Capítulo V: Hambre Demoníaca
https://youtu.be/WrUt2CVc5Ks
Después de una noche de sueño para el ángel y la diablesa, en la que un incómodo Israel dormía siendo abrazado como peluche por una plácida Naamah, ambos se levantaron temprano para continuar su viaje.
Aunque Israel tuvo que convencer a Naamah para que se levantara, dándole un pequeño bocadillo matutino —un cerdo asado—. Y tras ponerse sus respectivas vestimentas, ejercitarse un poco y beber una bebida refrescante —jugo de uva para el ángel y vino para la diablesa—, reanudaron su viaje volando por el cielo diurno.
Antes de partir, Israel iba a regresar al árbol a su forma original. Pero opto por dejarlo así, ya que Naamah le sugirió —de forma disimulada y arrogante— que podría dejar la casa-árbol así, en caso de que algunas "criaturas inferiores" necesitaran un lugar donde vivir. Al ángel pelirrojo le pareció buena idea y también un gran avance para su prima diablesa, por lo que dejó el refugio tal cual, y solo desapareció los artefactos que se considerarían extraños en esa tierra y época.
—Por cierto primo, ¿ahora que estás buscando? —pregunto Naamah, notando que mientras volaban, su primo ángel pelirrojo miraba atento la tierra debajo de ambos.
—Algo que nos ayudará a no causar más problemas... —respondió Israel, mientras daba una rápida inspección en la tierra selvática, hasta que por fin divisó algo—. ¡Lo sabía ahí está uno! ¡Descendamos un momento Naamah!
—De acuerdo —dijo Naamah, no entendiendo lo que pensaba su primo ángel, pero decidió hacerle caso.
Ambos descienden de inmediato cuál águilas al cazar, y aterrizan a los pies de un templo; Israel se detiene a cinco centímetros de llegar al suelo, y termina de aterrizar con suavidad, mientras Naamah solo llega de una vez al suelo, causando una grieta con su fuerte aterrizaje.
Los dos llegaron a un pequeño templo tan antiguo que la maleza lo había engullido, de modo que apenas se podría divisar desde el aire. En la entrada había un par de estatuas de tigres dorados, y las paredes estaban adornadas con inscripciones en sánscrito que apenas se podían leer. Pero algunas estaban lo bastante intactas para ser visible el fragmento de una frase, que decía: "ojos de fuego y voz de trueno, rojizo como el amanecer, resplandeciente como el sol, y rugidor como la tempestad".
—Si vas a ponerte a meditar o a rezar por mi bienestar, te aviso que no es un buen momento —dijo Naamah entrecerrando los ojos, poniéndose las manos en las caderas y mirando de reojo a su primo ángel.
—No vinimos aquí para nada de eso —dijo Israel mientras daba tres pasos adelante, viendo el templo y los alrededores—. Este es un templo dedicado a mi bisabuelo Rudra. Y como es un templo construido en el Territorio Hinduista, podré hacer contacto con la base Deva construida en el planeta Júpiter. Así podré comunicarme con los Devas para explicarles nuestro estado, evitar que nos ataquen y hacer que nos den camino libre al Reino de los Yakshas.
»Es muy probable que a todos en el Panteón Hinduista no les llegase la noticia sobre nuestra situación, en mayor parte por lo ocupados que están con los constantes conflictos entre las tres naciones. Y también, por otra parte, debido a que últimamente ellos y el resto de los Panteones han estado muy ocupados en algo, desde la reciente reunión del Consejo de los Elohim. Así que las noticias están tardando mucho más en llegar aquí.
—Ya veo. También entiendo tu punto. Por un lado me parece buena idea, y por otro lado muy malo porque nos quitará mucha diversión —dijo Naamah con la mano derecha en la barbilla, indecisa de si estar feliz o desanimada.
—Es mejor eso a tener que enfrentar a un Panteón completo —dijo Israel con una sonrisa penosa.
