Epílogo
Morat- En un sólo día
Mi dedo duele, palpita , si alzo mi mano y veo mi dedo del medio, hay un pequeño hueco en el, posee una forma circular y poco profunda y sé de antemano que es por el esfero que estuve sosteniendo durante horas. Mi muñeca duele como si hubiera empezado clases o algo así, reconozco el sentimiento de escribir después de no haberlo durante mucho tiempo, literal.
Dejo que mi mano se mueva por encima del papel con delicadeza, que trace cada palabra y cuando termino, levanto la mirada hacia la mujer enfrente de mí, es menor, lo sé, quizás unos dos o tres años. Sus ojos cafés me miran sonrientes, hay una pequeña curvatura creada en sus labios y me observa con admiración, y hoy muchos me han observado de esa manera, pero hay algo en su mirada que es distinto y no sé que es.
—Gracias por venir, ha sido un honor conocerla, señora Mirla —digo con amabilidad mientras me coloco de pie para extenderle el libro.
La joven niega con la cabeza y deja salir un suspiro tembloroso, sus manos se colocan sobre las mías, son cálidas y dan un apretón.
—No, no debes agradecerme a mí por venir, soy yo la que debo agradecer —dice en un susurro bajo.
—¿Usted? —inquiero confundida.
Mirla asiente con la cabeza.
—Fui abusada desde los diez años —relata con cuidado, cortándome la respiración y haciendo que un nudo se forme dentro de mi garganta—. Lo fui hasta hace dos meses —hace una breve pausa, mientras siento cómo sus manos comienzan a estar frías—. Después de nueve años hablé con mi padre, le conté lo que mi madre dejaba que hiciera su esposo. Y lo hice porque fuiste un ejemplo, porque a través de tu libro me ayudaste, me diste la valentía que necesitaba, me enseñaste que no estaba sola, que hay muchas más como yo. Eres un ejemplo, eres mi ejemplo, si no fuera por ti, quizás seguiría siendo abusada, quizás, hubiera decidido acabar con mi vida. —Me observa con lágrimas en sus ojos—. Gracias, eres mi heroína.
Mis ojos pican y no detengo las lágrimas, dejo el libro a un lado y la abrazo, porque es valiente, porque es fuerte, porque ha sido una guerrera. Sus manos rodean mi torso y veo a Clary en la puerta, sé que es hora de irse pero no dejo de abrazar a la pequeña. Su cuerpo es sacudido por los sollozos, mi corazón está siendo estrujado como una pasa por el dolor que hay en su alma, en su vida.
Y quiero decirle tantas cosas, quiero ayudarla, quiero sostenerla, pero sé que no me necesita, no está sola, ahora sé que el hombre junto a los mellizos es su padre, ahora sé que tiene una familia a la cual apoyarse. Tiene personas por las cuales debe seguir y sobrevivir al infierno.
—No soy tu heroína —susurro en su oído—. No lo soy, solo fui la persona que te dio el empujón que necesitabas, que te enseñó que había un camino. —La aparto de mi cuerpo y la miro directo a los ojos, mientras que con mis manos acuno su rostro—. Eres tu propia heroína, fuiste muy valiente al hablar Mirla, no todas tienen esa fuerza de voluntad, no todas se tragan el miedo y hablan, y mucho menos cuando involucra a la familia. —Trago saliva con fuerza—. Eres fuerte, eres valiente y me siento orgullosa de ti.
Me quedo un rato más en la librería junto a Mirla y su familia, su caso se está demorando bastante debido a la falta de pruebas y lo inestable que es Mirla de manera emocional, está enfrentando al mal nacido que la lastimó desde años, que le jodió la mente desde que era una niña. Está enfrentando a su propia madre, y la entiendo.
Clary me espera afuera del local mientras termino de hablar con la familia, luego ambas nos montamos al auto y nos colocamos en marcha hacia la casa. Ahora ya no estoy bajo un anonimato, todos saben mi nombre, saben mi historia y cómo salí adelante. Escribir un libro sobre mi no fue algo que planee, pero mi terapeuta me recomendó que escribiera para saber cómo me sentía.
