2.- El camino correcto.
Harriet.
Maquillaje, brochas, lápiz labial.
Perfume, accesorios, joyas y, por último, una sonrisa.
Aparentar que nada importa, que la opinión pública no tiene relevancia para mí.
Lo he hecho durante los últimos dos años, debería ser sencillo, excepto que no lo es.
Las luces del set en el que me encuentro se iluminan y entrecierro los ojos cuando me enfocan.
—¡Démosle una calurosa bienvenida a la artista favorita del año...! —la voz del presentador consigue instalar una sensación nerviosa en todo mi organismo—. ¡Harriet Campbell!
Coloco una sonrisa en los labios recibiendo la ola de aplausos y vítores que el público lanza hacia mí.
Avanzo a paso seguro por el espacio, elevo una de mis manos a forma de saludo a la audiencia y eso solo hace que los gritos aumenten.
Jimmy Carson, el famoso presentador de televisión me recibe con una sonrisa espléndida. Se incorpora de su bonito asiento y se acerca. Acepto el corto abrazo que me ofrece y le correspondo la sonrisa.
—Harriet, es un placer tenerte con nosotros —dice señalando el lugar.
—El placer es mío al haber sido invitada —admito—. Me siento afortunada de estar aquí hoy.
—Y puedo asegurarte que no será la única vez —confiesa—. Ahora dinos, hay rumores sobre que estás trabajando en un nuevo álbum, ¿es eso cierto?
—Hay mucho material que estoy ansiosa por compartir con mi público —confieso mirando a la audiencia—. Espero poder lanzarlo pronto para que todos puedan disfrutarlo.
—¿Hay alguna dedicatoria especial esta vez? —cuestiona con curiosidad.
—Mi familia se mantiene como los afortunados —sentencio con una sonrisa.
—¿No hay nadie más? —me tenso un poco al entender lo que pretende—. Hace poco salieron algunas fotografías tuyas con tu baterista, ¿es eso un indicio de una posible futura relación seria?
—Harry y yo solamente somos amigos —respondo—. No tengo planes de tener una relación con él, ni con cualquier otro chico por ahora.
—¿Así que planeas disfrutar tu soltería? ¿Así como vienes haciéndolo hasta ahora? —sé que no es su intención ser entrometido, o tal vez sí, pero quiero convencerme de que es la primera opción.
—Me gusta mi libertad —admito encogiéndome de hombros—. Creo que cuando el momento llegue, entonces no tendré objeción.
Jimmy asiente, el tiempo correspondiente pasa entre preguntas curiosas, algunos cuestionamientos dados por el público y varias novedades que estaba autorizada a dar como medio de publicidad.
Cuando el tiempo programado finaliza, Jimmy me despide de la misma forma amable en la que me recibió, y una vez lejos de las luces y cámaras, me siento aliviada.
—Estuviste excelente —Stacy se acerca con una sonrisa orgullosa—. Esa es mi chica.
—Nuestra chica —corrige Marcus—. Muy bien, Harriet, ojalá así te comportaras siempre.
Resoplo.
—No arruines mi momento —le reclamo y el ríe.
Me escoltan hacia la salida del pasillo, Marcus parece haber olvidado su molestia por el artículo de Harry así que me alivio tan solo un poco.
Es realmente molesto el hecho de tenerlo detrás de mí responsabilizándome por algo de lo cual no tengo ninguna culpa, o bueno, tal vez solo un poco, el haber dicho que sí.
¿Aceptar una salida sin dobles intenciones me hace responsable?
Las camionetas blindadas ya nos esperan afuera, los guardias de seguridad me permiten el acceso y me siento aliviada con la privacidad que los autos me proporcionan.
—¿Hay necesidad de que me quede en la disquera? —inquiero hacia mi manager—. Realmente me gustaría volver a casa.
Marcus mira a Stacy, ella entiende la mirada de inmediato y enciende la agenda electrónica, sus ojos recorren el calendario y sacude la cabeza en forma de negativa.
