Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

03

David Guetta & Sia - Light Headed

|°°°|

—Lamento no haber podido ir contigo, cariño. Pero te lo compensaré —dice en un susurro ronco y escucho algo cerrándose.

—No importa, no te pierdes de mucho —digo con la voz ahogada.

—Bien, entonces te veo mañana, ten una buena noche.

Respondo que igual y la llamada finaliza. Cierro los ojos con fuerza y apoyo mi cuerpo a la pared, sintiendo los latidos desesperados de mi corazón chocando contra mi caja torácica, muerdo mi labio inferior y dejo salir un suspiro.

—Debes controlarte, no pierdas el control, Hailee Destiny Belova, ni se te ocurra perder el control —repito en voz baja.

Dejo que mi cuerpo se deslice por la pared detrás de mí y quedo sentada en el suelo, puedo escuchar el sonido de la música y a las personas riendo y charlando. No quiero regresar allí. Cuando ambos se acercaron mi teléfono empezó a sonar, y juro que para mis oídos esa melodía fue el cántico de los mismísimos ángeles, que Darel llamará fue mi boleto para poder escapar de allí y no tener que enfrentarlo.

Han pasado varios años y sigue mirándome como si fuera una extraña.

Lo eres.

—No eres una maldita cobarde Hailee, así que vas a levantar tu culo de este suelo frío y vamos a ir allí adentro y seguirás hablando con Mayrah y Sam, le harás caso a tu abuelo y te divertirás como la joven que eres —me digo a mi misma.

Asiento con la cabeza como si le estuviera respondiendo a alguien y me levanto de un respingón del suelo, tomo una gran bocana de aire y dejo salir lentamente, acomodo mi cabello y aliso la tela del vestido, hago cosas innecesarias para ganar tiempo. Gruño entre dientes al ver mi estupidez y camino hacia el lugar aparentando seguridad; cuando la única realidad es que mis piernas tiemblan y mi corazón está en mi garganta.

Tomo una copa de vino blanco y me dirijo hasta donde está Mayrah y Sam, ambos están sentados en una de las mesas y el alma parece regresarle al cuerpo a Sam a lo que me ve. Le sonrío y me siento junto a ellos.

—¿Todo bien? —inquiere en un susurro.

La preocupación brilla en sus ojos, y luce desconcertado y quiero decirle que también estoy desconcertada, que tampoco entiendo qué hace aquí. Qué hace él aquí.

—Todo perfecto.

Me mira dudoso y termina asintiendo no muy convencido de mi respuesta.

—Entonces...—dice Mayrah—. ¿Cómo es eso de que son hermanos?

Sonrío y Sam hace lo mismo, entre ambos le contamos la historia de cómo nuestras madres se hicieron amigas, al igual de cómo fue que nos conocimos, omitiendo algunos detalles que a ella no debería de importarte que ocultemos. La verdad, hacerme amiga de Sam fue una de las cosas más increíble que hice en mi niñez, era nueva en el vecindario y él fue el único niño que no huyó de mi como si tuviera piojos o algo malo.

Fue agradable, excepto cuando se le olvidaba que era niña y jugábamos rudo.

—Una vez le partí la nariz con el balón —relata Sam hacia Mayrah—, y ella partió la mía con un puñetazo.

La boca de la morena se abre por el asombro y se echa a reír, sonrío y dejo a un lado la tercera o cuarta copa de vino que me he tomado. Creo que ahora voy a necesitar ir al baño.

—¡Dios! ¿Por qué hiciste eso? —inquiere riendo.

Me encojo de hombros y solo le sonrío.

—Porque era una busca pleitos de primera. Si la golpeabas, ella no colocaba la otra mejilla, todo lo contrario, te regresaba el golpe para que sintieras lo que ella sentía —dice Sam y rio por ello.

—A ti también te encantaba buscar pleitos, no te hagas el santo que no rompe ni un plato Samuelito, porque de santo no tienes ni un pelo.

—Igual que tú, fierecilla.