Exploté, dejé salir todo el dolor, toda la tristeza, plasmé en palabras mis ataques de pánico, mis pesadillas, mis miedos. Lo hice, y ahora he ayudado a muchas mujeres. Ser violada, ser agredida sexualmente es la realidad de muchas mujeres, algunas lo viven a diario, otras lo vivieron una sola vez, y todas tenemos en común el miedo, la incertidumbre, las ganas de echarnos a correr, de volver en el tiempo, de morir.
Cuando abusan de ti, cuando te tocan sin tu consentimiento, crean una herida grande, profunda y no es en tu piel, es en tu alma, en tu corazón, hay cientos de casos de mujeres que han sido abusadas y su mente se han encargado de bloquearlo, algunas caen en depresión, algunas lloran sin razón y no saben porque. Cada una de las mujeres agredidas vive su propio infierno.
—Y no me creías cuando dije que ibas a cambiar vidas si publicabas el libro —recrimina Clary mientras se estaciona enfrente de la casa.
Sonrío de lado.
—Bueno, no creía en muchas cosas en esos meses —musito y volteo a verla—. Gracias por decirme que debía hacerlo.
Sus ojos se achinan cuando me sonríe de vuelta y acomoda su cabello rojo detrás de su oreja, ahora se deja ver más sus pecas, aunque sigue teniendo la mirada de alguien dulce. Su mano se eleva por el aire y la coloca sobre la mía, la cual reposa sobre mi rodilla izquierda.
—Voy a empujarte a hacer cosas que no quieras si eso significa que después estarás bien.
Le sonrío y agradezco, sé que va a hacerlo. Ha sido como una hermana mayor muchas veces, siendo toda mandona y enojona cuando no quería salir de la cama y solo quería quedarme echada sin hacer nada. Bajo del auto cuando veo a Sam salir de la casa, lo que obtengo de él es un beso en la frente y un susurro que dice que hablaremos después sobre como me fue en la firma de libros.
No me creí por completo que esos dos estaban juntos cuando los vi besándose en la cocina como si no existiera nada a su alrededor, y de no ser por la risa de Ali y la cara de asco de Henry ellos tampoco se hubieran separado y volteado a vernos con vergüenza. Nunca voy a olvidar sus caras, jamás.
—¡Desty, Henry tomó otra vez mi lapto y la escondió! —es lo primero que escucho al entrar en la casa.
Ali está a unos pasos de distancia descalza y con un vestido celeste puesto, mientras que su cabello rizado y rojo está atado en una cola alta, con su dedo señala hacia su izquierda y me encuentro con los ojos cafés de Henry, quién alza las manos y negando con la cabeza grita:
—¡Yo no tomé nada y tampoco escondí! ¡Ali está mintiendo, Desty!
—¡Si la tomaste! —grita Ali.
—¡No lo hice bestia de dos patas! —vocifera Henry.
—¡Eres un mentiroso por eso pareces un troll!
—¡Callense! —grito y dejo caer mi cartera en el mueble individual más cercano.
Ambos lo hacen y voltean a verme de brazos cruzados y con el ceño fruncido. Hasta un ciego se puede dar cuenta que ambos son hermanos, se parecen demasiado cuando se enojan o cuando están tristes, y más si están felices. Camino hacia ambos, quedando a una distancia prudente de los dos enanos y los observo con los ojos achinados, inquiero la posición de ambos y arqueo una ceja, mirándolos a los dos.
—¿Por qué crees que Henry la tiene? —inquiero en dirección de Ali.
—Porque nadie más que él agarra mis cosas.
—¡No es cierto! —recrimina Henry y volteo a verlo—. Lo siento, no debo gritar —dice en un murmuro y después respira con calma antes de hablar—: No tomé nada, Desty, no he agarrado su cosa del diablo porque tu me dejas tomar la tuya para jugar, pero ella está loca y no escucha. ¿Por qué no escucha cuando digo que no la tengo? Y no puedo decir que todas las mujeres son locas porque tu no eres así, tú si escuchas antes de gritar como una demente.
—¡No soy una demente y no estoy gritándote! —vocifera Ali.
