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Capítulo XXVIII: La Senda del Maestro

https://youtu.be/2T4Tq_yhmTQ

El juicio había terminado con la demostración de la inocencia de Brigit, Morrigan y Wadjet sobre la destrucción causada en el Territorio Nórdico. Sin embargo no todo era tan favorable; San Gabriel iba a tener que pagar de algún modo una pequeña parte de los daños causados, ya que todo esto empezó por su irresponsabilidad de no haberles dicho a las tres diosas sobre su "viaje de autor-reflexión". El Ángel de la Divinidad estuvo más que dispuesto a pagar lo que hiciera falta, incluso pasar por un castigo si era necesario.

Allí es cuando Rudra intervino; dado a que San Gabriel era su discípulo y protegido, la responsabilidad también caía sobre él. Es por ello que el Dios de las Bestias propuso ayudar a reconstruir la mitad de las zonas destruidas, y el resto lo arreglarían Freyja y las Valquirias. Fue una propuesta que todos los dioses nórdicos aceptaron, bajo una condición; que por esta vez cumpliera con la Ley Universal de no entrometerse en los asuntos de un Panteón extranjero, en este caso no entrometerse en los conflictos entre Asgard y las criaturas no-humanas.

—Es una condición bastante... molesta... —dijo Rudra con una mano en su barbilla, pensando en la condición de los dioses nórdicos.

—No creas que no sé sobre tu simpatía por esos malditos monstruos —dijo Odín frunciendo el ceño, con igual molestia en su tono—. Solo quiero tener un medio seguro para que no ayudes a nuestros enemigos, ni menos a tu viejo amigo de pelea, Fenrir.

—Siglos atrás, le hice una promesa a Fenrir de que el vengar a todas las criaturas inocentes de este Panteón, se lo dejaría en sus garras —decía Rudra cruzándose de brazos y dando unos cuantos pasos al frente, mientras centraba su mirada cruel en el Rey de Asgard—. Sé que tú Odín me tienes miedo, sobretodo ahora que le partí el culo a ese sobrevalorado dios cachorro de las basuras llamado Zeus. Por eso entiendo que quieras evitar que me acerque a tu estúpido reino, o ayude a los gigantes en terminar derrotarte. Pero no te preocupes; no voy a dejarte peor de lo que te dejo el chico-ángel, al menos no en esta época. Así que puedes respirar tranquilo por ahora.

—¿De qué estás hablando? ¡¿Cómo que "al menos no en esta época"?! ¡¡Rudra!! —decía Odín entrando en cólera y estrés al no comprender esas palabras, que tenían toda la sensación de amenaza. Sin embargo el Dios de las Bestias solo sonrío divertido y le ignoro dándole la espalda.

—¡Mi padre te está hablando monstruo inmundo! —exclamó Thor sintiéndose ofendido e indignado de que su padre se le fuese dado la espalda, por lo que en un acto de furia arrojó su martillo Mjolnir contra quien se atrevió a ofenderlo.

De golpe ocurrió una poderosa onda de viento que agitó todo el área; una vez más el terror invadió a todos los dioses nórdicos al ver que no solo Thor había cometido la idiotez de atacar al Dios de las Bestias, sino también que éste último, sin siquiera mirar, levantó el brazo derecho y detuvo el Mjolnir con la filosa uña de su dedo índice.

—Cachorro malcriado, deberías aprender a controlar tus berrinches y dejar de aplastar con tu estúpida herramienta todo lo que te moleste. Algún día eso te cobrara caro; lo sé —dijo Rudra, mirando de reojo al Dios Nórdico del Rayo con una sonrisa dientuda, para luego golpear el martillo con el dedo medio de su mano derecha, haciendo que el Mjolnir retornara las manos de su portador—. Ahora que ya terminamos el debate, será mejor que todos regresen a sus hogares.

