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Impotencia.



Tenían el tiempo encima, no tenían el lujo de demorarse mucho.

"¡Los civiles ya están a salvo! ¿Qué es lo que haremos para que esas cosas no escapen del edificio?"

"Yo me encargo, explotaré el edificio y así nos desharemos de esa basura de una vez por todas."

Propuso uno de los jóvenes aprendices, no había tiempo para pensar en algo más, además los civiles ya estaban fuera, después de todo, la labor de un héroe era precisamente eso, mantener a los ciudadanos a salvo. Ninguno se negó, efectivamente era la mejor opción.


Explotó todo.


Las personas tuvieron que cubrirse para que pequeños escombros no les cayesen encima, eso era lo que provocaba la presión en el joven.

"Esperen... ¿Dónde está el joven Midoriya?"

"¿Ah? ¿No estaba ayudando a atender a los civiles?"

"¡No, no! Él... era del grupo que ayudaba a evacuar a ellos..."

"Entonces..."

El chico de ojos rojizos no entendía lo que sus superiores decían, hasta que recibió aquellas miradas aterradas por parte de éstos.

"Oh no..."

El miedo comenzó a invadir su cuerpo ¿Por qué? ¿Por qué le miraban así? ¡Ellos estuvieron de acuerdo con su idea! Además, era alguien fuerte e inteligente, no sería tan estúpido como para no salir... De no ser... De no ser que...

Miró en dirección a donde antes había un edificio y ahora lo único que se observaba era una inmensa nube de polvo y olor a pólvora.

"No, no... Él está bien... Lo está... Debe de estarlo..."

Pasaron los segundos, esperando a que hubiese señales del chico peliverde, segundos que se volvieron minutos, los cuales eran dolorosos para éste chico.

No lo resistió. Fue en dirección a aquella nube de polvo.

"¡Espere, joven Bakugou! ¡Aún no sabemos si esas cosas siguen vivas! Es peligroso ir usted sólo"

"Me importa una mierda eso."

Y se adentró allí, gritando el nombre de aquella idiota persona. A un inicio gritaba furioso, pasó el tiempo y su tono se suavizó, llegando a llamarle con cierto tono de preocupación.

No obtenía respuesta alguna.

Quitó los escombros, grandes pedazos de cemento y algunos de madera, se hizo heridas leves por los trozos de vidrio quebrado que había ahí.


No había nada.


Entró en pánico, todo era un desastre, no lograba ver bien por la opaca vista, le costaba respirar debido al desagradable olor que había ahí, el olor de la carne artificial quemada y hecha polvo, parece que esas criaturas eran frágiles, pues lo que antes eran su cuerpo se iba transformando a polvo negro, el cual se marchaba junto con la ráfagas de aire.

Hasta que finalmente, encontró algo; un pedazo de una tela verde la cual estaba desgarrada. Era de su traje, lo reconocía.

"No, no, no, no..."

¿En serio él seguía adentro?

¿¡Explotó el edificio con él adentro!?

Buscó más desesperado, gritó su nombre aterrado, no podía creerlo... ¡No quería aceptar la realidad! No... No pudo haber hecho algo así...

No fue hasta minutos después que lo halló, debajo de pequeños escombros, lleno de polvo, encontró el cuerpo de ese chico que estaba desaparecido.

Su rostro palideció.

Verlo... Verlo así hizo que sintiera un dolor inexplicable; inconsciente, claramente, el traje quemado, su rostro ensangrentado, al igual que su pecho y brazo derecho, debajo de éste se estaba formando un charco de sangre, heridas por todo su cuerpo, rasguños, quemaduras, un verdadero desastre.


"¡Izuku!"


Esa fue de las pocas veces donde le llamó por su nombre, angustiado y aterrado.

Fue hasta donde el otro estaba, quedándose justo frente a él, sus manos temblaban, lo que sus ojos veían era algo realmente horrible, ver a una persona que conocía desde pequeño en ese estado... Aunque nunca le mostró sus verdaderos sentimientos y siempre le traba como basura... Verlo así... Traumatizaría a cualquiera.

"Yo hice esto... Yo... Exploté el edificio... Por mi él... él..."

Sus compañeros y superiores fueron por él, preocupados por la tardanza del chico, encontrándose con éste de rodillas frente a quien estaban buscando.

Ambulancias aparecieron de inmediato, los mayores intentaron calmar a los amigos de aquel joven, los cuales no paraban de derramar lágrimas por ver a su amigo de esa manera.

