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02

Charlie Puth - Attention

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—Lo siento, señorita Belova, pero era importante que viniera —dice la mujer detrás del escritorio.

—No pasa nada, señora directora; ¿qué fue lo que ocurrió? —inquiero acomodándome en el lugar y dejando mi cartera al lado de la silla.

—Eso es lo que nos gustaría saber a nosotros. —Desliza sus ojos negros hacia mi izquierda—. Su hermana golpeo a una de sus compañeras y armó un alboroto en medio del comedor y no sabemos porque lo hizo. Nadie lo sabe.

Frunzo el ceño y volteo a ver a Alice, esta cruzada de brazos y su cabello rojizo cae por los lados laterales de su rostro; impidiéndome verla. Vuelvo la mirada hacia la directora y ladeo la cabeza hacia un lado.

—Creo que debe de haber una equivocación, ella nunca ha causado problemas, siempre ha sido una excelente estudiante.

La mujer asiente y me observa fijamente.

—Y no digo lo contrario, su hermana tiene muy buenas notas y es una alumna sobresaliente en todas las asignaturas, pero no entendemos qué fue lo que ocurrió para que actuara de la manera en la que lo hizo.

—¿Alice? —llamo a mi pequeña hermana y ella voltea a verme. Tiene el labio partido y un rasguño en su mejilla, su cabello es un desastre y sus ojos cafés lucen opacos, no me sostiene la mirada por mucho tiempo y la desvía—. ¿Qué fue lo que ocurrió?

—Quiero irme a casa, Desty —susurra con la voz ahogada y sé que quiere llorar. La conozco lo suficiente como para saber tus expresiones y la forma en la que actúa.

Cierro los ojos con fuerza y aspiro profundamente para voltear a ver a la mujer detrás del escritorio, cruzo mis piernas y apoyo mis manos sobre mis rodillas.

—Lamento los inconvenientes, señora directora. Le prometo que esto no volverá a ocurrir, hablaré con ella.

La mujer asiente y se acomoda en su silla.

—Solo porque es una buena estudiante y es la primera vez; no voy a suspenderla, solo deberá quedarse en detención unas horas y luego podrá irse a casa. Lo tendrá que hacer por lo que resta de la semana, empezando mañana.

—Muchas gracias —digo sincera—. Me encargaré de que esto no vuelva ocurrir.

Ella asiente y me levanto de la silla, Alice hace lo mismo y ambas salimos en completo silencio de la oficina de la directora. Los pasillos están desolados y camino delante de ella, mientras ella viene detrás de mí con la cabeza agachada y abrazando su cuerpo.

—¿Estás enojada conmigo? —susurra débil cuando estamos en el estacionamiento y caminamos hacia el auto.

—¿Por qué la golpeaste? —inquiero entrando en el auto y dejando la cartera en la parte trasera del vehículo. Me giro hacia ella sin encender el motor y busco sus ojos—. Mírame cuando hablo Alice y responde la pregunta.

Cierra sus ojos con fuerza y voltea a verme, el arrepentimiento brilla en sus ojos.

—Lo siento —musita con la voz ahogada—. No quise meterme en problemas, pero ellas no dejaban de decir cosas feas.

—¿Qué cosas? —pregunto con delicadeza y acaricio su mejilla, apartando la lágrima que se desliza por su piel.

—Cosas, Desty, cosas que no quiero repetir. Lamento que hayan tenido que llamarte para que vinieras, de verdad, lo lamento.

Suspiro pesadamente y la atraigo hacia mí, sus manos rodean mi torso y esconde su rostro en la curvatura de mi cuello, siento sus lágrimas cayendo sobre mi piel y algo se retuerce con fuerza dentro de mí.

—Solo te defendiste —susurro—. No estoy molesta, ¿ok? Solo no vuelvas a hacerlo y habla conmigo si te vuelven a decir cosas. ¿Lo harás?

—Lo haré —susurra con la voz ronca, beso su coronilla y tomo entre mis manos su rostro, acariciando sus mejillas.

