5.- Mi propia deuda
Harriet.
Me siento nerviosa, mucho más que cuando estoy por subir a un concierto, mucho más que cuando me presenté delante un público por primera vez.
—No puede ser tan malo —dice Stacy mientras camina con rapidez a mi lado—. Probablemente...
—Va a ser el infierno —la interrumpo sin apartar la mirada del frente—. Todo por esa maldita fotografía.
—Intenté avisarte —continúa—. Pero al parecer apagaste el celular.
No respondo, continúo con mi camino sintiendo el golpetear de mi corazón hacerse cada vez más fuerte conforme elimino la distancia. Reconozco la puerta de la sala de juntas, y cuando consigo mirar a través del cristal, me detengo.
Mi padre está ahí.
—Oh, es malo —digo en un hilo de voz—. Realmente malo.
Puedo mirar la silueta de mi padre por el cristal, mantiene las manos cruzadas sobre el pecho mientras observa con seriedad a los hombres frente a él. Me obligo a reaccionar, retomando el camino hacia la sala de juntas en donde parecía estar a punto de firmarse mi sentencia de muerte.
—Harriet —papá voltea tan pronto Scott pronuncia mi nombre. Me adentro a la sala armándome de valentía para avanzar. —Agradecemos tu puntualidad.
—No planeaba faltar —respondo intentando sonar firme.
Scott se aparta las gafas, se pellizca el puente de la nariz y suspira. No aparto la mirada de él y solo consigo hacerlo cuando siendo una mano colocarse en mi espalda.
Papá me sonríe, su gesto cálido me regresa tan solo un poco de mi valentía porque sé que, si él está aquí, va a defenderme, no dejará que Scott o Marcus me obliguen a algo que no deseo hacer.
—¿Qué tan malo es esta vez? —me atrevo a preguntar.
—Es tan malo como para obligarnos a buscar una solución que aplaque de una vez por todas, todo lo que se dice sobre ti —Marcus se planta con firmeza frente a nosotros—. Tan malo como para decir que cumpliremos todas nuestras advertencias.
—Sí, olvida esa mierda de las amenazas —advierte papá sin apartar la mano de mi espalda.
—Alexander, con el respeto que te mereces, si estás aquí es solo porque en mi contrato estipulas que todas las decisiones respecto a Harriet deben ser informadas antes de llevarlas a cabo —Scott se cruza de brazos—. Pero tu hija ha sobrepasado el límite, y debemos apagar el fuego antes de que consuma todo.
Papá aparta la mano de mi espalda, los cruza sobre su pecho mientras eleva el mentón.
—¿Y ya han encontrado esa solución? —inquiere.
—Lo hicimos, es algo que llevamos pensando desde hace meses, no queríamos llegar a esto, pero es nuestro último recurso.
—¿Y bien? —ambos me miran cuando hablo— ¿De qué se trata?
Marcus camina hasta tomar la carpeta que descansa a un costado, la abre examinando el interior antes de deslizarla por el cristal de la mesa para hacérnosla llegar.
Papá es el primero en tomar la carpeta, espero que sea él quien lea primero, me mantengo a su costado mirando como de pronto, todo su cuerpo se pone rígido. El músculo de su mandíbula se tensa y sus fosas nasales se expanden por la molestia.
—Un contrato —dice y mi espalda se pone rígida.
Papa luce más tenso a cada segundo, el tema de los contratos es algo con lo que no está del todo cómodo. Recuerdo los cientos de revisiones que le hizo a mis contratos con las disqueras y que siempre se preocupaba porque Bill, su abogado de confianza, y alguien más ya sea mamá, el mismo, o alguien lo suficientemente cercano estuviese presente en las reuniones.
—¿Un contrato? —inquiero —¿Para qué? ¿Qué es lo que debo hacer?
Ninguno responde. Intento tomar la carpeta, pero papá la aparta, mira a Marcus de una forma en la que no lo ha hecho antes.
