Capítulo 4: Muerta en vida. [DESENLACE]
Me levanté aturdida de la cama, cogí el móvil y empecé a buscar con desesperación una llamada de Emmanuelle o su número de teléfono al menos. Nada, no había nada.
Ni Emmanuelle, ni el número de mis amistades ni si quiera el de mi familia. Miré de nuevo la guía para corroborarlo, aún conservaba la esperanza de que haya sido producto del lapsus que estaba viviendo.
La niña y mi supuesto marido se miraron preocupados y noté como me miraban a mí.
—Enserio no te ocurre... ¿Nada? —volvió a insistir él.
—No mi amor, estoy bien. Voy a ducharme y en un rato estaré con vosotros. ¿Vale? —fingí lo mejor que pude.
Mi supuesto marido me volvió a besar.
—Vamos pequeña, mami va a ducharse —dijo él.
La niña me abrazó con fuerza.
—Te quiero mamá. ¿Podremos ir a pasear a la Torre Eiffel? —me preguntó.
—Eh... sí, claro —le contesté yo.
Él y mi "hija" me achucharon y salieron de mi habitación. Volví a mirar mi alrededor muy confundida, mi mirada le puso un gran interés al móvil.
«Como podía ser verdad esto, ni siquiera reconocía el móvil. ¡Dios mío! Porque no estoy reconociendo nada».
Instantes después arreglé la habitación lo más rápido que pude. Acto seguido, abrí el armario de la suite del hotel, empecé a buscar mi ropa, pero lo único que apreciaba eran vestidos glamurosos, con lentejuelas, pantalones de alta costura. Joyas, muchas joyas las cuales se veía que costaban un pastón, camisetas provocativas, tacones y un sinfín de más cosas. Ni rastro de mis pantalones favoritos ni del vestido que me regaló Emmanuelle.
Con esperanza fui al baño y no me lo podía creer. Una estantería llena de maquillaje, si uno era escandaloso el otro más.
«¿Pero que me está pasando? ¿Por qué tengo yo todo esto? ¡¡Si yo odio el maquillaje y vestirme tan escandalosamente provocativa!!».
Agobiada desee lanzar al precipicio todo lo que estaban observando mis ojos. Hasta desee lanzarme yo también y acompañarlos en esta tremenda pesadilla.
Cinco minutos después me puse enfrente del espejo largo que había en el baño, en este mismo te podías ver de arriba abajo. Fijé mi mirada en mi cuello y como debí de suponer, no llevaba puesta la gargantilla de oro que me regaló Emmanuelle.
Nerviosa volví a mirar en el joyero y no estaba. Joyas y más joyas, pero ninguna como la de él. ¡Para que quería yo todo esto!
Cerré los ojos y me dispuse a volver al baño, me armé de valor y me planteé que tenía que ser fuerte. Tenía que afrontar la desagradable pesadilla que estaba viviendo.
Dos segundos después me puse enfrente del espejo de nuevo, empecé el recorrido "turístico" de arriba abajo.
Los pies los tenía desnudos, cosas que era normal porque amaba andar descalza y bueno si lo pensaba, salí corriendo de la cama. Ni tiempo me dio para ponerme las zapatillas.
Esto me tranquilizó, reanudé el recorrido y me miré las piernas. Nada anormal, casi siempre dormía con pijamas cortos, aunque fuese invierno.
Subí la mirada por encima de las rodillas y ya no apreciaba mi pijama de siempre. Alcé más la vista y en lugar de mi pijama me encontré con una especia de camisón súper provocativo el cual estaba lleno de trasparencias. Por llevar, no llevaba ni sujetador puesto solo un tanga a conjunto. A leguas se podía apreciar que era de alta costura.
Sin duda, me escandalicé inmediatamente y me lo quité quedándome simplemente con el tanga tan incómodo, más bien esto no era un tanga era una venganza ¡Vaya tirachinas espantoso!
Quien lo haya hecho ya se lo podía haber puesto de sombrero. Me pregunté una y mil veces porque narices lo llevaba yo puesto, mejor no iba a pensar en lo que pude llegar a hacer con el sin estar en mis cabales.
Lancé la trasparencia al suelo y seguí subiendo mi mirada hasta llegar al cuello. Como me lo esperaba, este se encontraba totalmente desnudo.
Mi pulso empezó a acelerarse cuando llegué al rostro. Me quedé asombrosamente impactada.
Me miré con terror y empecé a detallarme minuciosamente. Mis labios eran más gruesos y carnosos, estaban pintados en un color muy llamativo. En segundo lugar, me encontré con una nariz retocada al igual que mis labios.
Poco a poco llegué hasta los ojos y los tenía e igual, pero... los tenía bastante exagerados pintados. Mucho lápiz de ojos, sombras, rímel y todo lo demás.
En tercer lugar, me miré el rostro completo y tenía que decir que estaba horrorizada. Esta persona no era yo, era alguien sin alma y de plástico. Estaba maquillada como cualquier actriz del cine o cualquier chica que busca lo que ya sabéis.
