15
NF- Lost in the moment ft. Andreas Moss
—No estoy loca —dice en un hilo y voltea a verme con dolor—. ¿Crees que estoy loca?
Niego con la cabeza y coloco la palma de mi mano en su espalda, para empujarla un poco y así lograr que avance, pero no lo hace, se queda quieta en el lugar y me sigue observando con dolor, como si la hubiera traicionado.
—Ir a un psicólogo no significa que estás loco —dice Mayrah a mi lado, los ojos de Alice se deslizan hacia ella—. Solo significa que quieres hablar, puedes contarle cómo te sientes, que quieres y que no, puedes desahogarte con ellos, ellos te escucharan.
Alice aparta su mirada de ella y la vuelve a clavar en mí, sus ojos cafés están taladrándome. No ha querido salir casi de su habitación desde que levantamos la denuncia en contra del instituto, come poco y habla igual de poco. Cuando intento que hable conmigo sobre qué le ocurre no lo hace, lo evita y me desespera su silencio.
En las últimas noches ha tenido pesadillas, se despierta llena de sudor y gritando, no sé porque las tiene, no sé qué las está provocando y ella no habla conmigo, así que no sé nada. Estoy atada de manos.
La madre de Mayrah es psicóloga, ella se ofreció a hablar con su mamá para que nos ayudará, porque estoy desesperada. Clary está haciendo hasta lo imposible para que ella no tenga que declarar ante la corte, no quiero que pase por ese trauma de tener varios pares de ojos fijos en ella.
—Desty no quiero ir.
—Por favor, solo ve y prueba como es —pido e intento que se mueva, pero no lo hace—. Solo debes entrar en la casa, ni siquiera es en una oficina. Además, mira, la casa es bonita. ¿No lo crees?
No responde a mi pregunta, se queda mirando la casa por unos breves segundos y termina bajando la cabeza, mientras juega con sus dedos.
—Ella te dirá lo que diga. —Mira a Mayrah—. Lo hará porque es tu madre.
—No lo hará, todo lo que digas quedará entre tú y ella, lo juro —dice rápidamente Mayrah—. Mi madre te va a agradar, no muerde, ya verás.
Le suplico con la mirada que avance, ella deja salir un suspiro pesado y me hace caso, comienza a avanzar con cautela hacia la casa, tocamos la puerta y una mujer agradable la abre. Es muy parecida a Mayrah, ojos negros, cabello rizado y piel tostada, si no me equivoco, Sam mencionó que ella tenía ascendencia brasileña.
—Buenas tardes, tú debes de ser Alice —dice la mujer en dirección a mi hermana, extiende su mano y añade—: Un gusto, linda, soy Meyrah.
La mocosa intercambia una mirada conmigo y asiento con la cabeza.
—Un gusto —musita en voz baja y estrecha la mano de la mujer, prácticamente haciéndose un ovillo.
—¿Te gustan las galletas de vainilla? —inquiere la mujer, entrecerrando los ojos y sonriendo un poco.
Ali asiente con la cabeza y la sonrisa de la mujer se amplía, la invita a entrar y Alice voltea a verme, lo hace con tristeza. Últimamente solo hay eso en su mirada, no creo que ella esté loca, solo creo que necesita ayuda.
Le sonrío de lado y muevo un poco la cabeza en dirección a la puerta, ella duda en hacerlo, pero termina haciéndolo. Meyrah se gira hacia mí mientras mi hermana camina hacia la sala.
—Te llamaré dentro de una hora. No te preocupes, ella está en buenas manos.
—Gracias.
Sonríe.
—Agradece cuando comencemos a ver resultados, linda. —Ve hacia su hija—. No olvides comprar lo que te pedí, Mayrah, por favor.
—No lo haré, madre.
Nos despedimos de la mujer y dudosa me alejo de la casa, montándome en el auto y conduciendo lejos, solo espero que esto resulte o no sabré qué otra cosa puedo hacer.
—Sam me pidió que me mudara con él —suelta Mayrah.
—¡¿Qué?! —exclamo y un pierdo por un momento la estabilidad del auto, algunos pitean y me acomodo en el carril correspondiente. Volteo a verla por unos segundos y ella está con los ojos en par en par abiertos—. Sabes, cosas como esas no se sueltan mientras alguien maneja.
—¡Lo siento! —chilla—. ¡No creí que te sorprendería!
—¿No lo creíste? Ni siquiera sé si son novios o están saliendo o que carajos ocurre, solo sé que aman succionarse las bocas el uno al otro.
—No nos succionamos la boca el uno al otro.
Sonrío divertida.
