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Capítulo Siete


Por la manera en la que había hablado Alex, con tanta dureza, me supuse que alguien que me importaba, o que debería de hacerlo, también había muerto en ese ataque que me había explicado. Ya fuese por probabilidad, ya que según lo que había contado murieron muchas hadas, o por el tono que usaba.

Eso sí, no me imaginaba que fuese mi tía.

Siendo sincera, ni siquiera sabía que tenía una tía. Tampoco había mostrado interés en saber más de la que se suponía que era mi familia, estaban ahí, sí, pero no me sentía cómoda con ellos, a excepción de Matthew, pero porque a él lo conocía de antes, se había ganado que tuviese confianza con él, había estado ahí ayudándome en los peores momentos de mi vida.

Y los otros miembros que había conocido... no podía opinar, era demasiado reciente. Charles, por mucho que pareciese una buena persona y que me estaba intentaba ayudar en todo lo posible, no confiaba en él, no podía confiar en una persona que no conocía, y menos aún después de todo lo que había pasado.

Y Salvatore, con él solo había cruzado un par de palabras, aunque con eso había tenido suficiente, me había quedado una cosa muy clara. No me transmitía ningún tipo de confianza, menos aún después de las palabras que había dicho Alex de él. Solo habían reforzado mi propia intuición.

—Justo le estaba explicando eso —murmuró Alex y vi que lo retaba con la mirada. Pese a que le hablaba con respeto, porque no tenía más remedio, ya que Salvatore era la máxima autoridad aquí. Lo miraba con rabia, ocultada entre esos grandes ojos marrones.

—No era necesario que se lo explicases ahora, Alexander —respondió Salvatore—. Hay otras cosas mucho más importantes que eso.

—¿Cómo cuáles? —interrumpí mirando a Salvatore—. ¿Qué necesito aprender con tanta prisa? ¿Más importante que saber por lo que tengo que luchar?

—Aprender a usar tu don es lo primero de todo, Aerith. No nos sirve de nada un hada de fuego que no controla su poder.

Me extrañó que pese a que yo también lo estuviese retando con la mirada, y que mi actitud no era la mejor, no usaba el mismo tono conmigo que con Alex. Era pausado, tranquilo, tanto que me pareció sospechoso. Estaba más que claro que quiere ganarse mi favor.

—Estaba bloqueada, por eso le he querido motivar de alguna manera —se excusó Alex—. ¿Qué mejor motivación que esta?

—¿Y eso implicaba escaparos de la biblioteca? Sin dar ningún tipo de informe o pedir permiso.

—No nos hemos escapado —negué—. Y si fuese así, ¿qué problema hay? Que yo sepa no estoy retenida aquí, ni lo está Alex. Tenemos libertad para hacer lo que nos apetezca.

Si yo ya estaba aquí, donde querían que estuviese, haciendo todo lo que se esperaba de mí, ¿por qué controlarme? ¿Tampoco se fiaban de mí? ¿Creían que haría algo que no debía? Reconozco que quizá era una persona impulsiva, pero era consciente del peligro que había. Lo había vivido en primera persona.

—Aerith, vigila ese tono, no te conviene conmigo. —Salvatore levantó una ceja, luego miró a Alex por unos segundos y volvió su mirada en mí—. Hay muchas cosas que aún tienes que aprender, y la primera es el respeto a los mayores, y todavía más si están por encima de ti, como yo.

¿Por encima de mí? Escuché a Alex disimular una pequeña carcajada con tos, pero no dijo nada. Alex, de nuevo, tenía razón. Mi abuelo no me había contado que yo tenía más poder que él, que si quisiera podría poner en jaque todas sus acciones, que la que verdaderamente mandaba era yo, aunque no supiese nada de gobernar, de leyes o de lo que realmente pasaba en este mundo.

—Lo siento —susurré. Lo que más me convenía era hacer creer a Salvatore que estoy de su lado, que me creía todo lo que decía y que no sabía más de lo que él quería que supiese, —. Siento haber hablado así. Son muchas emociones, muchas cosas por aprender...