Escandalizada bajé la mirada y me observé los pechos, como no artificiales y súper hinchados. Eran como dos melones del supermercado.
En cuarto lugar, me dispuse a mirarme el cabello, esto fue lo que realmente me impactó. Temblando me acaricié el pelo, tampoco quedaba nada de mi cabello moreno, sencillo y liso. Era rubio, ondulado y con mucho brillo. Digno de una mujer deslumbrante y admirable para todos, la cual todo hombre quisiera alcanzar y tener.
Tenía enfrente de mí una mujer totalmente artificial. Provocativa, frívola y sin alma. Lo peor de todo esto es que se había apoderado de mi cuerpo y de mi ser, me había robado toda la sencillez que habitaba en mí y me había quitado absolutamente todo lo que yo era.
Por último, lugar noté como sobre mis mejillas se resbalaban lágrimas, pero no trasparentes sino como de sangre. Producto del dolor y de la desesperación.
Me quité lo poco que llevaba, me duché llorando y me arranqué de la piel hasta el maquillaje más profundo que podía tener. Tras acabar, salí con una toalla y me puse el vestido menos escandaloso que vi junto a unos tacones no muy altos. Al igual que con el vestido hice lo mismo con la lencería.
Rota del dolor, me peiné con las manos el pelo alborotado que tenía ya que no encontré ni unas malditas planchas.
No me molesté en pintarme, preferí ver, aunque sea una aparición de lo que yo era. Tampoco me puse ninguna joya ni en las orejas, ni en los brazos ni en el cuello.
Para finalizar la odisea recogí el baño, busqué entre mis pertenencias una foto de alguien conocido, pero todo eran ellos y yo: Mi marido, mi hija y el fantasma de mí. No tenía ya ni mi foto con él.
Cogí mi bolso desmoronada y fui donde estaba la niña junto a su padre.
—¡Qué guapa, mamá! —exclamó la pequeña.
Él sin embargo se quedó impresionado y deslumbrado, me dio una vuelta y me miró.
—Hasta sin maquillaje, estás divina. Raro en ti verte un día sin maquillaje —dijo él.
Asentí yo.
—Tan solo quería verme natural un día.
Extrañado me miro y asintió.
—Vamos —dijo él y la niña.
Ambos me cogieron de la mano y juntos llegamos a la torre Eiffel. Al llegar nos hicimos fotos y como era de esperar puse mi mejor cara para que no notaran la amargura que llevaba por dentro. Por una vez en mi vida, traté de no reflejar de que yo era pura trasparencia y se me notaba hasta el espejo que llevaba en mi alma.
Un rato después, nos comimos un helado cada uno. En el preciso instante en el que yo estaba tirando el papel del cucurucho los latidos de mi corazón empezaron a acelerarse, mi cuerpo y mis sentimientos se llenaron de vida al verlo.
Salí corriendo hasta donde se encontraba Emmanuelle aunque no entendía que hacía él en Paris, sin mí.
—Emmanuelle.
Él se giró y me miró.
—Disculpe, ¿necesita algo? —me contestó sin reconocerme.
Me abalancé a abrazarle y noté una frialdad que provocó que me apartara de el.
—Emmanuelle, soy yo. Anabelle, tu Anabelle —dije con intención de que me reconociera.
Emmanuelle me miró con cara de póquer y sin entender absolutamente de nada.
—No conozco a ninguna Anabelle —me contestó el.
Sentí como me rompía en mil pedazos.
—Escucharme y mírame por favor, soy yo. La mujer con la que ibas a formar una familia y con la que ibas a tener una niña —dije con lágrimas.
Él me miró, pero noté mucha indiferencia, frialdad y una sensación que ni yo misma podía controlar ni imaginar. De un momento a otro noté como empezaba a alterarse.
—¡Deje de agobiarme y de molestarme! No la conozco, deje de acapararme —me gritó.
Me puse de rodillas sin fuerzas y lo miré llorando desconsoladamente.
—Por favor... —le supliqué.
No podía creer que me gritara por primera vez, ni que me tratara de esta forma. Nunca en mi vida me lo hubiese imaginado.
—¡Deje de acosarme o llamaré a la policía! —seguía gritándome.
En ese momento me quedé perpleja y congelada. Se acercó una muchacha idéntica a mí y le cogió la mano.
—Ya nos podemos ir cariño —dijo ella—. ¿Te está molestando? —le preguntó refiriéndose a mí.
—No, solo me estaba preguntando la hora —mintió—. ¿Y la peque? —preguntó por su hija,
Una niña preciosa le cogió de la mano y le sonrió.
—Aquí, papa.
Él feliz la cogió, y besó a la muchacha. Poco después llegó mi cuñada, me acerqué a ella desesperada.
—Soy yo Anabelle, dime que me reconoce por favor —le supliqué destrozada.
Esta ni caso me hizo.
Él, la niña y mi doble empezaron a andar y a alejarse de mí. Corrí con todas mis fuerzas y lo paré.