—Con Logan Walker —su voz sale tensa—. ¿Quieres que mi hija tenga un contrato con un jugador de Hockey?
No entiendo un carajo, ¿qué rayos tenía que ver un jugador de hockey en todo esto?
—¿Quién es Logan? ¿Y por qué debo tener un contrato con él?
Marcus se quita las gafas, mira a papá y luego a mí.
—Logan Walker es el chico que ayudará a mejorar tu imagen.
En ese punto papá y yo perdemos la paciencia.
—¡No necesito a un hombre para arreglar mi imagen! —exclamo horrorizada.
—No voy a permitir que ates a mi hija a un idiota de esa manera —papá deja caer la carpeta con fuerza contra el cristal.
—Ya cumplió la mayoría de edad —le recuerda Marcus—. Y te recuerdo, Alexander que como su manager tengo...
—No intentes emplear conmigo el cuento de que tienes más poder sobre mi hija que yo porque juro que te despediré en este instante —mi padre emplea un tono amenazante, las venas de su cuello resaltan mientras mira a Marcus con más enojo del que una vez lo he visto aparentar.
—Alexander tú mejor que nadie sabe lo que una reputación le hace a un artista. Deberías de saber que tu hija no tiene una buena imagen, que la prensa la come viva y lo seguirá haciendo, que los programas de chismes la siguen usando en sus notas, nada de eso es cierto, ¡claro que no! Pero a la gente no le importa, la gente consume noticias falsas todo el tiempo, y las cree.
—Marcus...
—¿Quieres saber lo que dicen de tu hija?
—Marcus no...
—Que no es responsable, la catalogan como la mujer más rebelde de la industria. Su último álbum obtuvo más reseñas negativas de las que siquiera pudimos prever, perdimos dos contratos con revistas porque no la quieren, porque nadie quiere entrevistas con un artista que parece estar fuera de control. Hasta el momento las malas opiniones no se han registrado en las ventas, pero lo harán, y tú y yo sabemos que cuando eso ocurra, no habrá retorno. Sé que es difícil para ti entenderlo, pero esto es algo que tu hija provocó.
—No te atrevas a culparla de esto —advierte papá, sigue tenso y esta erguido en toda su altura—. No te atrevas a decir que Harriet es la culpable.
—Lo es —Scott habla esta vez—. Y ella lo sabe tan bien como nosotros, se está arruinando sola, Alex. Sabes bien que, si llega a ese punto, no habrá vuelta atrás.
Mi padre cierra las manos en puños, me lanza una mirada y algo en mí se encoge cuando noto que comienza a ceder. Noto la lucha interna que se debate en él, mi estomago arde y me siento sofocada.
Me siento de la manera en la que se siente cuando todo comienza a salirse de control, como si fuese arena entre mis manos que se me escapa, que no se queda aun cuando hago mi mayor esfuerzo.
—No vas a hacerla estar con alguien por un contrato. No voy a dejar que usen a mi hija para obtener beneficios, mucho menos para un jugador.
—Será beneficioso para ambos —dice Marcus y parece demasiado frustrado—. El manager de Walker solo quiere popularidad, necesita la fama.
—Y va a utilizar a mi hija para conseguirlo —reprocha.
—Papá...
—Silencio, Harriet —ordena—. No hará eso.
—No eres tú quien decide —responde Scott—. Hasta donde sabemos, solo debemos informarte, no pedirte tu consentimiento.
—Eres un hijo de...
—Papá —me coloco frente a él, empujando su cuerpo hacia atrás—. Basta.
Su mirada se fija en mí, hay un dejo de decepción en sus ojos y eso me retuerce el corazón.
—No tienes que hacerlo —dice con suavidad recuperándose—. Hattie, no debes pagar ni un solo precio por hacer lo que amas.
Extiende la mano hasta acariciar mi rostro. Mis ojos se cristalizan y asiento, tomo una corta inhalación antes de girarme hacia los dos hombres que aguardan a un par de pasos de distancia.
