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Capítulo XII: Protector vs Soldado (I)

https://youtu.be/zUkuSkXJf_s

[Recuerdo]

—Así que tú eres el guerrero destinado a detenerme...

Comento, con una imponente voz dura cual rocas y de tono alto cual trompetas, un Rakshasa de más de dos metros. Como todos los de su especie tenía colmillos sobresalientes y unos cuernos en la cabeza, siendo en el caso suyo seis cuernos. Sus ojos eran dorados por completo, mientras que su piel era negra como la obsidiana. Tenía una larga cabellera blanca como la nieve, y sus rasgos le daban a su rostro un aire joven, aunque era tan musculoso que poseía una constitución bastante robusta. Y como ropa traía una armadura completa de estilo indio hecha de oro puro, junto con pantalones holgados amarillos y guanteletes con forma amenazante.

Era el antiguo Rey Demonio Taraka.

Y frente al Rey Demonio, a pocos metros, yacía parado un Karttikeya que aparentaba 18 años, vestido con una armadura ligera dorada y su pantalón holgado rojo, pero rasgado y dañado como resultado de una feroz batalla reciente.

—Hermano...

Dijo, con una voz débil y feliz, un Asura ensangrentado que yacía tumbado de espalda a los pies de Taraka, en medio de un gigantesco cráter ubicado en lo más alto de una colosal ciudad que, por la oscuridad de la noche, brillaba por las luces de los Barcos Voladores luchando en el cielo, las llamas azules que cubrían varias casas de tecnología avanzada y los choques de poder entre guerreros Rakshasas y mortales hinduistas.

El Asura era bastante parecido a Taraka, solo que un poco más mayor, y aunque carecía de colmillos y cuernos contaba con orejas puntiagudas, su piel era de un tono blanquecino, tenía el cabello negro, los ojos de color rojo y su físico era menos robusto y pequeño. Y como ropa llevaba los restos de un pantalón holgado de color blanco, y un set de armadura india ligera de color violeta con plumas de pavo real como adorno.

Era el antiguo Dios Supremo de los Asuras y hermano mayor de Taraka, Surapadma.

—Hermano... intente vencer a este enemigo... —decía Surapadma con pesar y tristeza—. Pero... no pude ganar... Lo siento mucho... Lo siento...

—Está bien hermano mayor... —dijo Taraka inclinándose para ver a su hermano mayor caído, y luego le sujeta del brazo derecho con ambas manos—. Tú y tu hijo dieron su mejor esfuerzo para defender este reino. Ahora puedes descansar, porque ya estoy aquí: ahora yo personalmente me encargare de terminar con esta molestia de una vez por todas.

—Gracias... hermano... —dijo Surapadma esbozando con esfuerzo una sonrisa, para después caer inconsciente por las terribles heridas y el agotamiento.

Tras asegurarse de que su hermano mayor no tenía heridas fatales, Taraka puso la mano derecha de Surapadma en el suelo con delicadeza, y procedió a ponerse de pie para encarar al joven que dejó en ese estado a su hermano mayor y además está amenazando su imperio.

—Llegó el momento de afrontar nuestro destino, hijo de Shiva —dijo Taraka frunciendo el ceño y teniendo una voz iracunda, mientras dirigía la mirada hacia su adversario.

—Esto no tiene que terminar así, Taraka —dijo Karttikeya con un semblante serio y molesto—. Mira a tu alrededor: mira todo lo que ha llevado tu descontrolado deseo de venganza. ¡Detén esta locura antes de que sea demasiado tarde!

—Te equivocas niño; ya es demasiado tarde, sobre todo ahora que estoy tan cerca de obtener mi venganza —decía Taraka, mientras empezaba a caminar con lentitud a su lado derecho, sin dejar de ver al joven dios—. En cuanto termine los problemas que has traído desde tu nacimiento, continuare esta guerra. Y cuando consiga mi victoria, el único lugar que conocerán los Devas será la frialdad de una celda en lo más profundo de mi reino, y los humanos serán "educados" para solo adorarnos a nosotros.

Sabiendo que Taraka ya no atendía palabras, Karttikeya solo dio un suspiro de decepción y se puso en guardia, con los puños extendidos hacia adelante, en una postura que recordaba al muay thai. Y Taraka también hizo lo mismo, adoptando una postura parecida al boxeo tradicional de la India, llamado Mushti Yuddha.

