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29

Shawn Mendes: Memories

No puedo moverme, mi cuerpo entero está paralizado y las lágrimas ya comenzaron a caer por mis mejillas, haciendo un camino seguro hacia mi cuello. Hay dolor en su mirada, traición, rabia, nunca podía saber cómo se sentía, nunca podía leer sus emociones, pero ahora no solo las leo, ahora las estoy sintiendo.

—¿Pensabas decírmelo siquiera? —inquiere con la voz rota.

No respondo, mi voz no sale, ha desaparecido.

—Mi madre me mintió, mi padre igual, fingió ayudarme cuando solo ha retrasado que recuerde, y mis abuelos callaron, y tú. —Sonríe de manera amarga y niega con la cabeza—. Tú, Hailee, lo hiciste también, Sam, tu abuelo y Clary también lo sabía, porque ella lo sabe. ¿No es así?

Sigo sin responderle y una risa amarga y mezclada con un sollozo escapa de sus labios, lleva las manos hacia su cabeza y jala su cabello mientras una mueca de dolor se instala en su rostro. Doy un paso en su dirección y él da uno hacia atrás, mirándome con dolor, mirándome mientras las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas.

—¿Por qué no decir la verdad?

—Lo...lo siento —digo en un susurro quebrado—. Lo siento.

Asiente y lame su labio inferior.

—No quiero una disculpa, quiero respuestas, ¿o vas a seguir mintiéndome?

Niego con la cabeza y limpio mis lágrimas con mis manos.

—Iba a decírtelo.

—¿Cuando? —me interrumpe—. ¿Cuándo recordara por mí mismo? ¿Cuando alguien lo contara sin querer? ¿Cuándo Hailee? ¿O quizás solo ibas a seguir mirándome a la cara y mintiéndome?

—¡No! —bramo y niego con la cabeza—. No quería hacerte daño Axellen, pero no es fácil.

—¡Nunca nada es fácil, Hailee! —vocifera—. ¡Y eso no significa que puedes ir por la vida mintiéndole a las personas que colocan su confianza en ti! —Hace una pausa para tomar aire y sollozo, sollozo porque debe de odiarme, sollozo porque todo lo bonito que iba a comenzar ya llegó a su fin. Voltea a verme y agrega con la voz dolida—: Confíe en ti, creí que si me ayudabas, que si me decías la verdad sobre mi vida pasada podría recordar, deposite mi confianza en ti, te pedí que fueras sincera, que confiaras en mí, y si lo hubieras hecho, nos hubieras evitado esta mierda a ambos.

—Quise hacerlo —digo entre el llanto—. Pero, ¿cómo le dices a la persona que sigues amando que te olvidó? ¿Cómo le dices a la persona que amas que te abandonó sin saberlo? ¿Cómo?

—No lo sé. Solo sé que hubiera preferido la verdad antes de que la mentira.

Desordena su cabello y me da la espalda, apoyando sus manos sobre la baranda de madera y agachando su cabeza. El corazón me duele, me duele de una manera que se siente imposible de soportar. Muerdo mi labio inferior con fuerza y sollozo, en medio de las lágrimas y del dolor; doy un paso en su dirección.

—Cuando era niña me mudé de Portland, Estados unidos, hacia aquí, Australia, la primera vez que te vi tenías una camiseta de baloncesto y estabas jugando solo en la parte delantera de tu casa, recuerdo que volteaste a vernos, y solo tenías el ceño fruncido. —Rio entre dientes—. Tus padres salieron y saludaron a los míos, y cuando sonreíste por algo que dijo mi madre, vi que tenías ortodoncia y te llamé dientes de lata. No te gustó, tu cara se colocó roja, quizás de la vergüenza o de la ira, pero esa fue la primera vez que te llamé por ese apodo.

No se mueve, no dice nada y eso me empuja a seguir hablando.

—Intenté hacer las paces, quería amigos y tú siempre te ibas al lado contrario por el cual me iba, comencé a tener una clase de obsesión, quería saber porque no querías ser mi amigo, así que, junto a Sam, comenzamos a vigilarte y suena muy macabro, lo sé, lo admito. —Trago saliva—. Después dejé de intentar saber qué ocurría para que no quisieras ser mi amigo, lo de las galletas de maní sí ocurrió, y después de que paso eso me mantuve alejada.