—No hay nada —informa—. Hasta mañana la reunión programada a las doce, no hay ningún otro compromiso.
—En ese caso, cuando lleguemos a la disquera le diré a Covey que te lleve a casa —dice Marcus.
Sonrío agradecida. Siempre he considerado que tener a Marcus Dickens como mi representante me hacía afortunada, el hombre es demasiado comprensivo, cuando lo desea, y nunca me ha pedido más de lo que estoy dispuesta a ofrecer.
Supongo que eso tiene mucho que ver con mi padre, quien evalúo a cientos de candidatos que deseaban ser mis representantes, según él quería asegurarse de que la persona que manejara mi carrera, fuese tan buena como nadie.
Y lo encontró, Marcus además de mi representante, es como mi amigo.
Nunca me mantiene a altas horas de la noche trabajando, es considerado con los tiempos de descanso, en las giras siempre hace todo lo posible porque yo me encuentre cómoda.
Aunque claramente, no siempre estamos de acuerdo.
Hacemos el recorrido en silencio, Marcus y Stacy bajan en la disquera y evidentemente mi manager no puede retener sus ganas de advertirme que no me meta en problemas.
Le aseguro que no será así y luego, Covey me lleva a casa.
El hombre fornido que conduce es mi principal guardia de seguridad, es el que coordina a los demás que me escoltan a todos los sitios en los cuales debo estar. Es rubio, y verdaderamente atractivo, en más de una ocasión había descubierto imágenes halagando a mi guardia, parecía que a veces, él captaba más la atención que yo.
Me siento aliviada cuando llegamos a casa, Covey estaciona la camioneta cerca de la entrada y otro guardia me abre la puerta.
—Descansa, Covey —me despido cuando él me acompaña a la puerta.
—Buenas noches, Harriet —dice—. Procura no twittear nada que le provoque pesadillas a Marcus.
Sonrío, sacudo la cabeza y entro.
—Provocarle pesadillas es mi principal pasatiempo —aseguro y con eso, cierro la puerta con la entera intención de llegar a mi cama y descansar.
(...)
A veces no me gusta que todo vaya bien, porque eso quiere decir que, en el momento más inesperado, todo va a irse a la mierda, y eso es exactamente lo que pasa al día siguiente.
Cada que una nota salía, pasaban días, o incluso semanas hasta que conseguían aplacarse los titulares y la atención sobre mí se disipaba, hasta que alguien volvía a tomar una fotografía y el ciclo comenzaba otra vez.
Debería estar acostumbrada a esto, pero no es así, no creo nunca conseguir acostumbrarme.
Distingo la oficina de Marcus desde el inicio del pasillo, me detengo por unos escasos segundos tomando una inhalación que me proporciona un poco de valentía, y continúo con mi camino.
Marcus ya me espera dentro de la oficina para cuando llego. El hombre de casi cuarenta y cinco años me observa por sobre sus gafas doradas de las cuales se deshace un par de instantes después.
—Supongo que estás enterada —dice abriendo la revista para mí—. ¿O me equivoco?
No lo hace, sé bien a lo que se refiere, al nuevo artículo que surgió utilizando la misma imagen de Harry y mía pero ahora con un título más indecoroso que el anterior.
Antes de que pueda responder, la puerta se abre y sé que es peor de lo que pude prever.
—No es cierto —me quejo al ver a mi padre y a Scott entrar.
El sentimiento de molestia en mi pecho se incrementa, no soy ninguna niña a la que tengan que acusar con su padre.
—¿En serio? ¿Lo llamaron? —los tres hombres me miran.
—Hattie —papá saluda, su semblante, antes demasiado serio para mi gusto, se relaja cuando me mira, una parte de mí se siente aliviada de que su enojo no fuese en realidad hacia mí.
—Hice lo que pidieron, ¿por qué llamarlo? —reclamo.
