Capítulo XIV: Valquirias Principales
https://youtu.be/kWcncgYiQg4
[Arena de Duelo]
Había finalizado la primera ronda del Torneo Parabellum, y mientras ambos luchadores se retiraban a descansar, Afrodita había ido a solicitar permiso para cambiar el escenario de combate, con el propósito de repararlo y tenerlo listo para la próxima ronda.
Mientras tanto, el público seguía celebrando la victoria de Karttikeya.
—El hermano mayor es asombroso. Decidió luchar como el mortal que él creía ser antes, y aun así gano —dijo Ashokasundari con lágrimas de alegría y admiración.
—Obvio que sí hermana. Desde su pelea con el Rey Demonio Taraka, solo ha llegado a empatar contra el padre de Israel, y perder una vez contra el hijo de Agni —dijo Murugan sonriendo con los brazos cruzados y lleno de orgullo—. ¡Rápido bajemos a felicitarlo!
—No hermanito —dijo Ganesha tocando el hombro izquierdo de Murugan con la mano derecha desde atrás—. Ahora mismo sus esposas fueron a verlo, y lo mejor es dejar que él se relaje con ellas... Además, también tiene que resolver un problema con alguien de su pasado.
—Oh, entiendo —dijo Murugan cambiando a un semblante serio—. ¿Y estás seguro de dejar que esa diablesa se le acerque a nuestro hermano mayor?
—No te preocupes. Ahora que el hermano mayor se ha liberado del miedo y la vergüenza que lo consumía, ya está listo para afrontar ese viejo conflicto personal. No temas ni te preocupes por él. Nuestro hermano mayor es fuerte, y ahora que se ha recuperado, está en su completo apogeo, tanto física como mental y espiritualmente.
Las palabras de Ganesha lograron tranquilizar tanto a Murugan como a Ashokasundari, tanto que volvieron a sonreír de alegría. Y de hecho estaba sucediendo justo ahora: en la entrada y pasillo por la que venían los luchadores del Equipo Cuzco, estaba Karttikeya parado a tres pasos frente a Lilith, mirándola con una expresión serena que dificultaba ver cómo se sentía ahora o que pensaba al respecto.
—No has cambiado mucho "Kartty". Te has vuelto más maduro desde la última vez que nos vimos —dijo Lilith con un tono divertido, mientras ladeaba la cabeza a un lado. Pero luego vuelve a erguirse, baja la mirada y junta las manos en la espalda, con cierto nerviosismo. —Supe que te enteraste de la verdad sobre lo sucedido —dijo ella, con un tono más serio.
—Así es. ¿Quién te lo dijo?
—La señorita Naamah, cuando fui a verla por orden de su madre. Cuando me explicó que por fin te enteraste de que Abrahel hizo todo ese desastre sobre los sacrificios, decidí pasar a verte.
—¿Por qué?
—Pues... Este... Oh como te lo explico... —decía Lilith poniendo ambas manos al frente y volviendo a juntarlas, denotando claros nervios en sus movimientos—. Aquella noche en la que Abrahel se hizo pasar por mí, yo había venido al Mundo Mortal para buscar a la señorita Naamah. De vez en cuando ella se escapa para hacer viajes nocturnos por la ciudad de Jerusalén. Y como en esa noche era mi turno de cuidarla, tuve que salir a buscarla. Abrahel estaba al tanto de eso, por lo que adoptó una forma humanizada parecida a mí.
»Después de todo, a diferencia de las Reinas del Infierno Israelita, yo solo soy una humana convertida en súcubo; a pesar de que soy, junto con las señoras Nanma, Agrat-Bat y la joven Eishet, una de las Cuatro Diablesas de la Prostitución Sagrada, no soy más que una simple sirvienta. Por eso yo era la idiota perfecta para incriminar de lo sucedido. Luego de eso, pase los próximos siglos en la Ciudad de Dite, prácticamente como "prisionera con libertad condicional", ya que tanto la señorita Naamah como mis hermanas de credo estaban a favor de mi inocencia en el crimen.