Fue una cruda y bestial batalla, que casi destruye el planeta donde se encontraban y duro hasta el amanecer.

Con los primeros rayos del sol elevándose en el cielo, se apreciaba a Taraka tirado en el suelo, en medio de la inmensa ciudad ahora en ruinas, con nada más que su pantalón ahora roto y con el cuerpo lleno de heridas a causa de poderosos puñetazos.

Frente a él se encontraba Karttikeya de pie, pero no en mejor estado que él, ya que también tenía la armadura destrozada, y su cuerpo estaba cubierto de heridas profundas que aún no sanaban. El dios hindú solo miraba con tristeza al caído Rey Demonio, mientras éste último empezaba a desvanecerse en partículas sombrías, debido a que estaba muriendo.

—Si... fue una gran pelea... Al final... El que tuvo la razón fuiste tú... —dijo Taraka con una sonrisa irónica, mientras su cuerpo se desmaterializaba en sombras con lentitud—. Pero esto... no cambia nada... En un... futuro... surgirá un nuevo Rey Demonio... que continuara con esta guerra...

—Lo sé, y por eso lucharé para evitar que acaben como tú —dijo Karttikeya con nada más que compasión por su oponente—. Si mis palabras no logran convencerlos de que se preocupen por otros, entonces usare mis puños para que se arrepientan de no haberse preocupado por nadie. No permitiré que nadie más vuelva a sufrir los horrores de la guerra, ni tampoco acaben hundiéndose en el abismo... como paso contigo.

—Je, je, je. Eres bastante ingenuo... y muy soñador... Pero eso te hace diferente a Indra... y a muchos otros dioses... Así que jamás dejes de soñar... Y una cosa más... antes de despedirnos... —decía Taraka con buen humor pese a su estado deplorable, para después usar sus últimas fuerzas para levantar la mano derecha, con la palma mirando arriba—. Mi hermano mayor... mi querida hermana... mis sobrinos... mis hijos... toda mi familia... no tienen nada que ver con esta guerra... Ellos no merecen sufrir por mis acciones... Promete que no dejaras que nada malo les pase... Promete que los protegerás de Indra...

Karttikeya estuvo cinco segundos en silencio, para después dar un paso al frente, inclinarse y poner la mano derecha encima de la palma de Taraka, dando por sellado el juramento.

—Mientras ellos sigan el camino del Dharma, juró bajo el mismo Dharma que no permitiré que paguen por tus pecados... Los protegeré como si fuesen mi familia... Rey Demonio Taraka —juro Karttikeya con tanta firmeza, respeto y compasión en su voz, que logró conmover el corazón de su vencido enemigo.

—Gracias... Dios de la Guerra... Karttikeya... Pase lo que pase... jamás dejes de ser un buen hombre... No dejes de ser un Dios Verdadero... Sigue usando ese grandioso Arte Marcial... para honrar a tu gente y... defenderlos de los monstruos... como en el que yo me he... convertido...

Dijo Taraka mientras sonreía, para luego terminar de desaparecer en sombras. Pero no sin antes dejar un recuerdo de que una vez vivió: de su ojo izquierdo brotó una lágrima de felicidad que cayó en el suelo, como señal de que murió en paz.

https://youtu.be/_q5wnUh0D5o

[Fin del Recuerdo]

"Taraka... A pesar de haber sido yo tu mayor enemigo y obstáculo en tu guerra, me respetaste e incluso reconociste hasta en tus últimos momentos, y pudiste llorar por los tuyos...", pensaba Karttikeya con una sonrisa triste.

Luego dirige la mirada hacia Lilith, y después se gira para ver al público detrás de sí; a sus hermanos, esposas, amigos, discípulos y maestros humanos, bestias e inmortales.

"No hay de otra... No puedo decepcionarlos, ni menos a mis viejos oponentes...", dijo Karttikeya en su propia mente, para después volver a centrar la mirada al frente suyo para ver a Ares, quien estaba levantándose entre risas de emoción enfermiza.

"No hay duda... Él se seguía conteniendo... ¡¡Pero este juego infantil se acabó!!", pensaba Ares empezando a emocionarse, ya que se había dado cuenta con aquel ataque, que su oponente por fin estaba dejando de contenerse.