—No me llamaron —papá gira por completo hacia mí—. Yo vine porque mi hija es incapaz de llamarme para contarme lo que ocurre.
Resoplo.
—No soy una niña, puedo con mis propios problemas, papá —suspiro dejando a un lado la mochila—. No fue nada.
—Marcus y Scott no piensan lo mismo —señala a los dos hombres que me miran con un "te lo advertimos" y me siento más enojada.
—Hattie —echo la cabeza hacia atrás cuando emplea ese tono tan conocido, ese que deja saber que quiere que le cuente todo— ¿qué problema hay ahora?
—El problema...—Marcus habla antes de que yo pueda hacerlo— es que la reputación de tu hija cada vez se ensucia más. Tú más que nadie sabe lo que una reputación dañada puede hacer, no hay manera de recuperarla.
—Oh, vamos —papá sonríe mientras camina hacia el sillón. Se deja caer de manera despreocupada y mira al hombre frente a nosotros—. Sabes como es la prensa, no me agrada que digan que mi niña se acuesta con todos los chicos con los que sale, pero sabes bien que es mentira, Marcus.
Él suspira, pelliza el puente de su nariz y murmura algo en voz baja.
—Ahora veo de donde heredó Harriet lo testaruda —reclama—. Teníamos una conversación seria, hasta que llegaste Harriet.
—Mi padre sabe la verdad, que solo fue una salida al café que...
Mis palabras se detienen cuando me enseña un nuevo apartado en la revista.
—Ahora te acusan de "roba novios" —arrugo la frente—. Harry tiene novia, y el café que compartieron ahora está siendo tomado de una forma distinta.
—Ni siquiera sabía que tenía una novia —objeto—. Solo me invitó a un café, y yo acepté. No investigo a todos los chicos con los que trabajo.
—Necesitamos arreglarlo —insiste Marcus.
—Y ese es tu trabajo —dice papá con seguridad—. No te contratamos para que le grites a mi hija, ¿o sí?
—Ese mal camino que toma es porque la conscientes tanto —reprocha Marcus—. La haces una niña malcriada.
La sonrisa que acompaña a sus palabras hace que papá ría, de ser otra persona ya estaría siendo echado por los guardias de seguridad. Papá nunca tolera que se hable mal de mí, ni en su presencia, ni cuando se encuentra lejos.
Tampoco de mamá. La única vez que la prensa lo intentó la revista acabó con una demanda por varios cientos de miles de dólares que papá ganó.
Cuando la prensa comenzó a mencionarme, cuando los artículos surgieron, hizo todo cuanto estuvo a su alcance para detenerlo, pero la masa de publicidad que surgía era demasiada como para intentar eliminarla.
—Lo intento, pero apenas apago un incendio cuando Harriet comienza otro.
—No exageres —reclamo—. Me he portado bien.
Scott carraspea, se acomoda las gafas sobre el puente de la nariz y da un par de pasos hacia adelante.
—Me temo que no podemos hacer nada por esta vez —dice con resignación—. Pero necesitamos que te mantengas lo más alejada de las apariciones públicas, Alexander, ¿puedes ayudarnos con eso?
—Seguro, yo aplaco a mi pequeña bestia, no se preocupen señores.
Una sonrisa divertida se apodera del rostro de cada uno, y me miran una última vez antes de salir.
Cuando me quedo sola con papá, me dejo caer con descuido a su lado. Echo la espalda hacia atrás y cubro mi pecho con mis manos.
—Hey, no les prestes atención —dice papá quitándome la revista de las manos—. Hattie...
—No se cansan nunca —me quejo—. Juro que fue solo un café, papá.
Él sonríe, extiende la mano para acariciar mi cabello y asiente.
—Lo sé —dice con suavidad—. Y aunque no fuese así, nadie tiene el derecho de estar diciendo esas cosas.
—¿Crees que solo debo dejar de salir con mis amigos? —frunce los labios, como si no quisiera decir la respuesta.
