Capítulo LXXVI: Sansón vs Heracles (IV)
https://youtu.be/5GTfqZY7p7M
[Siglos Atrás. Territorio Griego].
"Al fin tengo bajo mi mandato la fuerza de los dioses", fue lo que pensó Eurystheus cuando Alcides, ahora renombrado como "Heracles", se convirtió en su esclavo y mercenario por diez años. Y supo aprovecharlo bien, ya que no pensaba solo en enviarlo a servir como soldado para luchar contra reinos enemigos; planeaba utilizarlo para hacer del Territorio Griego un lugar más seguro para los humanos y ganarse el favor de ciudades dominadas por la naturaleza.
El propio Eurystheus se lo medio hizo entender a Heracles con palabras elegantes que endulzaban la cruel esclavitud del semidiós, y se lo demostró dándole como primera tarea especial viajar a la ciudad de Cleonae, con el propósito de lograr que la gente de allí apoye el reinado de Eurystheus, resolviendo el problema que los atormentaba.
Heracles viajo a la ciudad y llego justo a tiempo para evitar que los ciudadanos sacrificaran a un niño inocente a Zeus. El niño y algunos civiles le explicaron a Heracles que el sacrificio tenía como objetivo pedir la ayuda de Zeus para que los dioses se deshicieran de un monstruo que gobernaba las indómitas tierras de Nemea cerca de la ciudad.
El monstruo era una criatura parecida a un león, de pelaje semejante al oro, más grande que cualquier otro león normal, con garras capaces de rasgar la carne inmortal, largos colmillos superiores, y una piel tan dura que ningún arma mortal podía atravesarla.
Sabiendo lo que tenía que hacer, Heracles declaró que él mataría al León de Nemea y que, hasta lograrlo, pospusieran el sacrificio. El gobernante de la ciudad estuvo de acuerdo y le dio un plazo de treinta días para lograrlo. Heracles aceptó el trato y, tras equiparse con suficientes armas y herramientas, partió a cazar al monstruoso león.
Por consejo de un experto cazador de la ciudad, Heracles comenzó a atacar a los animales de Nemea y causar estragos en las colinas, para captar la atención del monstruoso león. La estrategia resultó, porque no tardó mucho en aparecer el enorme león iracundo listo para atacarlo.
https://youtu.be/9Tbjq1ivhtM
Heracles pasó los veintinueve días con la rutina de luchar contra el monstruoso león, retirarse para recuperarse de las heridas, volver a buscarlo para luchar, retirarse y empezar otra vez. En cada enfrentamiento Heracles intentaba con un arma y estrategia diferente: primero un garrote, después las flechas, después el hacha, después comida envenenada, y otros cuantos intentos que resultaron inútiles. Todo lo que pudo lograr fue descubrir que el León de Nemea vivía en una cueva con dos entradas, y solo salía a atacar cuando un extraño invadía su tierra a causar algún desastre.
Al último día Heracles decidió arriesgarse con una estrategia peligrosa: primero siguió al monstruoso león hasta su cueva, derrumbó con sus puños la entrada principal para forzarlo a salir por la otra entrada, y cuando esto último sucedió Heracles lo embosco saltando encima de él, le rodeó el cuello con los brazos y, con un esfuerzo tan grande que se resaltaron las venas en los brazos y la cara de Heracles, logró romperle el cuello al León de Nemea.
Transporto sobre sus hombros el cuerpo del León de Nemea hasta la ciudad de Cleonae como prueba de su exitosa cacería, y con ello evitó que el niño fuese sacrificado. Todos los humanos del pueblo alabaron a Heracles por primera vez en mucho tiempo, llamándolo "Heros" (Héroe). Y en esa misma noche, lejos de la vista y oídos de los humanos, Heracles recibió la visita sobrenatural de su media hermana mayor, la diosa Athenea, para felicitarlo por su victoria y recompensarlo con una armadura especial.
