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Parte única.


La realidad era cruda y fría, por lo que debías de cuidar tu espalda, pues en aquel bajo mundo, recibir una apuñalada con la intención de matarte era el pan de cada día, más tratándose de una persona como él, como ellos.

Temas como la amistad y el amor pasaron a un segundo plano cuando había decidido su bando, provocar el sufrimiento a las personas y hacer el mal, en pocas palabras, ser un villano. Debería preocuparse más por no ser atrapado y mantenerse en las sombras para evitar su captura, más cuando pertenecía a la Liga de Villanos, a quienes los héroes buscaban tan desesperadamente. Pero fue precisamente el inicio de eso que le dio un cambio total a su vida.

Aquel grupo de personas a las que, por estúpido que sonara, le creaban ese sentimiento de seguridad, como si de una familia se tratara, aun sí no compartía lazos sanguíneos con ninguno, aprendió a confiar en cada uno de ellos y en especial, a su líder; Shigaraki Tomura.

Su relación había empezado de manera peculiar: ambos se odiaban. Sus personalidades chocaban, Shigaraki era aburrido, desesperante y muy mandón, a Dabi le gustaba bromear, hacer lo que se le daba la gana y en especial molestar, por lo que constantemente terminaba colmando la paciencia de Tomura y por lo consiguiente, creaban una pelea. Pero según pasaron los días, Dabi se había vuelto un perro fiel de Tomura, lo protegía como si su vida dependiera de ello y obedecía a cada orden que le imponía. El de cabellos celestes se había ganado su confianza por la manera en que actuaba, tan desquiciado en obtener sus objetivos y de no tener piedad con aquel que lo subestimara.

Así como Dabi protegía a Shigaraki, éste hacía lo mismo, cada compañero suyo lo valoraba y jamás sacrificaría, rápidamente Dabi se volvió una de las piezas favoritas de Shigaraki.

Pero todo eso era simplemente trabajo, había algo que le hacía sentirse estúpido, quizá... se había enamorado de su líder. Y es que, viera por donde lo viera, era tonto, eran villanos, seres despreciables y podridos, de sangre fría quien no dudaría en arrebatar una vida y llenarse las manos de sangre, era estúpido que una persona así siquiera pensara en el tema del amor, algo tan banal que no iba con ellos, pero... el amor no discriminaba a ningún ser, fuera bueno o malo, fuera héroe o villano, fueran Dabi y Shigaraki.

Cuando Tomura estaba tranquilo, llamaba intensamente su atención. El aura hostil que desprendía desaparecía, sintiendo una inusual calma que muchos de sus compañeros no notaban al no mirarle con tanto detalle como lo hacía él. Había facetas de Shigaraki que por obvias razones desconocía y quería saberlas, su atracción hacia él incrementó, queriendo saber hasta el más mínimo detalle.

La manera ni el momento en que ocurrió importaba, pues había sucedido. Su corazón se alteraba cuando estaba a su lado, escucharle hablar endulzaba a sus oídos y verle le creaba cosquilleos por todos lados. Poco a poco se fue acercando a él, para su sorpresa fue algo fácil, pues parece que no era el único que tenía algún interés más allá de solo una conversación de superior-subordinado.

Su relación se había transformado en algo que no sabía cómo explicar. A veces, de manera intencional se quedaban los dos en el antiguo bar que fue su base, sin hablar realmente mucho, pero sintiéndose cómodos entre ellos dos. Poco a poco los asientos que los separaban iban disminuyendo, hasta que estaban lado a lado, con sus rodillas tocándose sutilmente y sus hombros rozando, ninguno de los dos se quejaba, ambos buscaban ese tímido contacto, ambos buscaban el momento para estar juntos.


[•••]


Aquella tarde en donde el cielo naranja comenzaba a mezclarse con el azul nocturno, había terminado con su trabajo así que regresó a aquel lugar abandonado que usaban como base. Al llegar, se encontró con la agradable sorpresa de que no había nadie, más que una persona: su líder.

