Capítulo XXVI: Diosas vs Valquirias (III)
https://youtu.be/Rx9OoLwiAho
El cielo una vez tranquilo ahora resonaba y la tierra temblaba con los feroces choques entre las tres diosas contra las Valquirias. Desde las aldeas humanas se podía ver todo un caos en las alturas; Valquirias peleando contra oleadas de fantasmas de guerreros celtas, explosiones, ondas de choque y destellos cegadores.
Sin duda ya empezaban a creer con firmeza de que se había adelantado el Ragnarok.
Y para empeorar la situación, la batalla estaba llegando hasta sus aldeas; en una aldea lejana cayeron Wadjet y Prour, derribando una casa en el proceso, y luego ambas chocaron sus respectivas armas creando una onda expansiva que hizo volar todo alrededor a medio kilómetro de distancia. La diosa egipcia empezó a retroceder, al mismo en que bloqueaba cada tajo proveniente del hacha de la cruel Valquiria del poder, haciendo temblar la tierra con cada choque, al punto de destrozar todo el suelo por el que recorrían (o volaban) ambas.
Aunque estaban concentradas en intentar matarse una a la otra, Wadet hacía su mayor esfuerzo por esquivar las estructuras de las casas, al contrario que Prour quien movía su hacha sin cuidado alguno, llegando a incluso partir a la mitad una casa junto con la tierra. La brutalidad de la lucha se estaba saliendo de control en la aldea, de modo que la diosa egipcia tuvo que intentar elevarse de nuevo al cielo.
Pero la valquiria implacable no se lo permitiría.
—¡No te atrevas a huir pequeña perra! —exclamó Prour con funesta ira, intentando detenerle el vuelo a la diosa egipcia por medio de un tajo descendente en diagonal, el cual Wadjet evadió con facilidad y comenzó a elevarse.
Sin embargo fue sujetada de una pierna por Prour, para luego ser azotada contra el suelo; la brutal acción tuvo efecto casi nulo en la pequeña doncella egipcia, de modo que ésta, al instante en que fue estrellada contra el suelo, contraatacó pateándole el rostro a la Valquiria con tanta fuerza, que le quitó el casco e hizo sangrar por la boca y nariz.
—¡Control Ka: Mano Solar!
Conjuro Wadjet mientras se elevaba en el aire. El ojo de su bastón desprendió flamas azules, las cuales adoptaron la apariencia de una enorme mano en forma de palma, con la cual la diosa egipcia golpeó a la Valquiria del Poder, la hizo atravesar tres casas germánicas y chocar contra un montículo de tierra cubierta de nieve.
—Nada como una pared fría después de una ardiente cachetada ¡Ja, ja, ja! —dicho esta pequeña burla, Wadjet extendió las alas de oro y se elevo por fin en el aire, con el propósito de alejarse lo más lejos posible de las aldeas humanas.
Mientras Prour, aun estampada en el montículo de tierra, se tocaba los labios para ver si de verdad aquel golpe la lastimo tanto que la hizo sangrar; al ver que sí, gruñó con furia intensa.
Al mismo tiempo en las montañas se libraba una feroz contienda entre las dos hermanas, Morrigan y Brynhildr. Ambas chocaban sus respectivas lanzas con tanta fuerza, que el aire creado por el filo de sus tajos destrozaba la tierra junto con los árboles, y originaban largos cortes en las montañas cercanas.
—¡Ja, ja, ja! ¡Es increíble lo fuerte que te has vuelto hermanita! —decía Brynhildr igual que una completa desquiciada, mientras movía su lanza en tajos veloces y salvajes, los cuales la reina fantasma evadía y bloqueaba sin dificultad alguna—. Pero hay algo que me molesta; ¡¿Por qué me estás llevando lejos de las patéticas aldeas humanas?! ¡¿Acaso es para proteger sus corruptas y patéticas vidas?!
Dicho eso, la Valquiria sanguinaria atacó con un corte horizontal tan poderoso, que hizo retroceder a la reina fantasma, aun cuando ésta última lo había bloqueado a la perfección. Además el golpe fue capaz de partir en dos la punta de una montaña ubicada en frente de ambas.