—Haré cualquier otra cosa, excepto eso —señalo la carpeta—. No estaré con alguien por un contrato, no fingiré lo que sea que pretendan. No soy una farsa, no soy una maldita muñeca a la que puedan obligar a hacer lo que ordenan, tengo un contrato con ustedes, pero me dieron poder de decisión, y esto, es algo que no haré.
—Harriet...
—No lo haré —respondo con firmeza—. Así que será mejor que busques otra "solución" porque no pretendo protagonizar una mentira.
Ambos me miran con decepción, no me molesto en esperar una respuesta, simplemente me aparto y salgo de la sala con el corazón latiéndome a mil por hora. Como si de pronto pudiera detenerse abruptamente.
No espero a mi padre, camino con rapidez esquivando al personal que camina sin ninguna preocupación y apenas reconozco la voz de papá llamándome a lo lejos. No me detengo, continúo caminando hacia la habitación abandonada.
Hacia el sitio en donde el silencio es el único que manda, en donde puedo sumergirme en mis pensamientos sin nada que me interrumpa, al sitio en donde puedo ser yo, donde dejo de ser la super estrella y solamente soy Harriet.
(...)
No vuelvo a hablar con Marcus, en realidad no hablo con nadie exceptuando a los chicos de la banda sonora. Cumplo con mis horas de ensayo, pero tan pronto como mi manager tiene la intención de acercarse, solamente escapo.
Stacy me ha llamado varias veces desde que salí de la disquera, en otras situaciones le hubiese tomado las llamadas, pero ahora no tengo ánimos de escuchar los mil pendientes que tengo por hacer.
No suelo venir con frecuencia a casa de mis padres, tiene meses que no paso más de un par de horas en casa, compartiendo un almuerzo y es todo. Extrañaba los extensos días en los que estaba aquí, en donde mamá cocinaba mi comida favorita o compartíamos un café mientras hablábamos de todo y nada a la vez.
Tal vez es por eso que me encuentro ahora bajando del auto, dispuesta a entrar a la que fue mi casa por más de dieciocho años.
La puerta está abierta como siempre, la residencia de mis padres es igual de privada así que no tenían que molestarse por la presencia indeseada de los periodistas. Escucho la voz de mamá apenas ingreso y luego la voz de mi hermano Axel discutir con ella.
—Hola —ambos voltean de forma inmediata cuando escuchan mi voz. Mamá parpadea como si quisiera asegurarse de que realmente estoy aquí y al cabo de unos segundos, una sonrisa se extiende por sus labios.
—¡Cielo! —lo dulce de su voz me envuelve mientras me acerco a ella.
—Hola mamá —acepto el abrazo que me brinda, sus brazos me rodean y me apega a su cuerpo—. Lamento venir sin avisar, pero...
—No tienes que avisarnos —dice acariciando mi rostro—. Tu padre ya me dijo lo que ocurre, ¿estás bien?
Asiento porque detesto preocuparla, así que miento.
—Lo estoy —respondo—. ¿Crees que pueda quedarme esta noche aquí?
La mirada de escudriño que me lanza me hace sentir pequeña, mamá parecía tener un super poder para saber cuándo algo iba mal, y no quería darle más motivos para estar preocupada.
—Oh, se supone que te independizaste hace mucho —el reclamo de mi hermano menor desvía la atención de nuestra madre.
Axel Campbell, dieciséis años de edad y toda una estrella de Rock en proceso. Viste con sus habituales pantalones entallados negros y una camiseta que le queda un par de tallas más grande.
Mantiene una sonrisa en el rostro mientras se acerca, le devuelvo el gesto antes de abrir los brazos y envolverlo con ellos.
—Son una bola de idiotas, Hattie —dice con seguridad—. Si deseas puedo decirles a los chicos de la banda que vayamos a darle un escarmiento a ese hijo de...
—¡Axel Campbell! —mamá reprende en un grito—. Respeta la presencia de tu madre.