No se tomó la molestia de saludar ni anunciar su llegada, directamente caminó con vagancia hacia el mullido sofá que había donde su querido jefe estaba sentado y se dejó caer sobre el otro asiento, captando la atención de él, pues vio que su cabeza se giraba hacia él. Dabi lo miró con discreción, arrugando la nariz al notar que tenía aquella molesta mano cubriendo en su rostro, lo que no le permitía verle directamente a la cara.

Soltó un suspiro en forma de quejido y bajó una de sus manos a su pantalón, buscando en los bolsillos algo, encontrándolo a los pocos segundos. Un cigarrillo que no dudó en encenderlo y llevarlo a su boca para inhalar el contenido siendo quemado, expulsándolo segundos después, pudo escuchar un ruidito a su lado, cosa que le hizo sonreír.

—¿Por qué tan callado? ¿Estás pensando en algo? —finalmente se decidió hablar, girando levemente su cuerpo hacia el de cabellos celestes, a pesar de que aquella mano obstruía al querer mirarle a los ojos, sabía que le estaba observando.

Se acercó con lentitud, llevándose otra vez el cigarrillo a sus labios para inhalar una buena cantidad para después soltarlo en dirección en donde estaba Shigaraki, permitiendo que el humo chocara contra su persona, inmediatamente comenzó a toser y Dabi se alejó por precaución.

Le escuchó gruñir y su sonrisa se ensanchó más, dispuesto a repetir la acción, pero el contrario no se lo permitió, pues alzó su mano y le arrebató el cigarrillo con fastidio, pulverizándolo gracias a su don.

—Odio el olor a tabaco. —habló con molestia. Dabi suspiró con cansancio mientras se recargaba en el respaldo del sofá, realmente aquel chico le quitaba lo divertido a todo y aun así, era inevitable que le encantase.

—Gracias por preocuparte por mí. —bromeó, consiguiendo un bufido del contrario. Dirigió su mirada a la mano que aún se mantenía alzada, captando su atención. —Dame tu mano.

—¿Aaah? —a pesar de que no le veía, sabía que tenía una expresión de extrañeza, pues su segundo comentario no tenía que ver con nada de lo que estaba hablando anteriormente.

—Sólo déjate. —alzó su propia mano y tomó la muñeca de Tomura, acercándola un poco.

—¿Sabes que mi-

—Lo sé, no soy idiota. —sabía la aclaración que iba a hacer, explicándole que no podía dejar que fuera tocado, pues su kosei lo desintegraría, por ello tendría cuidado, mientras fuera Dabi quien lo tocara no habría problema. A pesar de ello, Tomura movió sus dedos, provocando que Dabi diera un saltito por la sorpresa que le dio, fue inevitable para el menor retener la burlona risa por ello, consiguiendo que el contrario le mirase con el entrecejo arrugado, molesto, pero decidió dejarlo pasar por alto.

Sus turquesas ojos miraron con detalle la pálida mano que sostenía, los huesos de sus dedos resaltaban y sus uñas estaban un poco dañadas, quizá porque constantemente las utilizaba para maltratar la piel de su cuello. A pesar de ello, la piel de su muñeca era suave y cálida, le gustaba el tacto, pero era insuficiente.

Tragó pesado. Tener pensamientos de esa índole era ridículo, desear unir sus manos era una petición estúpida, había más de una razón por la cual eso era imposible y tonto, empezando por el hecho de que, si esa mano le tocaba completamente, el afectado sería él. Quizá era igual de estúpido que sus pensamientos; un segundo, solo quería tener un segundo a su favor, por lo que, lleno de decisión, llevó su mano derecha y la dejó sobre aquella que sostenía, entrelazando sus dedos.

—¡Agh! —ni siquiera podría considerar un segundo aquello, pues apenas sus pieles colisionaron, el don de Shigaraki hizo efecto, comenzando a desintegrar parte de su piel, una sensación totalmente dolorosa y desagradable, que, de no haber sido que rompió el contacto tan pronto, quizá se habría quedado sin su mano.

