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Capítulo 18


—1955 —

Un año había pasado a partir de que las investigaciones con July habían comenzado, Howard había dedicado la mayoría de su tiempo a investigar su situación pero no eran grandes avances lo que lograban, en realidad no habían descubierto nada nuevo.

Mantenían constantes reportes acerca de el crecimiento o avances de July pero seguía igual, las células no cambiaban.

El doctor Hoffman se había mudado a la ciudad y también seguía al tanto de los progresos pero no había servido de casi nada.

July seguía con su vida "normal" de vez en cuando salía con Mirts, o con Cass o Peggy pero eso ya no le gustaba, se sentía incómoda, fuera de lugar, como de otro planeta.

Ya cinco años habían pasado desde que se había casado y seguía sin poder tener hijos, para muchas mujeres de su familia era algo vergonzoso, sabía que ella era el tema de conversación en algunas reuniones familiares. Además, la tensión se sentía en el aire cuando Mirts y ella hablaban del tema.

Mirts estaba en un proceso en donde estaba comenzando a aceptar que tal vez no tuvieran hijos, y para él, eso comenzaba a ser suficiente. No necesitaba un hijo para ser feliz si tenía a July, pero a diferencia de él, ella ya no estaba triste, estaba furiosa.

July se frustraba de no poder hacer lo que era natural para todas las mujeres, algunas veces llegó a tener unos ataques nerviosos y de impotencia que terminó con ella sentada en el suelo llorando hasta que su marido la encontró y la abrazó hasta quedarse dormida. No sabía si habían pasado horas o minutos. Al día siguiente, Mirts pidió permiso en su trabajo y se quedó todo el día con ella.

Habían estado acostados en la cama completamente en silencio, July de vez en cuando lo abrazaba o luego se volteaba, había momentos donde las lágrimas salían sin previo aviso pero Mirts hacía lo mejor para que ella se sintiera mejor. No quería que la culpa terminara con ella, no era sano.

Su esposa estaba pasando por algo complicado aunque ella no lo dijera en voz alta.

July seguía trabajando, decía que eso la mantenía ocupada y que había momentos en donde no pensaba, simplemente trataba de mantenerse alejada de la sala de maternidad, es por eso que tomaba a los veteranos, o gente adulta. Gente que la mayoría evitaba.

La castaña estaba yendo a la casa de Howard como tarea rutinaria, todos los viernes por la tarde tenía que ir a dar una pequeña muestra de sangre y piel y ellos le notificaban los avances que por lo general no había muchos.

Al entrar Jarvis la recibió y le indicó que el señor Stark la estaba esperando en la biblioteca, no en el laboratorio, como siempre.

Eso hizo que ella se pusiera alerta, tal vez habían encontrado algo después de todo. Sus manos comenzaron a sudar al igual que otras partes de su cuerpo pero a pesar de eso, sentía como la temperatura de su cuerpo bajaba.

El señor Jarvis la escoltó hasta la entrada pero sin abrirla y la miró con lástima, él sabía algo, y eso la preocupó aún más

—Suerte. —Fue lo que le dijo y se fue de ahí.

July tocó la puerta y después de escuchar un "Adelante" entró encontrándose con un Howard sirviéndose un trago.

—¿Gustas? —Le ofreció mientras agarraba otro vaso sin esperar su respuesta y le sirvió.

Ella se sentó en el sillón de siempre y aceptó el vaso.

—Será mejor que me digas lo que sabes antes de que comience a aventarte los libros.

—Graciosa pero no me voy a arriesgar a que lo hagas, algunas ediciones son de primeras impresiones.

—Ya ve al grano, ¿qué sabes? —Ella preguntó dándole un trago mientras él pensaba cómo iniciar a exponer su punto.

—Ese es el problema. —La miró a los ojos. —No sé nada. No sé a qué nos enfrentamos y si te soy sincero, no sé ni siquiera lo que tienes, es la primera vez que se ve esto, o al menos que se sabe. Se que te dije las leyendas urbanas pero solos son eso, cuentos.

