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3.- Dejar de existir


Harriet.

Marcus se tomó en serio el hecho de arreglar el "desastre" que yo había ocasionado.

Me hundo en el asiento intentando aparentar que estoy interesada en lo que el grupo de personas alrededor de la mesa dicen.

Debemos de hacer algo —Scott se quita las gafas de montura negra que suele llevar y se talla las sienes—. A este paso nadie querrá que Harriet se presente en sus programas, o que hagan colaboraciones.

—Tyler Robinson canceló la última colaboración —no me pasa desapercibida la mirada de reproche de Marcus cuando habla—. Su representante dice que Harriet no le dará buena audiencia.

—Por favor —resoplo con molestia—. Si la audiencia la tendría por mí.

—Probablemente, pero creo que nadie quiere recibir mensajes nada agradables en un video musical —señala Robie, mi productor—. Y con lo que ha pasado en las últimas semanas, no quiere arriesgarse.

Marcus y Scott comparten una mirada. Ambos han estado demasiado misteriosos últimamente, los he descubierto hablando entre ellos, conversaciones que se cortan apenas me ven aparecer.

—Encontraremos a alguien más —expreso encogiéndome de hombros—. Tina Brown quería una, ¿lo olvidan?

—Harriet no comenzaremos a aceptar colaboraciones desesperadas —reprende Scott—. Aún podemos arreglarlo. Pero necesitamos que estés lo más alejada de...

—Oh, de nuevo con lo mismo —lo interrumpo—. Lo he hecho, no les he dado problemas últimamente.

—Perdónanos por no confiar en ti, pero es cuestión de tiempo —dice Marcus—. Así que no, debemos pensar en una solución factible y duradera, algo que corrija tu imagen.

—¿Corregir mi imagen?

—Que te haga parecer la chica buena otra vez.

Resoplo con más fuerza.

—Si quieres regresarme a la época en la que tenía diecisiete y era la dulce adolescente interpretando temas de amor, olvídalo. Crecí, Marcus, la gente debe entender eso.

Ellos comparten una mirada.

—Harriet, ¿podrías dejar de ser tan malditamente testaruda? —inquiere Scott—. ¿Tenemos que recordarte que tienes un contrato con nosotros? ¿Lo has olvidado?

La molestia vuelve a mi cuerpo.

—Debes hacer lo que consideremos mejor para ti, y hemos sigo tan flexibles con todo lo que haces, respetamos tu vida privada, no nos metemos en asuntos familiares, pero debemos obtener algo de ti, y parece que no estás dispuesta a ayudarnos.

—Hago lo que piden —mascullo—. Reducir salidas, rechazar invitaciones...

—Pero respondes de forma grosera a la prensa, sigues haciendo las mismas cosas que perjudican a tu imagen, ¿o recuerdas que tuvimos que controlar tus redes sociales porque comenzaban a salirse de control?

Mis manos se cierran en puños sobre la tela de mi pantalón. Siendo las uñas clavarse en mis palmas, porque estos hombres parecía que solamente se fijaban en las cosas malas que hacía.

¿Qué hay de los millones que les he hecho ganar? ¿De los millones de copias que vendí el año pasado?

—Buscaremos una solución —afirma colocándose de nuevo las gafas—. Y es probable que no te guste, pero tendrás que ayudarnos.

—¿A caso tengo otra opción? —él sonríe.

—Puedes irte, Harriet.

Me incorporo, no me molesto en despedirme de ninguno mientras abandono la sala de reuniones, cuando llego al pasillo Stacy ya me espera con mi habitual café frío.

—Creo que lo necesitas —dice con una sonrisa—. ¿Estuvo tan mal?

—Peor de lo que esperé —me quejo—. Realmente no sé porque todo el mundo está empeñado en culparme. No tengo la responsabilidad de todo.

—Eres una chica que no se preocupa por lo que la gente dice —me recuerda—. Una chica así, siempre da de que hablar.

Me guiña un ojo y sonrío. Le doy un sorbo a mi café y el sabor me deleita por los segundos en los que lo mantengo en la boca.

—¿Qué dices si vamos a comer? —sugiero—. ¿Algún compromiso?

Ella le da una rápida mirada a la agenda electrónica y luego niega.

—Para ti ninguno, pero yo debo...

—Tú debes venir conmigo —enrosco mi brazo alrededor del tuyo y nos conduzco hacia la salida—. Necesito olvidarme de esa reunión y de lo que esos hombres planean.

Stacy ríe, pero no pone mayor objeción. Nos encontramos con los guardias que nos escoltan hasta el auto, y luego nos siguen de cerca cuando salimos del estacionamiento.

