Capítulo uno: Un sueño ideal.
Son las nueve de la mañana y yo aún sigo durmiendo. Todo me ayuda para seguir haciéndolo, el ambiente calmado, la paz que se respira sin ruidos y para hacerlo aún más agradable le añadimos el cantar de los pájaros. Lo confieso, me encanta escuchar ese sonido tan especial que lo produce la propia naturaleza.
Os confieso que, soy realmente feliz. Tengo más de lo que necesito, y cuando me refiero a ese término me refiero a cosas como: Un hogar, un esposo encantador y una niña preciosa de ocho años. El amor de mi vida se llama Hugo y mi pequeña del alma se llama Lucille pero se pronuncia Lucil.
Soy afortunada por el simple hecho de tenerlos conmigo, de poder dedicarme al cien por cien a mi verdadera pasión, mi familia. Si os soy sincera, he sido una niña precoz.
Actualmente tengo veintisiete años, me quedé embarazada más pronto de lo que me hubiese gustado. Conocí a Hugo, una de las cosas más grandes que se me ha podido cruzar por el camino. Me enamoré de él como una niña, era un chico lleno de vida e ilusión, eso fue lo que más me cautivo. Venga vale, es el ser humano más maravilloso que he visto. Ah... y no es por presumir, pero más guapo no puede ser. Sus ojos, su cara... todo de él es espectacular. Lo amo como nunca amaré a nadie más.
Nada más enterarse de mi embarazo, me pidió matrimonio aun siendo dos inexpertos. Fue uno de los días más inolvidables de mi vida. Aunque yo tenía miedo, el recibió la noticia de ser padres como lo más grande que le había podido ocurrir. Se preocupó a cada instante y siempre estuvo a mi lado. Siempre me consintió y cada día me daba lo mejor de él, hasta me preparaba diariamente mi desayuno favorito: Frambuesas con nata, café y tortitas americanas.
Si alguna chica me está leyendo, os pido disculpas, el hombre más perfecto lo tengo yo. En el ámbito profesional, pues fue lo más complicado. Estando embarazada terminé el bachiller y continué mis estudios en la facultad.
Cuando nació mi pequeña me dediqué a ella y terminé mis estudios a distancia. Por fin, obtuve el grado de Turismo, aquel que deseaba tanto ¿Os preguntáis por qué? Es sencillo, amo todo lo relacionado con él. Soy una fanática empedernida del sector. Aunque me encanta, no he podido ejercerlo, mi prioridad máxima es educar a mi niña y consentir a mi marido
Y bueno, ya no os aburro más con mi historia. Creo que estoy desvariando porqué ya hasta dormida hablo, y no, no estoy loca. O bueno, sí... ¡Por mi familia! Tanto la familia de mi esposo como la mía jamás nos ha dejado de lado. Si tuviera que nacer otra vez, nunca se me ocurriría cambiar nada ni nadie de lo que tengo.
***
Cuando más agusto estaba durmiendo, se empezó a escuchar un ruido. Como si alguien se acercara a mi cuarto. Mis sentidos estaban tan concentrados en dormir que no le presté la más mínima atención. De un momento a otro, la puerta se abrió y noté como Lucille se subía encima de mí.
—¡Mamá, despierta ya! —me dijo mi hija.
Dos segundos después me moví despacito mientras mi pequeña me comía a besos.
—Un ratito más, porfa. —murmuré yo desperezándome.
Me acomodé y abracé a mi princesa.
—Buenos días mi amor, ¿cómo amaneció mi princesa? —le pregunté con una gran sonrisa.
—Bien mamá, te tenemos una sorpresa —me dijo mi princesa bonita.
—Ah sí... ¿Qué es cariño mío? Cuéntame —pregunté feliz e ilusionaba.
—No, cuando venga papá —me contestó sacándome la lengua.
—Por favor, no digo nada —fingí una cara triste y a la misma vez le puse morritos.
—No —dijo riéndose Lucille—. Cuando venga papá te lo diremos.
—Con que esas tenemos. —dije.
Me incorporé, senté a mi Lucille encima y empecé a hacerle cosquillas. Lucille cada vez reía y se movía más.
—Ya no más mama —dijo llorando de risa.
En ese momento mi esposo entró a la habitación bailando con unas maracas. Además, entró con una bandeja y empezó a tararear la siguiente canción:
"Despierta ya,
Que el sol asoma y hay que disfrutar,
Ya habrá más tiempo para descansar.
Salgamos a la calle.
Todos contra el tiempo que la vida es un momento.
Despierta ya,
Que hay mil motivos por los que brindar,
siempre tenemos algo que contar,
no importa lo que hagas.
Tomate la vida con humor y ponle ganas.
compartir el tiempo y la felicidad,
no tiene precio,
Y es posible si lo deseamos,
siempre existe un buen lugar donde poder amar."
Tanto como mi hija y yo nos miramos, inmediatamente nos empezamos a reír. Hugo puso la bandeja sobre la cama y se sentó a nuestro lado haciendo el idiota. Pero, que idiota tan perfecto...
—Qué falta de respeto es ese mis reinas —nos contestó de broma—. No os burléis de mí, encima que preparé tortitas, café y frambuesas —hizo pucheros.
—¡Tortitas con nata, café y frambuesas! —exclamamos las dos a la vez.
—¡Pero que listas sois por dios! Tengo dos "Einsteins" o como se diga en mi casa —dijo haciendo el payaso.