—Mi hermano pequeño dice que ustedes son como aspiradoras. ¡Y solo ha estado con ustedes cuando fuimos a las ferias!
—Oh por Dios —musita avergonzada.
Suelto una carcajada y niego con la cabeza, Henry me dijo hasta cuántas bacterias estaban intercambiando entre ambos, sus palabras exactas fueron que mientras dejaban a Mayrah en su casa, Sam le había comido la boca como si fuera un caníbal.
—¿Aceptaste mudarte con él?
—No, es muy pronto y creo que se enojó por ello.
—Ya se le pasara, las ideas que Sam tiene a veces son un poco descabelladas.
Siento su mirada en mí, la veo de reojo y efectivamente, está mirándome.
—¿Solo un poco? Está hablando hasta de presentarme con su madre.
Y esa confesión me sorprende.
—¿Y tú quieres ir lento?
—Sí —afirma—. No es que no quiera conocer a la mujer que lo trajo al mundo, solo es muy apresurado, llevamos saliendo semanas y quiero ir con calma, en la última relación que estuve me apresure demasiado y no salió muy bien.
—Entonces dile que quieres ir con calma.
—No sé cómo decírselo.
Estaciono el auto enfrente del bufete de abogados y la observo con cara de: ¿Estás tomándome el pelo? Pero su rostro dice que habla en serio. Niego con la cabeza y me quito el cinturón de seguridad, me acomodo en mi lugar para verla de frente y decir:
—Es fácil, le dices: Sam, me gustas y es increíble todo, pero necesito ir despacio y no a toda velocidad. Fin del cuento. Nada difícil. Solo hazlo.
Muerde su labio inferior y me observa con nerviosismo.
—¿Crees que se enoje?
—Nah, Sam es sensato, solo debes decirle lo que piensas y ya.
—Bien, se lo diré esta noche.
Sonrío.
—O puedes hacerlo justo ahora.
Su rostro se llena de confusión y sonrío más amplio.
—Señoritas —dice Sam, abriendo la puerta.
Mayrah grita del susto y voltea a verlo con terror, dejo salir una carcajada al ver la mirada de confusión de Sam y el rostro lleno de terror de ella.
—También es un gusto volver a verte, Mary —dice con una sonrisa, y utilizando el mote que le tiene.
—¡Me asustaste! —chilla.
—Si no lo dices no nos damos cuenta —digo y ambos voltean a verme, ella indignada y él burlón—. Lamento el sarcasmo, pero a veces él solo sale. Fluye sin que pueda detenerlo.
—Ya, ya, ya —interviene Sam sonriendo—. Arriba están los casos que debes atender, no son muy difíciles —dice en dirección a Mayrah.
Ella asiente y sale del auto. Sam toma su lugar rápidamente y se coloca el cinturón de seguridad, ambos están cuchicheando y revoloteo los ojos, golpeo con mis dedos el manubrio y sonrío divertida cuando empiezan a succionarse la boca el uno al otro.
Carraspeo y toso con exageración para que ambos se alejen, cuando lo hacen veo las mejillas de ella tornándose rojas. Es raro ver a una morena sonrojada.
—Después pueden seguir aspirándose, pero vamos tarde —digo y les sonrío.
Ambos terminan de despedirse y coloco el auto en marcha. Henry tenía razón, son aspiradoras cuando se besan y no les importa dónde, o con quien estén.
—Aquí vivíamos —dice Sam—. Tu casa es la del medio, la mía la de la izquierda y la de la zanahoria la de la derecha.
Miro de reojo a Axellen, mira con detenimientos las tres propiedades que están a unos pasos de distancia. Mi cuerpo está tenso, venir aquí es retroceder en el tiempo, desde que mis padres murieron no pisé otra vez este lugar, me mudé junto a mi abuelo y mis hermanos a los suburbios del otro lado de la ciudad, dejando atrás la casa en la que fui una adolescente feliz.
—¿Tienes la llave? —inquiere Sam y ambos volteamos a verlo—. Porque si no la tienes, yo sí.
Arqueo una ceja y lo observo con confusión, Axellen también lo mira confundido.
—¿Por qué tienes una llave de mi casa?
—Éramos mejores amigos, imbécil —dice con obviedad—. Me la diste cuando estabas borracho, así yo te llevaba hasta tu cuarto sin tener necesidad de despertar a tus padres y también tengo una copia de la tuya. —Voltea a verme y sonríe.
—Nunca te he dado una copia.
—Claro que no, pero yo saqué una copia.
Lo observo confundida.
—¿Por qué hiciste eso?
Se encoge de hombros.