—Al menos no estabas todo el tiempo en un calabozo.
—Pero eso no lo hacía mejor; que casi todos creyeran que era culpable de algo que no hice, fue muy frustrante. Si voy a ser castigada por algo, prefiero que al menos sea algo que si haya hecho... Y además, ese tiempo tormentoso fue todavía peor cuando supe que por mi culpa, tú sucumbiste a tus miedos y vergüenzas.
—¿Y por qué te importa lo que me pasa?
—Pues porque me enfada que por mi culpa un Dios Verdadero como tú sufra. Y más uno que... se ha ganado mi respeto...
Tras decir eso, duraron en silencio por cinco segundos más. Karttikeya esperaba alguna otra respuesta, ya que Lilith tenía la impresión de que iba a decir algo más, pero tenía problemas para soltar las palabras. Así que Karttikeya decidió hablar.
—Veo que tú también has cambiado un poco —dijo Karttikeya desviando la mirada, no por nervios, sino para evitar incomodar a la diablesa israelita con verla de forma directa.
—No eres el único que me lo dice. Después de todo, una de las razones por las que yo era tan defendida en mi hogar, es porque ya muchos empezaron a notarlo —decía Lilith, sin mirar directamente al dios hindú—. Y es gracias a ti.
—¿A mí? —pregunto Karttikeya volviendo a dirigir la mirada hacia Lilith, confundido de escucharla decir eso.
—El haberte conocido ese día, cambió tanto al señor Belial como a mí. Pase los siguientes años pensando en todo lo que dijiste, y en lo que aprendí de ti, que también comencé a pensar en todo lo que hice. No me malinterpretes; no es que me arrepiente del camino que elegí, ni tampoco de todo lo que hecho. Solo me tome el tiempo para pensarlo bien, y reconsiderar algunas cosas. Además, si lo piensas bien, ya he sufrido suficientes castigos con todos los problemas que me ha traído la maldita de Abrahel.
—De eso último si estoy al tanto.
—Así que quiero empezar de nuevo.
—Pero si hace un momento dijiste que no te arrepentías de nada.
—Eso es cierto. Pero tampoco significa que seguiré tal cual en el mismo camino, ni tampoco que elegiré cualquier otro que me ofrezca el destino; sino que creare mi propio camino. Y me gustaría que tú estuvieras allí, para enseñarme a ser mejor; quiero que estés a mi lado, no solo como maestro y como amigo, sino también como... como el primer y único hombre, al que pude amar de verdad.
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—Lilith... No quiero sonar grosero, pero...
—No quieres estar conmigo. ¿Por qué? ¿Por qué soy una demonio?
—No es eso. Lo que pasa es que no quiero que estés atada a mí. Eres una mujer libre que no depende de nadie ni es de estar en relaciones amorosas, como una vida de casados. Así que no quiero arruinarte eso, atandote a mí para toda la eternidad.
—Tienes razón. Jamás me visualicé como una mujer casada, parada en la entrada de una cabaña, junto a mi marido, viendo a nuestros hijos jugar con nuestros nietos. Ni menos me imagine ese tipo de vida con mi hermano gemelo, Adán: ambos siempre hemos sido tan distintos e incompatibles, como la luz y la oscuridad. Quizás porque yo fui diseñada en base a la Madre Caos, mientras que él fue diseñado en base al Padre Creador. Él era demasiado blando para mi gusto. Pero en cambio tú, aunque eres casi tan blando como él, en el fondo guardas una bestia salvaje, como un tigre enjaulado, que solo liberas al pelear. Y además, cuando peleas, no diferencias entre hombre y mujer.
—En donde aprendí a pelear me enseñaron que en una batalla o guerra, no importa si el oponente es hombre o mujer; hay que darle el mismo trato que a cualquier rival.