Le sonrío y me disculpo para ir al tocador, hago mis necesidades fisiológicas y al terminar lavo mis manos, la puerta del baño se abre y no me tomo la molestia de ver quién es.

—Hola, Hailee

Mierda.

Elevo la mirada hacia el frente y la veo a través del espejo, está sonriendo en mi dirección y se está acercando. Cierro la llave del agua y tomo una de las servilletas para secarme las manos.

—Señorita Harrison —saludo con un asentimiento de cabeza.

—¿La está pasando bien?

—Todo es muy agradable.

Ella asiente y parece dudar por un momento si hablar o no hacerlo, pero termina dejando salir un suspiro y me sonríe.

—Sabes, detesto las formalidades, tenemos prácticamente la misma edad, así que. ¿Podemos dejar de tratarnos de usted? Es tedioso tener que hacerlo.

Le sonrío y asiento con vehemencia.

—Es demasiado raro hacerlo, Clary.

—Bien. —Suspira aliviada, ladea la cabeza hacia un lado y agrega—: ¿Por qué escogiste ser periodista? —curiosea—. No digo que sea una mala profesión ni nada que se parezca, solo tengo curiosidad.

Quiero reírme y gritar un ¡Ja!, porque la mujer enfrente de mi me mira como si supiera todo de mí, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Me gustaría zarandearla y gritarle que deje de verme como lo hace, es escalofriante.

Pero no hago nada de eso, solo me limito a encogerme de hombros.

—Me gusta estar informada y saber cosas, muchos creen que el dinero es poder, pero en realidad lo es el conocimiento, puedes tener todo el dinero del mundo, pero si alguien sabe un sucio secreto sobre ti, considérate arruinado.

—Me gusta esa ideología que tienes —dice, apoyando su cadera al lavamanos.

—¿Y tú? ¿Por qué leyes?

Sonríe y veo sus ojos, allí está ese brillo característico cuando estás a punto de hablar de algo que te hace feliz, que te emociona y llena de alegría.

—En el mundo hay muchas porquerías que hacen mal, y si queremos que el mundo cambie hay que aportar un granito de arena cada uno de nosotros. Si no luchamos por lo que queremos lograr, solo seriamos conformistas. Y este es mi grano de arena, defiendo a las personas inocentes y mando a la cárcel a las malas.

Arrugo la nariz.

—Debes de tener enemigos.

Sonríe.

—Tu igual, tú dices la verdad y yo hago que paguen por ello. Ambas tenemos enemigos.

Asiento con la cabeza y me disculpo con ella para poder salir del baño, porque no sé qué más decir. Busco con la mirada a Sam y a Mayrah, pero no los encuentro, camino por el lugar y muerdo mi labio inferior con fuerza al no verlos cerca. Le pregunto a uno de los meseros y los describo y me dice que están afuera, tomo mi abrigo y cartera y salgo del lugar.

—No quiero irme a casa —refunfuña la morena y hace un puchero mientras que Sam intenta convencerla de que entre en el auto.

—No lo hagas difícil, si haces una estupidez perderás tu trabajo.

—Pero yo quiero cantar.

—Ya cantaras en la ducha y sola en tu casa —dice él y la logra meter en el auto y colocarle el cinturón de seguridad.

Lo veo con la intención de rodear el auto para montarse y carraspeo mientras me cruzo de brazos. Su cabeza gira en mi dirección y golpea con una mano su frente, mientras murmura algo.

—¿No se te olvida algo? —inquiero y entrecierro los ojos en su dirección.

—Diablos, lo siento; zanahoria, la llevaré a ella a su casa y luego te dejo en la tuya.

—¿Dónde vive? —inquiero.

—En el centro de la ciudad.

Arrugo la nariz y niego con la cabeza.

—Ve y llévala a casa, yo tomaré un taxi.

Arruga el ceño y camina hacia mí, quedando a pocos pasos de distancia.

—¿Estás loca? Es tarde, sube tu feo culo al auto.

