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Shawn Mendes- Youth (ft. Khalid)

La vida puede cambiar en un parpadeo, puede dar un giro que hace que la tristeza, el dolor y la pena te llene por completo, que consuma cada área sin dejar un espacio sin dolor, sin tristeza. Mi vida ha dado giros de diferentes ángulos, muchos han sido buenos, han sido la gloria, otros, solo han sido llenos de tristeza y llanto.

Recuerdo que cuando perdí a mis padres, cada noche lloraba, había noches en las cuales no dormía, no podía cerrar los ojos sin imaginar cómo había sido, me cuestionaba, me preguntaba cómo había sido todo.

¿Estaban riendo cuando murieron?

¿Papá sufrió antes de quedar inconsciente?

¿Mamá pensó en nosotros?

Preguntas que no tenían respuesta y nunca las tendrán. Cuidar a mis hermanos se convirtió en mi ancla para mantenerme cuerda, para guardar el dolor en un cajón y obligarme a avanzar, tenía que ser fuerte por ellos, tenía que velar por ellos.

Ahora eran mi responsabilidad.

No fue fácil, era una adolescente que cuidaba niños pequeños, alguien que no sabía qué hacer cuando Henry tenía fiebre, cuando Ali lloraba sin parar por culpa de pesadillas, que no sabía que debía de hacer cuando enfermaban.

Estaba perdida al principio, y terminar llorando de la desesperación era una de las cosas que mejor hacia al comienzo. Pero aprendí con el tiempo a ser mejor para ellos, a cuidarlos, a protegerlos.

Celebré cada cumpleaños, tomé siempre una fotografía el día de comienzo de clases, viendo cómo iban creciendo. Les enseñé a leer, a escribir, les enseñe valores que mis padres me enseñaron a mí, los felicitaba cuando lo merecían, los regañaba cuando se equivocaban.

Crecí rápido por ellos, dejé de hacer cosas de adolescentes para concentrarme en que estuvieran bien. Tuve ayuda del abuelo, de Sam, de Sandy, no estuve sola mientras aprendía a cuidarlos, a protegerlos.

Recuerdo que un día, Ali se enfermó y tuvo que ser hospitalizada debido a deshidratación y porque necesitaban suministrarle antibióticos, entre en pánico cuando el abuelo me llamó para informarme, estaba en la universidad en esos momentos y no podía ir.

Cuando fui al hospital y la ví en la cama, lloré mientras sostenía su mano, porque aunque no fuera de gravedad, recordar lo que había sentido cuando la ví conectada a máquinas y no me daban esperanzas de vida, me había golpeado con violencia.

Y ahora es distinto.

Hay dolor consumiendo cada parte de mi cuerpo, hay tristeza cubriendo mi alma. Los latidos de mi corazón son constantes, pero duele, vivir duele más que nunca.

Siento como si hubiera fallado, como si me hubiera equivocado y, mientras busco entre mis memorias, no encuentro nada.

Creí que había parado el acoso, creí que había ganado, que ella estaría bien, pero es claro que me equivoque.

Fui estúpida.

Nada estaba bien, para nadie lo estaba. La imagen de mi madre cambió en su mente, estaba intentando recuperarse y ese fue un golpe bajo y cruel, fue violento, fue el punto de quiebre.

La perdí.

Lo hice.

Gimoteo y niego con la cabeza al mismo tiempo, sintiendo como mi corazón se rompe con cada respiración que doy. Me siento de nuevo perdida, me siento como la adolescente que acababa de perder a sus padres.

Me siento culpable y hacerlo me está matando por dentro.

—Cariño —llaman en un tono de voz bajo y sé quién es, pero no quiero voltear, tengo miedo de hacerlo.

Absorbo por mi nariz y tomo una larga respiración, no puedo estar así, no puedo. Debo ser fuerte, debo serlo. Siento la mano grande y callosa en mi hombro, haciendo presión sin aplicar mucha fuerza.

—Debes bañarte y cambiarte, cielo.

—No.

—Hailee, Henry está preguntando por ti.

Cierro los ojos con fuerza y mi corazón se aprieta. ¿Cómo puedo hablar con el enano? ¿Cómo le explico que no fui capaz de protegerla? Muerdo mi labio inferior con fuerza y cierro mis ojos.

—Zanahoria —llama Sam, su voz es baja y ronca—. Por favor.

—No quiero.

—Estaré aquí —dice el abuelo, colocando otra mano en mi hombro libre—. Lo prometo.

Niego con la cabeza, incapaz de hablar. No quiero salir, quiero estar aquí, necesito estarlo. Escucho pasos y pronto Sam está en mi campo de visión, está agachado y colocando sus manos sobre mis piernas, mientras me mira con suplica.

Sus ojos están hinchados, tiene el cabello desordenado y luce destrozado. También lo estoy, también estoy destrozada y quiero decírselo, pero no puedo, necesito aparentar ser fuerte mientras saco fuerzas de donde no tengo.

—Esta bien, solo será por unas horas. Por favor.

Aparto la mirada de él para ponerla en la mano pequeña y frágil que está entre las mías. Hay vendas rodeando sus muñecas, el pitido de la máquina me hace saber que está viva, que su corazón sigue latiendo.