—No serías el primero de tu familia que lo hace, ya que tú padre enfrentó a medio Panteón Nórdico, Hinduista, Chino y Japonés. Y ni hablemos de tu tatarabuelo Rudra, que por cierto, ¿por qué le dices "bisabuelo", si él vendría siendo tú tatarabuelo, por ser bisabuelo de tu madre?
—Lo que pasa es que me acostumbré a decirle así, por lo incomodo que me resultaba el tener que decirle "tatarabuelo" a alguien que parece solo cuatro años mayor que mis padres —dijo Israel sonriendo y rascándose la nuca con vergüenza.
—Aunque eso no debería de incomodar por lo de ser inmortales, la verdad es que te entiendo. A mí también me avergüenza un poco tener que decirle "abuelo" a un ser, cuya verdadera forma física parece casi de la misma edad que tú.
https://youtu.be/hn5vfUA2rTU
Tras finalizar la explicación del motivo de estar allí, Israel empieza a caminar para entrar al templo. No obstante al dar cinco pasos, notó que su prima no lo seguía. Y entonces también se percató de que se olvidó de un detalle importante.
—Oh, por la Madre Tierra... olvide que eres vulnerable en zonas sagradas. Y mis hechizos de protección son inútiles en ese aspecto —dijo Israel golpeándose fuerte la cara con una mano, como castigo por haber sido tan despistado como para olvidar eso.
—Y mis hechizos son inútiles cuando se trata de estar en tierra sagrada. Es una virtud que yo no sea tan débil como mis hermanos, o estaría ardiendo por estar tan cerca de este lugar —dijo Naamah con una sonrisa sarcástica—. Pero, aunque me duele mucho admitirlo, todavía no soy tan fuerte como para entrar y pasar bastante tiempo dentro de santuarios como este, sin estar sufriendo daño constantemente. ¿Cómo cuánto calculas que vas a tardar?
—Entre ocho y nueve minutos. Cinco si tengo suerte —explicó Israel volteando a ver a Naamah, con una preocupación bastante notable en su mirada.
—En cinco minutos yo estaré igual que un murciélago al vapor en un restaurante humano del Territorio Chino. Aunque en mi caso provocare una plaga viraría mayor, que la que causaría un murciélago normal —comentó Naamah con sarcasmo molesto—. ¡Hey pero no te preocupes querido primo! Voy a estar bien. Solo son unos minutos. Además no estaré tan lejos.
—¿Estás segura? —pregunto Israel más intranquilo con la idea de dejar a Naamah sola, que la idea de que él estaría también solo—. ¿Y si Alyssa aparece de nuevo? ¿O si necesitas mi ayuda en algo más?
—Israel, no me subestimes. Aparte de inteligente y hermosa, también soy una diablesa muy fuerte.
—Sé que eres fuerte. Eres de las diablesas más fuertes que he conocido. Pero aun así me preocupa tener que dejarte sola.
—Y a mí me está preocupando mucho, lo mucho que te preocupas —dijo Naamah con humor bromista, para después adoptar un tono más serio, pero seguía sonriendo despreocupada—. Israel, solo serán unos minutos. Ten por lo menos un "poquito" de fe en mí. Si algo malo pasa, resistiré el tiempo suficiente para que te tomes un té de manzana y comas galletas con chispas de chocolate. Como dirían los humanos de nuestro territorio: "ten fe, porque la fe mueve montañas y cumple todo tipo de milagros, excepto si se trata de hacer que ella te amé".
—Estoy seguro de que no dirían una frase así —dijo Israel cerrando los ojos y sonriendo con pena, para luego dar un largo suspiro, quedarse pensando en silencio por un minuto, abrir los ojos y dar su respuesta final—. De acuerdo... Confiaré en que podrás arreglártelas sola por unos minutos. Pero intentaré no tardar más de cinco minutos. Así que cuídate por favor.