Le envío un par de mensajes a mi madre para informarle que sigo tan viva como puedo, y luego me desatiendo del celular.

Stacy y yo hablamos de cosas sin relevancia hasta que nos detenemos frente a uno de mis restaurantes favoritos, no es tan conocido, así que perfectamente puedo pasar desapercibida y disfrutar de una comida sin necesidad de estarla interrumpiendo cada diez minutos porque alguien desea una fotografía.

Agradecía a los guardias que papá había contratado para mí, pero la mayoría de las veces son esos mismos guardias que hacían que tuviera más atención de la necesaria.

Tan pronto como ingresamos la atención se posa en nosotros, me quito las gafas oscuras mientras una chica se acerca hasta nosotros.

—Señorita Campbell —la reconozco de inmediato cuando se encuentra más cerca de nosotras.

—Hola, Tracy —saludo con una sonrisa—. ¿Tienes una mesa para mí?

—Para usted siempre —dice con amabilidad—. Por aquí... ¿sus guardias también entrarán?

—Si lo desean —Covey tensa las comisuras de sus labios tratando de ocultar la sonrisa y comparte una mirada con el otro par de guardias—. Dales una mesa y lo que orden a mi tarjeta, por favor.

—Harriet no es necesario...—intenta hablar Covey, pero le hago un gesto.

—No los quiero detrás de mí mientras comparto un almuerzo con mi amiga —respondo con diversión—. Relájense muchachos.

Le hago un ademán a mi amiga para que caminemos detrás de Tracy, nos coloca en una mesa que está con una bonita vista del pequeño jardín trasero del restaurante y nos entrega los menús.

No nos toma mucho tiempo decidir, ordeno un burrito y una bebida gaseosa porque estaba realmente hastiada de las comidas saludables, Stacy ordena una paella y luego nos centramos en una conversación alejada de temas de la música.

Stacy Jacobs llegó a Music Resort un año después de que debuté, Marcus pensó que sería ideal tener a una compañera que fuese de mi edad y que pudiera ayudarme en lo que necesitara, así que, desde hace cinco años, hemos sido más que jefa/asistenta.

Ha estado conmigo cuando todo se va a la mierda, aparte de mis tres amigas, Stacy es la persona en la que más confío.

—Quería decirte algo —dice cuando nuestra comida llega—. El viernes siguiente es mi cumpleaños, y quería invitarte.

—Oh, eso es estupendo —admito.

—Me gustaría que asistieras, pero entendería que Marcus...

—No, para nada —sacudo la mano—. Marcus no va a impedirme ir a la fiesta de mi querida amiga, así que envíame la dirección, y ahí estaré. ¿Qué debo llevar?

—Solo tu presencia —dice tomando el tenedor.

—No planeo llegar solo con mi presencia, lo sabes bien —le recuerdo—. Prometo que estaré ahí.

Me sonríe con alivio, le pido que me hable de los planes que tiene para la fiesta porque quiero mantener mi mente en otro sitio, así que lo hace, y pasamos la siguiente media hora tratando de encontrar decoraciones adecuadas y postres para ofrecer.

Compartimos el postre, un delicioso pastel de chocolate que por poco me hace sentir culpable, pero me repito que tengo permitido salirme de lo establecido un par de veces.

—¿Crees...?

Un sonido de alboroto envuelve el lugar, risas estruendosas y un par de palabrotas llenan el ambiente en el segundo en el que un grupo de jugadores ingresan al establecimiento.

—Ugh —hago una mueca—. Adiós momento de tranquilidad.

Stacy ríe.

—Jugadores de Hockey, ¿qué esperabas? —no les prestamos mucha atención, pedimos la cuenta y en el momento justo en el que estamos por levantarnos de la mesa, el movimiento a mi costado capta mi atención.

—Tranquilo, hombre —una voz impostada y gruesa se deja escuchar, consiguiendo hacer que voltee—. Solo quiero una fotografía con ella, para mi hermana pequeña.

Es un chico, es alto y atlético, viste con una camiseta de algún equipo de hockey que ahora mismo no logro reconocer, tiene el cabello casi rubio despeinado y es probable que esté saliendo de algún entrenamiento, porque su piel brilla por el sudor.

Covey se encuentra frente a él, supongo que diciéndole que no puede acercarse a mí o algo por el estilo.

Mantiene un celular con la cámara abierta en mano, y cuando sus ojos se desvían hacia mí, me siento extraña. Su mirada azul me recorre, me observa, los ojos se le achinan debajo de las cejas que parecen haber sido perfectamente depiladas mientras una sonrisa se extiende por sus labios.

—Harriet —pronuncia mi nombre con voz melódica, abandonando un poco lo impostada que fue antes—. ¿Podría tomarme una fotografía contigo?

