Relato III: Caída de un Tirano y Ascenso de un Rey
https://youtu.be/O1w1i6LD7mU
La batalla más grande que se ha visto en el Panteón Griego continúa; luego de que el poderoso Dios de las Bestias humillara y arrinconará al Rey del Olimpo, éste último no tuvo más elección que usar su técnica definitiva. La misma tecnica que uso para superar la magia del tiempo de su padre, el titán Cronos, y que le permitió vencerlo para convertirse en el amo absoluto del Panteón de los Inmortales Griegos.
—Je, je... Por fin decides luchar en serio —dijo Rudra, teniendo ahora una mirada seria, y una sonrisa que denotaba una pizca de emoción salvaje, al ver la forma que adquirió Zeus.
Luego comienza a descender al fondo del cráter; con lentitud baja las piernas al suelo, y se pone de pie en una roca. Después estirá los brazos a los lados, mueve la cintura y hace un poco de ejercicio para entrar en calor, como un boxeador a punto de librar una buena pelea en el ring.
—Como muestra de cortesía, te dejare lucirte por un rato, cachorro sobrevalorado —dijo Rudra poniendo ambas manos en la cintura, quedando vulnerable a cualquier golpe; desafío que Zeus aceptó con gusto y sin vacilación.
—¡¡¡Grothiá Sýnnef: Rayo Celestial al 100%!!! —conjuro Zeus, potenciando el nivel de la electricidad al máximo. Y tras emanar un flash cegador, el suelo tembló y las casas que habían adelante de él fueron arrasadas por un golpe de viento brutal. Todo ocurrido en menos de un parpadeo, debido a que, en término literal, el Rey del Olimpo se movió a una velocidad comparable a la de la luz, que incluso para él se detuvo el tiempo.
Y mientras se movía a dicha velocidad, impacto un golpe en el pecho de Rudra, cuya potencia aumentó a niveles inimaginables por lo veloz que se había vuelto Zeus; el golpe envió volando al dios tigre con tanta fuerza, que gran parte del suelo se levantó, se oyó el horrible tronar que se oye al romperse la barrera del sonido, y él atravesó por completo la parte superior rocosa del Monte Olimpo.
Sin embargo el Rey del Olimpo no tuvo intenciones de dejarlo contraatacar; porque en cuanto el dios-tigre legó al otro extremo, recibió un segundo puñetazo en el rostro, que lo envió volando al templo de Artemisa, donde, además de atravesarlo, lo derribó en su totalidad.
Acto seguido Rudra recibió una lluvia de golpes, procedentes de todas direcciones, por parte de un Zeus que se movía a una velocidad tan alta, que hasta para los demás dioses griegos les era difícil seguir con la vista; ellos solo podían verlo como un flash azul, que se movía más rápido que una estrella fugaz. Aparte cada golpe al impactar provocaba ondas sísmicas de tal gran magnitud, que todo el reino que componía el Panteón Griego temblaba; incluso aquellos temblores llegaban hasta las puertas del Panteón Israelita, y las tierras de los territorios de ambos Panteones.
A pesar de que Zeus era un dios del rayo, no tenía magia ni poderes propios ligados a dicho elemento; los relámpagos solo eran creados gracias a su Arma Sagrada Grothiá Sýnnef, los cuales tenían un límite, por lo que tras un determinado número de usos, Zeus tenía que esperar un largo tiempo para que su Arma Sagrada volviese a cargarse de energía, para así generar más rayos.
No obstante Zeus aprendió a usar los rayos de sus armas para potenciarse así mismo, aprovechando las virtudes que ofrece su propia fortaleza física, sumada con las de su cuerpo inmortal; la acción consiste en invocar sus rayos sagrados, mientras se sujeta cualquier parte del cuerpo, para que así aquel poder eléctrico llegue a su cerebro y corazón, provocando como reacción en su cuerpo inmortal un despertar completo de los sentidos, junto con una elevación de su fuerza vital, y de los latidos de su corazón a un punto, en que podría matar a un mortal.
Como consecuencia de ese aumento abrupto de ritmo cardiaco, su velocidad también aumenta a niveles abismales; esto quedó más que demostrado, con la velocidad a la que Zeus atacaba a su oponente; a simple vista parecía que el dios-tigre no tenía oportunidad, dado a que ni siquiera se defendía de los múltiples golpes que le daba el Rey del Olimpo.
Tras un segundo de incontables números de ataques, Zeus pateó a su oponente, haciéndolo chocar contra el suelo del Monte Olimpo, atravesando por completo los mismos cimientos, y justo antes de caer a las nubes inferiores, que lo llevarían al Territorio Griego, recibió en el pecho un puñetazo de Zeus, cargado de energía eléctrica pura, que lo envió a las nubes superiores de la montaña olímpica, para luego ser rematado al instante por un golpe en la espalda, por parte de ambas manos del Supremo Dios griego, que lo envió directo al suelo; provocando un agujero en la montaña Olímpica, semejante al que causaría un meteoro, que parecía llevar incluso al Inframundo de Hades.