Luego de eso todos iniciaron los preparativos para regresar a sus respectivas tierras y reinos. Shiva se dirigió a hablar con los ejércitos que acompañaban a Rudra para explicarles con detalle lo que pasaría ahora. Heimdall le comunicaba lo mismo a sus propios guerreros. Y Freyja se encargaba de explicarle lo sucedido a sus Principales Valquirias, Brynhildr y Prour, quienes habían recobrado el conocimiento y llegaron al lugar poco después de que Shiva retrocediera el tiempo.

Al mismo tiempo Brigit, Morrigan y Wadjet estuvieron hablando entre sí sobre los eventos recientes, ahora como verdaderas compañeras, lo cual no dejaba de sorprender al arcángel mensajero, quien se encontraba a una considerable distancia, con una pequeña y hermosa sonrisa que esbozaba felicidad pura al verlas conversar. Después de mucho tiempo al fin sentía que su vida estaba en paz; que él ahora estaba en paz, tanto en mente como en corazón y espíritu. 

—Sabes cachorro, al principio no me convencían para nada —decía Rudra cruzado de brazos y sonriendo con sarcasmo, mientras se acercaba al arcángel por detrás y se paraba a su lado derecho—. Pero ahora creo que son unas grandiosas hembras, dignas del respeto de Shakti y Raksha. Son las compañeras ideales para motivarte a ser cada día más fuerte.

—Antes hubiera tenido ciertas dudas respecto a esa afirmación. Pero ahora estoy más que de acuerdo con usted, Señor Rudra —respondió San Gabriel también cruzándose de brazos—. Ahora estoy seguro de seguir con esta Unión Eterna, porque las quiero como parte de mi familia.

—¡Je, je, je! Es extraño. Ahora noto cierta... sabiduría en tu voz. Finalmente has madurado —dijo Rudra alzando la mirada al cielo, ahora denotando felicidad y orgullo en su sonrisa—. Tanto tu padre como tu madre estarían felices de verte ahora convertido en un adulto. Quién hubiera pensado que necesitarías literalmente tres hembras para crecer por fin. ¡Ja, ja, ja!

—Sí... básicamente... Je, je, je —dijo San Gabriel ahora bajando la mirada con pena y riéndose un poco de la vergüenza, aunque igual le hizo bastante gracia.

Maestro y discípulo compartieron algunas risas de lo divertido que era la situación de éste último. Entonces ambos detuvieron sus risas al ver que se acercaban el trío de diosas, estando Brigit delante de Morrigan y Wadjet, con una mirada que reflejaba pena.

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—Así que por fin tienes el valor de hablar conmigo —dijo Rudra con diversión al percibir la enorme vergüenza en la diosa celta pelirroja—. Ni siquiera cuando visitaba al chico-ángel para entrenar, no tenías ni un pequeño ánimo de tener una charla familiar conmigo.

—Lo sé, y lo siento. Es que... es muy extraño... —dijo Brigit sujetándose el brazo izquierdo con pena, aún incapaz de mirarle la cara a su bisabuelo.

"No me sorprende. Este tigre superdesarrollado no aparenta tener más edad que la estrella asexual, a pesar de que es hasta tatarabuelo de más de la mitad del cosmos" pensaba Wadjet estupefacta de lo bizarro que era el hecho de que Rudra era bisabuelo de Brigit, y sin embargo ambos no parecían tener una diferencia de edad mayor a cuatro o seis años. 

El Dios de las Bestias lucía demasiado joven para ser bisabuelo o incluso abuelo.

—Entiendo que sientas molestia de mí, por haber heredado mi naturaleza impulsiva —decía Rudra cambiando a una expresión seria—. No debió ser fácil para ti vivir así. Tu bisabuela Danu, al igual que mis otras esposas, me han hablado sobre los problemas que pasan nuestros descendientes como tú. Y créeme que si hubiera sido necesario, te habría llevado conmigo a mi tierra junto a mis nietos maruts.

