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Capítulo XXVI: Un Verdadero Buda/Dios

https://youtu.be/nQ8FbHoAYPg

[Recuerdo]

Es irónico cómo resulta la vida. Un día estás cazando por la jungla, vigilando que ninguna planta gigante o un animal grande te mate, y al otro día estás enfrentando entidades más grandes que una galaxia.

Cuando yo era un simple animal no más grande que un jaguar, creía que mi vida giraría en torno a una rutina común de los animales: cazar, comer, dormir, sobrevivir. Como a cualquier animal, para mí no había nada más importante que el solo hecho de sobrevivir, y por lo tanto no me importaba nada más que necesidades básicas.

Sin embargo, en mí persistía la antinatural necesidad de encontrar alguien igual a mí, porque al nacer termine siendo diferente al resto de mis hermanos y hermanas. En cada nueva vida, yo nacía más evolucionado que el resto de los míos, quienes avanzaban a la siguiente etapa evolutiva que yo pisaba en cada nueva vida, hasta llegar a la etapa actual, en la que se nos conoce como "tigres".

Y durante esa travesía de vidas, encontré a la pareja humana que serían mis primeros hermanos humanos; también conocí a quien sería el más grande enemigo del Mundo Mortal, cuyo complejo de "mesías" y desquiciadas ambiciones harían que yo tuviese que reencarnar una y otra vez, para evitar que el Mundo Mortal se convirtiera en el "Mundo de las Tinieblas".

En la última etapa evolutiva de mi pueblo, los tigres, encontré a quien sería mi primera esposa: Shakti Chamunda. Y al final de esa vida, la perdí por culpa de manos humanas, apoyadas por una perversa matriarca dvergar (enana), y motivadas por "Mi Enemigo" bajo un lunático plan de intentar hacer que sucumbiese a mi naturaleza salvaje.

Pero mi lado blando se mantuvo firme hasta el final; luchando contra mi lado salvaje para no manchar la memoria de quienes me enseñaron apreciar a otras razas. Esto me llevó a los últimos residuos de mi vida en la tierra, que me permitió salvar y conocer a quien sería en el futuro mi segunda esposa: Raksha Dziewanna.

Por extraño que parezca, gracias a ese extraño encuentro entre esa loba blanca y yo, también fue posible el singular encuentro con quien sería mi tercera esposa: Su Daji. Y con ambas aprendí tanto del pueblo de las bestias y el conocimiento que ignoraba, como a evolucionar en lo emocional y espiritual.

En los últimos días de esa última vida, también llegué a conocer a quien sería mi maestro, Karttikeya. También conocí al rey de la montaña vecina, un alocado hombre-mono llamado Sun Wukong, y a su amigo de aventuras Maui, un semidios aficionado a la pesca y la cocina.

También, sin siquiera saberlo en su momento, en esta última vida mortal y en una anterior, llegué a conocer a algunas hembras que serían mis concubinas: Danu, Pachamama, Sekhmet y Artemisa.

Aunque en el caso de Artemisa, ella no llego a saber quién era yo, hasta cierto día en que nos volvimos a encontrar, cuando tuve que darle su merecida paliza al sobrevalorado de Zeus. Claro que yo tampoco supe que era ella, hasta que vi su verdadera forma. Lo mismo fue con Sekhmet; no supe quién era ella al principio, hasta que ella me explico cuándo y en qué momento nos llegamos a conocer. Por supuesto hablamos a fondo de eso, mientras peleábamos en un planeta distante.

Sin embargo no fue hasta el final de esa vida cuando me libere por fin de todos mis remordimientos y sufrimientos: encontré la auténtica paz interna. Sucedió cuando pelee contra Fenrir, para evitar que él repitiera los mismos errores que yo, masacrando la Tribu de los Enanos y los Reinos Elficos. Claro que al haber salvado yo a los pueblos enanos, elficos e incluso orcos, mi nombre empezó a hacerse conocer todavía más en otros pueblos mortales.