Voltea a verme cuando no sigo contando la historia, apoya su espalda a la baranda y me presta atención. Carraspeo y prosigo:

—Cuando tenía diez me colocaron ortodoncia, te fijaste en eso, y un día saludaste a Sam y después volteaste a verme y dijiste: Es bueno verte ferretería andante. —Sonrío y él también sonríe de lado, es una sonrisa pequeña, una sonrisa con dolor—. Desde ese día cada vez que me veías me llamabas por el apodo y yo utilizaba el de dientes de lata, aunque ya no tenías ortodoncia, entré a la preparatoria y me ayudaste en mi primer día, debido a que me manche mi pantalón blanco con salsa de tomate, y a partir de ese entonces, comenzamos a unirnos un poco más. —Suspiro—. Podía quedarme horas contigo en la acera sentada escuchándote tocar la guitarra, tu mamá ya no me quería cerca después de dos años de que nos mudamos, y creí que era por lo de las galletas, pero al parecer nunca le agradé.

» Éramos Sam, tu y yo contra el mundo, éramos un trío, y no sé cómo ocurrió, solo sé que después de un tiempo, comenzó a molestarme verte cerca de otras niñas, y no lo entendía. —Rio para mí misma—. Y comencé a celarte, y era muy extraño, después tu comenzaste a celarme. Una vez, fui a una cita en una pizzería, y llegaste a la pizzería con Sam, ambos se sentaron en mi mesa y como si nada comenzaron a comer pizza.

Lo veo reírse y pasar la mano por su rostro.

—¿Hice eso?

Asiento.

—Lo hiciste, cuando interrogue a Sam, él dijo que tú fuiste el de la idea. Estabas celoso, Kidman, y cuando te reclamé lo admitiste a la primera, no hubo excusas, no hubo mentiras, solo dijiste que no querías que ningún otro chico se me acercara, no cuando querías ser tú el que me llevara a comer pizza.

» No sabía que éramos, pero comenzamos a salir más, a estar juntos y a besarnos, pero no decíamos que éramos novios, solo amigos. Nuestra primera cita fue ir a un parque acuático, ahí fuiste torpe y dejaste caer tu helado en mi ropa mientras intentabas besarme por primera vez.

—Oh Dios.

Rio y asiento.

—Estabas más nervioso que yo, y eso que ya habías tenido citas, y para tu información, quien besó al otro por primera vez, fui yo, te besé primero porque estabas ocupado disculpándote y la única manera que encontré de callarte era besándote. En nuestra segunda cita, me llevaste a una granja para enseñarme a montar caballo, terminé cayéndome varias veces y te reíste en cada una de ellas, la cita terminó con ambos mirando el atardecer. —Hago una pausa y me atrevo a dar otra paso en su dirección, no parece querer alejarse—. Nuestra tercera cita, fue en un parque de diversiones, nos montamos en cada atracción que vimos y cuando una mujer te preguntó quién era yo, le dijiste que era tu novia.

» Fue la primera vez que lo dijiste, hablaste con mis padres, y ellos te aceptaron, pero tu madre no lo hizo, ella no quería que estuvieras cerca de mí por ningún motivo, y por ello tenían muchas discusiones, y Sam, él había dicho desde el primer momento en el cual los tres salimos juntos, que tú y yo terminaríamos juntos.

Hago una larga pausa, porque sé que lo que relatare abrirá viejas heridas, porque sé que va a romperme un poco más, porque sé que; va a doler. Tomo una grande y profunda inspiración cuando siento el dolor recorriendo mi cuerpo, cuando siento como las lágrimas bañan mis ojos.

—¿Qué ocurrió después, Hailee? —pregunta con suavidad.

Sus dedos alzan mi mentón y me obliga a mirarlo. Lamo mi labio inferior antes de decir.

—Fuimos novios sin importar lo que dijo tu madre, la desafiabas por mí y solo le pedías que me diera una oportunidad. Tu papá nos apoyaba y la mantenía a ella a raya, y las cosas fueron increíble, Ax, fueron los dos mejores años de mi vida, pero principios del tercer año, las cosas comenzaron a ir mal.

Frunce el ceño.

—¿Por qué?

—Ya te habías ido a la universidad, estudiabas en Sídney, y aunque nos mirábamos todos los fines de semanas y hablábamos todos los días, comenzaste a alejarte después de unos meses. Casi no respondías los mensajes, decías que estabas ocupado, cuando iba a verte, sacabas excusas y comencé a pelear sola, porque tu solo me escuchabas y después me abrazabas cuando lloraba porque no entendía que ocurría, y no decías nada.

