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― ¿Qué haces mocoso insolente? ― inquirió la luz color menta, y antes de que la contraria le contestase, prosiguió. ― ¿Sabes? No hace falta que respondas, sinceramente no me interesa.

Con eso dicho se alejó al santuario dejando a la luz roja allí al final de las nubes mientras miraba hacia la tierra con la vista fija en un punto negro que se movía a todas partes, sonrió al ver que probablemente el ''punto negro'' se despertó muy tarde esta vez.

―Hey, ¿No crees que ya has pasado mucho rato allí? ― quiso saber una luz amarilla que se había acercado cuya voz era completamente chillona, haciendo que la luz roja quitase la sonrisa y el aura alegre que desprendía de sí.

― Sólo he pasado unas horas. ― respondió sin importancia aquella luz roja.

― ¡Oh, vamos! Son horas en la tierra pero aquí son años, Kim. ― le reprochó la luz chillona. ― ¿En qué tanto te enfocas?

El interrogado volteó su mirada a otra parte antes de que su amigo le viese, pero, no había quien se salvase del Dios de la Intuición y eso lo sabía más que bien la luz roja.

― Nada Jimin, vamos a comer. ― Y así como dio un simple paso hacia adelante, Jimin lo paralizó.

― No te irás hasta que me digas por qué estabas viendo a ese chico de dientes extraños y cabello negro, Taehyung.

El mencionado sabía que no tenía alternativa por lo que se resignó. Pasando unos 3 minutos, el efecto paralizador se fue y Kim regresó a su puesto anterior para hacer lo que hacía minutos antes de que lo interrumpiesen, ver a ese chico de cabellos azabaches.

―Se llama Jungkook.

― ¿Y?

― ¿Cómo qué 'y'? ― preguntó el de cabellos rojos.

― ¿Es todo lo que me dirás?

― Jimin, ya sabes el resto de la historia, hasta sabes si lo conoceré alguna vez o no, ¿Por qué haces estas preguntas tontas?

Y es que Taehyung decía todo esto porque Jimin no era nada más y nada menos que el Dios de la intuición, además de tener el poder de generar felicidad y los poderes básicos que trae consigo ser un Dios como poder leer la mente de sus menores, el chico sabía cómo usarlos pues por algo le fueron dados, pero aunque Taehyung fuese su mejor amigo, jamás le diría como terminaría su historia.

― Es cierto, lo sé. ― aceptó el rubio. ― Pero quiero que mi mejor amigo me lo cuente.

Serás gilipollas. pensó Taehyung.

Cuida tu vocabulario Kim, que seas un Dios no te permite decir o pensar esas palabrotas. ― mencionó sin más la luz amarillenta. ― Sé que no me lo contarás ahora, así que vayamos a comer, si tardamos 5 minutos más nos lanzarán una cerveza por la cabeza y sabes lo mucho que duele tener ese sucio líquido en la piel.

La luz chillona tembló un poco por el escalofrío que le surgió de pensar tal catástrofe, sacando eso de su mente se fue por el mismo lugar en que la luz color menta se había ido antes hacia el santuario, siendo seguido de la luz roja que tenía miles de debates mentales.

Para ser sinceros, Jimin tenía un poco de miedo por su amigo, realmente había mentido, no sabía con exactitud como terminaría la historia del pelirrojo. Siempre había visto qué le sucedería a Kim en toda su inmortal vida, pero desde hace un par de días, para ser exactos, desde que éste se había empeñado en mirar demasiadas veces a la Tierra por una simple melena azabache, dejó de ver su vida por completo, sólo podía verle hasta el día en que ambos se conocerían, de allí no podía hacer nada más.

Jimin sabía más que bien que su amigo no iría tras el chico por cuenta propia, aunque fuese un Dios el chico era tan quedado con un simple Humano, o eso le decía Jimin. Así que él debía intervenir en la presentación de ambas personas, idearía un plan para juntarlos. Después de todo en su destino aparecía que se conociesen. No había nada malo si un Dios aceleraba el paso de esto, ¿o sí?

Jimin, ¿vas a comer o de nuevo te obligaré a hacerlo? ― esta vez había hablado una luz magenta que se encontraba al extremo de la mesa.

― ¡N-NO! ― reaccionó la luz amarilla al recordar ese espantoso día y así comenzó a comer a toda prisa mientras el resto de las luces en las mesas reían.

A Jimin no le gustaban los días grises ya que eso ponía a la luz roja que tiene por mejor amigo muy triste, aún no sabía con exactitud el motivo, pero a toda costa quería evitarlo. La buena salud de todos los Dioses hacía que el cielo estuviese resplandeciente y muy brillante, justo como le gustaba a su amigo.

Lo que Jimin no sabía, o mejor dicho no quería notar, es que el Dios del amor lo miraba muy cerca y no permitiría un desastre a futuras, pues éste también había visto al pequeño Dios de luz roja, no le preocupaba mucho su situación ya que era un simple humano al que veía.

Pero con Jimin era totalmente distinto, puesto que a quien veía el de luz amarilla era un Dios igualmente.

Y allí comenzaron los pequeños secretos entre Dioses, cosa que podría acabar con todo en facción de segundos.

Los Dioses deben trabajar juntos ya que tienen poderes distintos y sólo estos se complementan entre sí para lograr un bienestar en todos los planetas de aquella pequeña galaxia. Sin embargo, ningún Dios podía mentir en el lugar del santuario, le era imposible, por lo tanto, cada uno podría tener una oportunidad para salvarse de tal pecado y no ser completamente desterrado del hermoso reino en el que habitaban.

Jimin no era tonto tampoco, él no pensaría en enamorarse de su mejor amigo. Eso jamás, ver mucho tiempo a alguien y admirarle no eran solo señales de amor, ¿cierto? Los amigos también hacen esas cosas ¿No?

Tal vez sí, pero en el santuario esto es completamente inaceptable...





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