Tras haber hallado la paz, pude renunciar sin penas ni angustias mi vida mortal, al lado de la última familia que llegue a formar en la selva, para entonces abrazar la siguiente etapa de mi evolución: abrace la inmortalidad, y con mis propias manos labre un hogar donde viviría, lejos del resto de dioses, demonios y demás inmortales, nada más que con la compañía de las hembras que marcaron mi vida.

Pase los próximos años esperando que Daji terminara su entrenamiento para volver a enfrentarme. Y también pase ese tiempo esperando a que mi amada "luna" se ganara una oportunidad, renaciendo como una bestia.

Los años se convirtieron en décadas, y al final mi paciencia se acabó; decidí viajar para buscar alguna señal de aquella loba blanca. Me preocupaba la clase de vida que podría tener como bestia, y por ello quería asegurarme de que ella creciera bien y segura.

En ese viaje tuve otro encontronazo con un putrefacto monstruo, autoproclamado como el "Rey de los Monstruos y las Pesadillas". En esa pelea yo termine perdiendo la vida una vez más, y entonces mi alma reencarno en un niño humano, cuya alma era compatible con la mía; un nativo del Territorio Israelita, quien sería mi primer avatar en el Mundo Mortal.

Después de que recupere mis recuerdos y regrese a la vida inmortal, tuve que posponer mi viaje, debido a que en el Mundo Mortal se dio inicio a una serie de diluvios, con el fin de erradicar a caníbales gigantes y especies primitivas de humanos que consiguieron sobrevivir.

Una vez finalizaron esos diluvios, el Mundo Mortal tuvo que empezar casi de cero; tanto así, que se eliminó todo rastro físico de que alguna vez hubo diluvios. Esto dio inicio al reinado definitivo de la especie humana actual, junto con el renacer de las tribus de bestias. Así que yo decidí volver al Mundo Mortal, esperando que entre esas tribus de bestias estuviera la reencarnación de mi "luna".

A medida que pasaban los años, fui aceptando Sellos de Paz con diferentes Panteones, lo cual conllevo a que tuviese un clan de hembras, conformado por mis concubinas y liderado por mi esposa Shakti. Pero esta nueva familia permanecía incompleta, sin mi amada "luna". Y también sin aquella dramática kumiho, que me enseñó las bases para aceptar el pueblo de las bestias como propio.

Por nostalgia regrese a las tierras hebreas, donde al fin escuche una interesante noticia: en una tierra del norte había aparecido una diosa-loba, que estaba por convertirse en la Reina Loba de esa región. Así que viaje a esa tierra, donde encontré un viejo conflicto del pasado.

https://youtu.be/GHRwTefz2vA

La tierra era una región neutral, sin reclamar por ningún Panteón, ubicada justo en medio de tres Territorios Mortales: el Nórdico, el Celta y el Griego.

Era una tierra donde vivía un pueblo de mortales e inmortales exiliados del Panteón Nórdico y Griego, que juntos conformaban el "Territorio y Panteón Eslavo". Sin embargo ellos no habían sido reconocidos como "Panteón" y "Territorio" propio, debido a que tanto Zeus como Odín enviaban tropas para conquistarlos, con el fin de que los exiliados regresasen a sus tierras y Panteones originales, o fuesen ejecutados por desertores.

Así que los mortales e inmortales eslavos lucharon juntos contra ambos Panteones, para conseguir su propia independencia y libertad como Territorio y Panteón propio.

El pueblo eslavo era liderado por un dios llamado Perun, quien había huido de Asgard para casarse con una diosa llamada Mokosh, que provenía del Monte Olimpo. Ambos dioses tuvieron muchos hijos e hijas, de los cuales un hijo en particular, que eligió unirse a la tribu de licántropos de Fenrir, tomó como esposa a otra diosa mestiza, hija de un Rakshasa monje y una Valquiria.

La unión entre ambos dioses mestizos de linajes tan únicos, dio como resultado el nacimiento de una poderosa diosa-loba, con sangre demoníaca latente y una conexión innata al Plano Espiritual, que fue bautizada como Dziewanna, la Reina Loba del Monte Cárpatos y Guardiana del Pueblo Eslavo.