—Eres la Diosa Celta de la Muerte, ¿y tratas de extender las vidas de tan inútiles criaturas? —decía Brynhildr, mirando de reojo a su hermana y sonriendo con frialdad absoluta—. ¡¿No quieres que alguno muera mientras peleamos?!
Tras esa pregunta de tono tan sádico, la Valquiria de las Tinieblas apunta con su lanza a una aldea humana que se veía a lo lejos. Y cual escopeta disparó una descarga de magia oscura que destruyó la mitad de la aldea. Por fortuna no hubo muertos, gracias a que los humanos habían comenzado a huir. Pero si hubo algún que otro herido a causa de los escombros que caían del cielo tras la terrible explosión.
—¡Upsi! Creo que, de todas maneras, una de esas tontas aldeas humanas terminó envuelta en nuestro conflicto —decía Brynhildr de modo inocente, desviando la mirada y fingiendo estar triste de forma cínica. Pero cuando vuelve a centrar su mirada en su hermana, notó que ésta no lucía tan molesta como esperaba que estuviera. —¿Qué pasa hermanita? No pareces muy afectada por el "accidente" que hubo en nuestra pequeña lucha fraternal.
—¡Je, je, je! ¿De verdad crees que me importan los humanos a ese punto? —dijo Morrigan divertida y mostrando su propia sonrisa sádica—. Humanos, bestias, elfos, orcos. Para mi todas las razas mortales me valen igual que todas las razas inmortales: o sea me valen mierda. No me importa si viven o mueren antes de tiempo. Tarde o temprano todos mueren de algo al final.
—Si es así, entonces ¿por qué llevas nuestra lucha tan lejos de las aldeas humanas? —pregunto Brynhildr confundida, pero sin dejar de sonreír—. Sé que estabas dejándome tener dominio a propósito, para que centrará toda mi atención en ti, y empezará a seguirte. Es una táctica muy común si se pretende luchar sin causar bajas. Y si lo que dices es cierto, entonces no tienes razones para hacer semejante estupidez.
—A pesar de ser tan enferma mental, tienes buen análisis. Respondiendo a tu pregunta, pues que nos alejemos, es solo porque no me gusta el derramamiento de sangre innecesario.
—¡Ja, ja, ja! ¡¿Pero que mierda dices?! ¡Eres responsable de guerras y cientos de muertos! ¡Eres la muerte en persona! ¡Eres la loca, cruel y despiadada Reina de los Fantasmas Celtas!
—Es cierto que soy cruel, pero también soy justa; si no buscas razones para mutilarte vivo, entonces no te mutilare. Y no causó muerte; solo la predigo. Y en las batallas doy coraje a los guerreros para que peleen, no para que se maten —explicaba Morrigan de forma burlona, mientras desviaba la mirada y ponía una mano en su cadera—. Me dicen despiadada, pero solo porque soy realista; en las guerras sigo solo a los que busquen la paz para la tierra, no para los pueblos ni sus habitantes. Y si para conseguir paz tengo que matar a cada maldito rey, entonces lo haré.
»Y en cuanto a lo último... ¡Je, je, je! Si estoy loca, pero no tanto como ustedes los patéticos nórdicos, que van tan lejos como para ir asesinando a criaturas débiles que no pueden ni defenderse. Además me divierto torturando y matando solo a quienes invaden, asesinan, roban y violan todo lo que esté a su paso, tal como hacen los malditos vikingos inmortales de Asgard. Despellejar vivo a escorias así, es lo más emocionante, relajante, divertido y todo lo que esté ligado a la definición de la palabra "satisfactorio".
—Entonces si disfrutas matar y derramar sangre.
—No lo niego. Pero como dije, solo cuando es necesario. Como cuando alguien que encaja en la lista de escorias que más odio merece ser descuartizado.
—¡¡No puedo creerme toda esa mierda!! —exclamó Brynhildr con una mezcla de ira y diversión incrédula, agitando su lanza en un movimiento furioso, y provocando una breve tempestad tan poderosa que levantó varios árboles del bosque debajo de ella—. ¡Eres una guerrera que ama la batalla, bañarse en sangre caliente y despedazar a sus oponentes! ¡Eres igual que nuestra familia en Asgard y a los demonios del Panteón Celta! ¡No puedes tener códigos de honor o de conducta tan triviales, aburridos y patéticos!