—Si es así, entonces debiste tener muy buenos maestros; por eso me agradas tanto "Kartty". No me importaría quedarme solo con alguien como tú. Por favor. ¿Qué necesitas para ver que hablo en serio? ¿Quieres que me postre ante ti? Porque puedo hacerlo... —decía Lilith empezando a frustrarse al final, para luego intentar arrodillarse frente a Karttikeya.
Pero antes de siquiera doblar la rodilla izquierda, Karttikeya la sostuvo de los brazos, impidiendo que se arrodillara, y causando que al fin estuvieran juntos.
—Por favor, no te arrodilles —dijo Karttikeya, no con un tono serio ni severo, sino gentil y sincero—. Hacer eso te dará mala imagen. Y yo no permito que nadie se arrodille ante mí; ni siquiera como muestra de respeto.
—Lo sé, solo quería demostrarte cuán en serio estoy hablando... Karttikeya, en serio quiero estar a tu lado. Y como segunda prueba de eso, te daré esto... —dijo Lilith ahora con una sonrisa dulce, que contrastaba con las que ella hacía en el pasado.
Y entonces Lilith aprovechó la cercanía para hacer algo, que soñaba con hacer desde hace siglos; le dio un beso a Karttikeya en los labios. Sin embargo no era un beso lleno de lujuria y pasión, sino uno gentil y tierno, además de que solo duró cinco segundos. Pero cuando ella se separó de él, era difícil saber quién de los dos estaba más sorprendido; si Lilith al ver lo relajado que estaba Karttikeya, o éste último por el repentino beso que le dio la primera.
—No te pusiste nervioso, ni tampoco te sonrojaste. Ahora me agradas más —dijo Lilith esbozando una gran sonrisa, y envolviendo los brazos alrededor del torso de Karttikeya, quien solo desvió la mirada al techo por unos segundos, y dio un profundo suspiro.
—Tus superiores no verán muy bien que te unas a un dios, aunque sea uno extranjero —dijo Karttikeya con la mirada fija en la diablesa israelita—. Y además, no vas a estar sola si te unes a mí, ya que antes fui comprometido con dos diosas, por lo que ahora tengo dos esposas.
—No importa. Como te dije, yo no soy tan importante por mi condición de ser una humana convertida en diablesa. Además, por lo que escuche, no estás afiliado al Reino de los Devas, el Imperio de los Asuras o las Tribus de los Rakshasas. Es decir, eres un inmortal nómada en tu Panteón, y eso puede ser beneficioso, si se toma lo nuestro como un "Sello de Paz", entre mi reino y los nómadas de tu Panteón. En cuanto a tus esposas, no tengo problemas en compartirte. Y de todos modos, como tú mismo dijiste, soy una mujer libre; también me agradan las chicas.
—Si es así, tendrás que hablarlo con ellas. Ya que ninguna otra mujer puede comprometerse conmigo, sin el permiso de Devasena y Valli.
—¿Y dónde están ellas?
—Detrás de ti —respondió Karttikeya ladeando la cabeza para ver detrás de Lilith.
La diablesa israelita amplio los ojos y, con un pequeño salto, se separó de Karttikeya para darse la vuelta, con cuidado de no golpear a éste con las alas o la cola. Y entonces vio que se acercaban caminando las dos esposas de Karttikeya; mientras Devasena tenía una expresión de asombro, Valli parecía disgustada y desconfiada.
—Hola... —dijo Lilith con una sonrisa agradable, mientras saludaba de forma casual con la mano derecha.
—¡Hola! —devolvió el saludo Devasena con una gran sonrisa amistosa, mientras ella y Valli se detenían a pocos pasos de llegar a donde estaba Karttikeya y la diablesa israelita—. Así que tú eres Lilith. ¡Hemos oído mucho de ti!