—Mamá no puedes negar que lo son —dice el clon de papá.
Nuestra madre decía que, si papá hubiese sido un cantante de Rock, luciría como Axel. A comparación mía, mi hermano toma la música como un simple pasatiempo, no está interesado en formar una carrera artística, o tener fama.
—Que lo sean no quiere decir que tengas que decirlo —asegura mamá—. Ahora, cariño...—gira de nuevo hacia mi y sonríe un poco más— puedes subir, sabes que tu antigua habitación siempre está lista para que puedas usarla.
—Gracias, mamá —se acerca de nuevo hasta dejar un beso en mi mejilla y me siento realmente reconfortada de tenerla cerca.
—La comida estará lista pronto —dice—. ¿Te llamo para comer?
Asiento, cuando la olla suelta un pitido mamá se aparta con rapidez y mi hermano parece no tener ninguna intención de continuar con nuestra conversación así que subo.
Los colores pasteles me reciben tan pronto como abro la puerta del cuarto, sonrío con ligereza mientras miro que, tal y como lo dijo mamá, la habitación está impecable, casi como si aún la estuviese ocupando.
Me quito los zapatos en un rápido movimiento, y me lanzo hacia la cama. El colchón me recibe con su habitual comodidad y me grabo en la memoria el comprar uno igual a este.
Cierro los ojos, he estado intentando no pensar demasiado en lo que ocurrió en la sala de juntas, en lo que ese contrato significaba y lo que Marcus y Scott esperaban que hiciera.
¿Cómo siquiera pensaron que sería una buena idea hacer un contrato con alguien que ni conozco?
No quiero pensar en lo que el papel decía, pero por la manera en la que papá reaccionó, ya puedo sospechármelo. Tomo una profunda inhalación para después soltar el aire de a poco, mi celular vibra en mi bolsillo, ignoro el molesto movimiento, pero cuando se repite varias veces más, lo saco de mala gana.
Hay varios mensajes de Missy en la pantalla, he estado evitando a todo mundo desde ayer, apenas mis amigas se marcharon de casa decidí no responder ni a uno solo de sus mensajes, sé perfectamente que no es culpa de Missy, sin embargo, con todo lo que ocurría en mi vida ahora mismo, prefería tener un poco de distancia de todos.
Apago el celular y lo lanzo a la cama, no sé en realidad cuanto tiempo permanezco simplemente acostada, con los ojos cerrados intentando no pensar, pero debe de ser el suficiente porque mamá viene a verme.
—Sé que no estás bien —dice colocándose a mi costado—. Y sé también que no vas a decirme en realidad como te sientes, pero estoy aquí para ti, cariño.
Extiende la mano y sus dedos se pierden en mi cabello impartiendo caricias suaves.
—Quieren que tenga un contrato con un jugador de hockey —mascullo aun cuando sé que ella ya está enterada—. Nada de lo que ocurre es culpa mía, mamá. ¿Por qué entonces tengo que ser yo quien pague las consecuencias? ¿O es que si soy responsable? ¿Tal vez si es culpa mía?
—No —la palabra brota con firmeza de ella—. No es culpa tuya, cariño, no debes culparte ni asumir la responsabilidad por algo que no te corresponde. Tú no eres nada de lo que se dice de ti en la prensa, tú no eres esa chica que intentan vender.
Mis ojos pican y parpadeo intentando alejar el ardor provocado por las lágrimas que no tardan en llenarme los ojos.
—Tú eres maravillosa, mi niña, y nada de lo que digan podrá cambiar tu esencia, porque eres real, eres tú, Harriet. Y no debes dejar de serlo para complacer a los demás, ni siquiera cuando intenten hacerte creer que tienes la obligación de hacerlo.
Sonrío, mamá abre los brazos y me refugio en ella, no hablamos después de eso, pero no se siente necesario, porque me sentía bien, porque en casa siempre me he sentido segura.
Y esta no es la excepción.
(...)