Tal era la creciente emoción de Ares, que éste desapareció sus guanteletes por un momento para sujetarse el casco, quitárselo y arrojarlo lejos, revelando así su verdadero rostro de una vez. 

Al principio los organizadores humanos japoneses del Equipo Buda creían que Ares era rubio, de gran barbilla y rasgos "duros". Pero al igual que muchos inmortales occidentales, quedaron boquiabiertos por la decepción que sintieron al ver la realidad. 

El rostro de Ares era bastante juvenil, como el de un adolescente de 16 años; tenía algunas cicatrices, lo cual contrastaba con el resto de su cuerpo robusto y musculoso, y daba a entender que él no sentía vergüenza por tener cicatrices. Ya que como inmortal podría simplemente terminar de regenerar la piel, o solo "camuflarlas" con magia. 

Y de hecho era así, ya que si no tuviera toda esa armadura encima podría verse las horribles e innumerables cicatrices, que él mismo se dejó como "recuerdos físicos" de sus batallas. Además sus ojos eran tal como se veía con su casco puesto (rojos), pero su cabello era largo hasta la barbilla, liso y de color blanco grisáceo con mechas oscuras. Por otro lado, si no fuera por sus constantes entrenamientos y metabolismo, ahora mismo parecería de verdad un chico de trece o catorce años; ya que los miembros de ciertas especies de inmortales tienen niveles de desarrollo diferentes, siendo el de algunos inmortales como Zeus los más lentos hasta la fecha. 

Después de quitarse el casco, la armadura de Ares comenzó una extraña reacción; poco a poco en varias partes de la pechera, hombreras, guanteletes y botas empezaron a aparecer brillantes trazados de origen griego, que decían "μορφή, αντεπίθεση, μαγική επαναφόρτιση" (Forma Adamas, Contraataque Físico, Recarga Mágica). 

—¡Deja de contenerte desgraciado! ¡Libera tu verdadero poder; usa tus armas especiales y pelea como un verdadero Dios de la Guerra! —exclamó Ares esbozando una sonrisa despiadada que reflejaba la emoción de un sanguinario.

—No, pequeño niño malcriado. No usare "armas especiales" ni nada parecido como tú; usare mis verdaderas "armas" —contestó Karttikeya, mostrando por primera vez en el combate una sonrisa de emoción, lo cual paralizó del terror puro a Ares—. La razón por la que me contenía era para evitar matarte. Pero si tanto quieres morir, entonces te enseñaré el verdadero Arte de la Guerra; prepárate para ver y sentir en carne viva el Arte de las Ocho Extremidades.

https://youtu.be/tplXHfZiWow

Tras decir eso, Karttikeya empezó a liberar su energía Prana dorada, a la vez que ganaba unos centímetros más de altura y un poco de robustez, debido a que sus músculos comenzaron a volverse un poco más desarrollados. Y eso no fue todo.

"¡¡¿Qué?!! ¡Ya no puedo sentir su presencia! ¡No puede ser! ¡Esto no puede ser cierto!", pensaba Ares empezando a sentir terror, al igual que el resto de dioses griegos que presenciaban el combate, al descubrir que de repente ya no percibían la presencia de Karttikeya, lo cual significaba una sola cosa.

Tan pronto como Karrtikeya dijo aquellas palabras, había aumentado su poder a un punto tan alto, que estaba fuera de la comprensión de Ares y el resto de los olímpicos. Y no solo ellos; varios de los Devas, Asuras y Rakshasas también se mostraron temerosos, porque sabían que el Dios Hindú de la Guerra estaba por desatar su mortal arte marcial capaz de matar a dioses.

Karttikeya desapareció su Astra, luego cerro los ojos, juntó las manos en señal de oración, e inclinó el torso un poco hacia adelante. Posterior a esto volvió a erguirse, y entonces empezó a ponerse en una postura que recordaba a la guardia tradicional del Muay Boran.

"Svarga Kavacha: Aath Angon Kee Kala", recito Karttikeya en su mente [Armadura del Cielo: Arte de las Ocho Extremidades], mientras abría los ojos ahora resplandeciendo de color azul. Y acto seguido, los tatuajes de su cuerpo se tornaron de un brillante color dorado, la energía Prana que lo rodeaba fue condensándose en sus brazos, pecho y piernas, formándose así la silueta holográfica de una extraña armadura, que mezclaba el estilo hinduista con el futurista, la cual se volvió real.