—¡Je, je! Tienes razón. Soy una guerrera que ama los conflictos y el derramamiento de sangre. Pero lo que para ti es algo trivial, aburrido y patético, para mí es algo más.
—¡¡¡¿Y qué es?!!!
—Una línea.
Aquella última respuesta confundió aún más a la Valquiria de las Tinieblas. Pero es obvio que alguien como ella, quien se ha entregado por completo a su sed de sangre y hambre de violencia, jamás entendería conceptos como un código de honor personal, semejante al de Morrigan.
De cierto modo ambas eran un reflejo del otro; Brynhildr es una prueba viviente de lo que pudo haber sido la reina fantasma, si se hubiera quedado con su familia paterna en Asgard, en vez de su hogar materno el gran pueblo de los celtas, donde aprendió dos conceptos importantes: lo que diferenciaba a un verdadero guerrero de un asesino como los asgardianos y las Valquirias, y lo que distinguía a un verdadero rey de un tirano como Odín y Bres.
Fue gracias al odio hacia su familia paterna, lo que motivó a Morrigan a marcarse objetivos en los que dirigiría toda su naturaleza violenta. Y tras siglos de insoportables prácticas, solo pudo conseguirlo gracias al constante apoyo de su madre y hermanas. Pero tras convertirse en la nueva Reina Fantasma del Panteón Celta, hubo muchos entre sus seguidores que cuestionaban su negativa a romper sus propios códigos de honor.
Esas cuestiones sembraban la semilla de la duda en Morrigan, haciéndola debatir a veces si debía mantenerse firme en su decisión de tener un código de honor, o desatar toda la violencia y furia de su interior como muchos de sus parientes nórdicos. Incluso hubo ocasiones, como el primer día en que conoció a San Gabriel, en los que daba rienda suelta a una porción de su verdadera naturaleza despiadada, lo cual originó su famosa reputación como diosa cruel.
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Sin embargo toda señal de duda fue erradicada por completo aquel día, en que tuvo su cita privada con el arcángel mensajero; después de que él tuviera que satisfacerla durante casi cuatro horas en el lago, Morrigan se detuvo para descansar. San Gabriel se encontraba sentado dentro del lago, en una zona donde el agua le llegaba hasta el estómago y él podía recostar la espalda en una roca, mientras la reina fantasma yacía sentada en su regazo, todavía unida a él, y descansando en su pecho.
A simple vista parecería una escena romántica, sino fuera porque el arcángel tenía una expresión nerviosa e incómoda, como si estuviera atrapado con una serpiente que podría atacarlo si daba un mal movimiento. No estaba muy lejos de la realidad; él tenía tanto miedo de moverse y molestar a la diosa cuervo, que no se atrevía a hacer más que dejarla descansar encima suyo. Y de todos modos no podría escapar, porque ella lo sujetaba del pecho, igual que un depredador aprisiona a su presa.
Mientras Morrigan reposaba para continuar con la rutina, conversaba un poco con San Gabriel, solo para entretenerse con la vergüenza e incomodidad que él demostraba ante los comentarios obscenos de ella. Y en medio de la conversación la reina fantasma se burló de la naturaleza tan compasiva del arcángel; de su obsesión por ser tan bondadoso y compasivo hacia sus oponentes.
Fue entonces que surgió aquella curiosa y reflexiva charla entre ambos.
—Quizás te parezca una tontería mi código de artista marcial. Pero para mí significa algo más —contestó San Gabriel, dirigiendo su mirada al cielo, ahora con un semblante serio.
—¿A sí? ¿Y qué es angelito? —pregunto Morrigan divertida y un poco intrigada, mientras le veía el rostro y acariciaba las suaves mejillas de él con una mano de forma juguetona.