Pasé la noche en casa de mis padres, papá volvió de una reunión con su representante y pareció sorprendido de verme en casa. Ninguno tocó el tema de la reunión con Marcus y Scott, y eso fue un alivio.
Compartimos el almuerzo, vimos un par de películas y luego tuvimos que tolerar la estridente música de Axel proveniente del garaje, me sorprendía que los vecinos no se quejaran ante la música tan alta.
No encendí el celular, no quería enfrentarme a Marcus o a Scott ni a sus advertencias que seguramente no dejarían pasar, quería sentirme tranquila, así que me desconecté por completo hasta la mañana siguiente.
Y no pude imaginar el caos que me esperaba al bajar.
—¡Quiero que borres todos los malditos anuncios! —papá grita al teléfono—. ¡Mis hijos no deben recordarlo, joder!
Estoy al borde de las escaleras, aún con el pijama puesto intentando entender que ocurre en la sala. Mamá se mueve nerviosa por la instancia, parece hablar también con alguien por teléfono, la televisión está encendida y apenas estoy procesando lo que esta ocurriendo cuando Axel baja.
—¿Por qué gritan? —se coloca a mi costado, tiene el cabello revuelto y toda la apariencia de un chico perezoso.
—No tengo idea —ninguno de nuestros padres se ha percatado de nuestra presencia, papá sigue hablando furioso por el celular así que no presta atención a nada más, ni siquiera cuando su imagen aparece en el programa de televisión.
"Puede que como artista Alexander Campbell sea respetado y admirado, pero creo que, como padre, deja mucho que desear"
"Su hija, Harriet, cada vez parece estar rompiendo los limites cada vez más y ¿qué hace él? ¡Absolutamente nada!
Algo arde en mi pecho cuando escucho a esas personas hablar de papá. El silencio se instala en la sala, nuestros padres miran el televisor, sin percatarse aun de que estamos escuchando también.
"Pero claro, él también estuvo descarrilado. ¿Recuerdan la sobredosis con pastillas de dormir? Parece que los Campbell...
—¿Qué mierda? — Axel masculla, el televisor se apaga tan pronto como papá se da cuenta de que estamos en la sala.
—¿Por qué están hablando de ti? —inquiero.
—Harriet...
—¡Esto es imperdonable! —exclamo—. ¡Ahora comenzarán a perseguirte también!
—¿Por qué hablan sobre una sobredosis? —inquiere Axel—. Papá, ¿qué mierda está pasando?
Mis padres y yo nos miramos, yo si entendía lo que estaba ocurriendo, cuando comencé con mi carrera fue lo primero que surgió. Sin embargo, papá nunca ha hablado de eso directamente conmigo.
Supongo que el intento de suicidio del gran Alexander Campbell no es algo que la prensa olvide, y parece que han decidido que es buena idea sacarlo justo ahora.
Sí, mi padre, ese hombre tan alegre y fuerte al que he admirado, estuvo al borde de la muerte, nunca he querido saber más, nunca he deseado preguntarle porque es un tema que no se toca en esta casa, es complicado para él, pero tal vez debimos de haberlo hablado.
—Sin malas palabras Axel —dice mamá en un suspiro agotado—. No escuchen a la prensa, solo quieren llamar la atención. No se preocupen, nosotros lo arreglaremos.
—Es por mi —mascullo—. Están atacándote por mí.
—No, Harriet —papá suspira, parece demasiado agobiado y sospecho que yo soy la razón.
—Claro que si —retrocedo un par de pasos—. Ellos...
"El menor de los Campbell parece ir por el mismo camino. Axel Campbell un intento de estrella de rock, el chico parece un adolescente descarrillado, ¿necesitamos más motivos para cuestionar la labor del gran Campbell como padre?"
—¡Apaga eso! —papá intenta quitarle el control a Axel, pero no lo consigue—. Axel...
"Solo en verdad esperamos que la hija del cantante, no termine atentando contra su vida como su padre..."