Luego de eso, bajo la forma de un flash azul Zeus aterrizó en la parte más alta del Monte Olimpo, cerca de donde cayó el dios-tigre; la electricidad azul que lo envolvía fue desapareciendo, y su apariencia regresaba a la normalidad. Entonces cayó arrodillado; con una rodilla al suelo, mientras se apoyaba en la otra, y escupía sangre.
Es cierto que su cuerpo inmortal podía soportar una descarga de voltios tan altos, que podría reducir a un mortal a cenizas en cuestión de segundos. Sin embargo sus rayos no eran ordinarios; eran poder sagrado potenciados por su Arma Sagrada, diseñados para herir inmortales, de modo que ni él mismo estaba protegido; por lo tanto, dicha técnica le causaba un constante daño interno al cuerpo en el tiempo que lo tiene activado.
Y aunque su factor curativo extremo contrarrestaría esa debilidad, sanandolo de inmediato, dicho daño podría empeorar si Zeus recibe golpes fatales durante el combate; haciendo que su factor curativo trabaje con menos rapidez de lo normal, al menos hasta que la técnica sea desactivada y él pueda descansar.
"Al fin... le gane a ese malnacido...", pensó Zeus, sonriendo orgulloso, mientras se ponía de pie (tambaleándose un poco en el acto), y empezaba a reírse como un loco, creyendo firmemente que ganó.
—¡Que bien se sintió!
https://youtu.be/I221jxs7ZEY
El Rey del Olimpo sintió un terrible escalofrío en su espalda, al escuchar la inconfundible e intimidante voz del Depredador de Inmortales; al darse la vuelta Zeus quedó en total shock al verlo salir del cráter, caminando de modo casual, como si hace un momento no hubiera recibido más de un millón de ataques en todo el cuerpo.
—Fueron buenos golpes. ¡Excelentes para un masaje de espalda casi divino! —dijo Rudra sonriente y feliz, mientras movía los hombros y el cuello, haciendo alusión a que tuvo un maravilloso masaje—. A juzgar por tu cara, puedo suponer que ese fue tu mejor ataque, ¿Verdad? Si es así entonces eres una verdadera decepción.
—¡¿Qué demonios estás diciendo?! —exclamó Zeus furioso, ofendido e indignado—. ¡La velocidad de la luz es el poder más grande que puede alcanzar un dios! ¡Nadie de mi Panteón es capaz de llegar a tan alta velocidad!
—Y por eso no me extraña que sigas invicto hasta ahora —dijo Rudra, moviendo el torso un poco a los lados—. En realidad, la velocidad de la luz no es la gran cosa. Ya he conocido a más de diez dioses que son capaces de alcanzarla, e incluso ir más allá. Uno de ellos es mi viejo compañero de ejercicio, el Rey Mono Sun Wukong. Al principio me fue muy difícil golpear a ese mono loco. Reconozco que de nuestras primeras diez batallas, yo perdí seis... Pero en cada batalla, fui evolucionando; aprendí a leer sus movimientos, y en nuestros siguientes combates, ya era capaz de igualarlo, y después superarlo.
—¿Superar...? ¡Acaso estás diciendo que...! —exclamó Zeus, entendiendo lo que significaba eso, y deseaba que en realidad entendía mal aquellas palabras.
—Tal como lo oyes cachorro —decía Rudra jovial y con una gran sinceridad—. Acepto que la técnica que acabas de usar es increíble; es mucho más difícil de lograr, que simplemente "comprimir músculos". De hecho, en este Panteón tú serías el único capaz de realizarla. Pero lamento decirte que al igual que moverse a la velocidad de la luz, es algo que muchos inmortales de otros Panteones, con algo de dedicación, disciplina, poder e ingenio, podrían realizar con facilidad. Por ejemplo...
De forma inesperada, Rudra se perfora el pecho con las garras de su mano derecha, y luego desprende una poderosa aura eléctrica de color dorado, que provoca una erización de su cabello, junto con el crecimiento anormal de las venas en todo su cuerpo, al grado de hacerlas notar. Después las mismas venas liberan luz dorada, mientras los ojos del Depredador de Inmortales destellan de verde en su totalidad.
Era la misma forma que adquiría el Rey del Olimpo, cuando usaba su "técnica definitiva".
—¡¿Queeeeeé?! —gritó Zeus, estupefacto por completo de lo que veía.
