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Capítulo Cinco


La persona que tenía delante era uno de los responsables, de forma indirecta, de todo lo que me habís pasado en la vida. Él fue el que desterró a mi madre de este sitio solo por estar embarazada de un humano, le privó de estar segura en su lugar natal o de darle el apoyo necesario estando embarazada siendo su hija, y estaba delante de mí siendo amable. Era una incoherencia. ¿Si no había ayudado a su hija por qué quería ayudarme a mí?

Sin contar que decía que mi familia tenía los ojos verdes, cuando no era así, los tenían azules, yo era la única que los tenía verdes.

—Se equivoca —murmuré—. Mi familia no tiene los ojos verdes. Los tiene azules, un azul como el cielo.

—No me equivoco, los Ignis se caracterizan por tener los ojos verdes, yo los tengo y tú también.

Lo expresó de forma tan segura que estaba convencido de que no se equivoca. Era rubio, o era lo que intuía ya que tenía casi todo el pelo cubierto de cabellos blancos que le hacían parecer más mayor, aunque no sabría decir con exactitud su edad, aparenta tener muchos años. Arrugas decoraban su cara, alrededor de los ojos y en la frente. La única cosa que podría decir con seguridad era que hace años fue un hombre, o en este caso un hada, con un buen aspecto físico y de gran atractivo.

—Que yo sepa —volví a hablar y miré a Matthew, que en su forma humana no eran de ese color—. Él los tiene marrones, no verdes. Y Matthew también es un Ignis.

—Matthew tiene los ojos de la que era su madre —explicó el hombre al lado del que decía que era mi abuelo—. Heredó su color de cabello y de ojos, aunque por lo demás...

—Es igual que usted —le interrumpí, eso era lo mismo que había dicho mi madre, cuando lo vio por primera vez lo confundió con otra persona, con su hermano, y me había fijado de inmediato en el gran parecido físico que había entre Matthew y ese señor—. ¿Su nombre es Charles?

—Sí, me llamo Charles.

—Mi madre me habló de usted —comenté en voz baja—. Es su hermano, ¿verdad?

—Sí, Camille. —El señor mayor al escuchar ese nombre entrecerró un poco los ojos, como si le molestase el nombre de mi madre, como si estuviera prohibido—. Tu madre —rectificó de inmediato Charles—, es mi hermana. Así que soy también de tu familia, soy tu tío.

Era igual a Matthew, no solo por el afecto físico, sonreía de la misma manera y tenía los mismos hoyuelos cuando lo hacía, incluso de forma inconsciente hacían los mismos gestos. Sin embargo, le pasaba lo mismo que al hada que había conocido antes, parecía mucho más mayor de lo que era. Debía de tener más o menos la edad de mi madre y aparentaba al menos diez más y tampoco tenía los ojos verdes.

—Usted tampoco los tiene verdes —puntualicé—. Ahora los tiene marrones, aunque quizá no es su color natural.

—No, no lo es. —Cerró los ojos y cuando los volvió abrir los tenía azules, igual de azules que mi madre—. Estos son los que creo que querías ver.

—Azules...

—Ninguno de mis dos hijos heredaron mi color de ojos— explicó el aludido sabiendo que estaba a punto de dirigirme a él—. Tienen el color de ojos de mi esposa, azules. Y creía que ninguno de mis nietos tampoco tenía mis ojos, que se había perdido el color verde Ignis, el que tuvieron generaciones anteriores a la mía, era una característica de nuestra familia, una distinción, que por suerte no se ha roto, tú tienes mis ojos. Los ojos de un Ignis.

—No sé si eso es cierto. —Por la mente se me pasaron los ojos de Jake, por mucho que no quisiera acordarme de él siempre acababan viniendo a mi mente. Sus ojos también eran verdes, iguales a los míos, o eso es lo que me pareció—. Mis ojos son por...

—¿Por el humano? —gruñó el señor mayor—. ¿Tienes los ojos del que es tu padre? ¿Te atreves a mencionar a esa persona en mi presencia?

—Ese no es mi padre —susurré—. Nunca lo ha sido.

—Tu madre nos abandonó por ese humano, ¿y tú no lo consideras tu padre? Es curioso, y denota que la actitud de tu madre no fue la mejor y que se equivocó.

—Abuelo, no vayas por ahí —pidió Matthew muy serio.

—¿Por qué? ¿Qué no nos has dicho, Matthew?