Da un paso hacia atrás confundido y niega con la cabeza.

—¿Por qué hice eso? —pregunta más para él que para mí.

—Dejamos de hablar por dos semanas. —Fija su mirada en mi—. No sabía nada de ti, y Sam tampoco, una noche me enviaste un mensaje. —Hago una pausa y respiro profundo—. Decías que me amabas y que siempre seríamos sempiternos...

Un sollozo sale de mis labios y cubro mi rostro con mis manos, duele, recordar duele y quisiera olvidar esa noche con todo mi corazón, quisiera que ese recuerdo desapareciera. Sus manos apartan las mías de mi rostro y acuna mi cara, dejando un beso en mi frente.

—Hailee...

—Te respondí, te dije que también te amaba. Esa noche, hubo una tormenta y estaba sola en casa con Henry, mis padres habían llevado a Ali al teatro, aunque ella fuera pequeña siempre le gustó ver las obras, y lo siguiente que supe fue que me llamaron del hospital. —Mi voz se quiebra y sollozo, tiemblo y él me abraza, me sostiene mientras me quiebro, mientras que mi alma sangra—. Tuvieron una accidente, el auto se salió de la vía, y necesitaban que un familiar estuviera allí.

—No tienes que seguir, pequeña —dice con la voz rota—. No necesito que sigas, no te hieras por mí.

Niego con la cabeza y me aparto de su cuerpo, sorbo por mi nariz y veo sus ojos llenos de dolor, tomo una larga respiración.

—Fui al hospital con Henry, era solo un bebé, mi madre...—Sollozo y cierro los ojos con fuerza, niega con la cabeza y respiro profundo—, ella murió en el impacto, en cambio papá y Ali estaban siendo atendidos.

Cierro los ojos con fuerza, puedo recordar la mirada de lástima de la mujer, los llantos de Henry, no entendía que mamá no volvería, pero los truenos lo asustaban y hacían llorar. Recuerdo cuando me dijeron que papá y Ali estaban críticos, cuando me dieron una mirada que claramente decía que quizás iba a perder a mi familia por completo.

—Fue una noche larga, cuando los vidrios se partieron cortaron el rostro de Alice, tenía una pierna rota, costillas rotas, y mientras que mi madre estaba muerta y que mi padre estaba inconsciente desangrándose, ella estaba consciente, estaba llorando del dolor. —Niego con la cabeza—. Cuando los bomberos llegaron, escucharon su llanto —lo miró directamente a los ojos—. Sam estaba en Londres con sus padres, no pudo estar ahí, y no podía viajar por la tormenta, el abuelo estaba en Rusia, y ningún familiar estaba cerca, todos viven en Rusia o Estados Unidos, esa noche la pasé en un pasillo de hospital con Henry entre mis brazos, con doctores y enfermeras diciéndome que debían llevar a Ali a cirugía y que era riesgoso, diciéndome que no había mejoras en mi padre. —Sollozo—. Te llamé incontables veces, no respondiste nunca, y necesitaba que estuvieras ahí, necesitaba que me dijeras que todo iba a estar bien, y luego de unas horas...

Sollozo con violencia y muerdo mi labio inferior con fuerza, alzo la mirada hacia él y lo veo llorando también.

—Me dijeron que podía ver a mi padre, en realidad, querían que me despidiera por si algo ocurría, una enfermera se ofreció a cuidar a Henry mientras iba, y cuando entré a esa habitación, lo poco que quedaba de mi se rompió en miles de pedazos pequeños. —Sollozo—. Mi padre no era quien estaba en esa habitación, estabas tú Axellen.

Su rostro se llena de confusión y da un paso hacia atrás, tapo mi boca cuando un sollozo sale, cuando el alma se me quiebra, cuando los recuerdos me queman como si fueran fuego.

—¿Cómo...?

—Hubieron tres carros involucrados en el accidente, el de mis padres, el de otro hombre y el tuyo. Estabas inconsciente y necesitabas ayuda para poder respirar, y solo sé que creí que estaba viviendo una pesadilla. Mi madre estaba muerta, mi hermanita estaba en cuidados intensivos con diferentes aparatos conectados a su cuerpo y cuando salí de la habitación. —Sollozo y niego con vehemencia, llevo la palma de mi mano a mi corazón y siento los latidos de mi corazón—. El doctor me dijo que mientras subían a mi padre de emergencia al quirófano murió, su corazón se detuvo y no pudieron reanimarlo.