—Espero que hayan oído al menos algo bueno, y no los mitos que suelen decir de mí, como que soy la Reina del Infierno o algo por el estilo —comento Lilith con sarcasmo, mientras desviaba los ojos por un segundo, estupefacta del buen recibimiento que tenía de parte de la diosa Deva.
—Pues, algunos Asuras "elogian" tu belleza —comento Valli con un tono igual de sarcástico, estando cruzada de brazos y denotando molestia—. Pero sé bien que no se puede confiar en lo que suelen decir los demás. Solo por eso, te daré el beneficio de la duda.
—Oh... vaya, pues muchas gracias —dijo Lilith ampliando los ojos, sorprendida de lo comprensiva que era la diosa Asura, pese a lo hostil y ruda que parecía.
—También hemos escuchado todo —dijo Devasena con una sonrisa gentil y comprensiva.
—Quieres ser la tercera esposa de Karttikeya —prosiguió Valli con un tono severo—. A pesar de la mala reputación que tienes y de todas las consecuencias que puedes llegar a cargar en tu Panteón, estás decidida a afrontarlo todo para estar al lado de él.
—Así es —confirmó Lilith adoptando un semblante serio, para tratar de demostrar lo firme que estaba en su decisión.
—Escuchen, sé que hay que resolver esto ahora. ¿Pero qué tal si mejor lo hacemos en otro sitio? —sugirió Karttikeya mientras se rascaba la nuca, empezando a denotar lo incómodo que se sentía en esa situación—. Dentro de poco van a dar inicio a la Segunda Ronda, y lo mejor será que no estemos aquí cuando suceda.
—Me parece bien, querido idiota —dijo Valli esbozando una pequeña sonrisa y mostrándose más amable al dirigirse a Karttikeya.
—¡En ese caso vayamos a los dormitorios! —dijo Devasena con una alegría y emoción inocente—. Nuestro amado tiene que descansar, y allí podremos conversar en privado.
—A los dormitorios ¿eh? Es una maravillosa idea —dijo Lilith con una sonrisa juguetona, mientras abrazaba entre sus pechos el brazo derecho de Karttikeya, y recostaba la cabeza en su hombro.
"Esto será un largo día...", pensaba Karttikeya tapándose la cara con la mano izquierda, ya sabiendo que le esperaba una nueva "batalla", que sin duda será más difícil que la Primera Ronda del Torneo Parabellum.
Mientras tanto en el interior de la entrada por la que salían los peleadores del Equipo Buda, Ares había estado caminando por el pasillo, al principio todavía pensando en las palabras de Karttikeya, y en lo majestuoso que era tal Arte Marcial. De hecho, hasta empezaba a tener deseos de pedirle que le enseñara al menos una o dos técnicas de ese Arte Marcial.
Pero detuvo sus pensamientos y avance, al ver que Hefestos, Helios y Selene estaban esperándolo al frente.
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—Ustedes sí que no pierden el tiempo cuando se trata de ver a alguien apaleado —dijo Ares con sarcasmo.
—Solo queríamos ver como estabas tras semejante paliza —dijo Helios con una sonrisa humorística—. Y también para ver si no te reiniciaron el cerebro a golpes. Pero viendo el aparente buen humor que tienes, tal parece que si te reiniciaron el sistema operativo mental. ¡Ja, ja, ja!
—Increíble que puedas caminar tu solo tras semejante golpiza. Esa armadura nueva que tienes sí que es buena —dijo Selene todavía con una expresión antipática, pero teniendo un tono más sorpresivo en su voz.
—Sí, ha resistido bastante; más de lo esperado —dijo Ares echando un vistazo a la armadura de su brazo derecho, notando una pequeña grieta en los nudillos—. El metal Éter es increíble. Todavía necesita trabajo, pero su resistencia es asombrosa. Y todo gracias a ti hermano Hefestos; esta vez te superaste a ti mismo.
—Obvio. No pienses que desperdicio mi inmortalidad vagueando, como el resto de nuestros tíos y hermanos; cada minuto que pasó en la forja es bien invertido, ya que odio malgastar el tiempo en algo innecesario —dijo Hefestos con total indiferencia.