—¡Además...! —decía Rudra todavía sonriendo y quitándose la mano del pecho de modo brutal, y mientras los agujeros que abrieron sus garras se cerraban, él regresaba a la normalidad—, es verdad que de todos los dioses, podrías estar entre los diez más fuertes, si hablamos solo de fuerza bruta y velocidad —Rudra levanta la mano derecha, mostrando sus dedos—. Pero si agregamos estilos de lucha, habilidades naturales, técnicas, nivel de karma e intelecto, no llegas ni a los diez dioses más fuertes —decía mientras enumeraba cada detalle con sus dedos—. Y si agregamos a los dioses que no son guerreros, quedas fuera del "ranking" de dioses más poderosos.
»Pero si nos vamos más a lo universal, englobando a otras razas de inmortales, como ángeles y demonios, ni siquiera cuentas como "uno de los seres más poderosos". Y cada uno de los puntos que mencione antes, junto con fuerza y velocidad, son los que determinan la victoria en un combate real. Para ser honesto, yo esperaba que todo lo que se decía de ti fuese un poco de verdad, y pudieras darme una buena pelea. Pero al final resultaste ser lo que yo sospechaba; solo eres un insignificante y patético dios sobrevalorado hasta lo malditamente absurdo y estúpido, quizás el más sobrevalorado de la historia.
"Este malnacido animal... ¡¡¡Lo voy a matar!!! ¡¡¡Le arrancaré la piel con mis propias manos y la colgare en mi pared!!!", pensaba Zeus, tan furioso que podría darle un infarto si fuese mortal. Después vuelve a sujetarse los brazos, y a entrar otra vez en su estado de Velocidad más allá del Tiempo. Y luego avanzó directo al dios-tigre, dispuesto a matarlo. Pero antes de eso, quedó estupefacto al ver que Rudra lo seguía con la mirada, y ya no parecía "alegre".
https://youtu.be/jekbOlKlesg
—Lo siento, pero tu pequeño momento de gloria terminó... —dijo Rudra mostrando ahora una sonrisa, que definía las palabras "feroz y aterrador".
Acto seguido todo el Olimpo se sacudió por un pequeño temblor, que ocasionó Rudra al golpear con el codo a Zeus en el pecho —estando éste último detrás del primero—, enviándolo a estrellarse contra la pared rocosa de la colina, en la que estaba construida el Templo de Zeus.
"Asura Agni: Meng Amok", pensó Rudra, y al instante sus ojos destellaron cual flamas verdes, mientras todo su cuerpo era cubierto por un fuego rojizo y salvaje. Acto seguido dio un gran salto que lo llevó hasta una de las rocas desprendidas de la colina, en la que se estrelló Zeus. Y a una velocidad comparable a la que éste último se movía, fue saltando de roca en roca bajo la forma de un destello rojizo —destrozando cada roca en el acto—, para dirigirse a donde había enviado al Rey del Olimpo.
Sin embargo Zeus no se quedó sin hacer nada; de inmediato emergió de las rocas como un destello eléctrico azul, y mientras volaba chocó su puño derecho contra el puño izquierdo de Rudra; aquel choque, además de causar una onda expansiva que destrozó por completo las rocas que caían, abrió una grieta en los huesos de la mano de Zeus, debido a la fuerza superior del poderoso dios-tigre.
Acto seguido los dos empezaron una ronda de múltiples choques en el aire, en los que Rudra ahora atacaba con puñetazos, codos, rodillas y piernas, provocandole severas heridas a Zeus, quien ahora tenía dificultades para leer los movimientos del dios-tigre, de modo que no podía defenderse muy bien. La situación para el Supremo Dios griego empeoró, cuando Rudra empezó a usar las garras, y nuevos movimientos marciales que iban directo a los puntos vitales: había desatado su más mortal arte marcial, del cual derivaban las demás artes marciales asiáticas como el kung-fu shaolin; estaba usando el legendario Kalaripayattu.
En un determinado choque, Rudra redirigió a un lado un puñetazo derecho de Zeus, usando el antebrazo izquierdo como escudo, y contraataco con un devastador codazo en el rostro de éste último, seguido de un brutal golpe directo en el pecho con el otro brazo, que envió al Rey del Olimpo a estrellarse contra la pared de su propio templo, y caer de forma estrepitosa al suelo del mismo.
Al instante Zeus se levantó y se cubrió con el brazo izquierdo, para proteger de una patada derecha vertical, proveniente de Rudra, quien en un parpadeo llegó hasta él. No obstante el Supremo Dios griego olvidó un detalle importante: las extremidades inferiores de un tigre, son mucho más fuertes que las superiores, y las artes marciales que practicaba el Dios de las Bestias tenían bastante énfasis en el uso de las piernas.
Por todos estos detalles, las extremidades inferiores de Rudra eran veinte veces más poderosas que las superiores, de tal manera que una simple patada fue suficiente, para fracturar por completo el brazo izquierdo de Zeus, aparte de hacerlo atravesar otra pared, junto con diez pilares que había en la ciudad de las afueras del templo.