—¿Qué es lo que estás haciendo? —Shigaraki alejó rápidamente su mano, en su propia voz se notaba la preocupación y sorpresa que le invadió tras las acciones de Dabi, de haber sabido que iba a hacer semejante tontería, lo hubiera impedido.

—Ah... solo —miró el maltrato sufrido en su mano, en tan solo microsegundos su mano tenía el mismo estado de si se hubiese caído y amortiguado la caída con la mano, llevándose aquel raspón en su piel, respiró con fatiga, llevándose la mano contraria a su cabello al cual sacudió —, hago tonterías.

No se dijo nada más a partir de ello, Dabi se encontraba desilusionado, no pudo percibir el tacto que se esperaba, lo único que sintió fue aquel dolor, se sentía un completo idiota, era bastante obvio que eso sucedería, pero su anhelo le hizo actuar sin pensar.

Escuchó el rechinar del sofá, dirigió su vista a su lado, notando como Tomura había acortado la distancia entre los dos, lentamente su mano bajó hacia la altura de las piernas, la mano herida de Dabi se hallaba sobre su rodilla, éste le miró atento a sus acciones, provocando que sus párpados se abrieran en sorpresa por lo que realizó Shigaraki: con su meñique, enredó el suyo, teniendo un leve tacto, para así no lastimarle.

Alzó rápidamente la mirada hacia su líder, observando que este tenía la vista hacia el lado contrario a él, pudo notar como sus orejas estaban levemente rojizas, lo que significaba que su rostro debía estar ruborizado, maldijo a la mano que cubría su rostro y no le permitía verle, pero decidió ignorar aquello y centrarse en el pequeño contacto que los unía ahora.

No era mucho, ni todo lo que quería sentir, pero ese leve roce le provocó una calidez en el pecho, causando que el ardor en su mano se apaciguara. Un tonto roce le estaba haciendo sentir muchas cosas, ¿realmente tenía el derecho de decir que se sentía feliz? ¿alguien como él podía ser feliz? Quizá sí, porque esa simple acción, le hizo sonreír de manera tranquila, soltando un suspiro más.


Un suspiro del completo idiota enamorado que era.


[•••]


—¿Shigaraki? ¿A dónde vas?

Los días transcurrieron tras lo último ocurrido, como con la mayoría de cosas que sucedían, no lo hablaron entre ellos, eso sí, Dabi aprendió la lección y jamás lo repetiría.

Ahora, Tomura se encontraba poniéndose una sudadera oscura con capucha, la cual colocó sobre su cabeza para ocultarse en ella.

—Sólo voy a dar un paseo, no demoraré. —le respondió a Kurogiri con voz calmada y desinteresada. Pudo notar la inseguridad del contrario, lo sabía, tras los eventos sucedidos y el insistente deseo de los héroes de capturarle, salir así como si nada era algo peligroso. Suspiró e instintivamente subió su mano derecha y rascó su cuello, se giró hacia Kurogiri, dedicándole una mirada serena, que podía ver con total claridad al tener su rostro despejado. —Todo estará bien, tendré cuidado. Tú céntrate en el pendiente que tienes. —ordenó y sin más que decir, salió por la puerta, comenzando a caminar fuera de la guarida.

Caminó por las calles hacía la ciudad, nadie le prestaba atención debido a que cada persona estaba centrada en sus propios temas, grupos de amigos bromeando entre ellos, gente que caminaba agotada tras un arduo día de trabajo, algún que otro héroe patrullando la zona, que más que hacer su trabajo estaba atendiendo a los niños que parecían admirarle, chasqueó la lengua asqueado, sin duda los odiaba.