Me rio entre dientes y ella voltea a verme, intento mantenerme neutral y no tomar ningún bando, pero el enano tiene razón.
—¿Y qué es lo que estás haciendo, enana? —inquiero con la ceja arqueada—. ¿Le preguntaste a Henry si la había tomado antes de gritarlo? ¿O fuiste directo a gritarlo?
—No preguntó nada y se fue directo a gritarme como una cavernícola —responde Henry por Ali.
Lo volteo a ver y él agacha la cabeza, sabe que no le estoy preguntando a él. Vuelvo mi mirada hacia la enana y ella se tambalea sobre sus pies, es una manía que comenzó a tener desde hace meses, lo hace cada vez que está inquieta sobre si decir algo o no.
—Ali...
—Henry ya respondió por mí —dice en un susurro bajo y luego voltea a ver a Henry—. ¿Escondiste mi laptop?
—No.
—¡Entonces tiene patas y salió de mi habitación por si sola y se escondió! —grita Ali en dirección de Henry—. ¡Dame mi computadora bestia salvaje!
—¡Ya dije que no tengo nada animal rastrero! —brama Henry—. ¡¿No escuchas o tienes demasiada cera en sus asquerosos oídos?! ¡Porque de ser así te regalo cotonetes para que te los limpies mensa!
—¡Basta dejen de gritar y actuar como bestias salvajes! —Ambos se callan de golpe y comienzan a murmurar cosas que no entiendo—. ¡Y tampoco hablen entre los dientes como si estuvieran invocando al diablo, maldita sea!
—¡Hailee! —gritan detrás de los enanos y los tres vemos a la persona. El abuelo termina de bajar las escaleras y nos mira ceñudo a los tres—. ¿Qué ocurre que los tres andan gritando como animales que están en jungla?
Los tres comenzamos a hablar a una sola voz para que el abuelo nos entienda pero parece cada vez más confundido y termina gritando que nos callemos las bocas o le haremos tener un infarto. Miro al viejo gruñón caminar por la casa e ir hacia la cocina, donde se deja caer en una de las bancas y hace una seña para que nos coloquemos enfrente de él.
—Ustedes son algo serio, estoy viejo, cansado y parecen niños de cinco años gritando porque el otro le quitó el crayón. —Suspira y ve a Ali—. Yo tengo tu laptop, dije que la tomaría para ver mis series, otra cosa fue que no escuchaste por estar hablando por teléfono con tu amiguita, así que discúlpate con Henry.
Ali voltea a ver a Henry y con pena y en un susurro recita:
—No debía sacar conclusiones tan rápido y tampoco gritar, lo siento, Henry.
Henry sonríe, lleva la mano a su oreja y dice:
—¿Qué dijiste? ¿No escuché nada?
—Henry... —dice el abuelo.
—Estoy bromeando —se apresura a decir el mocoso menor—. Solo era por molestar.
—¿Y no tienes algo por lo cual disculparte? —inquiere el abuelo.
—Sí, no debí gritar. —voltea en dirección de la enana—. Lo siento, Ali, aunque si eres una demente, pero eres mi hermana demente y eso es lo bueno.
El abuelo lo ve con confusión y Ali solo se ríe mientras susurra que lo sabe. Los ojos de los tres giran hacia mí y sé lo que quieren que haga, así que resoplo y digo:
—Perdí el control, pero es que últimamente están como bestias salvajes, se gritan, acusan y terminan amandose, están bien tostados, creo que no debí dejarlos caer mucho mientras eran bebés —digo esto último en forma de broma y ellos se ríen—. Así que lamento gritarlos.
—¿Hora del abrazo? —inquiere el abuelo y los cuatros nos abrazamos.
Así son los días en la casa, los enanos crecen, todos van cambiando y todo va bien, aunque siempre hay algo loco o algún disparate en la semana que hace que perdamos la cabeza por unas horas. Los enanos suben hacia la habitación del abuelo para jugar en la play que hay en el cuarto de Lukyan, quien diría que amaría tanto los videojuegos después de que Henry se los enseñará.
—¿Fue un buen día? —inquiere el abuelo mientras comenzamos a cocinar.