Dando una pequeña risa cruel, Rudra corre a una velocidad inigualable, salta y aterriza en el primer pilar que caía, para después seguir corriendo y saltando en cada pilar colapsando, hasta llegar a donde flotaba Zeus, y conectar encima de su cabeza un codazo descendente rompecraneos, el cual éste último logró bloquear usando su otro brazo. Pero a costa de que también fuese fracturado, y de todos modos la fuerza de aquel golpe lo hizo descender directo al suelo.
A tres metros de estrellarse Zeus dio un giro en el aire y aterrizó de pie. Sin embargo antes de ver a su alrededor en busca de su oponente, ya estaba recibiendo una lluvia de puñetazos de frente, por parte de él; quedando ahora indefenso ante aquel huracán de golpes, el Rey del Olimpo no tuvo más opción que concentrar todo su factor curativo en sanar únicamente sus brazos, a costa de que se detuviera la sanación de sus otras heridas; un sacrificio que aceptó, con el fin de lograr restablecer sus fracturados brazos en un segundo.
Tan pronto como Zeus ya podía mover sus brazos, los uso para sujetar los puños de Rudra, a pesar de que el fuego que lo envolvía le quemaba las manos. Pero ese agarre sirvió de poco, porque de inmediato Rudra movió sus brazos sin problema alguno, y contraataco con un poderoso cabezazo, directo en el rostro de Zeus, haciendo que éste lo soltase y fuese vulnerable para ser sujetado de la cabeza por una mano del dios-tigre.
Acto seguido el Dios de las Bestias chocó la cabeza del Rey del Olimpo contra el suelo, y cuál paño de limpiar fue arrastrándolo a mil kilómetros por hora, atravesando innumerables rocas y casas en el proceso cual misil, pero con cuidado de no chocar con algún civil en el camino. Siguieron así al punto en que recorrieron gran parte del Monte Olimpo, e incluso pasaron cerca de donde estaban los demás dioses griegos, cuya sorpresa de lo que veían estaba más allá de lo indescriptible.
Ares y Apollo se hallaban en un estado de negación absoluta, al ver como su padre era humillado de tal brutal forma por un dios ajeno al Panteón Griego. Helios gritaba como un niño emocionado en un estadio de lucha, mientras su hermana Selene era indiferente. Artemisa y Poseidón estaban boquiabiertos, sorprendidos del inimaginable poder que resultó tener el dios extranjero. Hermes estaba tirado al suelo a cubierto, asustado de quedar en medio de aquella salvaje golpiza.
Y en cuanto Atenea, ella no sentía mayor sorpresa que los demás; debido al tiempo que pasaba en el Paraíso junto a su marido San Miguel, era testigo de algunos de los entrenamientos que tenía Rudra con el arcángel San Gabriel, además del miedo que mostraban algunos ángeles en presencia del dios-tigre. Aquello sumado al conocimiento que Atenea tenía sobre la raza y el pasado de Rudra, le bastó para tener una idea clara del gran nivel en que se encontraba el poderoso Dios de las Bestias.
Tras llevar arrastrando a Zeus por más de medio Monte Olimpo, Rudra lo levantó al aire, aumentó el fuego del brazo derecho —mismo con el que lo sujetaba—, y lo arrojó al cielo por medio de un poderoso torbellino de fuego, emergido del mismo brazo. Pero el Rey del Olimpo usó toda su fuerza para detenerse en el aire, y tras recuperar el equilibrio vomito un gran torrente de sangre, a causa de los daños internos que le causaba su propio poder, sumado con la salvaje golpiza que recibía.
Toda su vestimenta estaba desgarrada y gran parte de sus heridas, como cortes profundos y laceraciones, no dejaban de sangrar de forma anormal, por la rapidez en que se distribuía la sangre por sus vasos sanguíneos a causa de su propia técnica. Si él fuese un mortal sin duda ya habría muerto por desangrado hace un buen rato.
No obstante seguía sin rendirse, y lo iba a dar todo en un último ataque: junto ambas manos —teniendolas separadas por unos centímetros—, luego las levantó al cielo y todo el poder eléctrico fue concentrándose en medio de sus palmas, hasta ir convirtiéndose en una esfera eléctrica azul, cuyos poderosos rayos impactaban contra las colinas, pisos y rocas del Olimpo, asustando a los ciudadanos y preocupando a los demás dioses griegos.
https://youtu.be/8_Bm-XA9Rl4
Mientras tanto Rudra anuló su técnica, haciendo que se apagarán las llamas rojas en su cuerpo. Luego alzó la mirada, con ira en sus ojos.