Pero entre la gente que caminaba, hubo un par que llamó su atención: una pareja que caminaba con sus manos unidas, riendo y compartiendo un aura rosa que expresaba el amor que sentían. La mano de Shigaraki cosquilleó, recordando aquel día en que el idiota de Dabi unió por una fracción de segundo sus manos. Miraba con atención aquella pareja, sintió por un momento envidia por la acción que realizaban, la vida era una completa mierda que le jodía hasta con lo más simple; él quería poder tomar la mano de Dabi sin causarle algún daño.

¿Por qué parecía ser tan relevante un tonto agarre? No lo entendía, no entendía porque todo mundo adoraba tomar la mano de alguien, incluso Dabi lo intentó... incluso el anhelaba algo como eso.

Odiaba tener esa clase de pensamientos, de sentimientos, un sentimiento tan puro e inocente que no iba para nada con él, ¿Y por qué precisamente de aquel pedazo de idiota? Un chico grosero y desobediente, le causaba risa como, los primeros días luego de que se conocieron, se resistió inmensamente de posar sus cinco dedos sobre el de cabellos oscuros para desintegrarlo de la faz de la tierra y ahora, buscaba la manera de compartir un tacto con él sin afectarle.

Hubo algo que escuchó de Twice que siempre invadía su mente: "el amor llega en el momento menos inesperado, con la persona impensada, de la manera imprevista. Pero una vez sucede, pone patas arriba tu mundo, altera tu ser y te enloquece" pues cada maldita palabra encajaba con lo que le estaba sucediendo con Dabi.

La felicidad y el amor eran temas que desconocía por completo, él no quería ser feliz, él no quería amar a nadie; pero ahí estaba, con su corazón latiendo con una dicha inusual, con el deseo de que, cuando llegara a la base, encontrara aquel par de ojos fríos que le devoraban el alma, pasar la noche uno al otro, sin decir mucho o decir de todo, con toques sutiles que compartían, con Dabi tentando para no sobrepasar su límite y con él teniendo el cuidado de no tocarle completamente, mirarse a los ojos, dónde el turquesa y el rojo de sus miradas se fusionaban y expresaba más que aquellas agridulces palabras disfrazadas de insultos que se dedicaban y por supuesto, aquellos besos que surgían tras mirarse por mucho tiempo, la asquerosa sensación de las heridas de sus labios rozando con la piel sana y quemada del otro, los rostros de ambos eran desagradables y masacrados por lo que tuvieron que pasar para tener ese estado, pero eso no era un impedimento para que cuando sus labios se unieran, cada imperfección que podría arruinarlo desapareciera y fuera un beso que desbordaba pasión, deseo, amargura y en especial... amor.


Tal vez, si hubieran sido normales y tuvieran una vida común, todo podría salir mejor.


Se detuvo, pensar tanto le había ocasionado un dolor de cabeza, se supone que aquel paseo lo hacía para despejar su mente, mas no para saturarla de pensamientos empalagosos. Suspiró con pesadez, ya era tarde y lo mejor era regresar ya, de lo contrario, Kurogiri haría todo un escándalo, así que dispuesto a irse, dio media vuelta, pero su objetivo se vio obstaculizado cuando dirigió su mirada a la vitrina de aquella tienda que estaba a su lado, haciendo que sus párpados se separaran de impresión.


No necesitaba que fueran normales para que su amor pudiera florecer.


[•••]


Dabi se encontraba recargado sobre la pared, cerca de la ventana mientras observaba la vista nocturna y disfrutaba de la fría ventisca que se infiltraba por ella, moviendo impaciente su pie, tratando con todas sus fuerzas de no arrugar sus labios en una mueca, no quería notar que estaba quizá preocupado.

Finalmente escuchó el crujido de la puerta siendo abierta, dirigió con velocidad su mirada a la entrada, encontrando a aquel chico que era su líder, bajando la capucha que cubría su rostro, dejando a la vista su celeste cabellera.