—No. Descuide Señor Rudra —dijo Brigit con más ánimo y por fin mirando al dios-tigre a los ojos—. La verdad es que no lo odio, ni un poco. Y sé que me habrías ayudado en mis momentos de mayor necesidad. Pero entiendo que a pesar de todo, usted siga teniendo la naturaleza de un tigre, y por eso cuando vuestros cachorros alcanzan la mayoría de edad los deja valerse por su cuenta. Es duro, pero necesario.

»Además en esos tiempos de sufrimiento no estuve sola; tuve a la bisabuela, a mi abuela, a mi madre, a mi padre, a mis hermanos y hermanas, a toda mi tribu. Aprendí por mí misma el lado cruel de la vida, al igual que aprendí a seguir sonriendo pese a las adversidades. Quien soy ahora y el camino que me llevó hasta aquí, fue posible gracias a que me permitiste vivir junto a la bisabuela Danu en la tribu. Y por eso solo puedo decir gracias.

Dicho eso, la diosa celta pelirroja termina de acercarse y le da a su bisabuelo un cariñoso abrazo de oso, que éste no tuvo otra más que aceptar. Y no era que le disgustaba la presencia de su bisnieta; en realidad le molestaba lo dramático que se veía la escena, y a él no le gustaba para nada los dramas, ni menos los momentos que consideraba "cursis".

—Y de modo irónico, Brigit terminó siendo unida al discípulo blandengue de su bisabuelo gruñón. Qué curioso es el destino —dijo Morrigan cruzándose de brazos y sonriendo con sarcasmo.

—Sí... muy irónico —decía Rudra separándose de Brigit con educación, y centrando su atención en la Reina Fantasma—, como el hecho de que terminaste unida a tu contraparte de otro Panteón, casi como ocurrió con tu madre y el buen Tyr.

—Claaaro... —dijo Morrigan con sarcasmo, poniendo ambas manos en su cintura, desviando la mirada por un segundo y reteniendo una pequeña risa sarcástica.

—Hablo en serio —decía Rudra ahora sonriendo con diversión y teniendo un tono jovial—. Hay más de tu madre en ti de lo que te imaginas, como el curioso gusto por los luchadores jóvenes de cabello plateado y verdadera actitud heroica. Pero tampoco te sientas indignada de tu padre, ni de tener algún parentesco suyo; él es todo lo que jamás serán el bastardo de Odín y la mayoría de los dioses nórdicos. ¡Je, je! ¡Hasta podría parecer un grandioso dios celta!

Como respuesta a esa reflexión, Morrigan solo cerró los ojos y esbozo una sonrisa que denotaba orgullo, pero a la vez alegría y serenidad. Aunque de todos modos no hacía falta ver sus expresiones o sus ojos cambiantes para verlo, ya que ahora, por primera vez en mucho tiempo, podía percibirse un ligero sentimiento de genuina paz a su alrededor.

—Y hablando de tal venado tal cervatillo —decía Rudra ahora dirigiendo la mirada a la diosa egipcia—. En tu caso te pareces más a tu padre que a tu madre; por lo que me dijo el chico-ángel, hasta heredaste los cambios de humor de Anubis.

—¿Y eso qué felino superdesarrollado? ¿También piensas faltarme el respeto o hablar mal de mi familia? —pregunto Wadjet con molestia, poniendo ambos puños en su cintura y pisando fuerte el suelo, esperando algún insulto de ese tipo como casi siempre sucede cada vez que se topa con un dios extranjero.

—Claro que no. Anubis es un gran compañero de entrenamiento y de charlas sobre juzgar a los malnacidos. ¡Je, je, je! ¡Sus ideas para castigar a los malditos son increíbles! —decía Rudra con una sonrisa divertida y a la vez cruel, para luego volver a su expresión serena—. Cuando visite a tus padres siglos atrás, me preocupó la idea del tipo de diosa que podrías llegar a ser. Pero ahora que te vuelvo a ver, me doy cuenta de que algo en ti ha cambiado, y para bien. Solo recuerda ser más respetuosa con los que de verdad lo merezcan. ¡Pero tampoco dejes de decirle sus verdades a las verdaderas escorias; esas sí que no se merecen respeto!