Ahora él llevaba puesto una armadura ligera de cuerpo completo, de color dorado en mayor medida y negro en menor grado, sin casco, y con grabados flameantes de color verde en antebrazos y piernas, que decían "แปดคุณธรรม" (Ocho Virtudes).

Y fue en ese momento en que un feroz huracán azotó la Arena de Duelo, haciendo temblar toda la estructura, luego de que en menos de un segundo Karttikeya avanzara hacia adelante, ejecutando un puñetazo derecho directo al rostro de Ares, quien a duras penas pudo esquivar haciéndose a un lado, y es porque logró verlo venir.

"¡¡Apenas pude verlo!!", pensó Ares atónito, y sintiendo temor de lo que hubiera pasado si no hubiera visto venir el esperado ataque. Así que de inmediato invoco otra vez sus guanteletes para cubrirse con el brazo y la pierna del lado izquierdo, bloqueando así una patada derecha horizontal de Karttikeya, que le hubiera destrozado los huesos a Ares, si no hubiera activado la "habilidad especial" de su armamento hecho de metal Akasha.

Lo siguiente que hizo Ares, y nada más podía hacer por ahora, fue cubrirse de una lluvia de golpes directos que iban de frente. Ares estaba sorprendido porque no esperó que Karttikeya peleara sin ningún tipo de arma. Pero ahora, tras procesar lo sucedido, actuó por fin.

"No pensé que pelearas así... tan a la antigua y genuina forma de pelear... ¡Pero ahora, por fin, hiciste de esto una batalla que vale la pena!", pensó Ares para después, con su propia mente, conjurar su "carta de triunfo", que ha estado reservando para cuando la pelea se tornase seria: Olympiakós Oplismós: Spartan Rage [Armamento Olímpico: Furia Espartana].

Acto seguido, Ares liberó una descomunal energía llameante de color azul, que iluminaba todo el estadio. Karttikeya, por precaución, se alejó dando un gran salto hacia atrás, y observo en guardia la activación de la magia especial de su oponente.

El hechizo Spartan Rage de Ares consistió en que concentrara casi toda su energía Mana cada músculo de su cuerpo, otorgándole así un aumento de todas sus capacidades físicas más allá de sus límites. Y como extra obtenía una inmunidad total al dolor y otros efectos paralizantes o de control, haciéndolo a él casi imparable ante cualquier ataque.

—Tengo que reconocerlo... No esperaba menos de un Dios de la Guerra tan raro y extraordinario como tú... —dijo Ares viendo al dios hindú, ya no con un tono pretencioso ni vanidoso, sino con admiración genuina—. Finalmente has empezado a aceptar lo que eres, y eso es un gran paso para tu crecimiento como guerrero, porque la clave para ser un guerrero es no tener miedo de lo que eres. Pero eso no significa que debas abandonar el camino que elegiste; al contrario debes mantenerte firme. Milenios atrás yo acepte lo que soy, y no me arrepiento de eso ni del camino que elegí. ¡Y tú que eres un verdadero maestro debes hacer lo mismo! ¡Acéptate a ti mismo, pelea como el auténtico maestro y guerrero que eres en realidad, y demuéstranos a todos la grandiosa fuerza que has obtenido al elegir tu camino!

—Ya veo... Estabas tratando de molestarme a propósito, para incitarme a usar mi propia fuerza, y hacerme aceptar al fin lo que soy. De todas las cosas y estupideces que has dicho, Ares, al fin dices algo importante y esencial —decía Karttikeya con seriedad, sin dejar de estar en guardia, y entonces esboza una pequeña sonrisa—. Hoy he aprendido algo valioso, y como muestra de gratitud por eso, cumpliré tu deseo: te enseñaré la fuerza que he conseguido al elegir un camino opuesto al tuyo. Te voy a mostrar el verdadero Arte de la Guerra.

—Te lo agradezco, Karttikeya.

https://youtu.be/lAwj12jaIpA

Dicho eso, Ares se preparó para atacar usando solo sus guanteletes, tal como lo hacían los gladiadores en el Coliseo Romano. Y además se activó un mecanismo en el cuello de su armadura, que desplegó un nuevo casco que le cubrió el rostro. Fue entonces que en menos de un parpadeo ambos chocaron entre sí; Ares intentó agarrar por sorpresa a Karttikeya por la cintura, pero éste respondió de inmediato con un rodillazo derecho, que Ares apenas pudo bloquear con la mano izquierda.