—Una línea —respondió San Gabriel, bajando la mirada para ver a la reina fantasma directo a los ojos, a pesar de que aún le tenía temor—. Sé que en mi camino como peleador, habrá momentos en los que no tenga más opción que quitarle la vida a alguno de mis oponentes. Es por eso que tengo mi código; para evitar que el arrebatar vidas se vuelva algo común en mi camino, y me convierta en lo que jure combatir.
»También sé que ese código puede ponerme en peligro, o incluso hacer que cometa errores terribles. Pero prefiero pasar siglos sufriendo las consecuencias de mi código, con tal de no convertirme en un monstruo capaz de lastimar a criaturas inocentes y hasta su propia familia, tal como sucedió con otros inmortales que se volvieron genocidas o dictadores. Prefiero sufrir por mis errores, a convertirme en un verdadero monstruo como lo es mi sobrino Zeus.
La reina fantasma no volvió a hablar tras escuchar esas palabras; solo se mantuvo en silencio, todavía sonriendo de forma burlona y mirándolo con un semblante incrédulo. Pero en el fondo sintió una indescriptible sensación que calmaba su mente, corazón y alma. Era un nuevo tipo de sentimiento para Morrigan, y ella no supo con exactitud lo que era.
Sin embargo no le tomo tanta importancia, porque aquel sentimiento la hacía sentir tranquila en todo los sentidos; tanto que, luego de unos segundos de estar ambos callados, ella cortó el silencio con una pequeña risa casual, le dio un pequeño beso en los labios, y se acostó en su pecho sin hacer nada más. El arcángel se sintió confundido ante esa acción; esperaba un comentario sarcástico o burlón, unas carcajadas siniestras o un intento de continuar la rutina. Pero sin darle más vueltas al asunto, respondió con un amable gesto muy propio de él: le dio un cariñoso abrazo.
Duraron así unos minutos, hasta que la reina fantasma ordenó terminar con el baño mutuo en el lago, para continuar la rutina en el dormitorio del castillo; algo que por supuesto el arcángel tuvo que cumplir sin cuestionar, y sin saber que había algo diferente en Morrigan. Algo que la hizo ser un "poco" más gentil en el acto sexual, aunque él no consiguió notarlo, ni tampoco noto el pequeño cambio en la diosa cuervo.
Sin siquiera saberlo, San Gabriel había resuelto el conflicto interno de Morrigan, sobre la decisión de aceptar la violencia dentro de ella, o seguir luchando para prevalecer su código de honor y marcar la línea que evite su descenso final al abismo; ella terminó por elegir esta última opción. Y a partir de ese día, la reina fantasma ya no encontraba tan complicado el no cruzar la línea, que la diferenciaba a ella de sus parientes nórdicos, porque ahora, aunque no lo admitiera, halló un gran ejemplo de luchar sin rendirse: el mismo Ángel de la Divinidad.
Esa voluntad inquebrantable de no rendirse y mantenerse firme en un código de honor, era algo que la diosa cuervo encontró muy atrayente en el arcángel. Después de todo, por las venas de ella, corría sangre guerrera. Y por lo tanto era natural la enorme atracción que ella sentía hacia un guerrero tan honorable, fuerte y determinado como él.
Y sumado a algunas de las cualidades que ambos compartían, junto con la ayuda accidental que él le brindó para no aceptar la violencia, fortalecían aquella fijación a un punto en que Morrigan, tal como explico antes, jamás había sentido por ningún otro hombre; esto era porque, para el desconocimiento de ella, además de una fuerte atracción sexual hacia San Gabriel, también desarrolló una atracción sentimental.
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Contra todo pronóstico, la temida y cruel Diosa Celta de la Guerra y la Muerte, había comenzado a sentir por primera vez en su vida las primeras chispas, de lo que sería en el futuro un ardiente e intenso amor de tipo romántico hacia el Ángel de la Divinidad. Pero obvio Morrigan, por culpa de su desbordante orgullo y dignidad, tardaría mucho en reconocer aquellos sentimientos cursis como lo que ella más aborrecía.
"Je, cuanta cursilería estúpida", pensó Morrigan bajando un poco la mirada, cerrando los ojos y sonriendo con sarcasmo divertido, tras recordar aquella cita en que el arcángel dijo casi las mismas palabras que ella.