—Ahora, tengo que hacer una pregunta muy importante y de eso depende que te compre un helado —hablo con firmeza.

Ella arruga el ceño y me observa confundida, se acomoda en el asiento y ladea la cabeza hacia un lado.

—¿Qué pregunta?

Me acerco a su rostro.

—¿Golpeaste con fuerza su nariz?

Asiente con duda.

—Se la partí —confiesa.

Sonrío y asiento con la cabeza, acomodándome en el asiento y encendiendo el motor del auto.

—¿Por qué estas sonriendo? —pregunta confundida—. ¿No vas a reprenderme por haber partido una nariz?

—Nah, cuando era niña partí varias narices por defender a una amiga. —Sonrío amplio y la veo de reojo—. No digo que la violencia sea buena, pero a veces debes demostrarles a las personas que no eres una debilucha y que no necesitas que nadie te defienda.

—Eras una busca pleitos —confirma—. ¡Por eso el abuelo te dice fierecilla!

Rio por su entusiasmo.

—Por eso mismo lo hace.

—Pero él va a regañarme. ¿No es así?

—Lo hará, lo que hiciste tiene un cincuenta por ciento de algo bueno y otro cincuenta de malo. Con golpes no se resuelve nada y es lo que te va a decir el abuelo, aunque también te va a hacer la misma pregunta que yo. Él me defendía cuando mamá y papá me regañaban.

El silencio se apodera del lugar y me maldigo por haberlos mencionado, veo de reojo en su dirección y su cabeza esta agachada, puedo ver su labio inferior temblando y cierro los ojos con fuerza por unos momentos.

—No los recuerdo ya, Desty. No recuerdo a mamá y a papá —confiesa con la voz ahogada.

—Eras muy pequeña cuando murieron, Ali.

—¿Ellos se hubieran enojado porque golpee a una niña? —inquiere.

La presión en mi pecho hace que respirar se me dificulte, tengo un horrible nudo en mi garganta que me impide poder siquiera hacer algo. Aprieto con fuerza mis dedos alrededor del manubrio y me obligo a mantenerme en calma.

—Mamá se hubiera colocado histérica —le comento, haciendo mi mayor esfuerzo—, papá se hubiera preocupado, pero antes de regañarte escucharía tu versión de los hechos y se colocaría en tus zapatos para razonar, para ver si él también habría tomado esas decisiones.

—Entonces te pareces más a papá, porque siempre preguntas que ocurrió antes de hacer algo. ¿Yo a quién me parezco?

Sonrío y estaciono el auto en la heladería favorita de ella.

—Te pareces a ambos, mamá siempre defendía a las personas que amaba con uñas y con dientes, papá siempre era amable y dulce como tú, si te ves en el espejo tienes algunos rasgos de papá y tienes el cabello rojizo de mamá.

—Henry no tiene el cabello rojo de mamá como nosotras.

—No lo tiene, pero tiene el cabello castaño como papá y los ojos cafés de mamá, se parece a ellos. Ahora anda, vamos a comprarte un helado y después te llevaré a tu clase de ballet.

—¿No regresaras al trabajo?

—Ya hice lo que tenía que hacer hoy. ¿O no quieres el helado?

—¡Estás loca! ¡Sí quiero!

Sonrío y desordeno su cabello, acción por la cual ella refunfuña.

—Entonces vamos.

Alice es inteligente y astuta para tener solo once años, la inocencia aún brilla en sus ojos cafés y amo eso de ella, amo que a pesar de la pequeña cicatriz que tiene en su rostro siga brillando como una estrella. La noche en la que mis padres murieron no solo nos destrozó emocionalmente, a ella la destrozó físicamente también.

La marcó de por vida.




—¿Darel irá contigo?

—No, está en el restaurante trabajando como cada noche.