Hace unas horas, su pulso era muy débil y por ello no había logrado encontrarlo, por ello creí que había muerto, pero los paramédicos llegaron a tiempo. Unos minutos más y no hubiera sobrevivido. Pero sé que la perdí por unos instantes, y ahora, no soy capaz de moverme del lugar. El doctor dijo que estará bien, perdió demasiada sangre y está muy débil, pero sobrevivirá.

Su rostro está pálido y eso hace que el color de su cabello resalte, que llame más la atención. Ya no es una bebé, ahora es más grande, sin embargo, verla en este estado es volver al pasado, es volver a ese tiempo y me da miedo dejar de verla, dejar de sostener su mano.

Tengo miedo de perderla para siempre.

—Lukyan no se apartará de ella, Desty —musita Sam y siento el apretón que da en mis piernas—. Henry necesita saber de tu boca que todo estará bien, no nos cree a los demás, solo te creerá a ti.

—¿Y lo estará? —inquiero con la voz ronca—. ¿Todo estará bien?

—Encontraremos la forma de que lo esté. Lo prometo.

Cierro los ojos con fuerza antes de apartar la mirada hacia Sam. Veo la súplica, la tristeza. Vuelvo la mirada hacia Ali, está dormida. Me levanto de la silla y acerco a su frente para besarla, prometiendo volver pronto.

El abuelo me dice que me llamara si despierta, no respondo y asiento con la cabeza. Mi cuerpo está entumecido por pasar la mayor parte de la noche sentada en la misma posición, mis ojos arden y mis hombros están tensos.

Mientras camino por el pasillo algunas personas voltean a verme, sé que ven la sangre en mi ropa. Ya se ha secado y el olor a hierro es fuerte.

—Hailee.

—Estoy bien —las palabras salen rápido y sin esfuerzo. Sé que quiere decir algo, lo noté en el tono de su voz, pero no quiero hablar.

Solo quiero llegar a casa, tranquilizar a Henry y después de cambiarme volver. Necesito estar cuando despierte, necesito que sepa que estoy aquí.

—Zanahoria. —El tono de su voz es agotado, cansado, como si esperara algo de mi.

No respondo y sigo caminando por los pasillos, está detrás de mí, no a mí lado. Mis pasos son largos, apresurados. No logro avanzar otros pasos sin antes sentir un tirón de mi brazo y ser girada hacia atrás, haciendo que mi rostro choque con su pecho.

—He dicho que...

—Estás bien —concluye por mí—. Te oí, y sin importar que lo estés, necesito que sepas que estoy aquí.

—Sam...

—Shhh, está bien. Todo va a estar bien.

Sus manos están acariciando mi espalda y cabello, quiero creerle cuando dice que todo estará bien, quiero hacerlo, pero no lo logró. El dolor en mi pecho me dice que nada estará bien.

Un sollozo sale de mis labios cuando sus brazos me rodean con fuerza, brindándome unos brazos en los cuales llorar. Tal y como lo hizo en el pasado, ahora también lo está haciendo.

Mis brazos rodean su cuerpo y lo abrazo con fuerza. Él no se queja, no hace nada que no sea sostenerme mientras estoy cayendo, mientras dejo salir todo lo que hay dentro de mi.

El dolor.

La tristeza.

Los viejos recuerdos siendo removidos.

—¿Por qué lo hizo, Sam? —inquiero en medio del llanto—. ¿Por qué hizo esto? ¿Por qué no vino a nosotros?

—No lo sé, enana. Lo importante es que está bien, tenemos una segunda oportunidad para hacer que todo esté mejor, mucho mejor.

Sus manos me alejan de su cuerpo y acunan mi rostro, mientras limpia con sus pulgares mis mejillas y promete con una mirada que todo va a estar bien.

Y me aferro a ello, me aferro a la promesa que sus ojos me brindan.

Una sonrisa temblorosa se desliza por sus labios y deja un beso en mi frente, para luego darme un largo abrazo que hace que crea que podemos encontrar la manera de hacerlo bien esta vez.

Tenemos una segunda oportunidad. Lo haremos bien.

Mis ojos dan con una figura en la distancia, está llorando desconsolada. Hay un hombre abrazándola e intentando calmarla y lo reconozco, es Hugo, es el padre de Clary y en sus ojos se ve la tristeza, como las lágrimas recorren sus mejillas y puedo ver la sangre cubriendo la camisa que en algún momento tuvo que ser blanca.

Me aparto de Sam, sin apartar la mirada ellos, estupefacta mis pies me guían hacia dónde se encuentran de manera involuntaria. Escuchando con mayor claridad lo que dice la mujer de espaldas a mí, la cual Hugo intenta desesperadamente calmar.

—¡No es cierto! ¡No lo es! ¡Mi hija no murió, no lo hizo, es mentira!

Doy un paso hacia atrás al escuchar las palabras, mis ojos buscan a alguien en la pequeña sala de espera y al no encontrarla, todo se une, todo se arma. Volteo hacia Sam, está pálido y la incredulidad llenan sus ojos y sé que también lo entiende. Lo comprende y ahora debo ser su soporte, ahora debemos sostenernos mutuamente ante la tormenta que se está desatando.

N/A

Solo dire: Una vida a cambio de otra.

Espero que tengan un genial lunes el día de mañana.

Los loveo intenso.

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