Capítulo Veintidós
Después de entrar en mi habitación no salí en lo que quedaba de día, necesitaba pensar y, sobre todo, necesitaba estar a solas para acabar de procesar todo lo que acababa de suceder. Blake no se arrepentía de lo que había hecho y eso me molestaba mucho. Podía entender que Gael no le pareciera una buena influencia para mí, los hechos pasados hablaban por sí solos, me había mentido y engañado, aunque eso también lo había hecho él. No me olvidaba que por lo que ambos hablaban el uno del otro sabía que no se llevaban bien, que tampoco parecían soportarse, sin embargo, Blake parecía tener más animadversión por Gael que viceversa.
Entendía lo que había hecho, o intentaba hacerlo, el problema era que había tomado una decisión por mí sin tenerme en cuenta, sin pensar en mi opinión o si me parecía bien. Aunque fuese porque estaba preocupado y todo lo que me había dicho, había decidido que delatar a Gael era lo correcto, y no era así. Para mí no lo era. Necesitaba tener a Gael cerca porque me fiaba de él y también consideraba que sus consejos y decisiones eran siempre acertadas, y más todavía en una situación como está.
Al día siguiente, cuando quise hacerlo, no pude salir de mi habitación. La puerta no estaba cerrada, aunque si lo hubiera estado la hubiese echado abajo. No pude salir porque estaba rodeada de guardias. Había seis hadas que custodiaban la entrada a mi habitación y cuando quise salir de ella, me lo prohibieron. No con esas palabras, porque no podían hacerlo, sino que me impedían el paso y no me decían el motivo ni se apartaban de mi camino. Eso me hizo darme cuenta de que tenía más problemas de los que creía en un principio.
Así que hice lo que Salvatore quería, porque era más que obvio que él estaba detrás de todo eso, quedarme quieta en mi habitación esperando a que se cansasen de tenerme encerrada. Pero pasaban los días y todo seguía igual, solo entraban los guardias para dejarme la comida y nada más, no abrían la boca.
—¿Cómo va el encierro? —cuando estaba muy aburrida, y estaba jugando con fuego, la voz de Alex me sobresaltó, por lo que alcé la vista para mirarlo a los ojos. Tenía esa expresión divertida, y se estaba riendo, la situación le divertía. Así que le lancé una bola de fuego en su dirección, que quedó en nada cuando una bola de agua impactó con ella, evaporándose de inmediato—. Menos mal que Matthew está aquí y acaba de salvarme la vida, veo que el encierro te está volviendo loca.
—No exageres, Alex.
—Me has lanzado una bola de fuego, ¿de verdad estoy exagerando? Porque yo no lo veo así, he temido por mi vida, Aerith. Lo he pasado muy mal.
—¿Cómo lo aguantas? —le pregunté a Matthew—. Es un exagerado.
—Deberías haberte acostumbrado ya a él, siempre es igual. —Matthew se sentó en mi cama y me miró, intentando saber cómo estaba o qué pensaba.
—Era fuego que no quemaba, deja de montar el drama, Alex. Si quisiera hacerte daño, estarías moribundo ya.
—No me quites mérito, Aerith. Cuando digo que lo he pasado mal es porque ha sido así. —Alex también se sentó en la cama y justo al hacerlo, le cambió la expresión—. Aún no me has contestado a mi pregunta, pelirroja.
—¿A cuál?
—A cómo estás y cómo llevas el encierro—murmuró. Sabía que tanto él como mi primo estaban preocupados, se les notaba en la expresión que tenían en la cara y en la forma que tenían de mirarme.
Antes de decir nada, suspiré. Habían sido días complicados y era cierto que me había aburrido muchísimo. Pese a ello, había intentado sobreponerme a la situación, pensar mucho y aprender. Alex unos días antes de que todo esto sucediera me había dado una larga lista de libros que tenía que leer de la biblioteca y yo había cogido la mayoría de ellos, así que había aprendido muchos hechizos feéricos que desconocía y, lo más importante, era conocedora de muchas más leyes de las hadas. Ahora podía tener una conversación sabiendo de lo que hablaba y también sabía realmente mi posición en el reino y cuál era mi función.