—¡Ya está bien; el momento de charla se acabó! —exclamó Brynhildr con ira y sed de matar.
En un instante la batalla se reanudó con la Valquiria de las Tinieblas embistiendo con su lanza en un feroz estoque, el cual la reina fantasma esquivo sin problemas y de modo casual, girando a la izquierda, para luego poner la lanza detrás y bloquear con éxito un feroz corte horizontal de la lanza de su hermana.
Acto seguido Morrigan dio un giro de trescientos sesenta grados a la derecha, y atacó con una patada en las costillas de Brynhildr, quien a pesar de haber intentado protegerse con el escudo, de todos modos dicho escudo fue destrozado, y ella terminó chocando contra las rocas cubiertas de nieve de la montaña que se encontraba lejos.
Brynhildr emergió de la nieve, elevándose en el aire con un grito iracundo. Después centró su mirada inyectada en sangre y llena de furia asesina en su hermana. Luego la señaló con el filo de la lanza, para atacarla con uno de sus propios hechizos rúnicos.
—¡Arte de las Sombras: Filo de las Tinieblas! —conjuro Brynhildr con tanta fuerza en su voz, que su grito se oyó por todo el Territorio Nórdico. Entonces su lanza fue cubierta por magia oscura de tonalidad azul, y cual escopeta la disparó en una poderosa ráfaga oscura, que al poco tomó la forma del filo de una lanza.
—Arte de las Sombras: Presagio del Cuervo —conjuro Morrigan, con una sonrisa cruel y extendiendo sus brazos a los lados, haciendo que sus alas oscuras emanaran una magia siniestra de color violeta, que se extendió por todo su cuerpo. Luego ella agitó las alas hacia adelante, liberando toda esa energía de golpe en una gigantesca ráfaga oscura, que al poco tomó la forma de un colosal cuervo de tonalidades púrpuras.
Ambos ataques mágicos, a pesar de ser del mismo elemento, el que pertenecía a Morrigan tenía mayor poder. De modo que cuando chocaron entre sí el cuervo mágico arrasó por completo con el filo oscuro, e impactó contra una sorprendida Brynhildr, generando una explosión masiva en la montaña que, además de derrumbar gran parte de la misma, creó una avalancha.
Mientras tanto Brigit tenía su propio brutal enfrentamiento con la Reina de las Valquirias. En medio del enfrentamiento la tierra, árboles e incluso colinas eran destrozadas por los filosos vendavales que creaban los feroces ataques de Freyja. No obstante la poderosa druida pelirroja del fuego era capaz de evadir y bloquear con su bastón cada ataque mortífero de la diosa Vanir, aunque eso no evitaba que durante los choques de armas, se generarán ondas expansivas que causaban más destrozos en la tierra.
—¡Arte Vanir: Frío del Norte! —conjuro Freyja mientras tomaba distancia, inhalaba una gran porción de aire, y luego lo expulsó en un tremendo y pequeño huracán helado, que congeló por completo los pocos árboles que quedaron en pie, y empezaba a congelar igual a la diosa celta pelirroja.
No obstante Brigit frunció el ceño, sujeto con firmeza su bastón y un fuego abrazador la cubrió de pies a cabeza, derritiendo de golpe el hielo en su piel y apartando el aire helado en una feroz explosión, producto del calentamiento extremo e instantáneo del aire frío.
—¡Arte Druídico: Estallido Purificador! —recito Brigit, creando un masivo estallido de fuego que, si bien no quemó la tierra a varios metros debajo de ella, si creo una onda expansiva lo bastante poderosa como para crear un inmenso cráter y apartó a la diosa Vanir.
Después de recorrer casi treinta metros de distancia en el aire, Freyja movió las alas y se detuvo en seco, para luego centrar su mirada furiosa en la diosa celta pelirroja, quien se acercó volando hasta detenerse a unos cuantos metros cerca de la diosa Vanir. Brigit la estaba mirando con molestia, además de pena.
