sí era cierto lo que le había dicho a mi hermano en el desayuno, al que madruga Dios lo ayuda. En éste caso me había ayudado a cumplir mis deseos de besar a mí profesor de Matemáticas.
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