—Creo que debes moderarlas —sugiere—. Mientras no lo hagas, seguirán en lo mismo. A veces tenemos que hacer unos pocos sacrificios.
—Dejar de salir con mis amigos es más que un sacrificio —reprocho—. ¿Tú te apartaste de tus amigos?
—Hattie...
—No voy a modificar toda mi vida, solo porque la prensa decide inventar historias falsas sobre mí —sentencio—. No voy a dejar que manejen mi vida.
—Entonces esto nunca va a acabar —asegura—. Harriet te advertí que la fama es complicada, y siendo mujer...todos tienen la atención sobre ti, el mínimo descuido significa que pueden sacar historias de donde no las hay, vender artículos falsos que la gente va a consumir solo para juzgar.
Mi estomago se contrae, el rostro de papá es serio mientras habla. Su cuerpo está rígido y sé que esto le molesta tanto como a mí. Pero siempre he pensado que no debo dejar que la opinión pública dicte mi vida, me prometí que no sería como esos artistas manejados por la prensa, haciendo y deshaciendo para que su imagen sea intachable.
Yo no quiero ser la chica bonita de la televisión, yo quiero hacer mi música, quiero ser real, no una imagen que vende.
—Puedo manejarlo.
—No me cabe duda que si —asegura—. Pero debes escuchar a Marcus, por algo es tu representante.
—Porque tú no quisiste manejar mi carrera —le reprocho.
Él sonríe, baja la vista por un par de instantes en los cuales sacude la cabeza.
—Soy tu padre, Hattie. Mis sentimientos de protección hacia mi única hija hubiesen sido más que mi parte racional —me sé de memoria su explicación, pero siempre he pensado que papá podría manejar mi carrera mucho mejor que Marcus o Scott.
Tal vez incluso podría haber permitido que Colton, su representante, me representara a mí también, o que su disquera fuera el sitio donde yo hiciera mi música.
—¿Y que hay de mis tíos? —él resopla.
—Esos hombres hacen coraje cada que ven una fotografía tuya, y me reclaman por dejarte salir con tanta libertad, ¿realmente querías a uno de ellos representándote?
Me aguanto la risa, los ex integrantes de una de las bandas más famosas de la última década y mejores amigos de papá, me querían casi como una hija, lo habían repetido en incontables ocasiones, tanto que tenía casi que asegurarles que estoy completamente bien.
—Tu tío Steph dijo que demandaría a Icons —dice con diversión—. Pero ya sabes, la tía Megan lo detiene.
—Solo ella puede controlarlo —murmuro soltando una risa haciendo referencia a la hermana de papá—. Debo volver a casa.
—¿Por qué no vienes a almorzar? —inquiere—. Tu madre estará encantada de verte en casa, casi no nos visitas.
—Bueno, creo que sabes bien lo que es ser una artista exitosa —musito incorporándome—. ¿O no?
—Lo sé bien —dice chasqueando la lengua—. ¿No tienes tiempo libre esta semana?
—En realidad tengo tiempo hoy —me encojo de hombros—. ¿Te sigo en el auto?
—No vine en auto, pasaba con tu tío Paul por aquí, y bajé con la intención de encontrarte —entorno los ojos hacia él—. Bueno, puede que le haya pedido expresamente que me traje en su auto, para luego decirte que me llevaras a casa y obligarte a compartir un almuerzo con tu familia.
Una carcajada brota de mis labios al tiempo que echo la cabeza hacia atrás.
—Bien, entonces vamos —respondo—. Que extraño la comida de mamá.
Y con eso recupero la mochila y le lanzo una mirada a mi progenitor para que ambos salgamos al fin del edificio de Music Resort.
(...)
Pasar tiempo en familia se sintió reconfortante luego de la semana de locos que he tenido. Mamá parecía tan molesta como papá de que mi nombre figurara de nuevo en los artículos.
Esa es la segunda cosa que más odiaba de que se hablara de mí, detestaba como el infierno preocupar a mis padres. Odiaba que mamá se enfadara y se preocupara por mi integridad, o que papá intentara solucionar siempre mis problemas involucrándose.