—¡Ja, ja, ja! ¡Lo tendré en cuenta tigre gruñón! ¡De ninguna manera respetare a las verdaderas sabandijas sobrevaloradas que se creen la gran cosa como esas Valquirias asquerosas! ¡Ja, ja, ja! —decía Wadjet esbozando una gran sonrisa divertida, y enfadando a las mencionadas inmortales nórdicas que escuchaban su conversación.

"Me alegra que por fin las reconozca como buenas personas...", pensaba San Gabriel sonriendo un poco, feliz y tranquilo de que su maestro no mostrará disgusto con las tres diosas como casi siempre hace con todos, lo que significaba que las reconocía como dignas de respeto. De cierta forma sentía la misma felicidad que siente alguien cuando presenta sus amigos o parejas a su familia y ésta los acepta.

Por otro lado al grupo se acercaba nada más ni menos que Freyja, acompañada de Brynhilde, Prour y el resto de las Valquirias. La reina Vanir caminaba con la mirada baja, por temor a que los demás vieran cuan emocionada estaba al estar frente a su mayor ídolo, e incluso sus mejillas tenían un ligero sonrojo que ella intentaba ocultar. 

También intentaba no mirar al trío de diosas porque aún les tenía tanto rencor, que de verlas tan cerca podría comenzar la revancha; también era lo mismo con el resto de las Valquirias. Es por eso que se detuvieron a casi siete pasos lejos de donde estaba Rudra, San Gabriel y las tres diosas.

—Es cierto. Casi lo olvido; tengo que ir con ustedes para pagar el daño de mi discípulo —dijo Rudra cambiando a una expresión desilusionada, pero cuando levanta la mirada muestra una pequeña sonrisa y sus ojos transmiten nostalgia—. Aunque no me sentaría mal volver a ver el Alfheim; quiero ver si los mortales de allí por fin maduraron y aprendieron a llevarse bien.

—¡¡Maravilloso!! ¡Es decir...! ¡Cof, cof! Será un gran honor para mí, Rey Tigre —dijo Freyja, en un inicio levantando la cabeza emocionada de una forma muy infantil, pero un segundo después cambió a un estado de nervios total, y al instante se puso firme, serena y fría como toda una reina orgullosa.

—¡Ja, ja, ja! ¡Por favor ya estás muy vieja para estas tonterías infantiles! ¡Pareces eso que los ridículos inmortales japoneses llaman "Tsundere"! ¡Ja, ja, ja! —comentó Wadjet entre risas divertidas por la actitud infantil de la reina Vanir.

"¡¡¡Maldita enana egipcia!!!", pensó Freyja apretando los dientes y los puños con tanta rabia, que se le noto una vena en la frente, además hacía un esfuerzo para no ver a la diosa egipcia porque sentía que de hacerlo empezaría otra pelea innecesaria allí mismo, y justo ahora era lo que menos quería al estar presente el Dios de las Bestias.

—Por cierto, mi dulce y querida hermana mayor, Brynhilde, es una de las que más dolor sufrió; le vendría bien que alguien pague por eso —comento Morrigan desviando la mirada y teniendo una sonrisa inocente que contrastaba con su tono de tristeza fingida.

—¿De verdad? —preguntó Rudra de forma casual, mirando a la reina fantasma, para luego dirigir la mirada a la Valquiria de las Tinieblas, quien él ya conocía—. Si es así entonces vendrá conmigo.

—¡¿Qué?! ¡No es cierto! ¡Estoy bien; no necesito ningún tipo de compensación! —decía Brynhilde impactada y asqueada con la idea de pasar el tiempo con una bestia, en especial una que en el físico se parecía bastante al Padre de la Humanidad.

—Entendido; entonces mi mano derecha y yo estaremos con usted, para guiarlo al Alfheim y compensarnos por los daños que sufrimos en este combate —decía Freyja de forma monótona, casi sin emociones.