Desde cachorra, ella era capaz de matar con sus propias manos a monstruos tan grandes como montañas, y héroes tan poderosos como los de Asgard y el Monte Olimpo. De manera que, gracias a ella, nadie de esos reinos pudo someter al pueblo eslavo. Esto la hizo conocer en otros Panteones y tierras, hasta llegar a mis oídos.

Cuando llegue a las tierras eslavas, nuestros caminos se cruzaron como en nuestra vida pasada; como un giro inesperado del destino. Solo que esta vez fue en medio de una batalla. Todavía recuerdo esa noche, como si hubiera sido hace unos momentos.

A mi llegada, tuve que luchar y despedazar a cientos de soldados griegos. Y durante la batalla, llegue a un lugar del bosque, donde se estaban acumulando cadáveres de guerreros asgardianos y olímpicos. En la cima de esa montaña de cadáveres, luchando contra un semidios griego y un Einherjar, estaba la diosa-loba.

Sin mayor esfuerzo, ella bloqueaba sus armas usando solo las manos y las piernas, como una artista marcial. Y en una rápida sucesión, los descuartizo como simples sacos de carne; al semidios griego lo partió en dos con una simple patada, y al otro le destrozó la cabeza de un solo puñetazo.

Luego ella me vio, y con solo ver sus hermosos ojos azules supe al instante que si era ella; era la reencarnación de la madre loba, que me enseñó a abrir mi corazón de nuevo. 

En esa misma noche tuvimos un pequeño enfrentamiento, que acabó en paz al haberla ayudado a salvar un grupo de soldados eslavicos, de entre los cuales estaba su hermano menor. No me recordaba en lo más mínimo, pero eso no me importo; no me importaba si jamás llegaba a recordar su vida pasada, o tan siquiera nuestra amistad. Me conformaba con que ella fuese feliz, y estuviera en paz.

Por eso decidí quedarme un tiempo en esa tierra, para ayudarla a ella a defenderla y conseguir la independencia de los pueblos eslavos.

Con el tiempo ambos volvimos a crear un lazo de amistad, compañerismo, y pareja. Aunque también tuvimos conflictos, y casi llegue a perderla cuando su naturaleza de bestia adulta manifestó su sangre demoníaca, que seguía latente.

Para evitar que sucumbiese a su lado demonio, tuve que hacer otro terrible sacrificio. Y con ello, tuvo que caer el principal reino próspero del pueblo eslavico, añadiendo un nuevo error a mi historial, y un nuevo pecado a mi consciencia. A pesar de que gracias a eso logre recuperar a mi querida luna, junto con los recuerdos de su vida pasada, el daño que ocasione por mis acciones egoístas, fue demasiado grande.

A causa de eso, juré más nunca volver a intervenir en el Mundo Mortal como un dios, sino como un mortal. Porque el mundo en el que nací y las criaturas que lo habitan, no necesitan un dios, sino un padre...

https://youtu.be/94VBH7_oTmM

[Fin del Recuerdo]

La gran batalla entre Rudra y Buda, al fin estaba por terminar.

Había llegado a un punto clímax, en donde ambos empezaron a atacarse con todo el conocimiento de Artes Marciales que conocían. Debido a la cercanía y a las pocas probabilidades de acertar, los dos optaron por mejor usar técnicas de Chi a corta distancia, dejando a un lado las ráfagas y resplandores de largo alcance, y solo usaban algunas si tenían todas las probabilidades de acertar.

Durante la pelea, Rudra se enfocaba en causar el mayor daño posible a las extremidades de Buda, siendo el brazo derecho y las piernas de éste las más afectadas. Mientras, por el lado de Buda, se enfocaba más que todo en cansar y empeorar el daño interno del dios-tigre, ya que éste en el fondo seguía con los daños de la explosión anterior a la activación del Nirvana.

Al final, después de un intercambio de golpes donde se golpeaban sin parar, Rudra procedió con atacarle con una esfera de Chi en la mano izquierda, mientras que el Señor del Budismo hizo lo mismo con la mano derecha, provocando una explosión tan fuerte que los hizo distanciarse más de diez pasos.

Buda se mantuvo de pie, aunque tembloroso. Y Rudra, pese a estar respirando de forma cansada, seguía de pie con firmeza y dignidad, como todo un peleador listo para morir de pie.