—Si llegaba a casa ebrio por alguna fiesta mi madre iba a matarme y colgarme de los pies, además tu padre lo sabía y me dejaba dormir en la habitación del sótano.
—¿Ok? —digo dudosa.
Jamás lo vi saliendo de mi casa. Ahora entiendo porque a veces encontraba la cama del sótano desordenada cuando yo siempre la dejaba bien acomodada.
—Entonces. ¿Tienes o no tienes la llave? —pregunta en dirección a Axellen.
—No, no he hablado con mi madre y tampoco sabía que íbamos a venir aquí —dice volteando a verme.
Me encojo de hombros, no fue mi idea, fue de Sam traerlo hacia nuestro viejo vecindario para que conociera donde se crió, porque a diferencia de mí, que llegué cuando tenía siete, ellos nacieron y se criaron en el mismo lugar, pero nunca hablaban.
—Bueno, en ese caso, debemos buscar la llave en mi antigua habitación, la tengo guardada allí. —Comienza a caminar hacia su casa y los dos lo seguimos por detrás—. Mi madre se puso como loca cuando le dije que habías vuelto.
Tardo un poco en caer en cuenta que la mamá de Sam sabía de mi relación con Axellen, lo que significa que puede decir algo y enviar todo al demonio. Muerdo mi labio inferior e intento caminar rápido para alcanzar a Sam, pero ya es tarde, porque la puerta se abre y muestra a la mujer que trajo al mundo a mi mejor amigo y hermano perdido, literal.
Sus ojos mieles brillan cuando ven la figura detrás de mí, y no tarda en salir de la casa para estrechar entre sus brazos a un paralizado Axellen, ahogo una carcajada al ver su rostro y Sam la disimula con tos.
—Pero mira que grande y guapo estas, niño —dice la progenitora de Sam y lo toma por los hombros—. Eres todo un galán, todo un hombre.
Ax sonríe incómodo y su rostro se torna rojo cuando ella comienza a jalar sus mejillas, no puedo aguantar la carcajada por más tiempo y la dejo salir, mientras él nos pide ayuda a nosotros con la mirada, Sam y yo nos partimos de la risa.
—Gracias señora...
—Oh no, nada de señora; dime: Sandy, niño. —Lo toma del brazo y lo jala hacia el interior de la caja, guiñándome a mí un ojo.
—Sam —llamo por lo bajo—. No debemos dejar que tu mamá le diga sobre...
—Tengo las bases cubiertas, zanahoria, mamá sabe hasta dónde puede hablar. —Sonríe amplio—. No te preocupes.
Asiento y ambos entramos en la casa, escuchamos a su progenitora hablando hasta los codos y nos quedamos alejados, mirando a Ax, que, aunque le presta atención, también está avergonzado.
—Eras un bebé en pañales, aunque a veces te gustaba quitártelos y salir en pelotas a la calle, eras un picaron, Ax.
Sam y yo nos echamos a reír, mientras que el rostro del mencionado se torna rojo de la vergüenza, nos observa con vergüenza y seco una de las lágrimas que caen por mi rostro, es divertido volver a escuchar esas lindas anécdotas.
—Ya, ya, madre deja al pobre —dice entre risas Sam, acercándose a ellos—. Vamos, te voy a enseñar mi habitación, allí se ve directo hacia la tuya, compartíamos ventana, hombre, y por ello te vi el culo muchas veces porque eras imbécil y se te olvidaba cerrar las cortinas.
Me carcajeo de manera sonora, porque Ax parece un tomate de lo rojo que está. Dice algo entre dientes y Sam solo se echa a reír, el segundo le dice que vaya subiendo las escaleras y le indica cuál habitación es, este lo hace sin rechinar.
Creo que está huyendo de Sandy.
—¿Puedo decirle que también le viste el culo muchas veces? —inquiere en un tono de voz bajo y en mi dirección. Mi risa cesa de golpe y me paralizo—. Ya sabes, cuando me obligabas a espiarlo contigo para saber porque huía de ti.
—Ni se te ocurra, Samuel.
Sonríe diabólicamente.
—¿Qué ocurriría si supiera que pasabas horas mirándolo a través de mi ventana? —Hace una mueca de satisfacción—. Imagina que sepa que usabas binoculares y ropa negra para meterte en el papel.
—Samuel —mascullo entre dientes.
Ahora es turno de su progenitora de reírse a todo pulmón y verme con diversión.
—Lo recuerdo. Sabías sus horarios, cuando llegaba, a qué horas se bañaba y a qué horas se acostaba. Eras toda una acosadora, cariño —dice Sandy y siento mi rostro colocándose rojo.
—No lo acosaba, solo quería saber por qué huía de mí. Nada más.