Por otra parte Katsuki se mantenía en shock, callado y con la vista fijada en la nada, no podía borrar de su mente esa imagen, esa escalofriante imagen, no podía.

"¡Maldito Bakugou! ¡Por tu culpa Midoriya está en coma!"

"¡Tranquilízate! Bakugou lo hizo para poder salvar a los civiles."

"¿¡Salvar!? ¿¡Con esa singularidad!? ¡No sirve para ayudar! ¡Está hecho para destruir y dañar! No me salgas con estupideces."

Esas palabras, esas crueles pero ciertas palabras, fueron las que le hizo entender mejor que... Efectivamente, la culpa era suya.

Fueron tres semanas en las que Midoriya estuvo en coma, a la tercera semana, llenó de alivio a todos, estaba vivo, no parecía haber sufrido algo realmente grave, las heridas que tenía fueron curadas gracias a Recovery Girl y con el reposo.


Pero no todo podía ser perfecto.


Cuando despertó, toda su vista se veía borrosa, los colores mezclados, a veces mucha luz, a veces casi nada. Hasta que, el tercer día después de haber despertado, su vista se esfumó por completo.

Había quedado totalmente ciego.

Los doctores le hicieron estudios, parece que había sido a causa de la explosión, la única forma de que pudiese recuperar la vista era a través de una operación... La cual no aseguraba que resultara del todo benéfica, como toda operación, había sus riegos.

Todo esto, a causa de un accidente, el cual para el provocante de eso no lo consideraba así. Él fue el que le hizo entrar en coma, esas horribles heridas y que perdiera la vista. Él era el responsable de todo eso.







—¿Kacchan? –Esa voz le sacó de sus pensamientos. Volteó la mirada y la dirigió a la izquierda, donde provenía dicha voz, encontrándose con esa molesta venda y unos labios ligeramente separados, había pasado tanto tiempo con ese chico que sabía qué hacía eso cuando estaba confundido, no era necesario ver sus ojos para saberlo. —¿Por qué te quedaste callado de repente? –Suspiró con pesadez, nuevamente se había sumergido en sus pensamientos, a pesar de que hacía de todo para impedirlo, de una u otra manera terminaba haciéndolo.

—No es nada que te importe. –Respondió cortantemente, como casi siempre lo era. Haciendo que el otro chico frunciera el ceño por su comentario.

—Pero sí me importa, de lo contrario no te hubiera preguntado. –Una venita resaltó de su frente por escuchar su comentario con aquel tono de obviedad que le fastidiaba.

Pero no se desquitaría golpeándolo.

¿Por qué?

Porque él mismo se prometió no lastimarlo... O por lo menos hasta que saliese del hospital. Ahora que lo pensaba, ¿Hasta cuándo estaría en el hospital? Ya llevaba más de un mes allí, claro, contando las semanas en donde estuvo inconsciente, ¿No era ya momento para dejarle irle?

—¿Cuándo saldrás de aquí? –Ignoró por completo lo que dijo anteriormente, ocasionando que el pecoso soltase un suspiro.

—¿Cuándo? Uhmm... No lo sé exactamente, dicen que lo mejor es que espere un poco más, sería un problema que salga cuando aún no me he acostumbrado. –Katsuki rechinó sus dientes cuando le escuchó.

¿Esperar? ¿¡Cuánto debería de esperar!? ¿¡Semanas!? ¿¡Meses!? Se lo estaba tomando muy a la ligera y ese comportamiento le frustraba demasiado, ¿Es que en verdad no sentía ni una pizca de rencor hacia él?

—Seguirás encerrado en éste maldito lugar por más tiempo. Qué aburrido. –Intentó sonar que no le importaba, ser el mismo de siempre. Izuku rió suavemente por lo que dijo, éste no notó aquel esfuerzo por parte del más alto.

—No es del todo aburrido. Es verdad que es más interesante estar allá fuera, en las clases y entrenamientos, pero aquí es muy tranquilo, me gusta escuchar las historias que me cuentan los demás ¡Y recibir sus regalos! Son muy amables. –Habló con la misma alegría de siempre, nadie notaría que había perdido algo tan valioso como la vista con aquel comportamiento.