"¿Cómo un monstruo como tú puede ser considerado digno de la Iluminación...?" pensaba Buda todavía incrédulo por lo sucedido con las Ruedas de la Realidad, mientras respiraba de forma agitada y luchaba por mantenerse de pie.

—Pareces cansado. Si quieres puedes rendirte. Yo puedo seguir así hasta mi último aliento, y aun así seguiré de pie hasta que mi puño quede marcado en tu rostro —dijo Rudra con una crueldad y frialdad digna de un monstruo.

—Yo no puedo perder... ¡Mi "Verdad", el budismo, no puede perder! —decía Buda, todavía negándose a aceptar la derrota.

—Ya me tienes harto con tu "Verdad" y el maldito budismo —decía Rudra entre gruñidos molestos—. En este punto ya nada de eso me importa. Escucha con atención Buda: yo vine aquí con el propósito de ayudar al hijo de mi irresponsable discípulo arcángel, y también darle una oportunidad de ganar a su equipo, para que al fin el propósito de este torneo este a favor de la decisión de escuchar la voz del pueblo eslavo. Yo estoy aquí por mi tataranieto, Israel, y por la independencia del pueblo eslavico. ¡¡Pero ahora también peleo para romperte la cara!!

—¡Di lo que quieras! ¡Pero ahora llego la hora de ponerle fin a esto! —dijo Buda, liberando un aura de Chi tan poderosa, que se amplifico y se asemejo a una forma gigantesca del propio Buda.

—Al fin estamos de acuerdo en algo —dijo Rudra, también elevando su energía Chi a tal punto, que adoptó una forma gigante de su cuerpo.

La alta concentración de Chi de ambos inmortales, dio lugar a que las sombras de Chi pasaran a deformarse, y tomar la silueta de una nebulosa parecida a una galaxia. Tal era el poder concentrado, que algunos de los escombros del templo galáctico comenzaron a ser destruidos, lo cual era una hazaña increíble, porque mostraba que el siguiente ataque, aparte de ser uno capaz de erradicar galaxias, iba a ser el último y definitivo.

Buda comenzó a concentrar todo su Chi en el brazo izquierdo, ya que era el único que estaba en mejor estado. Esto hizo que alrededor de su brazo se formase una cadena dorada de mantras budistas, los cuales se tornaron celestes junto con el resto del Chi, y se unían en la palma bajo la forma de un dharmachakra budista.

Rudra, por su parte, empezó a concentrar todo el Chi en su brazo derecho, haciendo que las rayas de fuego de su brazo cambiaran a un intenso color dorado. Y en la palma de la mano el Chi llameante adoptó la forma de una flor de cuatro pétalos, de color rojo e intrincado diseño hinduista.

Entonces ambos usaron toda la fuerza de sus piernas para impulsarse hacia adelante, de modo que se atacaron al mismo tiempo.

Buda utilizó una versión mucho más poderosa de su golpe de palma, Shaolin Wushu: Abhaya Mudra [Gesto de Valentía].

Rudra usó una versión mejorada de la técnica más poderosa de su Arte Marcial, Pashu Kalari: Raksha Mudra [Gesto de Protección].

Estando un par de pasos cerca, Buda atacó por medio de la mano izquierda en forma de palma, y bañada de una celestial luz celeste. Mientras que Rudra, con la mano derecha en forma de garra, bañada en un salvaje Chi llameante, contraataco.

La energía Chi concentrada en la palma de ambos chocó, creando una luminosa onda expansiva que comenzó a agrietar el suelo galáctico donde estaban parados.

—¡Ríndete de una vez ante el budismo! ¡No puedes oponerte al poder del universo entero! —decía Buda, amplificando el poder en su técnica, y como reacción los sutras en su brazo izquierdo empezaron a brillar tanto, que su luz se tornó casi blanquecina.

En este punto el público que veía el combate estaba al borde de sus asientos, atónitos y con la boca abierta. Y muchos sintieron como si les fuera a dar un infarto, por la preocupación que les invadió al ver como el brazo de ambos peleadores empezó a agrietarse, siendo el de Rudra el primero en hacerlo, además de que sus heridas comenzaban a sangrar lava casi de forma descontrolada.