—Está siendo... bastante revelador —contesté y cogí una de las sillas que había en mi habitación, la coloqué delante de la cama y me senté—. Estoy aprovechando para saber todo aquello que tengo que saber. —Señalé la pila de libros encima del escritorio—. Los he leído todos, Alex. Y algunos más de una vez. Es revelador porque estoy dándome cuenta de cómo son realmente las cosas.
—Blake se ha ido —soltó de forma directa Matthew—. Se fue justo el día después de que atraparan al señor Fitzgerald. Sin decir nada a nadie, sin hacer ruido. Solo se fue, sin más.
Saber eso me generó unas emociones contradictorias. Por una parte me alegró saber que iba a estar con su manada y familia en esos momentos difíciles, porque lo iban a necesitar. No obstante, era extraño pensar en que no lo iba a ver a diario, me había acostumbrado a verlo cada día. Aunque no me arrepentía de la decisión que había tomado, seguía pensando lo mismo que hace unos días. Era lo mejor para ambos poner distancia entre los dos. Necesitábamos tiempo. Tiempo para sanar las heridas.
—Alguien tuvo que que abrirle las puertas y las barreras mágicas...
—Mi madre —habló Alex—. Fue mi madre. Ella es la que nos dijo que se fue, ¿tú lo sabías?
—Sí, lo eché yo —comenté y ellos me miraron muy sorprendidos, como si no se estuvieran creyendo lo que han escuchado—. No pongáis esa cara, sí, lo eché yo. Fue él quien delató a Gael, tomó una decisión por mí y no puedo perdonarlo. No por el momento.
—¿Fue Blake? —Matthew alzó las cejas, no se creía lo que había dicho—. Nunca me lo hubiera imaginado de él. Siempre está tan pendiente de ti y...
—Ahora entiendo la actitud de Salvatore —Alex no pudo estarse callado y dijo lo que pensaba, aunque se ganó un golpe de Matthew—. Se supone que hemos venido a decirle tal y cómo están las cosas, ¿por qué me das un golpe?
—Porque podríamos ser más... suaves —apuntó Matthew—. No ser tan bruscos.
—A tu prima le gustan las cosas directas, parece que no la conozcas. —Asentí a sus palabras. La verdad, sí, lo prefería. Mejor decir las cosas tal y como eran que adornarlas —. Salvatore está muy enfadado porque Blake se fue sin decirle nada y sin su permiso.
—Blake podía hacer lo que quería, no necesitaba el permiso de Salvatore para nada. No estaba bajo sus órdenes, no es un hada. Estaba aquí invitado por mí.
—¡Exacto! —secundó Alex—. Pero para él ha sido una gran ofensa que se haya ido sin avisarle. Se creía que...
—¿Que podía contar con él para hacerme caer o tenerme más controlada? —lo interrumpí y dije lo que creía que iba a pronunciar, y no me equivocaba. Su silencio era la prueba de que Salvatore pensaba así—. No sé en qué momento Blake pensó que aliarse con Salvatore era una buena idea o que me iba a ayudar de algún modo.
—No es por ponerme de su lado —intervino Matthew—. Sin embargo, él estaba preso, no le dejaban salir. Llevaba días así... quizá lo vio como una opción, su única opción. Todo el mundo se pensaba que lo dejarían libre mucho antes, yo incluido, y no fue así.
—Yo también llevo días encerrada y no voy a aceptar ningún tipo de trato con Salvatore —gruñí. No me servía como excusa, eso no.
—Pero tú estás en tu casa, con tu familia, o bueno, nosotros y Andrea —siguió Matthew—. Ponte en su piel y...
—No, no me sirve —lo volví a interrumpir—. Él tomó esa decisión y tuvo sus consecuencias por sus actos, no hay más. —Dejé de mirar a mi primo, que parecía muy convencido en que las acciones de Blake no eran tan malas como realmente eran, para centrar mis ojos verdes en los marrones de Alex—. ¿Qué más?
—Hay muchas cosas por contar, Aerith.
—Muy bien, vayamos al principio, ¿por qué estoy encerrada?
Esa fue mi primera pregunta porque era la que más me importa. Necesitaba saber qué era lo que le pasaba en la cabeza a Salvatore para encerrarme como una criminal. Alex y Matthew se miraron, intentando ponerse de acuerdo con ese gesto sobre lo que me iban a decir.