En cierto modo, verlo de esa manera, le causaba una pequeña, pero pequeñísima tranquilidad a Bakugou. Verlo sonreír le ocasionaba un revoltijo en el estómago, siempre fue así, envidiaba la manera en como sonreía, tan alegre y contagiosa como siempre. Pero esa sonrisa le hacía falta algo muy importante y eran esos grandes ojos verdosos que mostraban la felicidad de un chico joven y a la vez curioso, fuerte e inteligente, y claro, no podían faltar las pecas que decoraban sus mejillas, haciendo la vista de un perfecto rostro.

Apretó sus labios ante el pensamiento de que, no podría volver a ver ese rostro, no era lo mismo si no podía ver sus ojos, y mucho menos que éstos no pudiesen ver.

—Al menos no lo estás pasando mal. –Eso era algo, se sentiría mucho peor si éste se sintiera de manera contraria.

—No si estás conmigo. –Soltó con un tono suave.

No aguantó más y estrelló su puño contra la cabeza de Midoriya, había un límite para todo y esas palabras fueron el suyo.

—¿¡Por qué me golpeas!? –Chilló mientras llevaba sus manos a su cabeza, sobando el lugar en donde golpeó.

—Porque eres un completo estúpido. –Se cruzó de brazos a la vez que bufaba, por otra parte Midoriya simplemente frunció los labios, pero seguidamente soltó una risita, causando confusión en el otro, o sea, le había golpeado ¿Por qué parecía estar feliz con ello?

—Era extraño que estuvieras varios días sin darme un golpe, se siente tan nostálgico. –Ah, con qué era eso. Fue lo que pensó Katsuki, ese comentario había respondido a su duda anterior, sin embargo, eso mismo le hizo quedarse totalmente callado.

—Claro que no te golpearía, no me divierte tener que lastimar a enfermos. –Musitó.

—¿Y por qué lo hiciste entonces? –Preguntó a la vez que se encogía de hombros.

—Argh ¡Por tu idiotez! Eso es todo. –Se colocó de pie, llevando sus manos a los bolsillos de su pantalón y dio un paso hacia adelante, ocasionando que el perliverde se sobresaltara.

—¿Eh? ¿Ya te vas? –Sabía que éste se iría, pues sintió como un peso se reducía de la cama, cosa que significaba que se había levantado.

—Tengo cosas que hacer, así que debo de irme.

—E-entiendo... Uhm... ¿Vendrás mañana? –Un silencio se formó luego de su pregunta, no entendía porque sucedió eso, era sólo una pregunta común y corriente.

—Es posible que no, en verdad que estaré ocupado. –Escuchar su respuesta le desanimó un poco, era verdad que quería estar con él el día siguiente, pero no podía hacer nada sí éste tenía cosas más importantes qué hacer.

—Está bien, no te preocupes por eso. Ven cuando puedas. –Izuku sonrió levemente a la vez que alzaba su mano y la movía a los lados suavemente, despidiéndose del más alto. Éste le observó por unos segundos y luego se marchó.

Le fue imposible no sonreír.

¡Claramente había mentido!

Quería darle una sorpresa y llegar de improviso el siguiente día, ver cómo reaccionaría. Se preguntaba si, eso le haría feliz, supuso que quizá sí, ya que al ver su ánimo decaído al saber que no iría, era probable que podría hacerle algo bueno, algo que le alegrara.

Con esa emocionante idea salió del hospital, esperando ansiosamente el mañana para llegar, supuso que a las cinco de la tarde era una buena hora para ir.

En el camino, pensaba qué sería lo que diría, si asustarle o llegar diciendo algo cool. No tenía nada planeado, pero a pesar de ello se sentía emocionado por aquella sorpresa que le estaba preparando.

Así fue como aquel día llegó a su fin, iniciando el siguiente. Ansioso salió de su hogar en la mañana, dirigiéndose al instituto para tomar sus respectivas clases, era algo extraño ver al joven Bakugou tan emocionado por algo, cosa que llegaba a asustar a algunos de sus compañeros, pero él no le dio importancia.

Al finalizar las clases, tomó el mismo camino que había comenzado a tomar desde hace unos días, el que llevaba al hospital. Comenzó caminando a paso normal, después trotando, sin darse cuenta había empezado a correr para llegar lo más pronto posible.

Sin embargo, en su camino notó que habían abierto un nuevo local de comida, una señorita repartía volantes y Katsuki no fue la excepción de recibir uno, lo observó momentáneamente, y fue ahí donde pensó ¿Por qué no llevarle algo así como un presente? Supuso que estaba bien, después de todos los demás le habían obsequiado algo, él no había hecho nada de eso. Y la idea de llevarle algo rico no estaba mal, ya que no tenía caso darle algún comic de esos que le gustaban, algo que tuviese un buen sabor sería bueno.