No obstante el dios-tigre, con las garras de sus patas, se aferró al suelo para intentar avanzar. 

—Grandísimo estúpido... No importa si tienes el poder de todo el universo, o incluso si el destino está de tu parte... Acabas de cometer el pecado más grande de todos. No un pecado religioso ni social, sino uno natural y universal. ¡El pecado de haber hecho llorar a mi familia! ¡¡Y no existe dios, demonio, filosofía ni poder universal que te salve de mi furia!! —decía Rudra con tanta furia, que la nube tormentosa alrededor suyo liberaba relámpagos, el fuego de sus ojos aumentaba de intensidad y las rayas de su cuerpo desprendían llamas doradas genuinas.

Acto seguido la luz de la flor roja de Chi en su palma aumentó con la misma intensidad. Y en la espalda de Rudra se forma el mismo símbolo, solo que rodeado en una serie de palabras en sánscrito, que formaban un círculo y hacían referencia a las Leyes de la Selva.

En este momento, igual que una indomable fuerza imparable, Rudra empezó a avanzar, dando un paso al frente, mientras el brazo de él y su oponente se agrietaban todavía más, esta vez siendo el de Buda el más afectado.

https://youtu.be/uWPbjtsQjGc

"¡No...! ¡No puedo perder! ¡¡No puedo perder...!!", pensaba Buda, por primera vez comenzando a sentir auténtica desesperación.

—¡Y aunque yo muera ahora, regresaré de la muerte y luchare contra ti las veces necesarias, hasta romperte la cara! ¡¡Porque yo siempre cumplo mis promesas!! —exclamó Rudra con la furia de un indomable huracán, para entonces dar otro paso al frente, y concentrar toda la furia de su ser en su mano derecha.

—¡¡Vamos, Rudraaaaaaaa!!

Exclamaron todos aquellos que animaban al dios-tigre, como siempre lo han hecho; dándole la motivación para levantarse cada día y luchar por sobrevivir.

Parecía curioso como un ser, que al principio era un simple animal no más grande que un gato actual, ahora estaba en medio de un Universo Primordial, librando una batalla contra una de las autoridades más grandes de los universos. Casi parecía como si todo por lo que ha vivido, ha sido para llegar a este momento: para demostrarles a todos el auténtico camino hacia la paz.

Todas las batallas que ha tenido, todas las heridas que ha sufrido, toda la experiencia y fuerza que ha cultivado a lo largo de su existencia, fue lo que dio como resultado aquel salvaje y colosal poder.

Un poder, que ahora estaba concentrado en el brazo derecho de Rudra, y cual fuerza imparable dio otro paso al frente, a la vez que empezaba a destrozar y carbonizar el brazo izquierdo de Buda, quien no podía hacer más que gritar de la desesperación, mientras Rudra rugía igual que un tigre iracundo.

—¡¡Cae de una maldita vez bastardo y no te levantes más!!

Exclamaba Rudra, mientras cerraba la mano derecha en un puño, bañado de un Chi llameante de color rojizo, para entonces golpear el rostro de Buda tras terminar de carbonizarle el brazo izquierdo. Y luego procedió con estrellarle la cabeza contra el suelo. Esto ocasionó que todo el Chi concentrado en la zona se dispersara en una onda expansiva, la cual le siguió una explosión de luz carmesí que destrozó casi todo el suelo e hizo añicos los escombros que flotaban alrededor.

Tras un largo silencio, los que veían el combate pudieron ser testigos al fin del desenlace definitivo.

Hundido entre escombros yacía Buda inconsciente, carente de un brazo izquierdo, con un brazo derecho casi inútil, y en su mejilla izquierda estaba la marca humeante de un puño. Mientras que Rudra yacía de pie con dignidad, emanando humo mientras sus rayas volvían a ser de un tono naranja brillante y vivo, que reflejaba cuán listo estaba para seguir peleando.

Para los humanos de ambos equipos, Rudra había logrado algo que se consideraba imposible: había derrotado al mayor ídolo de la tierra nipona y pilar de las religiones.