—Este niño loco. Voy a tener que pararlo. Espero que no se muera con esto —dijo Rudra con disgusto, para después empezar a inhalar una buena porción de aire; preparándose para soltar uno de sus ataques más poderosos.
Y justo ahora el Rey del Olimpo había terminado de cargar su propio ataque.
—¡Grothiá Sýnnefo: Astrapí Sfaíra! —conjuro Zeus, preparándose para arrojar aquella esfera eléctrica.
"Deva Merupu: Tuphanu Garjana", recito Rudra en su mente y luego bajó la cabeza, mientras su cuerpo liberaba descargas eléctricas, cuya potencia aumentaba con cada centella liberada.
Es entonces que el Dios Griego del Rayo hizo honor a su nombre, y arrojó aquella esfera de relámpagos hacia su oponente en el suelo del Olimpo. Y de golpe, dicha esfera empieza a crecer varios metros de circunferencia, con cada centímetro que se acercaba hacia el dios-tigre en el suelo olímpico.
Pero un segundo antes de que la esfera fuese arrojada, el Dios de las Bestias también hizo honor a su nombre como Padre de la Tormenta, levantando la cabeza, enfocó su mirada en Zeus, y soltó su famoso rugido: un rugido de tigre que se oiría por todo el Cosmos, y que venía acompañado de un masivo, destructivo y poderoso tornado con enormes rayos dorados, naranjas y rojizos incluidos.
La esfera de rayos de Zeus terminó siendo tragada por ese feroz huracán, salido de las mismas fauces del temible y poderoso dios-tigre, y fue fusionada con los rayos que iluminaban aquel tornado; el cual siguió avanzando, hasta tragarse también al Rey del Olimpo, quien no pudo hacer nada más que soltar un desgarrador grito impotente, mientras era arrastrado por aquel funesto viento, lleno de rayos que lo golpeaban y azotaban cual pararrayos.
Dentro de aquella tormenta, creada por el rugido de Rudra, todo era un desfile de relámpagos y centellas de todo tipo, pero hechos de energía Prana; es por esto último que, de un modo irónico, Zeus era vulnerable por completo a los rayos del dios-tigre, y por ende, los mismos le estaban dando un castigo y sufrimiento digno de los peores infiernos existentes.
Pasado unos breves segundos Rudra dejó de rugir, y al instante la tormenta comenzó a desaparecer. Después de esto, del cielo diurno y despejado en su totalidad cayó un objeto envuelto en humo negro, directo al suelo del Monte Olimpo, Aquello captó la atención de Rudra, y éste, mostrando una sonrisa divertida, de un salto llega hasta el pequeño cráter, que fue creado por la caída de aquel objeto humeante.
https://youtu.be/QJmG9o5ncaY
—Así que esa es tu verdadera forma —decía Rudra, cruzado de brazos, mientras miraba el centro del cráter humeante, donde había una persona tumbada.
Era un chico que parecía rondar entre los 16 y 17 años, de cabello corto y de un color tan blanco como la nieve, con una musculatura marcada, pero de complexión bastante delgada. Sus ojos eran grises y su estatura baja (1,55 m). Además llevaba como ropa una pequeña toga quemada y rasgada, y todo su cuerpo estaba lleno de moretones y cortes profundos. Era nada más ni menos que Zeus, pero en su verdadera forma.
—Es lógico que seas casi un niño —decía Rudra casi entre risas al ver la verdadera forma del Rey del Olimpo—. Eres el más joven de todos los hijos de ese malnacido Cronos, y en edad humana tendrías apenas dieciséis años. Literalmente eres un pequeño cachorro malcriado, aparentando ser un adulto grande, sabio y poderoso como tu bisabuelo; de ahí el por qué te hiciste una forma adulta, similar a como ustedes ven a Yahweh. Después de todo, la edad de la forma humana de él varía de acuerdo a como es visto por la persona. ¡Je, je! Y ustedes lo ven como el estereotipo de abuelo sabio, épico y superfuerte.
—A... que... estás... esperando... —dijo Zeus con una expresión furiosa y una voz suave y juvenil, muy adecuado a su forma—. Termina ya con esto...
—Admito que me agradaría mucho... Pero por desgracia no puedo, porque le prometí a un conocido tuyo que te detendría, sin matarte —dijo Rudra inclinando un poco su torso hacia abajo, para mirar más de cerca al joven Zeus—. Y de todos modos sería una pérdida de tiempo, porque como cualquier inmortal, después de unos años reencarnarías, irónicamente, como la criatura mortal que más desprecias. Y luego al morir serías otra vez un dios, y recuperarías tus recuerdos. Además solo vine a evitar que dañaras mi casa, o sea, el Mundo Mortal, y arruinarás el legado de Adán y Eva...