Así que fue a dicho local para llevar algo de comer.

Eligió el platillo favorito de Izuku, Katsudon. Era posible que en el hospital comiese casi siempre lo mismo y no hubiese podido comer aquello que tanto le gustaba, no había mejor motivo que ese.

Una vez listo, caminó lo poco que le faltaba para llegar al hospital. Cada vez que más cerca estaba, su corazón latía con mayor velocidad, ansioso, curioso y sobre todo emocionado, no podía esperar por ver su reacción.

Estuvo justo frente a aquella puerta de madera, respiró con profundidad y la abrió con lentitud, no quería delatar que alguien había entrado, eso sería ya una vez que estuviese adentro. Con cuidado la cerró, dándole la espalda al otro chico, no se giró hasta asegurarse de que ya se había calmado, aunque la pequeña sonrisa en su rostro seguía allí.

Se giró, encontrándose con algo... que hizo que su diminuta sonrisa se esfumase por completo.

Izuku estaba sentado, con la cabeza hacia abajo, entre las blancas sabanas y usando ese aburrido uniforme.

¿Qué era lo que tenía de diferente?

No tenía la venda que cubría sus ojos.

Éstos estaban abiertos...

Desanimados...

Apagados...

Muertos.

El brillante color verde que los caracterizaban no estaba, era un opaco color "verde" que no tenía mucha diferencia al color gris. Medio cerrados, como si éstos estuviesen tristes, su mirada... ¿Era posible llamarlo así? ¿"Mirada"? Una mirada necesitaba de un par de ojos vivos y los que Midoriya... No daba esa sensación.

Una opresión se sintió en el pecho de Bakugou. Con que eso había sido lo que les sucedió a sus ojos... Sus brillantes ojos habían...

Apretó con fuerza los dientes, entendía porque los ocultaba, cualquiera que los viera se sentiría incómodo, y peor para alguien cercano a él, lo que debieron de haber sufrido aquellos amigos que lo vieron.

¿Y él?

No crean mal, él igual se sentía fatal por ello, se podría decir... que a él le afectaba más que a cualquiera, le dolía, un dolor interno que se creaba en su pecho. Tanto era así, que le fue inevitable soltar la bolsa de plástico que contenía la comida, llevando aquella mano a su pecho, apretando fuertemente la camiseta.

— "Vete, vete... No me jodas más, desaparece... maldición..." –Pensó en un intento desesperado por eliminar aquella sensación horrible, quería que se esfumara, le dolía, le estaba haciendo sufrir, no quería sentirse de esa manera, aunque muy en su interior sabía que se lo tenía merecido.

—¿Quién está ahí? –Preguntó confundido el pecoso, pero no obtuvo respuesta, ni siquiera fue escuchado por el más alto.

Apretó más su camisa, el dolor no parecía disminuir, comenzaba a costarle tener que respirar, ahora su pecho no era lo único que dolía, sino también la cabeza, de tanto que fruncía el ceño y de lo mucho que se esforzaba para eliminar aquel sentimiento.

Es tu culpa de que él haya terminado de esa manera.

Nunca podrás perdonarte a ti mismo por lo que le hiciste.

Lo único en lo que eres bueno es para lastimar a los demás.

Pensamientos negativos comenzaban a invadir su mente, uno tras otro, aumentando el dolor que éste sentía, en ese preciso momento quería desaparecer, retroceder el tiempo, nunca haber existido para que esto estuviese sucediendo... simplemente quería mo-

—¡Ah! –Un fuerte sonido se escuchó y seguidamente de un golpe que sintió en la espalda, para cuando se dio cuenta estaba tirado en el suelo, pero no sólo eso, al enfocar la mirada se encontró con Midoriya frente a él, su rostro estaba contra su pecho, parece que se había tropezado.

No supo qué decir, las palabras no salían debido a un nudo que sentía en la garganta. Izuku alzó sus manos y las llevó a la cara del otro, donde tocó varias veces sus mejillas, la nariz y finalmente el cabello.

—¡Kacchan! –Gritó con alegría una vez que identificó la persona que había entrado. Katsuki bajó la mirada y se encontró de cerca esos escalofriantes ojos, acompañada de la gran sonrisa que formaban los labios de Izuku. Se vio obligado a tener que voltear a otra parte, en verdad que era inquietante verlo de cerca. —Pensé que hoy no vendrías... ¿Qué haces aquí? –Preguntó llenó de curiosidad, realmente le había sorprendido, él creyó que no le visitaría ese día, pero extrañamente ahora estaba junto con él.