—Abuelo —insistió de nuevo el moreno—. No vayas por ahí.

El señor mayor apretó los labios, pero no siguió con el tema, se limitó a levantarse y a dar vueltas a mi alrededor, observándome. No puso un pie en el suelo, había usado sus alas para volar, sus grandes alas. De hecho, todos los que estaban en esa habitación, a excepción de mí, tenían alas.

—Cuéntanos acerca de ti, Aerith. Eres mi nieta y no te conozco de nada, me gustaría hacerlo.—El anciano se volvió a sentar en el que era su sitio sin apartarme la mirada.

—No hay mucho que contar que no sepa ya. Seguro que sabe más de mí misma de lo que quiere hacerme creer.

—¿Qué edad tienes?

—Echa cuentas del tiempo que hace que desterraste a mi madre de aquí, te saldrán los números, estoy convencida, no es tan difícil.

—Aerith... —Matthew me pide a mí que frene con los ojos, que mi actitud no era la mejor.

—Estoy diciendo una realidad, sabe mi edad, no es tan difícil.

—¿Diecisiete? —Asentí con la cabeza—. ¿Familia? Aparte de tu madre...

—¿Por qué tanto interés? No creo que sea de tu incumbencia, después de todo...

—Las leyes son las leyes, Aerith. No podemos eludirlas de forma tan fácil —habló Charles.

—Las leyes siempre se pueden romper —contradije—. Deberíais haberlo hecho, todo sería mucho más fácil...

—Camille estaba demasiado enamorada de ese humano —Charles explicó—. No la hicimos entrar en razón por mucho que lo intentamos.

—Y la abandonasteis a su suerte.

—Ella se lo buscó —rebatió el anciano—. Una hija mía enamorándose de un maldito humano, y peor aún, embarazándose de él, mancillando el honor familiar.

—Una mancha en el honor familiar que dio como resultado a mí, el hada de fuego, la que tanto buscabais.

Matthew me había traído aquí porque se lo habían pedido, eso me había quedado claro, lo que no sabía era el motivo. Se suponía que iba a estar más segura y aprendería a usar mejor mis poderes. Pero, desde que había entrado en esta habitación y había conocido al resto de mi familia volvía a tener la sensación de que me estaban utilizando, y lo odiaba. Y esta vez no iba a dejarme engañar de forma tan fácil.

—La vida a veces resulta así de caprichosa, que el hada de fuego naciera en nuestra familia era cuestión de tiempo, nos lo merecíamos. Si hubiera sabido que lo serías hubiese acogido a tu madre hasta que nacieras, tenías que haber sido criada aquí, con nuestras costumbres.

—¿Y después?

—Cumpliría la ley, como debe ser.

—Es decir, hubiera desterrado igualmente a mi madre, pese a que es su hija y le hubiera arrebatado a su bebé.

—Sí, ya lo entenderás con el tiempo. Eres el hada de fuego, pasaremos por alto que tu padre es un humano. Aunque podría ser peor.

—¿Peor?

—Con vampiros, si hubiese sido así, la hubiéramos matado—gruñó—. Un hada con un vampiro, nunca más pasará.

—Padre, ella no sabe nada de lo que estás hablando.

—Sabe más de lo que dice, le han enseñado a matar vampiros, ¿y si tiene relación con alguno de ellos? Es el hada de fuego pero ha estado alejada demasiado tiempo de nosotros, está humanizada. ¡Está en su forma humana! ¡Ni se ha molestado en ser ella de verdad!

Rabia, eso es lo más destacable en el tono de voz del anciano. Y me daba igual.

—No quiero transformarme en hada porque me trae malos recuerdos —hablé de forma mecánica—. El que según usted debería llamar padre, asesinó a sangre fría a una de mis hermanas pequeñas, una de las gemelas, que también eran hadas. Hebe era su nombre. Perdí el control en ese momento, quise morir, y de hecho estaba dispuesta a hacerlo. Matthew lo impidió. Por eso no estoy transformada en hada, porque me aterra hacerlo, me da pavor perder de nuevo el control y hacer daño a quien no lo merezca o no ser consciente de mis actos.

Expresé en voz alta la verdad, Matthew la conocía pero el resto no, me estaba cansando de que me juzgaran por el hecho de estar en mi forma humana.

—Transfórmate —murmuró Charles—. Aquí estás segura, no vas a perder el control. Y si eso pasa, lo controlaremos. Andrea, ve a llamar a Alex, él es el mejor en la magia féerica, si es necesario la retendrá.