» Perdí a mis padres, los perdí y lo último que les dije antes de que se fuera de casa era que quería que lloviera toda la noche. —Rio entre el llanto—. No les dije que los amaba, no le dije que tuvieran cuidado, solo les dije esa estupidez y ellos se rieron. La última vez que los vi con vida fue mientras se reían de mis palabras.

Alzo la mirada hacia él, está mirando el piso.

—Hablé con tu madre. —Me mira—. Cuando le pedí respuestas, cuando le supliqué que me explicará que ocurría contigo, solo me gritó, gritó que todo era mi culpa y me prohibió acercarme a ti. ¿Qué podía hacer yo? Ella era tu madre y yo solo la novia con la cual no hablabas. Así que por los siguientes días, Alice siguió delicada, el abuelo vino a cuidarnos pero hubo otro problema. —Sonrío con tristeza—. Servicios sociales no creían conveniente que un hombre ya mayor se hiciera cargo de tres niños, una adolescente, un bebé y una niña que quizás quedará con secuelas por el accidente.

» Y ahí estabas tú, me empecé a escabullir a tu habitación, estabas inconsciente, no habías recuperado la conciencia y una enfermera me ayudaba a entrar a tu habitación, Sam también entró varias veces, y detesto hacerlo, a él nunca le gustaron los hospitales. —Sonrío—. Los padres de Sam nos estaban ayudando para que nuestra custodia quedará a manos del abuelo, o la otra alternativa, era que ellos fueran nuestros tutores.

Dejo salir un suspiro tembloroso.

—El día que despertaste, Ali tuvo una complicación, solo entendí las palabras cirugía de emergencia y riesgo alto cuando hablaron con nosotros, solo sé que quería que la pesadilla acabará, y cuando entré a tu habitación, cuando despertaste. —Niego con la cabeza—. Fue lo mejor que pudo pasar ese día, y después se convirtió en una pesadilla cuando vi que no me recordabas, pero estabas vivo, debía de sentirme feliz por eso y pero dolía.

» Ali mejoró en el transcurso de la semana y cuando pude, me escabullí a tu habitación, pensé que diciéndote quién era me dejarías quedarme, que hablaríamos pero...

—Te corrí —dice con la cabeza agachada—. Te eché de la habitación y te traté mal, lo hice y no lo merecías.

Asiento con cuidado.

—Y luego, cuando volví, la enfermera me dijo que te habías ido. No sabía cómo comunicarme contigo, desapareciste del mapa y los años pasaron, y cuando tenía veinte, volví a saber de ti, estabas en las noticias y supe que estabas en Canadá, que tenías una novia y parecías feliz, y yo estaba intentando serlo, y luego volviste y colocaste todo de cabeza. —Dejo salir un suspiro—. No quise mentirte, jamás quise hacerlo, pero estabas de vuelta Axellen, estabas aquí y sentí miedo, miedo de volver a sentir el mismo dolor al ver que no puedes recordarme, miedo, al saber que yo ya no era alguien en tu vida.

» Mentí para protegerme, mentí y te oculté cosas para no ver la mirada de lástima, para no ver cómo te reprochas, para no ver cómo te lamentas por haberme olvidado, para no ver que cuando me miras, lo haces con dolor, justo como ahora lo estás haciendo. —Lloro y tiemblo—. Porque duele, saber que sin importar nada, mi corazón te sigue perteneciendo. Así que adelante, grítame por mentir, grítame por ocultar cosas, dime que fui egoísta y solo pensé en mí, en mi dolor, porque sé que lo hice. —Sollozo—. Hazlo, ódiame si quieres, nada puede ser peor que saber que la persona que amo no me recuerda. Porque no lo haces, ¿no es así?

No me responde, solo aparta la mirada hacia el suelo, cierro los ojos con fuerza. No recuerda, alguien le contó. Aprieto con fuerza la tela de mi camisa mientras me abrazo a mí misma, lo veo caminar por el lugar y no decir nada. Las lágrimas bajan silenciosamente por mis mejillas.

He dicho la verdad.

Y no me siento pacífica, no me siento libre, sólo siento que duele, que desgarra, que quema.