No quería perjudicar su imagen, Marcus decía constantemente que debía mantener alejado a papá, que él no tenía porque involucrarse en los escándalos porque entonces su nombre aparecería también en los artículos, y con un infierno yo no quería que papá resultara afectado.
Pero con una familia como la mía, eso es prácticamente imposible.
Llego a casa más tarde de lo planeado, esperaba poder tener un descanso adecuado por más de medio día, pero el hecho de que me quedase en casa de mis padres por más del par de horas previstas, hizo que llegara cuando la noche ya es dueña del ambiente.
Suspiro con cansancio, me despido del par de guardias de seguridad y los observo tomar sus lugares fuera de la casa. No me gustaba tener guardias en mi propio hogar, me sentí vigilada constantemente, pero es eso, o despertar aterrada a media noche porque alguien intenta colarse por mi ventana o descubrir imágenes nada amigables debajo de mi puerta.
Dios, ¿por qué la prensa parecía odiarme tanto?
No tengo las suficientes energías para subirme a la máquina de ejercicios a la que me he hecho amiga en estas últimas semanas, así que solo voy hacia mi habitación, me cambio por una ropa más cómoda, y me deslizo a mi confortable cama.
La pantalla de mi celular se ilumina varias veces seguidas, tomo el artefacto desbloqueándolo y descubriendo el grupo de WhatsApp con mis amigas.
Missy: Odio las revistas, definitivamente. ¿Qué hay de malo en compartir un café?
Sandy: Parece que solo es malo cuando Harriet es la compañera. Super estrella, ¿todo en orden?
Kath: ¿Deberíamos hacer una visita sorpresa para asegurarnos que sigue con vida?
Missy: Definitivamente sigue con vida de lo contrario lo sabríamos.
Kath: Es una broma, tonta. Sé que sigue viva.
Sonrío mientras tecleo una respuesta para mis amigas que parecen demasiado preocupadas por saber si sigo existiendo.
Yo: Sigo con vida, por si se lo preguntan.
Missy: ¡Super estrella! Nos has tenido abandonadas, ¿todo en orden?
Sandy: ¿Necesitas que vayamos con helado y comida engordante?
Yo: No, gracias. La dieta.
Missy: ¡Olvida la dieta por un segundo!
Kath: Estás más delgada que un popote, no necesitas la dieta.
Yo: Eso no es lo que Vannity opina
Resoplo recordando el artículo en donde la famosa presentadora de moda se refería a mí como artista "fuera de talla", diciendo que mis representantes deberían cuidar mi imagen.
Mamá enfureció con ese artículo, tanto que un día después redactó una respuesta en Rolling Stars, revista donde ella es directora ejecutiva, un articulo que destrozó a la mujer quien sorpresivamente no volvió a mencionar mi nombre.
Sin embargo, sus comentarios hicieron que Marcus decidiera que sería buena idea contratarme una nutrióloga que estuviese al pendiente de mis planes alimenticios.
Mi celular vibra varias veces más, y la pantalla se ilumina con insistencia, sin embargo, no le presto atención. Mis amigas no se atreverían a venir a casa sin mi consentimiento.
Sabían darme mi espacio, sabían respetar un "no", por mucho que eso pudiera molestarle en ocasiones.
Cierro los ojos ocultando mi rostro contra la almohada y ahogo un grito.
A este paso, Harriet Campbell dejaría de existir, eso es seguro.
(...)
Solo hay un sitio en donde me siento libre, en donde no me preocupa nada más que no sea mi música.
En el edificio de Music Resort hay una sala prácticamente abandonada, tiene las paredes pintadas de un bonito azul claro, hay varios cuadros de bandas famosas y discos de vinilo decorando el espacio, un silencio acogedor está siempre en el ambiente ya que es la sala más alejada del edificio, y desde que lo descubrí, se convirtió en mi sitio seguro.