Desde el Torneo Parabellum, viendo que uno de los dos peleadores estaba inconsciente, aparte de estar en un estado muy deplorable, Afrodita se hace notar en la Arena de Duelo para anunciar una cuenta regresiva en voz alta.

Y el palpitar del corazón del público se aceleraba con cada número citado.

10...

9...

8...

7...

6...

5...

4...

3...

2...

1...

Desde el Círculo Mágico en el Universo Keterloka, Rudra podía escuchar la cuenta regresiva de la referí. Sin embargo no necesito escucharlo para saber el resultado: por eso levanto la mirada, y dio un rugido victorioso como un verdadero Rey de la Selva.

—¡¡Cero!! ¡El participante Buda ya no puede continuar, y por lo tanto queda fuera de combate! ¡Damas y caballeros, niños y niñas, tenemos un ganador! ¡El ganador de la Segunda Ronda del Torneo Parabellum es el Rey Tigre del Monte Rudraksha; el Padre de la Tormenta y Dios de las Bestias, Rudra Shere Khan!!

Anuncio Afrodita, mientras el rugido victorioso de Rudra y los gritos de júbilo del público hacían estremecer todo el Torneo Parabellum.

En el Equipo Cuzco, la capitana Valquiria Brynhildr dio un gran salto de felicidad mientras alzaba los brazos al aire, Naamah se levantó de su asiento y saltó encima de Israel para abrazarlo, tumbándolo al suelo junto con el sillón en el acto. Gotouge salto de su asiento levantando los brazos en señal de triunfo. Y el joven Cuzco cayó de espalda de su asiento; tanta felicidad, presión y tensión casi le dan un infarto.

En el Equipo Buda, los líderes humanos tenían sus mandíbulas al suelo, y estaban al borde de un colapso mental, por la absoluta negación total de creer que Buda había perdido contra una criatura no-humana, que además era un dios nativo de la India; para ellos fue como si Japón perdiese. Zeus y Odín, por su parte, estaban también sorprendidos; por un momento creyeron que Buda lograría ganar, con tantas ventajas que tuvo al final de la ronda.

Mientras tanto Satanás solo se reía, más por la reacción de los humanos japoneses que por el propio resultado del combate.

[Torneo Parabellum: Arena de Duelo]

Una vez finalizado el combate, el holograma de la Arena de Duelo desapareció, para un segundo después aparecer un resplandor dorado Rudra y Buda en sus formas normales; el dios-tigre regresó a su forma humanizada, mientras que el humano iluminado volvió a su forma delgada normal.

Siendo ahora de carne y hueso, Rudra no tardó en estar parado sobre un charco de su propia sangre, a causa de las heridas que seguían sin sanar, de forma que tenía líneas de sangre en casi todo el cuerpo. Además ahora podía verse con claridad que en su costado izquierdo había una herida bastante abierta, por la que perdía la mayor parte de la sangre. Tanto así que, con la mano derecha, se sujetó el costado izquierdo.

Por otro lado, Buda también al ser ahora de piel normal, se estaba formando un charco de sangre donde yacía derribado. Se podía ver con claridad que incluso sus piernas estaban demasiado dañadas. La herida en su pecho derecho y en donde una vez estuvo su brazo izquierdo estaban cauterizadas, así que no perdía tanta sangre.

https://youtu.be/dwNrU19Go8U

—¿Por qué...?

Entre los gritos de alegría del público, Rudra escucho la débil voz del moribundo Buda, quien había conseguido recuperar la consciencia, pero no movía nada más que los labios para hablar.

—¿Qué pasa? ¿Quieres más palizas? —pregunto Rudra con molestia, mientras dirigía la mirada hacia el moribundo Buda.

—No... Apenas siento mi brazo derecho. Mis piernas no responden. Y me quitaste el otro brazo... Estoy totalmente hecho polvo... Y sin embargo... ¿Por qué no me mataste? En el último momento, cerraste la mano... y con ello redujiste la fuerza del ataque... De no haberlo hecho... me habrías reventado la cabeza... En el pasado... habrías estado feliz de hacerlo...