—¡¡Pero señora...!! —objetaba Brynhilde por primera vez en súplica.

—¡Es una orden Brynhilde! —grito Freyja elevando la voz y cambiando el tono a uno tan iracundo, que la Valquiria de las Tinieblas no pudo volver a objetar, y hacer más que gruñir en silencio. Mientras Freyja pensaba para así misma con emoción infantil y a la vez celos asesinos: "¡Maldita sea! ¡Y yo creyendo que estaría sola con Rudra! Al menos con Brynhilde quizás pueda alargar su estancia un poco más".

—Adiós Señor Rudra. Y siento mucho que tenga que pagar el desastre que mis compañeras y yo causamos —se despedía Brigit con tristeza y vergüenza al punto de casi llorar.

—De todos modos si no lo hago Raksha, Shakti y tu bisabuela Danu me regañarían. Y tener que oír las quejas de muchas compañeras es un verdadero dolor de cabeza —dijo Rudra haciendo una mueca de disgusto, mientras caminaba al lado de Freyja y se rascaba la cabeza.

—Lo entiendo perfectamente —comento San Gabriel bajando un poco los hombros, cerrando los ojos, dando un respiro cansado y sonriendo con pena.

Al mismo tiempo los ejércitos que vinieron con el Dios de las Bestias empezaban a irse tal como habían llegado; lo mismo era para Odín, los demás dioses nórdicos y el resto de guerreros asgardianos, quienes regresaban a Asgard con el puente-arcoiris Bifrost. Por otro lado Shiva también se estaba preparando para irse a su propia casa, pero antes decidió quedarse un rato más para ver a su "hermano" despedirse de su discípulo.

Luego de un segundo de estar sintiendo pena —y bastante comprensión— por la vida marital tan complicada del Dios de las Bestias, San Gabriel abrió los ojos y volvió a mirar al frente, solo para quedar sorprendido al punto de casi sobresaltarse, cuando vio el puño derecho de Rudra apuntando hacia él; no era una señal de querer darle otra lección dura, o buscaba asustarlo. 

En realidad, por primera vez desde que se conocían, el Rey Tigre quería chocar su puño con él como señal de hermandad, lo cual dejó estupefacto e impresionado al arcángel, ya que el Dios de las Bestias no era alguien que hace ese tipo de acciones amistosas con cualquiera.

https://youtu.be/IPWEDJgDLSU

—Comparado con Nezha y Skanda, al final no resultaste tan problemático. Pero fuiste un excelente oponente y un buen estudiante. Aunque sigues estando muy lejos de la perfección —dijo Rudra con una pequeña sonrisa divertida y teniendo una mirada serena—. Sigue así, y serás uno de los mejores luchadores que la naturaleza haya tenido.

—Entendido, maestro Rudra. Fue un honor haber sido su estudiante —dijo San Gabriel, esbozando una sonrisa que reflejaba la alegría pura e inocente de un niño.

Posterior a eso, el Ángel de la Divinidad camina los suficientes pasos para quedar cerca del Dios de las Bestias, y luego levantar el puño izquierdo con lentitud, hasta chocar con el puño derecho de Rudra, como señal de respeto y admiración por parte de ambos. Era una escena que alegró el corazón de todos los presentes, e incluso el mismo cielo pareció celebrarlo.

—Sé que debería decir algo como "no vuelvas a meterte en problemas". Pero conociéndote sucederán más tonterías surrealistas que te meterán en problemas descabellados. Ni siendo un adulto se te quitará esa vida loca tuya —dijo Rudra casi entre risas divertidas, pero manteniendo un tono amistoso y sabio—. Por eso espero que sigas madurando y luches contra esos problemas sin miedo, como un verdadero Baaghi (Rebelde).

—Ya tenías mucho tiempo que no me llamaba así, Señor Rudra —respondió San Gabriel otra vez con pena al ser llamado con ese apodo.