Athenea instruyó a Heracles para quitarle la piel al monstruoso león con sus propias garras, y de esa forma él consiguió una armadura divina Égida dorada, basada en el signo zodiacal de Leo. Con esta armadura Heracles regresó al Reino de Tirinto, donde causó una gran impresión. Las noticias de su hazaña llegaron hasta dicho reino, y al presentarse con esa armadura aterró tanto al rey Eurystheus que éste último le ordenó vivir en las puertas del reino.
La entrada del Reino de Tirinto se convirtió en el centro de atención por la visita de muchos humanos, tanto locales como ciudadanos de otros reinos griegos, que querían ver al héroe que mató a un descendiente del Príncipe de los Monstruos Tiphaon.
Hace un mes Heracles sólo recibía rechazo e insultos de los humanos. Pero desde su reciente hazaña ahora comenzaban a elogiarlo y llamarlo héroe; eso le gusto a Heracles. Al fin se sintió aceptado por la Sociedad Humana y que fue perdonado por su crimen. No obstante aún había mucha gente que lo consideraba un monstruo y seguían recordándole su horrendo crimen de haber asesinado a sus propios hijos, así que él espero ansioso la siguiente misión de matar a otra criatura.
Días después Eurystheus le encomendó una nueva misión difícil a Heracles: debía viajar a un pantano cerca del lago de Lerna para acabar con un monstruo inmortal que residía allí. Heracles partió de inmediato, acompañado de un miembro de su familia que había llegado a la ciudad hace pocos días para ayudarlo a redimirse: su sobrino Yolao, hijo de Iphicles.
Yolao sirvió a su tío como hechicero y escudero, además de ser también el encargado de escribir y relatar todas las hazañas que su tío realizaba durante cada aventura. Pero sobre todo demostró su utilidad cuando ambos llegaron al pantano cerca del lago de Lerna.
Para llegar al lago tuvieron que enfrentarse a un cangrejo gigante que custodiaba la entrada; lograron matarla después de unos pocos minutos de lucha. Luego Heracles se cubrió la boca y la nariz con un pañuelo por el gas tóxico del pantano, disparó unas cuantas flechas en llamas a la cueva donde residía la criatura y consiguió llamar su atención.
La criatura emergió poco a poco de la cueva, mostrándose como un imponente reptil tan grande como un elefante, con un cuerpo robusto e imponente, cuatro aletas largas semejantes a las de un plesiosauro, cola de lagarto con aletas y un cuello largo y prensil. Ojos dorados semejantes a los de un cocodrilo. Cabeza semejante al de una serpiente, pero con hileras de dientes, cuernos con aletas, y una amplia boca que se extendía hasta el inicio de lo que parecía la base del cuello.
Todo su cuerpo estaba recubierto de una siniestra simetría de escamas verdes y moradas que se mezclaban con los colores del pantano. Lo más aterrador fue que la criatura tenía cinco largos cuellos, cada uno con su propia cabeza. Los habitantes de las aldeas locales conocían a la criatura como la Hydra de Lerna, hija de Tiphaon y Equidna.
Como en la misión anterior Heracles probó las capacidades de la criatura con diferentes armas; primero el garrote, después las flechas y por último una hoz hecha de oro. Lo primero que descubrió fue que cada cabeza disparaba ácido y su sangre era corrosiva, pero no resultaba muchos problemas para Heracles gracias a la armadura del León de Nemea. Lo segundo en descubrir era que el cuello era la parte más vulnerable de la criatura. Y lo tercero fue que la última arma resultó la más efectiva; por lo tanto Heracles utilizó la hoz de oro para decapitar una de las cabezas de la criatura.
Fue entonces que Heracles y Yolao descubrieron por qué la criatura nunca fue asesinada, pese a que tenía una debilidad tan obvia y grave; el cuello decapitado se dividió de forma grotesca en dos nuevos cuellos largos que en segundos se regeneraron, y reemplazaron la cabeza perdida con dos más.