>>El doctor Hoffman está asustado, cree que no es normal, y no lo es, pero tampoco es para perder la cabeza, o al menos eso quiero creer. —Ahora había dejado de verla pero estaba consciente de la mirada de ella sobre él. —Cada día me despierto pensando en que encontraremos algo, algo que nos indique que vamos por un buen camino pero no hay nada. Y cada noche me acuesto ideando algún otro instrumento o aparato que nos ayude pero la tecnología de ahora no es mucha, estoy seguro que no hemos llegado a la cúspide de nuestros conocimientos.

—¿Eso qué quiere decir? —July estaba deprimida en este momento, era como si se estuviera rindiendo y lo que menos necesitaba era eso.

—Quiere decir que no puedo más con esto, tal vez dentro de unos años retome la investigación y averigüe algo. —Howard le dio otro trago al licor que hizo que su garganta ardiera, una sensación que creía que había desaparecido pero la situación la hacía volver.

—¡Pero no es una maldita investigación, es mi vida! —July había perdido la cabeza, no se trataba de un proyecto de ciencias, se trataba de una vida, SU vida. —No puedes abandonarme.

Para ese momento July había dejado caer el vaso y se había puesto de pie, el vaso no se había estrellado por la alfombra pero si se había derramado.

—¡Lo sé! ¡Sé que es tu vida pero debes de entender que tengo un límite! —Howard gritó impotente. —¿Crees que no quiero saber que es lo que está pasando? ¿Crees que no quiero curarte?

—Entonces ¿por qué me abandonas? —Las lágrimas comenzaban a inundar sus ojos.

—July, entiende que no te estoy abandonando, tengo un límite como todos y he llegado ahí. Por el momento, dejaré esto pero te juro que seguiré trabajando para poder saber que tienes., dentro de unos años, tal vez.

—¡Yo no tengo unos años Howard! No sé cuánto tiempo pasará para que la gente comience a sospechar más, tengo 32 años y me veo como una maldita colegiala. Cuando salgo me miran como si una jovencita se hubiera casado con un depravado. Pronto pensarán que él es mi padre en lugar de mi esposo. —La desesperación de July era notoria, la voz se le había cortado pero Howard había escuchado cada palabra. —Yo no tengo unos años.

El cuarto se inundó con un silencio incómodo y a la vez no, era algo completamente contradictorio.

—Tengo una idea. —Howard habló viendo al suelo, le daba vergüenza decirlo.

—Dila. —July le exigió de forma grosera.

—Debes de desaparecer.

—¿¡Qué!?

—Es simple, si no quieres que la gente o tu esposo comience a sospechar, debes de morir, puedo falsificar tus papeles y puedes quedarte en una de mis casas si quieres.

July no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Morir? O bueno, fingir su muerte, era algo que no se esperaba, ella tenía escondido el dinero que el gobernador Endlr le había dado, le daba escalofríos recordarlo y más usarlo pero si iba a escapar necesitaría dinero.

—¿July? —Howard le habló y ella lo miró a los ojos. —Es lo que puedo ofrecerte hasta que regrese con tu investigación.

—No lo sé, ¿y Mirts?

—Puedes decirle la verdad. —Howard sugirió con una sonrisa burlona. Sabía que eso no era opción.

—No, él no debe de saber nada, absolutamente nada ¿me escuchaste?

—Fuerte y claro. —Howard se sirvió otra vez y le trajo otro trago a July, que esta vez se lo acabó de golpe. —¿Y Peggy? ¿Cass? ¿Tus padres?

—Menos, ellos tampoco deben de enterarse, podríamos decirle a Peggy pero después, ella se pondría terca y nos tacharía de locos si le decimos en estos momentos, además, no es como si ya haya aceptado.

—En ese caso ¿aceptas?