Gracias al mineral Akasha de los guanteletes, Ares pudo amortiguar el daño e impacto de aquel rodillazo, que mínimo pudo haberlo dejado inconsciente allí mismo. Pero de todos modos no pudo evitar que su cabeza se elevará hacia arriba, y recibiera un codazo izquierdo en la mejilla derecha.

Sin embargo gracias al hechizo Spartan Rage, y sumado al nuevo casco, aquel codazo no le causó un daño serio a Ares. Aunque casi lo hace caer al suelo por la fuerza ejercida. No obstante Ares se mantuvo firme, y decidió pelear al puro estilo del boxeo griego: contraataco con un uppercut izquierdo, que casi logra golpear la barbilla de Karttikeya, si éste no hubiera retrocedido un paso. 

Luego Ares prosiguió con una serie de golpes directos que iban a una velocidad un poco superior a la del rayo. Pero para Karttikeya aquellos golpes se movían tan lentos como una flecha, pues con solo el brazo izquierdo bloqueaba y desviaba cada golpe a una velocidad tan alta, que daba la ilusión de que tenía tres brazos izquierdos.

—No lo entiendo —dijo Murugan con desconcierto—. El hermano mayor ha liberado su Arte Marcial y su Pranayama, pero sigue conteniéndose demasiado.

—Es porque se hizo más fuerte... —explicaba Ganesha, con lágrimas de alegría y admiración—. Al liberarse por fin de todos sus miedos y vergüenzas, ha despejado por completo su Primer y Tercer Chakra. Gracias a eso, el poder de su energía Prana se ha incrementado y circula con mayor velocidad y proporción, igual que un gigantesco río que fluye sin obstáculos ni rocas en el camino. Con solo dar el primer golpe se dio cuenta de eso, por lo que ahora está midiendo su nueva fuerza; no se está conteniendo, está liberando poco a poco toda su fuerza, hasta hallar la indicada para vencer a Ares, sin correr el riesgo de matarlo, a la vez que tiene cuidado de no recibir un golpe crítico con aquellos guanteletes hechos de metal Akasha, ya que aún desconoce cuál es su función especial.

La explicación de Ganesha impresionó a todos los presentes y demás inmortales que llegaron a escucharlo. Además, desde el interior de la entrada de los referis, Afrodita y Lilith veían con asombro lo que sucedía, mientras ésta última sentía alegría y orgullo por ver a Karttikeya pelear otra vez como cuando la conoció. 

Por otro lado, en una habitación privada en una de las torres cercanas al torneo, Shiva y Durga veían con orgullo y felicidad como su hijo por fin se había liberado del miedo y la vergüenza. También los inmortales de otros Panteones que lucharon y entrenaron con Karttikeya, veían desde sus respectivos reinos el combate, y sonreían con orgullo por el gran avance de Karttikeya; sobre todo el padre de Israel, quien no pudo evitar sentir un deja vu al verlo pelear y madurar, tras escuchar las palabras de una mujer (Lilith).

Todos estaban felices de ver pelear de nuevo al libertador de mundos, el protector de los débiles, el creador del boxeo ancestral.

Ares también estaba feliz de que su oponente haya madurado; sin importar las circunstancias y las razones del combate, o incluso si había odio de por medio, Ares no podía evitar admirar a sus oponentes cuando estos crecían durante la pelea. El crecimiento de un guerrero en combate, es de las cosas que más respetaba, valoraba y apreciaba Ares. Pero aparte de eso, también estaba maravillado por el estilo de lucha de Karttikeya.

"Es increíble... es hermoso... esos golpes... esas técnicas... son maravillosas", pensaba Ares mientras seguía atacando con simples golpes directos, a la vez que analizaba el estilo de combate de su oponente. Y es que poco a poco comenzaba a comprenderlo; al principio pensó que era parecido al boxeo griego, pero al poco se dio cuenta de que no era así.

Era como una mezcla perfecta entre las técnicas de combate fluidas chinas y japonesas, con la dureza y bestialidad del boxeo.