Heracles intentó matarla otra vez cortándole todas las cabezas de diferentes maneras. Pero antes de lograr cortar la última cabeza, cada cuello decapitado pasaba por el mismo proceso de dividirse en dos para desarrollar dos nuevas cabezas. Heracles trató de atacar el corazón o algún punto vital de la criatura, pero las escamas del resto del cuerpo eran demasiado duras, y debido al enorme tamaño del cuerpo no podía matarla como lo hizo con el León de Nemea.
Fue por eso que su sobrino tuvo la idea de conjurar magia de fuego a una flecha y dispararla al muñón de cada cabeza decapitada, con el propósito de cauterizar cada corte y así ralentizar la regeneración de la criatura. Heracles aprobó la idea por la situación frenética y la pusieron a prueba.
Mientras Heracles cortaba las cabezas, Yolao cauterizaba los muñones disparándoles una flecha envuelta en llamas mágicas. El plan resultó, ya que los cuellos estaban tardando más en regenerarse, dándole tiempo suficiente a Heracles para cortar la última cabeza. Entonces el cuerpo de Hydra dejó de moverse y colapso, aunque no fue igual con una de las cabezas, que Heracles y Yolao dedujeron que debía ser la original, y por lo tanto la inmortal.
Para evitar que la cabeza regenerase un nuevo cuerpo la encerraron dentro de una caja de oro y la enterraron debajo de un Círculo Mágico, escrito y conjurado por el propio Yolao, que anularía el proceso regenerativo de la criatura mientras la cabeza permaneciera allí enterrada. Y para evitar que alguien la desenterrase por accidente, Heracles colocó una enorme roca encima del lugar con una advertencia escrita.
Gracias a esa misión exitosa, Heracles recibió otra arma legendaria de los dioses: un arco mágico que disparaba flechas con la sangre venenosa del Hydra.
El dúo regresó triunfante al Reino de Tirinto, de nuevo con una alianza sellada con las aldeas aterrorizadas por el Hydra. Y su sobrino Yolao contó a detalle lo acontecido, elevando la reputación de Heracles, por lo que el dúo consiguió un par de nuevos ayudantes en sus aventuras.
Autolycus de Ática, un famoso ladrón, experto en el manejo de cuchillos y asesino adiestrado en magia de invisibilidad y metamorfosis animal, que además era un semidiós hijo de Hermes. Y junto a él venía Amphiaraus, un popular vidente favorecido por Zeus, maestro lancero y también un conocedor de criaturas sobrenaturales.
Amphiaraus educó a Heracles sobre algunas criaturas sobrenaturales y sus respectivas debilidades, mientras que Autolycus fue quien le enseño nuevas técnicas de lucha. Y pasado unas semanas, el vidente lancero y el asesino polimorfo acompañaron a Heracles y Yolao en su siguiente misión dada por el rey Eurystheus.
El grupo viajó más allá del norte, fuera del Territorio Griego, a unas regiones frías que los griegos conocían como "Hiperbórea" y "Enoe". En esas tierras nevadas Heracles debía capturar con vida a una criatura mágica parecida a un reno hembra, pero de tamaño superior al de un toro, con pezuñas de bronce, pelaje plateado, astas de oro y aliento de fuego sagrado; la criatura era conocida en el Territorio Griego como la "Cierva" de Ceryneia.
Fue una tarea bastante difícil, ya que la criatura mágica era de las más veloces que Heracles había conocido, y el tener que capturarla con vida añadía más dificultad a la tarea. Sin embargo, luego de un año entero de estar investigando sus rutas, zonas de alimento favorito y refugios, consiguió capturarla con una red de oro mientras la criatura bebía de un lago.
El grupo regresó con la criatura mágica capturada, y después de mostrarla a los ciudadanos por unos días la liberaron por orden de la propia diosa Artemisa. Como recompensa por capturar a la criatura con vida, Athenea y Artemisa le entregaron a Heracles un nuevo y mejorado garrote con un hechizo mágico incluido.
