4.- Una causa perdida.
Harriet
Es viernes por la mañana, y Marcus no parece tener intención alguna de torturarme este fin de semana así que comienzo a alegrarme. Con suerte podría pasar mi día en completa tranquilidad y cumplir con mis compromisos de fin de semana con mis amigas.
El día trascurre sin inconvenientes, Stacy parece demasiado entusiasmada de que vaya a asistir a su fiesta así que realmente espero que Marcus no decida darme un compromiso de último minuto.
Intento pasar mi día lejos de su vista, me refugio en mi habitual sala abandonada, y paso cerca de dos horas intentando terminar una de las canciones en las que me encontraba trabajando.
Cuando al fin me atrevo a salir, me mantengo con mis ruegos de continuar con mi fin de semana en libertad, y no aparto el pensamiento mientras camino hacia la oficina de mi representante.
—¿Querías verme? —inquiero cuando llego a donde se encuentra.
—Sí —dice acomodándose en su silla—. Es fin de semana, y espero que no te metas en problemas.
—Haré mi mayor esfuerzo.
—Harriet...—el tono de advertencia que usa me hace resoplar—. Si vuelves a pasar el límite nos veremos obligados a...
—A usar medidas que no me gustarán —termino la frase por él—. Lo sé, me lo has dicho incontables veces.
El hombre asiente, se incorpora de su asiento y rodea el escritorio.
—Eres como mi hija, aunque a veces lo dudes —asegura—. Tu padre me contrató por algo, y lo único que deseo es que estés bien, Harriet. No puedes pretender que esté tranquilo sabiendo que vas por la vida cruzando los límites.
Me trago las ganas que tengo de decirle que no tiene de que preocuparse.
—Es la fiesta de Stacy hoy por la noche —murmuro y él eleva una de sus cejas—. Prometo que no haré nada tonto.
Marcus asiente.
—De acuerdo, aún confiamos en ti —dice tensando las comisuras de sus labios en una sonrisa—. No nos obligues a dejar de hacerlo. Recuerda, Harriet, estamos del mismo lado.
El tono que emplea es suave, pero por alguna razón la siento como una advertencia demasiado seria para mi gusto.
—De acuerdo. Adiós, Marcus —me despido—. Disfruta de tu fin de semana.
—No me provoques pesadillas, Harriet —advierte con una leve risa—. Hablo en serio.
Sonrío elevando uno de mis hombros y me marcho. No encuentro a Stacy al salir, así que le envío un mensaje de texto confirmando mi asistencia, y salgo del edificio.
Conseguí que mi equipo de incansables guardias de seguridad no viniese conmigo, tuve que llamar a Marcus y decirle que no planeaba convertir la fiesta de mi amiga en un escándalo y asegurarle que no tomaría demasiado alcohol.
Dios, ese hombre es peor que mi padre incluso.
—¿Stacy es esa chica tan agradable que siempre está contigo? —inquiere Missy cuando bajamos del auto.
—Esa misma —respondo acomodando la caja de regalo en mis manos.
Había llamado a Missy luego de que Stacy me dijera que podía llevar a un acompañante, mi mejor amiga desde la preparatoria no se había negado a una salida "tranquila" de viernes por la noche.
La música se escucha aún cuando estamos a casi una cuadra de distancia, avanzamos esquivando a las personas que caminan en sentido contrario por la acera y cuando nos acercamos más, observo que hay una cantidad considerable de invitados.
Stacy está en la entrada, su sonrisa se amplia tan pronto como me ve aparecer y se acerca a prisa. Sostiene una especie de preparado en una de sus manos y porta un precioso vestido de lentejuelas doradas.
—¡Harriet! Me alegra tanto que hayas podido venir —expresa cuando la envuelvo en un abrazo, le entrego la caja y su sonrisa se amplia un poco más—. No te hubieses molestado.
—Bueno, no podía llegar con las manos vacías —confieso—. Ella es Missy, Missy ella es Stacy.
—Hola —ambas se dan un abrazo efusivo y comparten algunas palabras—. Pasen, siéntanse en su casa. Hay comida en la barra y bebidas libres.
—Gracias —Stacy se marcha cuando algunos invitados llegan y nosotras nos adentramos por completo a la casa.
La música que suena es lo suficientemente fuerte como para obligarnos a hablar en gritos. Missy se apodera de un par de latas de gaseosa y lanza una hacia mí, cuando la música cambia a un ritmo más movido, ella se olvida de las bebidas y me arrastra hasta el centro de la instancia.
El baile siempre fue uno de mis pasatiempos además de la música, el tener coreografías en mis conciertos fue parte de ese gusto, aunque después me di cuenta de que no era tan buena idea como parecía.