—No te preocupes —Me había creído, por lo que sonreí—. Entiendo que son muchas cosas nuevas para ti, Aerith. Aquí me tienes por si quieres hablar de cualquier cosa. Eres mi familia, después de todo. Y tú, Alexander —dijo serio, distante. La antipatía entre ambos era más que clara—. Llévala con tu madre, quiero que ella me diga el nivel que tiene en la lucha cuerpo a cuerpo. Ya he visto que con la magia tiene mucho camino que recorrer.

—Te equivocas —lo rebatió Alex—. Para ser su primera vez ha sido capaz de hacer mucho más que otros alumnos que he tenido. Creo que con tiempo será incluso mejor que yo.

—Eso espero, eso espero... El problema es que no sé si contamos con ese tiempo que pides.

Alex observó cómo se marchaba junto a los otros dos hadas que había detrás suyo. Cuando ya no se veían a simple vista empezó a reír a carcajada limpia, incluso se secó un par de lágrimas.

—¿Por qué te estás riendo?

—Eres buena actriz, me gusta —afirmó—. Sé que no has sentido ni en un segundo las palabras que le has dicho. Has apartado la mirada al hacerlo.

—Me ha mentido, ¿¿verdad?

—¿Eso es que me has creído?

Sonrió, y le pasó lo mismo que a Matthew, se le notaban pequeños hoyuelos en las mejillas que se entremezclaban con sus lunares.

—Sí, aunque eso no quiere decir que confíe en ti, acabo de conocerte. Solo que has sido sincero, y lo agradezco.

—La sinceridad es muy importante. Es una de las cualidades que más me gustan de los demás. Soy sincero porque espero que sean sincero conmigo —Alex empezó a andar, y se giró al darse cuenta de que no lo estaba siguiendo—. Vamos, Aerith.

—Alex, ¿puedo preguntarte una cosa?

—Puedes, pero mientras andamos. Mi madre odia la impuntualidad. Y quiero que os llevéis bien, es importante que mi futura esposa y mi madre se lleven bien.

—Alex, no bromees con eso.

—¿Quién ha dicho que lo haga?

—¿Tengo abuela? ¿O también murió? —decidí ignorar lo que decía y preguntar lo que realmente me interesa.

No sé si era impresión mía o una realidad, no obstante, había visto pocas hadas femeninas en el poco tiempo que llevaba aquí. Sí, había visto a Andrea, el hada que me había llevado hasta el sitio en el que vivía, y también a otra anciana nada agradable conmigo.

—Tu abuela está viva, o eso es lo que creo. Tampoco tengo mucha información con respecto a eso.

—¿Crees?

—En este reino de las hadas hay dos tema tabú, de los que no se puede hablar públicamente para evitar represalias. Uno es tu madre y el otro tu abuela —se quedó en silencio unos segundos esperando que lo interrumpa, pero no lo hice, me interesaba mucho conocer las razones por las que mi abuela también es un tema tabú—. Tu abuela es una mujer con mucho carácter, tanto que pese a que cumplió la ley y desterró a tu madre, nunca estuvo de acuerdo. Y se lo hizo saber a Salvatore.

—¿Y la mató?

—Eres tan divertida. Tu abuela no está muerta, si eso hubiese pasado como dices no solo habría problemas con los vampiros, sino con otros reinos de hadas. Tu abuela no nació en el que estamos, por lo que cuando no estuvo de acuerdo con Salvatore, volvió al reino en el que nació.

—¿Así sin más?

—Sí, así sin más, ¿por qué?

—Por nada.

De hecho no era por nada, sí, entendía que si no estaba de acuerdo con su marido pusiera distancia entre él y ella, para algo existía el divorcio, aunque no sabía si en el mundo de las hadas existía. Sin embargo, se había alejado por una razón, por el trato que recibió mi madre, porque no estaba de acuerdo con que estuviese desterrada, pero no hizo nada el respecto.