Me siento horrorizada de escuchar lo que esa mujer dice con tanta frialdad, papá termina desconectando el televisor y el silencio en el que nos sumimos, es escalofriante. Sé que papá odia que hablen de su pasado, que hablen de toda la mierda que tuvo que vivir, de todo el infierno que le crearon alrededor.
Mi padre fue y aún es un excelente artista, pero también vivió su propia pesadilla. Y ahora todo mundo parecía estarlo recordando.
—Papá...—mi voz brota en un susurro apenas audible —esto es mi culpa.
—No, no lo es.
—Claro que lo es —objeto—. Han hablado de Axel, han dicho que eres un mal padre, y seguramente hablarán de mamá también, todo por mi causa, porque yo les doy de que hablar.
—No, Harriet, escúchame...
—Marcus tiene razón, estoy arruinando todo —mi voz se rompe, el corazón se me encoje de tal manera que me provoca un jadeo, la sensación de ahogamiento me llena mientras me aparto— estoy arruinando todo.
—Basta, deja de decir eso —exige papá—. Nada es tu culpa, ¿entiendes? ¡Nada!
—¡Claro que lo es! —exploto—. ¡Lo es, pero no te atreves a decírmelo! ¡No necesito que me tengas lástima! ¡Que seas mi padre no hace que no puedas culparme también!
—¡No son mentiras! —grita de vuelta—. ¡Todos tenemos un maldito pasado, Hattie!
Parpadeo, mamá intenta hacer que deje de hablar, pero no lo consigue.
—Eso, todo lo que dicen, es mi pasado. Y no tienes nada que ver contigo, es información que se consigue investigando, fácil de conseguir. No tiene nada que ver contigo, cariño. Así que por lo que más quieras, no te culpes por eso.
—¿Tú...tú intentaste...? —Axel mira con horror a nuestro padre—. ¿Por qué nunca nos dijiste?
—Por Dios, eso no es algo que se les diga a los hijos —dice frotándose el rostro con las manos y luego las coloca a los costados de su cintura, cierra los ojos y deja caer la cabeza hacia adelante—. No voy a hablar de ese tema con ustedes, no ahora, probablemente nunca, no quería que lo supieras, Axel, pero es algo inevitable, y la prensa ahora lo mencionará así que...
—Por eso no querías que me dedicara a esto —él me mira cuando hablo—. ¿Tienes miedo de que llegue a lo mismo?
El dolor explota en su mirada, sacude la cabeza, pero no dice nada. Mi visión se nubla, porque ahora lo entendía, porque si el vivió algo similar, sabe que esto es una mierda. Nunca consideré que la oposición de mi padre por mi carrera artística se debiera a lo que él mismo había experimentado.
¿Por qué la gente se empeña en convertir los sueños en pesadillas?
—Lo arreglaré —dice con seguridad—. Tú no te preocupes por nada.
—No —mi voz brota firme, tanto que me sorprendo—. No voy a dejar que arruines tu reputación, papá. Si haces algo hablarán más de ti, dirán cosas peores seguramente.
—No me interesa.
—Claro que te interesa —objeto—. Te importa tanto como a mí. Marcus tiene razón, debemos apagar el fuego antes de que consuma todo.
Papá se yergue en toda su altura, soy consciente de como sus músculos se tensan al entender.
—No, Harriet —adopta un tono autoritario, uno que consigue intimidarme, pero no lo suficiente.
—Tengo que hacer que se detengan.
—Tú no tienes que hacer nada, mucho menos hacer lo que ellos te digan. Esa no es la forma, eso...
—Es mi carrera —espeto—. Y no tengo que pedirte tu consentimiento. Tal vez después de todo es un alivio que no seas mi representante.
Arruga la frente, sus manos se cierran en puños y su respiración se agita. El músculo de su mandíbula se tensa, dándole un aire mucho más intimidante.
—Cielo...—la voz de mi madre me hace mirarla—. Eso es una locura, ¿una relación por contrato? Harriet, eso es una locura.