Pero el grupo no regresó con nada más que la criatura mágica, ya que en Hiperbórea conocieron a un hombre que también se les uniría en la travesía. Se trataba de Tydeus de Etolia, un enorme guerrero salvaje que manejaba dos hachas gemelas cargadas con magia rúnica.
Gracias a Tydeus y también a Yolao fue que Heracles aprendió a controlar el Maná y, a su vez, también a usar la magia de su nuevo garrote, que le sería bastante útil en la siguiente misión encomendada por el rey Eurystheus.
https://youtu.be/ydZhfSH3qQo
El grupo debía viajar a las tierras de Arcadia para capturar a un gigantesco jabalí, que habitaba el monte Erymanthus y atacaba a las aldeas cercanas. El grupo partió enseguida y, durante el largo viaje, se detuvieron en Tesalia para reunir provisiones y equiparse con lo necesario para la cuarta misión. Mientras sus compañeros de viaje se encargaban de esto, Heracles visitó una cueva del monte Pelion donde vivía uno de sus antiguos profesores, que aparte contribuyó con los dioses en la fabricación de las flechas de Hydra.
Se trataba de Quiron, uno de los más sabios y justos entre los semi-humanos conocidos como centauros. La principal diferencia de Quiron con otros centauros es que vestía con ropas elegantes, y aunque era muy buen arquero no le gustaba la violencia.
Luego de que Heracles intercambiara saludos con Quiron, éste último presentó a tres personas que también estaban allí de visita. El primero era un niño humano rubio llamado Aquiles, al que Quiron había adoptado como estudiante e hijo adoptivo. También se encontraba allí otro centauro pacífico y de ropa elegante, Pholus, y había traído consigo a un joven centauro albino muy inteligente llamado Nesso, también estudiante de Quiron.
A las presentaciones le siguió una amistosa cena en la que Heracles, Quiron y Pholus hablaron sobre lo que paso en sus vidas desde la última vez que se vieron; siguieron hablando de otros temas, hasta que Heracles se fijó en una jarra dorada que Pholus custodiaba en su cinturón.
Quiron explicó que la jarra contenía un vino celestial preparado en el Monte Olimpo, conocido como la "Sangre de Zeus", hecho a partir de las frutas Ambrosía. Era la bebida de los dioses griegos, y por lo tanto cualquier mortal moriría al beberla, mientras que solo algunos humanos "especiales" obtendrían la inmortalidad.
Pholus añadió que él y su tribu tenían la orden del dios griego Dionisio de proteger la jarra de Ambrosía, para entregársela en un futuro al humano elegido para ser el héroe del Monte Olimpo. Toda esta información despertó un deseo avaricioso en Heracles, junto con un pensamiento soberbio de que ese vino estaba destinado para él. Así que Heracles exigió que se lo dieran. Pero tanto Quiron como Pholus se negaron, y entonces Heracles entró en cólera; les arrebató el vino y lo abrió a la fuerza, liberando el fuerte y dulce aroma del vino celestial.
Sin embargo, antes de poder beber del vino, el fuerte olor llamó la atención del clan de centauros de Pholus, quienes corrieron rápido a la cueva para matar al "ladrón" que intentaba apoderarse del vino sagrado. Y en vez de dialogarlo para disculparse o solucionar el "malentendido", Heracles invocó su arco con flechas del veneno de Hydra y comenzó a disparar todo lo que se moviese.
Pasado unos minutos de muerte, sangre y gritos, la locura de Heracles al fin se calmó y, de nuevo con la mente clara, descubrió que durante el caos una de las flechas le alcanzo a Quiron en el muslo izquierdo, y Pholus recibió una en el casco derecho delantero, mientras ambos protegían a Nesso y Aquiles de la matanza ciega de Heracles.
Quiron pudo seguir viviendo gracias a su inmortalidad, aunque el veneno le estaba quemando de forma constante cada vez que su cuerpo se regeneraba. Pero no fue lo mismo para Pholus, que al ser mortal terminó muriendo por el veneno corrosivo, no sin antes comentar con ironía: "¿cómo algo tan pequeño puede causar tanta muerte?".