—Lo fue, fue grandioso —respondo mientras comienzo a sacar los ingredientes para la lasaña.
—Me alegra, amor. Ahora, sube a tu cuarto y ve lo que deje en la cama, te hará más feliz.
Frunzo el ceño y él hace un gesto con la cabeza para que lo haga. Dejo los vegetales a un lado y prometo volver pronto para ayudarlo. Subo las escaleras con rapidez, cuando entro en la habitación, veo que en la cama hay cientos de fotografías, cuando me acerco más puedo apreciar que todas son mías, en cada una salgo junto a mi padre, desde que soy una bebé hasta meses antes de que muriera.
Mi corazón se estruja con fuerza dentro de mi pecho y las lágrimas se acumulan en mis ojos, hay una sonrisa enorme en los labios de mi padre, sus ojos me ven con tanto amor, con tanto cariño que duele sin ser un dolor cruel, sino uno bonito. En medio de la cama hay un sobre blanco, extiendo mi mano hacia el y puedo ver mi nombre escrito con letra corrida y hermosa. El papel se ve viejo y algo desgastado, pero parece que lo han cuidado bastante bien.
Con cuidado abro el sobre y saco la hoja doblada, luego la desdoblo para empezar a leer:
Mi querida y dulce, Hailee.
No sé que edad tengas, no sé dónde estás o si estás bien, espero que si lo estés, que tengas muchas salud, que seas feliz, que seas la mujer más fuerte y valiente de todas las que he conocido. No sé si estoy contigo, quizás ya partí, quizás hubo algo que nos separó, pero cualquiera que sea el caso, quiero que sepas, que recuerdes que te amo.
Que este viejo que es tu padre te adora con todo su corazón, con toda su alma. Me da miedo no estar ahí para ti cuando lo necesites, es por ello que te escribo esta carta, es por ello que dejo algo que puedas leer cuando hayas pasado la tormenta.
Te amo, mi pequeño pedazo de cielo. Fuiste, eres y siempre serás uno de mis más grandes tesoros junto a tus hermanos, y no importa nada, no importa si no hablamos, si nos distanciamos o dejamos de ver, siempre lo vas a ser. Eres como mi madre, tienes la fiereza de ella, su valentía, yo la heredé de ella, y sé que tú también lo hiciste.
Lo estás haciendo bien amor, lo que sea que estés haciendo justo ahora sé que lo estás haciendo más que bien, lo estás haciendo increíble. Me duele en el alma creer que en un futuro no puedo estar junto a ti, mi corazón se parte al saber que quizás ambos estemos distanciados, saber que algo ocurrió como para que no estemos uno junto al otro.
Y si no lo estoy amor, recuerda, recuerda que te amo con todo mi corazón, que eres mi guerrera favorita, mi pedazo de cielo y que siempre voy a estar orgulloso de quien eres, sin importar nada.
Con amor, tu padre.
Las lágrimas caen por mis mejillas y sé que no puedo detenerlas, sé que no son lágrimas de dolor, sino de felicidad, de amor, mi corazón se infla dentro de mi pecho y algo estalla con tanta emoción que recorre cada parte, cada área sin dejar nada que no sea la sensación tan satisfactoria que me llena.
Dos brazos fuertes me rodean y atraen hacia un pecho, mi rostro se esconde en la curvatura de su cuello y reconozco su aroma, una de sus manos se entierra en mi cabello mientras que la otra se queda en mi espalda presionandome contra su cuerpo sin dañarme.
—Sabía que te iba a gustar leerlo, amor —dice en mi oído.
—¿Cómo...?
—Las encontré en el ático —dice y me aparto para ver sus ojos grises—. Habían tres, una para ti, una para Henry, una para Ali y la tuya. Todas estaban en un cofre con sus nombres y en estas habían fotos. Supongo que tenía miedo de no verlos otra vez.
—¿Los enanos tiene las suyas? —inquiero.
Niega con la cabeza.
—Las tiene el abuelo, él debe entregarlas cuando sienta que es el momento adecuado.
Mi labio tiembla.
—Te amo —musito—. Lo hago con todo mi corazón y no sabes lo mucho que aprecio que estés conmigo.