Era curioso ver el cambio que había tenido Matthew conmigo, a medida que nos íbamos conociendo un poco más el uno al otro y nos cogíamos cariño, porque era inevitable pasábamos casi todo el día juntos y éramos familia, pero antes de todo eso, era mucho más directo, decía las cosas tal y como eran, sin ningún tipo de reparo. Esta vez parecía ir con demasiado tacto. Y eso solo quería decir que lo que me iban a decir no era nada bueno.
—Salvatore está pletórico —dijo Alex y puso una mueca en la cara, se notaba que no le gustaba que lo estuviera, que tenía una gran animadversión hacia él—. Ha conseguido atrapar a Gael Fitzgerald. Uno de los vampiros más famosos que existen, uno que hizo mucho daño a nuestra especie y que...
—¿Por qué Gael es tan famoso? ¿Todos conocéis la historia de Carlin?
—¿Sabes la historia de Carlin? —preguntó Alex, sorprendido.
—Sí, me leí su diario. Me lo dio Gael. Sé todo lo que le pasó y también sé que fue culpa de Gael, que él fue quien la retuvo... y esas cosas.
—Sí, todos la conocemos —admitió Matthew—. Aunque no tan bien como tú, lo que sabemos son más historias que han ido pasando de generación en generación. Supongo que en el reino que habitó Carlin sabrán todo con más con exactitud.
—¿En qué reino vivió?
—En el Aintzira, el que está en lo más profundo del océano. Pero eso es lo de menos ahora, primita. No tiene nada que ver ahora mismo.
Tenía razón, pero sabía que no se me iba a olvidar que Carlin vivió en ese reino y me gustaría ir alguna vez, visitarlo para saber más de ella. Tenía mucha curiosidad por su historia, no solo por el hecho de su relación con Gael, que sí, me llamaba la atención, pero mis motivos eran otros. Era la única hada de fuego que sabía que había existido, quería saber más de ella para así quizá entenderme mejor a mí misma.
—Volviendo al tema, Salvatore está pletórico por lo que te hemos dicho —siguió Alex—, y siente que va ganando esta batalla que tenéis.
—No estoy teniendo una batalla con él —negué—. No hay ni siquiera opción, las leyes están a mi favor.
—Lo sabemos, pero él quiere cambiar las leyes. Haber cogido a Gael le ha dado una falsa sensación de seguridad que está aprovechando para hacer una cosa que tiene en mente desde hace tiempo.
—¿Y esa es? —quise saber después de unos largos minutos de silencio.
¿Tan malo era que se habían quedado callados?
—Los hechos del otro día le han llegado a Salvatore... Sabe que te pusiste en contra de los guardias y querías ayudar a Gael, que estabas dispuesta a luchar contra tu propia especie por un vampiro.
—Sí, ¿y? Es decir, si Gael está preso es porque él quiso estarlo yo hubiese podido...
—Ese es el problema, Aerith. Que ese pensamiento está prohibido, no puedes poner antes a un vampiro que a tus compañeros.
—En Gael confío, o mejor dicho, me fío más de él que de todos esos guardias o de Salvatore.
—Entiendo tus motivos, pelirroja —dijo Alex—, pero Salvatore no. Por ello quiere echarte del reino o incluso encarcelarte para que nunca más estés libre. Considera que eres un peligro...
—¡No soy un peligro!
—Para él sí lo eres —intercedió Matthew—. Por eso quiere tenerte lo más lejos posible. Y por ello de momento no te está dejando salir, quiere solucionarlo, quiere convencer a los demás de lo que él cree. Aunque según Andrea no le ha salido bien la jugada.
—¿Por?
—Porque el consejo no quiere echarte, solo tiene dos votos a favor, el suyo y el de la madre de Isaiah, que era más que obvio. Para hacer eso necesita unanimidad y no la va a tener. Al no estar Charles el voto recaerá en Matthew y tanto él como mi madre van a votar que no. Aunque estoy convencido de que intentará legitimizar a Isaiah de algún modo para que él ocupe el lugar de Charles. Ese no es el problema. La mayoría de guardias no quieren obedecer sus órdenes, no quieren estar en tu contra. Creen que tú eres la que debería estar gobernando...