—No te odio en absoluto —lo escucho decir y alzo mi mirada hacia él—. Pero tampoco puedo decir que me siento bien al saber que me mentiste. —Da un paso en mi dirección—. Lo siento, lo lamento tanto —se acerca otro poco más, hasta quedar enfrente de mí—. Me imagino lo que tuvo que ser volver a verme y recordar lo que ocurrió, estoy intentando colocarme en tus zapatos.

Estiro mis brazos y acuno su rostro entre mis manos, acaricio sus mejillas y siento como sus lágrimas caen, como mojan mis dedos.

—Lo siento, no quise mentirte. Pero cuando me di cuenta ya lo estaba haciendo; no quería decir la verdad.

Apoya su frente a la mía, dejando salir un suspiro entrecortado.

—Lamento haberte olvidado.

—No pudiste evitarlo.

Sonríe sin despegar sus labios.

—También lamento haberte hecho llorar. No sé qué pensaba cómo para haberme alejado de ti, tuve que haber sido un completo idiota.

Rio y niego con la cabeza, rozando mi nariz con la suya.

—Tenías que tener una razón —lo miró directamente a los ojos—. Nunca te alejabas así por así, debía de haber un motivo.

—¿Cuál...?

—No —lo interrumpo—. No quiero hablar nada que tenga que ver con el pasado, no cuando puede ser doloroso.

—No podemos escapar de nuestro pasado, Hailee.

—Pero justo ahora podemos evitarlo.

No parece de acuerdo pero asiente con la cabeza, sus labios rozan los míos con cuidado, con delicadeza, mis manos se deslizan por su cuello y se posicionan en sus hombros. Su respiración se mezcla con la mía, el corazón me va muy rápido, va a una velocidad extrema, sus manos rodean mi cintura, me atraen hacia él y cuando veo sus ojos, caigo, me pierdo en el gris de su mirada, me pierdo en su aroma.

Mis pensamientos se callan, solo sé que mi estómago está lleno de animales, solo sé que mis dedos pican y siento que floto. Cuando nuestros labios se unen, saben a lágrimas y dolor, pero también a cariño y amor. Nos amamos en el pasado, nos adoramos, nos pertenecimos en cuerpo y alma, y no importa cuánto tiempo estuvimos separados, nuestros corazones siguen latiendo por el otro.

No seguimos perteneciendo nos el uno al otro.

Mis dedos hacen presión sobre sus hombros, rodeo su cuello y me pego todo lo que puedo hacia él. Su lengua se abre paso entre mis labios y busca la mía, me hace volar, me hace subir hacia el cielo y rozar las yemas de mis dedos en él.

—Lo que dijiste, ¿cómo lo sabías? —pregunto cuando nos alejamos por aire.

Sonríe.

—Eres tan cruel que estuviste torturándome con esas palabras la mayor parte de las noches, solo que tu voz no era clara y tampoco la imagen, pero ahora puedo darle una mejor voz.

Sonrío y asiento.

—¿No hay más secretos? —inquiere en un susurro ronco.

—No los hay.

Suspira aliviado y acaricia mis mejillas, acuna mi rostro entre sus manos y cierra los ojos con fuerza.

—Promete algo, Hailee. —Abre los ojos y asiento con la cabeza—. Promete, que aunque la verdad sea dolorosa, me la dirás, no guardarás más secretos, y yo tampoco lo haré.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué quieres que lo prometa?

—No quiero que una mentira nos separe. Mis secretos en el pasado lo hicieron y no voy a dejar que ahora, en el presente; lo hagan otra vez.

Acuno su rostro entre mis manos.

—Lo prometo.

Él sonríe y sus labios impactan contra los míos, una de sus manos se coloca en mi nuca y hace un poco de presión. Mi cuerpo se arquea cuando muerde mi labio inferior y tiro de su cabello. Hay diferentes tipos de amores, amores que curan, amores que rompen, y amores que sin importar nada, siguen siendo igual de intensos y arrasadores que la primera vez, y él y yo, somos el amor número tres.

Somos intensos, arrasadores, y siempre encontramos la manera de funcionar. Lo hicimos en el pasado y lo haremos ahora también.  





Pobres ilusos
Hola, pequeños. Si soy sincera, no edité el capítulo una segunda vez, no tengo ánimos de escribir ni de editar, pero dije que lo tendrían y no quería fallarles. Espero que les haya gustado y lo disfrutarán.
Nos vemos luego 💙

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