—No me hagas esto, no me dejes —dije llorando.
Emmanuelle se apartó, pasó de mí y como una aparición la familia feliz desapareció. Caí desbordada entre lágrimas al suelo.
Segundos después noté como mi supuesta familia sin entender lo ocurrido, me levantaba, me cogía de la mano y me alejaba de mi terrible realidad y del abismo donde yo me encontraba ahora mismo. Al igual que eran mi tormento ellos serían mi única salvación.
Junto a ellos fui desapareciendo a través de una luz blanca, en este momento comprendí que lo había perdido todo. Lo más doloroso fue ver al amor de mi vida despreciarme y tratarme así, se fue con ella y con todo lo que planeamos juntos. La impostora y la persona que se apoderó de mi lograron destruirme la vida.
Comprobé también que al mirarme frente al espejo reconocí que no era yo, simplemente era la protagonista del fatídico sueño.
Ya ni estaba el amor de mi vida, mi Emmanuelle, ni nadie que conociera y ni la sombra que quedaba de Paris.
Ahora que lo tenía todo, no era feliz. Lo peor es que tendría que vivir atrapada en el cuerpo de otra persona y en una vida que no era la mía.
Sin él, sin mis sueños, sin mi familia y sin mi vida. Ahora mismo preferiría morir antes de vivir esta pesadilla. Esta es mi nueva realidad, esta es mi vida: Vivir muerta en vida
«¡Solo quiero arrancarme y salir de este cuerpo!».
Por una vez sentí que alguien me comprendía, Paris estaba llorando conmigo, las nubes eran mis pañuelos y la lluvia el sentimiento que compartíamos.
En fin, con unos pechos de silicona, con un pelazo de en sueño y con un cuerpo de telenovela debería de vivir el resto de mi vida. Aquella chiquilla que quería luchar por sus metas, por el amor y su vida se esfumaron para siempre.
Quédate con este lema: Ni lo imperfecto es tan perfecto ni lo perfecto es lo mejor. Simplemente ahora más que nunca me siento IMPERFECTA.
No digas nada por favor
Que hablando el alma me destrozas
Quiero decirte tantas cosas
Quiero acordarme de tu olor.
No digas nada por favor
No vaya a ser que me despierte
De un sueño en el que puedo verte
Y aun puedo hablarte de mi amor.
No digas nada ten piedad
Solo te pido que mañana por la noche
Dormido me des la oportunidad.
Llevas tres meses por la noche haciéndome lo mismo
Suena mi puerta y estás tú mi espejismo
Por dentro grito, grito de la emoción
Por fuera me hago el fuerte como si no me temblara el corazón.
Pregunto ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?
¿Por qué estás tan rara?
Y aunque tú no me hablas me conforma al ver tú cara
Quiero sentir tú mano y no puedo moverme
¿Qué me pasa?
Me siento tan raro al verte aquí en mi casa.
Siempre quise tener la oportunidad
De poder hablarte una vez más.
No te dije que te amaba
Y que, aunque era tú amigo siempre sentí cosas
Mi corazón fue testigo.
Siempre quise tener la oportunidad
De poder hablarte una vez más.
Te desvaneces con el sol no eres humana
Eres un sueño que me rompe el corazón en la mañana.
No, digas, nada, por, favor,
Que hablando el alma me destrozas
Quiero decirte tantas cosas
Quiero acordarme de tu olor.
No digas nada por favor
No vaya a ser que me despierte
De un sueño en el que puedo verte
Y aun puedo hablarte de mi amor.
No digas nada ten piedad
Solo te pido que mañana por la noche
Dormido me des la oportunidad.
Te fuiste un viernes por la noche
Me quitaste todo
Te perdí en mis manos
Fue mi culpa y ahora sufro solo
No entiendo a la vida
La vida me prometió estar contigo
Y fue ella misma la que nunca va a dejarte estar conmigo.
Por las noches en mis sueños puedo verte
Dormido vivo al fin un cuento de hadas
Que, aunque falso es suficiente
No me importa cuánto duela despertarme
Igual me duele todo
Y cada segundo del día estás presente.
Me acuerdo de todo
La noche perfecta
Y en mi carro te miré a los ojos
Sonreíste y por fin de cogí la mano.
Llueve más de un millón de recuerdos juntos y me ciegan
Yo te amo amiga tanto que me quema
Ya no quiero despertarme
La vida sin ti ya no tiene sentido
Prefiero vivir de noche
Sentir que tú no te has ido
Soñando voy a tenerte hasta que se acabe mi vida
Prefiero morir soñando que vivir con tú partida.
No, digas, nada, por, favor,
Que hablando el alma me destrozas
Quiero decirte tantas cosas
Quiero acordarme de tu olor.
No digas nada por favor
No vaya a ser que me despierte
De un sueño en el que puedo verte
Y aun puedo hablarte de mi amor.
No digas nada ten piedad
Solo te pido que mañana por la noche
Dormido me des la oportunidad,
Dormido me des la oportunidad.
Se despide, Anabelle.
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