—Y la otra mitad están a su favor —completé.
Sin quererlo, había dividido a la comunidad, había dividido a las hadas del reino. Y no me gustaba nada. Si nos iban a atacar en breve teníamos que estar todos unidos, en una guerra lo peor que podía haber era lo que teníamos ahora mismo. Eso me lo había enseñado Gael.
El ruido de la puerta abriéndose interrumpió nuestra charla, sin que le diera permiso o le dijera que no quería verlo, Salvatore entró en la habitación rodeado de guardias. Solo reconocí a Isaiah, que me miraba de forma amenazadora.
—Largo de aquí —les ordenó a Matthew y a Alex, que se levantaron, pero negué con la cabeza.
—Se van a quedar.
—Aerith, necesito hablar a solas contigo. No tienen que estar aquí ni escuchar nada de lo que voy a decirte.
—Pero tus guardias se van a quedar, ¿verdad? Al menos Isaiah seguro, ¿le estás enseñando lo que no puede tener? —No me mordí la lengua, fui directa y clara—. Si tus guardias se quedan, Matthew y Alex también. ¿O es que tienes miedo a quedarte a solas conmigo?
—¿Quién crees que eres para hablarme así a mí? Soy el gobernante de este reino, merezco un respeto.
—Un gobernante que no debería estar gobernando, ¿curioso, no? Según las leyes de los reinos deberías haberme cedido el puesto de inmediato o bien aconsejarme y enseñarme a hacerlo. Tú hiciste lo contrario, intentaste manipularme para tu favor y cuando has visto que no puedes, quieres ponerme a la gente en contra.
—Una más y...
—¿Y? —seguí y vi al guardia que intentó matarme el otro día libre—. Curioso ver que tú te saltas las leyes cuando te apetece. Ese. —Señalé el hada—. Debería estar encerrado. Intentó atentar contra mi vida, la vida del hada de fuego, y eso está penado con el destierro o la muerte. Pero aquí está, bajo tus órdenes. —Salvatore gruñó, lleno de rabia—. Además, me estás amenazando. Ni con todos los guardias que hay aquí podríais contra mí.
—Si tanto te crees, ¿por qué no has salido de aquí o te has ido?
—Porque quiero recuperar lo que me pertenece por nacimiento —espeté—. Y no me voy a ir sin más. Me he quedado encerrada para complacerte, Salvatore. Pero visto cómo son las cosas, no creo que lo haga más. Ahora dime, ¿a qué has venido?
—Tenemos a Gael preso, no gracias a tu colaboración, y hemos intentado que hable. Sin éxito. Así que el reino precisa de tu ayuda para sacarle información.
—A ver si lo entiendo bien, ¿queréis que torture a Gael con fuego cuando estaba en contra de que lo capturaseis? —Su silencio fue la respuesta que necesitaba—, No lo voy a hacer.
—¡Es tu obligación! —chilló Isaiah—. Te regodeas de ser el hada de fuego, de todo el poder que tienes y de lo que mereces pero no cumples con tu parte. ¡No estás de nuestra parte!
—Corrijo, estoy de parte de las hadas, no de parte de Salvatore. Soy la primera que quiere que estemos unidos contra el ataque que vamos a sufrir, pero tu padre. —Isaiah frunció el ceño y Salvatore alzó una ceja, sorprendido de que supiera esa información—. No me creyó. Eso sí, ahora quiere que torture a alguien en el cual confío, que no me ha mentido desde que estoy aquí. Así que lo siento mucho tío, pero no voy a torturar a Gael.
—Estás eligiendo mal tu lado, Aerith. —La voz de Salvatore fue firme y fría—. Y cuando quieras darte cuenta será demasiado tarde, me tendrás como enemigo, y no te conviene.
—Quizá al que no le conviene tenerme como enemiga es a ti, Salvatore.
Con una mirada, Matthew y Alex se levantaron y me siguieron fuera de la habitación. Solo me apetecía ir a ver a Gael.
Me alegra leer a lectores nuevos y ver los comentarios y teorías ahahaha.
Muchos besos xx.
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