Me sonríe. Sus manos se deslizan hacia mi rostro y lo acunan, lo acaricia con sus pulgares, secando las lágrimas que caen por mis mejillas.
—¿Dónde más podría estar?
—No lo sé.
Niega con la cabeza y se inclina para chocar su frente contra la mía.
—Estoy en el mejor lugar amor, no necesito ir a ningún otro lado.
Le sonrío amplio y corto la distancia entre nuestras bocas, dejando que ambas se unan y conviertan en una sola. Sus labios se mueven contra los míos de manera dulce, delicada, tierna y adorable.
Se está tomando su tiempo de besarme y amo cuando lo hace, cuando va sin prisas, sin apuros. Realmente lo amo, lo hago más que ayer y cada día el sentimiento aumenta.
A veces me pregunto qué sería de mí sin él, sin mis hermanos, sin mi familia. Y la respuesta es clara, estaría perdida, sola y no sería quien soy ahora. Es por ello que disfruto cada momento, que lo aprecio y no dejo de hacerlo nunca.
Y sé que nunca lo dejaré de hacer.
—¿Puedes venir la próxima semana? —inquiere, hay desesperación en su voz, ansías.
Llevo meses sin verla y abrazarla, aunque al principio fue por su terquedad, Melania Kidman no se llamaría así si no fuera por su necedad, por su necesidad de que las cosas sean como ella quiere.
—La otra semana iré a Canadá junto a Hailee y Clary por la boda de sus mejores amigos de infancia, quizás pueda pasar a verte, madre.
Hay silencio, sé que quiere decir que no lleve a Hailee, sé qué quiere decir que debía alejarme de ella pero también sé que no lo hará. Ya no se mete con Hailee, ahora se traga su odio y no dice nada. Ya tuvimos suficiente, lo sé y ella igual.
—Me parece perfecto, le diré a tu padre hijo.
—Bien madre, te veo en una semana.
Me pide que me cuide y después de decirme que me ama cuelga la llamada. Alzó la mirada del café encima de la barra de granito para ver a Sam entrando a la casa con cuidado.
Esta despeinado y su ropa está arrugada. Debo morder mi labio para no echarme a reír mientras entra a hurtadillas. Lukyan lo regaño la vez pasada por entrar de esa forma, en sus palabras es:
¿Qué ejemplo le estás dando a los niños entrando con esas fachas?
Aunque realmente a los niños no les importa verlo entrar así, despeinado, adormilado y oliendo a alcohol.
—Apestas —digo, haciéndole notar mi presencia.
Sam da un brinco en el lugar y voltea a verme asustado. Me río entre dientes por la expresión de pánico en su rostro y luego me maldice.
—¿Quieres matarme de un puto susto? —inquiere con incredulidad.
—No necesito hacerlo. No yo.
Resopla, lo hace como si fuera un caballo. Luego pasa las manos por las hebras de su cabello y tira un poco de este, desordenandolo más de lo que ya está.
—¿Dónde está, Lukyan?
Sonrío. No necesito responder.
—Detrás de tu asqueroso trasero —dice el señor Belova.
Muerdo mi labio inferior con fuerza y aguanto las ganas de echarme a reír a carcajadas, porque es divertido ver el rostro de Sam. Parece un niño pequeño que tiene miedo de ser regañado.
—Puedo explicarlo —dice mientras se voltea en dirección de Lukyan.
El hombre hace una mueca de asco y niega con la cabeza.
—No necesito explicaciones, mejor ve a lavar ese culo apestoso porque hasta aquí me llega el olor, Sam.
Veo como una sonrisa se desliza por los labios del mencionado y sé que es tramando algo cuando me ve para luego ver su mirada hacia Lukyan.
—Eres un viejito gruñón.
Lukyan gruñe.
—Este viejo puede darte una patada en la culo, así que muévete.
Sam asiente con la cabeza y hace amago de irse, cuando pasa por el lado de Lukyan lo toma del rostro y deja un beso sonoro en su mejilla. Antes de que él pueda reaccionar sale corriendo en dirección de la escaleras mientras grita:
—¡Aun todo viejo y anciano eres una belleza, Lukyan!