En medio de la charla, Rudra escucha pasos detrás de él. Y al voltear su mirada, nota al resto de dioses griegos acercándose, con una cautela e impresión enorme; Hermes iba detrás de Ares, mientras que Apollo se refugiaba detrás de Artemisa. Incluso Ares, a un con todo su orgullo, se podía percibir el temor en él. Sin embargo Helios se acercaba emocionado como un niño, muy contrario a su hermana Selene, que era indiferente por completo.
—¡Amigo eso fue increíble! ¡Ahora entiendo por qué Sun Wukong te admira tanto! ¡Eres genial! —elogiaba Helios cual niño tras presenciar los actos de un superhéroe en persona.
—Ahora que tú has derrotado a Zeus, entonces eres el nuevo Rey del Olimpo —dijo Atenea con seriedad, aunque con cierto alivio en su voz.
—¿Qué te hace pensar eso cachorra? —pregunto Rudra girándose y viendo a la Diosa Griega de la Sabiduría.
—Eres el nuevo compañero de la titánide Gaia, eso te convierte en un miembro más de la rama familiar de nuestro Panteón —explicaba Atenea con la cabeza baja, en señal de respeto—. Y tal como lo dicta nuestras costumbres, ya que has derrotado al gobernante del Panteón Griego, eso te convierte en el nuevo y legítimo rey del Monte Olimpo.
—¡Ja, ja, ja!
La repentina risa del Dios de las Bestias confundió tanto a Atenea, que ésta levantó la mirada para verlo. También elevó el terror en Hermes, Apollo y Ares, haciéndoles creer que él planeaba algo terrible para el Monte Olimpo. Pero antes de que alguien le preguntara qué sucedía, Rudra se secó una lágrima por las intensas carcajadas, miró a la Diosa Griega de la Sabiduría, y respondió a su confusión.
—Lo siento, pero no me interesa —contesto Rudra sonriendo, y dejando en shock a todos los presentes, en especial a Zeus quien seguía oyendo todo.
—¡¿Pe-pe-pe-pero por qué?! —preguntó Artemisa no entendiendo nada, y sintiéndose cada vez más furiosa con el dios-tigre.
—Algo que siempre he detestado, es estar rodeado de dioses, en especial de los que son malcriados y prepotentes —decía Rudra, ahora denotando molestia en su voz—. Además este reino no me gusta. Es demasiado... "civilizado" para mi gusto. Ni siquiera hay demonios o monstruos decentes para comer —Rudra desvía la mirada al cielo—. Es mil veces mejor el Infierno o el Naraka; en ellos si hay presas fuertes y deliciosas, dispuestas a pelear contigo —Rudra vuelve a dirigirle la mirada a los dioses griegos—. Que el cachorro malcriado y sobrevalorado se siga quedando con su estúpido pedazo de roca; yo no lo quiero.
Aquellas palabras, cargadas de un orgullo inigualable e insuperable, impresionó por completo a varios de los dioses griegos, hizo llorar de la admiración a Helios, logró sorprender un poco a Selene, y enfado tanto a Artemisa que estaba por explotarse una vena suya por la rabia.
—¡Primero vienes y nos das a todos nosotros la humillación más grande de la historia! ¡Y ahora tienes el descaro de rechazar el honor más grande de nuestro Panteón y escupir sobre él! —decía Artemisa con cólera extrema, mientras caminaba directo al dios-tigre sin miedo alguno.
—¡Artemisa por favor no lo provoques! —pedía Atenea preocupada, corriendo hacia su hermana menor y sujetandole del hombro derecho para detenerla.
Sin embargo ella golpeó su mano, rechazando otra vez su intento de protegerla, y termina por estar frente a frente del Dios de las Bestias, mirándolo directo a los ojos, sin miedo ni sentimiento de intimidación alguna. Como Diosa Griega de la Cacería, ella no podía permitirse la humillación de sentir miedo frente a cualquier animal o bestia, ni mucho menos frente al ser que gobierna sobre todos los animales, bestias y demás criaturas de la creación.
—Es un poco grosero que trates así a tu hermana. Deberías ser más respetuosa —dijo Rudra frunciendo el ceño, y agachando un poco la cabeza para ver mejor los ojos de la Diosa Griega de la Cacería, pues ésta era casi veinte centímetros más baja que él.
—No tengo porque respetar a una mujer hipócrita, que abandonó su pureza por amor a un maldito y repugnante hombre —contestó Artemisa, con asco en su voz y mirada.
https://youtu.be/oPamCZ5PnXc
—¿Oh? Así que eres ese tipo de hembras extremistas, que por su odio y prejuicio, no duda en lastimar también a inocentes e incluso familiares —decía Rudra de forma divertida, para luego fruncir el ceño con molestia—. Las hembras como tú, son las que más odio...