—Para mí que él te gustaba y así te acercabas —musita ella y mueve las cejas con picardía.
—¡No es cierto! —chillo y cierro la boca de golpe al ver que he gritado.
Madre e hijo intercambian una mirada de complicidad e inflo mis mejillas, sintiéndome acalorada, avergonzada e indignada, nunca lo acosé, solo quería averiguar algo en específico, pero nunca lo descubrí y terminé dándome por vencida unas semanas antes de que me colocaran ortodoncia —o sea cuando tenía diez y ya habían pasado tres años de acosarlo, si, era algo intensa— y él, por alguna razón, me dijera por primera vez, ferretería andante.
—Hay que ir arriba —digo, intentando mantenerme serena mientras ellos sonríen—. Mueve tu culo, Samuelito.
Ambos se echan a reír y como veo que el mencionado no se mueve comienzo a empujarlo hacia las escaleras, ambos entramos en la habitación, Axellen está mirando los dinosaurios que Sam tiene coleccionados, no mentía al decir que sabía sobre ellos. Tiene poster, libros, hasta sus sábanas eran de ellos, hasta que las dejo a un lado porque comenzó a conocer niñas.
—¿Esa era mi habitación? —inquiere Axellen, señalando hacia la ventana de marco blanco.
—Lo era —afirma Sam, buscando en un cajón la llave—. ¡Ya la tengo!
Axellen se voltea hacia él y toma la llave, después sale de la habitación, Sam intercambia una mirada de confusión conmigo, creo que está ansioso de ver su viejo hogar. Él no lo pisó nunca, después de que despertó del coma sus padres se lo llevaron desde el hospital hasta otro país y ya.
Miro una llave dentro del cajón que Sam abrió y sé que es de mi casa, antes de que pueda detenerme la tomo y deslizo por el bolsillo de mi pantalón. Salgo de la habitación y después de la casa, observándolos a ambos entrando a la otra. Cuando entro en la casa de Ax es raro, casi nunca estuve dentro de esta casa, en realidad puedo contar con una mano las veces que entre.
—Tu habitación era la segunda —dice Sam.
Axellen no pierde tiempo y sube las escaleras, todos los muebles están cubiertos por sábanas blancas y se nota que vienen seguido a limpiar el polvo, porque no veo ni siquiera una araña. Subo las escaleras cuando me doy cuenta que estoy sola en la planta inferior, entro en la habitación y Axellen mira todo con detenimiento.
Es raro volver a estar aquí después de años.
—¿Por qué hay póster de música por doquier? —pregunta confundido.
—Te gustaba —digo en un susurro y voltea a verme—. Tocabas la guitarra.
—Al parecer sigo haciéndolo, mi padre me inscribió en clases de guitarra y aprendí otra vez.
Asiento con la cabeza.
—A veces escribías canciones.
—¿Canciones? —inquiere con el ceño fruncido.
—Canciones —repite Sam—. Y algunas eran buenas, mira.
Camina hasta el armario y lo abre, sacando una guitarra, me paralizo cuando recuerdo que la guitarra tiene la inicial de mi segundo nombre y la inicial de él. Mi nombre significa destino, y él decía que yo era su destino, algo cursi, lo sé, pero debemos admitir que era romántico y tierno, aunque también empalagoso.
Axellen toma la guitarra entre sus manos y se sienta en la cama, pasa sus dedos por las cuerdas y algo se remueve dentro de mí al verlo con ella, las memorias comienzan a surgir dentro de mi mente.
«—Cántame otra vez —pido en un susurro.
—¿Qué canción quieres?
Lo pienso por unos minutos y sonrío.
—Inventa una, la que salga de aquí. —Señalo su corazón y él sonríe.
Me siento como un indio y coloco una almohada sobre mis piernas, porque la camisa se ha subido y es ridículo, hace unos minutos me vio desnuda y ahora tengo su camisa mientras él está en bóxer, sentado a mi lado, pero, aun así, a veces me da vergüenza.
Sus dedos se comienzan a mover por las cuerdas, me regala una pequeña sonrisa y comienza a cantar:
Eres hermosa,
Lo eres como una rosa,
Tú mueves mi mundo,
Y por ti son mis versos y melodías.
¿Cómo fue que alguien como tú se fijó en alguien como yo?
¿Cómo es que logre enamorarte?
¿Qué fue lo que viste en mí, cariño?
Soy afortunado de tenerte entre mis brazos,
Soy afortunado de que seas la indicada para mí.
Déjame besarte hasta el cansancio,
Déjame recorrer tu piel.