—Es muy interesante...
De repente todos oyen una fuerte voz femenina, de una mujer que venía acercándose desde el fondo del pasillo; al final el camino se dividía en dos pasillos, y del lado derecho venía una mujer de origen nórdica, larga cabellera dorada con risos y adornado con flores, ojos azules, estatura bastante alta (1, 86), y constitución bastante tonificada y esbelta con pechos medianos. Llevaba un set completo de armadura pesada de estilo nórdico, de color plateado, con un casco que tenía un diseño de cuatro puntas a los lados que simulaban alas emplumadas.
Ella era la hija menor de Thor y Sif; la Segunda Valquiria Principal de las Trece Valquirias Principales; era la Valquiria de la Fuerza y el Poder, Prour (Thrud).
—Yo también estoy de acuerdo en que ese metal es muy interesante —dijo Prour con la mano derecha en la barbilla, estando ahora parada a pocos metros del grupo de dioses griegos—. Seré directa: estoy dispuesta a hacer un intercambio por mucho de ese material.
—¿Por qué? ¿Acaso el acero asgardiano no es suficiente? —preguntó Selene con un tono sarcástico.
—Por desgracia no. Me fue casi inútil contra una maleducada diosa egipcia mocosa... —dijo Prour frunciendo el ceño y apretando los dientes con rabia, al recordar una humillante derrota que sufrió al luchar contra a la tercera esposa del padre de Israel—. Y tras ver lo bien que resistió esa armadura contra un verdadero Guerrero del Dharma, sé que me será muy útil cuando tenga mi revancha contra esa maleducada diosa egipcia.
—Sí, estamos un... ¡Je, je, cof, cof! Perdone. Como decía, estamos un poco al tanto de tu deseo de venganza contra la tercera esposa del tío San Gabriel —decía Helios intentando aguantar las risas, porque él estaba más que al tanto de eso.
Recordó cierto evento, uno bastante hilarante y surrealista, que llevo a las esposas del mencionado arcángel mensajero a enfrentar a las Valquirias, en el que éstas últimas acabaron sufriendo una derrota tan humillante y aplastante, que todavía siguen ansiando la revancha contra las esposas del arcángel mensajero.
—No hay problema con hacer algún tipo de intercambio de recursos con este material —decía Ares, dándose un par de golpes en el pecho con la mano derecha, para después esbozar una sonrisa divertida—. Pero por desgracia, aunque te demos el metal Éter, ni el mejor herrero de tu Panteón podrá manejarlo, ya que se requieren técnicas y herramientas muy, muy, muy avanzadas; tanto que las forjas de ustedes parecerán simples mesas de trabajo "primitivas". Pero puede llegar a un acuerdo con el único herrero de nuestro Panteón, que sabe manejar este metal.
—De acuerdo. Entonces ¿Quién es el herrero? —pregunto Prour arqueando una ceja, bastante interesada.
—Ese sería yo —dijo Hefestos levantando la mano derecha, con los ojos entrecerrados y denotando cierta vergüenza.
—¡Así es! —dijo Helios con entusiasmo mientras que, junto con Ares, se acercaba a Hefestos y entre ambos le daban palmadas en la espalda—. ¡No hay mejor herrero en nuestro Panteón que entienda las mecánicas de ingeniería y robótica que el buen Hefestos!
—Yo tengo que ir a descansar. Así que puede aprovechar este torneo para hablar todo el tiempo que quiera con mi hermano Hefestos, por supuesto en privado, ya que esas técnicas de herrería y ciencia no se pueden explicar en público —dijo Ares con una gran sonrisa, mientras que con la mano derecha empujaba un poco a Hefestos hacia la Valquiria enorme.
—Oigan yo opino que... —decía Hefestos, empezando a ponerse nervioso, ya que entendía las indirectas tanto de Helios como de Ares, y por eso estaba sintiéndose avergonzado.