"Muchos de los artistas marciales que he conocido, como los chinos y japoneses, siempre se enfocaban en sus ridículas técnicas y flexibilidad, dejando de lado la fuerza y la resistencia. Pero el Arte Marcial de este hombre hace uso tanto de las técnicas y la flexibilidad, como de la fuerza y la resistencia... Es la combinación perfecta entre técnica y fuerza... Karttikeya, has logrado lo que muchos peleadores solo pueden soñar... ¡Has alcanzado el Pináculo de la Fuerza! ¡¡Tu Arte Marcial es maravilloso!!".

Decía Ares en su mente, cada vez más fascinado y orgulloso de haber podido tener la oportunidad de enfrentar y conocer a un guerrero así.

"Desde que me convertí en el Dios de la Guerra, ha estado en mí el miedo de caer ante lo que represento; temía convertirme en lo que jure destruir. Y por eso, tras siglos de incontables batallas, ese miedo fue creciendo hasta devorar mi espíritu de lucha, llevándome a tomar la decisión de bajar mis puños definitivamente, para evitar tener que volver a matar".

Era lo que pensaba Karttikeya mientras bloqueaba y desviaba los golpes de Ares usando los antebrazos, y poco a poco empezaba a devolverlos por medio de codazos y golpes directos rápidos, pero cargados con muy poca fuerza. Y a pesar de que el impacto hacía retroceder a Ares, de todos modos éste seguía atacando sin querer ceder.

"Pero ahora mis temores se han ido... Esta pelea, este momento, el tener que volver a ver a Lilith... me han recordado una vez más el origen de lo que me motivó a seguir este camino; lo que me motivó a llevar el manto del Dios de la Guerra de mi pueblo... He superado todos mis miedos, y recuperé mi confianza junto con mi espíritu de lucha... al igual que lo hiciste gracias a tus esposas y a esa batalla contra los dioses nórdicos, viejo amigo".

Pensaba Karttikeya, con una creciente alegría, paz y confianza, mientras recordaba sus primeros años como guerrero.

Recordó cuando empezó a viajar para fortalecerse, cuando entreno con el padre de Israel, cuando venció a Taraka, cuando se convirtió en el Dios de la Guerra, y cuando entrenó a muchos otros guerreros, como el mismísimo Dios de las Bestias, Rudra.

https://youtu.be/zWC1rucQNIs

Milenios atrás cuando el dios Indra se convirtió en el Rey de los Devas matando a su padre, el Dios de los Cielos, en un combate justo, y venciendo a su iracunda madre en otra guerra, inicio una campaña para otorgarle a los Devas más planetas en los que pudieran vivir en paz. Y para ello tuvo que conquistar algunos planetas habitados por tribus de demonios Rakshasas y dioses oscuros Asuras.

Sin embargo, en contraste con otros Dioses Supremos como Zeus y Odín, quienes atacan sin aviso, conquistan matando a todos por igual y colonizan mediante la esclavitud y opresión a los nativos de las tierras conquistadas, Indra ofrecía combates justos y parejos a los líderes tribales, e incluso les daba la oportunidad de que refugiaran a las mujeres y los niños en lugares seguros, y les permitía a los sobrevivientes irse a buscar otro planeta.

Es debido a eso que en la mayoría de las guerras contra los Rakshasas y los Asuras, los mismos líderes tribales luchaban contra el rey Indra en combates y torneos, en los que Indra siempre salía victorioso e invicto. Entre esos líderes hubo uno que estuvo cerca de vencer a Indra; un Rey Asura llamado Vajranaka.

Luego de matar al rey Vajranaka, la tribu de éste tuvo que mudarse a otro planeta según los términos acordados en el combate. Pero como es obvio había quienes no estaban contentos con esas derrotas a manos del Rey Deva; entre ellos uno era el mismo hijo del rey Vajranaka, un joven Asura talentoso y poderoso llamado Tarakasura.

Tarakasura estaba tan lleno de venganza contra los Devas, que decidió recurrir a cualquier medio para vencerlos. Y para eso tuvo la idea de ganarse una Bendición Eterna por parte de un miembro de la Trimurti, al que él veneraba como maestro: Shiva.

Una Bendición Eterna es un tipo de deseo ligado a la magia, que solo es concedido por entidades inmortales que alcanzaron la Iluminación, ya que es una magia que hacía uso de las Leyes del Dharma, de manera que son deseos irrompibles hasta para la propia entidad que la concede. Pero junto con una capacidad inquebrantable, venían limitaciones específicas.