—No, tendrás que ir al centro y dejarla y después dejarme a mí a las afueras de la ciudad y después tendrás que manejar hasta la otra parte de la ciudad para llegar a casa. —Niego con la cabeza—. Mejor llévala y vete a dormir.

—Hailee...

Levanto mi mano para que se calle, sabe que no dejaré que haga eso. Me da terror que esté deambulando a altas horas de la noche, sé que él maneja bien y es responsable, pero hay otros que no lo son y arrebatan vidas.

—Ve, te escribo cuando llegue a casa.

—Eres una terca de lo peor Hailee Destiny —refunfuña.

Le sonrío y abro la boca para replicar, pero se me adelantan.

—Yo la llevaré, no te preocupes por ello.

Me tenso al escuchar la voz provenir detrás de mí y veo los ojos de Sam dirigirse hacia un punto exacto detrás de mi espalda. Su rostro se torna serio y aprieta los labios en una línea fina, apretándolos con fuerza y colocándolos blancos. No debo girar para saber quién es, a pesar de que su voz es más ronca y profunda la reconozco.

—Hailee... —menciona inseguro Sam.

Me mira con cautela, lamo mis labios al sentirlos resecos, quiero negarme, quiero decir que iré con él y que he cambiado de opinión, pero eso no es lo que sale de mis labios.

—Ve, estaré bien.

Me mira incrédulo por unos segundos y le dice al hombre que está detrás de mí que más le vale que llegue sana y salva. Espero que su auto se pierda en la distancia cuando arranca y saco mi teléfono de la cartera para llamar a un taxi.

—¿Qué estás haciendo? —inquiere él, escucho el sonido de las llaves cuando caen en sus manos.

No levanto la mirada para verlo y la mantengo en el suelo.

—Llamo a un taxi.

—Dije que te llevaría, sube.

—Solo acepte para que Sam se fuera, no iré contigo.

Y ni siquiera eso, solo acepte porque mi mente y lengua no se colocaron de acuerdo.

Lo escucho resoplar y una de sus manos aparta el celular de mi oreja, levanto la cabeza para gritarle, pero ninguna palabra sale de mis labios. Es más alto de lo que recordaba, me lleva varias cabezas, haciéndome lucir pequeña. Doy un paso hacia atrás al ver que está demasiado cerca

Sus ojos se ven oscuros como si fueran nubes, un rastro de barba decora su mentón y parte de sus mejillas, sus facciones son más marcadas, más de un hombre y no de un adolescente.

—Sube, por favor —pide en un tono de voz bajo y suave que hace que mi cuerpo se estremezca.

No respondo, me quedo anclada a mi lugar sin mover un solo musculo. Su ceño se arruga y se quita el saco, colocándolo sobre mis hombros en un rápido movimiento y haciendo que nuestros cuerpos vuelvan a estar cerca. Su olor me rodea, me consume, me hace estremecer y creer que quizás estoy soñando, que es solo mi mente la que me juega una mala broma.

No sería la primera vez que alucino con volver a verlo, aunque no es nada parecido a como lo imaginada.

Han pasado muchos años.

—¿Qué crees que haces? —Doy un paso hacia atrás.

—Estás temblando, vamos; te llevaré a casa.

Lo observo subir al auto y encenderlo, me quedo de pie y termino entrando en el vehículo. El olor a su colonia se adueña de mis fosas nasales y cierro los ojos por unos breves segundos, es la misma colonia de siempre. Dejo que mi cabeza se apoye en la ventana, su mano deja mi teléfono sobre mi pierna y lo tomo entre mis manos.

Durante el trayecto solo me pregunta mi dirección y se la doy, la música que suena en la radio llena el silencio tenso que hay entre ambos, solo quiero llegar a casa y meterme debajo de las sabanas. Beber me da sueño, es por ello que no tomo mucho y tengo que hacer el artículo para mañana.