Antes de que Artemisa siguiera quejándose, quedó en total shock cuando en un mero segundo, el Dios de las Bestias la levantó y cargó sobre el hombro derecho, como si ella fuese un simple saco.
—¡¿Qué demonios es lo que haces?! ¡Quítame tus sucias garras de encima asqueroso animal! —exigía Artemisa golpeando la espalda del dios-tigre y sacudiéndose con frenesí, sintiéndose indignada, ofendida, furiosa y asqueada, por estar siendo sujetada por una criatura masculina, en especial por un hombre-bestia.
—¡Señor Rey Tigre por favor espere! —gritaba Atenea juntando las manos en súplica, e incluso estando a punto de inclinarse, a causa del terrible miedo que sentía por lo que pudiese ocurrirle a su querida hermana menor—. ¡Le pido que la perdone! ¡Ella aun es joven y no sabe lo que dice...!
—No te alteres tanto cachorra —decía Rudra con molestia, mientras caminaba y pasaba cerca de Atenea—. Solo voy a llevarla al templo budista de mi tierra, para que aprenda a dejar de ser tan malcriada y prejuiciosa. Consideralo un favor, a cambio de que no me fastidien con esa maldita estupidez de que "soy el Nuevo Rey Dios Supremo" de esta estúpida roca.
Tras esa explicación, los demás dioses griegos se separaron, dejando el camino libre al Dios de las Bestias para retirarse del lugar en paz, e ir a las Puertas del Olimpo con el propósito salir de una vez del Panteón Griego.
Rudra sonrió ante esa acción inteligente por parte de los dioses griegos; así que continuó caminando sin problemas y con mejor humor; ni siquiera le molestaba el constante golpeteo y movimientos bruscos de Artemisa, quien luchaba para que él la soltara. Pero antes de irse del Olimpo, decidió decir unas últimas palabras mientras caminaba, pasaba al lado de los otros dioses griegos, y se alejaba con un estilo que Helios ya empezaba a describir como "macho alfa".
—En el futuro, si alguno de ustedes piensa hacer algo similar a los planes del malcriado sobrevalorado, recuerden este día y recen por que yo esté de buen humor —decía Rudra con tono divertido—. Shiva prefiere resolver estas tonterías con mensajes y palabras dramáticas. Es cierto que a veces funciona, ya que la palabra es más poderosa que la espada... solo cuando es la palabra de Shiva. Pero en esta ocasión le dije que iría yo en persona a detener los planes del patético de Zeus, porque a diferencia de Shiva, yo no doy mensajes; doy advertencias.
»Y las únicas palabras que digo, son las mil formas largas de decir "no existe dios ni diablo que te salve de mi furia" —el tono de voz de Rudra cambia a uno más serio, y cruel—. Por esta vez soy cortez, y les dejé esta roca lo bastante intacta como para seguir teniendo un sitio donde dormir. Pero la próxima vez que alguno de ustedes intente dañar el mundo donde nací, enviarlos al Naraka será un acto misericordioso, a comparación del "Naraka" que les haré pasar yo. Y esto no es una advertencia; es una promesa. Y yo siempre cumplo mis promesas.
Después de jurar esa promesa, Rudra desapareció de allí, llevándose consigo a la diosa Artemisa para enseñarle "valores budistas". Entonces los demás dioses griegos fueron rápido a donde se encontraba Zeus, quien ni siquiera podía mover un dedo; estaba derrotado por completo, tanto en física como en mente, ya que no pudo evitar pensar en el hecho innegable de que Rudra aún se estaba conteniendo.
En toda la pelea, el Dios de las Bestias jamás ha llegado a pelear en serio; ni siquiera usó su forma hombre-tigre, ni las demás técnicas Devas y Asuras. Ni mucho menos uso una misteriosa técnica, que algunos de aquellos a quienes él venció describían como "capaz de destruir el destino y alterar la realidad misma". Esto daba como resultado la innegable y humillante conclusión, de que el gran Rey del Monte Olimpo y de los Dioses Griegos, ni siquiera fue un reto para el Pináculo de la Evolución y Dios de las Bestias; no fue un oponente digno para el poderoso Rey Tigre Rudra.
—Por la bisabuela Khaos. Que desastre...
https://youtu.be/bCBwoUCFg1c
Tanto Zeus como los demás dioses griegos voltearon su mirada a una misma dirección, al escuchar una muy conocida voz; descendiendo al cráter, venía acercándose a ellos un hombre adulto, no mayor de 30 años, con piel grisácea, constitución musculosa, cabello liso y largo de color blanco, y ojos rojos en su totalidad. Además iba descalzo y llevaba puesto como falda una simple tela larga de color negro, y que levitaba de forma sombría; lo mantenía sujeto con una correa de cuero adornado con huesos. En sus brazos y piernas traía protectoras de metal negro con picos filosos, y en su hombro izquierdo tenía como hombrera el cráneo de un demonio israelita.