A través del espejo lo veo negando con la cabeza y adentrándose en la habitación, sus ojos son azules y contrastan con su cabello, el abuelo ya ha vivido suficientes años y a pesar de su edad sigue con la misma energía que siempre. Además de que su acento ruso si es bastante marcado, igual que lo era el acento de papá.

—Te ves hermosa, pequeña saltamontes —susurra con sinceridad.

—¿No me veo muy exagerada? —inquiero, mirando como el vestido negro se adhiere a mi cuerpo como si fuera una segunda piel, mi cabello rojizo está atado en una cola baja de medio lado, mis labios están pintados en rojo y tengo un delineado de gato en mis párpados, haciendo que mis ojos azules resalten.

—Para nada, querida. Te ves espectacular, dejaras a muchos hombres babeando por ti esta noche.

Le sonrío.

—Gracias abuelo.

—No es nada, amor, pero dime: ¿Quién te traerá? Porque no quiero que manejes a altas horas de la noche.

—Sam estará ahí, es la fiesta por los cincuenta años de aniversario del bufete donde trabaja. Él me traerá.

—Bien.

Me toma por los hombros y besa mis mejillas, para después sonreír.

—No tomes demasiado alcohol.

—Voy a trabajar abuelo —refunfuño—. No ha divertirme. Regrésate pronto.

—Tampoco seas aguafiestas niña, eres joven, vive tu vida, yo cuidaré a tus hermanos mientras regresas.

Quiero decirle que no tengo muchas ganas de festejar algo de lo cual no soy participe, solo iré a entrevistar a varios trabajadores y a prestarle atención al evento para poder hacer la nota para el periódico.

—¡Te ves hermosa! —chilla Alice entrando en la habitación—. Me gusta ese vestido.

Le sonrío y acaricio su mejilla, tiene su pijama de conejo y su cabello cae por su espalda desordenado, ella si tiene rizos, los mismos que tenía mamá.

—Gracias, pero, ¿no deberías estar durmiendo?

Hace una mueca.

—Todavía es temprano, Desty. Y el abuelo, Henry y yo haremos un maratón de películas.

Arqueo una ceja y miro en dirección al abuelo con los brazos cruzados.

—¿Planeas un maratón cuando yo no estoy, Lukyan?

El viejo a mi lado izquierdo se echa a reír por el tono de mi voz, niega con la cabeza y le pasa un brazo a Alice por los hombros, atrayéndola hacia su costado y besando su cabeza.

—Ella planeó todo, así que deja de buscar motivos para pelear fierecilla y vete a tu fiesta y disfruta. ¿Entendiste?

Refunfuño y asiento con la cabeza, tomo mi bolso que es negro con una cadena dorada como correa y salgo de la habitación seguido de ellos. Bajo las escaleras y veo a Henry sentado en el sofá con un bol de palomitas entre sus manos, mueve su mirada hacia mí y sonríe al verme.

—No verás la maratón de Harry Potter, Desty —dice con voz cantarina.

Entrecierro los ojos en su dirección y le saco la lengua, haciéndolo reír. Me acerco y dejo un beso sonoro en su mejilla, mientras desordeno su cabello, él no refunfuña por mi acción, todo lo contrario, le gusta que lo moleste.

—Estás a cargo la noche de hoy, mocoso feo, no dejes que la mocosa del medio y el mocoso mayor se duerman muy tarde. —Entrecierro los ojos y le extiendo mi mano—. ¿Cuento contigo?

Sonríe y su pequeña mano toma la mía.

—Siempre lo harás, Desty.

Le sonrío y dejo un beso en su cabello, me despido de todos cuando llega el taxista. Los veo parados en la puerta mientras me monto al taxi y despido de la mano de ellos, para después perderlos de vista. No soy de mucho salir, deje de ser así cuando mis padres murieron y junto al abuelo tuvimos que cuidar a dos niños, uno de dos años y otra de cinco años que acababa de regresar del hospital tras haber sobrevivido en un accidente en el cual mis padres no lo lograron.

Amo a mi familia, y prefiero pasar la mayor parte del tiempo con ellos que rodeada de desconocidos.




