1. Cadenas llamadas "Pasado".
// Siempre viviré atado al pasado, con cadenas invisibles que me impiden avanzar... //
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Un joven de gran belleza caminaba por los jardines de ese enorme castillo, su belleza física contrastaba con las flores que ahí se encontraban, acariciaba con dulzura y delicadeza los pétalos de las rosas rojas, que combinaban de una forma hermosa con sus ojos carmesí, unos ojos que eran como una bella joya, una que perdió su brillo. Seguía observando las flores, aseguraba que él era como una, con la excepción que no se había marchitado, cosa que siempre había ansiado, desde el momento que ella le comenzó a tratar distinto.
¿Ella? ¿Quién era ella?, desde luego, su madre.
Esa mujer, que lo crió para ser perfecto, solo que no como un joven príncipe, no, sino como algo que ella ansío desde que supo de su embarazo, una princesa. Cada vez que fallaba en una tarea terminaba gravemente lastimado, aunque desgraciadamente no de muerte, lleno de moretones de un púrpura que resaltaba grandemente en su blanca piel que dolían de una forma que le hacía llorar.
"No llores, eso arruinara tu maquillaje."
Al recordar su voz se estremeció, no le gustaba pensar en ella, pero le era imposible, era un recuerdo que no lograba olvidar, aunque lo intentara una y mil veces, la soledad de ese enorme castillo solo le hacía pensar en ella, lo único que le distraía era pasear por los jardines que tanto amaba, donde se sentía libre, donde sentía paz, muchas veces había olvidado su pena al oir cantar a las aves, la suave brisa acariciando su piel, todo le era fascinante, el cielo era algo que disfrutaba ver, tan azul, tan hermoso.
"No pierdas el tiempo viendo el cielo hija mía, tienes que ir a tus clases de baile."
Como odiaba esas actividades, nunca fue bueno en ellas, le era difícil andar con vestidos tan extraños, le desagradaba la idea de utilizarlos, especialmente en fiestas, cuando sus amigos de la realeza venían y le preguntaban porqué vestía de esa forma si era un niño, nunca estuvo realmente seguro de ello, sólo sabía que así lo deseaba su madre.
Ansiaba ser un joven normal, como sus amigos varones, utilizar trajes con corbata, hacer actividades de niños, no tomar clases de como beber correctamente el té, o bailar, como caminar con gracia y delicadeza al mismo tiempo, y tener que estar en un intermedio de ambas, como tratar a tu esposo, a las amistades de tu esposo, como ser una esposa digna de un rey o un conde, no deseaba seguir haciendo eso.
Creía que nunca dejaría esa vida, hasta que el día de su liberación llegó.
Un 11 de octubre ocurrió.
Una noticia fue publicada en el diario, y fue llevabada a él por un sirviente, "Los jefes de la familia Atem han fallecido este día en un terrible accidente provocado por la caída de un puente, sus cuerpos fueron encontrados sin vida horas luego del accidente, el carruaje en el que viajaban no fue encontrado". Así era como se referían a ese accidente que acabó con la vida de sus padres, no mostró emoción alguna, no lloró, no actuó como alguien que acababa de perder a dos seres queridos, simplemente lo dejó así, el sirviente creyó haberle visto sonreír.
El funeral fue un día después, no vistió de negro, se vistió de traje, que tenía un vistoso rojo, uno que combinaba con sus ojos, ojos que no derramaron ni una tan sola lágrima, los invitados murmuraban ante este hecho, resaltando también que no utilizaba un vestido como lo había hecho toda su vida.
Gracias a esa desgracia, que él llamó bendición, pudo hacer lo que quería, hasta que llegó al punto en el que se encontraba actualmente, destruido por los tratos y actitudes de su madre se comportaba extrañamente a veces, en la soledad de la noche, como única testigo la luna, utilizaba los vestidos que su madre le obligó a usar los últimos días de vida, bailaba con un hombre imaginario, bebía de una taza vacía, e incluso conversaba con alguien que el visualizaba como un hombre alto, bien vestido, con ojos azules como el cielo mismo.
¿Por qué lo veía de esa forma?, desde hace meses había soñado con alguien con esas características, de las cuales se sentía muy atraído, por lo que sin nombrarle, menos conocerle, lo veía ya como su amado.
Estaba muy mal, los sirvientes lo sabían, todas las noches uno se quedaba a cuidarlo desde afuera de su puerta, por si al joven se le ocurre cometer una locura de la que jamás se perdonarían, hasta ahora sólo lo habían escuchado cantar a la luna, llamando a su "amado", bailar solo, y lo que hacía con la taza, aunque una vez casi se ahorcaba mientras susurraba el nombre de su madre, mientras lloraba, otras despertaba gritando el nombre de su padre, pidiendo auxilio, entre otras cosas que decía.
No fue hasta un día que lograron relajarse, el joven, de nombre Yami Atem, había salido al jardín delantero, observaba como siempre el cielo, sin embargo, el sirviente que le acompañaba noto que en las afueras del castillo había alguien, eso llamó la atención del joven, y corrió hacia ese alguien, quedando maravillado con su apariencia, era él.
-¡Es él!, ¡Es él!- Gritaba emocionado el joven, mientras tomaba de la mano al sirviente - Háblale, y pregúntale que desea, lo que responda quiero saberlo inmediatamente- Dijo volviendo a su semblante serio.
El sirviente obedeció y se acercó al otro joven, este era alto, de cabellos castaños, y ojos azules, tenía una expresión seria, en sus ojos se veía reflejado desprecio y superioridad, miró con desaprobación al sirviente que amablemente le habló, obteniendo una respuesta que le dejó confundido - Deseo hablar con la princesa que reside en este castillo, de no poderse, me veré en la obligación de forzar mi entrada hasta hablarle, tenemos asuntos que tratar- al oírle el sirviente asintió y fue hasta el joven, que escuchó atentamente, su mirada se volvió fría y se sintió molesto derrepente, y lo único que le dijo fue que le dejara entrar, que lo esperaría en la sala.
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06/11/2020.
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