—¡Oki-doki! —dijo Naamah enseñando los dientes con una gran sonrisa, y haciendo la señal de victoria con ambas manos.
—Y por si acaso; Tellus Divum: Life Signal —decía Israel dándose la vuelta, para después, a la vez que recitaba el conjuro, con el dedo índice derecho dibujaba en el aire frente a él un Círculo Mágico flameante de color verde, con grabados y símbolos de origen celta.
Tras crear el Círculo Mágico, el ángel pelirrojo lo arrojó hacia adelante con un simple toque del mismo dedo índice. Entonces el Círculo Mágico se agrandó hasta ser dos metros de diámetro, y se situó en el suelo, justo en medio de la diablesa.
—Es un Círculo Mágico basado en la magia druídica de mi madre —explicaba Israel a una confundida Naamah—. Mientras estoy lejos, estará midiendo tus signos vitales. Si algo malo te pasa o sales del Círculo Mágico, lo sabré de inmediato e iré a ayudarte.
—A eso llamo yo "paranoia al extremo" —comentó Naamah cruzándose de brazos y haciendo una mueca de disgusto—. ¿Al menos podrías darme algo para pasar el rato? En cinco minutos yo podría leer una novela visual de nuestro tío San Raziel, un manhua sobre cómo el Emperador de Jade venció al Diablo Primordial Chino, o un manga de las aventuras bizarras de nuestro tío San Uriel en el Panteón Japonés. También podría terminarme cinco partidas del juego Inmortal Combat, si es que puedes crear un Espejo Transmisor, el cristal del juego y el playbox 2. ¡Oh, y también el cristal del juego Age of Reigns, es uno de mis favoritos!
"Se aprovecha de mi nobleza... Pero esta vez tengo que ser estricto", pensó Israel tapándose la cara con la mano derecha. Entonces empezó a recitar en su mente: "Tellus Divum: Meditation Place". Posterior a esto, chasqueo los dedos de la mano derecha, y entonces transformo parte de la tierra debajo de los pies de Naamah en una suave alfombra, con dibujos de mándalas.
—Mejor aprovecha esos cinco minutos para meditar. Te será muy útil si quieres mejorar tu dominio del Chi, que lo tienes muy descuidado —dijo Israel con una sonrisa inocente, mientras se daba la vuelta para entrar al templo.
—Vete a la mierda —gruño Naamah frunciendo el ceño y haciendo una mueca de disgusto.
Israel solo se dedicó sonreír mientras entraba al templo. Por otro lado Naamah se sentó en la suave alfombra, cruzándose de brazos y piernas. Por un momento creyó que podría aprovecharse de la generosidad y nobleza de su primo ángel, para divertirse un rato leyendo alguna novela visual, o jugando videojuegos como lo hacía en casa.
https://youtu.be/Rtx7-H91zO8
Después de cada sesión de ejercicio, antes de dormir y la mitad de las veces que se la pasaba comiendo, también jugaba algún que otro juego virtual, creado a partir de la magia astral y la ciencia del Panteón Israelita. Para los demás demonios del Infierno Israelita, tales juegos virtuales eran un simple modo de pasar el tiempo cuando no tenían nada más que hacer, ya que les parecía mucho más entretenido torturar, cazar y luchar en la vida real.
Pero a Naamah le encantaba ese tipo de juegos, en especial los de estrategia en tiempo real, rol y acción. Hasta se ganó el apodo de "Devil Gamer", por lo adicta que era a esos juegos virtuales. Incluso tenía todo un estante lleno de cristales, de los cuales cada uno era un juego virtual distinto. Y para jugarlos tenía una caja holográfica, que entre los Panteones llamaban "playbox", y contaba con distintos controles remotos de los mejores diseños góticos.
"Diablos... extraño mi playbox 2... mi colección de videojuegos... mi caja de juguetes... y... la carne humana...", pensaba Naamah apoyando la barbilla en su mano derecha, con el codo apoyado en el muslo, mientras recordaba los viejos tiempos en su casa.