July se quedó en silencio y Howard lo respetó mientras se concentraba en cómo el hielo de su vaso flotaba, al parecer, eso se había convertido en lo más interesante del mundo.

—No, no y no. Debe de haber otra solución. Y me siento decepcionada de que te rindieras tan pronto. —July agarró su bolsa y salió de ahí disparada. Estaba muy enojada y confundida como para despedirse de Jarvis, además de decepcionada y triste.

Estaba caminando por la banqueta revisando las casas que estaban por ahí hasta que encontró la que buscaba. La #137, era la casa que Howard le había comprado al doctor Hoffman.

Ah no, Julia Dunn no se rendiría tan fácilmente.

Entró al porche y tocó con su puño. Tocó varias veces desesperada hasta que la puerta se abrió pero no por completo.

—Ho-Hola. —El doctor saludo algo nervioso, entonces, July recordó lo que le dijo Howard.

El doctor Hoffman está asustado.

Sería mejor tratarlo bien y no tener un arrebato como siempre o la mayoría de las veces.

—Buenas tardes Doctor, ¿puedo pasar? —July preguntó tranquila.

—Cla-Claro. —El Doctor abrió el resto de la puerta y la dejó pasar, no sin antes revisar a todos lados en busca de algo más.

Cerró la puerta y le ofreció algo de comer o de beber pero July ya no tenía ganas.

—Seamos claros. —July dijo con rudeza golpeándose mentalmente. —Howard no quiere ayudarme más, pero no pierdo la esperanza y vengo a preguntarle si usted también me dejará a la deriva.

—Yo-Yo no haría eso, pero Howard es el que tiene todos los recursos y yo no podría continuar con la investigación si no está él presente. —El doctor estaba constantemente jugando con sus manos y viendo a todas partes, todas partes menos a ella.

July lo notó de inmediato, el doctor estaba ocultando algo y ella lo averiguaría.

Ella sonrió con tristeza y salió de ahí, estrechó la mano del doctor y se despidió. Pero no sería la última vez que lo vería, de eso estaba segura.

Esa noche, después de la cena, ella se encerró en el baño con sus antiguas cosas, sacó el arma que Mirts le había dado hace mucho, guantes, una linterna, pañuelos, y pinzas para cables.

—¡July! —Mirts le habló a través de la puerta del baño. —¿Todo bien?

—Sí, amor, es solo que no me siento muy bien. —Mintió guardando sus cosas, esa noche saldría y esperaba a que Mirts no se diera cuenta.

Mirts y July estaban acostados en la cama pero July, a diferencia de su marido, ella no había pegado un ojo.

Su reloj marcaba 02:20 am cuando lo vio y supo que era el momento. Salió de la cama tratando de no despertar al rubio pero su sueño era tan pesado que estaba segura que no lo haría. Fue directo al baño donde tomó unos pants de su marido junto con una sudadera del mismo y unos tenis de ella.

Bajó las escaleras a hurtadillas como si fuera una completa extraña en su casa y salió por la puerta principal.

Corrió hasta llegar a la casa del doctor Hoffman, que no estaba muy apartada de la suya, ahora tenía mejor condición por los entrenamientos que había tenido con Peggy, claro que no podía compararse con ella.

El silencio reinaba en las calles, y lo único que las mantenía alumbradas eran algunos faros que todavía servían, claro que ella procuró moverse por las sombras y con cautela para no ser vista.

Corrió hacia la parte trasera de la casa y trató de abrir la puerta con unas pinzas pero fue inútil, comenzó a ver otras alternativas de entrada cuando vio una enredadera debajo de una ventana abierta, la chica no podía correr con más suerte.

Comenzó a subir y cuando estuvo lo suficientemente arriba para ver qué habitación era, se encontró con el doctor Hoffman recostado en su cama roncando plácidamente, su suerte se había ido a la mierda.

Abrió tanto los ojos que pensó que se saldrían de su cara, trató de bajar pero uno de sus pies se había atorado en la enredadera, no tuvo nada más que hacer que inclinarse hacia la ventana y entrar dándose un azotón de cara despertando al doctor Hoffman que se había puesto de alerta y había tomado un abrecartas para amenazarla.