—Sí, eso no lo niego. Mi yo del pasado te habría matado sin dudar. Pero la verdad es que me conformo con haberte dado la paliza más grande de tu vida. Además, el solo hecho de que alguien como yo te haya humillado y derrotado de semejante forma, molestara a millones de humanos japoneses. Y si hubiera finalizado la humillación matándote, esos humanos pedirán la cancelación de las Crónicas de ese molesto arcángel.

—¿Qué...? ¿De qué estás hablando?

—De ese entrometido arcángel llamado San Raziel —decía Rudra dirigiendo la mirada al cielo, con el ceño fruncido—. San Gabriel me contó que su hermano menor está anotando la historia de los Panteones, para preservarla y hacerla conocer a las futuras generaciones. Ahora mismo él debe de estar viendo y escuchando todo esto, mientras escribe en su diario, para agregarlo al registro de Batallas de Inmortales que se han celebrado hasta ahora. Y si por casualidad sus notas llegan al Mundo Mortal, dudo mucho que a la gran mayoría de los humanos del Territorio Japonés les agrade que su ídolo y símbolo nacional muera, tras una divina humillación. 

»Por parte de Inari, sé que a muchos hipócritas de esa tierra no les importa burlarse de mí, de Shiva y otros dioses de las tierras vecinas —decía Rudra con una sonrisa divertida, mientras volvía a centrar la mirada en su oponente caído—, pero cuando se trata de Buda, ahí sí que no aceptan burlas ni tampoco representaciones donde él sea el "malo" de la historia, no esté a favor de los humanos, ni tampoco donde sea el humillado que ni siquiera brilla en combate, como te acaba de pasar a ti. Así que intentarían cancelar la circulación de las Crónicas, y por supuesto Lailah me regañaría por arruinar el arduo trabajo de su hermano adoptivo.

—Ya entiendo... Pero aún así, tienes todo el derecho de matarme. Has demostrado que tu "Verdad" es superior a la mía. No hay razones para que yo continúe en mi puesto, ahora que sé que todo por lo que luche, no es correcto.

—Deja de decir locuras sin sentido. El hecho de que hayas alcanzado el Nirvana, es un claro ejemplo de que no estabas equivocado del todo. Ninguna "Verdad" es absoluta: todos los que hemos encontrado la auténtica paz, no tenemos muchas semejanzas en nuestras filosofías. Solo mírame; soy digno de recibir honor entre el cielo y la tierra, pero no soy un pacifista ni menos alguien que deteste matar. Aun cuando no disfruto matar, ni lo hago sin una valiosa razón, la forma en que mató a mis presas y castigo a los culpables, no es para nada digna de la imagen que se tiene de un "Buda".

»Y tú, pese a que rechazas la idea de matar y no estás sujeto a placeres mortales, idealizas demasiado a los humanos, juzgas a otras criaturas en base a las leyes humanas, y sin quererlo expandes prejuicio contra todo lo que no es humano. Una parte de nuestras filosofías no es para nada correcta, ni debería serlo. Y no es solo nuestras filosofías, sino la visión que tienen los demás respecto a nosotros, sin siquiera conocernos o comprender bien nuestras perspectivas.

»Un ejemplo de ello, es que por mi visión igualitaria entre todas las criaturas vivientes, mi negativa a tener cultos, y también por el simple hecho de lo que soy, que a muchos humanos no les agrado y prefieren rezarle a locos como Zeus, que respetarme o seguir mi ejemplo de libertad y hermandad. Mientras que tú, por el simple hecho de haber sido un humano, y rechazar a las demás criaturas a favor de la raza humana, eres amado y adorado por millones de humanos.

»Es por eso que todo este tiempo has creído tener la razón en todo, y ningún humano te ha cuestionado, ni mucho menos los que provienen de regiones llenas de humanos hipócritas y supremacistas. Pero que puedas acceder al Nirvana, y usar tu poder sobre las Ruedas de la Realidad, demuestra que al menos tuviste razón en muchas cosas importantes. Y eso es más que suficiente para seguir conservando el título de Buda. Así que deja la estupidez, reconoce tus errores y sé mejor.