Antes no era así, antes no había silencios incómodos entre ambos, tampoco deseaba llegar rápido a casa y alejarme lo más que pudiera de él, pero es lo que quiero, quiero huir lejos de él, porque mi pecho duele al verlo después de tanto tiempo, porque duele ver que en sus ojos no hay reconocimiento, no hay nada.

Estaciona el auto enfrente de la casa, me despojo del saco y murmuro un torpe agradecimiento para abrir la puerta del auto apresurada, cuando estoy por salir del vehículo su mano se apodera de mi muñeca. Irradia calor y mi cuerpo tiembla, lo reconoce.

—Espera.

Volteo a verlo y me arrepiento de hacerlo, sus ojos brillan en la oscuridad del vehículo, no puedo detallar su rostro por la escasa luz que proporciona la luna. Su dedo pulgar está acariciando mi muñeca con delicadeza y tengo un nudo en mi garganta.

—Lamento haberme ido sin decir nada.

Muerdo con fuerza mi labio inferior y cierro mis ojos, agradezco que no pueda verme bien, que no pueda ver el dolor reflejado en mi rostro, aparto su mano de la mía sin ser brusca y el cosquilleo de tu tacto se queda sobre mi piel.

—Adiós, Axellen —digo firme y escondiendo la maraña de emociones.

Lo escucho pronunciar mi nombre cuando cierro la puerta del vehículo y camino rápido hacia la casa, lo escucho abriendo su puerta, pero no viene detrás de mí cuando ya estoy dentro de mi hogar, cierro los ojos mientras apoyo mi espalda a la madera de la puerta y solo pasan segundos para escuchar el auto arrancar.




—¡Mueve tu culo, Henry! —exclamo mientras empaco los almuerzos de cada uno y los coloco en orden sobre la isla de granito—. ¡Y tú igual, Ali! ¡Van a llegar tarde!

Y yo igual.

El mocoso menor baja corriendo las escaleras y toma la bolsa que tiene su almuerzo, después la segunda mocosa baja y toma la suya, ambos salen de la casa tras despedirse del abuelo para subirse al auto. Tomo mis cosas y beso la mejilla del abuelo.

—¿Por qué sospecho que estás de mal humor el día de hoy, fierecilla?

—Vamos tarde y seguiré llegando más tarde si no comienzo a manejar.

—Ve con calma en la vida, cariño, no es una carrera; así que respira un poco —me mira con diversión—. ¿Estás segura que no te caíste otra vez en la ducha?

Frunzo el ceño y rio entre dientes, niego con la cabeza y ajusto la correa del bolso en mi hombro.

—No lo hice, hombre, cuídate y nos vemos después.

—Seguro.

Dejo un beso en su mejilla otra vez y salgo de casa cuando escucho la bocina del auto, me subo en él y no espero mucho para internarme en la carretera. Mis hermanos van cantando en voz baja la música de la radio, es lo único bueno de ambos, tienen gustos similares en la música.

Diez minutos después los dejo a cada uno en su escuela y me encargo de decirles la hora en la cual pasaré por ellos, manejo durante varios minutos en dirección al periódico, al llegar me bajo como si fuera una bala del auto y saludo al guardia de seguridad del edificio. Tomo uno de los periódicos que hay en la recepción y voy leyendo la nota que escribí en la madrugada y ya está publicada, sonrío al ver mi nombre como autora.

—Está demasiado bueno, yo le puedo dar y no son consejos —murmuran.

Frunzo el ceño y veo a dos mujeres del departamento de diseño hablando animadamente, sonríen y parece que dejan salir ciertos suspiros. Arrugo el ceño y me encamino hasta mi escritorio, enciendo la computadora y comienzo a corregir algunas notas que serán próximamente publicadas.

—Es uno de los mejores de Canadá y Estados Unidos —dice una mujer cuando pasa por mi lado.

Arrugo el ceño al no entender de quién es qué hablan tanto. Parece que un actor o cantante estuviera cerca de nosotros, alzo la cabeza y veo hacia los lados, pero todo parece en su lugar, excepto porque las mujeres se están arreglando y sonríen más de lo que normalmente lo hacen.