Cuando tengo demasiadas cosas en la cabeza, cuando siento que todo comienza a sobrepasarme, me escondo aquí. Nadie lo sabe, ni siquiera Stacy. La señal de internet no es muy buena y por alguna razón tampoco la recepción, así que es un buen sitio para no ser molestada.
Tamborileo la punta del lápiz sobre la hoja de papel, muevo la cabeza con ligereza siguiendo un ritmo de música en mi mente, y tarareo la letra, intentando encontrar una continuación.
—Esto apesta —extiendo las piernas por el suelo, el lápiz cae y la libreta se desliza hasta caer al piso.
Apoyo la cabeza contra la pared y cierro los ojos. Maldición, odiaba estos momentos en donde no podía ser capaz de continuar con mi proceso creativo, es como si algo bloqueara todas las buenas ideas, y las pocas que conseguían salir, las aborrecía.
Miro la hora en mi teléfono, es poco más de media tarde y he pasado al menos un par de horas aquí, Marcus seguramente debe de estar buscándome así que, en contra de mis deseos, me incorporo.
Salgo con cautela de la habitación, el pasillo es prácticamente oscuro y no me molesto en encender el interruptor de luz. Sigo el camino conocido y tomo una inhalación cuando las luces de los pasillos mas concurridos se dejan ver.
—¡Ahí estás! —giro encontrándome a Stacy—. Llevo como media hora buscándote, ¿en dónde estabas?
—Componiendo —le enseño la libreta y ella parece aliviada, ¿por qué? No tengo idea.
—Mañana tienes un programa en vivo —dice frunciendo los labios—. Y Marcus desea hablar contigo para...
—Para asegurarse que no diré nada que lo pueda meter en problemas —termino la frase por ella—. Dile que lo entiendo y que no se preocupe.
No planeo ir hacia su encuentro y tolerar un nuevo sermón sobre cosas que ya sabía de memoria. No tengo tiempo para eso.
—Harriet...
—Dile que no lo meteré en problemas —insisto—. ¿Algún compromiso hoy?
Cuando me da una negativa, decido marcharme. Le envío un corto texto a mi representante y camino hacia la salida.
Mis conocidos cuatro guardias de seguridad me escoltan hasta el auto, agradecía la seguridad de la disquera que conseguía dejar a los periodistas demasiado lejos, porque lidiar con ellos las veinticuatro horas del día, es realmente agotador.
No he hablado mucho con mis amigas, ni siquiera con papá. Excepto unos pocos mensajes diciéndole cosas sin importancia, nuestro contacto a disminuido considerablemente en los últimos meses.
Sé que en parte es culpa mía, el no tomar sus llamadas y el inventarme excusas para no ir a comer, pero lo cierto es que prefería que se mantuvieran ajenos a todo. No olvido como suelen tomarse los artículos y las notas, ni lo preocupada que mamá luce.
Así que prefiero tener una distancia que me asegure que no terminaría envolviéndolos a ellos en polémicas también.
No hago mucho al llegar a casa, me desatiendo del teléfono, me escabullo a la cama y me quedo ahí, considerando seriamente la idea de retirarme. Casi quiero reír ante la idea.
Llevaba seis años en el mundo artístico, seis años desde que comencé con mi carrera musical, cinco desde que mi primer álbum vendió millones de copias, tres años desde que la prensa comenzó a prestar más atención, y uno desde que todo se fue al carajo de manera inesperada.
Un año de agonía en la que no tengo un día de paz, en donde hay reporteros intentando buscar fotografías, o información. En donde cada cosa que hago, es juzgada y expuesta por medios nacionales.
Y esto es tan malditamente sofocante.
Pero es lo que hay, y yo elegí este camino así que no debía darme por vencida. Harriet Campbell jamás renunciaba, aún cuando todo esto, es por completo una mierda.
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Ahora si, nos leemos el lunes...¡espero disfruten la lectura!
No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mi
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