—¡De pie! —Le dijo parpadeando mucho y ella hizo lo que él le ordenó. —No te muevas o llamó a la policía, sabes que lo haré engendro.

La manera en como se había dirigido hacia ella la hizo enfurecer, ¿qué clase de persona le decía a otra engendro? Pensó frunciendo el ceño.

Ella comenzaba a desesperarse de estar en esa posición pero no por mucho.

El doctor se encaminó al teléfono para llamar a la policía cuando ella aprovechó su distracción y pateó el abrecartas de su mano.

Ella sacó su arma lo más rápido que pudo y le apuntó directo a la cabeza.

—Responda esa llamada y es hombre muerto. —El gordo doctor comenzó a sudar y ambos pudieron escuchar a la mujer detrás del teléfono.

—Está llamando a la policía ¿cuál es su emergencia? —July no estaba nerviosa, no podía aparentarlo o su farsa de ser una mujer segura se iba al demonio, solo esperaba no desmayarse por el susto.

El doctor colgó sin decir nada y alzó las manos en forma de rendición.

—Siéntese. —July le dijo sin dejar de mirarlo y pateando el abrecartas lejos de él.

—¡Esta loca! Y no se saldrá con la suya.

July decidió no hacerle caso y con las cintas que se usaban para amarrar las cortinas, amarró las manos de su compañero mientras le metía una calceta a la boca para que no hablara. Con las agujetas de sus zapatos de vestir tirados en una esquina amarró sus pies y ahí lo dejó.

—Un solo ruido y estás muerto, recuerda que yo tengo el arma y sé cómo usarla. —El doctor asintió mientras miraba al teléfono de reojo.

July decidió que eso era una mala jugada y lo tiró por la ventana haciendo un estruendo al caer.

—Mierda. —Dijo ella.

July dejó ahí al doctor mientras caminaba hacia la siguiente habitación, que resultaba ser el estudio del doctor.

July regresó por Hoffman a su cuarto y lo apuntó con el arma.

—Ponte de pie, y vamos a tu estudio. Ahora. —Hoffman se levantó con dificultad y caminó aún con más directo al estudio.

July, al ver que el hombre no la veía, respiro profundo, lo que menos necesitaba era esto. Sentía un mareo y la sensación de adrenalina por todo el cuerpo. La última vez que había apuntado alguien con un arma varias personas habían terminado muerta, gente mala pero el doctor Hoffman no parecía ser alguien malo.

Al entrar al estudio, July sentó a Hoffman en la silla del escritorio y comenzó a esculcar sus papeles, prendió la luz, después de todo, ya no temía despertar a nadie.

Entonces fue cuando lo encontró debajo de una montaña de papeles, era el expediente de July, tenía los avances, retrocesos, y debajo de este, varias bitácoras, algunas escritas por él y otras por Howard. Hoffman se ganó una mala mirada de la castaña y ella guardó las bitácoras en su bolsa.

July sacó la calceta de su boca y él intentó gritar pero ella le dio un puñetazo en la nariz.

—Habla. —Exigió la castaña.

—Jamás hablaré contigo, eres una aberración de la naturaleza, has sido enviada por el diablo, pero pagarás por lo que eres. —Otro puñetazo, está vez, su nariz comenzó a sangrar.

—Eso no fue lo que pedí, ahora si no quieres que el mismo diablo venga, dime qué haces con esto. —Hoffman le escupió haciendo a July enojarse más de lo que estaba.

Hoffman se había convertido en otra persona a la que ella había conocido, pero también ella en todo caso. Se limpió el escupitajo y trató de calmarse pero en esta situación era casi imposible.

—Maldita sea Hoffman, Howard confió en ti, yo lo hice. —July dijo quejándose. Con fuerza volvió a meter la calceta en su boca y le dio una cachetada, estaba perdiendo los estribos.