Yo no había conocido a mi abuela, no nos había ayudado, no había hecho...nada. Ella no había estado presente en mi vida, ni en la de mis hermanas ni en la de mi madre.

Así que tampoco tenía interés por conocerla. Ella me había fallado. Tampoco comprendía el motivo por el que Salvatore había hablado de ella en presente.

—No te quedes callada, ¿qué estás pensando?

—Alex, no puedes pretender que te cuente todo lo que se me pasa por la cabeza. No somos amigos.

—De hecho, sí, es lo que quiero. Y seremos amigos, tenlo en cuenta. ¿Estás pensando por qué Matthew no te ha contado esto?

—No, de hecho eso no es lo que estaba pensando. Matthew tendrá sus razones para no habérmelo dicho, no puedo culparle de algo que sé que es complicado de hablar.

—La muerte de un ser querido es una gran putada —en una simple palabra resumió la realidad—. Y más aún si te lo arrebata sin poder despedirte y sin previo aviso.

—Siempre queda la venganza... —susurré.

—Quizá con eso no es suficiente.

—Puede, pero la venganza es el primer paso. Sé que después de hacerlo me sentiré mucho mejor.

No sé dónde me estaba llevando, pero pasamos por delante de mucha gente, y todos ellos se me quedaron mirando. Y odiaba ser el centro de atención de esa manera.

—Siempre igual —murmuró Alex—. Haga lo que haga me pasa lo mismo.

—¿Qué dices?

—Soy el centro de atención, todo el mundo me mira. Estoy acostumbrado a ello.

—Alex...

—No me quites ese mérito, ya me quitas el suficiente protagonismo, este no te dejo.

Cn el tiempo Alex se convertirá en un buen amigo, por el momento me caía bastante bien, y era igual que Matthew, las mismas bromas, la misma forma de ser...

Alex me guió hasta el que creo que era el sitio por el que entré, en el bosque. Ahí, están las mismas hadas que conocí solo llegar.

—Llegáis tarde —Andrea es la que habló—. Alex, sabes que la impuntualidad no me gusta.

—Lo siento, mamá. Salvatore quería darle un discurso motivador. No he podido traerla antes.

—Que no vuelva a pasar. —Andrea se acercó y me ofreció su mano—. Sé quién eres y tú sabes quien soy, pero no nos hemos presentado de forma oficial. Soy Andrea, la encargada de coordinar a las hadas en cuanto a la defensa y guardia real.

—Te olvidas de algo importante —la interrumpió Alex—. También eres mi madre.

—Eso había quedado claro, Alex —respondió sin prestarle atención—, creo que Aerith no es tonta y lo ha entendido.

—Ya, pero no puedes obviarme, ¿qué harías sin mí, mamá?

—Tener menos disgustos. Ahora largo.

—¿No me puedo quedar?

Andrea hizo un gesto con la mano y dos hadas se llevaron a Alex lejos de nosotras. Después de eso, me miró durante unos minutos sin decir nada, analizándome, por lo que hice lo mismo. Hasta que no sé supe cómo pero me anticipé a un posible ataque suyo, y así uno tras otro.

—Nada de usar poderes, no uses el fuego yo tampoco usaré mi elemento —comentó Andrea sin dejar de intentar golpearme—. Esto acabará cuando una de las dos golpee a la otra, ¿de acuerdo? —Asentí como respuesta, así estamos durante un tiempo. Ella intentando golpearme, yo esquivándolo y viceversa. Hasta que en un descuido por mi parte, Andrea me golpeó tirándome al suelo—. ¿Con quién has entrenado? —preguntó mientras me tendió su mano para que me levante—. Tienes una técnica extraña.

—¿Extraña?

—Usas movimientos característicos en las luchas contra vampiros, pero también de hombres lobos. Por lo que, ¿quién te ha enseñado?