Le agradezco al mesero cuando tomo la copa de vino y debo de ella, mi garganta está seca de tanto hablar con distintas personas, creo que ya tengo la información suficiente para poder hacer mi artículo y entregarlo mañana a primera hora para que sea publicado en la página principal del periódico.

—¡Hola, Hailee! —exclaman con entusiasmo a mi lado.

Volteo para encontrarme con los ojos negros de Mayrah, me sonríe amplio y le devuelvo la sonrisa, pero no con tanto entusiasmo. Tiene un vestido violeta que se acentúa en cada parte de su cuerpo, marcando sus curvas. Definitivamente es una mujer hermosa, no entiendo cómo es que Sam no ha caído ante sus encantos.

—Hola —devuelvo el saludo.

—Te he visto hablando con varios de la empresa, pero no has hablado con Patrick Collard, él podría decirte todo lo que necesitas para tu artículo.

—Ya tengo todo, no creo que me falte algo más.

—¿Segura? —curiosea y asiento—. Bien. ¿Puedo preguntar algo?

Frunzo el ceño y asiento otra vez, mientras tomo otra vez de la copa de vino blanco.

—Tu tatuaje, es igual al de Sam, la diferencia es que la flecha de él se dirige hacia arriba y está en su brazo izquierdo. Y la tuya está en tu brazo derecho y se dirige hacia abajo. ¿Por qué tienen el mismo tatuaje?

Bajo la mirada hacia mi brazo y veo la tinta negra cubriendo mi piel, no es muy grande, pero si se nota a simple vista, sonrío y levanto la mirada hacia ella.

—Bueno, para resumir la historia, estábamos borrachos, teníamos dieciséis y estábamos sentimentales. —Rio entre dientes—. Nos fue fácil entrar en una tienda donde hacen tatuajes y hacérnoslos.

—¿Cómo un pacto de amistad?

—Sí, como un pacto. Eran flechas o tatuarnos pizzas.

Sonríe y niega con la cabeza-

—Eso hubiera sido un grave error.

—Definitivamente lo hubiera sido —añade la voz de Sam a mis espaldas y siento su brazo rodeando mis hombros para atraerme a su costado—. Pero aquí la señorita, estaba un poco más lúcida que yo, y me hizo ver que iba a ser un error tatuarnos una pizza.

Rio entre diente y apoyo mi cabeza en su hombro.

—Siempre soy la más responsable de los dos —bromeo y él junto a Mayrah se ríen.

—Ustedes dos parecen hermanos —dice Mayrah.

—¡Lo somos! —exclamamos los dos al unísono.

Ella frunce el ceño y nos observa sin entender, rio entre dientes y me aparto de él para poder explicarle que ambos nacimos el mismo día y a la misma hora, pero en países completamente diferentes, tengo toda la intención de hacerlo, pero alguien a sus espaldas hace que mi sangre caiga de golpe a mis pies. Escucho una maldición por parte de Sam y sé que él también está mirando lo mismo que yo.

Clary Harrison tiene un vestido vino tinto que se adhiere a cada curva de su cuerpo, su cabello rojo está atado en una cola alta, sus labios están pintados de rojo y sus pecas la hacen parecer inocente pero su mirada brilla, mostrando superioridad. Pero no es ella la que hace que mi corazón golpee con fuerza mi pecho, no es ella quien hace que mi respiración se torne pesada y todo parezca dar vueltas.

Lo hace el hombre que está a su lado, el mismo que tiene un maldito traje negro que lo hace ver irresistible. La mata castaña clara de su cabello está bien peinada, sus ojos grises (los cuales siempre me han parecido engañosos ya que a veces parecían azules) miran con firmeza los míos, robándome el aliento, pero ahí sigue el desconocimiento hacia mi persona y mi estómago se contrae con fuerza.

Quiero huir de aquí pero ya es tarde, ambos caminan en mi dirección y los ojos de él no se apartan de los míos.

Él está aquí. Mierda, está aquí.

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