Heracles se marchó rápido de allí, avergonzado de lo sucedido y dejando atrás el vino de Ambrosía. Después de alejarse bastante de allí y estando de nuevo solo, se le apareció el dios Hermes con un mensaje del propio Zeus; le explicó que gracias a ese evento Pholus tendrá un cargo importante en el "Círculo" de un reino infernal, mientras que Quiron renunciará a su inmortalidad para salvar a alguien y morirá como un ejemplo del primer centauro "civilizado".
Esas palabras aliviaron la culpa en Heracles, lo convencieron de que la matanza que causó fue por un "bien" mayor, y lo alentó a estar más convencido de que el asesinato era la mejor solución para traer justicia. Ahora creía que hizo una gran acción por dos "criaturas civilizadas", e hizo justicia acabando con una tribu de centauros "bárbaros". Pensó en todo esto, ignorando que Aquiles y Nesso jurarían venganza por lo sucedido.
Heracles regresó al campamento donde lo esperaban su sobrino y compañeros, luego continuaron el viaje y llegaron al monte Erymanthus para cazar al jabalí gigante. Tras investigar la región y conocer la situación de las aldeas humanas, Heracles comenzó a derribar los árboles y, con esto, atrajo la atención del jabalí gigante.
El héroe griego luchó contra el jabalí gigante durante horas, y con paciencia empezó a atraerlo hacia una zona cubierta de nieve con metros de profundidad, en donde el jabalí gigante tendría problemas para moverse. Una vez sucedió esto, Heracles lo capturo con la nueva magia del garrote, y entonces lo noqueó con un fuerte golpe en la cabeza con el mismo garrote.
Heracles y su grupo regresaron al reino de Tirinto con el jabalí gigante siendo cargado por el propio héroe griego en un hombro, y una vez más él fue inundado de alabanzas por los humanos. A partir de ese momento Heracles ya no dudaría de sus acciones, y continuaría ignorando quién era el monstruo real de las historias, como sucedió con las cuatro misiones anteriores.
El León de Nemea nunca atacaba por deporte o por odio; en realidad atacaba a los humanos porque ellos invadían su territorio para apoderarse de sus tierras y continuar cazando por deporte a los animales de esa región. El León de Nemea solo estaba defendiendo su hogar y a los animales inocentes de los humanos, que eran los monstruos reales.
La Hydra de Lerna se había mudado a esos pantanos para proteger la región de otras criaturas, como el cangrejo gigante que vivía cerca. Pero los humanos comenzaron a atacarla para ahuyentarla, porque la consideraban un "monstruo" horrible y peligroso para las aldeas. La Hydra solo se estaba defendiendo como cualquier otro animal.
La Cierva de Ceryneia era la guardiana de una manada de renos mágicos en el norte, que eran acosados y cazados por los humanos para quitarles las astas de oro. Y para cuando la guardiana regreso a su hogar natal, la manada había sido casi erradicada sin piedad, dejando como únicos sobrevivientes a un pequeño macho y una pequeña hembra.
El Jabalí de Erymanthus era el guardián sagrado de la naturaleza y de la tribu de los jabalíes mágicos. Cada ataque suyo era con intención de asustar a los humanos, ya que solo estaba protegiendo a los jabalíes mágicos y el bosque de las cacerías por deporte de los humanos. Pero ahora sin su protección, los bosques comenzaron a ser destruidos y los jabalíes mágicos tuvieron que buscar otro hogar para salvarse de la extinción.
Todos esos supuestos "monstruos" fueron descritos como tal por los humanos, nada más porque luchaban contra la codicia y la matanza sin sentido de los propios humanos. Pero eso a Heracles no le importaba; para él la única justicia era la humana, y las verdaderas leyes eran de la sociedad griega que él consideraba como la "civilización superior".
Ya era muy tarde para volver atrás. Heracles ahora solo era otro de tantos monstruos reales convertidos en "héroes" por la corrupta y nefasta sociedad de su época.
https://youtu.be/2m6ZCFYw2i8
[Presente. Torneo Parabellum: Arena de Duelo].