—Dadme momento. —Andrea salió de la habitación y no tardó más de un par de minutos en volver acompañada de un chico, de la edad de Matthew, de pelo azabache y ojos marrones.

—Estás a salvo, Aerith. Transfórmate —aseguró Charles, y yo le creí sin saber la razón. Su voz me daba confianza.

Suspiré, cerré los ojos, y pese a que tenía miedo, me transformé. Y después de muchos días, conecté con mi verdadero yo, lo había echado de menos.

—¿El hada de fuego? —Abrí los ojos y vi que el que había hablado era el chico que había traído Andrea—. ¿No debería tener alas?

—Debería tenerlas —asumió el anciano—. ¿Qué has hecho con tus alas, niña?

—Nada, nunca tuve alas, anciano —respondí con el mismo desprecio con el que me había hablado.

—Es imposible que nunca hayas tenido alas, nunca ha pasado...a no ser... —Charles estaba pensando en algo—. No controlas tus poderes, ¿cierto?

—Depende de la situación y el momento, aunque podría decirse que no, que no los controlo.

—Puede ser por eso, padre. No ha desarrollado todo su potencial, por ello no tiene alas. Ha habido casos.

—Todo por culpa de...

—¿Dirá de mi madre? ¿No se cansa de culparla de todo lo que se le ocurre? No llevo ni un día aquí y no para de mencionarla solo para eso. ¿Ha sido así desde que la desterró?

—¡Es que ella tiene la culpa de todo! Una Ignis con un humano. Destruyó nuestra reputación, nuestro honor, ¡mi honor! —repitió, se notaba que ese era un tema que le molestaba y mucho.

—¡Y usted destruyó a mi madre haciendo eso! —grité, controlando mi respiración para no perder el control—. ¿Sabe lo que hemos vivido? Cambiando cada poco tiempo de ciudad, no pudiendo crear lazos con nadie... Todo ello para protegernos porque no podía volver aquí ya que la mataríais. ¡Ella ha sufrido muchísimo por su culpa!

—Ella sabía a lo que se exponía cuando se quedó embarazada, lo demás es lo que se merecía.

—Todas sus hijas somos hadas.

—Sois mestizas —musitó—. ¿Sabes lo que significa?

—¿Tiene que significar algo? —rebatí—. Puede buscarse otra excusa, eligió el camino fácil, hacer lo que dice la ley. ¡Es su hija!

—Aerith...

—Déjala hablar —ordenó el anciano, interrumpiendo a Matthew—. Aerith, di todo lo que piensas, te escucho.

—Para empezar, usted sabe mi nombre pero yo no sé el suyo, lo que ya me da una pista de la actitud que tiene. Después, ordena a su nieto a que vaya tras el hada de fuego porque tenía al menos rumores de quién era y dónde estaba. ¡Lo sabía! —remarqué—. No puede negarlo, ¿si no por qué Matthew acabó en West Salem? Sabía que su hija había dado a luz a hadas, y aún así la dejó de lado. Que mi hermana esté muerta es en parte su culpa, debería sentirse culpable, le guste o no, tiene las manos manchadas de sangre de una de sus nietas.

El anciano escuchó atentamente cada una de mis palabras, sin interrumpirme, y después de ello, empezó a reír. Durante unos minutos lo único que se oía en la sala era la risa de él, que parecía no cansarse.

—A partir de este momento vas a aprender magia féerica, historia y cultura con Alex, y sobre todo vas a aprender control. También vas a recibir clases de defensa personal con Andrea. Ambas a diario. Veremos si así te crecen las alas, más te vale que lo hagan y no sea por el hecho de que seas mestiza. —El anciano se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta—. Me llamo Salvatore a todo esto.

—Primita, te llevaré hasta tu habitación —sonrió Matthew, pasando su brazo por mi hombro intentando relajar la tensión del ambiente—. Así os presento de forma oficial, ya sabes lo que quiero decir.

—La llevaré yo —negó Charles levantándose también de la silla—. Quiero hablar con ella a solas.

—De acuerdo, papá. ¿Vamos, Alex?

—Un momento. —El chico se acercó a mí y me cogió de la mano, al igual que hizo Matthew cuando me conoció, y la besó—. Me llamo Alexander, es un placer conocer al fin a la hada de fuego, y es un placer todavía más que sea tan bella.