—Sí, como la guerrera que soy, entiendo que las técnicas de un herrero no pueden hablarse a la ligera en lugares públicos —dijo Prour mientras daba otro par de pasos para acercarse a Hefestos, interrumpiendo el diálogo de éste último—. Conozco una habitación privada donde podremos hablar sin que nadie nos moleste o escuche.
—Está bien, estoy dispuesto a negociar. ¿Pero no crees que te estás apresurando un "poco"? —decía Hefestos dando un paso atrás y teniendo que mirar hacia arriba, ya que era más bajo que Prour por casi ocho centímetros.
—Sí. Pero detesto malgastar el tiempo. Y además prefiero invertir mi tiempo en mejores cosas, como entrenar y conseguir un mejor equipo para tener mi revancha —decía Prour con una sonrisa arrogante, para luego con la mano derecha sujetar la mano izquierda de Hefestos—. Así que no perdamos el tiempo y empecemos a hacer negocios de guerrera y herrero.
Dicho eso, antes de que Hefestos pudiera decir algo más, Prour comenzó a llevárselo a paso rápido. Y antes de doblar al pasillo izquierdo para ir a las habitaciones privadas del estadio, Hefestos dio un último vistazo a Helios, Selene y Ares, quienes mostraban los pulgares de ambas manos en señal de confianza y buena suerte.
Hefestos solo dio un suspiro cansado, para después esbozar una sonrisa sarcástica, divertido de la situación hilarante al que lo llevaron sus tíos y hermano mayor. Aunque en el fondo también estaba agradecido, y por primera vez estaba feliz de tenerlos a ellos como familia.
https://youtu.be/q4teaPE1oVY
[Habitación del Equipo Cuzco]
Mientras tanto los líderes del Equipo Cuzco habían terminado de celebrar su primera victoria; Gotouge estaba sentada en un sofá ubicado en el lado derecho de Naamah, también con una mesa enfrente donde comía un tazón de arroz con verduras. Por otra parte Israel y Cuzco, quienes habían terminado de comer, ahora daban otro vistazo a la lista de peleadores, para estar al cien por ciento seguros de seguir con el orden de peleadores de su equipo.
Según la joven Gotouge, y también la misma Naamah, era una total certeza de que los humanos del equipo contrario manden a luchar primero a los inmortales más populares de su equipo, por la creencia de que solo por ser los más populares eran los "más fuertes". Que hayan dejado que Ares fuera el primero en pelear, es una clara demostración de ello.
Es por eso que, según la joven japonesa y la diablesa israelita, por "lógica" existía la pequeña posibilidad de que el Equipo Cuzco gane al menos las primeras cuatro rondas, antes de que los humanos del equipo contrario empiecen a darse cuenta de que ya no pueden fiarse de la popularidad, y entonces comiencen a hacer cambios en el orden de salida de sus peleadores. Una vez que suceda esto, es cuando Israel y Cuzco deberán tener cuidado de si seguir con el orden o también solicitar un cambio.
Además, tanto el ángel pelirrojo como el joven inca estaban preocupados por los tipos de "reglas especiales", que puede haber en algunos de los combates, o incluso en un combate cuyo orden fue cambiado a último momento. Esta vez fueron afortunados de que Karttikeya tuviese la experiencia suficiente, como para actuar de inmediato ante la situación y no confiarse en ningún segundo, logrando así evitar perder por las reglas.
No obstante sabían que "el rayo no cae dos veces en el mismo sitio". O dicho de otro modo: no pueden tener el mismo golpe de suerte dos veces seguidas. Ya que nada les asegurara que los otros peleadores pueden ser tan precavidos y experimentados como Karttikeya, o incluso puedan llegar a actuar en el momento indicado para evitar perder.