—No entiendo qué tiene de relevante eso...—intenté evadir la pregunta, no me interesaba que supiera que me entrené con un vampiro.

—A mí no puedes mentirme, la forma de luchar es muy característica. Llevo toda mi vida haciendo esto, Aerith. Y sé que por mucho que no quieras decirlo, o lo niegues, has entrenado con un vampiro y con un hombre lobo.

—¿Para qué me preguntas si sabes la respuesta?

—Para ver si puedo confiar en ti, en una batalla la confianza en tus compañeros es lo más importante, necesitaba saber si merecías esa confianza.

—¿Y bien?

—Mereces esa confianza aunque no hayas respondido lo que yo quería. Sé que no debes entender nada, pero has mostrado lealtad por las personas que te enseñaron, por ello no has querido decirme sus nombres o decirme qué son. Y ese es el tipo de lealtad que quiero entre las hadas que lucharán conmigo.

¿Lealtad? No había dicho su nombre porque si lo hacía me colocaba a mí en una mala posición. Había confraternizado con un vampiro, y lo peor de todo, que había sentido cosas que no debía por uno.

Y Blake, él seguía estando en West Salem con mi familia, cuanta menos gente supiese de su existencia, mejor. Así podría protegerlas.

—Intentaré que mejores tu técnica, pero creo que pocos te podrán plantar cara.

Andrea tenía razón, durante los siguientes días luché con diferentes hadas y pocas pudieron conmigo, solo las más experimentadas o con más bagaje de luchas, y ella era una de ellas. No había podido ganarla por mucho que lo intentase, cuando creía que lo conseguía ella usaba su poder, aunque dijese que no se podía, y lo justificaba diciendo que delante de un enemigo real no podías confiar en que no usara lo mejor de él.

Con Alex también había avanzado, uno de los primeros hechizos que había aprendido era el que camuflaba el reino con el exterior. Se lo había pedido queriendo, me sentía encerrada y necesitaba tener un tiempo para mí a solas, sin nadie que me vigilase. Y Alex me entendió.

Por último Salvatore me intentaba enseñar a gobernar, intentaba, porque seguía ocultándome que yo tenía más poder que él. No obstante, me hacía aprender algunas leyes y la importancia que tenían aquí.

—Señor. —Andrea entró en la habitación en la que nos encontrábamos Salvatore, Charles y yo—. Se acerca invasores.

—¿Cuántos? —pregunta Salvatore—. ¿Enemigo?

—Los hechizos no han podido asegurarlo. Parecen ser menos de cinco personas.

Salvatore se tocó la barba, pensando en qué hacer, hasta que pareció recordar que estoy en la misma habitación que él.

—Aerith, ¿tú qué harías? Tu primera decisión.

—Si son menos de cinco podremos con ellos, voy a ir yo misma a controlar la situación. Es lo que debo hacer.

—Tú no vas a ir —gruñó Salvatore—. Te quedas aquí.

No perdí tiempo en contestar, Andrea pareció leerme la mente y se fue de la habitación después de mí. Ambas permanecimos en silencio hasta el punto de entrada, ahí ya hay diferentes hadas en posición de ataque.

—Eres valiente —comentó—, pero no estoy tan loca como para dejar que pongas tu vida en peligro, sal solo cuando yo te lo ordene, ¿de acuerdo?

—Andrea...

Pronunció el hechizo y salió junto a los otros, intenté hacer lo mismo pero me di cuenta de que unas hierbas me habían atado las piernas. Así que decidí quedarme ahí, observando la situación desde lejos.

Pero lo oí, oí esa voz tan familiar y no pensé en nada más. Quemé esas plantas con toda la rapidez que pude y salí sin ni siquiera pensar si era una trampa o no.

Solo necesitaba ver de nuevo a mi hermana y saber por qué estaba aquí.

Aunque no estaba sola, mi madre y Blake estaban a su lado, a un solo movimiento de morir ahogados.







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