—¿También lo estás buscando? —inquieren y volteo hacia atrás, encontrándome con los ojos negros de Lachlan.

—¿A quién? —curioseo, jugando con el bolígrafo entre mis dedos.

Deja salir un suspiro y pasa su mano por su cabeza calva. La camisa de botones morada con blanco resalta por el color olivo de su piel. Se frota el mentón con pereza, como si estuviera meditando si contarme o no hacerlo. Él es uno de los poco amigos cercanos que logré conseguir cuando entré a trabajar en New News, porque en este mundo del periodismo, todos queremos sobresalir y es como una competencia, y cuando estás dentro de una competencia es una jodida mierda encontrar amigos que no te vayan a robar tus nota o ideas.

—¿Ves aquella oficina no muy lejos de la del jefe? —inquiere y señala hacia mi lado izquierdo.

Como no voy a conocerla, es donde el subjefe trabajará, lugar en el cual me gustaría estar. Es algo así como ser la mano derecha del director de redacción, tu escoges y apruebas o desapruebas los artículos que se van a publicar en el periódico, y aunque no me quejo del puesto que tengo justo ahora, todos queremos avanzar.

—Sé cuál es.

—Bueno, en el departamento de ilustración ya está corriendo el chisme de que ya hay alguien que ocupe la oficina.

Arrugo el ceño y lo veo confundida.

—¿Tan rápido encontraron a alguien? —curioseo.

Sonríe de lado y sus ojos se achinan.

—Lo han hecho y es un hombre que, según las palabras de las mujeres de este edificio está demasiado bueno.

Rio entre dientes y niego con la cabeza.

—¿Entonces se podrá escribir un libro sobre una periodista y su subjefe de redacción? —inquiero y arqueo una ceja—. Donde haya drama, romance y secretos, además de traiciones y mentiras.

Se echa a reír por mi comentario y sonrío ampliamente. Se cruza de brazos e inclina su cuerpo hacia delante de mí, mira hacia los lados, asegurándose de que nadie esté prestando atención a nuestra conversación.

—La famosa escritora anónima H. Smirnov, eres tú, no yo —susurra bajito y después añade—: Además, ya tengo las ilustraciones para tu libro, te las enviare al correo para que las revises.

Le sonrío con entusiasmo y echo mi cabello hacia atrás, me acomodo en la silla y acerco a él, quedando cerca, cualquiera creería que nos vamos a besar, lo cual sería una locura, porque uno está casado, y dos, es gay.

—Eso es fantástico, dentro de poco tendré que enviar el borrador definitivo y eso me tiene estresada.

—Todo irá bien, no te preocupes mucho.

—¡Buenos días! —dicen enfrente de nosotros, esa es la voz del jefe, me es fácil reconocer el sonido que me ha regañado muchas veces por ser cruda con las palabras y no disfrazar una noticia oscura con pintura rosa y brillo—. Sé que están todos ocupados y seré breve, por ello les pido su completa atención.

Desvío mi atención hacia él hombre canoso y mayor que irradia seguridad y autoridad, sus ojos cafés se deslizan por cada escritorio y habla fluidamente de cómo ha estado buscando durante meses a un subjefe y como es dichoso de encontrar a uno de los mejores periodistas de Canadá y Estados Unidos a pesar de su corta edad en el mundo de los medios de comunicación.

—Espero que todos le brinden amabilidad y sepan escuchar las correcciones que él les vaya a dar sobre sus artículos, él se encargará de leerlos y después de pasármelos a mí para ser publicados.

—Todas las mujeres le darán mucha atención, y creo que hasta yo le echaré de vez en cuando un ojito —dice pícaro Lachlan a mi lado y sonrío, negando con la cabeza.

—Cuidado o colocaras celoso a Deker.

Se ríe por lo bajo y lo apoyo, pero mi sonrisa se borra cuando el jefe señala hacia un lugar en específico y sigo su brazo para dar con él. Esto debe de ser una estúpida broma, una grandísima y jodida broma.