July tomó las bitácoras de Hoffman y comenzaba a leer lo más reciente.

El sujeto no ha progresado, la falta de envejecimiento es notable el señor Stark comienza a verse nervioso al igual que yo. Pero a diferencia de él, yo no tengo al diablo como amigo...

El sujeto se mantiene constante, las células siguen activas. Esto sigue sin ser normal...

Todas y cada una de sus anotaciones recientes hablaban cosas malas de ella. Inclusive mencionó la existencia de un diario, ahí debía de haber cosas más personales así que July comenzó a buscarlo.

Comenzó a tirar libros del estante, papeles del escritorio, abría y cerraba cajones hasta que encontró al doctor viendo debajo de un sillón, ¡Bingo! El doctor acababa de entregárselo. Tuvo que mover el sillón y arrancar la alfombra para después sacar ese pequeño diario.

Al leerlo pudo encontrar las razones por las cuales había robado esas cosas, él trabajaba para alguien más.

—Eres un maldito traidor. —July le dio otros tres golpes a la cara, esta vez, su ceja y nariz sangraron y los quejidos del doctor fueron silenciados por la calceta. —¿¡Para quién trabajas?! —July lo tomó por la pijama y lo alzó casi rozando narices. —Maldita escoria, responde.

Ella le sacó la calceta pero el doctor no hizo nada.

Estaba completamente perdiendo el control, y enojada, comenzó a abofetearlo y golpearlo a puños, sabía que no era el mejor comportamiento y pensó en que diría su madre o Mirts, pero decidió mandar esos pensamientos hasta atrás de su cabeza y la bestia dentro de ella siguió tomando control.

—Habla. —July exigió una vez más pero el gordo doctor solo sonrió y se quedó callado.

July no tenía paciencia para esto, así que tomó el arma y lo volvió a amenazar.

—Dispara. —El doctor dijo y volvió a cerrar la boca.

July no era tonta, ella debía de obtener información pronto, así que le disparó a la pierna, afortunadamente el arma tenía un silenciador pero Hoffman no.

—He dicho que hables. —July no pudo seguir así porque desde la ventana del estudio pudo ver como algunas luces de las casas cercanas se encendían.

Hoffman sonreía, sabía que esa niña no le haría nada, pero estaba muy equivocado, demasiado.

July despejó su mente tratando de olvidar las razones por las que no debería dispararle y se concentró en las razones por las cuales sí debía de dispararle y lo hizo, justo a la cabeza, un tiro y el doctor Hoffman había muerto. Revisó las cosas de nuevo y tomó su expediente, el diario, las bitácoras y todo lo que creía que podía servirle para después analizarlo. Luego las metió en un maletín vacío del doctor.

Salió por la puerta de atrás tratando de no dejar demasiadas evidencias, y corrió cruzando por el jardín del vecino. Corrió y corrió y aunque quería ir a su casa, no podía, tendría que ir a otro lugar y no sabía cuáles eran sus opciones. No podía decirle a nadie lo que acababa de pasar.

Sus pulmones estaban por salirse o romperse, su boca estaba seca y su cabello comenzaba a despeinarse.

Se detuvo detrás de unos contenedores de basura detrás de un edificio del centro cuando sintió que estaba segura, y lloró. Lloró de impotencia y porque acababa de matar a un hombre, no era algo que hiciera seguido, claro está.

Estaba temblando y sentía el sudor frío por su cara, ¿en qué clase de persona se había convertido? Ella no era así, jamás hubiera hecho esto y si alguien le diría que lo haría en un futuro lo tacharía de loco.

Trató de limpiarse sus lágrimas pero sus manos estaban llenas de sangre, sangre de Hoffman y fue cuando siguió llorando.

Estaba comenzando a desesperarse, ¿qué debía de hacer? ¿Aceptaría la oferta de Howard? En estos momentos le parecía lo más seguro pero no podía pensar bien del todo.

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