—Claro —me incorporo, él parece aliviado y Covey me lanza una mirada antes de apartarse y permitirle al chico continuar.

Stacy se incorpora también, ofreciéndose a sostener el celular y se coloca frente a nosotros. En ocasiones no me agradaba aceptar fotografías con hombres porque en más ocasiones de las que me gustarían, terminaban dejando la mano en sitios no permitidos.

Sin embargo, esta vez el chico no me rodea la cintura como la mayoría de hombres, sino que cruza el brazo detrás de mi espalda en un gesto que resulta amistoso, casi a la altura de mis hombros y su palma apenas roza la piel descubierta de mis brazos.

Soy yo quien se apega a él y acomoda el brazo detrás de la cintura mientras miro a la cámara y sonrío. El flash se dispara, en cortos segundos Stacy ha tomado un par de fotografías y le ha devuelto el celular al chico.

—¿Quieres que te firme algo? —inquiero—. Para tu hermana.

—Oh, sí —sacude la cabeza y parece buscar algo—. ¿Una servilleta?

—¡La camisa! —el grupo de chicos que lo acompaña, supongo que son sus amigos, grita con diversión.

Lanza una mirada apenada hacia mí mientras Covey me entrega un plumón permanente.

—¿La camisa?

Una sonrisa nerviosa se apodera de sus labios mientras asiente, y extiende la tela. Una risa divertida me asalta mientras me acerco y en el segundo en el que mi mano toca su torso buscando el apoyo para escribir, lo duro de sus músculos me hace elevar la mirada.

Sus ojos se encuentran con los míos, la mirada azul consigue inquietarme y me obliga a apartar la vista para volverla a la tela.

Escribo con rapidez y descuido la firma, probablemente es el autógrafo más feo que he dado en mi vida, porque la caligrafía es descuidada, y él parece notarlo.

—Puedo firmar una servilleta también —sugiero—. Es que la tela es complicada de...

—Es más que suficiente —dice con amabilidad—. Gracias, Harriet.

Le sonrío. No tengo tiempo de preguntar su nombre, se da la espalda y lo miro volver hacia la mesa que ocupa con el resto de su grupo. Lo miro por un corto tiempo más antes de desviar la atención hacia Stacy quien ya se encuentra recogiendo nuestras cosas para conseguir marcharnos.

—¿Nos vamos? —inquiere.

—Sí —me cuelgo el bolso, dejo varios billetes debajo del recipiente de servilletas como propinas, y luego salimos.

Sin embargo, antes de marcharme por completo miro sobre mi hombro. La mirada del chico sigue sobre mí así que solo hago lo primero que se me ocurre, sonrío.

Es extraño lo que ocurre, esta vez no corresponde el gesto, simplemente desvía la atención hacia su grupo y es todo.

—Debemos irnos —Covey empuja levemente mi cuerpo para salir, así que me obligo a reaccionar y asiento, giro ignorando la extraña sensación en mi organismo, y simplemente nos vamos del lugar.

Me tomo más tiempo libre del que debería, pero realmente necesitaba dejar de preocuparme tanto por el asunto de la revista, que opté por no volver a la disquera, y aceptar la sugerencia de mis amigas para venir a casa.

Así que ahora las tengo aquí, sentadas sobre mi bonita alfombra con comida rodeándonos. Quería dejar de pensar en los escándalos recientes y en el hecho de que todos me llamaban "roba novios", sin embargo, ellas se las habían arreglado para conseguir revistas y admirar mis imágenes en ellas.

Gracias al cielo no fue ninguna en donde la imagen de mi baterista y amigo aparecía.

—Bueno, sales fabulosa —Missy me sonríe, el gesto me alivia tan solo un poco—. En serio, super estrella, sales preciosa.

—Solo Harriet puede lucir un conjunto deportivo, sudar, estar con el cabello rebelde, y lucir como una maldita diosa —Kath gira las imágenes hacia mí—. ¿Puedes decirnos tu secreto?

Me dejo caer de manera descuidada sobre la gran almohada que me había llegado hace unos días por Amazon.

Mi espalda se siente agradecida mientras adopto una postura más cómoda, y llevo la mano hacia el plato de frituras que hay en el centro. La dieta podía olvidarse de vez en cuando.

—No hay un secreto, parece ser que las cámaras me adoran —elevo uno de mis hombros mientras sonrío hacia ellas. Missy resopla, Kath ríe y Sandy luce divertida mientras sigue hojeando la revista.

—Eso es más que evidente —Missy me mira con los labios fruncidos. Parece pensarse demasiado lo que dirá a continuación, pero cuando lo hace al fin, sé porque lo ha estado pensando demasiado—. Hay una fiesta...