Pero ahora no es momento de pensar en mis agotadoras coreografías, sino en divertirme, en olvidarme de todo por un segundo y solo...bailar.
Así que eso hago, me muevo al compás de la música junto con Missy, reímos cuando ella hace pasos graciosos, y solamente me detengo cuando un puñado pequeño de personas se acerca para pedir algunas fotografías.
Hago lo que le prometí a Marcus, no bebo más que un par de cervezas y un par de preparados, así que cuando llega la hora de irnos, soy más capaz de conducir que Missy.
Nos despedimos de Stacy y caminamos, o al menos yo lo hago porque Missy se tambalea cada tres pasos, así que cruzo uno de mis brazos por debajo de los suyos y la ayudo a llegar hasta el auto.
—Se suponía que serías buena compañía —le reclamo encendiendo el auto.
—Lo soy, super estrella —dice con las palabras arrastradas—. Debes de admitir que soy la mejor amiga que tienes.
Sonrío, asintiendo mientras enciendo el auto.
—Lo eres —murmuro, pero ella no me presta atención porque está casi dormida en el asiento—. Definitivamente lo eres.
La miro por unos cortos segundos antes de encender las luces del auto, y conducir de vuelta a casa.
Missy despierta al día siguiente con un dolor de cabeza y una resaca de primera. Yo me encuentro terminando mi rutina diaria de ejercicios cuando ingreso a la sala, y observo a mi amiga quejarse mientras se prepara una taza de café cargado.
—¿Cómo puedes tener tanta energía por la mañana? —inquiere con una mueca.
—Eso es porque no bebí como si la vida me dependiera de ello —la molesto—. ¿Quieres comer? Puedo ordenar algo y alimentar a la bestia que habita en ti.
Missy me sonríe con inocencia mientras lleva la taza de café al borde de sus labios y le da un largo sorbo.
Camino hacia la nevera, Missy no era afecta a la comida "saludable" y en mi nevera no tenía más que hojas y algunas frutas, teniendo en cuenta la resaca que mi amiga se carga no creo que una ensalada sea precisamente lo que desea comer.
—De acuerdo, pediré comida entonces —le informo abriendo la aplicación de comida rápida.
—Sé que preguntar esto me deja como una alcohólica de primera, pero ¿a qué hora deben llegar las demás?
—Por Dios, Missy, son las diez de la mañana —ambas reímos—. ¿Podrías no mostrarte tan desesperada por el alcohol?
Mi amiga echa la cabeza hacia atrás riendo ante mi pregunta.
—De acuerdo, de acuerdo —dice elevando las manos.
—Solo para calmar tu ansiedad, llegarán por la tarde —le informo recordando el mensaje que Kath me había enviado—. Ugh, apestas.
Ella frunce los labios y me enseña el dedo corazón, lo que me hace reír otra vez.
—Sabes que puedes usar mi baño y la ropa del armario —le recuerdo—. Sirve que te quitas esa cara de muerta andante.
—Ugh, a veces eres tan odiosa —dice antes de darle un nuevo trago a su café y dejarlo sobre la encimera—. ¡Te odio!
—¡Me amas! —grito cuando atraviesa la sala y la escucho reír.
Me dejo caer de manera despreocupada sobre el sillón, reviso las notificaciones del celular encontrándome con un par de mensajes de Stacy en donde se muestra emocionada por la bolsa que le obsequié, y tras responderle que me alegra que le haya encantado tanto mi regalo, dejo el celular de lado.
No tenía ningún compromiso, parecía que mis planes de disfrutar de mi fin de semana al final serían una completa realidad, no había nada más que detestara que cancelar los compromisos con mis amigas por imprevistos de último minuto.
Recupero el celular cuando recuerdo que no he ordenado la comida y me paso algunos minutos navegando en la aplicación antes de decirme a pedir algo de comida.
Missy es amante del sushi así que pido dos órdenes de comida y tras confirmar el pedido, vuelvo a olvidarme del celular. Mi amiga tarda aproximadamente diez minutos en el baño, tiempo récord para ella que suele tardar cerca de media hora
Cuando vuelve, ya he ordenado la cocina y encendido el televisor de la sala para colocar alguna película que nos entretenga mientras tanto.
—Pareces una nueva persona —la molesto cuando se deja caer a mi costado, Missy ríe mientras se acomoda el cabello y sacude la cabeza a la vez.
—Me siento como una nueva persona —responde entre risas—. Dime que no hice ninguna locura ayer.
—No hiciste ninguna locura ayer —parece aliviada, sube ambas piernas al sillón y las cruza en modo de flor de loto y gira el torso levemente hacia mí.