No obstante al pensar en lo último, agito la cabeza a los lados y se golpeó dos veces las mejillas tan fuerte, que se tornaron rojas por un momento.
"No, no, no, ¡no! Tengo que dejar de pensar en la carne humana. ¡Le hice una promesa a Israel, y debo cumplirla como la princesa que soy!", se dijo Naamah a sí misma en su mente, regañándose por volver a pensar en la carne humana.
Tras ese auto-regaño mental, la diablesa se acomodó en posición de loto, con los dedos entrelazados, cerró los ojos e intento mantener la mente en blanco, para meditar y entrenar su energía Chi. No tardó mucho en emanar dicha energía de su cuerpo, bajo la forma de un aura negra con tonalidades violetas.
Naamah intentaba concentrarse, para no tener que pensar otra vez en la carne humana. Pero eso no era tan fácil como parecía; por un lado porque ella siempre ha tenido problemas para centralizarse en algo fuera de lo que ella consideraba "divertido", y por otra parte porque ya habían pasado doce días desde la última vez que probó la carne humana. Y ella jamás ha durado tanto tiempo sin hacerlo; casi todo lo que ella comía, tenía al menos algún tipo de órgano o sangre procedente del cuerpo humano. Además la verdadera razón por la que se estaba volviendo muy desesperada por comer, es porque ya estaba sufriendo de ansiedad.
Para ella intentar dejar la carne humana, era casi igual a cuando un adicto al alcohol intenta dejar la bebida.
Desde el día anterior, la ansiedad por comer carne humana ha estado molestándola en el fondo, al punto en que ella intentaba apaciguarlo distrayéndose con algo más; como la excitación que sentía al tocar el cuerpo físico de su primo ángel pelirrojo, o la emoción desenfrenada que le invadía al combatir como en aquella batalla con los Rakshasas. No obstante en momentos como el de ahora, en los que no tenía nada más que hacer, la ansiedad atacaba sin piedad.
Obvio ella podría haberlo hablado con Israel. Pero no quiso hacerlo, en mayor parte por orgullo, y en menor parte por miedo a lo que él pensaría de ella; ¿cómo reaccionaría Israel al saber que Naamah ha estado alimentándose carne humana, al punto en que se ha vuelto una adicción para ella? La diablesa no lo sabía, y no quería averiguarlo. Pero aun así también era consciente de que tendría que hablarlo con él tarde o temprano.
"Debería hablar con Israel sobre esta maldita ansiedad... Mi ansiedad por un filete de carne de esos simios insignificantes... No... no puedo... Maldición, que hipócrita debo sonar ahora, tras el consejo que le di ayer en la noche. ¡Y todo por culpa de estas malditas emociones blandengues!", pensaba Naamah, por un momento volviendo a considerar la posibilidad de hablar sobre su problema a Israel, pero al rato lo desecho al pensar en cómo reaccionaría él, lo cual la hizo sentir hipócrita.
Su filosofía consistía en ignorar lo que piensan los demás. Pero ahora mismo sus propias nuevas emociones, producto del cambio que ha estado sufriendo en el interior, la estaban afectando; haciéndola sentir mal con solo la idea de decepcionar o romper el corazón blando de su primo ángel. Con solo haber visto su reacción cuando ella le pidió carne humana, fue suficiente para darle una idea de cómo podría reaccionar, si supiera que ella de verdad disfrutaba comer carne humana, tanto como un adicto a la bebida disfruta emborracharse.
Israel era consciente de que Naamah, por lo menos, tuvo que alimentarse de carne humana desde que desarrolló consciencia de sus propios actos. Pero no sabía que ella había desarrollado una adicción hacia ese tipo de carne. O al menos esto es lo que creía la diablesa.