—¿Cómo podría hacerlo ahora? Si tú puedes ver en qué fallaba yo... ¿qué sugieres que haga? ¿Simplemente progresar?

—Claro que no. Eso sería una estupidez todavía mayor.

—¿En qué sentido sería una estupidez?

—No sé qué tipo de interpretación tengan ustedes los humanos sobre "progreso". Pero para nosotros, los animales y las bestias, es igual a cambiar el presente para tratar de tener un futuro "bueno", a costa de borrar el pasado. Y no hay mayor error, que olvidar el pasado. Esa es la verdadera razón por la que la raza humana retrocede y se estanca, cada vez que empieza a avanzar. Mientras que los animales y las bestias seguimos avanzando, sin olvidar nuestras raíces ni nuestro pasado. El único "progreso" que conocen los humanos, es sólo retroceso disfrazado de otro término. Y como tal, lo correcto no es abandonar tus creencias por completo.

—Si no debo cambiar, ni abandonar mi filosofía, entonces ¿Qué es lo que debería hacer?

—Es más simple de lo que crees. Solo tienes que evolucionar.

—¿Qué...?

—Reconocer cuales son tus errores, aprender de ellos y hallar la mejor forma de corregirlos. No tienes que cambiar ni abandonar lo crees. Solo tienes que ser mejor. Esa es la base de toda evolución —dicho esto, Rudra se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección a la entrada de su equipo—. Eso es todo lo que puedo decirte. Por tu bien espero que no vuelvas a desafiarme. Porque yo no doy terceras oportunidades. Doy una segunda oportunidad, y ya me estoy arriesgando.

Mientras el dios-tigre caminaba de vuelta a la entrada del Equipo Cuzco, Buda permanecía reflexionando en silencio aquellas sabias palabras.

Con la mirada al cielo, pensó en todo lo que había abandonado para alcanzar lo que consideraba la máxima felicidad: su nombre original, su título, su reino, su pasado, su familia. De todo eso, lo que más trataba de no pensar era en lo último; esto le hizo comprender que justo eso era una de las tantas cosas, de las que debería arrepentirse de haber dado la espalda.

Había pasado tanto tiempo que no pensaba en su familia, que apenas recordaba sus rostros. Aunque si recordaba algún que otro momento al lado de ellos. Tal vez eran recuerdos tan preciados, que su subconsciente no quería abandonarlos del todo. El saber esto, le hizo sentir un dolor peor que todas las heridas que ha sufrido durante su combate con Rudra.

—No creo que pueda... evolucionar... Le di la espalda a ellos. Y no los he vuelto a ver, en tantos siglos... —dijo Buda cerrando los ojos.

—Más razón para verlos. Si te perdonan o no, ya es cosa suya. Pero la única forma de avanzar, es comenzar a pedir perdón, por haber abandonado lo más valioso que la vida te concedió. Es lo que un hombre hace.

Respondió Rudra sin detenerse, sabiendo lo que quería decir su oponente caído. Y aunque hablo en voz baja, Buda pudo escucharlo con claridad, pero no dijo nada más. 

Buda permaneció en silencio, pensando en todo lo que creía y todo lo que tendría que reflexionar de nuevo, para ser mejor como decía Rudra. Había tanto por lo que reflexionar, pero al menos sabía por dónde comenzar. Y antes de pasar a esa parte, tuvo que remediar ahora mismo el segundo más grande error que ha cometido.

"Rudra Shere Khan, una bestia con la fuerza de un dios, el espíritu de un rey, y el corazón de un padre. Definitivamente, si alguien entre el cielo y la tierra es el único digno de recibir honor y devoción, eres tú. Ahora lo sé: tú eres el verdadero Buda, que toda la raza humana debería seguir y admirar, como hacen las demás criaturas vivientes".

Fue la última reflexión mental de Buda, antes de volver a perder el conocimiento debido al cansancio, para después caer en un agradable sueño; una vieja memoria, de un tiempo donde estaba rodeado de amigos y familia, riendo todos juntos sin preocupaciones. 

Por primera vez en mucho tiempo sintió una felicidad: una hermosa y única, que ni él mismo podía describir. 

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