—No te he preguntado esto —dice con suavidad—. ¿Cómo va el asunto del escándalo con tu baterista?
Me encojo de hombros, lo cierto es que no quería pensar demasiado en eso, suficiente tenía para preocuparme. Además, sobre pensando la situación no ganaría nada más que estrés extra, y eso no es algo que necesitara justo ahora.
—Normal, quiero decir, estoy acostumbrada a estas cosas —le recuerdo—. No es la primera vez, y no será la última.
Parece ser que el hecho de que una mujer decidiera salir con amigos o conocidos con frecuencia, le daba a la opinión pública todo el maldito derecho de hablar lo que quisieran. Si un hombre lo hacía, sería catalogado como todo un "galán" pero si una mujer lo hacía, se convertía en una mujerzuela que puede ser juzgada sin remordimiento.
Vaya mierda.
Missy extiende una de sus manos para tomar la mía.
—Eres excelente, súper estrella, no dejes que nadie te haga dudar de eso —sonríe en un gesto cálido—. No dejes que lo que la gente diga sobre ti, te haga dudar de la increíble y poderosa mujer en la que te has convertido.
—No lo sé...
—Hey, no —yergue la espalda y me mira con firmeza—. No dudes nunca de la clase de mujer que eres, de lo increíble, talentosísima y preciosa mujer en la que te has convertido. La presa es solo una masa de gente idiota que no sabe respetar la vida de una chica de veintiún años que disfruta de su juventud y libertad, está soltera, así que puedes salir con cuantos chicos se te pegue en gana y eso no tendría porque significar un problema.
—Pero lo hace.
—Porque es gente estúpida —dice encogiéndose de hombros—. Se benefician en tu nombre, obtienen miles de dólares en ventas porque tú apareces en la portada, tu música, Harriet, es increíble y realmente me molesta que no hablen de eso.
Las comisuras de mis labios se tensan en una sonrisa, en una que intento retener, pero no lo consigo.
—Deberían estar hablando de lo exitosa que eres a tus veintiún años, de lo talentosa que eres, de todo lo que has conseguido en escasos seis años de carrera, deberían estar elogiando esa voz tan exquisita que posees, en vez de darte toda esa mierda.
Sacude la cabeza como si de verdad le molestara, como si se encontrara tan frustrada con ese hecho.
—Está bien, Missy...
—No, no está bien —asegura—. No mereces que la opinión pública te condene por algo que no tiene relación con tu carrera, y mucho menos mereces pagar las consecuencias con tu música.
—No la pago con mi música —objeto.
—Y espero que nunca lo hagas —dice dejando un apretón en mi mano—. Porque haces magia, Harriet, tu música es preciosa, tus letras son como poesía, todo el mundo debería estar hablando de eso.
Sonrío un poco más, dejando salir el gesto sincero.
—Gracias, Missy —ella eleva uno de sus hombros.
—No es nada, super estrella.
Me gustaba rodearme de personas que me hacían recordar mi esencia, que me hacían saber que, pese a todo, no estaba sola.
La opinión pública apestaba, pero lo que me importa más, es lo que piensan las personas cercanas a mí. Porque no toleraría que las personas a las que amo más que a nada, comenzaran a compartir la opinión de la masa.
No toleraría que ellas pensaras que Harriet Campbell, se ha convertido en una causa perdida.
Son las cinco en punto cuando Kath y Sandy llegan a mi hogar. Vienen con más comida de la que siquiera seremos capaces de comer, y con varias bolsas de bebidas de todo tipo.
Missy pasó todo el día en casa, me agradaba tenerla cerca y compartir momentos con ella lejos de toda la atención.
—Oh, Dios —Kath se deja caer con un movimiento descuidado—. Tu guardia es tan sexi.
—¿Cuál de todos? —inquiero con diversión.
—Covey —ahoga un grito y todas reímos—. ¿Nunca te has sentido atraída por uno de tus guardias?
—Somos profesionales —me encojo de hombros—. Y lo que menos necesito es que comiencen a decir que me acuesto con mis guardias, así que prefiero mantenerme al margen.
—¿Te molestaría si yo coqueteo con alguno? —una carcajada brota de mis labios cuando Kath pregunta aquello.
—No, siempre y cuando no termines acostándote con él en mi casa, por favor —hago un fingido escalofrío y ellas ríen.
Nos concentramos en acomodar toda la comida y las bebidas sobre la alfombra, Kath se encarga de acomodar el televisor para permitirnos mirar algunas películas mientras comemos, aunque es sabido que no le prestaríamos la mínima atención.