Tener ese tipo de miedo a herir el corazón de un ser querido fuera de su círculo familiar, era algo completamente nuevo para Naamah; solo ha llegado a sentir algo similar con sus padres y hermanos. Pero nunca con otras personas ajenas a su círculo familiar; no le importaba en lo más mínimo los sentimientos y emociones de los demás, ni le interesaba tratar de comprender a otros. Para ella todo era simple: si la quieren o respetan está bien, y si no por cualquier motivo entonces no importa.
Y aunque Naamah e Israel eran familia tanto en biología como en sentido espiritual, llegaron a conocerse una vez siendo niños, y pasaron unos días divirtiéndose como amigos, en realidad jamás crecieron juntos, y solo llegaron a socializar más en la edad que tienen ahora. Así que ella no lo veía como un hermano ni menos como un primo, sino como un "hombre especial", con el que puede divertirse y experimentar lo que jamás pudo con algún amante anterior.
Aparte no solo era el hecho de que tenía que lidiar con esas nuevas emociones; en Naamah también habitaba el miedo de que Israel se horrorizaría tanto, que podría dejar de ser tan cercano con ella. Y el origen de este miedo, era la idea de llegar a perder la cercanía con lo único que le quedaba de su antiguo Panteón.
Israel no solo era un valioso amigo con el que se divertía, sino también, de un modo bastante poético, el único vínculo directo con el Panteón Israelita que le quedaba. Y ella no quería por nada del universo perder cualquier tipo de vínculo con su Panteón de origen. No quería herir el corazón de su primo ángel, ni tampoco quería que él se alejara de ella para toda la eternidad.
"¡Maldita sea no puedo concentrarme en nada!", exclamó Naamah en su mente, mientras se rascaba la cabeza con frustración, desvanecía su aura de Chi y gruñía similar a un enorme lagarto. "Así no podré distraerme y quitarme esta maldita ansiedad. Me pregunto si habrá algo más interesante...", decía ella en su mente, deteniendo su arrebato frustrado al tener una mejor idea: optó por mejor buscar algo entretenido.
Entonces miró alrededor, buscando algo interesante para ver; con su aguda vista detectó una serpiente bastante grande deslizándose por las hierbas, cerca de donde estaba ella.
—¡Ohhh! ¡Qué ternurita! —dijo Naamah enternecida al ver a la serpiente, y empieza a hacer señas con las manos para llamar su atención—. Ven pequeñita. Quiero jugar contigo.
Con su pedido y señas, la serpiente cambio de rumbo y se dirigió hacia ella, como un perro doméstico que se acerca feliz a su dueño al verlo. Sin problemas ni miedo alguno, Naamah tomo a la serpiente desde la cabeza con una mano, y empezó a levantarla para verla a los ojos.
—Eres muy hermosa. Debes de haber cautivado a muchos machos en tu larga vida. ¿Verdad? ¡claro que sí porque eres una víbora muy linda! —decía Naamah con una sonrisa juguetona. Luego empieza a sacar la lengua tal como lo hace la serpiente.
Tras dos minutos de charlar y jugar con la serpiente, igual que una niña al toparse con un animal juguetón, empezó a perder interés. Pero mientras jugaba se le ocurrió otra idea para entretenerse mejor. Y para llevarla a cabo dejó descansar la serpiente en el suelo cerca suyo, cerró los ojos, volvió a acomodarse en posición de loto y concentró su energía Chi alrededor del cuerpo.
Se quedó cargando Chi durante algunos segundos, y entonces abrió los ojos, liberando su energía Chi en un invisible e inofensivo "pulso de energía", el cual fue expandiéndose sin límite aparente, y todo lo que había dentro de su radio era visible a los ojos de Naamah. Era una de las especialidades de la energía Chi; la capacidad de percibir y conocer todo el espacio que rodeaba a la persona. Una capacidad que en su máximo potencial, permitía al taoísta alcanzar la Omnisciencia.