—Grace —papá la mira y ella le devuelve la mirada—. Si ella cree que puede resolverlo, tal vez es momento de dejar que lo haga.
—¿Te has vuelto loco? —reprocha ella en un casi grito.
Mi padre me mira, la preocupación se ha esfumado de él y ahora solo me mira con firmeza.
—A veces la única manera de que alguien aprenda, es llegando hasta el fondo —dice—. Si ella quiere hacerlo...
—¡No! ¡Es una locura! —exclama—. Harriet Campbell no te atrevas a caer tan bajo.
—¡Grace! —papá reclama tan pronto como ella dice aquello, pero es tarde, sus palabras me han golpeado como dos malditas pedradas.
Mi pecho se contrae con fuerza, es como si alguien me privara el oxígeno que debo respirar, cada músculo de mi cuerpo se pone rígido. Se tensa de tal forma que me obliga a aparentar una firmeza que no poseo.
—Pues caeré tan bajo como sea necesario para que nos dejen en paz —espeto con el pecho ardiendo por una emoción extraña.
Esquivo a mi familia subiendo a trompicones las escaleras, me refugio en mi habitación mientras recupero el celular, la desesperación me invade conforme aguardo a que encienda y cuando lo hace, innumerables mensajes se dejan ver.
No me molesto en abrir ninguno, simplemente busco el contrato de Scott y lo llamo.
—Harriet —el tono preocupado me recibe—. Dios, la prensa en una locura, ¿estás bien? ¿Cómo está tu padre?
—Lo haré —es todo lo que digo. Un silencio se instala en la línea, uno largo que dura unos diez segundos aproximadamente, demasiado para mi gusto.
—¿Estás segura?
—Todo es una mierda —mi voz se rompe—. Prométeme que va a parar, prométeme que, si lo hago, todo esto va a detenerse.
—Lo hará —dice con firmeza—. Lo hará, Harriet. Es un sacrificio, solo un año, un año y ya está, ni siquiera te darás cuenta de que ha pasado.
Una lagrima desciende por mi mejilla, y a eso le siguen muchas más. Aparto el celular, reteniendo los sollozos que me invaden porque esto apesta, porque no tendría que estar haciendo ni una mierda.
Porque no tendría que hacer sacrificios para que mi familia y yo consigamos estar tranquilos.
—¿Harriet?
—Programa todo con Logan Walker —hablo tan firme como me es posible—. Dile que voy a aceptar el contrato.
—Es una decisión acertada, Harriet —dice Scott con alivio—. Estarás bien, no te preocupes.
Cuelgo la llamada luego de eso, una parte de mí, esa parte fuerte e independiente, segura de si misma, la que se cree invencible, dice que no tengo que hacerlo, que puedo hallar otra solución.
Sin embargo, la otra parte, esa a la que he alimentado durante los últimos dos años, florece a montones. Se abre paso en mi sistema de manera exponencial, se apodera de mí, esa parte que escucha todo lo que dicen, que siembra dudas, inquietudes, inseguridades. Esa parte que comienza a ganarle a mi esencia.
Y estoy aterrada de dejarla ganar, estoy tan asustada de que pronto, Harriet Campbell sea un títere más.
Un año, ¿solo un año y toda la pesadilla se acabará? ¿Trecientos sesenta y cinco días que me asegurarán que toda la mierda se vaya?
—Puedo hacerlo —hablo para mi misma, hablo intentando convencerme—. Soy Harriet Campbell, la súper estrella, puedo hacerlo.
Tomo una inhalación temblorosa.
—Puedo hacerlo —mi voz se rompe, pronto me encuentro sollozando, abrazando a mis rodillas para sostenerlas contra mi pecho.
Papá me lo advirtió, él intentó prepararme, pero no lo escuché y ahora, en este preciso instante, comenzaba a pagar mi propia deuda.
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Tengo un par de borradores así que les traeré un capítulo mañana también.
-¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí.
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