Un gruñido estruendoso sale de los labios del anciano y grita en dirección de Sam mientras comienza a caminar hacia la escaleras.
—¡Vuelve aquí mugroso apestoso con aliento a cebolla del diablo!
Me río a carcajadas mientras observó a Lukyan subir las escaleras gritando a todo pulmón. Supongo que con sus gritos despertará a todos en la casa, es por ello que me doy la vuelta y hago lo que iba a hacer, el desayuno.
Ellos son mi familia, una familia de locos que parece que cada vez más de les afloja un tornillo y estoy bien con ello. Mezclo los huevos y dejo que los waffles queden bien dorados y suaves por dentro, soy un experto haciendo el desayuno últimamente.
Lukyan y Hailee sé encargan de la cena y yo del desayuno, siempre soy el primero en despertar antes que los demás y soy el último en llegar a veces. Dejo la comida preparada en los platos y sonrío cuando dos manos rodean mi torso y un rostro se entierra en mi espalda.
—¿Te despertaron los gritos? —inquiero en voz baja.
—No realmente, lo hizo el apestoso de Sam al entrar en mi cama y empezar a molestar.
Me río entre dientes.
—Él es tu alarma, amor.
—Sí, porque tu no lo haces.
Me giro en el lugar e inclino la cabeza para verla directo a los ojos, los cuales están igual que el cielo, despejado y brillante.
—Estabas plácidamente durmiendo.
—Estaba soñando que estaba en un castillo hecho de chocolate y si mordía se volvía a regenerar.
Suelto una carcajada y niego con la cabeza. Últimamente sus sueños son realmente muy extraños y de fantasía.
—Estas loca —declaro.
Ella sonríe amplio.
—Y tú lo estás por amar a una loca, cielo.
—Me declaro culpable.
Hailee sonríe y dejo un casto beso en sus labios para seguir sirviendo mientras los enanos llegan a la mesa junto a Lukyan. Ellos se sientan y comienzan a hablar mientras esperan a que Sam baje, el cual lo hace después de unos minutos.
Quién habría dicho que así terminaríamos, que en vez de recuperar mis recuerdos terminaría recuperando una familia algo peculiar y muy especial.
Mientras estoy con ello, no necesito recuerdos, no necesito de algo que me diga que esto está bien, porque dentro de mi pecho lo siento.
El amor a veces es impredecible, aquello que debe ser termina siendo sin importar los años o la distancia. Y mientras sostengo la mano de Hailee, mientras veo a los enanos riéndose y a Lukyan discutiendo con Sam.
Sé que ellos son mi familia, mi hogar. El lugar al cual volvería una y otra vez sin importar que no los recuerde. A veces, actúas por instinto, porque tu alma lo recuerda y no olvida los buenos momentos, no olvida lo que sientes y está allí, siendo un sensación única y adorable.
Mi amor por Hailee es imparable, intenso, abrumador en el buen sentido de la palabra. Daría lo que fuera por verla así, despeinada, despreocupada y sonriendo tan enorme junto a su familia, lo daría todo por verlos a ellos felices y no importa si no estoy ahí con ellos.
Aunque sé que no voy a alejarme de ellos, son ahora también mi familia y no los abandonaré.
—Oye —le susurro a Hailee en el oído.
Ellos voltea a verme sonriente.
—¿Qué? —dice bajito mientras los demás se carcajean por algo que dijo Henry.
La miro con amor, con dulzura mientras susurro:
—Te amo, nunca lo olvides.
Ella sonríe con emoción y veo sus ojos brillando como dos estrellas en el cielo oscuro. Y mi corazón va rápido, veloz, todo a nuestro alrededor pasa a segundo plano, sólo soy consciente del latir desesperado de mi corazón al escucharla responder:
—Nunca lo haré.
Y si lo hace en algún momento, me encargaré de recordárselo cada minuto, cada segundo para hacerla sentir amada y protegida.
Lo haré así como ella sin darse cuenta me hizo recordar el amor que le tenía en el pasado, el cual volvió a nacer en el presente y persistirá en el futuro.
Fin.
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