A pesar de que Naamah aún le faltaba mucho para llegar a tal nivel, tenía el suficiente poder, conocimiento y práctica para ver toda una galaxia entera en menos de ocho horas (si es que su poca concentración y paciencia limitada se lo permitían). De manera que en cuestión de segundos, ya estaba vislumbrando todo tipo de objetos, animales e insectos que se encontraban a tres kilómetros cerca de ella.
—¡Ja, ja! ¡Qué idiotas son esas moscas por caer en la tela de esa araña! ¡Oh, en ese árbol hay dos deliciosos pajaritos concibiendo polluelos! Pero que veo; también hay un leopardo atrapando a un antílope en ese valle. ¡Je, je que divertido se ve! —decía Naamah esbozando una gran sonrisa, al ver todo tipo de actividades rutinarias que hacían los diferentes seres vivos a su alrededor.
Eran tantas actividades, que ella apenas podía prestar atención por un segundo a las que consideraba más "interesantes". Llego a ver desde actividades de simples insectos como hormigas y escarabajos, hasta actividades de animales más grandes, como lobos cazando un enorme bovino, un grupo de jabalíes comiendo en un valle, y un cocodrilo atrapando a un búfalo por sorpresa en un río.
"¡Quiero ver que hay más allá!", pensó Naamah emocionándose con saber qué más puede ver a una distancia mayor. Así que amplifico el radio de energía Chi dos kilómetros más lejos, y empezó a ver todo tipo de aves surcando los cielos, dos monos machos peleándose por la atención de una mona, un grupo de elefantes viajando, y más allá contempló una aldea humana.
Y mientras su visión pasaba por la aldea, captó un espacio un poco apartado de las casas, donde jugaban niños humanos. En el instante en el que vio a aquellos cachorros humanos, tan vulnerables y débiles, la ansiedad por carne volvió a atacar Naamah; despertando en su interior su lado más primitivo y salvaje como demonio: su implacable y casi insaciable hambre demoníaca.
Algo que es bien sabido, es que en la naturaleza los depredadores prefieren atacar a las presas más débiles, como ancianos y cachorros. Los demonios no eran una excepción a esta regla; como depredadora, Naamah tenía preferencia por las presas más débiles. Y ahora, con la ansiedad agresiva y teniendo a la vista unas presas fáciles, de la raza que ella estaba tan acostumbrada a comer, sus instintos se dispararon; empezó a babear como un animal hambriento, y poco a poco sus ojos fueron tornándose de color negro.
Su cuerpo le gritaba que fuera a comer; que despedazara y devorara presas humanas. En su mente solo había pensamientos sobre matar y comer. Pero en medio de ese mar de oscuros pensamientos, brotó la luz flamígera de la imagen de Israel, cuando ambos se conocieron por primera vez siendo niños, en las costas del Mar Rojo hace muchos siglos atrás.
https://youtu.be/zVU_u2DPs4w
Ese pequeño destello fue suficiente para que la mente de Naamah volviera a aclararse, haciéndola recuperar la razón. Y justo a tiempo para detenerse, porque estaba al lado de la copa de los árboles, flotando con las alas extendidas a solo veinte metros cerca de la aldea, justo donde estaban jugando los niños humanos.
Antes de que algún humano la divisara de entre los árboles, ella voló a mega velocidad para esconderse detrás de unas rocas. Allí cerró la mano derecha en un puño y se la llevó a la boca, para morderse su propio puño con tal fuerza y agresividad, que se clavó los dientes, mientras apretaba la otra mano con tanta fuerza que sus uñas perforaron su palma.
Intentaba contener la violenta ansiedad, que casi la hace atacar a aquellos cachorros de humanos; se concentró en el dolor y en el sabor de su propia sangre, mientras mantenía en su mente la imagen de su primo ángel pelirrojo; todo esto para controlarse la ansiedad, y evitar volver a sucumbir a su hambre demoníaca por carne humana.