—No puedo —ella se queja apenas respondo—. Marcus...

—Oh, vamos —extiende las manos hasta colocarlas sobre mis hombros—. Olvídate de ese amargado, te prometo que será una salida tranquila.

—Déjame dudar eso —Sandy interviene—. Todas sabemos como acaban esas fiestas tuyas que son "tranquilas". ¿Por qué mejor no organizamos algo las cuatro?

—Podemos quedarnos en casa y beber tanto como nuestro organismo lo permita —sugiere Kath—. Y de ese modo, resguardamos la integridad de nuestra querida amiga Harriet.

Sonrío, llevo una de mis manos hacia mi pecho en un gesto conmovido.

—Gracias por pensar en mi reputación, Kath.

—Todas pensamos en tu reputación —reprocha Missy—. Y para demostrarlo acepto la sugerencia de quedarnos en casa y beber tanto como podamos.

Las cuatro lanzamos un grito al unísono para luego reír.

—Super estrella, procura tener desocupada tu apretada agenda para nosotras —advierte Missy.

—Deja de llamarme super estrella —reprocho rodando los ojos—. Y la tengo libre, excepto el viernes, así que si quieren reunirnos el sábado...

El grito que Missy lanza y al que se unen las demás me deja saber la respuesta.

Missy es una de mis mejores amigas desde que terminé la preparatoria, mi carrera artística comenzó cuando estaba saliendo de mis quince años, papá se había opuesto rotundamente a dejarme comenzarla antes de acabar la universidad, según él, debía estudiar una carrera y luego podría centrarme en el mundo artístico.

Fue una de las pocas veces que hemos discutido, no hablamos por días, incluso se rehusó a permitirme ir a unos pequeños conciertos en los que la banda en la que estaba se presentó, parecía que su método para aplacarme era privarme de lo que más amaba en el mundo, la música y verlo cantar.

Realmente tuvo que dar su brazo a torcer porque ni con las salidas restringidas, cambié de parecer, así que al final de meses, dijo que mientras no terminase la preparatoria, no dejaría que ninguna disquera me representara.

Así que le prometí que lo haría, y el sueño comenzó.

Para cuando cumplí diecinueve y acabé la preparatoria, graduándome con honores, ya tenía toda una carrera forjada. Así que, aún en contra de su voluntad, no asistí a la universidad, y me dediqué a lo quería hacer.

Y Missy, Sandy y Kath, siempre se quedaron a mi lado. Su amistad es una de las cosas que más valoro en el mundo, la manera en la que respetan lo que hago y en la que siempre están dispuestas a cuidar de mí, me hace sentir afortunada.

Cuando estoy con ellas no soy "la super estrella", aún cuando Missy se empeña en llamarme así, cuando estamos juntas, solo soy yo, Harriet.

—Es lo que eres —dice encogiéndose de hombros—. ¡Una super estrella!

Hago una fingida mueca de desagrado cuando ella me abraza con fuerza, Kath y Sandy ríen y se suman al "darle afecto físico a la amargada Harriet" antes de que las risas sean más fuertes que sus intentos de afecto.

Gracias al cielo Marcus no llama para un compromiso de urgencia, así que perfectamente puedo pasar el resto de mi tarde con mis amigas.

Es tarde cuando se marchan, todas han llegado en el auto de Missy así que se marchan juntas, salgo a la puerta para despedirlas y cuando se marchan, me siento repentinamente decepcionada.

La casa en la que vivía estaba situada en una zona residencial con gran seguridad, me había mudado varias veces debido a que la prensa parecía creer que es buena idea acosar a una chica en su propia casa, luego de que la dirección se divulgaba e innumerables fanáticos acudían a mi hogar para dejar obsequios, que he de admitir que eso era algo lindo, así como para dejar fotografías nada agradables debajo de la puerta o pegadas en el auto, tenía que buscar otro sitio. Así es como llegue a este lugar, una zona residencial vigilada, con personal de seguridad calificado y, además, contando con mis propios guardias.

Dios, extrañaba la vida cuando no tenía que preocuparme de estas cosas.

Vuelvo al interior, mirando las bolsas de frituras en el contenedor de basura y extrañando de manera inmediata la sensación que me producía estar con personas que me hacían sentir "normal".

Es martes, así que tengo casi tres días para hacer todos los pendientes que necesite y advertirle a Marcus que no se atreviera a darme compromisos el fin de semana.

Con suerte, tal vez podría olvidar en ese fin de semana, toda la locura que se ha desatado en mi vida en los últimos doce meses. 

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¡Nos leemos el miércoles! 

No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí. 

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