—Alex, corta el rollo no es el momento —Matthew rio y se llevó a su mejor amigo, segundos después, Andrea también abandonó la sala. Dejándonos así a Charles y a mí solos.

—¿Jake mató a una de sus hijas? —Charles es el primero que rompió el silencio—. No lo entiendo, llevo pensando en ello desde que lo has dicho y no logro encontrar una explicación lógica.

—¿Usted lo conoce?

—Sí, yo también estuve en West Salem un tiempo, conocí al que es tu padre y a Joseph, el siguiente alfa de la manada de hombres lobo de la ciudad.

—Ahora ya es el alfa.

—Me lo suponía, y debe de tener a un hijo que será el próximo alfa. No llego a entender por qué razón Jak .hizo lo que hizo —susurró y con un gesto me indicó que lo siguiera.

—Poder —Hablar con Charles se me hacía fácil, no me sentía tan presionada como con Salvatore, estaba mucho más segura—. Quiere ser un vampiro gobernante.

—Eso no es posible, va en contra de sus leyes.

—Lo sé, pero ha llegado a un acuerdo con un vampiro llamado Kier.

—¿Jake lo conoce? Todo me parece muy sospechoso. ¿Sabes sobre qué trata el acuerdo?

—Me quiere a mí, viva.

—Me lo suponía, quiere una ventaja para atacarnos. Tú no lo sabes, pero llevamos años en una guerra contra los vampiros desde que Kier los gobierna. Quiere ser el soberano del máximo de criaturas sobrenaturales. Y las hadas nos estamos resistiendo. Llevamos muchos años así, antes de que yo naciese incluso, por eso te necesitamos tanto, Aerith, el hada de fuego nos da una gran ventaja.

—Es decir que me queréis utilizar.

—Seré sincero, sí y no. Queremos utilizar tu poder porque podría ser un punto de inflexión en el conflicto, pero yo al menos no quiero utilizarte como persona. Entendería que no quisieras tomar parte, o que no estés preparada. Eres mi sobrina, lo que más me preocupa es tu bienestar. Para mí la familia es muy importante.

—Y pese a eso dejó abandonada a mi madre...

—No tenía opción, Aerith. Acababa de ser padre, tenía miedo de condenar a mi hijo por defender a mi hermana, también era muy joven. Aunque ahora me arrepiento, debería haber ayudado a Camille, la echo muchísimo de menos. Ella y yo estábamos muy unidos.

—Ella también lo dice cuando habla de usted...

—Siento mucho que una de tus hermanas muriese, me hubiera gustado conocerlas. ¿Cómo era?

—Era igual que mi madre —dije con un nudo en la garganta—. Hebe y Febe se parecen mucho a ella, yo siempre he sido la rara. Eran gemelas, Hebe y Febe. No sé cómo estará ahora Febe, ha perdido a su mitad...

—Te sorprenderías de lo que te pareces a Camille, me has recordado a ella al instante. Esa misma pasión, ese sentimiento al hablar...

—Ella ya no es así. No es el único que me ha dicho que me parezco a ella de carácter, pero, yo no lo entiendo.

—Tuve que estar con ella de alguna manera, entrar en contacto, me siento muy culpable de todo lo que os ha pasado. Ella y yo somos mellizos, ¿lo sabías?

—No, no lo sabía.

Charles se detuvo delante de una puerta y me miró directamente.

—Sé que debes pensar que soy un hipócrita, o algo parecido, solo que esto con mi padre no puedo expresarlo.

—¿Por qué?

—La ley es muy dura, Aerith. La aprenderás con el tiempo y te darás cuenta de que tu abuelo tiene mucho poder.

—Siempre se puede cambiar.

—Tiempo al tiempo. Si necesitas cualquier cosa llámame, te ayudaré en lo que pueda. Con cualquier cosa. Quiero que estés bien, Aerith. Eres mi sobrina.

Abrió la puerta y entré en la que iba a ser mi habitación y suspiré. Por fin una persona que era sincera desde el principio conmigo, pero no sabía si debía de fiarme de él.

Suspiré de nuevo y me miré las manos, pese a que estaba rodeada de gente, me seguía sintiendo muy sola.










Está sin revisar, tengo muchísima prisa, mucha xd. Mañana tengo examen pero quería subir hoy y es muy tarde.

El capítulo va dedicado a: marta_romero5 porque me han ayudado a elegir el tipo de letra de mi portada, que he estado muy indecisa xD. 

Que tengo nueva portada, ¿os gusta?

Muchos besos (L)

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