Si algo se demostró es que los comentarios de Sansón alteraban una fibra sensible en la mente de Heracles; prueba de eso es que al referirse al héroe griego como "monstruo", éste comenzó a disparar las flechas venenosas de su arco mágico como un completo maniático, casi igual a cuando masacró el clan de centauros de Quiron y Pholus.
Sansón tenía las capacidades más que suficientes para desviar las flechas con las manos. Pero en vista de lo que sucedió con la primera flecha que desvió, decidió mejor tratar de evitarlas a toda costa; esta decisión lo llevo a tener que retroceder y utilizar todo el escenario para cubrirse.
Heracles no se quedó parado en su sitio; con un salto llego al techo de un edificio, y a partir de allí comenzó a correr y disparar las flechas venenosas, confiando en sus agudos sentidos de la vista y el oído para localizar la posición de su oponente.
La velocidad con la que disparaba era casi comparable a la de Artemisa, las flechas venenosas volaban tan rápido como rayos y atravesaban entre cinco y ocho paredes antes de incrustarse en el suelo, pared o algún objeto sólido. Al ojo humano normal era como si una lluvia de balas estuviera destruyendo casas de madera.
En las calles filisteas era un total caos, pero desde las gradas resultaba evidente que Sansón estaba llevando a Heracles a otro lugar específico de la ciudad filistea. Heracles no tardó mucho en percatarse también de que había pasado de estar en un área militar a un barrio pobre con tiendas al aire libre de todo tipo, incluyendo algunos mercados decentes.
Sansón entro a un establecimiento cerca de los locales, evadiendo las flechas que caían y destrozaban todo como si un ejército de arqueros lo estuviera atacando. Entonces Heracles dejo de disparar como un loco para concentrarse mejor en sus sentidos auditivos y disparar donde sus cálculos le indicaban la posición de su oponente, basándose en los sonidos del área; ahora solo disparaba cuando estaba 100% seguro de la posición del héroe hebreo.
Además, Heracles empezó a tener una idea de a dónde se dirigía Sansón; se estaba acercando a un edificio en particular que tenía toda la esencia de ser una herrería, tomando en cuenta que desde una ventana podía verse con claridad una forja. Sea cuál sea el objetivo, Heracles no iba a esperar a descubrirlo; bajo del techo donde se encontraba, cargo otra flecha en el arco en plena caída y, al aterrizar en el suelo, disparo a un mercado de telas y ropa de alta calidad, en donde Sansón trataba de ocultarse.
La flecha venenosa atravesó la pared del mercado y rozó el largo cabello de Sansón, quien la esquivo rompiendo una pared con el hombro izquierdo de un salto, llevándose consigo un largo trozo de tela roja delgada y fina. Lo malo para él fue que terminó saliendo a la calle y quedó expuesto a otra flecha que se dirigía directo a su cabeza.
Sansón reaccionó rápido moviendo la cabeza junto con el torso a un lado y, mientras la flecha pasaba muy cerca de su mejilla derecha, vio de reojo que a unos metros arriba de él pasaba volando Heracles, apuntándole a la cabeza con otra flecha.
Un segundo atrás atrás, justo cuando Heracles disparó la segunda flecha, salto hacia adelante con la fuerza suficiente como para volar casi tan rápido como la misma flecha que disparó, la cual resultó ser una distracción para que Sansón se moviera en el ángulo de la siguiente flecha, que Heracles dispararía por sorpresa estando arriba en el aire en ese pequeño lapso de tiempo.
Todo sucedió en cámara lenta para ambos; Heracles disparó la siguiente flecha venenosa en el momento preciso en que Sansón esquivo la anterior. En ese ángulo y a esa distancia era más probable bloquear el ataque que evadirlo, y como es obvio no era muy recomendable arriesgarse bloqueando una de esas flechas envenenadas.
https://youtu.be/4mbKjTAIXmw
Pero Sansón incrementó su poder físico; prueba de eso fue la dorada y flameante energía Prana que su cuerpo emano de golpe. Y también volvió a sorprender a Heracles con algo inesperado; aprovechando el aumento de velocidad y fuerza, Sansón levantó el brazo derecho y, con un fuerte ruido, la flecha rebotó contra el brazal plateado hacia el suelo.