—Sin duda tienes un increíble potencial. Ni siquiera yo alcanzo a imaginar lo poderosa que habrías sido, si hubieras escogido el camino del guerrero como el resto de tu familia —elogiaba Freyja, no pudiendo evitar sentir orgullo y temor del tremendo potencial sin explotar de la diosa celta pelirroja.
—Agradezco el cumplido, señora Freyja. Pero vuestros elogios no evitaran que le dé una lección por haber insultado a mi amor —contestó Brigit con respeto y furia, teniendo el ceño fruncido y haciendo un ademán molesto con el bastón.
—¿Todo esto porque hable mal de tu nuevo compañero de cama? ¿Acaso no aprendiste nada de tu anterior matrimonio?
—Él es diferente a Bres por completo —contesto Brigit, teniendo ahora un tono más molesto y bajando un poco la mirada, pero sin dejar de ver a Freyja.
—¿En serio? Porque, con toda honestidad, no sé si considerarlo mejor o peor que tu anterior marido, teniendo en cuenta el hecho de que no se conformó con tener una sola esposa.
—No es lo que crees Freyja. En realidad San Gabriel fue víctima de circunstancias... muy complicadas de explicar, que lo llevó a estar unido con nosotras para toda la eternidad.
—He escuchado algo sobre esas "circunstancias". Pero me resulta muy difícil creer que alguien sea obligado a unirse a tres diosas, o tan siquiera terminar envuelto en circunstancias tan ridículas y surrealistas.
—Por lo menos créeme cuando te digo que no eres la primera que escucho decir eso —decía Brigit cerrando los ojos con vergüenza—. Sé que es difícil de creer. Cielos, hasta Morrigan, Wadjet y yo tenemos dificultades para creer que una persona, en especial un inmortal, sufra tantas surrealidades en tan poco tiempo. Ni siquiera la vida maldita de un dios es tan complicada —Brigit vuelve a abrir los ojos y centra su mirada en la diosa Vanir, aun denotando una enorme molestia—. Pero la verdad es que el maldito destino hizo otras de sus jugarretas, esta vez para evitar que San Gabriel y yo estuviéramos sólo nosotros juntos.
—¡Ja, ja, ja! ¡A pesar de todo sigues siendo una joven risueña e inocente! Ni siquiera un pésimo matrimonio te sirvió de lección para hacerte madurar. ¿Cómo estás tan segura de que ese ángel, de haber tenido la oportunidad, solo te hubiera tenido a ti como compañera eterna?
https://youtu.be/_1lXdLus2WI
Por causa del terrible matrimonio que tuvo Freyja con el tiránico y racista Dios Supremo nórdico Odín, no era de extrañar que ahora tuviera una perspectiva tan negativa de los hombres, que le resultaba imposible de creer que un ser con cuerpo masculino fuese obligado a estar unido a tres diosas. Sin embargo ella no conocía al arcángel tanto como Wadjet, Morrigan y la misma Brigit, quienes sabían de sobra que si hubiera estado en poder de él la decisión de casarse, ahora mismo seguiría con su eterna vida feliz de soltero.
No obstante Brigit, a pesar de ser más consciente de que San Gabriel jamás podrá amarla como pareja, ella sabía un detalle importante que le había llenado de esperanza; esperanza de que se cumpliría su ansiado milagro, sobre que sería amada por él como esposa. Ese detalle fue un comentario que le dijo el arcángel aquel día en que tuvieron su cita privada; cuando estuvieron solos en la cabaña, después de que la diosa celta hiciera la Danza del Fuego junto a sus hermanas.
Ángel y diosa se encontraban sentados juntos en un suave manto verde en el suelo, a una distancia segura de la chimenea encendida, conversando sobre el día en que se conocieron por primera vez, las curiosas circunstancias que los llevaron a unirse y la curiosa vida matrimonial que tuvieron. No pudieron evitar reírse juntos por pena. Y al sacar a relucir el tema del matrimonio descabellado que tuvieron, Brigit le hizo una pregunta que no ha podido sacarse de la mente: si lo hubieran escogido a él para un Sello de Paz normal, ¿habría aceptado casarse solo con ella?