Por otro lado, mientras Cuzco repasaba las reglas del Torneo Parabellum, para ver hasta qué punto estaban permitidos los cambios a último momento, descubrió algo interesante.
—¿Qué es una "Ronda Decisiva"? —pregunto Cuzco confundido, mientras veía entre sus manos una tabla dorada con una pantalla táctil, que mostraba las reglas del Torneo Parabellum.
—Es un tipo de ronda extra, que sirve para resolver inconvenientes inesperados —explicaba Israel—. Se suelen utilizar como "último recurso", para resolver un empate entre ambos equipos, o un nuevo conflicto que surgió a último minuto en las finales del torneo. Así que, en caso de que empatemos con el Equipo Buda, esta Ronda Especial servirá para desempatar. Y para que esto suceda, tendrá reglas muy específicas que harán imposible que haya otro empate.
—Ya veo —dijo Cuzco sintiéndose aliviado, al saber que no habrá una ronda sorpresa o algo parecido, al menos siempre y cuando no suceda un evento inesperado.
—Entonces, ¿seguirán con el orden actual? —pregunto Gotouge, tras terminar de comer una porción de arroz usando los palillos.
—De momento sí. Y de todos modos, veo muy difícil que alguien del Equipo Buda logre ganarle a un peleador con semejante lista de técnicas, capacidades y poderes, como el que va a pelear ahora —dijo Cuzco, todavía anonadado al recordar el historial del próximo inmortal que saldrá a pelear de parte de su equipo.
—¿Es muy fuerte? —pregunto Gotouge mostrando una sonrisa emocionada.
—"Muy fuerte" se queda corto. Creo que es el inmortal más fuerte que he estudiado hasta ahora, si hablamos de experiencia, técnicas y habilidades —dijo Cuzco.
—Esta vez estoy de acuerdo contigo —dijo Israel sonriendo un poco, pero no era una sonrisa de orgullo sino de emoción, porque pronto verá pelear a alguien de su familia.
Y como si fuese una señal, en la habitación entraron dos nuevos invitados, quienes se acercaron al lado izquierdo de los líderes del Equipo Cuzco para estar a su vista.
https://youtu.be/MuBXLfOpTa4
La primera persona era una chica de origen nórdica, que aparentaba rondar por los 17 años; era una hermosa pelirroja, cabello corto hasta la barbilla y de un tono oscuro, ojos naranjas, pechos medianos, constitución un poco esbelta, bastante delgada y de estatura pequeña. Llevaba un conjunto de pieles de animal a modo de ropa, que consistía en un sostén pequeño sin mangas, protectoras en antebrazos y piernas, ropa interior con una falda pequeña sujetada con una correa, y simples botas.
Era la más joven de las Trece Valquirias Principales; la concubina del Príncipe Demonio Israelita Astaroth; era la Valquiria de la Masacre y la Furia, Geir Skogul (Goll).
La segunda persona también era una mujer de origen nórdica, pero que aparentaba 20 años, era de constitución bastante voluptuosa con grandes pechos, y tenía fríos ojos de color violeta oscuro. Su cabello era liso, largo hasta debajo de la cintura y de color negro puro. Además tenía labial negro y sombreado oscuro en los párpados. Llevaba una armadura ligera nórdica de color azul negruzco con bordes dorados, que incluía brazales, grebas, coraza de las botas hasta la mitad de los muslos, un casco con alas negras, y una pequeña falda de color rojo oscuro.
Era la Líder de las Trece Valquirias Principales; una de las Valquirias encargadas de reencarnar en el Mundo Mortal para guiar a los héroes nórdicos, y también una de las concubinas del Rey Tigre; era la Valquiria de las Tinieblas y la Crueldad, Brynhildr (Brunhilde).
—Oh no... —comentó Geir entrecerrando los ojos, denotando molestia, al ver que a la derecha del ángel pelirrojo estaba la diablesa israelita, a quien conocía muy bien.