Para que este tipo de deseo se conceda es necesario aplicar una de dos condiciones: el ser que reciba la bendición debe ser poco específico con lo que desea, o en caso de ser muy específico debe poner un límite que tenga al menos un 01% de probabilidad de ser real o suceder.

Por ejemplo: si una persona desea ser invulnerable durante el día y la noche, entonces será vulnerable solo durante la tarde (cuando no es de día ni de noche), y si es muy específico con lo que desea, como ser invulnerable a todo, entonces deberá tener una condición como ser vulnerable al menos a una sola cosa que exista o tenga posibilidades de existir.

Y tras una serie de ayunas, austeridades, meditaciones y entrenamientos espirituales que duró un milenio, Tarakasura se ganó una Bendición Eterna de Shiva: como deseo pidió ser invulnerable a todo, excepto a los puños, codos, rodillas y pies de un hijo del propio Shiva.

El motivo de esa condición se debía a que en aquel entonces Shiva estaba aislado por completo a todo; se había dedicado a la vida solitaria de un yogui alejado de los sentimientos y las emociones como el amor, debido a que estaba de luto por la muerte de su amada esposa, la encarnación de la Diosa de los Universos Adi Parashakti, llamada Satí.

Es por eso que Tarakasura estaba más que confiado en que Shiva jamás volvería a casarse. Y en caso de que sucediera lo contrario, especifico que solo podría ser dañado por las extremidades del cuerpo del hijo de Shiva, porque confiaba en que jamás podría ser superado en las artes marciales, ya que Tarakasura era tan talentoso en ese aspecto que incluso igualaba al mismo dios Indra, quien llevaba el título del dios más fuerte del Panteón Hinduista, solo superado por la Trimurti (Brahma, Vishnu y Shiva).

Luego de obtener la Bendición Eterna, Tarakasura hizo el ritual para convertirse en un demonio Rakshasa, lo cual consistía en comer carne humana. Después dominó el poder secreto de los Rakshasas: el Prana Demoníaco. Y entonces empezó a luchar contra los líderes de otras tribus de Rakshasas, llegando a vencerlos a todos y proclamándose en el acto como el nuevo líder de esas tribus. De este modo unificó todas esas tribus y se convirtió en el Rey Demonio Taraka.

Una vez convertido en rey y ganado un gran número de guerreros, Taraka empezó su guerra contra el Reino de los Devas, e incluso contra sus antiguas tribus de Asuras, todo bajo el deseo de vengarse de Indra. Y en ese deseo le siguieron el resto de su familia, como su hermano mayor Surapadma.

Sin embargo Indra y el resto de los Devas no se quedarían de brazos cruzados; con ayuda de Brahma idearon un plan para que naciera un hijo de Shiva, y lograron tener éxito. El plan consistió en buscar a la reencarnación de la esposa de Shiva, y tras una ardua búsqueda la encontraron: era una humana llamada Parvati, nativa del Territorio Hinduista, hija de un sabio líder de una aldea humana de las montañas.

Después de muchos intentos fallidos de juntar a Shiva y Parvati, de los cuales en uno Kama, el Dios Hindú del Amor, fue reducido a cenizas al enojar por accidente a Shiva, por fin los Devas consiguieron hacer que Parvati conociera a Shiva, y se enamorara de él. Esto llevó a Parvati a seguir la búsqueda de la iluminación para acercarse a Shiva, y cuando lo logró, por fin ambos pudieron conversar.

Fue en esa charla en la que surgió primero la amistad entre ambos, y tras unas semanas Parvati logró ganarse el amor de Shiva. Fue entonces que éste la reconoció como la reencarnación de Satí, y al hacerlo aceptó casarse con ella; meses después nacería el guerrero destinado a vencer a Taraka.

Pero sabiendo que el Rey Demonio intentaría por cualquier medio evitar a toda costa ser asesinado, Shiva y Parvati tomaron la decisión de esconder al bebé en el Mundo Mortal; por ello lo dejaron al cuidado de seis doncellas llamadas las Krittikas, quienes por su admirable servició y lealtad, el recién nacido recibió como nombre "Karttikeya" (Hijo de las Krittikas) a modo de tributo hacia ellas.

Luego las seis doncellas se mudaron a una aldea pequeña en el Territorio Hinduista, donde había menos posibilidades de que Taraka atacara, y donde el joven Karttikeya pasaría su juventud viviendo como un humano mortal.

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