—Hey, por fin apareces, jefe. —Tomura le miró con molestia mientras bufaba, Dabi no tenía una mejor cara. El más alto iba decir otra cosa para molestarle, pero cayó en cuenta de que tenía el rostro descubierto, permitiéndole ver esos rojizos ojos que brillaban gracias a la tenue luz que entraba por la ventana, aquellos pálidos y maltratados labios que mantenía en línea recta, las cicatrices en su ojo derecho y labio, y por último, pero no menos importante, el llamativo lunar que se encontraba por debajo de su comisura derecha.

Hubo un silencio, dónde solo se dedicaban a mirarse, Shigaraki había comenzado a respirar un poco más apresurado, sintiéndose repentinamente nervioso.

—Acércate. —ordenó. Podría fácilmente caminar él para estar lo suficientemente cerca, pero sus piernas no reaccionaban, por lo que optó por darle aquella orden, pero eso solo hizo que Dabi frunciera el entrecejo y realizara una mueca, disgustado.

—¿Para qué? —interrogó de manera altanera. Tomura rodó los ojos y le miró igual o más molesto.

—Sigues siendo un idiota grosero. A pesar de que me tomé la molestia de cumplir tu patético deseo. —ante su segundo comentario, Dabi alzó una de sus cejas, intrigado por lo que había dicho.

Shigaraki sacó su mano que se hallaba metida en uno de los bolsillos de la sudadera, la alzó y extendió sus dedos, provocando que la expresión de molestia de Dabi se esfumara; se encontraba portando un peculiar guante, uno que sólo cubría tres de sus dedos.

En seguida Dabi se retiró de la pared y se encaminó hasta donde Tomura estaba, de manera apresurada y torpe, tanto que incluso se tropezó, pero no cayó, deteniéndose justo al frente del menor, sin quitar la mirada de su mano.

Ahora no solo la respiración de Shigaraki estaba acelerada, también la de Dabi, la cercanía entre ellos hizo que sus corazones se alteraran. No dijeron nada, el mayor se encontraba impresionado por lo que estaba viendo, mientras que Tomura, con cada segundo que pasaba, se sentía más incómodo, comenzaba a arrepentirse de su decisión, cuando estuvo dispuesto a bajar su mano, Dabi habló.

—¿Y funciona? ¿No es una broma tuya? —Shigaraki echó una risa.

—¿Por qué no lo compruebas? —Titubeó.

Miró una vez más la extremidad del otro, tomó una gran cantidad de aire y alzó su propia mano, aquella que días anteriores fue dañada por el kosei de Shigaraki, de manera lenta la fue acercando, hasta que quedaron separadas por solo milímetros, para finalmente posar su mano sobre la contraria.

Sus dedos y la palma de ambos se tocaron, no hubo dolor, no hubo alguna herida, realmente aquel guante neutralizaba el don de su líder, antes de poder hacer cualquier cosa, se dedicó a mirar sus manos; la mano de Dabi era más grande, sus dedos eran largos y quedaban ligeramente por encima de los de Tomura, nunca había notado aquella diferencia de tamaño, a pesar de que el estado de las manos de Shigaraki no era el mejor, se veían pequeñas y frágiles a su lado, un aspecto que le causaba cierta ternura.

Con cuidado movió sus dedos, buscando filtrarse entre los contrarios, consiguiendo así entrelazarlos, uniendo por fin sus manos. Apretó con posesividad el agarre, como si fuera la única vez que pudiera tomar su mano; un poco tarde, Tomura aceptó el agarre, doblando sus dedos para afirmar la unión de sus manos.


La sensación... los tenía atónitos a ambos.


Una calidez nacía en sus manos y se extendió por todo su cuerpo, sus dedos cosquilleaban y se movían con cierta inquietud, como si quisieran aferrarse más, como si quisieran estar juntos así, para siempre. Una sensación tan cálida y suave, a pesar de que la mano de ambos tenía pequeñas cicatrices, de que esas mismas manos han causado tanto dolor y sufrimiento, a pesar de que eran imperfectas, creaba un sentimiento tan genuino entre ellos, un agarre irrelevante, les estaba haciendo... felices.