Fue ahí donde recordó su plan, el cual ahora había arruinado. Chasqueó la lengua molesto, tanta emoción para nada, encontró en pánico al ver sus ojos y eso fue lo que estropeó su sorpresa, bueno, de algo estaba seguro, realmente sorprendió al pecoso, no como quería, pero algo era algo.

—Uhm... Bueno... Verás... -Intentó buscar una manera para explicar lo sucedido, ya no podía lucirse diciendo algo grandioso, porque a fin de cuentas no tenía absolutamente nada. Suspiró con pesadez. —Terminé pronto mis asuntos y pensé que sería buena idea venir... -Murmuró un tanto apenado por ello, casi en un susurro, como si no quisiera que Midoriya le escuchara, lamentablemente no fue así, puesto que éste le escuchó con total claridad.

—¡Con que es eso! Me alegra mucho de que hayas podido venir. –Cerró sus ojos y le dedicó una radiante sonrisa, acción que provocó un rubor en el rostro del más alto, sin pensarlo le dio un ligero empujón para quitárselo de encima y tomar distancia de él.

—No es para tanto... -Claramente no iba a admitir la pizca de felicidad que le hizo sentir al ver que realmente le alegró su inesperada visita. Giró nuevamente, encontrándose con aquellos ojos, cosa que hicieron que su felicidad se esfumase. —Y por cierto ¿Por qué saliste de la camilla? Es peligroso andar así como si nada. –Bufó molesto, era verdad después de todo, quién sabe qué cosas malas pudieron haberle pasado. Pero eso sólo hizo que Midoriya soltase una risa suave.

—Sólo estoy ciego, no invalido o herido, no es como si realmente fuera peligroso. Además de que me inquieto un poco escuchar que había alguien y no sabía quién era. –Rascó levemente su mejilla mientras se encogía de hombros. Alzó su rostro y sonrió, haciendo que el más alto tragara pesado, de pronto sus pupilas se movieron hacia la izquierda, parpadeó un par de veces y luego se sobresaltó, con torpeza de dio media vuelta y llevó sus manos a su rostro, ocultándolo entre ellas, ocasionando confusión en Bakugou. —Los viste... ¿Verdad? –Pudo notar como su voz se escuchaba apagada, provocándole un escalofrío. —Mis ojos.

—Yo... No-

—No tienes por qué mentir. –Apretó con fuerza sus labios, había recordado que le desanimaba cuando los demás le veían sin la venda, ahora él era uno más de ellos, quiso intentar hacer como que nunca vio nada, pero parece que no sería posible.

—Lo siento.

—¿Ah? –Katsuki se le acercó y le jaló de la camiseta, casi arrastrándolo hasta la camilla. —Espe- ¿¡Qué haces!? –Pataleó en un intento de escaparse pero no logró nada. El otro lo tomó de los brazos y lo alzó, para que se colocara de pie.

—No te sientas mal estúpido, vine a visitarte para hacerte compañía no para que estés lloriqueando. –Intentó mantener la compostura y actuar como siempre, quizá no podría mentir sobre que no los vio, pero quizá si sobre que no le afectó ni nada por el estilo.

—Pero... Pero... Todos se entristecen al ver mis ojos... Temía a que tú... Bueno, eso... -Bajó la cabeza y juntos sus manos, frotando entre sí sus dedos.

—¿Me crees tan jodidamente débil para que me suceda eso? Además, son unos exagerados... Tus ojos no ve ta-tan mal... -Titubeó, era difícil tener que decir algo como eso, mentir de tal manera, pero... las palabras habían salido por sí solas.

—¿¡De verdad!? –Alzó de golpe su rostro, fijando sus fríos ojos en los ojos rojizos del contrario, sonriendo de manera amplia, por un momento, esa sonrisa brillaba con tanta intensidad que incluso parecía que sus ojos igual lo hacían, por un leve instante... Pareció ver al Izuku de siempre. —Es un alivio escuchar eso, me había asustado, no quería que te sintieras mal por eso. –Soltó un suspiro lleno de alivio.

—No seas idiota, no me compares con los demás. –El más alto caminó hacia donde estaba la bolsa de plástico y la tomó, regresando a donde éste estaba. —Mejor toma. –Y estampó suavemente la bolsa contra el cuerpo del otro. —Te traje un poco de Katsudon, creí que te gustaría. –Se sentó en uno de los bordes de la camilla mientras soltaba un suspiro pesado.