Susúrrame tus miedos,
Cuéntame tus sueños,
Prometo escucharte cada noche,
Prometo nunca cansarme,
Nos pertenecemos, estamos destinados.
¿Cómo fue que alguien como tú se fijó en alguien como yo?
¿Cómo es que logre enamorarte?
¿Qué fue lo que viste en mí, cariño?
Soy afortunado de tenerte entre mis brazos,
Soy afortunado de que seas la indicada para mí.
—¿Tan mal canto que estás llorando? —pregunta, dejando de tocar y secando las lágrimas que no sabía que se deslizaban por mis mejillas.
Sonrío y niego con la cabeza, secando las lágrimas. Él deja la guitarra a un lado y me jala del brazo, sentándome a horcajadas sobre él. Sus ojos grises están claros y sus labios están cerca de los míos.
—Es hermosa.
—Igual que tú.
Sonrío y niego con la cabeza.
—Eres un charlatán.
—Un charlatán que está enamorado de ti —musita a milímetros de mis labios, mientras que sus manos se deslizan por los lados laterales de mi torso, subiendo la camisa.
—¿Hasta el fin de los tiempos? —curioseo divertida.
Sonríe amplio.
—Hasta el fin de los tiempos...»
—¿Hailee? —inquieren y parpadeo varias veces. Ahuyentando las lágrimas que se acumularon en mis ojos, mi corazón va rápido y tengo una fea presión en mi pecho.
Duele recordar lo que fue y nunca volverá a ser.
—Eh, sí —musito sin saber de qué hablaban.
—¿Entonces si conoces a Peter Pan? —curiosea Axellen.
—¿Eh?
Me observa curioso por unos breves segundos para sonreír y negar con la cabeza, la guitarra está sobre la cama y él tiene un libro entre sus manos, no sé cuál es, no reconozco la portada y tampoco logro entender lo que dice, la letra es corrida y tendría que doblar la cabeza para verlo.
—¿Por qué hay varios libros de poesía? —curiosea en mi dirección.
—Tu madre te decía que los leyeras, y lo hacías para no discutir con ella.
—¿Mi relación con ella era mala?
Intercambio una mirada con Sam y ambos nos encogemos de hombros.
—No era la mejor, o eso sabemos nosotros —dice Sam en mi lugar.
—¿Por qué?
—Porque tu madre odiaba a Hailee y yo no le agradaba.
Miro con horror a Sam y él masculla una vulgaridad entre dientes al ver el error que ha cometido. Porque: Uno, la madre de Axellen no me quería porque estaba de novia con su hijo y ella decía que yo no era suficiente para él, y dos, no quería a Sam solo porque decía que él le metía cucarachas a su hijo en la cabeza para que siguiera conmigo en vez de terminarme.
Axellen me observa sin entender nada y mi cabeza no sabe cómo diablos explicar eso.
—¿Por qué mi madre te odiaba?
—Porque ella iba asesinándote —responde rápidamente Sam y ambos volteamos a verlo—. ¿A qué eres alérgico Ax?
Y lo entiendo, sé la mentira que va a distorsionar.
—Al maní.
—Bueno, debido a que huías de ella, Hailee te hizo galletas con mantequilla de maní y las dejo afuera de tu casa, tú te las comiste, te dio una severa alergia y no podías respirar con facilidad, tuvieron que llevarte al hospital. Desde entonces, tu mamá siempre creyó que ella quería matarte.
Trago saliva con fuerza al ver el desconcierto en el rostro de Axellen, rezo para mis adentro para que se lo crea y no haga más preguntas, para mi suerte frunce el ceño y dice:
—Entonces si huía de ti.
Sonrío aliviada.
—Te lo dije, eras un cobarde.
Niega con la cabeza y sonríe de lado, mientras sigue echándole un ojo a los libros de poesía, intercambio una mirada con Sam y él deja salir un suspiro de alivio. No sé cómo es que aún no se nos han caído las mentiras y el teatro que hemos montado, pero por los momentos, prefiero que no lo haga.
Muerdo mi labio inferior y veo la guitarra, ahí, en un costado, están las iniciales.
D&A.
Mi corazón se retuerce con fuerza dentro de mi pecho y siento como el dolor comienza a extenderse, quemando, lastimándome con fuerza, no sé hasta cuando voy a seguir torturándome de esta manera.
N/A
Hola, un capítulo sorpresa porque no sé si la otra semana pueda actualizar, but espero que les haya gustado. No olviden regalarme una estrellita y un comentario, es importante para mi c:
#NoLectores Fantasmas.
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¡TENGAN UN LINDO FIN DE SEMANA!
¡NO VEMOS LUEGO!
¡CAMBIO Y FUERA!
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