Heracles giro el cuerpo de tal forma que golpeó con los pies la pared de un edificio en el que iba a estrellarse; el golpe destrozó la pared y le permitió a él volver a impulsarse, esta vez con menos velocidad, para aterrizar en el suelo a varios metros detrás de su oponente. Todavía estaba procesando lo que vio; no espero que aquellos brazales tuvieran la dureza suficiente como para bloquear una flecha de su arco.
—Por lo visto, tú también estabas guardándote algunas sorpresas —dijo Heracles frunciendo el ceño, y teniendo la vista fija en el brazal derecho de Sansón, que después de bloquear la flecha envenenada paso a brillar de manera sobrenatural por unos segundos.
—¿No creías que vendría a enfrentarte sin tener algo de protección extra como medida preventiva? —comentó Sansón dándose la vuelta para mirar de frente a su oponente—. De todos modos mis compañeras se pondrían muy histéricas si no llevara algo de armadura, en una pelea contra un tipo armado con un Astra.
—Tuve sospechas después de ver que ni siquiera un golpe de mi garrote les hizo un pequeño rasguño. Lo llamaría "trampa", pero admito que es ingenioso. Desde que inicio la pelea tratabas de evitar defenderte con esos extraños brazales, para aprovecharlos como factor sorpresa en algún momento clave. Supongo que están hechos de algún material especial de tu Panteón.
—Algo así. Están hechos de un metal que ustedes llaman "Éter", pero que es conocido originalmente como "Akasha", y que nosotros llamamos "Aetheris" —explicó Sansón con una sonrisa jovial, para luego chocar sus brazales y demostrar con esto la textura luminiscente del metal plateado—. Y como ya sabrás, es un excelente conductor de energía Prana. Perfecto para defenderme de un monstruo loco como tú.
Los ojos de Heracles desprendieron un siniestro brillo de locura asesina, mientras volvía a disparar otra ronda de seis flechas venenosas, de las cuales Sansón bloqueo y desvió a los lados cuatro con precisión absurda, utilizando nada más que el brazal izquierdo como un escudo.
La quinta la desvió con el brazal derecho mediante un giro de 360 grados, mientras sostenía con la mano la tela que se llevó de la tienda en la que estuvo hace un momento. Después agarro el otro extremo de la tela con la otra mano, la estiro frente a él y la utilizo para atrapar entre el tejido la sexta flecha venenosa, como una red de telarañas atrapando una mosca.
Al principio Heracles no entendió cómo eso fue posible, pero entonces se fijó bien en la tela y comprendió dos detalles: el primer detalle es que la resistencia de esa simple tela estaba amplificada como el resto del escenario, y el segundo es que Sansón había utilizado la energía Maná para endurecer más la tela.
—Lux in Bellum: Sacrum Vestis Aetheris (Luz en la Guerra: Vestidura Sagrada de Éter) —dijo Sansón, mientras la tela que estiraba entre sus manos absorbía partículas turquesas de Maná y emanaba una luz de dicho color—. En esencia es un hechizo diseñado para fortalecer la tela de la ropa. Alvitr me lo recomendó para protegerme con cualquier ropa simple, pero aprendí a usarlo más que como algo defensivo.
Dicho eso, Sansón comenzó a correr directo hacia Heracles, y éste último ataco de inmediato disparando otras rondas de flechas venenosas, que Sansón desviaba en el camino con sus brazales como un caballero experto protegiéndose con dos escudos. Y a dos metros de llegar hasta el héroe griego, Sansón giro en 360 grados sobre el suelo, mientras soltaba el extremo izquierdo de la tela para estirarla, y luego utilizarla para golpear la cara de Heracles como un látigo.