Las salidas con mis amigas siempre habían sido tan relajantes, momentos de risas y diversión en donde podía ser yo misma, sin embargo, cuando la prensa comenzó a perseguirme incansablemente, todo se esfumó.
No había salida en la que los reporteros no se presentaras, club al que íbamos, club del que terminábamos escapando por la puerta trasera al encontrarnos a reporteros filmando todos mis movimientos.
Las fiestas se redujeron porque alguien siempre tomaba alguna fotografía y la compartía en internet.
Así que momentos como este, en los que puedo reír con ellas sin preocuparme de alguien tomando fotografías, es increíble.
—Apaguemos los celulares —dice Missy—. Desconectémonos y solamente disfrutemos de este momento.
Ninguna pone objeción así que los artefactos se apagan, y nos concentramos solamente en disfrutar.
Las horas pasan, las risas se vuelven más fuertes y el leve alcohol en mi sistema comienza a hacerme sentir relajada, Missy habla de sus habituales nuevas conquistas, de que el último chico con el que salió le aplicó "ghosting" y que comenzará a dejar de creen en el amor.
Kath habla sobre su pronta graduación de la universidad, y Sandy habla sobre el nuevo negocio que tiene en mente. Por todo el tiempo que estamos en la sala de mi hogar riendo y disfrutando, no me acuerdo ni un segundo de que mi vida está lejos de ser tan relajada como la de ellas.
Sin embargo, ya he dicho que no me gusta decir que todo va bien, porque cuando mejor te sientes, mayor es el golpe de realidad.
Y conmigo eso fue exactamente lo que ocurrió en el momento en el que más relajada me sentía.
—Harriet —Covey ingresa con el celular en mano.
—¡Coveeey...! —Kath habla con voz melosa intentando incorporarse—. ¡Únete a la fiesta!
Me fijo en el semblante de mi guardia, tiene la frente arrugada y los labios en una fina línea.
Joder, eso solo puede significar problemas.
Aparto a Kath del camino mientras me incorporo, agradecía mi tolerancia al alcohol fuese considerable ya que consigo caminar hacia mi guardia sin ningún inconveniente.
—Marcus al teléfono —dice y plasma una mueca—. Y creo que estás en problemas.
Tomo el artefacto, miro a mis amigas sobre mi hombro y suspiro. Observo la pantalla de su celular y el nombre de Marcus se lee en ella, cierro los ojos por un par de instantes y luego camino hacia mi habitación.
—Marcus —pronuncio el nombre al mismo tiempo que me dejo caer sobre la cama.
—¡Te lo advertí! —el grito furioso al otro lado de la línea me sobresalta—. ¡Una maldita instrucción, Harriet!
—¿Qué ocurre ahora? —inquiero—. Te dije de la fiesta, no pasó...
—Revisa tu celular —ordena—. Porque te he llamado más veces de las que puedo contar, y solo no te dignas a responder.
—Se me agotó la batería —miento.
—Revísalo ahora, y ve por ti misma lo que has hecho —resoplo.
¿Qué carajo había hecho ahora?
Covey está esperando con mi celular cuando abro la puerta de mi habitación, y apenas lo tomo entiendo porque está tan furioso. Es una fotografía de Missy y mía, justo cuando estamos saliendo de la fiesta y yo la sostengo para llevarla al auto.
El titular: "La super estrella, ¿mala influencia para sus amistades?" y luego un extenso artículo hablando sobre adicciones y problemas que claramente no tenía. Mencionan una adicción al alcohol, descontrol por las fiestas y miles de estupideces más.
No sé si Covey les ha avisado a las demás, pero en minutos todas mis amigas tienen el celular en mano y una mirada alarmada.
—Marcus...
—Te lo advertí, Harriet —su voz consigue dejarme tan inestable como nunca—. Es hora de tomar medidas.
—No fue mi culpa...
—No me interesa, te di una advertencia y no la cumpliste. Así que te esperamos mañana temprano en la disquera, no sé te ocurra llegar tarde.
Mi estomago se contrae, siento las náuseas invadirme y me siento asqueada.
—No fue mi culpa.
Un silencio se instala.
—Confiábamos en ti, Harriet. Hemos seguido tus métodos por largo tiempo, ahora lo harás a nuestra manera.
Las uñas se me clavan en las palmas al cerrar los puños con fuerza.
—Ven mañana, Harriet. Es momento de arreglar todo tu desastre de una vez por todas.
Cuelga la llamada y me quedo ahí, sintiendo que definitivamente, me he convertido en una maldita causa perdida.
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Sé que el capítulo era hasta mañana, pero no pude aguantar :) ¡Nos leemos mañana!
No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí
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