Era el primer hijo varón del titán Cronos y, por lo tanto, hermano mayor de Zeus y Poseidón; era el Dios Griego del Inframundo, Hades.
—Hermano... —dijo Zeus con odio puro en sus palabras, mientras se sentaba en el suelo con ayuda de sus hijos Ares y Apollo, y miraba a su hermano mayor—. Como te atreves a mostrarte aquí... después de... haberle pedido a ese monstruoso animal... que hiciera todo esto...
—¡Hey, hey, hey! Yo solo le pedí a Rudra que te detuviera, sin matarte —decía Hades sonriendo un poco divertido y moviendo el dedo índice a los lados, en señal de "No"—. Como dijo Rudra hace un momento, de todos modos iba a venir a detener tu plan de quitarle la voluntad a los mortales. Y créeme; él en serio tenía pensado en matarte. Pero no lo hizo, porque antes de venir yo mismo fui a su casa, a pedirle que te detuviera sin matarte. Así que en realidad, es gracias a mí que sigues con vida.
—¿Por qué hiciste eso hermano? —dijo Poseidón estupefacto y serio—. Antes tu ansiabas ver a Zeus agonizando hasta morir...
—¡Ja, ja, ja! Admito que antes hubiera hecho una gran fiesta, celebrando la muerte de mi hermano —dijo Hades divertido y entre risas, para después mirar al cielo, con un aire nostálgico en sus ojos—. Pero hace tiempo, después de que el tío San Gabriel me diera una buena paliza, culpandome por la caída del tío Lucifer, entendí lo estúpido que son los anhelos innecesarios, como el ser gobernante de esta roca.
Dicho eso, Hades baja la mirada, viendo otra vez a sus hermanos y familiares, ahora con una sonrisa amable, que ellos jamás pensaron ver en él.
—Reflexione sobre lo que significa ser rey, y el cómo anhelos semejantes han dividido a toda nuestra familia —proseguía Hades, ahora hablando como un verdadero sabio—. Y en medio de esa agobiante reflexión, debate y duda existencial, mi esposa Perséfone me apoyaba. Entonces tuve lo que se podría decir como una "epifanía", y decidí mejor dedicarme a hacer feliz a mi esposa y futuras hijas. Decidí tratar de ser un mejor padre de lo que fue el mío, aprender de los errores que llevaron a nuestra familia a distanciarse, y a proteger el mundo que mi esposa e hijas tanto aprecian, para que no dejen de sonreír.
»También decidí que debía cerrar viejos ciclos de odio, para empezar de nuevo: el haber evitado que tu, querido hermanito, terminarás siendo comida del dios salvaje Rudra, es uno de esos cierres. Puedes molestarte conmigo, estás en tu derecho, y no voy a juzgarte si quieres descargar tu odio conmigo. Pero ten en cuenta que solo terminarás convirtiéndote en alguien mucho peor, de lo que fue nuestro padre. Y de continuar así, la próxima vez quizás sea el mismo Shiva quien tenga que detenerte. Y lo que menos deseo ahora, es que nuestra familia siga sufriendo más pérdidas. Ya estoy cansado de tantas tragedias familiares.
Luego de decir eso, el Dios Griego del Inframundo se da media vuelta, dándole la espalda a los dioses griegos, para también retirarse, dejando a Zeus bastante furioso, pero incapaz de responder a tan grande verdad; todo lo que pudo hacer éste fue gruñir molesto, y caer inconsciente al suelo a causa del terrible agotamiento, mientras sus hijos Ares y Apollo exclamaron alarmados al verlo colapsar.
—Si me disculpan, tengo que ir con urgencia a mi casa; durante esta caótica pelea, Rudra cayó encima de la casa de mi perrita Cerbero. Y tengo que repararla ahora mismo para que ella no pase frío. Le gusta mucho el calor —dijo Hades mientras caminaba en dirección al agujero sin fondo, por donde Rudra había caído al final de su pelea con Zeus.
—¡Je, je! Qué curioso —dijo Helios cruzándose de brazos y sonriendo divertido—. Quien diría que haría falta los puños celestiales de un arcángel budista maestro de artes marciales, para que el mismo Hades se "evangelizara". ¡Je, je, je!
—Sí... San Miguel siempre dice que su hermano pacifista a veces hace milagros increíbles —dijo Atenea, mostrando una sonrisa divertida y gentil, para nada preocupada de la salud de su padre Zeus, como sus dos hermanos—. San Gabriel no deja de hacer extraños amigos, de las formas más extrañas. Creo que es el tipo de persona que atrae y une a la gente, sea o no su intención hacerlo; igual que su padre, y el señor Rudra.
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