Tras lo que parecieron varios minutos, Naamah consiguió calmarse; se quitó la mano de la boca y dejó de ejercer fuerza en la otra mano. En menos de un segundo las heridas en sus manos se regeneraron. Entonces sus oídos captaron el movimiento de un pequeño animal correteando por el suelo cerca de ella; al bajar la mirada vio que se trataba de un pequeño roedor.
"Servirá para calmar esta maldita ansiedad", pensó Naamah, agachándose y atrapando al roedor con la mano izquierda en menos de un parpadeo, para después llevárselo a la boca y empezar a comérselo, del mismo modo en que un niño come con gusto un delicioso postre.
Después de probar un pequeño bocado, prosiguió con lamerse toda la boca, limpiándose la sangre con una facilidad absurda. También se limpió la sangre de sus manos por medio de su propia lengua, igual que un canino o felino. Para ella tal forma de limpieza era sencilla, gracias a su larga y prensil lengua negra. Y tras terminar de limpiarse, prosiguió con regañarse a sí misma.
—Maldición, maldición, ¡maldición! —decía Naamah empezando a golpearse la frente con ambas manos, furiosa consigo misma por casi ceder ante su propia hambre de forma tan fácil—. ¡Casi arruino todo...! En un intento por calmar mi ansiedad, ¡casi caigo ante la misma ansiedad! ¡Y se supone que soy una princesa! ¡Es imperdonable que actúe como una sucia muerta de hambre...!
Mientras maldecía y se regañaba a sí misma por su acción irresponsable, de repente percibió que algo se acercaba a su derecha; sus instintos le decían que era un peligro, así que se preparó al instante para defenderse del desconocido ataque. Pero tan pronto como se posicionó, tuvo que reaccionar de inmediato para atrapar con ambas manos una lanza dorada, con inscripciones en sánscrito en el cuerpo.
A pesar de que atrapó el filo de la lanza con éxito, Naamah acabó siendo arrastrada por la misma lanza; intentó frenar el avance pisando el suelo, y mientras lo hacía atravesaba árboles, rocas y colinas, llegando a una región montañosa con muy poca vegetación en los valles, y con grandes glaciares en la cima de las montañas. Pero la diablesa consiguió detenerse por fin, cuando su espalda chocó contra la pared de una colina de tierra y nieve.
"¡¿Qué mierda es esto?! ¡¿Un Astra?!", pensó Naamah desconcertada, no solo por recibir un inesperado ataque de tal calibre, sino del hecho de que la lanza, aunque tuvo que atraparla sujetándola por el filo, no le hizo ni un solo rasguño en las manos.
Cualquiera pensaría que se debía a la resistencia y fuerza de la diablesa. Pero ésta sabía bien que esa lanza no era normal; era un Astra, un tipo de arma de gran poder cuyo propietario era un inmortal. Y a juzgar por la energía que desprendía la lanza, la diablesa tuvo una idea de qué tipo de dueño era el que empuñaba dicha arma.
"La energía que desprende este Astra es sagrada... Debería de haberme cortado al menos un dedo... Pero no fue así... ¿Acaso es un arma diseñada para cortar algo más que no sea la carne, similar a aquella katana y guantes que forjaron mis tíos San Uriel y San Remiel?", pensaba Naamah, analizando la lanza que la atacó, y comparándola con otros tipos de armas que ella ya tuvo la oportunidad de conocer.
Pero antes de seguir analizando, de pronto el Astra empezó a vibrar, para después retroceder girando sobre sí mismo, hasta aterrizar en la palma de la mano derecha de su dueño, quien descendía del cielo con lentitud hasta tocar la tierra; no era otro que el mismo Dios Hindú de la Guerra, Kattikeya, quien ahora portaba una armadura ligera negra con bordes dorados, muy similar a la que usaría un general de la antigua India.
"Oh diablos... lo que me faltaba..." se quejó Naamah en su mente entrecerrando los ojos y dando un suspiro cansado, mientras salía de la grieta en la pared de tierra.
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