—¡Vaya, vaya pero si es mi querida cuñadita Geir! —decía Naamah juntando las manos y esbozando una gran sonrisa jovial—. ¡¿Cómo estás?! ¡¿Y cómo está mi hermanito Astaroth?! Espero que estés complaciéndolo en la cama mejor que Helena. Ya que debes demostrar que las chicas de pechos pequeños pueden ser tan fieras, como las que tienen pechos más grandes. ¡Al igual que yo tú también tienes un excelente trasero y maravillosos muslos con mucho potencial!
—Por favor no siga hablando sobre eso aquí... —comentó Geir tapándose el rostro con la mano derecha y desviando la mirada, malhumorada y avergonzada al grado de tener la cara roja.
—Naamah, ese tipo de cosas no se pueden hablar en público. Además es innecesario e irrespetuoso hablar sobre la vida sexual de los demás, así como así, frente a otros —dijo Israel con los ojos cerrados, tan incómodo como Cuzco y Gotouge del tema de conversación que sacaba a relucir la diablesa israelita.
—Uhhh. Le quitan lo divertido a la vida —comentó Naamah inflando las mejillas y frunciendo el ceño.
—Tan "abierta" como siempre, señora Naamah —decía Geir bajando la mano, pero todavía sin mirar de frente y teniendo la cara sonrojada por la vergüenza—. Sobre su hermano Astaroth, está muy preocupado por usted, al igual que el resto de sus hermanos; tanto que estuvo dispuesto a abandonar su hogar para ir con usted en vuestro exilio. Sin embargo, Helena y yo lo hemos calmado lo suficiente para que no hiciera una locura como esa.
—Me alegro saberlo. Después de mí, él es el próximo candidato en heredar el cargo de papá. Así que el futuro de la familia ahora está en sus manos —dijo Naamah, feliz de saber que su hermanito no haría alguna locura, al menos no de momento—. Además, aparte de mí y de su madre, las únicas capaces de hacerlo entrar en razón cuando se descontrola son ustedes dos, las únicas amantes con las que se ha conformado en tener, a pesar de que puede tener a miles de esposas y concubinas si lo desea.
—Sí... Para ser un demonio ruidoso, soñador e idiota musculoso, en el fondo es bastante sentimental —dijo Geir, por primera vez esbozando una tierna sonrisa, mientras recordaba a su amado Astaroth—. Por cierto, nosotros escuchamos que usted iba a estar presente en este torneo.
—Lo sé. Hace poco me topé con la maestra Lilith, y ella me dijo que todos en casa se enteraron que yo estaría aquí. ¡Je, je! A pesar de ser ahora una exiliada, no dejo de volverme más famosa. ¡Je, je, je! —decía Naamah con una sonrisa presuntuosa, para luego mostrarse emocionada—. ¡Pero si tú estás aquí entonces quiere decir que mi hermanito Astaroth también vino! ¡¿Verdad?!
—Por desgracia, no —dijo Geir recuperando la compostura suficiente para mirar de frente a Naamah, quien se desilusionó con la respuesta—. Su hermano me envió en su lugar para darle saludos de su parte, y también para informarle que vendrá junto con Helena, en cuanto termine unos asuntos pendientes en el Infierno Israelita. Conociéndolo, aparecerá en el momento menos oportuno, haciendo una entrada muy ruidosa.
—Sí, muy típico de él —dijo Naamah casi entre risas, ahora con un mejor humor al saber que su hermano menor si vendrá en realidad.
—¡Ejem! Lamento tener que interrumpir tan conmovedora reunión familiar, pero debemos pasar a la parte más importante —dijo Brynhildr, con un semblante serio, mientras daba un paso delante de Geir para captar la atención de los líderes del Equipo Cuzco, y luego esbozo una sonrisa feliz, que tenía cierto toque siniestro—. Les tengo buenas noticias sobre el siguiente peleador de su equipo: ya está en camino para asistir a la Segunda Ronda del Torneo Parabellum.
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