Mi hija y yo nos volvimos a mirar, nos guiñamos el ojo y nos lanzamos sobre el hombre más bello que teníamos. Lo abrazamos y nos lo comimos a besos.
—Por esto te perdono que no hayas estado a mi lado cuando desperté, mi payasito —le dije a mi niño.
—Dame un besito anda, te traje vuestro desayuno especial —me hizo pucheros, y como me encanta cuando los hace.
Acerqué mi cara a mi marido y le di un beso muy dulce. Acto seguido, Lucille le dio los besos de los buenos días a su papá y para terminar le di un besito a ella también.
—Pero que rico —me besó Hugo—. ¿Dormisteis bien? Y tu mi amor, bésame más.
Como era de esperar, lo volví a besar y esta vez con más entusiasmo. Hugo y yo miramos como nos observaba Lucille.
—Sí —contesté—. Ah, y para especial ya estás tu.
—Renacuaja, no nos mires que esto es cosas de mayores, tápate los ojos —le dijo el a Lucille risueño.
Lucille se empezó a reír.
—Pues no os beséis delante mía, marranos —hizo que se tapaba los ojos nuestra niña.
Hugo y yo nos reímos.
—Y resultó llevar razón —soltó una gran carcajada Hugo—. Y ahora si, a desayunar.
—¡A desayunar! —exclamó con ganas Lucille.
Como una tonta los miré enamorada. Les ayudé a sentarse bien y los estreché entre mis brazos. Segundos después terminamos de desayunar y pusimos la bandeja encima de la mesita.
—Mi amor —pronuncié intentando captar la atención de mi precioso.
Hugo me miró y me besó.
—Dime tesoro —me contestó el.
—No seáis malos, contarme la sorpresita, va que quiero saber —dije poniendo morritos.
—Uy a una se le fue la lengua —miró a su niña pequeña.
Lucille sonrió y se hizo la loca. Hugo sonrió y yo también.
—Tengo algo para ti —me dijo Hugo.
Yo lo miré atenta y él me puso sobre mis manos un sobre.
—¿Qué es? —pregunté con curiosidad.
—Ábrelo —me recomendó él.
Lo abrí con cuidando mientras Lucille y Hugo se miraban con complicidad. Con mucha cautela, me llevé la sorpresa de ver tres pasajes de avión para DisneyLand Paris.
Después de reaccionar dichosa, los saqué y abracé feliz a los dos.
—¿Enserio? ¿Esto es verdad? —pregunté ilusionada.
Ellos me abrazaron contentos por mi reacción y con un brillo especial.
—Qué mejor regalo de aniversario que ir a Paris y celebrar mañana nuestro aniversario de boda y el cumpleaños de nuestra bichita. Además, tenemos toda una semana para disfrutar de ese maravilloso y mágico lugar.
Los abracé emocionada, me los comí a besos una y otra vez súper agradecida.
—¡Mil gracias! Todo es tan perfecto... gracias por hacerlo posible —dije emocionada.
— A ti vida, no hay cosa más perfecta que vosotras —sonrió Hugo—. Vamos a por las maletas y al aeropuerto.
Lucille se bajó de la cama y nos acercó las maletas.
—Ayudé a papá con ellas —dijo sonriendo dulcemente.
Sorprendida le besé la mejilla.
—Perfectos, perfectísimos es lo que sois. Estáis en todos los detalles —afirmé.
—No esperemos más, el avión sale en tres horas —comunicó feliz.
Nos levantamos de la cama, fregamos los platos del desayuno. Arreglamos el cuarto entre todos y nos pusimos de lo más bonitos vestidos.
Lucille se vistió en su cuarto. Hugo en el mismo cuarto que yo y en tercer lugar ordené todo para que quedara perfecto. Me vestí de lo más sencilla, una faldita no muy corta y mi blusa favorita.
—No hay cosa que más ame de ti, que tu sencillez —me dijo él orgulloso.
Me peiné dejándome unas ondas poco pronunciadas y le sonreí.
—¿Me maquillo? —le pregunté.
—No, estás más que perfecta —me contestó convencido.
Él amaba mi naturalidad y yo lo amaba a él, así que le hice caso y no me maquille. Me puse un poco de gloss en mis labios rosados. Las rayas finitas en mis ojos y ya estaba lista. He de decir que nunca me gustó maquillarme hasta tal punto de ir como una puerta, si puedo ir lo más natural posible jamás desaprovecho la oportunidad ¡Odio llamar la atención!
Quince minutos después, subimos las maletas al coche con Lucille, cerramos la casa y fuimos al aeropuerto. Hicimos todas las gestiones al llegar, entramos al avión y nos dirigimos a París.
Al llegar fuimos al reciento de DisneyLand París, dejamos las maletas en el hotel y dimos una vuelta por la ciudad del amor.
Disfrutamos de muchos sitios típicos de Francia como la Torre Eiffel, El Moulin Rouge, La catedral de Notre Dame y en Ópera Palais Garnier. También fuimos de compras a Galerías Lafayette, era impresionante. Jamás había contemplado tanta aglomeración, tiendas y restaurantes juntos.
Nunca olvidaré un sitio mágico de todos los lugares que destaqué, aquella pedida de mano en la Torre Eiffel. ¡Soy feliz!
Después de pasar un día mágico en la capital francesa, cenamos en un bar típico de París y nos fuimos al hotel a dormir.
Fin del día.
https://youtu.be/uw_jC41es4w
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