San Gabriel no respondió de inmediato; solo desvió la mirada al fuego de la chimenea, y luego a la luna que se veía desde la ventana. Tenía una expresión muy pensativa, y hasta conflictiva. Brigit empezó a arrepentirse por haberle preguntado eso, e intento cambiar el tema de la conversación. Sin embargo el arcángel, debido a su naturaleza sincera y a la culpa que sentía, prefirió mejor responder a su pregunta, con toda la sinceridad de su corazón.
—Cuando te conocí, al principio pensé que no sería malo pasar la eternidad contigo. Pensaba que estar a tu lado valdría la pena cualquier sufrimiento que pasará al lado de Morrigan. Luego sucedieron todas esas tonterías sobre leyes y terminé unido a otra diosa más. Pero no sé qué habría pasado si solo me hubieran unido a ti, o a Morrigan, o a Wadjet. Tal vez si hubiera sido solo una de ustedes, yo habría aceptado mi vida de casado. Pero no puedo asegurar nada, ni tampoco puedo decidir a quién de ustedes elegiría como mi única pareja eterna.
»Sin embargo... lo que sí puedo asegurarte es que si me hubieran unido solo a ti, si te hubiesen comprometido como mi única pareja, te habría aceptado sin dudar. Antes y aún hoy, yo me niego a esta unión múltiple. Pero si alguna de ustedes tres hubiera sido mi única esposa, no habría aceptado a ninguna otra. Es por ello, Brigit, que si la Unión Eterna fuera solo entre nosotros dos, no aceptaría a ninguna otra compañera. Además, una vida a tu lado compensa los peores sufrimientos del mundo; estar unido a tí es el honor más grande que he recibido.
Luego de esa respuesta, el corazón de Brigit se aceleró a tal grado que hasta el humano más fuerte sufriría un infarto; sentía que explotaría con la indescriptible felicidad que invadía todo su ser. Y el único modo en que pudo dejarlo salir fue saltar sobre el arcángel para llenarle el rostro de besos, y después terminar haciendo el amor hasta el amanecer.
En aquel momento, aunque San Gabriel dijo que estar a su lado era un gran honor para él, lo mismo era para ella; para Brigit el haber conocido al arcángel y ser unida a él para toda la eternidad, fue el tesoro más grande que ha recibido hasta ahora. Por ello, la diosa celta pelirroja no tenía dudas de que él era infinita veces mejor que Bres; de hecho, ahora sabía con todo su corazón que el Ángel de la Divinidad era la definición de la pureza y bondad.
—A decir verdad, aunque te lo explicará, no lo entenderías señora Freyja —decía Brigit retornando su mente a la presente batalla, mientras se dibujaba una sonrisa confiada en su rostro—. Personas como tú, que han pasado por experiencias terribles, son las que les cuesta aceptar que existen seres con bondad pura. Eres el tipo de persona que solo ve y busca lo malo en todo, y cuando no lo encuentra lo imagina, aunque carezcas de bases y tus teorías parezcan ilógicas. Eres el tipo de persona obsesionada con la idea de que todo es gris, cuando es mucho más complejo que eso. No todo es gris, del mismo modo en que no todo es blanco y negro. Esa es la única verdad. Y la verdad es que San Gabriel es uno de esos escasos aspectos blancos de la existencia. Es de los pocos seres que son buenos de verdad.
—Es increíble... Una vez más volví a subestimarte. Eres más sabia de lo que esperaba —dijo Freyja, mostrando una sonrisa feliz y orgullosa, mientras alzaba su arma en señal de desafío—. Ahora me queda claro que eres una digna descendiente directa de la Primordial Celta Danu y del feroz Supremo Depredador Rudra.
—Esto es gracias a San Gabriel —contestó Brigit, preparándose para seguir luchando—. Estando a su lado he aprendido tantas maravillosas enseñanzas, que me han ayudado a sanar viejas heridas y a ser mejor de lo que era antes. Y esta vez no me quedaré en casa orando para que todo salga bien; ¡esta vez lucharé por mi felicidad!
—Cuánta confianza esbozas ahora —dijo Freyja sonriendo todavía más y mostrándose ahora ansiosa por pelear—. Tal vez si maduraste un poco después de todo.
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