Dabi quitó los ojos de sus manos y dirigió su mirada al dueño de aquella mano que le estaba haciendo sentir tan peculiar, sorprendiéndose al ver la expresión que tenía: sus párpados estaban ligeramente más abiertos, viendo un punto cualquiera con tal de no encontrarse con la azulada mirada del mayor, sus labios estaban apretados, como si tratara de impedir que algún sonido saliera de ellos, finalmente un suave pero perceptible rubor se posaba sobre sus mejillas.

Ante tal vista, el azabache jaló de la mano que sostenía para atraer a Shigaraki hacia él, llevando su brazo libre a la cintura de éste, rodeándola con firmeza en un abrazo, pegando su torso al de él y hundiendo su rostro en el sedoso cabello de su líder.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó inquieto, sacudiendo su cuerpo para liberarse del agarre de Dabi, pero con lo necio que era le resultaba complicado alcanzar su objetivo, pues entre más se moviera, más era apretado por aquel brazo, terminó rindiéndose, permitiendo que el calor del más alto lo rodeara. Debido al silencio que había, Shigaraki fue capaz de escuchar el rápido latir del corazón de Dabi, que contrarrestaba con la calmada respiración que chocaba contra su cabeza, cosas que le hicieron cohibirse en su lugar, refugiándose entre el mayor.

Cuando sintió tranquilo a Tomura, Dabi suavizó el agarre en su cintura. Generalmente le daba igual si sus acciones eran toscas o no, pero cuando se trataba de abrazarlo, era diferente. El cuerpo de Shigaraki era muy delgado, pero no por ello era débil, pero le daba esa sensación de que si aplicaba mucha fuerza podría llegar a romperlo. Permaneció así durante unos segundos, su mano acariciaba de manera lenta la cintura del menor, procurando no molestarle, mientras que su pulgar se frotaba con afecto contra los dedos de la mano que sostenía.

Las acciones de Dabi le estaban poniendo nervioso, estaba siendo más meloso de lo normal, para cuando había comenzado a alborotar sus rizados cabellos con la nariz, Tomura alejó su cabeza.

—Suéltame, alguien puede venir en cualquier momento. —se excusó, queriendo quitarse de encima al otro, pero sus palabras solo hicieron que le apretaran más contra el cuerpo de Dabi, haciendo que bufara.

—No quiero. —se alejó un poco solo para poder verle al rostro, seguidamente sacó su lengua en muestra de burla, provocando que una venita resaltara de su frente, nuevamente estaba colmando su paciencia. Alzó su mano libre, dispuesto a jalar de la larga prenda que usaba sobre la camisa y de ser necesario, la haría polvo, pero fue interrumpido.

Dabi cambió la manera en que sus manos se agarraban, separando sus dedos de los contrarios para luego tomarlos, dejando libre el dorso. Acercó la mano de Tomura hasta la altura de su rostro, en donde al tenerlo a su disposición, depositó un beso sobre la piel de Shigaraki, causando que un escalofrío recorriera desde la punta de sus pies hasta su cabeza, sintiendo como el calor de sus mejillas se intensificaba y su respiración se entrecortaba.

—Tomura... —escuchó su nombre siendo pronunciado por la calmada y ronca voz de Dabi, a lo que el mencionado respingó por la manera en que le habló.

No recibió alguna respuesta, tampoco una mirada por parte de su superior, aprovechó que éste se encontraba mirando hacia abajo para acercarse y besar el costado derecho de su cabeza, sorprendiendo a su acompañante. Aspiró hondamente el aroma de Shigaraki, deleitando sus fosas nasales con éste, mientras que su mano soltaba la otra, dirigiéndola hasta su mentón para tomarlo y obligarlo a alzar la mirada, así deslizando su nariz por la fina piel de su rostro, rozando con sus labios toda la trayectoria hasta llegar al cuello, tocó delicadamente la sensible piel de aquel lugar, sintiendo leves corrientes eléctricas en sus labios al tocar las cicatrices y raspones de su cuello, causando que Shigaraki se estremeciera a su tacto. Sin querer arriesgarse más, se alejó lo suficiente para encararlo.