De repente el Ángel de la Divinidad siente un pequeño cosquilleo en los hombros, parte superior del pecho y espalda; era una pequeña sensación similar al de miles de agujas delgadas y microscópicas pinchando su piel, pero no al punto de ser incómodo o doloroso. Pero por simple curiosidad San Gabriel separó su puño izquierdo del derecho de Rudra para verse el hombro derecho.

Se sorprendió al ver que tenía tatuado oraciones en un antiguo idioma indio, que formaban una especie de estrella de cuatro puntas; en el hombro izquierdo también tenía uno similar, y arriba del pecho una oración que iba de forma un poco circular hacia arriba. Además no podía verlo, pero en su espalda tenía el tatuaje de más oraciones en ese idioma, adornadas con símbolos y un trazado de tigres gemelos; eran tatuajes sagrados Sak Yant, muy comunes en los guerreros y maestros del Arte de la Guerra en Asia.

—Si Karttikeya estuviera aquí, te diría que te has ganado un lugar entre los Guardianes del Dharma, y como tal te hubiera dado la marca de los guerreros. Honra esas marcas, sigue transmitiendo las enseñanzas que has aprendido y forja tu propio legado, pequeño Baaghi —dijo Rudra igual que un padre felicitando a su hijo.

Después de muchos siglos, era la primera vez que el Ángel de la Divinidad sentía tanta felicidad; sentía que por fin estaba libre de las cadenas de culpa y tristeza que lo ataban por sus errores pasados. Tal era la alegría y honor que sentía, que la mejor forma de demostrarlo y aun así no era suficiente, fue juntando intentar inclinarse con la cabeza al suelo en señal de respeto, tal como hacían los discípulos de muay thai. Sin embargo antes de hacerlo fue sujetado de los hombros por Rudra, y fue puesto de pie otra vez.

—No te inclines chico. Es demasiado dramático y ridículo —dijo Rudra ahora denotando pena y molestia.

—Lo siento; había olvidado que odia el dramatismo ¡Je, je, je! —respondió San Gabriel rascándose la nuca y riéndose bastante avergonzado.

"Bien hecho amigo mío. Sabía que lo lograrías", pensó Shiva con felicidad al ver que el hijo del "hermano" de su padre, por fin había crecido como guerrero y como persona. 

—Trío de cachorras cuiden bien a este baaghi, y asegurense de que deje de meterse tanto en problemas surrealistas —dijo Rudra con un tono divertido.

—¡Ja, ja, ja! ¡Será un desafío nivel dios, peeero como la grandiosa compañera eterna que soy haré el intento! —dijo Wadjet esbozando una gran sonrisa mientras ponía ambas manos detrás de la cabeza.

—No creo que él necesite protección. Pero me asegurare de que no se meta en líos absurdos —dijo Morrigan sonriendo y cruzándose de brazos.

—Descuide Señor Rudra. ¡Lo cuidare tanto que no volverá a irse a otro tonto viaje de autoreflexión! —dijo Brigit juntando las manos con radiante alegría.

—Me alegra que estén de acuerdo en algo. Pero esto es penoso —dijo San Gabriel cerrando los ojos, sonriendo avergonzado y rascándose la cabeza con pena, mientras el dios-tigre le daba unas palmaditas en el hombro izquierdo y se reía a grandes carcajadas.

Tras unas cortas risas, por fin discípulo y maestro se retiran tomando caminos diferentes; y no solo en el sentido en que San Gabriel iría a casa con las tres diosas a descansar, mientras Rudra iría con Freyja y las Valquirias a trabajar. 

Como en toda vida, el maestro y el discípulo comparten el mismo destino hasta que llega el momento en que el estudiante se convierte en maestro, y entonces tiene que irse para recorrer su propia senda, crecer por su propia fuerza en base a las enseñanzas de su maestro y construir su propio legado con sus propios discípulos.

Era el ciclo del estudiante que se convierte en maestro, ya que cuando termina una historia otra empieza. Y solo a veces cuando comienza una nueva historia, el estudiante convertido en maestro obtiene como discípulo el legado de su maestro.

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