—¿Katsudon? ¡Woah! Eso es grandioso, muchas gracias Kacchan, no había comido desde antes del accidente. –Sostuvo la bolsa entre sus manos para evitar que éste se cayera, ya una vez cayó al suelo, sería un desastre si se repitiese lo mismo.

—Supuse eso. Aunque no te aseguro que sea tan bueno como el que hace tu madre. –Le quitaría lo especial si le pidiese a la señora Midoriya que lo prepararse, además, él no sabía absolutamente nada de cocina, así que ni parar prepararlo él mismo.

—Hmm. –Negó con suavidad la cabeza. —Está bien así, sé que estará delicioso porque tú me lo trajiste. –Una leve sonrisa se dibujó en su rostro a la vez que apretaba un poco aquella bolsa.

—Tú... -Bufó avergonzado el más alto. —¡Deja de decir cosas estúpidas! –Gruñó mientras se cruzaba de brazos. Ya era normal que Izuku dijese esa clase de cosas y que Katsuki se avergonzara por ello, recurriendo a la agresividad para disimularlo.

Aquella tarde la pasaron como cualquier otro día, Izuku comía felizmente la porción de Katsudon que le había traído Katsuki mientras que éste le hablaba de cosas sin mucha importancia. Lo único diferente de esto, es que tuvo que resistir ver sus ojos, si le pedía que se colocase la venda pensaba que quizá le haría sentir mal, por lo que el par de horas que pasó allí hizo su mayor esfuerzo para ignorar aquellos opacos ojos.

Ya era de noche cuando Bakugou salió del hospital, una fría y solitaria noche. Caminó de regreso a casa, a un paso un tanto desanimado, siendo honesto, no tenía ganas de llegar a su hogar, quería vagar un rato por las tranquilas calles nocturnas, tomar un pequeño respiro, escapar un momento de esa difícil realidad.

Sin darse cuenta terminó dirigiéndose a un pequeño parque, el cual quedaba cerca de su casa, así que podría demorarse un poco más. Caminó hasta uno de los columpios y se sentó sobre el asiento, moviendo un poco sus piernas para balancearse levemente. Tenía la mirada fijada a la arena de aquel lugar, llegó un momento donde dejó de balancearse, quedándose totalmente quieto. Soltó los agarres del columpio y llevó sus manos sobre sus piernas.

Lo único que pasaba en su mente era la imagen de aquellos ojos, los cuales le provocaron un escalofrío de sólo recordarlos. Soltó una pequeña risa sin gracia, no importaba cuanto intentara evadir el tema, siempre terminaba en el mismo lugar, siendo imposible escapar de ello.

Volteó sus manos para poder observar sus palmas, mirándolas con una expresión entre seria y melancólica.

"¿¡Salvar!? ¿¡Con esa singularidad!? ¡No sirve para ayudar! ¡Está hecho para destruir y dañar! No me salgas con estupideces."

Aquel recuerdo llegó como rayo a su mente, ese comentario que hizo aquel joven de cabello bicolor, realmente parecía estar furioso por lo sucedido, aunque no esperaba menos de un buen amigo de Midoriya.

—Hecha para destruir y dañar ¿Eh? –Soltó otra risa, aunque a diferencia de la anterior, parece que ésta había sido más forzada. —Eso ya lo sé, maldita sea. –Hizo puño ambas manos, presionándolas fuertemente, tanto que segundos después comenzaron a temblar. —Sí tan sólo no hubiese nacido con esta singularidad... Entonces no tendría que pasar por esto. –Volvió a la normalidad sus manos, alzó la derecha y la llevó a sus ojos, cubriéndolos con ésta. —Desearía tener el poder para curar sus heridas... Sólo, quiero eso. –Murmuró con una voz quebrada.

Maldijo una tras otra vez, maldecía ser un humano y tener sentimientos de remordimiento, maldecía por tener que soportar ese dolor, maldecía tener una singularidad tan peligrosa.

Aun cuando de niño presumía de lo cool que era, del potencial que tenía, de ser tan envidiada por muchos, desde hace más de un mes, sentía como si esa misma singularidad asombrosa fuese una maldición para él.

Por más que intentó reprimirlo, ignorarlo, la humanidad fue más fuerte con él. Una muestra de esto, fue la pequeña y cristalina lágrima que se deslizó por su mejilla. 

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