Volvieron a cruzar sus miradas y esta vez, se dedicaron a mirarse mutuamente sin apartar la vista. El pulgar de Dabi subió para tocar el labio inferior de Shigaraki, rozando con cuidado la cicatriz de su labio, presionó hacia abajo, así separando ambos labios, se veía muy entretenido en ello, pero decidió dejarlo antes de que fuese golpeado por el menor, cosa que intuyó cuando Tomura alzó la mano que tenía aquel guante para rodear su muñeca, alejándolo de su rostro.

Acercó un poco su cabeza, pegando su frente contra la de Shigaraki, mirándose aún más cerca.

De ser algún drama romántico, ese era el momento perfecto para profesar su amor mutuo, sobre lo agradecidos que se sentían de estar juntos y demás cosas innecesariamente dulces. Pero no era así, su vida no era perfecta, todo lo contrario, pero no necesitaban de palabras para expresar el sentimiento que los dominaba, de aquel absurdo sentimiento que solo leyeron en historias, aquel que creyeron que solo las personas "buenas" eran dignas de sentir y que ahora mismo se encontraba rodeando a sus corazones.

Dabi sonrió de manera suave, una sonrisa poco común en él, pues las veces que solía sonreír era con burla e ironía, no por un sentimiento que le estaba haciendo derretir por dentro. Shigaraki suspiró, entendía la razón de esa sonrisa, movió sutilmente su cabeza, como si le estuviera dando autorización y cerró sus ojos, ante sus acciones, Dabi no se demoró y acortó la distancia entre ambos, uniendo sus labios en un beso.

Sus besos eran rudos y toscos, muchas veces se dejaban llevar por la molestia y más que un beso, era una competencia sobre quién empleaba más presión o quien sería el primero que terminaría mordiendo el labio contrario, pero ahora, solo se dedicó a ser un roce delicado, dejando fluir en ese toque todo lo que sentían, sin la necesidad de ser bruscos o intensificar el beso como hacer partícipes sus lenguas, un suave tacto que les estaba haciendo perder la cabeza.

La mano que sostenía la muñeca del mayor, la dejó, subiendo un poco para volver a entrelazar sus dedos, esto no fue negado por Dabi, quien afianzó el agarre.

Permanecieron así por unos minutos, perdiéndose en la sensación burbujeante que les invadía, hasta que se separaron, volviéndose a mirar. Ahora el que sonrió había sido Tomura, una sonrisilla que se le escapó por la inusual felicidad que sentía, la vista que ahora presenciaba Dabi causó que su corazón diera un vuelco, naturalmente se le vino un comentario ocurrente para burlarse del contrario, pero por primera vez, decidió ahorrarse sus palabras, admirando esa vista tan bonita, antes de que la seriedad volviera a posarse en el rostro de Tomura.

Qué importa la clase de personas que eran, si eran los malos de la historia y un "final feliz" no era algo que fuese hecho para ellos. Habían sido víctimas de lo que muchas personas hablaban, el amor atacaba igual para cualquier tipo de persona, aun si no encajaran en algún estereotipo romántico, daba igual todo, no les importaba, pues no necesitaban ser ideales para estar juntos y disfrutar de su compañía.


Porque al juntar sus imperfecciones, creaban una perfección reconfortante para ambos que los hacía enamorarse aún más del otro. 


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¡Hoooola! 

Esta vez traigo algo DabiShiga que son actualmente mi obsesión, es la primera vez que escribo de ellos, así que espero que les haya gustado. ; v ;

Un pequeño One-shot para experimentar un poco,  quiero seguir escribiendo de estos dos, con algo más extenso, pero primero debo organizarme bien, je. 

Espero de todo corazón les haya gustado este intento que hice, también me gustaría saber si les interesaría que siguiera escribiendo de esta shipp, para motivarme un poco. 

Sin nada más que decir, ¡gracias por leer! 



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