—Les presento a su nuevo subjefe en edición. Axellen Kidman.

Los aplausos no se hacen esperar y él sonríe en respuesta, tiene un suéter de lana azul marino y unos pantalones oscuros, su cabello está desordenado y se coloca al lado del jefe, su boca se está moviendo, pero no escucho lo que dice, en realidad, no estoy siendo consciente de nada que no sea la jodida mala suerte que tengo.

Mierda.

Las cabezas de todas las personas giran en mi dirección, y es cuando caigo en cuenta que acabo de decirlo en voz alta y todos en el lugar me han escuchado. La vergüenza se instala en mis mejillas y sé que mi piel está siendo cubierta por el mismo color rojo con el cual mis labios están pintados. Los ojos de él me están mirando fijo, la confusión brilla en ellos.

—¿Ocurre algo, señorita Belova? —inquiere el jefe.

Trago duro y evito mirar al hombre al lado de él.

—¡Lo siento, Hailee! —exclama Lachlan a mi lado y doy un respingón, alejándome de él y golpeándome con la silla—. No mire que estaba pisándote, lo lamento.

Lo miro confundida y entiendo rápidamente.

—Mira bien la próxima vez —mascullo entre dientes y murmuro una disculpa hacia los demás y salgo lo más rápido que puedo de allí, en dirección a los baños.

Abro la llave de agua y lavo mis manos, quisiera mojarme el rostro, pero eso significa arruinar el maquillaje y no quiero tener que maquillarme otra vez, cierro los ojos y apoyo mis manos a los lados del lavabo, sintiendo los latidos de mi corazón. Alzo la mirada y veo mi reflejo en el espejo.

—Deja de estar huyendo como una cobarde cada vez que lo ves, te muestras débil y tú no eres débil, eres todo lo contrario. —Tomo un pedazo de servilleta y seco mis manos y tiro la bola hacia la papelera—. Solo sal y actúa como si nada, tal y como lo hacías en el instituto.

Me doy una sonrisa a mí misma y acomodo mi cabello, esparciéndolo por los lados laterales de mi rostro. Doy dos palmadas en mis mejillas y respiro profundo, todos deben creer que estoy enojada con Lachlan, le debo una por haberme sacado del aprieto.

Salgo de los baños y cuando voy a doblar en la esquina lo veo viniendo hacia mí.

—Mierda, actuaste bien. ¿Está todo bien? —curiosea Lachlan, tomándome por los hombros.

—Sí.

—¿Segura? ¿O también estabas babeando por el nuevo jefe? —dice entrecerrando los ojos y después moviendo de manera pícara sus cejas negras.

Sonrío y niego con la cabeza.

—Créeme, lo último que quiero es babear por el jefe.

Hace un puchero.

—¿Entonces no habrá un libro sobre una periodista y su subjefe de redacción? —curiosea en tono afligido.

—No lo habrá.

Él hace un gesto dramático, me río y golpeo su brazo para que después ambos nos dirijamos a nuestros escritorios y respectivos departamentos. Hace años, hubo un libro, una historia de romance que, aunque no involucraba a una periodista y a su subjefe, si involucraba a una adolescente con el sueño de ser periodista y a un lindo muchacho que escribía canciones para ella.

Y aunque fue un bonito desarrollo, no tuvo un final precisamente feliz.




N/A

¡HOLA, PEQUEÑOS!

Espero que les haya gustado 7u7

¿Ya vieron el tráiler de capitana Marvel? Si no es así, ¿khe ezperas? xD

¿Qué habrá ocurrido entre esos dos?

AVANCES, CURIOSIDADES Y PENDEJADAS EN INSTAGRAM

¡COMENTA!

¡VOTA!

¡Y COMPARTE!

#NoLectoresFantasmas.

Déjenme algo que leer, sus comentarios me hacen feliz. 

¡HÁGANME FELIZ!

xD

¡NOS VEMOS PRONTO!

¡CAMBIO Y FUERA!




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro