22.- La más preciadas de las estrellas.
Logan
A mitad de camino el señor Campbell ordenó que llevásemos a Harriet al hospital. No a cualquiera, parecía ser una especie de hospital demasiado privado en donde la entrada estaba custodiada por varios guardias, y los muros altos impedían ver el interior.
Covey tuvo que identificarse al entrar, y apenas mencionó el apellido todos se movilizaron.
Me siento más ansioso cuando los enfermeros apartan a Harriet de mis brazos, su temperatura ha bajado considerablemente y su piel ha adquirido una tez más pálida.
—¿Qué fue lo que ingirió? —cuestionan.
—No lo sabemos, debió ser alguna droga de fácil disolución en la bebida —habla Covey. Da los últimos datos de la frecuencia cardiaca y el tiempo que hemos demorado en llegar.
—Estará bien atendida, no se preocupen —dice la mujer que se presenta como el medico de cabecera de Harriet.
Mi corazón martillea con fuerza contra mi pecho cuando observo como ingresan a Harriet en la camilla, una sensación de pesar me envuelve mientras me siento tan frustrado conmigo mismo.
Covey se aparta cuando su celular suena, supongo que es el padre de Harriet por la forma en la que saluda, pero no consigo escuchar más. Mi mente no deja de repetirme que esto es mi culpa, yo la llevé a esa fiesta, fui yo quien la dejó sola.
—Deja de culparte —Covey habla de nuevo —no tenías forma de saberlo.
—Debí cuidarla mejor —suelto un suspiro torturado —no debí dejar que fuera sola.
—Escucha, Logan, los únicos culpables aquí son esos dos —su voz adquiere un tono de molestia mientras habla —no tenías forma de saber que intentarían drogarla y abusar de ella.
Mi pecho se contrae con furia al escuchar las ultimas tres palabras, no entendía que tan mal debían estar como para provocarle algo a eso a Harriet. A ella, quien no les ha hecho absolutamente nada a ninguno de los dos.
No tengo oportunidad de responder, los pasos apresurados y las voces fuertes se escuchan y la llegada del señor Campbell acapara toda la atención.
—¿Cómo está? —su voz brota llena de preocupación, mira a Covey por algunos segundos antes de centrar la atención en mí —¿Cómo no te diste cuenta? ¿Cómo tres cabrones tenían a mi hija en una habitación y no te diste cuenta?
—Señor Campbell...
—¡Confío en ti para que cuides de ella! —brama y Covey se interpone entre nosotros cuando se acerca a mi cuerpo —¡Confío en ti para que protejas a mi niña!
—Cariño...—la madre de Grace habla con suavidad consiguiendo la atención de su esposo —no es su culpa, Logan no tenía forma de saberlo, ¿cierto, Logan?
—Fue al baño —hablo —insistió en que no la acompañara, fueron menos de dos minutos, lo juro. Estaba buscándola cuando Covey entró a la casa. Lo siento, sé que debí cuidarla, pero...pero no imaginé que alguien pudiera hacer algo en su contra.
—¿Covey?
—El tiempo coincide —dice el guardia —y fue Logan quien la sacó de la casa sin ocasionar que la vean. Señor Campbell, no fue culpa suya.
—Pero sabes quienes, ¿no? —cuestiona —esa ex novia tuya y el chico, Arthur.
Asiento
Él suspira y pasa la mano por su cabello en un gesto frustrado.
—Esperaremos los informes de los médicos, Bill está en camino, cuando tengamos el informe completo procederemos —dice con firmeza hacia el guardia —¿tienen a los tres hijos de perra que estaban con ella?
—Tyler esperó a la policía, deben estar en los separos ahora mismo —informa.
—Quiero que vayas ahí y averigües todo cuando puedas, procederemos con la denuncia y si dan los mismos nombres que Logan ha dicho, entonces será más sencillo.
—¿Y si no? —él sonríe.
—Si no, tengo mis propios métodos para dejarles saber que no deben meterse con mi hija —advierte —no siempre se puede confiar en la justicia, ¿o sí?
—Supongo que no.
Ninguno dice nada más, el matrimonio toma asiento en las sillas que están a unos metros así que yo los imito. No hay nada que podamos hacer por ahora, solo esperar.
—Gracias por sacar a Harriet de la casa —habla de nuevo el señor Campbell.
—No me agradezca, señor...
—Alex —dice con una leve sonrisa —dime Alex.
—No tienes que agradecerme, Alex —corrijo —es mi novia, sé que una fotografía puede hacerle pasar una pesadilla, así que si al menos puedo evitar eso...
—Habrá fotografías —dice casi con pesar —siempre las hay. Aún cuando parece que eres tan cuidadoso, la prensa siempre se entera. Ya sea un rumor, una imagen, un video. Harriet ha estado expuesta desde que nació, el ser mi hija ya la pone bajo el reflector.
Baja la vista por unos cortos segundos, y luego voltea. Reconozco la culpa en la mirada, la lucha interna que parece tener.
—Sé que esto es su sueño, que cantar y hacer música es lo que ama...pero a veces me hubiese gustado que su sueño fuese otro, uno que no corriera el riesgo de convertirse en pesadilla. Uno en donde no sufriera tanto al mostrar quien es.
—Es afortunada de tener el apoyo de toda su familia.
Alex sonríe. —Es lo menos que podemos hacer por ella.
Echa la espalda hacia atrás y cruza los brazos sobre su pecho. Toma una inhalación antes de voltear y mirarme por unos segundos en silencio.
—Logan, sé que lo suyo tiene una fecha de caducidad, sé las razones por las que su relación comenzó. Pero Harriet ya te quiere, y si tú no sientes el mismo grado de amor, debes decirle. Porque no soportaría ver a mi niña con el corazón roto.
—La quiero con la misma intensidad con la que Harriet me quiere —aseguro —no hay una fecha de caducidad para mí, ella lo sabe, y no planeo romper su corazón porque tendría que romper el mío en el proceso.
Él suelta una risa.
—La convivencia es la mejor manera de enamorarse, ¿o no, cariño? —inquiere la madre de Grace —lo decimos por experiencia propia.
—Es un arma peligrosa, te vuelves adicto a la compañía. A mi me bastaron tres meses para estar enamorado, aunque no lo admití.
La pareja se mira, y reconozco esa mirada entre ellos.
—Es bastante cabeza dura, como nuestra Hattie.
Los tres reímos, el ambiente se siente un poco menos tenso mientras continuamos la conversación. El señor Campbell tiene razón, la convivencia es como una droga, como la mejor de las drogas, una a la que te vuelves adicto y para la cual no hay cura.
Harriet Campbell se ha convertido en mi adicción, y la única manera de alejarme de ella, sería destrozando mi propio ser.
Ketamina.
Esa fue la droga que usaron para dormir a Harriet. Fue una cantidad pequeña que ingirió y el recuerdo de que yo estuve a punto de tomar la misma bebida viene a mi mente.
¿Qué hubiese pasado si se tomaba todo el maldito vaso?
Harriet reaccionó dos horas después, no me aparté de su lado hasta que lo hizo, estaba confundida y desorientada, pero no parecía tener ningún otro efecto secundario.
Su padre tenía todo preparado, a los oficiales esperando la declaración, los informes médicos fueron enviados inmediatamente y Hattie consiguió reconocer las imágenes de uno de los chicos, lo que fue suficiente.
No consigo quedarme solo con ella tan pronto como me gustaría, pero cuando lo logro, solo quiero abrazarla, abrazarla y asegurarme que está completa y absolutamente bien.
—No te culpes —pide cuando vuelve a despertar. La doctora dijo que es normal que se sienta cansada, dijo también que probablemente dormiría por algunas horas pero que se recuperaría —no fue tu culpa.
Me mira con dulzura y eso, en vez de mermar mi estado de culpa, solamente lo aumenta.
—Debí cuidarte —ella palmea el costado de la cama, me incorporo del asiento para atravesar la escasa distancia que nos separa y acomodarme a su lado. Se esconde entre mis brazos, con su cabeza recostada contra mi pecho.
—No tenías forma de saber que ellos intentarían algo como eso —asegura.
—Pero debí estar contigo, no darles la oportunidad de intentar algo en contra tuya. Si hubiese conseguido hacerte alguna clase de daño, jamás hubiese podido perdonármelo, Hattie.
—Va a ser muy difícil que consigan relacionarlos —dice en un susurro —tu palabra no va a ser suficiente.
—No importa —aseguro.
No quiero decirle que en realidad ya he llamado a mi abogado y a mi entrenador, Arthur no puede esperar que me quedara de brazos cruzados, esperando a que la justicia consiguiera encontrar una relación que no era clara.
El señor Campbell parecía molesto por eso, en las dos horas que Harriet tardó en responder, los hijos de perra no habían dicho nada. La ultima declaración fue que creyeron que Harriet querría cooperar, así que, según Covey, era probable que el cargo por posesión de drogas se les atribuyera a ellos, además del de intento de violación.
Aún siento nauseas de solo pensarlo, de solo recordar lo que estuvieron a punto de hacer. Lo que mi Hattie estuvo a punto de sufrir.
—Hey —su voz me trae de regreso —cariño, estoy bien. Fue aterrador, pero no pasó a más y solo es un horrible recuerdo. Estoy bien, lo juro.
—No volveré a dejarte sola nunca más —prometo —lo juro, Hattie. Nunca más voy a dejar que alguien intente lastimarte otra vez.
Se apega a mí, siento su corazón latir contra el mío, sus brazos contra mi cuerpo, y su suave respiración.
—Lo sé —dice con seguridad —confío en ti.
Y juro por lo que mas quiero en la vida, que no iba a romper su confianza. Haría todo para garantizar que los que se atrevieron a lastimarla, tengan su consecuencia.
Harriet fue dada de alta cuando los médicos se aseguraron que toda la droga se había eliminado de su organismo. El hospital daba la suficiente privacidad como para no permitirnos salir sin ser captados por algún periodista.
Harriet parecía estar bien, seguía sonriente, dulce, seguía siendo ella y una parte de mí se siente realmente aliviado de ver que los cabrones no consiguieron dañarla.
Sin embargo, a pesar de mi declaración, tal y como Harriet lo dijo, no consiguieron vincular a Arthur y a Liana, por lo que el cargo por posesión de drogas pasó a los tres cabrones que estuvieron con ella en la habitación.
El señor Campbell no quiso involucrarse más, dijo que no quería que la versión de Harriet comenzara a ser cuestionada, sin embargo, sus palabras "tengo mis propios métodos para dejarles saber que no deben meterse con mi hija", siguen reproduciéndose en mi mente.
Y solamente lo compruebo dos días después, cuando un enfurecido Arthur sale de la oficina de Frank, nuestro entrenador.
—Escuché que lo suspendieron —dice Pol —no jugará los siguientes partidos hasta el ultimo de la temporada. Sin duda debe joderlo bastante.
—Tal vez lo merece —me encojo de hombros.
—Por cierto, ¿Cómo está Harriet? —inquiere —las chicas se quedaron preocupadas, con todo el asunto de los tres idiotas que los guardias sacaron, nadie volvió a verlos.
—Tuvimos un accidente con la bebida —respondo —estuvimos en casa.
—¿Quién diría que estaban comerciando droga en el piso de arriba? —interviene ahora Rony.
Ellos se enfrascan entonces en una conversación sobre el asunto de los idiotas y yo aprovecho para apartarme y librarme de la conversación. No me marcho de inmediato, voy hacia la oficina de Frank, dispuesto a averiguar que es lo que ocurrió.
—Sabía que vendrías —dice cuando me ve entrar —cierra la puerta.
Hago lo que pide, dejo la mochila a un lado y me acerco hasta el escritorio. Tomo asiento de manera descuidada en la silla y me cruzo de brazos.
—El señor Campbell amenazó con suspender a todo el equipo —dice con seriedad —dijo que haría de la reputación del equipo un maldito infierno si no suspendía a Arthur toda la temporada.
—¿Y lo suspendiste? —él suspira, deja la pluma que sostiene en una de sus manos y se concentra en mí.
—Tuve que hacerlo —no retengo la sonrisa —sé que Alexander Campbell es capaz de arruinarme si se lo propone. Y Arthur no es la mejor de mis piezas. Justo ahora, tú lo eres. Así que, si tu suegro se está encargando de Arthur, hazte a un lado.
Oh, Frank, demasiado tarde.
—De acuerdo —elevo las manos —parece que incluso disfrutas el haber suspendido a Arthur.
—Si, bueno, tengo motivos de sobra —dice apoyándose contra el respaldo del asiento —no está dando lo mejor de sí, está distraído, apenas y ha hecho buenas jugadas, creo que incluso comienza a estorbar en la cancha.
En un pasado me hubiese preocupado por él. Sin embargo, Arthur parecía demasiado empeñado en dañar a Harriet, así que lo que pasara con él me tenía sin cuidado.
—Mi mejor ficha ahora eres tú —dice con seguridad —Hunter Carson tiene los ojos puestos en ti.
Un aire de emoción me llena cuando dice aquello. Durante el último par de partidos, el cazador de talentos de los Boston Bruins había estado haciendo evaluaciones detalladas de los jugadores.
Había intentado dar lo mejor de mí en la cancha, intentando llamar su atención de todas las formas posibles.
Y parecía que comenzaba a ver resultados.
—No lo arruines, ¿quieres? —pide —quedan pocos meses para que tu contrato acabe, sigue así.
Sonrío. El tema del contrato ya no significaba un problema, Harriet y yo seguiríamos juntos a pesar de que la fecha estipulada llegase, así que la fecha de termino además de sentirse como una liberación, no significaba nada más.
—No voy a arruinarlo. —Frank sonríe con satisfacción y su silencio es señal de que ya debo marcharme.
He pasado el ultimo par de días en casa de Harriet, a pesar de que ella me ha asegurado hasta el cansancio que se encuentra bien. Sin embargo, estar a su lado me resulta tan agradable, como si el hecho de tener su compañía fuese la cosa más perfecta del mundo.
Y sí, ahora sueno como un idiota cursi enamorado, pero ¿acaso no es eso lo que soy?
Voy directo a casa de Harriet. Los guardias de la entrada de la residencia ya deben conocerme bastante bien, ingreso dándoles un saludo amable y conduzco hasta la calle de Harriet.
—Volví, estrellita —empujo la puerta de la entrada, pero hoy en vez de recibir un cálido recibiendo, Harriet me recibe con un almohadazo —¿Qué te pasa?
—¿Cómo que tu cumpleaños es en dos semanas y no estoy enterada? —chilla con molestia —¡Tracy me llamo preguntando que planeo hacer para el cumpleaños de mi novio y tuve que inventar que, por tantas ocupaciones, no lo he pensado.
—Hattie...
—¡Se supone que debo saber tu fecha de cumpleaños! —objeta.
—Hey, estamos a mano —refuto —porque yo tampoco sé el tuyo.
—No es hasta dentro de dos meses —se encoje de hombros —pero el tema no es ese aquí.
Sonrío, dejo la mochila a un costado de la puerta y le arrebato la almohada con la cual pretende golpearme por segunda ocasión.
—Dos semanas es tiempo suficiente para preparar una fiesta.
—Pero ahora sabrás que estoy preparando una fiesta —dice con un mohín —no deberías estar enterado.
Arqueo una de mis cejas, mirándola con diversión.
—Bueno, entonces pretenderé que no has dicho nada —afirmo —es más, ¿Qué es lo que acabas de decir?
—Eres un tonto —reclama golpeando con ligereza mi pecho.
Me acerco hasta rodearle la cintura, Harriet coloca las manos contra mi pecho y me sonríe de esa forma tan encantadora que me vuelve loco. Me inclino ligeramente hacia su cuerpo eliminando la distancia entre nosotros.
El sabor de sus labios es un deleite, sonrío aún contra la tersa piel antes de apartarme.
—Pero soy el tonto al que amas —respondo con orgulloso.
—Te equivocas, no me gustan los jugadores de hockey —dice y me carcajeo.
Me aparto, pero aún la sostengo de la cintura.
—Ni a mi las super estrellas —refuto.
—Bueno, soy tu excepción ¿a que sí? —me rio un poco más antes de volver a besarla.
—Eres la única super estrella por la que me permito perder la cabeza. Así que sí, estrellita, eres la excepción.
La alegría ha vuelto a ella, o en realidad, no la ha abandonado nunca. Sin embargo, no olvido lo que ocurrió, aún cuando se ríe y bromea, no olvido lo que estuvieron a punto de hacerle.
Así que esa noche, cuando mi celular explota con mensajes del grupo de los Halcones Rojos, sé que ha ocurrido.
—¿Por qué tantos mensajes? —inquiere Harriet con curiosidad.
—No lo sé, probablemente son del grupo de hockey —me encojo de hombros —suelen volverse un poco locos a veces.
Harriet extiende el cuerpo a través de la cama para tomar mi celular. No me molesto en impedirlo, cuando coloca la clave y abre el grupo, su expresión me confirma lo que ya sé.
—Logan...—sacude mi cuerpo —los chicos dicen que al parecer Arthur fue asaltado, dicen que lo han golpeado y le han quitado gran parte de su equipo de entrenamiento.
Me toca fingir sorpresa e indignación, envío un par de mensajes cuando ella dice que debo hacerlo y una parte de mí, se enfurece al verla preocupada por un hijo de puta que casi la daña.
Así que no siento ni un poco de remordimiento.
El karma es un hijo de puta, y a veces, me toca asumir ese rol.
No iba a esperar su karma, sino que yo me convertí en él.
Por Harriet, porque yo también tenía mis propios métodos para dejar en claro que se metieron con la chica equivocada.
Porque no hay nada en el mundo que no hiciera por garantizar el bienestar de la más preciadas de las estrellas.
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