La sorpresa de Heracles fue evidente en su rostro, al igual que la herida en su mejilla derecha, al sentir el golpe de la tela como un humano normal sentiría un golpe de un látigo de mercurio; la tela, ya de por sí endurecida, se había fortalecido por el hechizo lo suficiente como para actuar igual que un látigo.
Otra demostración de esa resistencia mágica fue que Sansón, después de volver a agarrar el otro extremo de la tela, la agito bastante fuerte hacia adelante como un paño y, con un extremo de la tela, golpeó la mano con la que Heracles sostenía el arco, forzándolo a soltarla.
Luego Sansón hizo girar la tela varias veces con una mano como un verdadero látigo, y uso el otro extremo para tumbar a Heracles al suelo golpeándole las piernas. Pero a unos centímetros de caer al suelo, el héroe griego se sostuvo con una mano y se alejó con una voltereta hacia atrás, aterrizando de pie casi de manera temblorosa.
El público había quedado mudo por lo que veía; Sansón había utilizado de manera ofensiva uno de los hechizos de protección más simples, que además había resultado muy efectivo, en mayor parte porque Heracles tampoco se esperó un "arma" improvisada tan absurda como esa.
—Me lo tengo merecido por no tener previsto algo así —dijo Heracles tocándose la mejilla derecha, y sintiendo en sus dedos su propia sangre de una herida abierta que sano un segundo después—. Teniendo en cuenta que usaste la quijada de un asno cuando mataste a mil soldados filisteos, debería haber considerado que usarías como "arma" hasta lo más absurdo y ridículo, incluso si en un principio me atacaste con lanzas y hachas.
—Nunca se me dio bien pelear con armas, y aparte no me gustaba usarlas —dijo Sansón mientras volvía a sujetar ambos extremos de la tela como si fuera un látigo—. Ni siquiera contra verdaderos monstruos.
—¿Hasta cuando vas a continuar llamándome así? —pregunto Heracles con un par de venas resaltando en su cara.
—Hasta que reconozcas tus pecados y que tu "justicia" está mal —dijo Sansón adoptando un semblante más serio.
—¡Ja, ja, ja! Es curioso que digas eso, porque tú eres casi el "Jesús" de tu época. Pero dudo mucho que vayas a sacrificarte para purificar los pecados de mi alma —dijo Heracles con una risa burlesca y un humor amargo.
—Por supuesto que no. Yo no moriré por tus pecados; te golpeare la cara hasta matar tus pecados —contestó Sansón devolviendo el humor burlesco con una sonrisa, pero manteniendo su mirada seria.
—Definitivamente tú no eres como San Gabriel, su hijo pródigo y otros ángeles. Tampoco pareces el mismo hebreo pacifista del que escuche hablar —dijo Heracles con un poco de curiosidad en su tono.
—A diferencia de ti, yo aprendí a ver más allá de lo que veían mis ojos. En lo personal prefería molerte a golpes y terminar esta pelea, porque eres como un reflejo de lo que yo pude haber sido, y eso me enferma.
—Entonces, ¿por qué sigues luchando sin usar toda tu fuerza? —pregunto Heracles, todavía quieto y aprovechando el tiempo de charla para pensar en una nueva estrategia que involucraba la zona griega de la Arena de Duelo.
—Porque sé que tú también tienes una hermana que te ama y se preocupa por ti. Hay personas inocentes que te aprecian y apoyan, incluso con lo que has hecho y lo que eres. Por ellos y por las enseñanzas de mi maestro, te estoy dando una oportunidad para que te redimas, empezando por aceptar que no eres un héroe —decía Sansón ahora con un tono más comprensivo, aunque todavía no sabía lo que sus palabras significaban para Heracles.
Para Heracles reconocer que nunca fue un "héroe" sería aceptar que todo este tiempo fue un "villano", y el shock emocional que esto causaría será lo que rompa las cadenas que retienen a su diablo interno.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro